GIANNA BERETTA: UNA MÁRTIR DE LA MATERNIDAD

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GIANNA BERETTA: UNA MÁRTIR DE LA MATERNIDAD
GIANNA BERETTA: UNA MÁRTIR DE LA MATERNIDAD
Escrito por Jesús Arizmendi Valdez
Lunes, 14 de Mayo de 2012 18:29
Raúl Espinoza Aguilera Blog: www.raulespinozamx.blogspot.com
Ahora que su cumplen cinco años desde que fue legalizado el aborto en el Distrito Federal
con mujeres de hasta 12 meses de embarazo, en diversas fuentes confirmé la información, que
en
sólo ese período tan corto de tiempo se han provocado
más de 77,500 abortos en la capital de la república mexicana.
La verdad es que resulta una cifra escalofriante. Es como si se aniquilaran a los habitantes
de una ciudad entera. Con el agravante de ser niños inocentes, que no se pueden defender
por sus propios medios y que, además, todos los que practican o promueven el aborto saben,
de antemano, que lo que hay dentro del seno materno es un ser
humano.
Basta con comprobarlo con un ultrasonido o leer un elemental tratado de Bioética o Genética.
Y es que desde que el óvulo es fecundado, la niña o el niño siguen un proceso ininterrumpido
de crecimiento y desarrollo hasta su nacimiento –normalmente- a los 9 meses.
Además, como acertadamente señala el Dr. Jesús Kumate, prestigiado investigador
científico y antiguo Secretario de Salud, esa evolución orgánica y neurológica continúa durante
la niñez, la adolescencia, la juventud e incluso hasta la madurez.
Por contraste, se cumplen 50 años en que una madre italiana llamada Gianna Beretta Molla
(1922-1962) prefirió morir antes que abortar la criatura de sus entrañas.
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Ella era ama de casa. Antes de casarse hizo estudios de Medicina y Pediatría. Tenía una
personalidad fuerte y equilibrada. Entre sus aficiones se encontraban: escalar montañas y era
una esquiadora experimentada. Le gustaba pintar, tocar el piano, asistir al teatro.
Era una ejemplar y fervorosa católica: cumplía con sus deberes religiosos, acostumbraba dar
conferencias de orientación para los jóvenes, realizar obras sociales en ayuda de los
ancianos…
Se casó con Pietro Molla, director de una empresa industrial en Milán. Tuvieron 4 hijos:
Pierluigi, Maria Zita, Laura Enrica y Giannina.
En las clases preparatorias para recibir el Sacramento del Matrimonio, Gianna recuerda
vivamente un consejo que le dieron: “No puedes adentrarse en el camino matrimonial, si no
sabes realmente amar”.
Su esposo, Pietro, aún conserva con cariño una carta que ella le envió cuando eran todavía
novios y le escribía: “Querría hacerte feliz y ser la esposa que tú deseas: buena, comprensiva,
preparada para los sacrificios que la vida nos pida. Quiero formar una familia verdaderamente
cristiana”.
Durante los casi siete años de matrimonio, su esposo recuerda que Gianna era
particularmente responsable y trabajadora; plenamente entregada en las tareas del hogar y la
atención esmerada por sus hijos. Quienes la conocieron relatan que era una mujer afectuosa,
alegre, simpática, normal.
Con el embarazo de la última hija, Giannina, le surgió un fibroma en el útero que amenazaba
la vida de su pequeña. El médico que la atendía le dijo dos cosas que la impactaron: 1) que
habría que extraerle el tumor rápidamente; 2) que la solución más “práctica y segura” sería
practicarle un aborto.
Le faltó tiempo a Gianna para responderle de inmediato al galeno: “Eso no lo permitiré jamás.
No se preocupe por mí, basta que vaya bien el bebé”. El 6 de septiembre de 1961 se sometió a
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la operación. El 21 de abril de 1962 dio luz a su hija Giannina. Una semana después, la madre
murió a consecuencia de las complicaciones posteriores al parto.
“Gianna Beretta –comenta el Pbro. y Dr. Rafael Arce Gargollo- se convirtió en mártir del amor
materno” (1). Es decir, que era tan grande su amor a Dios, a su esposo y a sus hijos, que no
le importó dar su vida a cambio de que su pequeña Giannina naciera bien y saludable.
En 1978, el Arzobispo de Milán y otros 16 obispos más de la Conferencia de Obispos de
Lombardía, pidieron la introducción del proceso de beatificación de esta mujer que fue
declarada –con justicia- “ejemplo de gran actualidad en este mundo nuestro, donde el derecho
a la vida se desconoce y se niega”.
El 16 de mayo de 2004, el Beato Juan Pablo II, en la Plaza de San Pedro, la añadió al
catálogo de los santos y declaró solemnemente que “Gianna Beretta Molla, de ahora en
adelante pueda ser llamada Santa y se pueda celebrar su fiesta todos los años en los lugare
s y del modo establecido por el Derecho”.
Años antes, el Santo Padre había afirmado en un discurso a las familias en Madrid: “Quien
negare la defensa de la persona humana más inocente y débil, a la persona humana ya
concebida, aunque todavía no nacida, cometería una gravísima violación al orden moral. Nunca
se puede legitimar la muerte de un inocente. Se minaría el mismo fundamento de la sociedad.
“¿Qué sentido tendría hablar de la dignidad del hombre, de sus derechos fundamentales, si
no se protege a un inocente, o se llega incluso a facilitar los medios o servicios, privados o
públicos, para destruir vida humanas indefensas?” (2-XI-1982).
Aquel inolvidable día, la Plaza de San Pedro se encontraba abarrotada por miles de
peregrinos -venidos de los puntos más distantes- que aplaudían emocionados. Y además,
¿quiénes estaban en un lugar especial, cerca del Papa, aquel luminoso 16 de mayo, en que fue
canonizada esta encomiable madre y esposa? Naturalmente, su esposo Pietro y sus hijos.
Giannina –ya en ese entonces, con más de cuarenta años- no cabía de gozo y
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agradecimiento para con su madre, porque además de haber dado su vida por ella, ahora era
llevada a los altares y venerada como Santa por este acto heroico y por su admirable
testimonio de vida cristiana para las mujeres de nuestra época. Me resulta particularmente conmovedor, el testimonio de su hija Laura, quien escribió: “Estoy
segura de que el ejemplo de mamá, que ahora muchos conocen, servirá para confortar a todas
las madres que se encuentren en las mismas condiciones. Puedo asegurar que estoy
verdaderamente orgullosa de haber tenido una madre con tanto coraje: que supo vivir como
Dios quería, y ha servido a la Humanidad con su ejemplo y con sus obras”.
(1) Arce Gargollo, Pbro. y Dr. Rafael, “Campeones de los Valores”, Editorial Minos III
Milenio, México, 2009. Páginas 15-25.
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