Pasarela_VI.
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SUMARIO PRESENTACIÓN. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3 Tomás Álvarez VEGA A PRIMERA VISTA. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4 Ángeles Bravo LA CEPEDA, PUERTO DE MAR. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6 Agustín Luis Fernández González LA MATANZA DE LOS GOCHOS. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8 Julián García Fernández VIVENCIAS DE UN MARINO MERCANTE DE VEGA MAGAZ (II Parte). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10 Paco García Cara REPORTAJE GRÁFICO: BARRIOS DE VEGA. “El otro lado” (I Parte). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 12 Benito Álvarez PLANTAS MEDICINALES DE NUESTRA TIERRA. “La lepiota”.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13 Enrique García (Zacos de Cepeda) NAZIS EN VEGA. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 14 Juan Carlos García. (Periodista) CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE DON ÁNGEL GONZÁLEZ ÁLVAREZ. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 16 Martín Martínez Martínez–2006 JORNADAS CULTURALES FIESTAS DE AGOSO 15. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17 Benito Álvarez CONVERSANDO CON AMPARO CORDERO FERNÁNDEZ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 18 Porfirio González RETRATO DE VEGA MAGAZ EN LOS AÑOS 70 DEL SIGLO XX. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 20 Marisa García Alonso BODA DE MANOLO Y MARGA. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 22 Benito Álvarez MEMORIAL DE PEPÍN DE LA CALZADA. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23 ALGUNAS INSTANTÁNEAS DE VEGA Y ZACOS. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24 Benito Álvarez SOMOS CEPEDANOS BLOG DE VEGA MAGAZ : vegademagaz.blogspot.com.es (Autor: Juan Rojas Escribano) Editada y dirigida por: La Comisión Organizadora de la Semana Cultural Portada: Benito Álvarez Pág. 2 PASARELA VI PRESENTACIÓN Tomás Álvarez Amar la tierra l primer paso para asentar nuestra propia dignidad es el de respetar, amar y defender a nuestra tierra y a nuestra propia estirpe; incluso reconociendo la humildad de nuestro paisaje y de nuestra sociedad. E La Cepeda no posee grandezas góticas ni héroes legendarios. Posee, eso sí, un territorio bello de pequeños valles y montes de secano; de bosquecillos de roble que abrazan centenales humildes y praderías, donde surgen fuentes de aguas ferruginosas en las que calman su sed corzos y pinzones. Y posee también gentes esforzadas, sencillas, de mirada limpia y manos agrietadas por el esfuerzo… Tierra sencilla y amada… Nuestro gran poeta, Eugenio de Nora, escribía en su poema Viñas sedientas: “Mucho amo, / con mi ternura antigua, / esta tierra tan seca: limpia y áspera, / y humilde, y propia como el alma, / tierra mía de anhelo!” Una tierra–madre que tampoco es rica en industrias ni finanzas. Su mayor riqueza son sus gentes, muchas de las cuales –como en el poema Ítaca, de Constantin Kavafis– marcharon a un largo viaje y cuando retornan se encuentran con un mundo que poco puede ofrecerle: “Ítaca te brindó un hermoso viaje./ Sin ella no habrías emprendido el camino./ Pero no tiene ya otra cosa que darte. / Aunque la halles pobre, Ítaca no te engañará.” La Cepeda –como Ítaca– te dio lo que podía darte: Una gente que te ama; un territorio de azules y verdes infinitos; un pequeño mundo de cigüeñas, gorriones, urracas y abubillas; un espacio de aguas limpias en las que se reflejan las ondulantes ramas de los salgueros y ramajos. La Cepeda te dio el calor de la lumbre en nuestro invierno siberiano, y el color de las malvas, margaritas, peonías silvestres o de los brillantes calderones esparcidos en el verde primaveral de los prados que hollaste de niño. La Cepeda no puede darte casi nada; pero tú si puedes darle algo. Puedes inculcar a tus hijos el amor a este espacio; puedes defender su derecho a existir; Capitel románico de Montealegre puedes reclamar la mejora de sus infraestructuras… Y puedes promover su vida cultural; apoyando iniciativas como la Pasarela o como el encuentro anual de Versos a Oliegos. La Cepeda tiene también una Asociación Cultural comarcal, la Rey Ordoño I, Amigos de La Cepeda, en la que están implicados cepedanos de todos los lugares de la comarca, quienes ayudan a organizar exposiciones, publicar libros, trazar rutas ecoturísticas… defender y salvar la memoria colectiva. Este año, por ejemplo, hemos ahondado en las raíces cepedanas de Teresa de Jesús. En estos días aparece el libro sobre el tema, apoyado también por el ayuntamiento de Quintana del Castillo, con ensayos e imágenes de la magnífica exposición que hicimos en agosto sobre La Cepeda y la Santa. Nadie, salvo nosotros, se acordó en la provincia de León de la vinculación de La Cepeda y Teresa de Jesús… Lo mismo que nadie se acordó, salvo nosotros, del centenario de la Batalla de los Altos de Cogorderos, una de las escasas batallas ganadas por los españoles en la Guerra de la Independencia, y cuyo principal protagonista, muerto sobre tierra cepedana, tiene su nombre inscrito en el Arco de Triunfo de los Campos Elíseos de París. La Asociación cubre el hueco que deja la incultura de nuestros gobernantes. Gracias a ella nuestra memoria existe. Turi Aller, casi un convecino de Vega, es el presidente de la Asociación. Sólo tienes que darle tu nombre para que te incluya en el número de quienes sostenemos este proyecto… Ánimo. Nuestra Tierra–Madre, La Cepeda, existirá y será respetada mientras nosotros mismos trabajemos y nos esforcemos en ello. Ruinas del castillo de Quintana del C. PASARELA VI Firma de Santa Teresa Pág. 3 VEGA A PRIMERA VISTA Ángeles Bravo S eguramente alguna vez os habréis preguntado cómo ven Vega los visitantes. Intentaré acercaros mi primera impresión. Recuerdo claramente el tramo de Villamejil a Vega, me pareció que estaba adentrándome en un lugar muy escondido, muy apartado del mundo donde encontraría todos los signos propios de un entorno rural. Nada más lejos de la realidad. Cuál fue mi sorpresa al ver casas señoriales con bonitos tejados de pizarra, coquetas galerías acristaladas, alguna noble escalinata, un elegante chalet, una farmacia con solera y una fábrica de harinas. En sólo unos pasos me di cuenta de que estaba en el centro mismo de una pequeña capital con las reminiscencias de un lugar con antiguo poderío. Esta impresión se hizo más contundente cuando vi a las señoras de Vega. Guapísimas, estilosas y elegantes a cualquier hora del día, lo que no sólo era admirable sino sorprendente. Y para sensación imborrable la que me dejó el comercio de Luis. Me gustaba curiosear por aquel caótico universo y respirar su mezcla de aromas a madera y felpa. Sabía que estaba en un espacio único en peligro de extinción, por lo tanto quería disfrutar de su inconfundible sabor añejo y cualquier excusa era buena para comprar y perderme un rato entre aquella marea de objetos. Siguiendo el rastro de su largo y robusto mostrador encontré una pequeña y decorativa galocha de madera –en la foto– que por supuesto compré para conservar un trocito del Comercio entre mis cosas cotidianas. Luis, siempre atento y Pág. 4 servicial era el comercio mismo, siempre tenía lo que necesitabas. (Este verano 2015 tuve ocasión de ver el museo del comercio que amablemente me enseñó Manolita y compartir con ella unos minutos de nostalgia). Otro de mis rincones favoritos era el Bar de Loli. Recuerdo una mesa grande de madera con un largo banco a la puerta, donde se improvisaba la conversación con los vecinos. Este local tenía sabor a viejo café, un lugar de tertulia y cartas. Me proporcionaba una enorme calma y me devolvía algunos recuerdos de mi infancia al ver que todavía conservaba, por ejemplo, el juego de la rana. Una tranquilidad que imprimía siempre una discreta y amable Loli. En el bar de Loli oí por primera vez pedir “un butano”, no sabía que se referían a un refresco de naranja. Poco a poco fui conociendo las singularidades de la zona. Siempre me habían dicho que en Vega había habido “dos de todo”. Y el otro bar, era ni más ni menos que el Bar de Nisio. Allí tuve la oportunidad de ver al pueblo mismo en todo su esplendor tras la misa de domingo, todo un torbellino de vida. Allí estaba Vega y alrededores con todo su bullicio. Recuerdo un sinfín de saludos, besos y muchas presentaciones entre mosto y mosto, una de las bebidas más reclamadas acompañadas de unos riquísimos callos, tapa de la casa que yo creo han hecho historia, aunque siempre me recuerdan que los del antiguo bar de Andrés lo superaban. Historia han hecho también Nisio y Tere. Ambos me recibieron siempre con una entrañable sonrisa que me hacían sentir como en casa. Y entre las curiosidades que encontré en Vega, “la Liebre”. Vicente, el socio, fue una de las primeras personas que conocí. Me abrió las puertas de lo que guardaba como un tesoro. Su anticuario particular, con una historia y una emoción detrás de cada objeto que me explicaba con enorme gracejo y simpatía. Y siempre detrás, callada pero asintiendo, Maruja. Ahora evito mirar hacia su casa, en venta y cerrada a cal y canto. Siguiendo con aquel primer recorrido por Vega, recuerdo que bajo ese ambiente tranquilo y relajado había mucha actividad. Así me encontré con la fábrica de harina, la tienda de Libi, la tienda de Nati, y Muebles Villanueva –para mí la tienda de Toño– y la PASARELA VI Gaseosera. Años después, con algo más de confianza me atreví a pedir una botella pequeña de Gaseosa de recuerdo. Hoy es uno de mis objetos preferidos de Vega. Vega me depararía otra sorpresa… la tienda–taller de los ceramistas. Había una f i g u r a , qu e representaba a un obispo y que estaba de adorno en todas las casas en las que yo entraba. Tengo que confesar que nunca le vi parecido alguno con un obispo, en cualquier caso me intimidaba tener una autoridad eclesiástica en la estantería del salón así es que opté por comprarles una típica casita de barro cepedana. Una forma de empezar a establecer vínculos con la comarca. me ha quedado claro en estos años es que fue un buen maestro, “el maestro”. El Bosque, la Escuela, lo que quedaba del Cine… fueron rincones de los que disfruté en mi primer viaje hace casi treinta años a Vega. VEGA con sólo cuatro letras, suena por cierto muy bien, tanto que podría ser un bonito nombre de niña. En mi primer paseo por Vega, recuerdo una pequeña y abandonada estación con un enorme poder evocador, donde imaginaba los mejores años comerciales de los que tanto había oído hablar en torno al ferrocarril. El paseo por la estación es desde entonces una costumbre en mis tardes de verano. Y muy buen recuerdo me queda de aquellas tardes en las que parecía que el tiempo se detenía en torno al río, en el bosque. Uno de los parajes más acogedores de Vega. Me llamó la atención la iglesia, por su construcción moderna que no impedía por otra parte que tuviera su correspondiente y clásico nido de cigüeña, como cualquier iglesia centenaria. No voy a acabar este artículo sin citar las pequeñas escuelas cargadas de historias que me contaba Juan Carlos –mi marido– cuando él, de niño estudiaba allí. Y me gustó imaginar a “los rapaces” llevando la cestita de leña para calentar la escuela o cuando el maestro les daba la miel para la merienda, o todos los niños jugando a “pica y a rasca”. Tuve la suerte de conocer a Don Pepe, porque lo que PASARELA VI Pág. 5 LA CEPEDA, PUERTO DE MAR Agustín Luis Fernández González uenos días paisano! –Me saluda Luis, mi pescadero de cabecera, en las bulliciosas mañanas del Mercado de Maravillas–. ¿Has visto los boquerones que tengo hoy? ¡Vaya tamaño! ¡Buenísimos para vinagre! ¡B Refulgen los peces descansando en su lecho de hielo como bisturíes recién afilados ordenados sobre la mesa de un quirófano. Como un ceremonioso mago, su blusa orlada de lentejuelas desprendidas del lomo de la última merluza, Luis se hace a un lado y con un gesto casi solemne de ambas manos me presenta la siguiente maravilla: –¿Y los salmonetitos? De roca, de Santa Pola, pescados ayer mismo. ¡Vaya fritura! El intenso y refulgente rojo de las escamas me hace dudar entre echarlos a la sartén como me sugiere Luis, o adquirir una sola pieza y transformarla en un broche estilo Bulgari. Mi vista se desvía hacia la inmensa cabeza de un congrio que me contempla con fijeza desafiante desde lo alto del tendido de hielo. –Dieciséis kilos pesó el jodío. –Presume Luis fanfarrón como un pescador de caña, dejando caer sonoros pescozones sobre el descomunal y sinuoso ejemplar–. ¡Menudo cogote! Grueso como el muslo de Cristiano Ronaldo. Si quieres, te lo enceto. El oficio de cocinero y el que dicen más antiguo del mundo presentan numerosos paralelismos. Si en uno se empieza la jornada haciendo la calle, en el otro es inexcusable comenzarla haciendo la plaza. Disfruto en mis madrugadoras peregrinaciones por los mercados de Madrid, y ya en mis primeras visitas, hace algunos años más de los que uno quisiera, no dejó de sorprenderme detectar, entre el incisivo sonido del rascar de chairas y aceradas medias lunas, cierto acento, adornado de una sincopada musicalidad, que me resultaba extrañamente familiar en el habla de los dueños y encargados de los mejores puestos de pescado. Quizás fue a Luis al primero que le pregunté desde donde había venido para dar con sus huesos cerca de Cuatro Caminos en pleno barrio de Tetuán. –Soy de un pueblo pequeñito de León –cerca de Astorga– me respondió. Desde entonces para Luis dejé de ser Agustín y pasé a ser su Paisano, aunque en realidad, a lo sumo, no pase de paisano consorte. Por mera curiosidad continué indagando en aquellas pescaderías en las que el áspero deje vallecano o el chulesco soniquete de Carabanchel no se habían abierto camino entre las marmóreas colas de rape o acharoladas conchas del mejillón obteniendo respuestas análogas. Entre cepedanos y maragatos se corta el bacalao, al menos el mejor bacalao fresco, en los más prestigiosos mostradores de la capital. –Y ¿Cómo es que acabaste viniendo a Madrid? –Ya ves –me responde lacónico mientras desespina mirando al tendido y con precisión quirúrgica una dorada que, abierta a lo largo, exhibe impúdica sus grasas carnes–. Hace ya cuarenta años mi cuñado, que ya estaba aquí en Madrid, me llamó porque iba a abrir otra pescadería, para echarle una mano, ya sabes… y aquí me quedé. La historia se repetía bien fuese en el mercado de Maravillas, en el de La Paz o el de Chamartín. Cuando no era un cuñado, era un primo avispado, o si no un tío que un buen día se fue sin decir adiós, el que había tentado al Luis de turno, ofreciéndole el cebo de un sueldo fijo, deslumbrándolo con los cromados del coche nuevo con que aparecía de vacaciones cada verano por el pueblo, acabando por engancharlo al anzuelo del fajo de billetes que emergía potente del bolsillo para pagar una ronda en el bar. Eran años difíciles en el mundo rural, desde El Régimen se favorecía la actividad económica de determinadas ciudades en detrimento de otras y del campo en general, que así perdió la parte más joven y emprendedora de un par de generaciones que acudieron como polillas atraídas por la luz de la gran ciudad para quemarse en ella. –Cuando llegué, al principio, empecé de traidor. –¿De traidor? ¿Cómo es eso? Le pregunto extrañado. –¡Anda, como mi mujer! – Exclamé satisfecho de que se confirmasen mis sospechas–. Todavía conserva casa allí y nos escapamos de vez en cuando en busca de tranquilidad. –Eso allí no falta. Pág. 6 PASARELA VI –Pues todo el rato era eso de “Chico trai pa’ aquí más hielo. Trai pa´allá una caja de sardinas…” Trai esto, trai aquello… D e traidor empecé… –Me explica socarrón mientras empaqueta la dorada con una delicadeza casi maternal–. Luego ya me dejaron limpiar boquerones, despachar chirlas y berberechos… Así fui aprendiendo el oficio. Reparo en que estoy hablando con una segunda remesa de pescaderos leoneses que se asentaron en Madrid sobre el éxito ganado a pulso por otra anterior. No puedo menos que preguntarme cuál sería la causa que llevaría a esos pioneros a asumir el riesgo de dejar familia, patria chica y enfrentarse a la incertidumbre de iniciar un negocio, una nueva vida, con la imagen, siempre planeando sobre sus cabezas, de tener que regresar al pueblo con las orejas gachas y como el gallo de Morón, sin plumas y cacareando. La estratégica ubicación de la Cepeda y la Maragatería, puerta de entrada al mesetario centro peninsular desde las lonjas de pescado gallegas y asturianas, unido a la ancestral tradición arriera de estas tierras me trae bajo el sombrero la idea de que posiblemente en el principio, todo tuvo su embrión en el transporte de pescado. –Bueno, paisano ¿Qué va ser hoy? –Me saca de mi ensimismamiento Luis. Al ritmo de la chaira sobre la hoja del cuchillo, parece a punto de arrancarse con una jota. –Dame el encete de ese congriosaurio que tienes ahí, la parte de las orejas, y algo de la cola para hacer un buen fondo. Hoy quiero hacer un congrio en salsa verde de vuelta al ruedo. Lo digo por lo de las orejas. –Te daré la punta de la cola, es la parte que más gelatina suelta. –Y la que antes se echa a perder… –Añado por dejar las cosas en su sitio. Con un bufido coloca la parte delantera del inmenso congrio sobre el tajo y sujetándolo con la mano izquierda me indica con el filo de la media luna el lugar por donde pretende dar el corte. Calculo que irán unos 3 kilos, hago un gesto afirmativo. Luis desliza la cuchilla sobre el oscuro lomo hendiendo la carne hasta topar con la dura espina, entonces descerraja un golpe seco de muñeca, un chasquido indica que la ha tronzado, ahora el filo vuelve a descender suavemente hasta separar la que va a ser mi porción del resto. Al hilo del cuchillo mi imaginación vuelve a volar libre. Sin duda estos transportistas maragatos y cepedanos al llegar a Madrid amén de dominar el negocio del transporte, comenzaron a conocer el de la distribución al mayor y detalle y su fama de gente seria y trabajadora les pondría en contacto con potenciales clientes. Bastaría que la aparición del tren directo de Vigo y La Coruña a la Capital Villa y Corte comenzase a poner en peligro su negocio para que se decidiesen a dar el salto. lo que queda del congrio sobre el hielo de forma que el nacarado corte quede de cara al público. –Sí, ponme un kilo de esos boquerones. –¿Los quieres para vinagre? Asiento con la cabeza. Desde la tarima, en su puente de mando, volviendo el rostro hacia la popa ordena: –¡Niñoooooo! ¡Un kilo para vinagre! Y no los maltrates que son para mi paisano. Luis sabe que me encanta que los boquerones conserven su piel intacta y brillante para que cada ración destelle en el plato como una cota de malla recién bruñida. Surgiendo de la trastienda aparece un muchacho menudo, envuelto en un mandil que le viene grande y calzado con unas botas de goma de las que parece podría descalzarse dando un salto. Sus rasgos le delatan como foráneo. Con diligencia despacha el peso, y se pone manos a la obra sin levantar la vista de los pececillos. Le hago notar a Luis que mientras en fruterías y verdulerías del mercado cada vez es más habitual que los dependientes sean de allende los mares o del otro lado del Estrecho, en las pescaderías la plantilla, como la del Atlético de Bilbao, continúa siendo nacional al menos en su mayor parte. –Van entrando poco a poco. Este oficio es más difícil que ponerse a colocar cajas de naranjas. –Explica con cierto orgullo. –Mira a éste. –Me dice indicando al chaval. –Hugo ya casi lleva un añito con nosotros. El resto, viejos como yo y de no más allá de treinta kilómetros de mi pueblo. Es un trabajo muy sacrificado, mis hijos no quieren saber nada, su mundo es otro. Madrugones de lunes a sábado para ir a Mercamadrid… y luego está el puñetero olor a pescado que se te pega al alma como el Pecado Original ¡No me espantó a mí novias ni nada! –Añade con mirada nostálgica. –Al menos el tuyo huele a fresco. –Trato de animarlo. –Así que de aquí a unos años… –Dice añadiendo los boquerones ya limpios al paquete mientras sacude pesimista la cabeza. –Dame un buen corte de ventresca de atún. De esa que tienes ahí junto al bonito. Pero que no tenga golpes, que si no amarga. –¿Golpes que amargan? –Me responde filosófico. –Los que te da la vida… –¿Algo más? –Me inquiere Luis colocando de nuevo PASARELA VI Pág. 7 LA MATANZA DE LOS GOCHOS Julián García Fernández L a celebración pagana, sin duda más importante, en la vida de La Cepeda es la matanza, la fiesta familiar del invierno. Dos son los porqués que dan a esta celebración la trascendencia que siempre ha tenido en la vida de nuestros pueblos. Por una parte lo que representa de celebración, de unión familiar, unos días de fiesta entre las familias, vecinos, parientes. Y otra parte, meramente material, que pretende garantizar el sustento familiar para el resto del año, llenando despensas de chorizos, jamones, tocinos y mantecas. Las matanzas, en La Cepeda, por lo general se llevan a cabo en la segunda quincena de diciembre. Una vez llegados los fríos secos que dan a esta comarca unas condiciones excepcionales que garantizan una buena curación de la carne. Después de casi un año de cría y engorde mediante productos propios de la tierra, harinas de cereal, patatas o berzas, recluidos en el cubil, llega el momento que es preparado año a año de la misma forma. El día antes se deja todo preparado: el banco de matar, los cuchillos afilados, el cuelmo, unos cascotes de teja para rayar y la cuerda. Ajetreo grande también para las mujeres preparando las viandas para los comensales que acudirán al evento. Una vez sacrificados los animales, se procede a chamuscarlos, para quemarles las cerdas del pellejo. Se cubren de cuelmo o bálago, manojos de centeno majado, que eliminarán la mayor parte de su duro pelo, para terminar se procede a lavar el animal mediante un proceso que se denomina rallado, se lleva a cabo con cuchillo y algún trozo de teja. Una vez adecentado, patas arriba; el primer corte va desde la cabeza al rabo que deja al descubierto las entrañas del animal; mediante una especie de percha de hierro, el “gancho”, colocado en los tendones de las patas traseras, y una cuerda que se pasa por una viga, se cuelga el animal para facilitar la extracción de las tripas y demás órganos internos; primeros tirones para levantarlo un poco; un palo romo en las puntas que servía para mantener abierto el animal y así el 'matachín', podía extraer mejor las entrañas, celosamente protegidas por los mantos, que se despegaban del interior y quedaban tendidos sobre la panza, una vez colgado el animal. La faena comenzaba ahora para las mujeres. Alrededor de las entrañas, depositadas en una cernada, separaban el hígado, el corazón, los pulmones, la pajarina (el páncreas) y el botillo (estómago). Todo se lavaba a conciencia y a escurrir. Más minucioso es desentrañar las tripas, quitarles la manteca que las protege, una vez finalizado este primer proceso, se lavan. Bien arropados, en galochas o botas de goma, se llevan al río o al reguero. Una a una, las tripas se llenan de agua para quedar expeditas de excrementos y restos de alimentos. Por fin… llega la hora. Una copina de orujo y una galleta para entrar en calor y a por el primero. Unas caricias en la barriga y la cuerda en una pata delantera. Dos a las orejas, otro tira del rabo. El cerdo al banco, de costado y el matarife hace su trabajo con maestría y rapidez, para que el animal sufra lo menos posible. La sangre que fluye de la herida que seccionó quirúrgicamente la yugular del animal, se recoge con celeridad, removiéndose ágilmente para evitar se cuaje, más tarde será ingrediente esencial para realizar unas buenas “moscancias”, morcillas. Pág. 8 Todavía las tripas requerirán otra atención, antes de quedar listas para embutir: rallarlas. Vueltas del revés, se le eliminan las impurezas con un cuchillo, por el reverso. Tras una ajetreada mañana, bien merecido está disfrutar de una comida familiar en la que se compartirán unas buenas viandas, mientras se relatarán las peleas y anécdotas que se produjeron mientras se PASARELA VI mataba el gocho. El segundo día, tras una gélida noche en la que los gochos se enfriaron colgados en el portal, se procede a “deshacer”. Todo se lleva a cabo siguiendo un orden escrupuloso, como toda la vida. Primer corte, la cabeza; segundo, partir el cerdo a la mitad, sacar el espinazo, las costillas y los lomos. Se trocean todas las hebras, hasta acabar sacando los tocinos y los jamones. En épocas de escasez, se dejaban las paletillas, que se consumían, ya que los jamones se vendían. La cabeza se despiezaba, separando el pellejo de los huesos, en dos: la careta, (orejas y parte superior) y la papada (parte inferior). En las artesas de madera se colocaba la carne según el magro: la mejor, para el salchichón; la más grasa, junto con las vísceras ya cocidas, para el chorizo 'sabadiego', que se añadía al cocido; y el resto para chorizo. Una vez picada la carne, a adobar, se pesaba con precisión la sal, ajo y el pimentón, mezclado a conciencia y tras varias vueltas, ya se tienen los chichos, que se dejarán reposar durante toda la noche para que cojan el aliño. Y ya estamos en el tercer día de faena: “hacer los chorizos”, casi siempre por la tarde, después de preparar la mesa clavando la máquina de embutir, se comenzaba el último acto de nuestra matanza, como todos los anteriores, siguiendo un ritual escrupuloso, las tripas en agua caliente, no demasiado, la cuerda de siempre queda un rato para preparar los “androyos”, sazonados el día anterior al igual que la carne de los chorizos con sal, ajo y pimentón. Se emplean huesos procedentes de costillas y otras partes del animal, que se introducen en la vejiga, para su curación. Atados y escurridos, se cuelgan en los varales, palos suspendidos del techo de la cocina vieja, donde minuciosamente y colocados a la distancia precisa, pasarán el tiempo preciso para su curación. Los tocinos, los lomos y los jamones, cuidadosamente recortados, se echan en sal. Tantos kilos, tantos días en sal, excepto los lomos que sólo necesitan un par de días. Después a curar, con los chorizos. Aún queda otro quehacer más, para aprovechar todos los recursos que proporciona el gocho, de importancia esencial en la cocina tradicional de nuestras casas. Días después de terminada la matanza, se procede a la “derrita”, proceso mediante el cual se derriten en olla de cobre los mantos internos del animal para obtener la manteca, hoy en día sustituida por el aceite, pero que en tiempos representa uno de los principales ingredientes en la cocina, tanto para freír como para sazonar. Quién no recuerda unas exquisitas sopas de ajo, patatas viudas o cualquier otro plato que como base lleva la manteca de cerdo. También hay que recordar la torta de chicharrones, con azúcar, que se hacía con un subproducto obtenido tras la derrita de la manteca y totalmente exquisita. La mata´l gocho na Cepeda atar, las artesas, todo a mano. Las tripas ni pueden llenarse en exceso, pues pueden reventar, ni quedarse escasas, si queda aire en su interior, puede estropear la carne. Depués de los Santus d´este puebru m íyu entam a la xente lus sous Sanm artinus. Sabrousas m orciellas, custiella´dobada, la llengua lu m esm u frita qu´estufada. Matan güenas vacas m ellores gochinus fártase la xente n´estos dies de chichus. Eiquí lus androyus bucau esquisitu lu m esm u la urella rabu ya fucicu. Na llum bre de lleña escaldáus u fritus poném onus fartus cun tantus churizus. Gumersindo García Cabeza Puemas en Cepedanu Terminado de embutir la carne de los chorizos, PASARELA VI Pág. 9 VIVENCIAS DE UN MARINO MERCANTE DE VEGA MAGAZ (II Parte) Paco García Cara l segundo buque que me asignó la compañía Ybarra, llamado Cabo San Vicente, es un hermoso barco, adaptado para acoger a 750 pasajeros en tres categorías: clase económica, clase turista, y clase business (o de lujo), y entre 250 y 310 tripulantes (según el número de pasajeros de las tres clases embarcados). Dispone de todas las comodidades para hacer disfrutar a los pasajeros: piscinas, comedores, sala de conciertos o de teatro o de cine, salas de baile, salón de juegos, veranda… Una comida variada, preparada por un afamado elenco de cocineros de la llamada cocina vasca, de fama contrastada. E Durante todo el tiempo que estuve embarcado en este Cabo San Vicente, desde el 15 de mayo de 1964 al 7 de enero de 1965, tuve dos compañeros de cargo (Alumnos de Máquinas) y de camarote (éste con tres literas), uno de Safí, Marruecos, nacionalizado español (no recuerdo su nombre), y el otro, llamado Vicente Barreiros Rodríguez, gaditano, muy simpático y “bailarín” de twist, en aquel verano y otoño del 64 el baile de moda. Por las, digamos, habilidades demostradas al bailar el twist, tanto Vicente como yo, conseguimos se nos invitara a los salones de baile, disponiendo de una mesa con cava y demás bebidas gratis, para poder invitar a las pasajeras a quienes teníamos la obligación de distraer y nada más, según las “normas de obligado cumplimiento”. Atrás quedaba mi niñez, primero en el inicio la escuela primaria, a los 5 años, con un maestro, don Adolfo, que, para acabar con mis travesuras, me “amenazó con colgarme” de la parra que se veía extendida en el patio interior de la escuela, a través de las ventanas. Yo cogí pánico, a la parra y a don Adolfo, saliendo escopeteado del aula, llorando a moco tendido. Mis padres tuvieron que convencerme de que sólo fue una broma… aunque les llevó cuatro días el lograr mi vuelta a la escuela. Pese a esto, nunca guardé “ojeriza” al maestro, al contrario, supo llevarme a su redil y fui un alumno notable. Aprendí a jugar a la bigarda con uno de sus hijos de mi edad, Manolito (yo era Paquito), juego que todo el mundo infantil, sobre todo de esta comarca, sabía practicar. También recuerdo de la infancia mi querencia hacia el río, a partir de esos 5 años, en que un mozo del pueblo me arrojó al agua, en un remanso o pozo de poca profundidad, del paraje “el bosque”, en donde aprendí a nadar, controlando mis torpes movimientos por el agua el que me había arrojado al río. Con 9 años y con mis amigos Benito, José Luis, Gabriel (Litos), Miguel, Jaime y Saturnino (Nano), pasamos las horas libres rivalizando en muchos juegos y engarriando a los árboles en busca de nidos de gavilucho (gavilán común) y de pega (urraca); también, con otros mozos de mayor edad, aprendimos a pescar truchas con las manos. Recuerdo de aquellos años de escuela que nos servían la famosa leche en polvo de procedencia americana. “Pateábamos” las calles del pueblo anegadas de barro cuando el tiempo era lluvioso, y polvorientas cuando calentaba el sol; estas situaciones hacían que nuestro calzado se deteriorase rápidamente, ensuciando sobremanera el interior de las casas, sobrecargando el trabajo de limpieza de las mismas a nuestras madres. Mi madre, Isabel, la catalana, además de las labores caseras, confeccionaba prendas de vestir, remendando otras, ayudando a la economía de la casa, que completaba mi padre con el sueldo de auxiliar administrativo de la empresa local dedicada al almacenamiento, distribución y venta de patatas, generalmente cosechadas en la comarca, y también, fábrica de harinas y distribución de electricidad. Además, llevaba la cartería rural “heredada” del abuelo Matías, cuyo cometido era servido por mi hermano Luis, cuatro años mayor. Yo también ayudé a repartir el correo en mis vacaciones. Nuestros antepasados en Vega, como en tantísimos pueblos de la geografía española, dedicaban sus esfuerzos, entre otras muchas cosas, a mejorar sus haciendas y dar un porvenir a sus hijos, mejor del que habían disfrutado ellos. En el caso de mis abuelos paternos, Matías y Juana, yo ayudaba en la recogida de centeno y en el proceso, como todos sabemos, Pág. 10 PASARELA VI enormemente laborioso, de separar el grano de la paja mediante los trillos de piedras, arrastrados por una pareja de vacas o bueyes, con sucesivas pasadas sobre las gavillas extendidas en la era. Con esta edad de nueve años, llegó a la titularidad de Maestro de Escuela para niños, don José de la Calzada, quien tres años más tarde aconsejó a mis padres darme estudios de bachiller. Su esposa, doña Emiliana, fue nombrada Maestra titular de la escuela de niñas, y fue ella quien me dio las clases de primer curso de bachillerato (Plan de Estudios de 1953) en el ejercicio de 1956–1957. Por las buenas notas sacadas en todas las asignaturas, solicité y me fue concedida una beca de estudios, debido a lo cual, tuve que asistir, a partir del curso siguiente, al Instituto Nacional de Enseñanza Media de Astorga, en donde completé el Bachillerato Elemental con la “Revalida” de los cuatro cursos. Nuestro pueblo, Vega de Magaz, difícil de localizar en los mapas de aquella época, fue, sin embargo, triste noticia de una crónica criminal de sucesos a comienzos del año 1954, crónica que dio la vuelta a España a través del bisemanario “El Caso” (además de otros muchos diarios que se hicieron eco del suceso mediante la agencia de noticias que entonces era Cifra). En esas fechas, cuando yo tenía nueve años, mi padre, Isidoro, fue operado a vida o muerte en la clínica del Dr. Miranda, de León. Le tuvieron que extraer coágulos de sangre en la cabeza, ocasionados por una caída del tren, acaecida dos meses antes del día de la operación, realizada el 31 de diciembre de 1953. Por fortuna, y gracias a la pericia del Dr. Miranda, mi padre “salió” con vida de aquel tremendo trance. Extractado del libro autobiográfico “Memorias de un marino del interior” PASARELA VI Pág. 11 REPORTAJE GRÁFICO: BARRIOS DE VEGA. “El otro lado” (I Parte) Benito Álvarez Pág. 12 PASARELA VI PLANTAS MEDICINALES DE NUESTRA TIERRA. “La lepiota” Enrique García (Zacos de Cepeda) Lepiota (Macrolepiota Procera) erece la pena dedicarle un artículo a esta seta, ya que precisamente este otoño ha sido especialmente generosa a la hora de aparecer en nuestros campos. Es más, debemos dedicarle un artículo para que aprendamos a apreciar su exquisito sabor y, sobre todo, para estar seguros de no equivocarnos a la hora de salir a recolectarla, ya que dentro del género Lepiota, algunas son muy venenosas. M Es un hongo de gran tamaño, visible desde muy lejos, lo que facilita su búsqueda. Casi no haría falta deciros que puede localizarse en praderas y matorrales con a b u n d an t e ma t e r i a orgánica. A lo largo del año suelen aparecer en abundancia en el mismo lugar, produciendo varios florecimientos o cosechas, principalmente en primavera y otoño detrás de las lluvias, también con menor frecuencia tras las tormentas de verano y en inviernos suaves. • Su color, así como la forma de auténtica sombrilla, le hacen fácilmente identificable. Posee un sombrero de 10 a 30 cm de diámetro, de color blanquecino con características manchas pardas y concéntricas que no son sino desgarraduras de la cutícula. En el centro del sombrero, la mancha marrón se hace más marcada y extensa. • Las láminas de la parte inferior son blancas o ligeramente amarillentas, numerosas y muy juntas. • El pie es largo y fibroso, de 15 a 30 cm de altura, con un típico dibujo pardo atigrado con bandas jaspeadas que imitan la piel de la serpiente. Una peculiaridad del tallo, es que presenta un anillo que se despega, por lo que se puede subir y bajar sin desprenderlo (anillo móvil). • La carne es blanca, tierna, con cierto olor y sabor a avellana o nuez. Es un comestible muy apreciado, salvo el fibroso y duro pie, consumiéndose generalmente los sombreros, que empanados como los filetes, están exquisitos. De verdadera “carne vegetal”, contiene un 4% de proteínas, estando en este aspecto en cabeza respecto al resto de las setas comestibles. El interés por esta singular especie aparece incluso en África, donde es recogido y desecado para consumir en épocas de carestía o escasez. En el género Lepiota hay que distinguir las de mayor tamaño llamadas Macrolepiotas y que superan los 11 cm de diámetro, frente a las especies pequeñas, varias de las cuales son muy venenosas y que solamente alcanzan tallas de unos 6 cm. Es el caso de la Lepiota Cristata, de 2 a 5 cm que es muy tóxica y que podría parecer una lepiota en miniatura. La Macrolepiota rhacodes, se puede confundir con nuestra seta, pero conviene tener en cuenta que se puede apreciar un tono rojizo al corte y también se las distingue por su menor altura. Os recomiendo para estar más seguros en su recolección, que evitéis recoger lepiotas de menos de 10 cm de diámetro. PASARELA VI Pág. 13 NAZIS EN VEGA Juan Carlos García. (Periodista) azis alemanes estuvieron en Vega. Hace unos años, un tío mío me contó que en la época de la Guerra Civil, cayó un avión alemán en los pinares de Vega. Varios días después de este accidente aéreo y al caer la noche, se presentaron sigilosamente en un bar del pueblo dos pilotos, hambrientos. Entraron en el bar con los uniformes rotos, muy agobiados, con temeridad; no hablaban ni una palabra en español. En sus guerreras llevaban las marcas de haberse arrancado o descosido los galones de graduación y otros escudos con los iconos referentes al escuadrón al que pertenecían. Era una medida de precaución por si eran capturados en territorio enemigo. Ignoraban dónde estaban. Eran militares de graduación. N Pidieron de comer, pero eran tan desconfiados que no querían potaje ni otra comida preparada, solamente señalaban detrás del mostrador las latas de conserva, preferían comer alimentos precintados. Quizás pensaban que podían envenenarles. Una vez que averiguaron que estaban en zona llamada por entonces “nacional”, pidieron ayuda y les recogieron. Este es más o menos, tal cual el relato que me contó mi tío. Ignoro la fecha exacta en que pudo ocurrir, también el tiempo que estos pilotos tuvieron víveres y estuvieron en el monte sin bajar al pueblo. Ignoro en qué bar estuvieron. Desconozco también cuántos días estuvieron esperando a ser recogidos y otros pormenores del accidente y la forzada estancia en Vega. Quizás alguien de la zona, al leer este artículo, pueda añadir información a este acontecimiento ocurrido en nuestro pueblo en la época de la guerra. He comentado esto con otros familiares y no tenían conocimiento de estos hechos, no lo habían oído nunca. Mi conocimiento sobre los Nazis y la guerra civil española era escaso. Sabía que las tropas de Franco fueron ayudadas por la Legión Cóndor alemana, que precisamente participó en el bombardeo de Guernica. Por mera curiosidad he indagado para poder conocer más sobre este episodio histórico. La ciudad de Guernica en Vizcaya está muy lejos de Vega. Era imposible que estos pilotos se perdieran tan lejos. Pronto descubro que hubo un amplio despliegue de la Legión Cóndor en La Virgen del Camino. Hay abundante documentación en libros y periódicos, no solo leoneses. Esto ya tiene sentido. Podemos afirmar casi con rotundidad que estos legionarios procedían de Pág. 14 esta Base Aérea, y un vuelo desde este aeródromo a Vega podría hacerse en más o menos diez minutos. Aunque hay mucha información sobre las operaciones e incursiones aéreas de este escuadrón en bombardeos en pueblos de León y Asturias, no podemos conocer la fecha del accidente del monte de Vega. Existen documentos que atestiguan que la Legión Cóndor llegó a León en noviembre de 1936. El 22 de mayo de 1939, Franco despidió muy efusivamente, en León a la Legión Cóndor. Todos los periódicos recogieron este acontecimiento local profusamente. La flota alemana recogió a los legionarios alemanes y el equipamiento en Vigo. Por tanto, estuvieron los Nazis en la Virgen del Camino un total de 29 meses. La mayor actividad desplegada por este contingente fue hasta el otoño de 1937, cuando el ejército franquista acabó completamente con el Frente Norte. De todos modos, La Legión Condor desfila en León el 22 de mayo de 1936 estos escuadrones de la Virgen del Camino realizaban otro tipo de misiones de retaguardia, además de ser un destacamento de aviones de prueba, por lo que el avión que cayó en Vega pudo ocurrir también después de ese otoño de 1937, aunque no hubiera misiones de guerra directa. Gracias al estudioso Manuel González Álvarez, de la Universidad de León, sabemos la dotación de aviones que conformaba la Legión Cóndor del aeródromo leones, por lo que podemos analizar someramente cada tipo de avión, sin más pretensiones. La Legión Cóndor entregó en León: TRECE aviones Heinkel He–III.E, (un bombardero y de transporte, un avión demasiado grande, con cuatro PASARELA VI Tengo la certeza de que los aviones en situaciones de guerra siempre van con la dotación necesaria y completa, ya que de lo contrario los hace vulnerables y sería negligente por parte del Mando. Siguiendo esta premisa podemos deducir, que estos pilotos alemanes realizaban, supuestamente, un vuelo de toma fotográfica o reconocimiento en un Henschel Hs–126, (el único avión considerado biplaza que estaba en la Base de la Virgen del Camino). En esta época y con este tipo de aviones, muy diferentes a los actuales, la meteorología es un factor importante y pudo ser causa de un aterrizaje forzoso. Henschel Hs–126. El avión que pudo caer en Vega. pilotos a bordo). CINCO Dornier Do–17.P, (este era el típico bombardero ligero, de la II Guerra Mundial, con dotación también de cuatro pilotos). TREINTA Y SEIS Messeschmitt Bf–109.E (Este tipo de avión de combate, que un caza alemán pilotado por un solo hombre y siempre operando en formación de cuatro). CINCO Henschel Hs–126, (un avión de reconocimiento y observación biplaza, DOS pilotos – es el avión de la foto de este artículo–). DIEZ Junker Ju–52/3m (un avión de transporte, con una tripulación de cinco personas y diecisiete pasajeros). DOS Junker W34 (Junker monomotor ligero de transporte, evacuación y reconocimiento con DOS tripulantes y seis pasajeros.). DOCE Henschel Hs–123, (era el típico biplano monoplaza de bombardeo en picado que hemos visto mucho en las películas en blanco y negro, de la Primera Guerra Mundial). TRES Messeschmitt Bf 108, (usado para labores de comunicación y enlace, con un solo piloto y tres especialistas en comunicaciones). CUATRO Fiesseler Fi–156, (un piloto y un pasajero, aunque solía ir con tres tripulantes, pasó a la historia como uno de los aviones más importantes de la Segunda Guerra Mundial) y UN Kawasaki KI–32 (Comenzó a fabricarse en julio de 1938 en Japón, y no tengo constancia de cuál era su cometido y aplicación, pero es improbable que fuera este avión el del accidente, porque no llegaría a la Virgen del Camino seguramente hasta 1939, a pocos meses del final de nuestra Guerra Civil). Pero esto entra en el terreno de la suposición o la ficción. Resulta casi imposible averiguar más detalles, dado que todas las operaciones, y máxime, los accidentes, están reflejados en reportes secretos internos. Para averiguar más detalles sobre este accidente en Vega, habría que consultar archivos bélicos en Alemania, y tener suerte, suponiendo que se conserven. Por último, decir que Wolfram von Richthofen, – en la foto– fue el comandante en jefe de la Legión Cóndor en la base aérea de la Virgen del Camino. PASARELA VI Wolfram von Richthofen Pág. 15 CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE DON ÁNGEL GONZÁLEZ ÁLVAREZ Martín Martínez Martínez–2006 En el año 2016, se cumplen 100 años del nacimiento del eximio filósofo español, natural de Magaz, Ángel González Álvarez, y residente durante los veranos en Vega. La Semana Cultural de Vega, de agosto, estará dedicada este año a conmemorar el Primer Centenario de su nacimiento. El artículo que se incluye a continuación, publicado en El Faro Astorgano en 1997 escrito por Martín Martínez sirva para recordarnos la deuda que tenemos con nuestro ilustre paisano. Antonio García Álvarez ay que decir sin rebozo alguno que González Álvarez ha sido uno de los cepedanos más ilustres de todos los tiempos y, sin embargo, escasamente conocido en su comarca, y menos aún reconocido, a excepción de algunos círculos intelectuales y filosóficos. H Si ya en esta misma sección se ha registrado el nombre de Eugenio de Nora, otro cepedano universal por su poesía, justo es que se plasme también el de Ángel González; porque aparte de su contrastada categoría intelectual, estaba la calidad humana y el sentido que él tenía de la provincialidad, díganlo si no todos los leoneses que pasaron por la universidad madrileña y por su cátedra, o simplemente los muchos que se acercaban a Madrid y necesitaban la ayuda de González Álvarez; cuentan y no acaban. Había nacido en el año 1916 en la localidad de Magaz de Cepeda estudiando el bachillerato en Ponferrada y magisterio en León, profesión que ejerció muy poco tiempo, pues se trasladó a Madrid para licenciarse y doctorarse en Filosofía, consiguiendo en ambos casos las máximas calificaciones; imparte clases en el instituto de La Coruña y gana la cátedra de M etafísica (su materia preferida) en la universidad de Murcia. Con motivo de su asistencia a un congreso en Argentina es tentado por la universidad de Cuyo y durante cinco años, del 48 al 53, dirigió la cátedra de aquella universidad; a su regreso y siempre con la brillantez que le caracterizaba consigue, por medio de oposición, la cátedra de Madrid. Como otras muchas personalidades es tentado `por la política de aquella época, en su caso en el campo de la docencia, y así va ocupando cargos tan importantes como Director General de Enseñanza Media, presidente del Patronato Menéndez Pelayo. Director de algún colegio mayor, donde favorecerá a muchos leoneses. Consejero del Reino o Rector de la Complutense de Madrid, de la que también, otro célebre –cuasi– cepedano, Lázaro Pág. 16 Bardón, lo había sido en el siglo pasado; éste como autoridad docente española estuvo invitado, en 1869, a la inauguración del canal de Suez. La vida política de González Álvarez fue más provechosa para la provincia que para él mismo; en su etapa de Director General de Enseñanza Media, como diría la juventud de hoy en día, se pasó en beneficio de la provincia leonesa, a la que sembró, literalmente, de institutos de bachillerato. Y eso que solamente ejerció como tal durante cinco años. En su descargo hay que anotar que en aquellos años, nuestra provincia no contaba con más centros de Enseñanza Media que los de León, Astorga y Ponferrada. Cada localidad leonesa que sentía el deseo de contar con un centro de esas características, con hacer una visita al Director General, al Alcalde o a las fuerzas vivas, y poner terrenos a disposición del Ministerio, el instituto era un hecho. Díganlo si no los centros creados en La Bañeza, Veguellina de Órbigo, Carrizo de la Ribera o Santa María del Páramo y una docena más repartidos por toda la provincia o en la propia ciudad de León. En Astorga él apadrinó la construcción del edificio de la calle Los Sitios, así como el de la Sección Delegada, al quedarse, inmediatamente, pequeño el edificio matriz. Naturalmente que ello fue un buen motivo para que Astorga bautizara a un colegio con su nombre, unos años después; merecido se lo tenía porque, además, González Álvarez era el padrino universitario de cuantos leoneses llagaran a Madrid; y no digamos si estudiaban Filosofía o si eran cepedanos. Su amplia actividad docente y política no le restaba tiempo, que robaba al sueño, para desarrollar una intensa vida intelectual impartiendo conferencias, o para escribir varios libros de Metafísica, Filosofía y aun Teología, así como diversos manuales y tratados como libros de texto, recomendados en varias universidades. Por todo ello se hizo acreedor a diversas distinciones y condecoraciones como ser miembro de la Real Academia de Ciencias Morales, la Encomienda de Isabel la Católica o la Gran Cruz de Alfonso X El Sabio. Falleció en Madrid el año 1991, perdiendo León un gran valedor. (El Faro Astorgano, 1997) PASARELA VI JORNADAS CULTURALES FIESTAS DE AGOSO 15 Benito Álvarez PASARELA VI Pág. 17 CONVERSANDO CON AMPARO CORDERO FERNÁNDEZ Porfirio González mparo nació en Magaz de Cepeda el 11 de noviembre de 1920. Casada con Felipe García González es madre de tres hijos: Felipe, José Ángel y Emérita. A Una tarde del pasado mes de agosto, me dirigí a la casa de Amparo con la ilusión de charlar un rato con ella. Como siempre, me recibió con gran amabilidad. Hablamos de asuntos del presente y del pasado, disfrutando de la gran memoria que posee. –P.– ¿Nos puede contar algún recuerdo de los años de su infancia y juventud? Mery y Amparo –A.– Recuerdo que los pueblos no estaban tan limpios como ahora. Las calles tenían mucho barro y todos utilizábamos galochas para ir de un lugar a otro. También recuerdo que en Magaz, Vega y Zacos hubo luz eléctrica desde 1923; los demás pueblos seguían iluminándose con candiles o bien con urces. Esto fue un avance muy importante para nosotros. –P.– ¿Conoció a Don Ángel González Álvarez en la escuela? ¿Recuerda alguna anécdota sobre él? –A.– Me acuerdo que Don Ángel destacaba mucho en los estudios y que el maestro Don Julián Canseco, padre del señor Secundino, comprobando que las enseñanzas que impartía ya las dominaba, aconsejó a los padres que le dieran más estudios en Astorga. Los padres siguieron los consejos del maestro D. Julián. Y en relación con otras actividades, recuerdo que Don Ángel llevaba las vacas a pastar a los prados, ya que sus padres tenían ganado. También recuerdo que trillaba con un caballo al que no dominaba totalmente, de vez en cuando el caballo se le ponía de manos y no obedecía sus órdenes. Don Ángel vivía en la casa que actualmente posee Santos González. tenían mucha vida. Había partidas de cartas con mucha solera en las que se enfrentaban siempre los mismos jugadores. –P.– ¿Cómo se vivía en Magaz durante la II República y en la Guerra Civil de 1936 a 1939? ¿Guarda algún recuerdo de esos años? –A.– El pueblo recibió con entusiasmo la II República. La vida siguió igual, pero pronto se produjeron algunos sucesos que alteraron el orden. Recuerdo que un señor de Porqueros entró en la escuela y mandó quitar el crucifijo y el cuadro de Alfonso XIII. La maestra le dijo que ella se llevaba el crucifijo a su casa, con la intención de volver a ponerlo en su sitio cuando las circunstancias lo permitieran. El pueblo era en su mayoría católico y rechazó las medidas contrarias a las prácticas religiosas. Con la Guerra se llamó a las catorce últimas quintas de soldados, empezando por la quinta del 36. En cada quinta había siete u ocho mozos de cada pueblo. Murieron en la Guerra cuatro o cinco, uno era de Vega, otro de Magaz, Joaquín González Álvarez, hermano de Don Ángel. Varios “quintos”de Vega durante la Guerra de 1936 –P.– ¿Cómo era Vega cuando usted vino a vivir el año 1940? –P.– ¿Qué cree que habría que hacer para que nuestros pueblos no sigan despoblándose? –A.– Vega tenía la fábrica de harinas donde trabajaban cuatro o cinco obreros, también había almacenes y tiendas, como la de la señora Eugenia y la del señor Felipe, que principalmente vendía vino en pellejos, bacalao, etc. Las medidas que se empleaban eran las libras, las arrobas, las toneladas; apenas se utilizaban los kilos. Luego fueron abriendo más comercios, que muchos hemos conocido. Los bares –A.– Pienso que son necesarias personas que tengan iniciativas para instalar alguna fábrica que proporcione puestos de trabajo, ya que en estos pueblos se puede vivir bien teniendo un poco de dinero, debido a que además existen unas tierras de cultivo fértiles. Pág. 18 –P.– Conoció los pendones de Vega y de Magaz? ¿Cuándo los sacaban a la calle? –A.– Vi muchos años la salida de los pendones en PASARELA VI las procesiones que teníamos por la tarde en la fiesta de Nuestra Señora, y también en San Pedro por la mañana. El pendón medía unos diez metros y llevaba dos cordeles laterales para mantenerlo verticalmente. Los colores del pendón de Vega eran rojo, amarillo y –A.– Veo que ahora tenemos todas las comodidades, pero sin embargo hay más depresiones y aburrimiento. Antes, nadie se aburría, había más intimidad y unión en las familias. –P.– Nos puede dar algunos consejos para llegar a su edad con tanta salud y lucidez de conocimientos? –A.– Yo he trabajado mucho; también he leído y disfrutado en los quehaceres que he realizado. En cuanto a la comida, no he sido comilona. Me gusta el puchero y no necesito más platos de carne o pescado; y para beber suelo tomar algo de vino con casera en las comidas; pero llegar a esta edad es un don que lo da la naturaleza de cada uno. Y finalizamos la conversación hablando de los romances que aprendían y recitaban algunas personas mayores. Me dijo que sabía uno titulado “El Huerfanito”. Lo recitó sin titubear, dándole mucha expresividad y sentimiento. Confieso que me transmitió la emoción con la que recitó el romance. Agradeciéndole su amabilidad y el rato agradable de conversación que habíamos mantenido, nos despedimos. verde. Hacía falta tener maña y fuerza para llevarlo. Los últimos que lo pasearon fueron el señor Urbano y Pepe, que era cuñado del señor Daniel. El pendón dejó de salir en las procesiones debido a los cables que cruzaban las calles. –P.– ¿Cómo era en sus tiempos jóvenes la vida social en Vega? –A.– Los domingos venían los mozos de los pueblos a los salones de baile que había en el pueblo. Las mozas entraban gratis, los mozos pagaban la entrada. Cuando pasaba el tren Jaimito y el Correo, las mozas salían para ir a la estación a saludar a los soldados y viajeros que iban en los trenes, luego volvían al baile. En la víspera de Reyes se tenía una gran fiesta; tocaba la orquesta de los “Cirolines”. Esta fiesta se perdió cuando la juventud comenzó a emigrar, debido al trabajo o al estudio. –P.– ¿Cuál es el acontecimiento que más le ha llamado la atención durante los años vividos? –A.– Lo que más me ha llamado la atención es lo despoblados que han quedado los pueblos y que no haya niños en las escuelas, a pesar de que la vida ha mejorado mucho. –P.– ¿Cree que la gente es más feliz ahora que antes? PASARELA VI Pág. 19 RETRATO DE VEGA MAGAZ EN LOS AÑOS 70 DEL SIGLO XX Marisa García Alonso n mi afán por irme desprendiendo de objetos y papeles acumulados a lo largo de mi vida, ahora que dispongo de algún tiempo libre, me encontré recientemente con un trabajo que, en 1971, realicé para la asignatura de Geografía en el 2º curso de mi carrera de Filosofía y Letras, titulado “Estudio geográfico de Vega Magaz”. En él pretendía hacer un estudio de los diferentes aspectos físicos, humanos y económicos de este pueblo que “aunque pequeño presenta unas características propias que lo diferencian de los demás de su entorno”. Los datos que constan proceden de fuentes fidedignas como los archivos del ayuntamiento, la parroquia y observaciones e informaciones directas. E Pues bien, en estos momentos en que se cuestiona la unidad territorial de la Cepeda, se me ocurre que, pasadas cinco décadas, podría ser interesante dar una visión de lo que era Vega de Magaz hace 50 años y confrontarla con lo que es hoy día. El espacio (Encuadre comarcal, vías comunicación, geo–morfología, clima, hábitat) de El pueblo de Vega de Magaz está situado en la zona central de la provincia de León, un poco al oeste, a 60 Km de León capital por carretera y a 15 Km de Astorga, a cuyo partido judicial pertenece. Encuadrada en la unidad territorial llamada Cepeda que, junto con la Valduerna, Maragatería, Sequeda, el Páramo, la Ribera, etc., constituyen la región leonesa encuadrada en la Meseta. Junto con otros cinco pueblos pertenece al municipio de Magaz de Cepeda que tiene una superficie de 72km2, 45 ha, altitud de 907,7 m y una población de 1.795 habitantes, siendo el pueblo más importante de este municipio. Está situado en una pequeña vega, en la que existen otros dos pueblos distantes 1 km de él, es pequeño y está rodeado de montañas pobladas de pinos y robles. Lo atraviesa el rio Porcos que nace en el Puerto de Manzanal. Es también atravesado por el ferrocarril Madrid–Coruña y tiene una estación con buenos accesos desde diferentes puntos de la comarca. El suelo, con textura arcillosa y con un pH bajo, requiere el uso intenso de fertilizantes siendo los más usuales el superfosfato de cal y la potasa. Los nitrogenados y amoniacales se emplean cuando los productos están en crecimiento. El clima es continental, con contrastes violentos y rigores extremos, vientos fríos y secos, altas presiones, largas etapas de heladas y lluvias en general escasas y mal distribuidas. El hábitat es muy concentrado y agrupado, y el 80% de los edificios son de moderna construcción. Demografía (Evolución de la población, pirámide, índice de natalidad y mortalidad). Pág. 20 Según el último censo, el número de habitantes es de 394. El análisis de la evolución poblacional nos muestra lo siguiente: 1885 – 235 habitantes 1925 – 334 “ “ 1930 – 415 “ “ 1940 – 413 “ “ 1950 – 420 “ “ 1960 – 408 “ “ 1965 – 428 “ “ 1971 – 394 “ “ Se puede apreciar un descenso significativo de la población en los últimos cinco años d e b i d o fundamentalmente al movimiento de emigración que, no siendo aún fuerte, ya se hace notar. La emigración al extranjero es nula y según la profesión la que más emigra es la obrera, los pequeños propietarios que dejan sus tierras en arrendamiento, y profesionales con estudios. A pesar de este descenso, el pueblo, debido a que tiene bastante industria y un nivel de vida razonable, se mantiene mejor que los de su alrededor, donde el éxodo rural es mucho más acentuado. A modo de comparación, Vega de Magaz tiene actualmente 117 habitantes. Entre los años 1960 a 1971 el índice de natalidad es de 79 nacimientos (19,7%); el índice de mortalidad de 45 muertos (11,1%); y el índice de vejez es de 0,8%, siendo el crecimiento vegetativo de la población positivo (8%). Los matrimonios han sido 30 y el índice de mortalidad infantil es prácticamente nulo. Podemos ver por la forma de la pirámide que la población, en que predominan las edades maduras, está en proceso de envejecimiento, con una natalidad media, mortalidad baja y esperanza de vida elevada. Se notan también huecos de los 25 a 35 años debido al éxodo creciente. Sectores y fuentes de producción En el Sector Primario, lo que se refiere a la agricultura, el pueblo tiene un total de 776 ha de terreno de las que 337 ha son comunales y en su mayor parte de secano, 352 ha son particulares de secano y 98 ha de regadío. El cultivo de las tierras de secano ofrece un paisaje de campos abiertos con régimen tradicional de bienio cultivo/barbecho y los principales productos son PASARELA VI cereales, pinos, viñedos, frutales, entre los que destacan los manzanos de reineta de gran calidad. El paisaje agrario de regadío ofrece un aspecto cerrado debido a la pequeña propiedad y cultivos intensivos, siendo los principales la patata, alubias, semillas remolacheras por contrato con la azucarera de Veguellina de Órbigo. Ahora empieza a cultivarse el lúpulo. La estructura de la propiedad es el minifundismo cuyo origen hay que buscarlo seguramente en la propiedad colectiva familiar que, por medio de reparticiones de herencia, se fue fragmentando progresivamente. La explotación se hace por el propietario en la mayoría de los casos aunque también existe la aparcería y arrendamiento. Como aún no se ha llevado a cabo la concentración parcelaria, la introducción de maquinaria moderna se realiza en pequeña escala y la economía agraria sigue estacionada. La población agrícola ha descendido mucho, existiendo actualmente unos 30 agricultores, los cuales en general tienen bajos ingresos. La comercialización de los productos, al no existir cooperativas, se hace entregándolos directamente a varios almacenes de intermediarios que los exportan para otras regiones de España e incluso para el extranjero. La ganadería está dirigida al autoconsumo, su fin no es la producción a gran escala, en invierno es estabulada y en verano aprovecha los rastrojos de los campos de cereales y los prados naturales que son abundantes. En ganadería ovina hay dos rebaños importantes. En ganado vacuno de fuerza cada agricultor tiene el necesario para el trabajo agrícola y también es importante la ganadería lechera, siendo esta uno de los principales ingresos para los agricultores de la zona. En el Sector Secundario se constata que casi la mitad de la población vive de la pequeña industria: carpinteros, aserradores, talleres de reparación de maquinaria agrícola, construcción, pintores, etc. Destaca una fábrica de gaseosas y una fábrica de harinas importante con Servicio Nacional de Cereales que recoge el trigo de toda la comarca. En el Sector Terciario, en lo que respecta al funcionariado, se cuentan los dos maestros, veterinario, médico, farmacéutico, alcalde y secretario que, aunque el pueblo no es cabeza de municipio, residen en él. En lo que se refiere al comercio se puede afirmar que este, junto con la industria, es lo que da más vida al pueblo: hay tres exportadoras importantes de los frutos agrícolas de la comarca, especialmente patatas, para lo cual el ferrocarril contribuye en gran medida; cuatro tiendas de ultramarinos, dos de tejidos, dos sastrerías, cinco bares, dos carnecerías, dos panaderías y pescadería, barbería, farmacia, transportistas, taxista, telefonista, etc., por citar algunos ejemplos más conocidos. Aspectos socio–profesionales (Nivel cultural y nivel de vida) En consecuencia de la caracterización anteriormente realizada, no se puede considerar al pueblo como agrícola ya que más de la mitad de la población vive de la pequeña industria y comercio, por lo que este es el centro de los de su alrededor y de parte de la Cepeda. Aunque como hemos visto, en su mayoría la ocupación de los habitantes del pueblo está dirigida al autoconsumo interno, existe también, aunque en pequeño porcentaje, una economía abierta hacia el comercio exterior con profesiones especializadas en negocios de alguna monta. La población obrera es muy baja, habiendo un porcentaje elevado de obreros de los pueblos cercanos. La población agrícola ha descendido mucho debido a que o ha emigrado o pasado al sector de la industria como consecuencia de la falta de rentabilidad del sistema de propiedad pequeña e individual. Por esto, los jóvenes huyen del campo buscando un nivel de vida mejor y también mejores cualificaciones que permitan una movilidad social. El nivel cultural es medio, casi todos los jóvenes cursan estudios de segunda enseñanza, de formación profesional o universitarios, siendo esta una de las causas principales de la emigración de los jóvenes que al terminar sus estudios buscan colocación en otros lugares. Hay dos escuelas nacionales con una matrícula de unos 20 niños en cada una y se puede afirmar que un 90% al terminar la enseñanza primaria siguen estudiando fuera, en Astorga y en León principalmente. El analfabetismo está erradicado incluso entre la gente de edad más avanzada. Tampoco existe ningún portador de deficiencia. Para concluir, podemos señalar que Vega tiene un nivel de vida medio, tanto en el plano material como en el cultural, lo que se manifiesta en un alto porcentaje de coches, televisión, frigoríficos, agua corriente, etc. El número de teléfonos es de 60. Si comparamos este retrato más o menos fidedigno de lo que Vega de Magaz fue en aquella década –donde ya se iniciaba un declinar de sus enormes potencialidades socio–económicas y culturales, que lo diferenciaban de todos los otros pueblos de su alrededor–, con la situación actual del pueblo, verificamos que todos los indicadores han decrecido de forma substancial. Solo en los meses de verano el pueblo vuelve a adquirir el colorido y empuje que lo caracterizaron. Nos queda el paisaje, el cuidado en el remozar de sus bonitas y grandes casas y sobretodo el factor humano, resultado de la confianza que aquellas familias de agricultores, comerciantes e industriales depositaron en la educación y promoción cultural y social de sus hijos. Eso es algo que queda para siempre. PASARELA VI Pág. 21 BODA DE MANOLO Y MARGA Benito Álvarez Pág. 22 PASARELA VI MEMORIAL DE PEPÍN DE LA CALZADA EN MEMORIA DE PEPÍN DE LA CALZADA BLANCO VEGA NO TE OLVIDA FUISTE UNA GRAN PERSONA QUE AMÓ A SU TIERRA Y A SUS PAISANOS DESCANSA EN LA PAZ DEL SEÑOR EN QUIEN CONFIASTE PASARELA VI Pág. 23 ALGUNAS INSTANTÁNEAS DE VEGA Y ZACOS Benito Álvarez