gaucho pampa - Adrian Di Stefano

Transcripción

gaucho pampa - Adrian Di Stefano
“GAUCHO PAMPA”
1 Yo le quisiera contar
una historia de esta tierra;
como madera a la sierra,
mi recuerdo ha de sangrar.
2 Me dicen el “Gaucho Pampa”.
Y cantar quiero mi pena,
porque el consuelo condena
si no se aprecia la estampa.
3 Y si se queda a mi lado
un mate yo le convido
contándole lo sufrido
para estar acongojado.
4 Soy oriundo de Argentina.
Con potro domado llega;
guiándose por estrellas,
que allá, donde están las bellas
y aunque el campo se le anega
como rosa con su espina;
Autor: Adrián Di Stefano
5 allá, doblando la esquina,
donde brotan las semillas
con un sol de maravillas,
no lo dude; es mi Argentina.
6 Pero una pausa me obliga
a otros tiempos recordar,
y entonces al comparar...
¿qué quiere usted que le diga?
7 Usted sabrá disculpar
que mi canto venga largo,
que el culpable se haga cargo
si la bronca ha de brotar.
8 ¿Oyó de gauchos hablar?
Como yo el paisano estaba
en cuantito el día llegaba
con ganas de trabajar.
9 ¡Qué orgullo ver al jinete
montándose a los potros!
Autor: Adrián Di Stefano
Pero aparecieron,”otros”
con espíritu amarrete.
10 Apenas al sol salían
y los gallos saludaban,
la cama vacía dejaban
y de pie se amanecían.
11 Y de un salto, se lanzaba
Y el campo todo era suyo,
a cortar de a uno el yuyo,
y en descansar no pensaba.
12 Si hasta parece mentira
que de golpe se perdiera;
¡qué tiempos! ¡Quién lo dijera,
que se torne dicha en ira!
13 Aparecieron “señores”
con facha fruncida, rangos,
y de golpe los tamangos
lo compraron los peores.
14 ¡Y allí comienza otra historia!
Autor: Adrián Di Stefano
Pero espero que lo entienda,
recortando la contienda,
no hay lugar para la gloria.
15 La historia del gaucho, amigo,
a la del indio ligada;
seguro que en la jugada,
le sorprende lo que digo.
16 Imagine un animal
al que le llaman salvaje,
que debe cambiar su traje,
por soplo de un vendaval.
17 Y el indio entre indio andaba,
y el gaucho estaba tranquilo;
pero el límite era un hilo
que a los capos molestaba.
18 El indio vaya si es hombre;
pero un hombre primitivo.
Si parece un mismo chivo;
es mejor que no lo nombre.
Autor: Adrián Di Stefano
19 ¿Conoce usted este instrumento
que le llaman boleadora?
Si parece que a la hora
lo deja frito al momento.
20 Pero imagine el castigo
que con ella puede hacerle,
o con la lanza meterle
la punta hasta el mismo ombligo.
21 Y compare con la herida
de pólvora y batallón.
Lo que queda del malón
distorsiona la medida.
22 No va a decir que se asombra
de tamañas desmedidas,
si siempre quedan partidas
las maldades en la sombra.
23 Y siempre aplastada queda
una hormiga en el camino;
es nomás un desatino
Autor: Adrián Di Stefano
las caras de la moneda.
24 Y hasta el mismito león
que nadie solo lo vence,
tiene fama que convence
por culpa del que es bribón.
25 Y el indio al menos no tiene
la educación ni el rigor
para ser hombre mejor;
¡pero la sabia mantiene!
26 ¿Pero me quiere explicar
de qué sirve la enseñanza
si un “culto” busca venganza
que lo va a desprestigiar?
27 ¿De qué sirve la cultura
si mata igual en la sombra
y nadie de esto se asombra
y la injusticia, perdura?
Autor: Adrián Di Stefano
28 Si ya va sintiendo hambre
me lo avisa enseguidita,
que no es tiempo de Afrodita
sino de vino y matambre.
29 Que solo un mate hasta ahora
se ha bebido, ¡qué chubasco!
Debí ofrecerle un churrasco
para que pruebe; es la hora.
30 Y mientras le voy contando
de esta tierra las costumbres;
acompañe con legumbres
para irse ya entonando.
31 Siempre que uno cuenta el cuento
de triste historia, llorón,
hay otra en comparación
que es para estar muy atento.
32 Y me disgusta el pensarlo
que quien es manso primero,
se vuelva gaucho matrero
porque han de perjudicarlo.
Autor: Adrián Di Stefano
33 Y como si fuera un don
siempre pobre y perseguido,
¿por qué, demonios, perdido;
el ser gaucho es ser ladrón?
34 Porque allá, en ese otro tiempo,
en la pampa y el desierto
no me equivoco si acierto:
era sufrirla a destiempo.
35 Si el destino como un pico
lo marcaba en nacimiento,
y haciéndose en ese evento
machazo desde muy chico.
36 Se movía con los potros
muy libre por las praderas,
pero nunca mamaderas
le convidaban los “otros”.
37 Y marcado por los bichos,
Autor: Adrián Di Stefano
las arrugas de los granos,
moldeaba con propias manos
de pequeño, ya sus nichos.
38 Y aquellas yeguas de antaño
que como hijos quería,
fue plato de pronto un día
cuando fue su hogar, un caño.
39 Y de chico se hizo viejo
de golpe y a los porrazos,
sin más cordón que los lazos
achicharrado y añejo.
40 ¡Jue Pucha! ¡Dientre! ¡Canejo!
Cuánta exclamación caliente
me encuentra allí penitente
mirándome en el espejo.
41 Y así de embrollo en embrollo,
nunca con paz duradera
aunque de a ratos se oyera
los alaridos del pollo.
Autor: Adrián Di Stefano
42 Yerba mala y calabozo,
prisiones sin agua y palo.
Siempre con cara de malo
sin salir nunca del pozo.
43 Y es así, y no hay clemencia.
Y el gaucho no es la excepción,
solo una exageración
que lo pone en evidencia.
44 Sufrido en cualquier comarca
penando por todas partes,
siempre sangre de descartes
y con la cruz que lo marca.
45 ¿Es un delito ser gaucho?
¿Es un delito ser pobre?
Yo le aseguro compadre
que en cuanto ya se me encuadre
y aunque más nada le sobre,
me va a gritar: ¡Pobre gaucho!
Autor: Adrián Di Stefano
II
46 Y después de convidar
otro mate al entrevero,
sin querer ser ventajero
la memoria he de salvar.
47 Vive el gaucho con lo justo
desnudo y rotoso en alma,
jamás gozando la calma,
saltando de susto en susto.
48 Solo, tirado y perdido
sin mujer ni rumbo fijo,
con destino y crucifijo
de sangre para el olvido.
49 ¿Ya va entendiendo mi amigo?
Solo el pasto es su consuelo;
por eso se aferra al suelo.
¡Es así, como le digo!
50 Pero el potro y el facón
y un coraje como raya,
Autor: Adrián Di Stefano
lo verá por donde vaya
en guardia y con precaución.
51 De las estrellas no hay una
que no conozca al dedillo.
De la luna al mismo grillo
no desperdicia ninguna.
52 Pero es triste en campo abierto
pasarse en noches enteras,
a merced de tantas fieras
y colmillos en concierto.
53 Y su vida es pesadilla
que la sufre como puede
y no hay tiempo que le quede
para alejar la polilla.
54 Si dan ganas de gritar
el canto a los cuatro vientos;
jamás de verles contentos,
solo aliento y a llorar.
55 Y así peludito queda
Autor: Adrián Di Stefano
a riesgo de tempestades
sufriéndolo por edades,
y en el desierto se enreda.
56 Y nada le pertenece
ni los hijos si los tiene,
los rejuntan si conviene
y en donde hay lío, aparece.
57 Y siempre pobre en el pozo
deambulan de rancho en rancho,
si se parece un carancho
sin agua en el calabozo.
58 Si lo ensartan, queda quieto
a mano de las rapiñas,
lo usan para las riñas
y encima se gana un reto.
59 Solo sirve cuando vota;
esos días come y canta
y si hasta un canto ya encanta,
alguno hasta cambia bota.
Autor: Adrián Di Stefano
60 Es injusta la ración
perversa la repartija,
si presta atención se fija
que mala distribución.
61 Y en la vereda de enfrente
todito es algarabía,
meta farra noche y día;
¡si se parecen, demente!
62 Al pobre gaucho le queda
partir en dos las guitarras
y colgarse en las amarras
y rajarse donde pueda.
63 El poderoso se queda
con toditas las estancias,
a la espera de distancias
para robar lo que pueda.
64 Y aunque titulo de juez
ostente la placa en bronce,
si ofrecen diez, piden once
como cáscara de nuez.
Autor: Adrián Di Stefano
65 Y despachado en su pingo
mandan gringo a la frontera,
y en el bollo madriguera,
sin vergüenza ni distingo.
66 Y cuanto más peladito
se quede el campo de humanos,
cuenta ganancia a diez manos
con facha dura, el maldito.
67 Y los huesos en el barro
resplandecen con luz propia;
enseguida tierra expropia
sin tiempo para el catarro.
68 Y en mismito el tero chilla
salta presto a otra hacienda,
para esconder en la tienda
el huevo que se apolilla.
69 ¿Nació gaucho? ¡Suerte perra!
¿Dio a luz en cuna de plata?
A meter la mano en lata.
Autor: Adrián Di Stefano
Si total, la ley le yerra.
70 Más no se acomode tanto
ni ponga cara de pato,
que interrumpo este relato
y en la punta le adelanto:
71 Bien dice el dicho que el oro
no brilla lo que reluce,
que aquel que solo lo luce,
será en la memoria, un loro.
72 Que aquel que subió pegando
cuando empiece ya el descenso,
lo apabulle el humo denso
del fuego que va quemando.
73 Y yo me pregunto al punto:
sin un simple y pobre rasposo,
demuestra ser ingenioso
sin más letras que difunto;
74 si un noble, inocente y puro
se la ingenia en el desquite
Autor: Adrián Di Stefano
y aunque no se lo permite
le sigue pegando duro;
75 y cultos por filosofía
y sabios por intenciones,
con listado de oraciones
y voluntad, valentía;
76 ¿cuál será la disyuntiva
que los resortes del mundo
los maneje aquel que inmundo
con los pobres, no conviva?
77 Y refrieguen sus conquistas
para ocultar la vergüenza,
de un titulo que convenza
para estafar sin dar pistas.
78 Gobernar para su casta
sin importarle una coma,
la vida de los que asoma
sin que nadie diga: ¡basta!
79 Y encima no cierran pico
Autor: Adrián Di Stefano
cuando no acierta el consejo;
pone cara de conejo;
¡presumido el hombre rico!
80 Y si estudian las cuestiones
de los puestos que acumulan,
afanan y disimulan;
para robar tiene dones.
81 Y nunca en la enfermedad
acierta a curar los males,
se parecen “animales”,
pero con autoridad.
82 Y no sigo por guardarme
de la bronca que acumulo,
no se aguanta el disimulo
y no quiero equivocarme.
83 Yo, mi amigo, aquí me planto.
¿Vale la pena pensar?
¡Vale la pena, pensar!
¡Y pensar con voz de llanto!
Autor: Adrián Di Stefano
84 Que las palabras que salen
ya se quedan murmurando,
sabiendo que están jugando,
las penas que los igualen.
85 Una rabia muy mordida
que no encuentra nunca oreja,
queda voz para la queja
al menos, de despedida.
86 Pero tal vez llegue el día
en que la lluvia del llanto
siembre un destino de encanto
y despierte valentía;
87 y esta tierra en cofradía,
solo de golpe trajera,
y la pesadilla fuera
un recuerdo de otro día.
III
88 Amigo, para sufrir
están nomás los varones;
Autor: Adrián Di Stefano
solo tienen esos dones
mostrándose sin reír.
89 Que la risa a diente abierto
la cierra el zorro más viejo,
que aquello que es mas añejo,
afina para el concierto.
90 Hay potros que son domados
y otros que son salvajes;
hay hombres que visten trajes
y otros muy abandonados.
91 Pero vaya paradoja;
el hombre que todo tiene
por vivir tan apurado
corriendo y atolondrado,
no disfruta ni mantiene,
todo aquello que deshoja;
92 y acumula en otras partes
por miedo a los despojo,
cuando cuida de reojo
poniendo a prueba sus artes.
Autor: Adrián Di Stefano
93 Y a la hora de pedir
un sacrificio penoso,
busca en todo repertorio
con cara de velatorio,
y con voz de mentiroso,
los ajustes a seguir.
94 Y antes que nadie reaccione,
los que igual ya poco tienen,
lanzan gritos que contienen
lo que nunca Dios perdone.
95 Y los llantos que se llueven
escuchado a la distancia
es el riego de su estancia
para que en balde le lleven.
96 Y al pobre que con paciencia
no le falta ni le sobra,
es raya para la cobra
como cruz de la conciencia.
Autor: Adrián Di Stefano
97 Y cuando lanza consejos
que pide que todos hagan
los de su casta lo halagan;
ya que mandan desde lejos.
98 Una rabia muy mordida
que no encuentra nunca oreja,
queda voz para la queja
al menos, de despedida.
99 Y si pide: ¡a Trabajar!
Sus palabras no convencen;
a los ricos no los vencen,
ni jamás van a cambiar.
100 Y si hablamos de justicia
Hay ejemplos para rato,
que lástima se hagan plato,
¡que pérfida y vil malicia!
101 Pero yo ya me pregunto:
¿por qué hay algunos tan blancos
con almohadón en los bancos,
y otros en vida, difunto?
Autor: Adrián Di Stefano
102 Y pálidos y delgados
mientras que otros rozagantes,
con cara de petulantes,
rellenitos y abrigados.
103 Y en los platos de justicia
con los ojos ya tapados,
unos muchos ya jugados,
por culpa de la codicia.
104 Y unos pocos la disfrutan
por perversos y malvados,
que ya están desparramados
los huesos del que ejecutan.
105 No hay lugar que sea distinto;
equilibrios bien perversos,
matices para los versos
que no sorprenda al instinto.
106 ¡Y que cosa, pues, compadre!
que en la vida va a parar
por ignorancia al robar,
Autor: Adrián Di Stefano
a la cruz, por el encuadre.
107 Y los que se estudian leyes
y roban con guantes blancos,
ya roban con pies, si mancos
se quedan; como unos reyes.
108 Y en cuanto de pronto un día
cuando los ojos destape,
y recupere la vista;
lograra sin larga vista
descubrir lo que se tape,
y resurja rebeldía.
109 Y la razón valedera
de pretendida arrogancia,
desenmascare ignorancia
de su intención verdadera.
110 Y los gringos en su tierra
convivan con sus pecados,
y los indios en sus lados
sin necesidad de guerra.
Autor: Adrián Di Stefano
111 Y cada cual en su suelo
con sus costumbres y ritos
que no molesten los gritos
y cada cual con su cielo.
112 ¡Mas niégueme aquí este dicho!
¿Dónde encontrar la respuesta?
¿Por qué la ley esta puesta
para defender al bicho?
113 ¿Por qué será que el cristal
según la luz que le mande
se ve del color cual ande
con el capo principal?
114 Más todo cambia y se olvida
si no se pierde paciencia
y se recuerda la esencia
de ser hombre en la vida.
115 Pero bendita clemencia
que pone en el cielo un orden,
mientras abajo hay desorden
a pesar de tanta ciencia.
Autor: Adrián Di Stefano
116 Y en los aires igualito
a todos miden la vara,
dichoso de quien lograra
resaltarse calladito.
117 Y el que la fama logró
tentado por la diablura,
no espere que la cordura
lo destaque, si mintió.
118 ¡Y “ahijuna” en la danza ajena!,
no es tiempo para cosecha,
ya llegara la miel hecha
como reina de colmena.
119 Y la guadaña que espera
agazapada al instante,
recoge lo mas campante
los frutos en la sopera.
120 Y allí no hay poder que valga;
se lleva a ricos y pobres,
toditos rumbo a los sobres
Autor: Adrián Di Stefano
en donde nadie más salga.
121 Y la historia se concluye
el día que Dios dispone;
por mas que uno propone,
ni del destino se huye.
122 Me detengo por un trago
y si conmigo se sienta,
mi lengua ya esta sedienta
por el recuerdo del pago.
123 Si mi canción espinosa
alguno quiere escuchar,
me vera siempre rumiar
en busca de alguna rosa.
124 Pero hay otros que cantando
canciones muy ventajosas,
solo esperan las odiosas
migajas que van brotando.
125 Y así en la vida aprendí
a entonar templada copla,
Autor: Adrián Di Stefano
que en cuanto las hojas sopla
reviven con frenesí.
126 Pero el chancho que es llorón
con su casta entremezclado,
en la sombra acobardado
trasciende porque es gritón.
127 Y si entre chanchos se juzga
quien luce una fina planta,
desafina quien lo canta
y por miedos se prejuzga.
128 No sea cosa que de pronto
perjudiquen la osamenta,
y provoque una tormenta
un simple y grosero tonto.
129 Y así la cosa se aclara
del porqué de los mediocres,
pinten con colores ocres
y oculten pintura clara.
130 Y de no tomar conciencia
Autor: Adrián Di Stefano
de tal injusta razón,
a pedazo el corazón
desperdicia ya su esencia.
131 Y si no se descontrola
esta torpe necedad,
es porque hay necesidad
de aquello que se controla.
132 Pero tantas lenguas largas
no son más que sensaciones,
desahogos y canciones
que suenan un poco amargas.
133 Y es que en cuanto el alma suena
dolorida al despertar,
como riego ha de sembrar
desnudo como alma en pena.
134 Y en cuantito el sol se asoma
la carne viva se expone,
y no hay llaga que perdone
quedando tieso en la loma.
Autor: Adrián Di Stefano
135 Pero aquel que sufre penas
que parten el corazón,
no le acepta a la razón
el desangrarse en las venas.
136 Hay desgracias que se aferran
a fuego en el sentimiento,
y no acierto si le miento
que las heridas se cierran.
137 Le acompaña hasta la cruz
y se vuelve caviloso,
por adentro todo rotoso
buscando en el sueño, luz.
138 Mas permítame le diga
que a pesar de la desgracia,
aquel que le caiga en gracia,
a la tentación, maldiga.
139 Yo no prefiero a mandinga,
que quien con él pacto hizo,
no sabe que con hechizo
le cobra con la jeringa.
Autor: Adrián Di Stefano
140 Y aunque postergue la muerte
de todos sus estropicios,
va a caer a precipicios
con que ha marcado su suerte.
141 ¿ Se puede esquivar el trance?
¿puede el perro no ser perro?
En esto yo no le yerro
y no hay a quien no le alcance.
142 ¿Quién se ubica un escalón
debajo del Dios eterno?
Hay listas para el averno
que se cuentan de a montón.
143 Así que de Dios a abajo
no se confíe en ninguno,
que aunque no sea oportuno,
la traición es un atajo.
144 Y aquel sombrero de espinas
que destina su inocencia,
no espere la quinta esencia
Autor: Adrián Di Stefano
a vuelta de las esquinas.
145 Y de sufrir los pesares
al menos queda el consuelo
que la luz limpia del cielo
alumbra a todos los pares.
146 Y el que es más encumbrado,
hace su sombra en el suelo.
No se espere que por pelo
lo tomen por mas delgado.
147 El mal es árbol que crece
y que cortado retoña;
la gente experta o bisoña
sufre aquello que padece.
148 Y el que ha nacido pobre,
y desplumado en su rancho
sufrirá como un carancho
porque el mal nunca le sobre.
149 Y el viento de la desgracia
y el continuo zafarrancho,
Autor: Adrián Di Stefano
en el suelo basto y ancho
con lágrimas le hacen gracia.
150 Por eso el muro que aparta
la riqueza de los pobres,
aleja de ellos los cobres
¡y que un mal rayo los parta!
151 Más todo varón prudente
sufre tranquilo sus males,
sabiendo que sus iguales
son carne de penitente.
152 Pero yo tengo esperanza;
¡que quiere usted que le diga!
De tanto que lo maldiga
el pueblo entero en su andanza.
153 A todo el que fiero ande
lo mandaran a freír churros
y a los que viven de curros
lo va a reemplazar quien mande.
154 Y en esta digna patriada
Autor: Adrián Di Stefano
ya se juega el bien nacido,
tenga fe en el parecido,
¡que soñar no cuesta nada!
IV
155 Es obligada la pausa
y me lleva a recordar
la pena que ha de rodar
al seguir con esta causa.
156 Y en la vida que te enseña
en el final del camino,
que siempre hay mas de un destino
y madera para leña.
157 Y que aquel que busca encuentra
su sendero envejecido,
si no se siente vencido
elige por donde entra.
158 Y aquella más leve brisa
del viento que suave siente,
reacomoda si no miente
Autor: Adrián Di Stefano
y prepara la sonrisa.
159 Y aquel tibio y puro sol
que templa rama desnuda,
resurge cuando se nuda
las marcas del caracol.
160 Y así aferrado a la vida
como perfume de rosa,
renace la mariposa
que jamás siente perdida.
161 Nadie lo puede explicar
con palabras verdaderas,
todo suena a enredaderas
y excusas que quieren dar.
162 Yo quisiera a Dios pedirle
se renueve la esperanza,
y a la palabra: confianza,
jamás deba despedirle.
163 Será que el dolor ajeno
me lastimó muy profundo,
Autor: Adrián Di Stefano
de haber vivido en mi mundo
muy alerta y muy sereno.
164 Y amigo si se da cuenta
que los extremos se tocan,
unos por hambre dislocan
y otros, por sacar cuenta.
165 Pero al juzgar las maldades
que ambos cometen, da rabia
que unos tengan mucha sabia
sobrando oportunidades;
166 y teniendo inteligencia,
estudio y la panza llena,
su conducta da una pena
que se pierde la paciencia.
167 Mientras que el alguien rotoso
o cualquier hombre muy pobre
ni una miga hay que le sobre;
¡es el destino, morboso!
168 Dios creo todas las flores,
Autor: Adrián Di Stefano
tan lindas como ellas son;
ni al viento “tienen jabón”
solo al sol rinden honores.
169 Pero al hombre por la paz
también le dio corazón,
y hasta le dio la razón
¡y de lo qué fue capaz!.
170 A mano siempre alimento
del avestruz al gusano,
pero no olvido al humano
al darle entretenimiento.
171 Y aunque a las aves le dio
como si fuera un tesoro
unos picos como oro,
al hombre nunca olvidó.
172 Y un plumaje como tabla
desde el loro a la paloma;
le dio al hombre un diploma
al darle en la voz el habla.
Autor: Adrián Di Stefano
173 Y desde que dio a las fieras
esa furia tan tremenda;
a vencer en la contienda,
le dio al hombre las tijeras.
174 Y nada que los asombre
ni cuerda que siempre tensa;
y el valor en su defensa;
¿qué menos le daría la hombre?
175 Pero tantos bienes juntos
que al hombre siempre le dio;
¿qué fue lo que él devolvió?
Tan solo, ¡un mar de difuntos!
176 Pero en la lista completa
de animales por el mundo,
ninguno fue más inmundo
que el hombre con su cometa.
177 Y entonces ya compensó,
tantos bienes que le daba,
con las penas lo igualaba;
¡y la manzana, mordió!
Autor: Adrián Di Stefano
178 ¿Y cuáles son los motivos
de destino tan injusto?
Que quienes deciden, justo
son los más provocativos.
179 Sin poderlo comprender
uno pide a Dios la gloria,
y él le acerca la memoria
y lo obliga a descender.
180 Uno pide la abundancia
y él le manda una esperanza
y entonces en la balanza
no hay lugar a la arrogancia.
181 De lo mucho que le piden
y aquellos que se le animan,
da pena que se lastiman
y la respuesta no miden.
182 Y al mirar las poblaciones
con un nudo en la garganta,
la pena ya se agiganta
Autor: Adrián Di Stefano
desnudándose ilusiones.
183 Y si llama la atención
al contar las aventuras
atragantan amarguras
por venir a relación.
184 Y en el reparto sentido
nunca Dios se ha equivocado;
el hombre no ha interpretado
por juzgarse pretendido.
185 Y encima el hombre cual Dios
le discute y lo maldice
y siempre se contradice
y de todo, quiere: ¡dos!
186 Y queriéndolo imitar
ya busca la gloria eterna:
imaginen la linterna
queriendo al sol igualar.
187 ¡Reflexione y aproveche!
Como grabado en la piedra
Autor: Adrián Di Stefano
si después su alma se medra
no apure en derramar leche.
188 Porque intuyo que muy pocos
se mantienen en camino,
sin buscar otro destino
y sin volverse, muy locos.
189 Hasta el sabio en su delirio
desafía hasta la ciencia
por lograr en su creencia,
una penumbra al martirio.
190 Y en toda una corta vida
para encontrar mortal sano
en el bochinche es en vano;
ya que esta el alma perdida.
191 Buscando que otro lo aprenda,
no se amilane ni achique,
creyendo que agua en el dique
va inundar toda su hacienda.
192 Así que todo cristiano
Autor: Adrián Di Stefano
que equivoque los caminos,
recuerden que desatinos
se grabarán en la mano.
193 Que aquel que entre camino
eligió el que llega pronto,
aunque se parezca a un tonto
tiene cara de cretino.
194 Y aquel que supo esperar
confiado en su inteligencia,
manténgase en su creencia
que aunque tarde, va a llegar.
195 Pero ya llegará el día,
se lo digo yo al momento,
en que el pueblo ya esté atento
y reclamen la osadía.
196 Y no creo que lo veamos
ni lo vean nuestros hijos,
pero de tantos prefijos,
al menos, en ruta andamos.
Autor: Adrián Di Stefano
197 Y no pierdo la esperanza;
yo rezo todos los días,
que surjan las valentías
y renazca la confianza.
198 Y que aparezcan orgullos
o la vergüenza, ¡qué tanto!,
que importe el valor de un canto
y hagan caso a los murmullos.
199 Y disculpe el caradura
si no le gusta el consejo,
se lo dice un hombre viejo;
al que tiene: ¡cara dura!
V
200 Y de tanto caminar
vi. pasar yo tantas cosas,
que parece son jugosas
que quisiera revelar.
201 Eran doce que a la mesa
entre quienes se ocultaba,
Autor: Adrián Di Stefano
quien ya listo preparaba,
muy calladito a la presa.
202 Y parece que el tal judas
tuvo muchos descendientes
que al apretar ya los dientes,
las rapiñas quedan mudas.
203 Y muchos de ellos vinieron
a estos pagos tan benditos,
para cambiarlos; ¡malditos!,
¡qué pena que lo ascendieron!
204 Y no hay nadie que los eche,
no hay orgullo ni vergüenza,
los hombres solo usan trenza,
y se ha cortado la leche.
205 Y yo no se que se espera
para cambiar el camino,
y encontrar otro destino
mas parecido al que era.
206 Habrá que esperar un tiempo;
Autor: Adrián Di Stefano
¡pero el tiempo desespera!
¡Y nadie mete tijera
y a lanzar el contratiempo!
207 ¡Que quiere usted que le diga!;
me resisto yo a pensar
que un sabio deba escapar
de un necio que lo persiga.
208 Y que un honrado no pueda
hacer valer su talento,
porque un perverso esta atento,
sentado en la otra vereda;
209 y deba cambiar los rumbos
apuntando hacia otros lados
por no andar acobardaos,
ni penar ni ir a los tumbos.
210 Será tiempo de esperar
que pase la pesadilla,
y sentarse en una silla
a un posible despertar.
Autor: Adrián Di Stefano
211 Pero el cántaro a la fuente
a la larga se amontona;
hay ave que es muy bribona
y ni jamás va de frente.
212 Que feo aquel que no dice
ni cuenta lo que se piensa;
habría nomás defensa
al tiempo que lo maldice.
213 No alcanza con sutilezas
si el culpable es poderoso,
seria un juez ya grandioso
si descubre las bajezas.
214 Pero ahora yo pregunto
para que alguien me responda,
del espacio a la redonda,
en vivito o en difunto:
215 ¿Sabe un Rey que el pueblo sufre,
se enteran que el hambre crece
y que todos días trece
se huele en Palacio, azufre?
Autor: Adrián Di Stefano
216 ¿Sabe un Rey lo que es llorar
porque un hijo desfallece,
y que todos días trece
ni dan ganas de rezar?
217 ¿Sabe un rey lo que es el frío
y todo lo que establece,
sobre todo el día trece
lo hace en contra del gentío?
218 ¿Y aquel que es privilegiado
teniendo la panza llena;
viendo a pobres: no da pena
aunque sean de otro lado?
219 Y con que poco tendrían
a un pobre contento y sano,
sin soltarlo de la mano
y a su bien, ayudarían.
220 Panza llena y alimento,
enseñado y bien cuidado,
en cuerpo y alma salvado
Autor: Adrián Di Stefano
y poco divertimiento.
221 Unos mates y un churrasco,
la tierra para labranza,
paciencia para cobranza
y en la cabeza, un casco.
222 A los pibes, un maestro;
a los viejos, un descanso,
y los del medio un remanso
y al laburo, un Padre Nuestro.
223 Pero se llenan la boca
cuando hablan de bondades
y solo hacen maldades
y siempre la plata es poca.
224 Pero entre ellos se cuidan
y gastan sin darse cuenta,
que los que viven a cuenta
parece que se suicidan.
225 Porque más tarde o temprano
la factura se agiganta,
Autor: Adrián Di Stefano
y se sufre en la garganta
y la paga el ciudadano.
226 Y da bronca e impotencia
confiar en irresponsables
que con la lengua y los sables
te dejan en penitencia.
227 ¿Y quien paga los errores
por tan loca desvergüenza?
El pobre que con vergüenza
lo salpican los horrores;
228 y a la deriva se queda
sin rumbo ni norte cierto;
¡quien no arrima a este concierto,
de reparto y de prebenda!
229 Porque reviento y me brota,
y entonces digo aquí mismo:
¡que no tiene patriotismo
quien no cuida al compatriota!
230 Pero no importa, yo grito:
Autor: Adrián Di Stefano
¡la gente es buena y honesta,
va a cambiar suerte funesta!
¡Y va a pagar el maldito!
231 Y escuche con atención
aquellos versos primeros;
son dichos de hombres sinceros
que dan voz al corazón:
232 “La honradez y la prudencia
bienes por siempre serán,
banderas que ostentarán
los logros de la decencia.
233 Y el respeto de valientes
cultores de la amistad,
conducta de la hermandad,
fidelidad de las gentes.
234 Y si pierde la vergüenza
no se la vuelve a hallar,
se le verá deambular
sin facha que ya convenza.
Autor: Adrián Di Stefano
235 Y si consejos de un padre
se escuchan con devoción
serán como bendición
que las bondades encuadre.
236 Y entre todos los amigos,
será el mejor sin dudarlo,
jamás habrá de dejarlo
en las garras de enemigos.
237 Y no midan la enseñanza
por el caudal de informantes,
no es fulgor de los amantes
sino, pasión de esperanza.
238 Y seguro se equivoca
como cualquier aprendiz,
pero nunca ni un desliz
se escapará de su boca.”
239 Y permítame decirle
estos versos que recuerdo,
que aunque parezca de lerdo
igual me animo a pedirle:
Autor: Adrián Di Stefano
240 “No renieguen los hermanos
nunca, por ningún motivo.
Defiéndanse con la vida,
y juéguense la partida
con moral y honor altivo,
sin jamás soltar las manos.”
241 Y reaccionen, ¡que carancho!
Que esperan? Ya digan: ¡Quiero!
No permitan que el matrero
se quede con todo el rancho.
242 Y defiendan con la vida
la educación de su hijo;
¡lo pide el del crucifijo,
que quiere cerrar la herida!
Autor: Adrián Di Stefano

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