gaucho pampa - Adrian Di Stefano
Transcripción
gaucho pampa - Adrian Di Stefano
“GAUCHO PAMPA” 1 Yo le quisiera contar una historia de esta tierra; como madera a la sierra, mi recuerdo ha de sangrar. 2 Me dicen el “Gaucho Pampa”. Y cantar quiero mi pena, porque el consuelo condena si no se aprecia la estampa. 3 Y si se queda a mi lado un mate yo le convido contándole lo sufrido para estar acongojado. 4 Soy oriundo de Argentina. Con potro domado llega; guiándose por estrellas, que allá, donde están las bellas y aunque el campo se le anega como rosa con su espina; Autor: Adrián Di Stefano 5 allá, doblando la esquina, donde brotan las semillas con un sol de maravillas, no lo dude; es mi Argentina. 6 Pero una pausa me obliga a otros tiempos recordar, y entonces al comparar... ¿qué quiere usted que le diga? 7 Usted sabrá disculpar que mi canto venga largo, que el culpable se haga cargo si la bronca ha de brotar. 8 ¿Oyó de gauchos hablar? Como yo el paisano estaba en cuantito el día llegaba con ganas de trabajar. 9 ¡Qué orgullo ver al jinete montándose a los potros! Autor: Adrián Di Stefano Pero aparecieron,”otros” con espíritu amarrete. 10 Apenas al sol salían y los gallos saludaban, la cama vacía dejaban y de pie se amanecían. 11 Y de un salto, se lanzaba Y el campo todo era suyo, a cortar de a uno el yuyo, y en descansar no pensaba. 12 Si hasta parece mentira que de golpe se perdiera; ¡qué tiempos! ¡Quién lo dijera, que se torne dicha en ira! 13 Aparecieron “señores” con facha fruncida, rangos, y de golpe los tamangos lo compraron los peores. 14 ¡Y allí comienza otra historia! Autor: Adrián Di Stefano Pero espero que lo entienda, recortando la contienda, no hay lugar para la gloria. 15 La historia del gaucho, amigo, a la del indio ligada; seguro que en la jugada, le sorprende lo que digo. 16 Imagine un animal al que le llaman salvaje, que debe cambiar su traje, por soplo de un vendaval. 17 Y el indio entre indio andaba, y el gaucho estaba tranquilo; pero el límite era un hilo que a los capos molestaba. 18 El indio vaya si es hombre; pero un hombre primitivo. Si parece un mismo chivo; es mejor que no lo nombre. Autor: Adrián Di Stefano 19 ¿Conoce usted este instrumento que le llaman boleadora? Si parece que a la hora lo deja frito al momento. 20 Pero imagine el castigo que con ella puede hacerle, o con la lanza meterle la punta hasta el mismo ombligo. 21 Y compare con la herida de pólvora y batallón. Lo que queda del malón distorsiona la medida. 22 No va a decir que se asombra de tamañas desmedidas, si siempre quedan partidas las maldades en la sombra. 23 Y siempre aplastada queda una hormiga en el camino; es nomás un desatino Autor: Adrián Di Stefano las caras de la moneda. 24 Y hasta el mismito león que nadie solo lo vence, tiene fama que convence por culpa del que es bribón. 25 Y el indio al menos no tiene la educación ni el rigor para ser hombre mejor; ¡pero la sabia mantiene! 26 ¿Pero me quiere explicar de qué sirve la enseñanza si un “culto” busca venganza que lo va a desprestigiar? 27 ¿De qué sirve la cultura si mata igual en la sombra y nadie de esto se asombra y la injusticia, perdura? Autor: Adrián Di Stefano 28 Si ya va sintiendo hambre me lo avisa enseguidita, que no es tiempo de Afrodita sino de vino y matambre. 29 Que solo un mate hasta ahora se ha bebido, ¡qué chubasco! Debí ofrecerle un churrasco para que pruebe; es la hora. 30 Y mientras le voy contando de esta tierra las costumbres; acompañe con legumbres para irse ya entonando. 31 Siempre que uno cuenta el cuento de triste historia, llorón, hay otra en comparación que es para estar muy atento. 32 Y me disgusta el pensarlo que quien es manso primero, se vuelva gaucho matrero porque han de perjudicarlo. Autor: Adrián Di Stefano 33 Y como si fuera un don siempre pobre y perseguido, ¿por qué, demonios, perdido; el ser gaucho es ser ladrón? 34 Porque allá, en ese otro tiempo, en la pampa y el desierto no me equivoco si acierto: era sufrirla a destiempo. 35 Si el destino como un pico lo marcaba en nacimiento, y haciéndose en ese evento machazo desde muy chico. 36 Se movía con los potros muy libre por las praderas, pero nunca mamaderas le convidaban los “otros”. 37 Y marcado por los bichos, Autor: Adrián Di Stefano las arrugas de los granos, moldeaba con propias manos de pequeño, ya sus nichos. 38 Y aquellas yeguas de antaño que como hijos quería, fue plato de pronto un día cuando fue su hogar, un caño. 39 Y de chico se hizo viejo de golpe y a los porrazos, sin más cordón que los lazos achicharrado y añejo. 40 ¡Jue Pucha! ¡Dientre! ¡Canejo! Cuánta exclamación caliente me encuentra allí penitente mirándome en el espejo. 41 Y así de embrollo en embrollo, nunca con paz duradera aunque de a ratos se oyera los alaridos del pollo. Autor: Adrián Di Stefano 42 Yerba mala y calabozo, prisiones sin agua y palo. Siempre con cara de malo sin salir nunca del pozo. 43 Y es así, y no hay clemencia. Y el gaucho no es la excepción, solo una exageración que lo pone en evidencia. 44 Sufrido en cualquier comarca penando por todas partes, siempre sangre de descartes y con la cruz que lo marca. 45 ¿Es un delito ser gaucho? ¿Es un delito ser pobre? Yo le aseguro compadre que en cuanto ya se me encuadre y aunque más nada le sobre, me va a gritar: ¡Pobre gaucho! Autor: Adrián Di Stefano II 46 Y después de convidar otro mate al entrevero, sin querer ser ventajero la memoria he de salvar. 47 Vive el gaucho con lo justo desnudo y rotoso en alma, jamás gozando la calma, saltando de susto en susto. 48 Solo, tirado y perdido sin mujer ni rumbo fijo, con destino y crucifijo de sangre para el olvido. 49 ¿Ya va entendiendo mi amigo? Solo el pasto es su consuelo; por eso se aferra al suelo. ¡Es así, como le digo! 50 Pero el potro y el facón y un coraje como raya, Autor: Adrián Di Stefano lo verá por donde vaya en guardia y con precaución. 51 De las estrellas no hay una que no conozca al dedillo. De la luna al mismo grillo no desperdicia ninguna. 52 Pero es triste en campo abierto pasarse en noches enteras, a merced de tantas fieras y colmillos en concierto. 53 Y su vida es pesadilla que la sufre como puede y no hay tiempo que le quede para alejar la polilla. 54 Si dan ganas de gritar el canto a los cuatro vientos; jamás de verles contentos, solo aliento y a llorar. 55 Y así peludito queda Autor: Adrián Di Stefano a riesgo de tempestades sufriéndolo por edades, y en el desierto se enreda. 56 Y nada le pertenece ni los hijos si los tiene, los rejuntan si conviene y en donde hay lío, aparece. 57 Y siempre pobre en el pozo deambulan de rancho en rancho, si se parece un carancho sin agua en el calabozo. 58 Si lo ensartan, queda quieto a mano de las rapiñas, lo usan para las riñas y encima se gana un reto. 59 Solo sirve cuando vota; esos días come y canta y si hasta un canto ya encanta, alguno hasta cambia bota. Autor: Adrián Di Stefano 60 Es injusta la ración perversa la repartija, si presta atención se fija que mala distribución. 61 Y en la vereda de enfrente todito es algarabía, meta farra noche y día; ¡si se parecen, demente! 62 Al pobre gaucho le queda partir en dos las guitarras y colgarse en las amarras y rajarse donde pueda. 63 El poderoso se queda con toditas las estancias, a la espera de distancias para robar lo que pueda. 64 Y aunque titulo de juez ostente la placa en bronce, si ofrecen diez, piden once como cáscara de nuez. Autor: Adrián Di Stefano 65 Y despachado en su pingo mandan gringo a la frontera, y en el bollo madriguera, sin vergüenza ni distingo. 66 Y cuanto más peladito se quede el campo de humanos, cuenta ganancia a diez manos con facha dura, el maldito. 67 Y los huesos en el barro resplandecen con luz propia; enseguida tierra expropia sin tiempo para el catarro. 68 Y en mismito el tero chilla salta presto a otra hacienda, para esconder en la tienda el huevo que se apolilla. 69 ¿Nació gaucho? ¡Suerte perra! ¿Dio a luz en cuna de plata? A meter la mano en lata. Autor: Adrián Di Stefano Si total, la ley le yerra. 70 Más no se acomode tanto ni ponga cara de pato, que interrumpo este relato y en la punta le adelanto: 71 Bien dice el dicho que el oro no brilla lo que reluce, que aquel que solo lo luce, será en la memoria, un loro. 72 Que aquel que subió pegando cuando empiece ya el descenso, lo apabulle el humo denso del fuego que va quemando. 73 Y yo me pregunto al punto: sin un simple y pobre rasposo, demuestra ser ingenioso sin más letras que difunto; 74 si un noble, inocente y puro se la ingenia en el desquite Autor: Adrián Di Stefano y aunque no se lo permite le sigue pegando duro; 75 y cultos por filosofía y sabios por intenciones, con listado de oraciones y voluntad, valentía; 76 ¿cuál será la disyuntiva que los resortes del mundo los maneje aquel que inmundo con los pobres, no conviva? 77 Y refrieguen sus conquistas para ocultar la vergüenza, de un titulo que convenza para estafar sin dar pistas. 78 Gobernar para su casta sin importarle una coma, la vida de los que asoma sin que nadie diga: ¡basta! 79 Y encima no cierran pico Autor: Adrián Di Stefano cuando no acierta el consejo; pone cara de conejo; ¡presumido el hombre rico! 80 Y si estudian las cuestiones de los puestos que acumulan, afanan y disimulan; para robar tiene dones. 81 Y nunca en la enfermedad acierta a curar los males, se parecen “animales”, pero con autoridad. 82 Y no sigo por guardarme de la bronca que acumulo, no se aguanta el disimulo y no quiero equivocarme. 83 Yo, mi amigo, aquí me planto. ¿Vale la pena pensar? ¡Vale la pena, pensar! ¡Y pensar con voz de llanto! Autor: Adrián Di Stefano 84 Que las palabras que salen ya se quedan murmurando, sabiendo que están jugando, las penas que los igualen. 85 Una rabia muy mordida que no encuentra nunca oreja, queda voz para la queja al menos, de despedida. 86 Pero tal vez llegue el día en que la lluvia del llanto siembre un destino de encanto y despierte valentía; 87 y esta tierra en cofradía, solo de golpe trajera, y la pesadilla fuera un recuerdo de otro día. III 88 Amigo, para sufrir están nomás los varones; Autor: Adrián Di Stefano solo tienen esos dones mostrándose sin reír. 89 Que la risa a diente abierto la cierra el zorro más viejo, que aquello que es mas añejo, afina para el concierto. 90 Hay potros que son domados y otros que son salvajes; hay hombres que visten trajes y otros muy abandonados. 91 Pero vaya paradoja; el hombre que todo tiene por vivir tan apurado corriendo y atolondrado, no disfruta ni mantiene, todo aquello que deshoja; 92 y acumula en otras partes por miedo a los despojo, cuando cuida de reojo poniendo a prueba sus artes. Autor: Adrián Di Stefano 93 Y a la hora de pedir un sacrificio penoso, busca en todo repertorio con cara de velatorio, y con voz de mentiroso, los ajustes a seguir. 94 Y antes que nadie reaccione, los que igual ya poco tienen, lanzan gritos que contienen lo que nunca Dios perdone. 95 Y los llantos que se llueven escuchado a la distancia es el riego de su estancia para que en balde le lleven. 96 Y al pobre que con paciencia no le falta ni le sobra, es raya para la cobra como cruz de la conciencia. Autor: Adrián Di Stefano 97 Y cuando lanza consejos que pide que todos hagan los de su casta lo halagan; ya que mandan desde lejos. 98 Una rabia muy mordida que no encuentra nunca oreja, queda voz para la queja al menos, de despedida. 99 Y si pide: ¡a Trabajar! Sus palabras no convencen; a los ricos no los vencen, ni jamás van a cambiar. 100 Y si hablamos de justicia Hay ejemplos para rato, que lástima se hagan plato, ¡que pérfida y vil malicia! 101 Pero yo ya me pregunto: ¿por qué hay algunos tan blancos con almohadón en los bancos, y otros en vida, difunto? Autor: Adrián Di Stefano 102 Y pálidos y delgados mientras que otros rozagantes, con cara de petulantes, rellenitos y abrigados. 103 Y en los platos de justicia con los ojos ya tapados, unos muchos ya jugados, por culpa de la codicia. 104 Y unos pocos la disfrutan por perversos y malvados, que ya están desparramados los huesos del que ejecutan. 105 No hay lugar que sea distinto; equilibrios bien perversos, matices para los versos que no sorprenda al instinto. 106 ¡Y que cosa, pues, compadre! que en la vida va a parar por ignorancia al robar, Autor: Adrián Di Stefano a la cruz, por el encuadre. 107 Y los que se estudian leyes y roban con guantes blancos, ya roban con pies, si mancos se quedan; como unos reyes. 108 Y en cuanto de pronto un día cuando los ojos destape, y recupere la vista; lograra sin larga vista descubrir lo que se tape, y resurja rebeldía. 109 Y la razón valedera de pretendida arrogancia, desenmascare ignorancia de su intención verdadera. 110 Y los gringos en su tierra convivan con sus pecados, y los indios en sus lados sin necesidad de guerra. Autor: Adrián Di Stefano 111 Y cada cual en su suelo con sus costumbres y ritos que no molesten los gritos y cada cual con su cielo. 112 ¡Mas niégueme aquí este dicho! ¿Dónde encontrar la respuesta? ¿Por qué la ley esta puesta para defender al bicho? 113 ¿Por qué será que el cristal según la luz que le mande se ve del color cual ande con el capo principal? 114 Más todo cambia y se olvida si no se pierde paciencia y se recuerda la esencia de ser hombre en la vida. 115 Pero bendita clemencia que pone en el cielo un orden, mientras abajo hay desorden a pesar de tanta ciencia. Autor: Adrián Di Stefano 116 Y en los aires igualito a todos miden la vara, dichoso de quien lograra resaltarse calladito. 117 Y el que la fama logró tentado por la diablura, no espere que la cordura lo destaque, si mintió. 118 ¡Y “ahijuna” en la danza ajena!, no es tiempo para cosecha, ya llegara la miel hecha como reina de colmena. 119 Y la guadaña que espera agazapada al instante, recoge lo mas campante los frutos en la sopera. 120 Y allí no hay poder que valga; se lleva a ricos y pobres, toditos rumbo a los sobres Autor: Adrián Di Stefano en donde nadie más salga. 121 Y la historia se concluye el día que Dios dispone; por mas que uno propone, ni del destino se huye. 122 Me detengo por un trago y si conmigo se sienta, mi lengua ya esta sedienta por el recuerdo del pago. 123 Si mi canción espinosa alguno quiere escuchar, me vera siempre rumiar en busca de alguna rosa. 124 Pero hay otros que cantando canciones muy ventajosas, solo esperan las odiosas migajas que van brotando. 125 Y así en la vida aprendí a entonar templada copla, Autor: Adrián Di Stefano que en cuanto las hojas sopla reviven con frenesí. 126 Pero el chancho que es llorón con su casta entremezclado, en la sombra acobardado trasciende porque es gritón. 127 Y si entre chanchos se juzga quien luce una fina planta, desafina quien lo canta y por miedos se prejuzga. 128 No sea cosa que de pronto perjudiquen la osamenta, y provoque una tormenta un simple y grosero tonto. 129 Y así la cosa se aclara del porqué de los mediocres, pinten con colores ocres y oculten pintura clara. 130 Y de no tomar conciencia Autor: Adrián Di Stefano de tal injusta razón, a pedazo el corazón desperdicia ya su esencia. 131 Y si no se descontrola esta torpe necedad, es porque hay necesidad de aquello que se controla. 132 Pero tantas lenguas largas no son más que sensaciones, desahogos y canciones que suenan un poco amargas. 133 Y es que en cuanto el alma suena dolorida al despertar, como riego ha de sembrar desnudo como alma en pena. 134 Y en cuantito el sol se asoma la carne viva se expone, y no hay llaga que perdone quedando tieso en la loma. Autor: Adrián Di Stefano 135 Pero aquel que sufre penas que parten el corazón, no le acepta a la razón el desangrarse en las venas. 136 Hay desgracias que se aferran a fuego en el sentimiento, y no acierto si le miento que las heridas se cierran. 137 Le acompaña hasta la cruz y se vuelve caviloso, por adentro todo rotoso buscando en el sueño, luz. 138 Mas permítame le diga que a pesar de la desgracia, aquel que le caiga en gracia, a la tentación, maldiga. 139 Yo no prefiero a mandinga, que quien con él pacto hizo, no sabe que con hechizo le cobra con la jeringa. Autor: Adrián Di Stefano 140 Y aunque postergue la muerte de todos sus estropicios, va a caer a precipicios con que ha marcado su suerte. 141 ¿ Se puede esquivar el trance? ¿puede el perro no ser perro? En esto yo no le yerro y no hay a quien no le alcance. 142 ¿Quién se ubica un escalón debajo del Dios eterno? Hay listas para el averno que se cuentan de a montón. 143 Así que de Dios a abajo no se confíe en ninguno, que aunque no sea oportuno, la traición es un atajo. 144 Y aquel sombrero de espinas que destina su inocencia, no espere la quinta esencia Autor: Adrián Di Stefano a vuelta de las esquinas. 145 Y de sufrir los pesares al menos queda el consuelo que la luz limpia del cielo alumbra a todos los pares. 146 Y el que es más encumbrado, hace su sombra en el suelo. No se espere que por pelo lo tomen por mas delgado. 147 El mal es árbol que crece y que cortado retoña; la gente experta o bisoña sufre aquello que padece. 148 Y el que ha nacido pobre, y desplumado en su rancho sufrirá como un carancho porque el mal nunca le sobre. 149 Y el viento de la desgracia y el continuo zafarrancho, Autor: Adrián Di Stefano en el suelo basto y ancho con lágrimas le hacen gracia. 150 Por eso el muro que aparta la riqueza de los pobres, aleja de ellos los cobres ¡y que un mal rayo los parta! 151 Más todo varón prudente sufre tranquilo sus males, sabiendo que sus iguales son carne de penitente. 152 Pero yo tengo esperanza; ¡que quiere usted que le diga! De tanto que lo maldiga el pueblo entero en su andanza. 153 A todo el que fiero ande lo mandaran a freír churros y a los que viven de curros lo va a reemplazar quien mande. 154 Y en esta digna patriada Autor: Adrián Di Stefano ya se juega el bien nacido, tenga fe en el parecido, ¡que soñar no cuesta nada! IV 155 Es obligada la pausa y me lleva a recordar la pena que ha de rodar al seguir con esta causa. 156 Y en la vida que te enseña en el final del camino, que siempre hay mas de un destino y madera para leña. 157 Y que aquel que busca encuentra su sendero envejecido, si no se siente vencido elige por donde entra. 158 Y aquella más leve brisa del viento que suave siente, reacomoda si no miente Autor: Adrián Di Stefano y prepara la sonrisa. 159 Y aquel tibio y puro sol que templa rama desnuda, resurge cuando se nuda las marcas del caracol. 160 Y así aferrado a la vida como perfume de rosa, renace la mariposa que jamás siente perdida. 161 Nadie lo puede explicar con palabras verdaderas, todo suena a enredaderas y excusas que quieren dar. 162 Yo quisiera a Dios pedirle se renueve la esperanza, y a la palabra: confianza, jamás deba despedirle. 163 Será que el dolor ajeno me lastimó muy profundo, Autor: Adrián Di Stefano de haber vivido en mi mundo muy alerta y muy sereno. 164 Y amigo si se da cuenta que los extremos se tocan, unos por hambre dislocan y otros, por sacar cuenta. 165 Pero al juzgar las maldades que ambos cometen, da rabia que unos tengan mucha sabia sobrando oportunidades; 166 y teniendo inteligencia, estudio y la panza llena, su conducta da una pena que se pierde la paciencia. 167 Mientras que el alguien rotoso o cualquier hombre muy pobre ni una miga hay que le sobre; ¡es el destino, morboso! 168 Dios creo todas las flores, Autor: Adrián Di Stefano tan lindas como ellas son; ni al viento “tienen jabón” solo al sol rinden honores. 169 Pero al hombre por la paz también le dio corazón, y hasta le dio la razón ¡y de lo qué fue capaz!. 170 A mano siempre alimento del avestruz al gusano, pero no olvido al humano al darle entretenimiento. 171 Y aunque a las aves le dio como si fuera un tesoro unos picos como oro, al hombre nunca olvidó. 172 Y un plumaje como tabla desde el loro a la paloma; le dio al hombre un diploma al darle en la voz el habla. Autor: Adrián Di Stefano 173 Y desde que dio a las fieras esa furia tan tremenda; a vencer en la contienda, le dio al hombre las tijeras. 174 Y nada que los asombre ni cuerda que siempre tensa; y el valor en su defensa; ¿qué menos le daría la hombre? 175 Pero tantos bienes juntos que al hombre siempre le dio; ¿qué fue lo que él devolvió? Tan solo, ¡un mar de difuntos! 176 Pero en la lista completa de animales por el mundo, ninguno fue más inmundo que el hombre con su cometa. 177 Y entonces ya compensó, tantos bienes que le daba, con las penas lo igualaba; ¡y la manzana, mordió! Autor: Adrián Di Stefano 178 ¿Y cuáles son los motivos de destino tan injusto? Que quienes deciden, justo son los más provocativos. 179 Sin poderlo comprender uno pide a Dios la gloria, y él le acerca la memoria y lo obliga a descender. 180 Uno pide la abundancia y él le manda una esperanza y entonces en la balanza no hay lugar a la arrogancia. 181 De lo mucho que le piden y aquellos que se le animan, da pena que se lastiman y la respuesta no miden. 182 Y al mirar las poblaciones con un nudo en la garganta, la pena ya se agiganta Autor: Adrián Di Stefano desnudándose ilusiones. 183 Y si llama la atención al contar las aventuras atragantan amarguras por venir a relación. 184 Y en el reparto sentido nunca Dios se ha equivocado; el hombre no ha interpretado por juzgarse pretendido. 185 Y encima el hombre cual Dios le discute y lo maldice y siempre se contradice y de todo, quiere: ¡dos! 186 Y queriéndolo imitar ya busca la gloria eterna: imaginen la linterna queriendo al sol igualar. 187 ¡Reflexione y aproveche! Como grabado en la piedra Autor: Adrián Di Stefano si después su alma se medra no apure en derramar leche. 188 Porque intuyo que muy pocos se mantienen en camino, sin buscar otro destino y sin volverse, muy locos. 189 Hasta el sabio en su delirio desafía hasta la ciencia por lograr en su creencia, una penumbra al martirio. 190 Y en toda una corta vida para encontrar mortal sano en el bochinche es en vano; ya que esta el alma perdida. 191 Buscando que otro lo aprenda, no se amilane ni achique, creyendo que agua en el dique va inundar toda su hacienda. 192 Así que todo cristiano Autor: Adrián Di Stefano que equivoque los caminos, recuerden que desatinos se grabarán en la mano. 193 Que aquel que entre camino eligió el que llega pronto, aunque se parezca a un tonto tiene cara de cretino. 194 Y aquel que supo esperar confiado en su inteligencia, manténgase en su creencia que aunque tarde, va a llegar. 195 Pero ya llegará el día, se lo digo yo al momento, en que el pueblo ya esté atento y reclamen la osadía. 196 Y no creo que lo veamos ni lo vean nuestros hijos, pero de tantos prefijos, al menos, en ruta andamos. Autor: Adrián Di Stefano 197 Y no pierdo la esperanza; yo rezo todos los días, que surjan las valentías y renazca la confianza. 198 Y que aparezcan orgullos o la vergüenza, ¡qué tanto!, que importe el valor de un canto y hagan caso a los murmullos. 199 Y disculpe el caradura si no le gusta el consejo, se lo dice un hombre viejo; al que tiene: ¡cara dura! V 200 Y de tanto caminar vi. pasar yo tantas cosas, que parece son jugosas que quisiera revelar. 201 Eran doce que a la mesa entre quienes se ocultaba, Autor: Adrián Di Stefano quien ya listo preparaba, muy calladito a la presa. 202 Y parece que el tal judas tuvo muchos descendientes que al apretar ya los dientes, las rapiñas quedan mudas. 203 Y muchos de ellos vinieron a estos pagos tan benditos, para cambiarlos; ¡malditos!, ¡qué pena que lo ascendieron! 204 Y no hay nadie que los eche, no hay orgullo ni vergüenza, los hombres solo usan trenza, y se ha cortado la leche. 205 Y yo no se que se espera para cambiar el camino, y encontrar otro destino mas parecido al que era. 206 Habrá que esperar un tiempo; Autor: Adrián Di Stefano ¡pero el tiempo desespera! ¡Y nadie mete tijera y a lanzar el contratiempo! 207 ¡Que quiere usted que le diga!; me resisto yo a pensar que un sabio deba escapar de un necio que lo persiga. 208 Y que un honrado no pueda hacer valer su talento, porque un perverso esta atento, sentado en la otra vereda; 209 y deba cambiar los rumbos apuntando hacia otros lados por no andar acobardaos, ni penar ni ir a los tumbos. 210 Será tiempo de esperar que pase la pesadilla, y sentarse en una silla a un posible despertar. Autor: Adrián Di Stefano 211 Pero el cántaro a la fuente a la larga se amontona; hay ave que es muy bribona y ni jamás va de frente. 212 Que feo aquel que no dice ni cuenta lo que se piensa; habría nomás defensa al tiempo que lo maldice. 213 No alcanza con sutilezas si el culpable es poderoso, seria un juez ya grandioso si descubre las bajezas. 214 Pero ahora yo pregunto para que alguien me responda, del espacio a la redonda, en vivito o en difunto: 215 ¿Sabe un Rey que el pueblo sufre, se enteran que el hambre crece y que todos días trece se huele en Palacio, azufre? Autor: Adrián Di Stefano 216 ¿Sabe un Rey lo que es llorar porque un hijo desfallece, y que todos días trece ni dan ganas de rezar? 217 ¿Sabe un rey lo que es el frío y todo lo que establece, sobre todo el día trece lo hace en contra del gentío? 218 ¿Y aquel que es privilegiado teniendo la panza llena; viendo a pobres: no da pena aunque sean de otro lado? 219 Y con que poco tendrían a un pobre contento y sano, sin soltarlo de la mano y a su bien, ayudarían. 220 Panza llena y alimento, enseñado y bien cuidado, en cuerpo y alma salvado Autor: Adrián Di Stefano y poco divertimiento. 221 Unos mates y un churrasco, la tierra para labranza, paciencia para cobranza y en la cabeza, un casco. 222 A los pibes, un maestro; a los viejos, un descanso, y los del medio un remanso y al laburo, un Padre Nuestro. 223 Pero se llenan la boca cuando hablan de bondades y solo hacen maldades y siempre la plata es poca. 224 Pero entre ellos se cuidan y gastan sin darse cuenta, que los que viven a cuenta parece que se suicidan. 225 Porque más tarde o temprano la factura se agiganta, Autor: Adrián Di Stefano y se sufre en la garganta y la paga el ciudadano. 226 Y da bronca e impotencia confiar en irresponsables que con la lengua y los sables te dejan en penitencia. 227 ¿Y quien paga los errores por tan loca desvergüenza? El pobre que con vergüenza lo salpican los horrores; 228 y a la deriva se queda sin rumbo ni norte cierto; ¡quien no arrima a este concierto, de reparto y de prebenda! 229 Porque reviento y me brota, y entonces digo aquí mismo: ¡que no tiene patriotismo quien no cuida al compatriota! 230 Pero no importa, yo grito: Autor: Adrián Di Stefano ¡la gente es buena y honesta, va a cambiar suerte funesta! ¡Y va a pagar el maldito! 231 Y escuche con atención aquellos versos primeros; son dichos de hombres sinceros que dan voz al corazón: 232 “La honradez y la prudencia bienes por siempre serán, banderas que ostentarán los logros de la decencia. 233 Y el respeto de valientes cultores de la amistad, conducta de la hermandad, fidelidad de las gentes. 234 Y si pierde la vergüenza no se la vuelve a hallar, se le verá deambular sin facha que ya convenza. Autor: Adrián Di Stefano 235 Y si consejos de un padre se escuchan con devoción serán como bendición que las bondades encuadre. 236 Y entre todos los amigos, será el mejor sin dudarlo, jamás habrá de dejarlo en las garras de enemigos. 237 Y no midan la enseñanza por el caudal de informantes, no es fulgor de los amantes sino, pasión de esperanza. 238 Y seguro se equivoca como cualquier aprendiz, pero nunca ni un desliz se escapará de su boca.” 239 Y permítame decirle estos versos que recuerdo, que aunque parezca de lerdo igual me animo a pedirle: Autor: Adrián Di Stefano 240 “No renieguen los hermanos nunca, por ningún motivo. Defiéndanse con la vida, y juéguense la partida con moral y honor altivo, sin jamás soltar las manos.” 241 Y reaccionen, ¡que carancho! Que esperan? Ya digan: ¡Quiero! No permitan que el matrero se quede con todo el rancho. 242 Y defiendan con la vida la educación de su hijo; ¡lo pide el del crucifijo, que quiere cerrar la herida! Autor: Adrián Di Stefano