Pasarela_VI.

Transcripción

Pasarela_VI.
SUMARIO
PRESENTACIÓN. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3
Tomás Álvarez
VEGA A PRIMERA VISTA. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4
Ángeles Bravo
LA CEPEDA, PUERTO DE MAR. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6
Agustín Luis Fernández González
LA MATANZA DE LOS GOCHOS. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8
Julián García Fernández
VIVENCIAS DE UN MARINO MERCANTE DE VEGA MAGAZ (II Parte). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10
Paco García Cara
REPORTAJE GRÁFICO: BARRIOS DE VEGA. “El otro lado” (I Parte). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 12
Benito Álvarez
PLANTAS MEDICINALES DE NUESTRA TIERRA. “La lepiota”.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
Enrique García (Zacos de Cepeda)
NAZIS EN VEGA. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 14
Juan Carlos García. (Periodista)
CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE DON ÁNGEL GONZÁLEZ ÁLVAREZ. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 16
Martín Martínez Martínez–2006
JORNADAS CULTURALES FIESTAS DE AGOSO 15. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
Benito Álvarez
CONVERSANDO CON AMPARO CORDERO FERNÁNDEZ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 18
Porfirio González
RETRATO DE VEGA MAGAZ EN LOS AÑOS 70 DEL SIGLO XX. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 20
Marisa García Alonso
BODA DE MANOLO Y MARGA. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 22
Benito Álvarez
MEMORIAL DE PEPÍN DE LA CALZADA. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23
ALGUNAS INSTANTÁNEAS DE VEGA Y ZACOS. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24
Benito Álvarez
SOMOS CEPEDANOS
BLOG
DE
VEGA MAGAZ : vegademagaz.blogspot.com.es
(Autor: Juan Rojas Escribano)
Editada y dirigida por: La Comisión Organizadora de la Semana Cultural
Portada: Benito Álvarez
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PRESENTACIÓN
Tomás Álvarez
Amar la tierra
l primer paso para asentar nuestra propia
dignidad es el de respetar, amar y defender a
nuestra tierra y a nuestra propia estirpe; incluso
reconociendo la humildad de nuestro paisaje y de
nuestra sociedad.
E
La Cepeda no posee grandezas góticas ni héroes
legendarios. Posee, eso sí, un territorio bello de
pequeños valles y montes de secano; de bosquecillos
de roble que abrazan centenales humildes y praderías,
donde surgen fuentes de aguas ferruginosas en las que
calman su sed corzos y pinzones. Y posee también
gentes esforzadas, sencillas, de mirada limpia y manos
agrietadas por el esfuerzo…
Tierra sencilla y amada… Nuestro gran poeta,
Eugenio de Nora, escribía en su poema Viñas
sedientas: “Mucho amo, / con mi ternura antigua, / esta
tierra tan seca: limpia y áspera, / y humilde, y propia
como el alma, / tierra mía de anhelo!”
Una tierra–madre que tampoco es rica en industrias
ni finanzas. Su mayor riqueza son sus gentes, muchas
de las cuales –como en el poema Ítaca, de Constantin
Kavafis– marcharon a un largo viaje y cuando retornan
se encuentran con un mundo que poco puede ofrecerle:
“Ítaca te brindó un hermoso viaje./ Sin ella no habrías
emprendido el camino./ Pero no tiene ya otra cosa que
darte. / Aunque la halles pobre, Ítaca no te engañará.”
La Cepeda –como Ítaca– te dio lo que podía darte:
Una gente que te ama; un territorio de azules y verdes
infinitos; un pequeño mundo de cigüeñas, gorriones,
urracas y abubillas; un espacio de aguas limpias en las
que se reflejan las ondulantes ramas de los salgueros y
ramajos. La Cepeda te dio el calor de la lumbre en
nuestro invierno siberiano, y el color de las malvas,
margaritas, peonías silvestres o de los brillantes
calderones esparcidos en el verde primaveral de los
prados que hollaste de niño.
La Cepeda no puede darte casi nada; pero tú si
puedes darle algo. Puedes inculcar a tus hijos el amor
a este espacio; puedes defender su derecho a existir;
Capitel románico de Montealegre
puedes reclamar la mejora de sus
infraestructuras… Y puedes
promover su vida cultural; apoyando
iniciativas como la Pasarela o como
el encuentro anual de Versos a
Oliegos.
La Cepeda tiene también una
Asociación Cultural comarcal, la Rey
Ordoño I, Amigos de La Cepeda, en
la que están implicados cepedanos de todos los lugares
de la comarca, quienes ayudan a organizar
exposiciones, publicar libros, trazar rutas
ecoturísticas… defender y salvar la memoria colectiva.
Este año, por ejemplo, hemos ahondado en las raíces
cepedanas de Teresa de Jesús. En estos días aparece el
libro sobre el tema, apoyado también por el
ayuntamiento de Quintana del Castillo, con ensayos e
imágenes de la magnífica exposición que hicimos en
agosto sobre La Cepeda y la Santa.
Nadie, salvo nosotros, se acordó en la provincia de
León de la vinculación de La Cepeda y Teresa de
Jesús… Lo mismo que nadie se acordó, salvo nosotros,
del centenario de la Batalla de los Altos de
Cogorderos, una de las escasas batallas ganadas por los
españoles en la Guerra de la Independencia, y cuyo
principal protagonista, muerto sobre tierra cepedana,
tiene su nombre inscrito en el Arco de Triunfo de los
Campos Elíseos de París. La Asociación cubre el hueco
que deja la incultura de nuestros gobernantes. Gracias
a ella nuestra memoria existe. Turi Aller, casi un
convecino de Vega, es el presidente de la Asociación.
Sólo tienes que darle tu nombre para que te incluya en
el número de quienes sostenemos este proyecto…
Ánimo.
Nuestra Tierra–Madre, La Cepeda, existirá y será
respetada mientras nosotros mismos trabajemos y nos
esforcemos en ello.
Ruinas del castillo de Quintana del C.
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Firma de Santa Teresa
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VEGA A PRIMERA VISTA
Ángeles Bravo
S
eguramente alguna vez os habréis preguntado
cómo ven Vega los visitantes. Intentaré
acercaros mi primera impresión.
Recuerdo claramente el tramo de Villamejil a Vega,
me pareció que estaba adentrándome en un lugar muy
escondido, muy apartado del mundo donde encontraría
todos los signos propios de un entorno rural.
Nada más lejos de la realidad. Cuál fue mi sorpresa
al ver casas señoriales con bonitos tejados de pizarra,
coquetas galerías acristaladas, alguna noble escalinata,
un elegante chalet, una farmacia con solera y una
fábrica de harinas. En sólo unos pasos me di cuenta de
que estaba en el centro mismo de una pequeña capital
con las reminiscencias de un lugar con antiguo
poderío. Esta impresión se hizo más contundente
cuando vi a las señoras de Vega. Guapísimas, estilosas
y elegantes a cualquier hora del día, lo que no sólo era
admirable sino sorprendente.
Y para sensación imborrable la que me dejó el
comercio de Luis. Me gustaba curiosear por aquel
caótico universo y respirar su mezcla de aromas a
madera y felpa. Sabía que estaba en un espacio único
en peligro de extinción, por lo tanto quería disfrutar de
su inconfundible sabor añejo y cualquier excusa era
buena para comprar y perderme un rato entre aquella
marea de objetos. Siguiendo el rastro de su largo y
robusto mostrador encontré una pequeña y decorativa
galocha de
madera –en la
foto– que por
supuesto compré
para conservar
un trocito del
Comercio entre
mis
cosas
cotidianas. Luis,
siempre atento y
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servicial era el comercio
mismo, siempre tenía lo que
necesitabas. (Este verano
2015 tuve ocasión de ver el
museo del comercio que
amablemente me enseñó
Manolita y compartir con ella
unos minutos de nostalgia).
Otro de mis rincones favoritos era el Bar de Loli.
Recuerdo una mesa grande de madera con un largo
banco a la puerta, donde se improvisaba la
conversación con los vecinos. Este local tenía sabor a
viejo café, un lugar de tertulia y cartas. Me
proporcionaba una enorme calma y me devolvía
algunos recuerdos de mi infancia al ver que todavía
conservaba, por ejemplo, el juego de la rana. Una
tranquilidad que imprimía siempre una discreta y
amable Loli. En el bar de Loli oí por primera vez pedir
“un butano”, no sabía que se referían a un refresco de
naranja. Poco a poco fui conociendo las singularidades
de la zona.
Siempre me habían dicho que en Vega había habido
“dos de todo”. Y el otro bar, era ni más ni menos que
el Bar de Nisio. Allí tuve la oportunidad de ver al
pueblo mismo en todo su esplendor tras la misa de
domingo, todo un torbellino de vida. Allí estaba Vega
y alrededores con todo su bullicio. Recuerdo un sinfín
de saludos, besos y muchas presentaciones entre mosto
y mosto, una de las bebidas más reclamadas
acompañadas de unos riquísimos callos, tapa de la casa
que yo creo han hecho historia, aunque siempre me
recuerdan que los del antiguo bar de Andrés lo
superaban. Historia han hecho también Nisio y Tere.
Ambos me recibieron siempre con una entrañable
sonrisa que me hacían sentir como en casa.
Y entre las curiosidades que encontré en Vega, “la
Liebre”. Vicente, el socio, fue una de las primeras
personas que conocí. Me abrió las puertas de lo que
guardaba como un tesoro. Su anticuario particular, con
una historia y una emoción detrás de cada objeto que
me explicaba con enorme gracejo y simpatía. Y
siempre detrás, callada pero asintiendo, Maruja. Ahora
evito mirar hacia su casa, en venta y cerrada a cal y
canto.
Siguiendo con aquel primer recorrido por Vega,
recuerdo que bajo ese ambiente tranquilo y relajado
había mucha actividad. Así me encontré con la fábrica
de harina, la tienda de Libi, la tienda de Nati, y
Muebles Villanueva –para mí la tienda de Toño– y la
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Gaseosera. Años después, con algo más de confianza
me atreví a pedir una botella pequeña de Gaseosa de
recuerdo. Hoy es uno de mis objetos preferidos de
Vega.
Vega me depararía
otra sorpresa… la
tienda–taller de los
ceramistas. Había una
f i g u r a ,
qu e
representaba a un
obispo y que estaba de
adorno en todas las
casas en las que yo
entraba. Tengo que
confesar que nunca le
vi parecido alguno con
un obispo, en cualquier caso me intimidaba tener una
autoridad eclesiástica en la estantería del salón así es
que opté por comprarles una típica casita de barro
cepedana. Una forma de empezar a establecer vínculos
con la comarca.
me ha quedado claro en estos años es que fue un buen
maestro, “el maestro”.
El Bosque, la Escuela, lo que quedaba del Cine…
fueron rincones de los que disfruté en mi primer viaje
hace casi treinta años a Vega. VEGA con sólo cuatro
letras, suena por cierto muy bien, tanto que podría ser
un bonito nombre de niña.
En mi primer paseo por Vega, recuerdo una
pequeña y abandonada estación con un enorme poder
evocador, donde imaginaba los mejores años
comerciales de los que tanto había oído hablar en torno
al ferrocarril. El paseo por la estación es desde
entonces una costumbre
en mis tardes de verano.
Y muy buen recuerdo me
queda de aquellas tardes
en las que parecía que el
tiempo se detenía en
torno al río, en el
bosque. Uno de los
parajes más acogedores
de Vega.
Me llamó la atención
la iglesia, por su
construcción moderna
que no impedía por otra
parte que tuviera su
correspondiente y
clásico nido de cigüeña,
como cualquier iglesia
centenaria.
No voy a acabar este
artículo sin citar las pequeñas escuelas cargadas de
historias que me contaba Juan Carlos –mi marido–
cuando él, de niño estudiaba allí. Y me gustó imaginar
a “los rapaces” llevando la cestita de leña para calentar
la escuela o cuando el maestro les daba la miel para la
merienda, o todos los niños jugando a “pica y a rasca”.
Tuve la suerte de conocer a Don Pepe, porque lo que
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LA CEPEDA, PUERTO DE MAR
Agustín Luis Fernández González
uenos días paisano! –Me saluda Luis, mi
pescadero de cabecera, en las bulliciosas
mañanas del Mercado de Maravillas–. ¿Has
visto los boquerones que tengo hoy? ¡Vaya tamaño!
¡Buenísimos para vinagre!
¡B
Refulgen los peces descansando en su lecho de hielo
como bisturíes recién afilados ordenados sobre la mesa
de un quirófano. Como un ceremonioso mago, su blusa
orlada de lentejuelas desprendidas del lomo de la última
merluza, Luis se hace a un lado y con un gesto casi
solemne de ambas manos me presenta la siguiente
maravilla:
–¿Y los salmonetitos? De roca, de Santa Pola,
pescados ayer mismo. ¡Vaya fritura!
El intenso y refulgente rojo de las escamas me hace
dudar entre echarlos a la sartén como me sugiere Luis, o
adquirir una sola pieza y transformarla en un broche
estilo Bulgari. Mi vista se desvía hacia la inmensa
cabeza de un congrio que me contempla con fijeza
desafiante desde lo alto del tendido de hielo.
–Dieciséis kilos pesó el jodío. –Presume Luis
fanfarrón como un pescador de caña, dejando caer
sonoros pescozones sobre el descomunal y sinuoso
ejemplar–. ¡Menudo cogote! Grueso como el muslo de
Cristiano Ronaldo. Si quieres, te lo enceto.
El oficio de cocinero y el que dicen más antiguo del
mundo presentan numerosos paralelismos. Si en uno se
empieza la jornada haciendo la calle, en el otro es
inexcusable comenzarla haciendo la plaza. Disfruto en
mis madrugadoras peregrinaciones por los mercados de
Madrid, y ya en mis primeras visitas, hace algunos años
más de los que uno quisiera, no dejó de sorprenderme
detectar, entre el incisivo sonido del rascar de chairas y
aceradas medias lunas, cierto acento, adornado de una
sincopada musicalidad, que me resultaba extrañamente
familiar en el habla de los dueños y encargados de los
mejores puestos de pescado. Quizás fue a Luis al
primero que le pregunté desde donde había venido para
dar con sus huesos cerca de Cuatro Caminos en pleno
barrio de Tetuán.
–Soy de un pueblo pequeñito de León –cerca de
Astorga– me respondió.
Desde entonces para Luis dejé
de ser Agustín y pasé a ser su
Paisano, aunque en realidad, a lo
sumo, no pase de paisano
consorte. Por mera curiosidad
continué indagando en aquellas
pescaderías en las que el áspero
deje vallecano o el chulesco
soniquete de Carabanchel no se
habían abierto camino entre las
marmóreas colas de rape o acharoladas conchas del
mejillón obteniendo respuestas análogas. Entre
cepedanos y maragatos se corta el bacalao, al menos el
mejor bacalao fresco, en los más prestigiosos
mostradores de la capital.
–Y ¿Cómo es que acabaste viniendo a Madrid?
–Ya ves –me responde lacónico mientras desespina
mirando al tendido y con precisión quirúrgica una
dorada que, abierta a lo largo, exhibe impúdica sus
grasas carnes–. Hace ya cuarenta años mi cuñado, que ya
estaba aquí en Madrid, me llamó porque iba a abrir otra
pescadería, para echarle una mano, ya sabes… y aquí me
quedé.
La historia se repetía bien fuese en el mercado de
Maravillas, en el de La Paz o el de Chamartín. Cuando
no era un cuñado, era un primo avispado, o si no un tío
que un buen día se fue sin decir adiós, el que había
tentado al Luis de turno, ofreciéndole el cebo de un
sueldo fijo, deslumbrándolo con los cromados del coche
nuevo con que aparecía de vacaciones cada verano por
el pueblo, acabando por engancharlo al anzuelo del fajo
de billetes que emergía potente del bolsillo para pagar
una ronda en el bar. Eran años difíciles en el mundo
rural, desde El Régimen se favorecía la actividad
económica de determinadas ciudades en detrimento de
otras y del campo en general, que así perdió la parte más
joven y emprendedora de un par de generaciones que
acudieron como polillas atraídas por la luz de la gran
ciudad para quemarse en ella.
–Cuando llegué, al principio, empecé de traidor.
–¿De traidor? ¿Cómo es eso? Le pregunto extrañado.
–¡Anda, como mi mujer! – Exclamé satisfecho de que
se confirmasen mis sospechas–. Todavía conserva casa
allí y nos escapamos de vez en cuando en busca de
tranquilidad.
–Eso allí no falta.
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–Pues todo el rato
era eso de “Chico trai
pa’ aquí más hielo.
Trai pa´allá una caja de
sardinas…” Trai esto,
trai aquello… D e
traidor empecé… –Me
explica socarrón mientras empaqueta la dorada con una
delicadeza casi maternal–. Luego ya me dejaron limpiar
boquerones, despachar chirlas y berberechos… Así fui
aprendiendo el oficio.
Reparo en que estoy hablando con una segunda
remesa de pescaderos leoneses que se asentaron en
Madrid sobre el éxito ganado a pulso por otra anterior.
No puedo menos que preguntarme cuál sería la causa
que llevaría a esos pioneros a asumir el riesgo de dejar
familia, patria chica y enfrentarse a la incertidumbre de
iniciar un negocio, una nueva vida, con la imagen,
siempre planeando sobre sus cabezas, de tener que
regresar al pueblo con las orejas gachas y como el gallo
de Morón, sin plumas y cacareando. La estratégica
ubicación de la Cepeda y la Maragatería, puerta de
entrada al mesetario centro peninsular desde las lonjas
de pescado gallegas y asturianas, unido a la ancestral
tradición arriera de estas tierras me trae bajo el sombrero
la idea de que posiblemente en el principio, todo tuvo su
embrión en el transporte de pescado.
–Bueno, paisano ¿Qué va ser hoy? –Me saca de mi
ensimismamiento Luis. Al ritmo de la chaira sobre la
hoja del cuchillo, parece a punto de arrancarse con una
jota.
–Dame el encete de ese congriosaurio que tienes ahí,
la parte de las orejas, y algo de la cola para hacer un
buen fondo. Hoy quiero hacer un congrio en salsa verde
de vuelta al ruedo. Lo digo por lo de las orejas.
–Te daré la punta de la cola, es la parte que más
gelatina suelta.
–Y la que antes se echa a perder… –Añado por dejar
las cosas en su sitio.
Con un bufido coloca la parte delantera del inmenso
congrio sobre el tajo y sujetándolo con la mano izquierda
me indica con el filo de la media luna el lugar por donde
pretende dar el corte. Calculo que irán unos 3 kilos, hago
un gesto afirmativo. Luis desliza la cuchilla sobre el
oscuro lomo hendiendo la carne hasta topar con la dura
espina, entonces descerraja un golpe seco de muñeca, un
chasquido indica que la ha tronzado, ahora el filo vuelve
a descender suavemente hasta separar la que va a ser mi
porción del resto. Al hilo del cuchillo mi imaginación
vuelve a volar libre. Sin duda estos transportistas
maragatos y cepedanos al llegar a Madrid amén de
dominar el negocio del transporte, comenzaron a conocer
el de la distribución al mayor y detalle y su fama de
gente seria y trabajadora les pondría en contacto con
potenciales clientes. Bastaría que la aparición del tren
directo de Vigo y La Coruña a la Capital Villa y Corte
comenzase a poner en peligro su negocio para que se
decidiesen a dar el salto.
lo que queda del congrio sobre el hielo de forma que el
nacarado corte quede de cara al público.
–Sí, ponme un kilo de esos boquerones.
–¿Los quieres para vinagre?
Asiento con la cabeza. Desde la tarima, en su puente
de mando, volviendo el rostro hacia la popa ordena:
–¡Niñoooooo! ¡Un kilo para vinagre! Y no los
maltrates que son para mi paisano.
Luis sabe que me encanta que los boquerones
conserven su piel intacta y brillante para que cada ración
destelle en el plato como una cota de malla recién
bruñida. Surgiendo de la trastienda aparece un
muchacho menudo, envuelto en un mandil que le viene
grande y calzado con unas botas de goma de las que
parece podría descalzarse dando un salto. Sus rasgos le
delatan como foráneo. Con diligencia despacha el peso,
y se pone manos a la obra sin levantar la vista de los
pececillos. Le hago notar a Luis que mientras en fruterías
y verdulerías del mercado cada vez es más habitual que
los dependientes sean de allende los mares o del otro
lado del Estrecho, en las pescaderías la plantilla, como
la del Atlético de Bilbao, continúa siendo nacional al
menos en su mayor parte.
–Van entrando poco a poco. Este oficio es más difícil
que ponerse a colocar cajas de naranjas. –Explica con
cierto orgullo. –Mira a éste. –Me dice indicando al
chaval. –Hugo ya casi lleva un añito con nosotros. El
resto, viejos como yo y de no más allá de treinta
kilómetros de mi pueblo. Es un trabajo muy sacrificado,
mis hijos no quieren saber nada, su mundo es otro.
Madrugones de lunes a sábado para ir a Mercamadrid…
y luego está el puñetero olor a pescado que se te pega al
alma como el Pecado Original ¡No me espantó a mí
novias ni nada! –Añade con mirada nostálgica.
–Al menos el tuyo huele a fresco. –Trato de animarlo.
–Así que de aquí a unos años… –Dice añadiendo los
boquerones ya limpios al paquete mientras sacude
pesimista la cabeza.
–Dame un buen corte de ventresca de atún. De esa
que tienes ahí junto al bonito. Pero que no tenga golpes,
que si no amarga.
–¿Golpes que amargan? –Me responde filosófico.
–Los que te
da la vida…
–¿Algo más? –Me inquiere Luis colocando de nuevo
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LA MATANZA DE LOS GOCHOS
Julián García Fernández
L
a celebración pagana, sin duda más importante,
en la vida de La Cepeda es la matanza, la fiesta
familiar del invierno.
Dos son los porqués que dan a esta celebración la
trascendencia que siempre ha tenido en la vida de
nuestros pueblos. Por una parte lo que representa de
celebración, de unión familiar, unos días de fiesta entre
las familias, vecinos, parientes. Y otra parte,
meramente material, que pretende garantizar el
sustento familiar para el resto del año, llenando
despensas de chorizos, jamones, tocinos y mantecas.
Las matanzas, en La Cepeda, por lo general se
llevan a cabo en la segunda quincena de diciembre.
Una vez llegados los fríos secos que dan a esta
comarca unas condiciones excepcionales que
garantizan una buena curación de la carne.
Después de casi un año de cría y engorde mediante
productos propios de la tierra, harinas de cereal,
patatas o berzas, recluidos en el cubil, llega el
momento que es preparado año a año de la misma
forma. El día antes se deja todo preparado: el banco de
matar, los cuchillos afilados, el cuelmo, unos cascotes
de teja para rayar y la cuerda. Ajetreo grande también
para las mujeres preparando las viandas para los
comensales que acudirán al evento.
Una vez sacrificados los
animales, se procede a
chamuscarlos, para quemarles las
cerdas del pellejo. Se cubren de
cuelmo o bálago, manojos de
centeno majado, que eliminarán la
mayor parte de su duro pelo, para
terminar se procede a lavar el animal
mediante un proceso que se
denomina rallado, se lleva a cabo con cuchillo y algún
trozo de teja.
Una vez adecentado, patas arriba; el primer corte va
desde la cabeza al rabo que deja al descubierto las
entrañas del animal; mediante una especie de percha de
hierro, el “gancho”, colocado en los tendones de las
patas traseras, y una cuerda que se pasa por una viga,
se cuelga el animal para facilitar la extracción de las
tripas y demás órganos internos; primeros tirones para
levantarlo un poco; un palo romo en las puntas que
servía para mantener abierto el animal y así el
'matachín', podía extraer mejor las entrañas,
celosamente protegidas por los mantos, que se
despegaban del interior y quedaban tendidos sobre la
panza, una vez colgado el animal.
La faena comenzaba ahora para las mujeres.
Alrededor de las entrañas, depositadas en una cernada,
separaban el hígado, el corazón, los pulmones, la
pajarina (el páncreas) y el botillo (estómago). Todo se
lavaba a conciencia y a escurrir.
Más minucioso es desentrañar las tripas, quitarles
la manteca que las protege, una vez finalizado este
primer proceso, se lavan. Bien arropados, en galochas
o botas de goma, se llevan al río o al reguero. Una a
una, las tripas se llenan de
agua para quedar expeditas
de excrementos y restos de
alimentos.
Por fin… llega la hora. Una copina de orujo y una
galleta para entrar en calor y a por el primero. Unas
caricias en la barriga y la cuerda en una pata delantera.
Dos a las orejas, otro tira del rabo. El cerdo al banco,
de costado y el matarife hace su trabajo con maestría y
rapidez, para que el animal sufra lo menos posible. La
sangre que fluye de la herida que seccionó
quirúrgicamente la yugular del animal, se recoge con
celeridad, removiéndose ágilmente para evitar se cuaje,
más tarde será ingrediente esencial para realizar unas
buenas “moscancias”, morcillas.
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Todavía las tripas
requerirán otra atención,
antes de quedar listas para
embutir: rallarlas. Vueltas
del revés, se le eliminan las
impurezas con un cuchillo,
por el reverso.
Tras una ajetreada
mañana, bien merecido está
disfrutar de una comida familiar en la que se
compartirán unas buenas viandas, mientras se relatarán
las peleas y anécdotas que se produjeron mientras se
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mataba el gocho.
El segundo día, tras una gélida noche en la que los
gochos se enfriaron colgados en el portal, se procede a
“deshacer”. Todo se lleva a cabo siguiendo un orden
escrupuloso, como toda la vida. Primer corte, la
cabeza; segundo, partir el cerdo a la mitad, sacar el
espinazo, las costillas y los lomos. Se trocean todas las
hebras, hasta acabar sacando los tocinos y los jamones.
En épocas de escasez, se dejaban las paletillas, que se
consumían, ya que los jamones se vendían.
La cabeza se despiezaba, separando el pellejo de los
huesos, en dos: la careta, (orejas y parte superior) y la
papada (parte inferior).
En las artesas de madera se colocaba la carne según
el magro: la mejor, para el salchichón; la más grasa,
junto con las vísceras ya cocidas, para el chorizo
'sabadiego', que se añadía al cocido; y el resto para
chorizo.
Una vez picada la carne, a adobar, se pesaba con
precisión la sal, ajo y el pimentón, mezclado a
conciencia y tras varias vueltas, ya se tienen los
chichos, que se dejarán reposar durante toda la noche
para que cojan el aliño.
Y ya estamos en el tercer día de faena: “hacer los
chorizos”, casi siempre por la tarde, después de
preparar la mesa clavando la máquina de embutir, se
comenzaba el último acto de nuestra matanza, como
todos los anteriores, siguiendo un ritual escrupuloso,
las tripas en agua caliente, no demasiado, la cuerda de
siempre queda un rato para preparar los “androyos”,
sazonados el día anterior al igual que la carne de los
chorizos con sal, ajo y pimentón. Se emplean huesos
procedentes de costillas y otras partes del animal, que
se introducen en la vejiga, para su curación.
Atados y escurridos, se cuelgan en los varales, palos
suspendidos del techo de la cocina vieja, donde
minuciosamente y colocados a la distancia precisa,
pasarán el tiempo preciso para su curación.
Los tocinos, los lomos y los jamones,
cuidadosamente recortados, se echan en sal. Tantos
kilos, tantos días en sal, excepto los lomos que sólo
necesitan un par de días. Después a curar, con los
chorizos.
Aún queda otro quehacer más, para aprovechar
todos los recursos que proporciona el gocho, de
importancia esencial en la cocina tradicional de
nuestras casas. Días después de terminada la matanza,
se procede a la “derrita”, proceso mediante el cual se
derriten en olla de cobre los mantos internos del animal
para obtener la manteca, hoy en día sustituida por el
aceite, pero que en tiempos representa uno de los
principales ingredientes en la cocina, tanto para freír
como para sazonar. Quién no recuerda unas exquisitas
sopas de ajo, patatas viudas o cualquier otro plato que
como base lleva la manteca de cerdo.
También hay que recordar la torta de chicharrones,
con azúcar, que se hacía con un subproducto obtenido
tras la derrita de la manteca y totalmente exquisita.
La mata´l gocho na Cepeda
atar, las artesas, todo a mano. Las tripas ni pueden
llenarse en exceso, pues pueden reventar, ni quedarse
escasas, si queda aire en su interior, puede estropear la
carne.
Depués de los Santus
d´este puebru m íyu
entam a la xente
lus sous Sanm artinus.
Sabrousas m orciellas,
custiella´dobada,
la llengua lu m esm u
frita qu´estufada.
Matan güenas vacas
m ellores gochinus
fártase la xente
n´estos dies de chichus.
Eiquí lus androyus
bucau esquisitu
lu m esm u la urella
rabu ya fucicu.
Na llum bre de lleña
escaldáus u fritus
poném onus fartus
cun tantus churizus.
Gumersindo García Cabeza
Puemas en Cepedanu
Terminado de embutir la carne de los chorizos,
PASARELA VI
Pág. 9
VIVENCIAS DE UN MARINO MERCANTE DE VEGA MAGAZ (II Parte)
Paco García Cara
l segundo buque que me asignó la compañía
Ybarra, llamado Cabo San Vicente, es un
hermoso barco, adaptado para acoger a 750
pasajeros en tres categorías: clase económica, clase
turista, y clase business (o de lujo), y entre 250 y 310
tripulantes (según el número de pasajeros de las tres
clases embarcados). Dispone de todas las comodidades
para hacer disfrutar a los pasajeros: piscinas,
comedores, sala de conciertos o de teatro o de cine,
salas de baile, salón de juegos, veranda… Una comida
variada, preparada por un afamado elenco de cocineros
de la llamada cocina vasca, de fama contrastada.
E
Durante todo el tiempo que estuve embarcado en
este Cabo San Vicente, desde el 15 de mayo de 1964 al
7 de enero de 1965, tuve dos compañeros de cargo
(Alumnos de Máquinas) y de camarote (éste con tres
literas), uno de Safí, Marruecos, nacionalizado español
(no recuerdo su nombre), y el otro, llamado Vicente
Barreiros Rodríguez, gaditano, muy simpático y
“bailarín” de twist, en aquel verano y otoño del 64 el
baile de moda. Por las, digamos, habilidades
demostradas al bailar el twist, tanto Vicente como yo,
conseguimos se nos invitara a los salones de baile,
disponiendo de una mesa con cava y demás bebidas
gratis, para poder invitar a las pasajeras a quienes
teníamos la obligación de distraer y nada más, según
las “normas de obligado cumplimiento”.
Atrás quedaba mi niñez, primero en el inicio la
escuela primaria, a los 5 años, con un maestro, don
Adolfo, que, para acabar con mis travesuras, me
“amenazó con colgarme” de la parra que se veía
extendida en el patio interior de la escuela, a través de
las ventanas. Yo cogí pánico, a la parra y a don Adolfo,
saliendo escopeteado del aula, llorando a moco
tendido. Mis padres tuvieron que convencerme de que
sólo fue una broma… aunque les
llevó cuatro días el lograr mi
vuelta a la escuela. Pese a esto,
nunca guardé “ojeriza” al maestro,
al contrario, supo llevarme a su
redil y fui un alumno notable.
Aprendí a jugar a la bigarda con
uno de sus hijos de mi edad,
Manolito (yo era Paquito), juego que todo el mundo
infantil, sobre todo de esta comarca, sabía practicar.
También recuerdo de la infancia mi querencia hacia el
río, a partir de esos 5 años, en que un mozo del pueblo
me arrojó al agua, en un remanso o pozo de poca
profundidad, del paraje “el bosque”, en donde aprendí
a nadar, controlando mis torpes movimientos por el
agua el que me había arrojado al río.
Con 9 años y con mis amigos Benito, José Luis,
Gabriel (Litos), Miguel, Jaime y Saturnino (Nano),
pasamos las horas libres rivalizando en muchos juegos
y engarriando a los árboles en busca de nidos de
gavilucho (gavilán común) y de pega (urraca); también,
con otros mozos de mayor edad, aprendimos a pescar
truchas con las manos. Recuerdo de aquellos años de
escuela que nos servían la famosa leche en polvo de
procedencia americana. “Pateábamos” las calles del
pueblo anegadas de barro cuando el tiempo era
lluvioso, y polvorientas cuando calentaba el sol; estas
situaciones hacían que nuestro calzado se deteriorase
rápidamente, ensuciando sobremanera el interior de las
casas, sobrecargando el trabajo de limpieza de las
mismas a nuestras madres. Mi madre, Isabel, la
catalana, además de las labores caseras, confeccionaba
prendas de vestir, remendando otras, ayudando a la
economía de la casa, que completaba mi padre con el
sueldo de auxiliar administrativo de la empresa local
dedicada al almacenamiento, distribución y venta de
patatas, generalmente cosechadas en la comarca, y
también, fábrica de harinas y distribución de
electricidad. Además, llevaba la cartería rural
“heredada” del abuelo Matías, cuyo cometido era
servido por mi hermano Luis, cuatro años mayor. Yo
también ayudé a repartir el correo en mis vacaciones.
Nuestros antepasados en Vega, como en tantísimos
pueblos de la geografía española, dedicaban sus
esfuerzos, entre otras muchas cosas, a mejorar sus
haciendas y dar un porvenir a sus hijos, mejor del que
habían disfrutado ellos. En el caso de mis abuelos
paternos, Matías y Juana, yo ayudaba en la recogida de
centeno y en el proceso, como todos sabemos,
Pág. 10
PASARELA VI
enormemente laborioso, de separar el grano de la paja
mediante los trillos de piedras, arrastrados por una
pareja de vacas o bueyes, con sucesivas pasadas sobre
las gavillas extendidas en la era.
Con esta edad de nueve años, llegó a la titularidad
de Maestro de Escuela para niños, don José de la
Calzada, quien tres
años más tarde
aconsejó a mis
padres darme
estudios de bachiller.
Su esposa, doña
Emiliana, fue
nombrada Maestra
titular de la escuela
de niñas, y fue ella
quien me dio las
clases de primer
curso de bachillerato
(Plan de Estudios de
1953) en el ejercicio
de 1956–1957. Por las buenas notas sacadas en todas
las asignaturas, solicité y me fue concedida una beca
de estudios, debido a lo cual, tuve que asistir, a partir
del curso siguiente, al Instituto Nacional de Enseñanza
Media de Astorga, en donde completé el Bachillerato
Elemental con la “Revalida” de los cuatro cursos.
Nuestro pueblo, Vega de Magaz, difícil de localizar
en los mapas de aquella época, fue, sin embargo, triste
noticia de una crónica criminal de sucesos a comienzos
del año 1954, crónica que dio la vuelta a España a
través del bisemanario “El Caso” (además de otros
muchos diarios que se hicieron eco del suceso
mediante la agencia de noticias que entonces era
Cifra).
En esas fechas, cuando yo tenía nueve años, mi
padre, Isidoro, fue operado a vida o muerte en la
clínica del Dr. Miranda, de León. Le tuvieron que
extraer coágulos de sangre en la cabeza, ocasionados
por una caída del tren, acaecida dos meses antes del día
de la operación, realizada el 31 de diciembre de 1953.
Por fortuna, y gracias a la pericia del Dr. Miranda, mi
padre “salió” con vida de aquel tremendo trance.
Extractado del libro autobiográfico “Memorias de
un marino del interior”
PASARELA VI
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REPORTAJE GRÁFICO: BARRIOS DE VEGA. “El otro lado” (I Parte)
Benito Álvarez
Pág. 12
PASARELA VI
PLANTAS MEDICINALES DE NUESTRA TIERRA. “La lepiota”
Enrique García (Zacos de Cepeda)
Lepiota (Macrolepiota Procera)
erece la pena dedicarle un artículo a esta seta,
ya que precisamente este otoño ha sido
especialmente generosa a la hora de aparecer
en nuestros campos. Es más, debemos dedicarle un
artículo para que aprendamos a apreciar su exquisito
sabor y, sobre todo, para estar seguros de no
equivocarnos a la hora de salir a recolectarla, ya que
dentro del género Lepiota, algunas son muy venenosas.
M
Es un hongo de gran tamaño, visible desde muy
lejos, lo que facilita su
búsqueda. Casi no haría
falta deciros que puede
localizarse en praderas y
matorrales con
a b u n d an t e ma t e r i a
orgánica. A lo largo del
año suelen aparecer en
abundancia en el mismo
lugar, produciendo
varios florecimientos o
cosechas, principalmente
en primavera y otoño
detrás de las lluvias,
también con menor frecuencia tras las tormentas de
verano y en inviernos suaves.
• Su color, así como la forma de auténtica
sombrilla, le hacen fácilmente identificable. Posee un
sombrero de 10 a 30 cm de diámetro, de color
blanquecino con características manchas pardas y
concéntricas que no son sino desgarraduras de la
cutícula. En el centro del sombrero, la mancha marrón
se hace más marcada y extensa.
• Las láminas de la parte inferior son blancas o
ligeramente amarillentas, numerosas y muy juntas.
• El pie es largo y fibroso, de 15 a 30 cm de altura,
con un típico dibujo pardo atigrado con bandas
jaspeadas que imitan la piel de la serpiente. Una
peculiaridad del tallo, es que presenta un anillo que se
despega, por lo que se puede subir y bajar sin
desprenderlo (anillo móvil).
• La carne es blanca, tierna, con
cierto olor y sabor a avellana o nuez.
Es un comestible muy apreciado,
salvo el fibroso y duro pie,
consumiéndose generalmente los
sombreros, que empanados como los
filetes, están exquisitos. De
verdadera “carne vegetal”, contiene
un 4% de proteínas, estando en este aspecto en cabeza
respecto al resto de las setas comestibles.
El interés por esta singular especie aparece incluso
en África, donde es recogido y desecado para consumir
en épocas de carestía o escasez.
En el género Lepiota hay que distinguir las de
mayor tamaño llamadas Macrolepiotas y que superan
los 11 cm de diámetro, frente a las especies pequeñas,
varias de las cuales son muy venenosas y que
solamente alcanzan tallas de unos 6 cm. Es el caso de
la Lepiota Cristata, de 2 a 5 cm que es muy tóxica y
que podría parecer una lepiota en miniatura.
La Macrolepiota rhacodes, se puede confundir con
nuestra seta,
pero conviene
tener en cuenta
que se puede
apreciar un
tono rojizo al
corte y también
se las distingue
por su menor
altura.
Os recomiendo para estar más seguros en su
recolección, que evitéis recoger lepiotas de menos de
10 cm de diámetro.
PASARELA VI
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NAZIS EN VEGA
Juan Carlos García. (Periodista)
azis alemanes estuvieron en Vega. Hace unos
años, un tío mío me contó que en la época de la
Guerra Civil, cayó un avión alemán en los
pinares de Vega. Varios días después de este accidente
aéreo y al caer la noche, se presentaron sigilosamente
en un bar del pueblo dos pilotos, hambrientos. Entraron
en el bar con los uniformes rotos, muy agobiados, con
temeridad; no hablaban ni una palabra en español. En
sus guerreras llevaban las marcas de haberse arrancado
o descosido los galones de graduación y otros escudos
con los iconos referentes al escuadrón al que
pertenecían. Era una medida de precaución por si eran
capturados en territorio enemigo. Ignoraban dónde
estaban. Eran militares de graduación.
N
Pidieron de comer, pero eran tan desconfiados que
no querían potaje ni otra comida preparada, solamente
señalaban detrás del mostrador las latas de conserva,
preferían comer alimentos precintados. Quizás
pensaban que podían envenenarles.
Una vez que averiguaron que estaban en zona
llamada por entonces “nacional”, pidieron ayuda y les
recogieron.
Este es más o menos, tal cual el relato que me contó
mi tío. Ignoro la fecha exacta en que pudo ocurrir,
también el tiempo que estos pilotos tuvieron víveres y
estuvieron en el monte sin bajar al pueblo. Ignoro en
qué bar estuvieron. Desconozco también cuántos días
estuvieron esperando a ser recogidos y otros
pormenores del accidente y la forzada estancia en
Vega. Quizás alguien de la zona, al leer este artículo,
pueda añadir información a este acontecimiento
ocurrido en nuestro pueblo en la época de la guerra. He
comentado esto con otros familiares y no tenían
conocimiento de estos hechos, no lo habían oído
nunca.
Mi conocimiento sobre los Nazis y la guerra civil
española era escaso. Sabía que las tropas de Franco
fueron ayudadas por la Legión Cóndor alemana, que
precisamente participó en el bombardeo de Guernica.
Por mera curiosidad he indagado para poder
conocer más sobre este episodio histórico. La ciudad
de Guernica en Vizcaya está muy lejos de Vega. Era
imposible que estos pilotos se perdieran tan lejos.
Pronto descubro que hubo un amplio despliegue de
la Legión Cóndor en La Virgen del Camino. Hay
abundante documentación en libros y periódicos, no
solo leoneses. Esto ya tiene sentido. Podemos afirmar
casi con rotundidad que estos legionarios procedían de
Pág. 14
esta Base Aérea, y un vuelo
desde este aeródromo a Vega
podría hacerse en más o menos
diez minutos.
Aunque hay mucha
información sobre las
operaciones e incursiones aéreas
de este escuadrón en
bombardeos en pueblos de León
y Asturias, no podemos conocer
la fecha del accidente del monte de Vega. Existen
documentos que atestiguan que la Legión Cóndor llegó
a León en noviembre de 1936. El 22 de mayo de 1939,
Franco despidió muy efusivamente, en León a la
Legión Cóndor. Todos los periódicos recogieron este
acontecimiento local profusamente. La flota alemana
recogió a los legionarios alemanes y el equipamiento
en Vigo. Por tanto, estuvieron los Nazis en la Virgen
del Camino un total de 29 meses. La mayor actividad
desplegada por este contingente fue hasta el otoño de
1937, cuando el ejército franquista acabó
completamente con el Frente Norte. De todos modos,
La Legión Condor desfila en León el 22 de mayo de 1936
estos escuadrones de la Virgen del Camino realizaban
otro tipo de misiones de retaguardia, además de ser un
destacamento de aviones de prueba, por lo que el avión
que cayó en Vega pudo ocurrir también después de ese
otoño de 1937, aunque no hubiera misiones de guerra
directa.
Gracias al estudioso Manuel González Álvarez, de
la Universidad de León, sabemos la dotación de
aviones que conformaba la Legión Cóndor del
aeródromo leones, por lo que podemos analizar
someramente cada tipo de avión, sin más pretensiones.
La Legión Cóndor entregó en León: TRECE
aviones Heinkel He–III.E, (un bombardero y de
transporte, un avión demasiado grande, con cuatro
PASARELA VI
Tengo la certeza de que los aviones en situaciones
de guerra siempre van con la dotación necesaria y
completa, ya que de lo contrario los hace vulnerables
y sería negligente por parte del Mando. Siguiendo esta
premisa podemos deducir, que estos pilotos alemanes
realizaban, supuestamente, un vuelo de toma
fotográfica o reconocimiento en un Henschel Hs–126,
(el único avión considerado biplaza que estaba en la
Base de la Virgen del Camino). En esta época y con
este tipo de aviones, muy diferentes a los actuales, la
meteorología es un factor importante y pudo ser causa
de un aterrizaje forzoso.
Henschel Hs–126. El avión que pudo caer en Vega.
pilotos a bordo). CINCO Dornier Do–17.P, (este era el
típico bombardero ligero, de la II Guerra Mundial, con
dotación también de cuatro pilotos). TREINTA Y
SEIS Messeschmitt Bf–109.E (Este tipo de avión de
combate, que un caza alemán pilotado por un solo
hombre y siempre operando en formación de cuatro).
CINCO Henschel Hs–126, (un avión de
reconocimiento y observación biplaza, DOS pilotos –
es el avión de la foto de este artículo–). DIEZ Junker
Ju–52/3m (un avión de transporte, con una tripulación
de cinco personas y diecisiete pasajeros). DOS Junker
W34 (Junker monomotor ligero de transporte,
evacuación y reconocimiento con DOS tripulantes y
seis pasajeros.). DOCE Henschel Hs–123, (era el típico
biplano monoplaza de bombardeo en picado que hemos
visto mucho en las películas en blanco y negro, de la
Primera Guerra Mundial). TRES Messeschmitt Bf 108,
(usado para labores de comunicación y enlace, con un
solo piloto y tres especialistas en comunicaciones).
CUATRO Fiesseler Fi–156, (un piloto y un pasajero,
aunque solía ir con tres tripulantes, pasó a la historia
como uno de los aviones más importantes de la
Segunda Guerra Mundial) y UN Kawasaki KI–32
(Comenzó a fabricarse en julio de 1938 en Japón, y no
tengo constancia de cuál era su cometido y aplicación,
pero es improbable que fuera este avión el del
accidente, porque no llegaría a la Virgen del Camino
seguramente hasta 1939, a pocos meses del final de
nuestra Guerra Civil).
Pero esto entra en el terreno de la suposición o la
ficción. Resulta casi imposible averiguar más detalles,
dado que todas las operaciones, y máxime, los
accidentes, están reflejados
en reportes secretos
internos. Para averiguar más
detalles sobre este accidente
en Vega, habría que
consultar archivos bélicos
en Alemania, y tener suerte,
suponiendo que se
conserven.
Por último, decir que
Wolfram von Richthofen, –
en la foto– fue el
comandante en jefe de la
Legión Cóndor en la base
aérea de la Virgen del
Camino.
PASARELA VI
Wolfram von Richthofen
Pág. 15
CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE DON ÁNGEL GONZÁLEZ ÁLVAREZ
Martín Martínez Martínez–2006
En el año 2016, se cumplen 100 años del nacimiento del eximio filósofo español,
natural de Magaz, Ángel González Álvarez, y residente durante los veranos en Vega.
La Semana Cultural de Vega, de agosto, estará dedicada este año a conmemorar el
Primer Centenario de su nacimiento.
El artículo que se incluye a continuación, publicado en El Faro Astorgano en 1997
escrito por Martín Martínez sirva para recordarnos la deuda que tenemos con nuestro
ilustre paisano.
Antonio García Álvarez
ay que decir sin rebozo alguno que González
Álvarez ha sido uno de los cepedanos más
ilustres de todos los tiempos y, sin embargo,
escasamente conocido en su comarca, y menos aún
reconocido, a excepción de algunos círculos intelectuales
y filosóficos.
H
Si ya en esta misma sección se ha registrado el nombre
de Eugenio de Nora, otro cepedano universal por su
poesía, justo es que se plasme también el de Ángel
González; porque aparte de su contrastada categoría
intelectual, estaba la calidad humana y el sentido que él
tenía de la provincialidad, díganlo si no todos los leoneses
que pasaron por la universidad madrileña y por su cátedra,
o simplemente los muchos que se acercaban a Madrid y
necesitaban la ayuda de González Álvarez; cuentan y no
acaban.
Había nacido en el año 1916 en la localidad de Magaz
de Cepeda estudiando el bachillerato en Ponferrada y
magisterio en León, profesión que ejerció muy poco
tiempo, pues se trasladó a Madrid para licenciarse y
doctorarse en Filosofía, consiguiendo en ambos casos las
máximas calificaciones; imparte clases en el instituto de
La Coruña y gana
la cátedra de
M etafísica (su
materia preferida)
en la universidad
de Murcia. Con
motivo de su
asistencia a un
congreso
en
Argentina es tentado por la universidad de Cuyo y durante
cinco años, del 48 al 53, dirigió la cátedra de aquella
universidad; a su regreso y siempre con la brillantez que
le caracterizaba consigue, por medio de oposición, la
cátedra de Madrid.
Como otras muchas personalidades es tentado `por la
política de aquella época, en su caso en el campo de la
docencia, y así va ocupando cargos tan importantes como
Director General de Enseñanza Media, presidente del
Patronato Menéndez Pelayo. Director de algún colegio
mayor, donde favorecerá a muchos leoneses. Consejero
del Reino o Rector de la Complutense de Madrid, de la
que también, otro célebre –cuasi– cepedano, Lázaro
Pág. 16
Bardón, lo había sido en el siglo
pasado; éste como autoridad docente española estuvo
invitado, en 1869, a la inauguración del canal de Suez.
La vida política de González Álvarez fue más
provechosa para la provincia que para él mismo; en su
etapa de Director General de Enseñanza Media, como
diría la juventud de hoy en día, se pasó en beneficio de la
provincia leonesa, a la que sembró, literalmente, de
institutos de bachillerato. Y eso que solamente ejerció
como tal durante cinco años. En su descargo hay que
anotar que en aquellos años, nuestra provincia no contaba
con más centros de Enseñanza Media que los de León,
Astorga y Ponferrada. Cada localidad leonesa que sentía
el deseo de contar con un centro de esas características,
con hacer una visita al Director General, al Alcalde o a las
fuerzas vivas, y poner terrenos a disposición del
Ministerio, el instituto era un hecho. Díganlo si no los
centros creados en La Bañeza, Veguellina de Órbigo,
Carrizo de la Ribera o Santa María del Páramo y una
docena más repartidos por toda la provincia o en la propia
ciudad de León.
En Astorga él apadrinó la construcción del edificio de
la calle Los Sitios, así como el de la Sección Delegada, al
quedarse, inmediatamente, pequeño el edificio matriz.
Naturalmente que ello fue un buen motivo para que
Astorga bautizara a un colegio con su nombre, unos años
después; merecido se lo tenía porque, además, González
Álvarez era el padrino universitario de cuantos leoneses
llagaran a Madrid; y no digamos si estudiaban Filosofía o
si eran cepedanos.
Su amplia actividad docente y política no le restaba
tiempo, que robaba al sueño, para desarrollar una intensa
vida intelectual impartiendo conferencias, o para escribir
varios libros de Metafísica, Filosofía y aun Teología, así
como diversos manuales y tratados como libros de texto,
recomendados en varias universidades. Por todo ello se
hizo acreedor a diversas distinciones y condecoraciones
como ser miembro de la Real Academia de Ciencias
Morales, la Encomienda de Isabel la Católica o la Gran
Cruz de Alfonso X El Sabio. Falleció en Madrid el año
1991, perdiendo León un gran valedor.
(El Faro Astorgano, 1997)
PASARELA VI
JORNADAS CULTURALES FIESTAS DE AGOSO 15
Benito Álvarez
PASARELA VI
Pág. 17
CONVERSANDO CON AMPARO CORDERO FERNÁNDEZ
Porfirio González
mparo nació en Magaz de Cepeda el 11 de
noviembre de 1920. Casada con Felipe García
González es madre de tres hijos: Felipe, José
Ángel y Emérita.
A
Una tarde del pasado mes
de agosto, me dirigí a la casa
de Amparo con la ilusión de
charlar un rato con ella. Como
siempre, me recibió con gran
amabilidad. Hablamos de
asuntos del presente y del
pasado, disfrutando de la gran
memoria que posee.
–P.– ¿Nos puede contar
algún recuerdo de los años de
su infancia y juventud?
Mery y Amparo
–A.– Recuerdo que los pueblos no estaban tan
limpios como ahora. Las calles tenían mucho barro y
todos utilizábamos galochas para ir de un lugar a otro.
También recuerdo que en Magaz, Vega y Zacos hubo
luz eléctrica desde 1923; los demás pueblos seguían
iluminándose con candiles o bien con urces. Esto fue
un avance muy importante para nosotros.
–P.– ¿Conoció a Don Ángel González Álvarez en la
escuela? ¿Recuerda alguna anécdota sobre él?
–A.– Me acuerdo que Don Ángel destacaba mucho
en los estudios y que el maestro Don Julián Canseco,
padre del señor Secundino, comprobando que las
enseñanzas que impartía ya las dominaba, aconsejó a
los padres que le dieran más estudios en Astorga. Los
padres siguieron los consejos del maestro D. Julián. Y
en relación con otras actividades, recuerdo que Don
Ángel llevaba las vacas a pastar a los prados, ya que
sus padres tenían ganado. También recuerdo que
trillaba con un caballo al que no dominaba totalmente,
de vez en cuando el caballo se le ponía de manos y no
obedecía sus órdenes. Don Ángel vivía en la casa que
actualmente posee Santos González.
tenían mucha vida. Había partidas de
cartas con mucha solera en las que se
enfrentaban siempre los mismos
jugadores.
–P.– ¿Cómo se vivía en Magaz
durante la II República y en la
Guerra Civil de 1936 a 1939?
¿Guarda algún recuerdo de esos años?
–A.– El pueblo recibió con entusiasmo la II
República. La vida siguió igual, pero pronto se
produjeron algunos sucesos que alteraron el orden.
Recuerdo que un señor de Porqueros entró en la
escuela y mandó quitar el crucifijo y el cuadro de
Alfonso XIII. La maestra le dijo que ella se llevaba el
crucifijo a su casa, con la intención de volver a ponerlo
en su sitio cuando las circunstancias lo permitieran. El
pueblo era en su mayoría católico y rechazó las
medidas contrarias a las prácticas religiosas.
Con la Guerra se llamó a las catorce últimas quintas
de soldados, empezando por la quinta del 36. En cada
quinta había siete u ocho mozos de cada pueblo.
Murieron en la Guerra cuatro o cinco, uno era de Vega,
otro de Magaz, Joaquín González Álvarez, hermano de
Don Ángel.
Varios “quintos”de Vega durante la Guerra de 1936
–P.– ¿Cómo era Vega cuando usted vino a vivir el
año 1940?
–P.– ¿Qué cree que habría que hacer para que
nuestros pueblos no sigan despoblándose?
–A.– Vega tenía la fábrica de harinas donde
trabajaban cuatro o cinco obreros, también había
almacenes y tiendas, como la de la señora Eugenia y la
del señor Felipe, que principalmente vendía vino en
pellejos, bacalao, etc. Las medidas que se empleaban
eran las libras, las arrobas, las toneladas; apenas se
utilizaban los kilos. Luego fueron abriendo más
comercios, que muchos hemos conocido. Los bares
–A.– Pienso que son necesarias personas que tengan
iniciativas para instalar alguna fábrica que proporcione
puestos de trabajo, ya que en estos pueblos se puede
vivir bien teniendo un poco de dinero, debido a que
además existen unas tierras de cultivo fértiles.
Pág. 18
–P.– Conoció los pendones de Vega y de Magaz?
¿Cuándo los sacaban a la calle?
–A.– Vi muchos años la salida de los pendones en
PASARELA VI
las procesiones que teníamos por la tarde en la fiesta
de Nuestra Señora, y también en San Pedro por la
mañana.
El pendón medía unos diez metros y llevaba dos
cordeles laterales para mantenerlo verticalmente. Los
colores del pendón de Vega eran rojo, amarillo y
–A.– Veo que ahora tenemos todas las
comodidades, pero sin embargo hay más depresiones
y aburrimiento. Antes, nadie se aburría, había más
intimidad y unión en las familias.
–P.– Nos puede dar algunos consejos para llegar a
su edad con tanta salud y lucidez de conocimientos?
–A.– Yo he trabajado mucho; también he leído y
disfrutado en los quehaceres que he realizado. En
cuanto a la comida, no he sido comilona. Me gusta el
puchero y no necesito más platos de carne o pescado;
y para beber suelo tomar algo de vino con casera en las
comidas; pero llegar a esta edad es un don que lo da la
naturaleza de cada uno.
Y finalizamos la conversación hablando de los
romances que aprendían y recitaban algunas personas
mayores. Me dijo que sabía uno titulado “El
Huerfanito”. Lo recitó sin titubear, dándole mucha
expresividad y sentimiento. Confieso que me
transmitió la emoción con la que recitó el romance.
Agradeciéndole su amabilidad y el rato agradable
de conversación que habíamos mantenido, nos
despedimos.
verde. Hacía falta tener maña y fuerza para llevarlo.
Los últimos que lo pasearon fueron el señor Urbano y
Pepe, que era cuñado del señor Daniel. El pendón dejó
de salir en las procesiones debido a los cables que
cruzaban las calles.
–P.– ¿Cómo era en sus tiempos jóvenes la vida
social en Vega?
–A.– Los domingos venían los mozos de los
pueblos a los salones de baile que había en el pueblo.
Las mozas entraban gratis, los mozos pagaban la
entrada. Cuando pasaba el tren Jaimito y el Correo, las
mozas salían para ir a la estación a saludar a los
soldados y viajeros que iban en los trenes, luego
volvían al baile. En la víspera de Reyes se tenía una
gran fiesta; tocaba la orquesta de los “Cirolines”. Esta
fiesta se perdió cuando la juventud comenzó a emigrar,
debido al trabajo o al estudio.
–P.– ¿Cuál es el acontecimiento que más le ha
llamado la atención durante los años vividos?
–A.– Lo que más me ha llamado la atención es lo
despoblados que han quedado los pueblos y que no
haya niños en las escuelas, a pesar de que la vida ha
mejorado mucho.
–P.– ¿Cree que la gente es más feliz ahora que
antes?
PASARELA VI
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RETRATO DE VEGA MAGAZ EN LOS AÑOS 70 DEL SIGLO XX
Marisa García Alonso
n mi afán por irme desprendiendo de objetos y
papeles acumulados a lo largo de mi vida, ahora
que dispongo de algún tiempo libre, me encontré
recientemente con un trabajo que, en 1971, realicé para la
asignatura de Geografía en el 2º curso de mi carrera de
Filosofía y Letras, titulado “Estudio geográfico de Vega
Magaz”. En él pretendía hacer un estudio de los diferentes
aspectos físicos, humanos y económicos de este pueblo
que “aunque pequeño presenta unas características
propias que lo diferencian de los demás de su entorno”.
Los datos que constan proceden de fuentes fidedignas
como los archivos del ayuntamiento, la parroquia y
observaciones e informaciones directas.
E
Pues bien, en estos momentos en que se cuestiona la
unidad territorial de la Cepeda, se me ocurre que, pasadas
cinco décadas, podría ser interesante dar una visión de lo
que era Vega de Magaz hace 50 años y confrontarla con
lo que es hoy día.
El espacio (Encuadre comarcal, vías
comunicación, geo–morfología, clima, hábitat)
de
El pueblo de Vega de Magaz está situado en la zona
central de la provincia de León, un poco al oeste, a 60 Km
de León capital por carretera y a 15 Km de Astorga, a
cuyo partido judicial pertenece. Encuadrada en la unidad
territorial llamada Cepeda que, junto con la Valduerna,
Maragatería, Sequeda, el Páramo, la Ribera, etc.,
constituyen la región leonesa encuadrada en la Meseta.
Junto con otros cinco pueblos pertenece al municipio de
Magaz de Cepeda que tiene una superficie de 72km2, 45
ha, altitud de 907,7 m y una población de 1.795
habitantes, siendo el pueblo más importante de este
municipio. Está situado en una pequeña vega, en la que
existen otros dos pueblos distantes 1 km de él, es pequeño
y está rodeado de montañas pobladas de pinos y robles.
Lo atraviesa el rio Porcos que nace en el Puerto de
Manzanal. Es también atravesado por el ferrocarril
Madrid–Coruña y tiene una estación con buenos accesos
desde diferentes puntos de la comarca.
El suelo, con textura arcillosa y con un pH bajo,
requiere el uso intenso de fertilizantes siendo los más
usuales el superfosfato de cal y la potasa. Los
nitrogenados y amoniacales se emplean cuando los
productos están en crecimiento.
El clima es continental, con contrastes violentos y
rigores extremos, vientos fríos y secos, altas presiones,
largas etapas de heladas y lluvias en general escasas y mal
distribuidas. El hábitat es muy concentrado y agrupado, y
el 80% de los edificios son de moderna construcción.
Demografía (Evolución de la población, pirámide,
índice de natalidad y mortalidad).
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Según el último censo, el número
de habitantes es de 394. El análisis
de la evolución poblacional nos
muestra lo siguiente:
1885 – 235 habitantes
1925 – 334 “ “
1930 – 415 “ “
1940 – 413 “ “
1950 – 420 “ “
1960 – 408 “ “
1965 – 428 “ “
1971 – 394 “ “
Se puede apreciar
un
descenso
significativo de la
población en los
últimos cinco años
d e b i d o
fundamentalmente al movimiento de emigración que, no
siendo aún fuerte, ya se hace notar. La emigración al
extranjero es nula y según la profesión la que más emigra
es la obrera, los pequeños propietarios que dejan sus
tierras en arrendamiento, y profesionales con estudios. A
pesar de este descenso, el pueblo, debido a que tiene
bastante industria y un nivel de vida razonable, se
mantiene mejor que los de su alrededor, donde el éxodo
rural es mucho más acentuado. A modo de comparación,
Vega de Magaz tiene actualmente 117 habitantes. Entre
los años 1960 a 1971 el índice de natalidad es de 79
nacimientos (19,7%); el índice de mortalidad de 45
muertos (11,1%); y el índice de vejez es de 0,8%, siendo
el crecimiento vegetativo de la población positivo (8%).
Los matrimonios han sido 30 y el índice de mortalidad
infantil es prácticamente nulo.
Podemos ver por la forma de la pirámide que la
población, en que predominan las edades maduras, está en
proceso de envejecimiento, con una natalidad media,
mortalidad baja y esperanza de vida elevada. Se notan
también huecos de los 25 a 35 años debido al éxodo
creciente.
Sectores y fuentes de producción
En el Sector Primario, lo que se refiere a la
agricultura, el pueblo tiene un total de 776 ha de terreno
de las que 337 ha son comunales y en su mayor parte de
secano, 352 ha son particulares de secano y 98 ha de
regadío. El cultivo de las tierras de secano ofrece un
paisaje de campos abiertos con régimen tradicional de
bienio cultivo/barbecho y los principales productos son
PASARELA VI
cereales, pinos, viñedos, frutales, entre los que destacan
los manzanos de reineta de gran calidad. El paisaje
agrario de regadío ofrece un aspecto cerrado debido a la
pequeña propiedad y cultivos intensivos, siendo los
principales la patata, alubias, semillas remolacheras por
contrato con la azucarera de Veguellina de Órbigo. Ahora
empieza a cultivarse el lúpulo.
La estructura de la propiedad es el minifundismo cuyo
origen hay que buscarlo seguramente en la propiedad
colectiva familiar que, por medio de reparticiones de
herencia, se fue fragmentando progresivamente. La
explotación se hace por el propietario en la mayoría de los
casos aunque también existe la aparcería y arrendamiento.
Como aún no se ha llevado a cabo la concentración
parcelaria, la introducción de maquinaria moderna se
realiza en pequeña escala y la economía agraria sigue
estacionada. La población agrícola ha descendido mucho,
existiendo actualmente unos 30 agricultores, los cuales en
general tienen bajos ingresos.
La comercialización de los productos, al no existir
cooperativas, se hace entregándolos directamente a varios
almacenes de intermediarios que los exportan para otras
regiones de España e incluso para el extranjero.
La ganadería está dirigida al autoconsumo, su fin no es
la producción a gran escala, en invierno es estabulada y
en verano aprovecha los rastrojos de los campos de
cereales y los prados naturales que son abundantes. En
ganadería ovina hay dos rebaños importantes. En ganado
vacuno de fuerza cada agricultor tiene el necesario para el
trabajo agrícola y también es importante la ganadería
lechera, siendo esta uno de los principales ingresos para
los agricultores de la zona.
En el Sector Secundario se constata que casi la mitad
de la población vive de la pequeña industria: carpinteros,
aserradores, talleres de reparación de maquinaria agrícola,
construcción, pintores, etc. Destaca una fábrica de
gaseosas y una fábrica de harinas importante con Servicio
Nacional de Cereales que recoge el trigo de toda la
comarca.
En el Sector Terciario, en lo que respecta al
funcionariado, se cuentan los dos maestros, veterinario,
médico, farmacéutico, alcalde y secretario que, aunque el
pueblo no es cabeza de municipio, residen en él.
En lo que se refiere al comercio se puede afirmar que
este, junto con la industria, es lo que da más vida al
pueblo: hay tres exportadoras importantes de los frutos
agrícolas de la comarca, especialmente patatas, para lo
cual el ferrocarril contribuye en gran medida; cuatro
tiendas de ultramarinos, dos de tejidos, dos sastrerías,
cinco bares, dos carnecerías, dos panaderías y pescadería,
barbería, farmacia, transportistas, taxista, telefonista, etc.,
por citar algunos ejemplos más conocidos.
Aspectos socio–profesionales (Nivel cultural y nivel
de vida)
En consecuencia de la caracterización anteriormente
realizada, no se puede considerar al pueblo como agrícola
ya que más de la mitad de la población vive de la pequeña
industria y comercio, por lo que este es el centro de los de
su alrededor y de parte de la Cepeda. Aunque como
hemos visto, en su mayoría la ocupación de los habitantes
del pueblo está dirigida al autoconsumo interno, existe
también, aunque en pequeño porcentaje, una economía
abierta hacia el comercio exterior con profesiones
especializadas en negocios de alguna monta. La población
obrera es muy baja, habiendo un porcentaje elevado de
obreros de los pueblos cercanos. La población agrícola ha
descendido mucho debido a que o ha emigrado o pasado
al sector de la industria como consecuencia de la falta de
rentabilidad del sistema de propiedad pequeña e
individual. Por esto, los jóvenes huyen del campo
buscando un nivel de vida mejor y también mejores
cualificaciones que permitan una movilidad social.
El nivel cultural es medio, casi todos los jóvenes
cursan estudios de segunda enseñanza, de formación
profesional o universitarios, siendo esta una de las causas
principales de la emigración de los jóvenes que al
terminar sus estudios buscan colocación en otros lugares.
Hay dos escuelas nacionales con una matrícula de
unos 20 niños en cada una y se puede afirmar que un 90%
al terminar la enseñanza primaria siguen estudiando fuera,
en Astorga y en León principalmente. El analfabetismo
está erradicado incluso entre la gente de edad más
avanzada. Tampoco existe ningún portador de deficiencia.
Para concluir, podemos señalar que Vega tiene un
nivel de vida medio, tanto en el plano material como en el
cultural, lo que se manifiesta en un alto porcentaje de
coches, televisión, frigoríficos, agua corriente, etc. El
número de teléfonos es de 60.
Si comparamos este retrato más o menos fidedigno de
lo que Vega de Magaz fue en aquella década –donde ya
se iniciaba un declinar de sus enormes potencialidades
socio–económicas y culturales, que lo diferenciaban de
todos los otros pueblos de su alrededor–, con la situación
actual del pueblo, verificamos que todos los indicadores
han decrecido de forma substancial. Solo en los meses de
verano el pueblo vuelve a adquirir el colorido y empuje
que lo caracterizaron. Nos queda el paisaje, el cuidado en
el remozar de sus bonitas y grandes casas y sobretodo el
factor humano, resultado de la confianza que aquellas
familias de agricultores, comerciantes e industriales
depositaron en la educación y promoción cultural y social
de sus hijos. Eso es algo que queda para siempre.
PASARELA VI
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BODA DE MANOLO Y MARGA
Benito Álvarez
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PASARELA VI
MEMORIAL DE PEPÍN DE LA CALZADA
EN MEMORIA DE PEPÍN DE LA CALZADA BLANCO
VEGA
NO TE OLVIDA
FUISTE UNA GRAN PERSONA QUE AMÓ A SU TIERRA Y A SUS PAISANOS
DESCANSA EN LA PAZ DEL SEÑOR EN QUIEN CONFIASTE
PASARELA VI
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ALGUNAS INSTANTÁNEAS DE VEGA Y ZACOS
Benito Álvarez

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