Página_11 - En lucha

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Nuestra historia
En lucha Septiembre 2005
11
ANIVERSARIO / 70 AÑOS DE LA FUNDACIÓN DEL POUM
El compromiso de una
organización revolucionaria
Fundació Andreu Nin
El Partido Obrero de
Unificación Marxista se
formó a base del Bloque Obrero y Campesino (BOC) y la Izquierda
Comunista de España
(ICE).
Por Andy Durgan
Estas dos organizaciones habían
roto a principios de los treinta
con el comunismo “oficial” en
oposición a la degeneración de la
revolución soviética y la transformación de los partidos comunistas
en meras correas de transmisión
de las necesidades de la política
exterior de la dictadura estalinista.
Reclamaron así la herencia revolucionaria, internacionalista y democrática de la revolución de 1917.
El BOC llegó a ser el partido
obrero más importante en Catalunya durante la República, pero
no pudo romper la hegemonía sobre las masas de las dos grandes
corrientes sociopolíticas catalanas
de la época: el anarcosindicalismo
y el nacionalismo de izquierdas.
En contraste con las demás
organizaciones obreras de la
época, el BOC defendió la importancia de una alianza entre
los campesinos, los movimientos
de liberación nacional y la clase
obrera, liderada por esta última,
para abrir el camino hacia la revolución social. También tuvo un
papel destacado en la creación de
las Alianzas Obreras que se organizaron en casi todo el Estado
durante 1934 como respuesta a la
amenaza de la extrema derecha
y tuvieron un papel clave en la
huelga general revolucionaria de
octubre de 1934.
La otra organización, la ICE, fue
parte de la oposición internacional
trotskista –que se oponía al ascenso del estalinismo y de la burocratización en la URSS– y, aunque era
más minoritaria que el BOC y tuvo
núcleos activos en varios lugares
del Estado, su contribución mayor
fue en el plano teórico.
Tanto el dirigente de la ICE,
Andreu Nin, como el del BOC,
Joaquín Maurín, fueron los dos
líderes y escritores marxistas
más destacados de su época. Nin
se había adherido al comunismo
en los años veinte cuando pasó
nueve años en la URSS trabajando para la Internacional Sindical
Roja y donde ingresó en la oposición trotskista. Maurín había sido
una figura importante en el sindicalismo revolucionario, pasando
a formar parte del movimiento
comunista en la misma época.
En septiembre de 1935, las
dos organizaciones se unificaron
como un primer paso para crear
un partido marxista revolucionario más amplio. El nuevo partido
llegó a tener unos 6.000 militantes en vísperas de la guerra civil,
la mayoría en Catalunya donde
su federación sindical, la FOUS,
tuvo unos 50.000 afiliados.
Con las elecciones de febrero
de 1936 el POUM, después de no
conseguir la formación de un Frente Obrero, decidió apoyar al Frente
Popular contra la derecha, siendo
Maurín su único diputado elegido.
Esta decisión significó la ruptura
final entre Trotsky y sus ex seguidores españoles, a quienes se acusó
La revolución de 1936
significó el crecimiento
espectacular de la
influencia del POUM
de haber traicionado a la clase obrera por haber apoyado una coalición
subordinada al republicanismo
pequeño burgués. Aunque, en realidad, el POUM criticó duramente
el Frente Popular como un freno al
movimiento obrero. La revolución
que surgió como respuesta a la su-
blevación militar-fascista en julio
de 1936, significó que la influencia
del POUM, como la de todas las organizaciones obreras, creció espectacularmente. Durante el primer año
de guerra controló seis periódicos
diarios, numerosas publicaciones
semanales y dos emisoras de radio.
Organizó su propia milicia con más
de 8.000 efectivos y su afiliación
pronto llegó a los 30.000.
Guerra y revolución
En seguida se planteó cuál debía
ser la relación entre la guerra y la
revolución. Los comunistas ortodoxos defendieron, siguiendo la
línea dictada desde Moscú, que la
lucha era entre la democracia y el
fascismo y que la revolución tenía
que ser liquidada para no asustar a
las democracias occidentales.
En contraste, el POUM y la
CNT insistieron en que revolución y guerra iban unidas. Las
masas estaban luchando para ir
mucho más lejos que una simple
democracia burguesa, como habían demostrado con la colectivización de la tierra y la industria,
la formación de las milicias y el
control popular sobre muchos aspectos de la vida cotidiana.
Reconstruir el Estado republicano significaría minar el entusiasmo popular, el arma principal
de la izquierda contra un ejército
bien suministrado por sus aliados
fascistas. Además la idea de que
las democracias iban a apoyar a
una república más moderada no
tuvo en cuenta el nulo interés (sobre todo del poderoso gobierno
británico) en apoyar a la izquierda
española, fuera cual fuese su programa, contra las clases dominantes encabezadas por Franco.
Para que la revolución no fuera
derrotada, el POUM entendió que
hacía falta un nuevo poder revolucionario. Un poder constituido
por una asamblea de comités de
obreros, campesinos y milicianos,
basado en la democracia directa y
con la clara intención de consolidar la revolución. Tal poder fue
necesario para estructurar y garantizar la economía colectivizada y
establecer un ejército centralizado
pero basado en las milicias.
Sin embargo, la organización
revolucionaria con más peso, la
CNT, que como anarquista estuvo
en contra de todos los estados, se
negó a luchar por un nuevo tipo
de poder. La revolución para los
anarcosindicalistas ya fue un hecho en la calle, en las fábricas y en
el campo. Así dejaron en manos
del Estado republicano el control
del comercio, las finanzas, las comunicaciones y, sobre todo, de las
fuerzas armadas pronto reorganizadas en un ejército más ortodoxo,
el Ejército Popular. Pronto la CNT
abandonó sus principios para colaborar en el nuevo gobierno; una
colaboración que permitió el mantenimiento del Estado y, por lo tanto, de las posibilidades de que éste
lanzara una ofensiva contra el movimiento obrero. Se abrieron así las
puertas a la contrarrevolución que
sucedió en los siguientes meses.
En Catalunya esta política de
colaboración se reflejó en el nuevo gobierno catalán, establecido
en septiembre de 1936 con la participación de toda la izquierda, incluyendo la CNT y el POUM. El
POUM justificó su participación
con el argumento de que el gobierno catalán tuvo una “mayoría
Para profundizar en el POUM y la revolución española
Entre los muchos estudios sobre el POUM y
la revolución española
recomendamos “El
POUM en la historia”
(Los libros de la Catarata, 1998) escrito por
el ex Secretario General de sus juventudes,
Wilebaldo Solano.
“La revolución española” (1931-1939)
(Ediciones Península,
1977) de Pierre Broué,
es una buena exposición del papel de los
marxistas revolucionarios.
Sobre los orígenes
del partido y su actuación dentro del contexto del movimiento
obrero catalán ver:
Andy C. Durgan “BOC
1930-1936” (Laertes,
1996). De interés
también es la colección de documentos
seleccionados por
Víctor Alba, “La revolución española en la
práctica. Documentos
del POUM” (Ediciones
Júcar, 1977).
Finalmente para
una lectura rápida
sobre los acontecimientos de la Guerra
Civíl, la revolución
española y el POUM,
se puede leer el
folleto de Andy C.
Durgan, “Guerra y revolución” (En lucha,
1998) o visitar la
página web de la Fundación Andreu Nin
www.fundanin.org
obrera” y un programa revolucionario. Formalmente fue así, pero
dado que esta mayoría incluyó
el partido estalinista, el PSUC,
la actuación del gobierno catalán
también debilitó la revolución.
Perseguidos e ilegalizados
Cada vez más, el POUM fue el
blanco de una campaña de calumnias por parte del estalinismo que
les acusaba, como a todos los comunistas disidentes (reales o no)
de la época, de ser “agentes del
fascismo”. Esta campaña fue parte de una mucho más amplia para
acabar con la revolución y culminó en los llamados “Hechos de
Mayo”, cuando fuerzas policiales, lideradas por los comunistas,
intentaron acabar con el control
obrero de las calles de Barcelona.
Después de varios días de lucha y cientos de muertos, la CNT
dio la orden de abandonar las
barricadas para no hacer peligrar
más la unidad antifascista. El
POUM, que una vez más se sentía
demasiado débil para actuar sin la
CNT, aceptó la retirada a pesar de
la situación favorable de los revolucionarios en la capital catalana.
Trotsky criticó duramente la
actitud “claudicante” del POUM,
como también lo hizo en relación
con su participación en el gobierno
de la Generalitat. Sin embargo, es
difícil ver cómo el POUM pudo haber cambiado el curso de los acontecimientos sin una mayor influencia
entre las filas de la CNT, problema
que vino antes de la guerra. La
formación en febrero de 1937 del
Frente de la Juventud Revolucionaria, entre los jóvenes poumistas y
libertarios, pudo haber sido un paso
muy importante hacia una mayor
colaboración, pero fue saboteado
por la dirección cenetista.
En junio de 1937, un nuevo gobierno central más moderado, sin
la participación de la CNT, ilegalizó el POUM. Su milicia fue disuelta, su prensa suprimida y muchos de sus dirigentes detenidos.
Andreu Nin, líder del partido en la
ausencia de Maurín, atrapado en la
zona fascista, fue secuestrado por
agentes estalinistas y asesinado.
El POUM siguió actuando en la
clandestinidad hasta el final de la
guerra, con cientos de sus militantes en las cárceles de la República, mientras que otros daban sus
vidas en el frente. Una campaña
internacional en solidaridad con
el partido consiguió que el juicio
de los demás dirigentes poumistas
en octubre de 1938 no terminara
con su ejecución, como hubieran
querido los estalinistas, sino con
su condena por haber intentado
“subvertir” la República. Con el
fin de la guerra, el POUM pasó de
ser perseguido por el estalinismo
a ser víctima de la represión fascista, tanto en el Estado español
como en el exilio.
Su experiencia histórica merece ser rescatada por los que hoy
seguimos con la misma lucha que
el malogrado POUM.

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