La red fluvial de Aragón - AGE – Asociación de Geógrafos Españoles

Transcripción

La red fluvial de Aragón - AGE – Asociación de Geógrafos Españoles
J.L. Peña, L.A. Longares y M. Sánchez (Eds.)
Geografía Física de Aragón. Aspectos generales y temáticos
Universidad de Zaragoza e Institución Fernando el Católico. Zaragoza, 2004
ISBN: 84-96214-29-X
LA RED FLUVIAL DE ARAGÓN
M. Sánchez, A. Ollero y J. del Valle
Departamento de Geografía y Ordenación del Territorio. Universidad de Zaragoza.
Resumen. Se repasan y analizan los rasgos principales de la red fluvial de Aragón, atendiendo especialmente
a la estructura de su trazado, al reparto de caudales en los diferentes cursos fluviales y a las variaciones
temporales que se aprecian en la evolución de dichos caudales. También se considera la importancia de los
eventos extremos y se tipifican los regímenes fluviales.
Palabras clave: Aragón, red fluvial, red hidrográfica, ríos, cuencas.
Abstract. The main aspects of the river network in Aragón are re-examined and analysed, taking especially
into account the structure of its layout, the distribution of flows in the different watercourses and the time
variations that are observed in the evolution of those flows. The importance of extreme incidents is as well
considered and the fluvial behaviours are typified.
Key words: Aragón, drainage network, rivers, river basin.
Introducción
A lo largo de este trabajo, se considerará como red hidrográfica de Aragón al conjunto de
cursos fluviales que se asientan sobre el territorio de esta comunidad autónoma. Ahora bien, se
debe dejar muy claro que esta división es totalmente arbitraria, ya que ni los cursos fluviales ni sus
cuencas entienden de límites administrativos, sino que constituyen unidades de carácter natural.
Además, nada de lo que ocurre en un determinado sector de un río o de su cuenca hidrográfica es
ajeno a lo que acontece en tramos o sectores de aguas arriba. Así pues, se analizan las
características esenciales de la red hidrográfica del territorio aragonés, pero sin olvidar que los
factores que imponen esas características en algunos casos proceden de otras unidades
administrativas, ni tampoco que algunos de los cursos fluviales y sus cuencas, cuyos tramos altos
se ubican en Aragón, tienen continuidad en otras comunidades autónomas.
En este sentido, resulta muy expresiva la Carta Europea del Agua: Un río con sus afluentes
puede compararse a un árbol extensamente ramificado que cubre un territorio llamado cuenca. La
administración de los recursos hidraúlicos debiera encuadrarse más bien en el marco de las
cuencas naturales que en el de las fronteras administrativas y políticas.
1. DISEÑO DE LA RED FLUVIAL Y CUENCAS HIDROGRÁFICAS
El trazado de la red hidrográfica aragonesa se adapta a la disposición de las tres grandes
unidades morfoestructurales que integran su territorio. Así, la Depresión del Ebro se convierte no
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M. Sánchez, A. Ollero y J. del Valle
Fig. 1. Red fluvial de Aragón
La red fluvial de Aragón
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sólo en la morada del curso principal de toda la red, el Ebro, sino también en el área de confluencia
de todos los ríos procedentes de Pirineos y de la vertiente septentrional de la Cordillera Ibérica.
Aquellos otros ríos ubicados en las laderas meridionales de esta cordillera, fluyen directamente al
Mediterráneo.
Los cursos fluviales que integran la red de drenaje de Aragón pertenecen a tres de las
grandes cuencas hidrográficas de la Península Ibérica, si bien su distribución entre ellas es muy
desigual. De los casi 48.000 km2 que ocupa la comunidad autónoma aragonesa, algo más del 88%
(42.076 km2) se integran en la cuenca del Ebro, sólo el 11,86% (5.651 km2) de dicha superficie
total se identifica con la genéricamente denominada cuenca del Júcar y apenas el 0,5% (238 km2)
forma parte de la cuenca del Tajo. Cabe mencionar que un escasísimo 0,05% de las tierras
aragonesas drenan hacia cuencas francesas (Adour y Garona).
Esas cifras, junto a los valores de caudales que más tarde analizaremos, otorgan a la cuenca
del Ebro y su red fluvial el protagonismo hidrológico en Aragón. Por otro lado, invirtiendo los
términos, también la presencia de Aragón en la cuenca del Ebro es muy significativa, ya que
corresponde a territorio aragonés algo más del 49% de su superficie.
Tabla 1. Superficie y aportación aragonesa de las principales cuencas fluviales de Aragón (Fuente de datos:
Nadal et al. (1998); del Valle (2003) y Confederación Hidrográfica del Júcar). * Aportaciones hasta los
aforos de El Terde y Teruel
Superficie total Superficie en
Aportación
cuenca (km2) Aragón (km2) Aragón (hm3/año)
ARAGÓN
ARBA
GÁLLEGO
CINCA
NOGUERA RIBAGORZANA
JALÓN
HUERVA
AGUAS VIVAS
MARTÍN
GUADALOPE
MATARRAÑA
MIJARES
TURIA
8.521
2.249
4.009
9.699
2.046
9.718
1.020
1.330
2.111
3.892
1.727
4.029
6.394
2.191
2.249
4.009
9.699
900
8.100
1.020
1.330
2.111
3.200
1.500
1.872
3.355
1055,5
172,8
1086,8
2914,9
319,5
551,3
44,8
46,2
97,7
317,1
156,6
28,8 *
109,8*
El drenaje de la cuenca del Ebro está dirigido por el río Ebro, hasta el que llegan afluentes
procedentes de Pirineos por la margen izquierda y provinientes de la Cordillera Ibérica por la
margen derecha. Cuestión muy significativa es la gran disimetría existente entre los afluentes de
ambas márgenes, tanto por sus longitudes, perfiles y extensión de sus cuencas, como por los
volúmenes de agua circulantes, siendo los de la margen izquierda los que aportan la mayor parte
del agua encauzada en el Ebro. Los ríos Aragón, Arba y Gállego, que vierten sus aguas
directamente al Ebro, junto con el Cinca y el Noguera Ribagorzana, que lo hacen a través del
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M. Sánchez, A. Ollero y J. del Valle
Segre, son los principales afluentes de esa margen izquierda. Los principales tributarios del Ebro
por su margen derecha, dentro del territorio aragonés, son: Jalón, Huerva, Aguas Vivas, Martín,
Guadalope y Matarraña.
El sector meridional de la comunidad autónoma pertenece a la cuenca del Júcar, en la que se
incluyen, además de la del río Júcar, diversas cuencas mediterráneas entre las que se encuentran las
del Turia y el Mijares. Algo más de la mitad de la superficie de la cuenca del Turia, 3.355 km2 de
los 6.394 km2, es territorio aragonés que se identifica en su mayor parte con las zonas drenadas por
los ríos Guadalaviar y Alfambra. Por su parte, casi la mitad de la cuenca del Mijares, 1.872 km2 de
4.029 km2, queda incluída en la provincia de Teruel. Finalmente, el Cabriel, afluente del Júcar,
ubica su cabecera (157 km2) en este mismo sector meridional turolense.
La presencia de la cuenca del Tajo en Aragón es meramente testimonial. Se concreta en 238
km2, identificados con las cabeceras del Tajo y de su afluente el río Gallo.
En los diversos interfluvios de las cuencas del Ebro, del Turia y del Mijares, encontramos
zonas lacustres de diverso origen (glaciar, kárstico, sustrato litológico …). La de mayor tamaño es
Gallocanta, cuya superficie (554 km2), a pesar de su carácter endorreico, hemos incluído dentro de
la atribuída a la cuenca del Ebro ya que espacialmente se ubica en su interior.
Antes de pasar a estudiar los elementos que caracterizan el comportamiento hidrológico de
los cursos fluviales que componen la red hídrica aragonesa, es conveniente expresar la riqueza que
dicha red posee desde un punto de vista paisajístico. Los numerosos cauces fluviales, sus riberas y
sus llanuras de inundación presentan formas y dinámicas muy variadas, a pesar de la fuerte
antropización de la que algunos han sido objeto durante las últimas décadas. Cauces rectilíneos,
sinuosos, meandriformes y trenzados, valles encajados, abiertos, en artesa, cañones, son el punto de
partida de esa rica variedad de paisajes fluviales aragoneses. Esta variedad, riqueza y estado de
conservación de los paisajes fluviales ha podido ser detectada y analizada al aplicar la directiva
marco de aguas europea (2000/60/CE) a los ríos de Aragón (Ollero et al. 2003).
2. LA CAUDALOSIDAD
Existe un contraste muy marcado en la cantidad de agua que circula por los diferentes cursos
fluviales que drenan las tierras aragonesas. Resulta muy expresivo apreciar el mapa de distribución
de caudales del Atlas multimedia de Aragón (Albisu et al 1998), en el que los distintos cauces
fluviales se representan con un grosor proporcional al caudal medio anual del que disponen. En él
se aprecia un trazo cuyo tamaño nada tiene que ver con el resto, correspondiente al río Ebro,
algunas líneas de grosor destacable dentro del conjunto, pertenecientes a los principales afluentes
del Ebro por la margen derecha, y sólo líneas muy finas al sur del Ebro, que identifican tanto a sus
tributarios de la margen izquierda como a los ríos Turia y Mijares.
La referencia cualitativa que nos expresa el citado mapa, que a modo de esquema se recoge
en la Fig. 2, se concreta más al analizar los valores de caudal medio anual (m3/s) de diferentes
estaciones de aforo o las aportaciones medias anuales (hm3) que dicurren por ellas.
Figura y datos nos revelan que cuando el río Ebro entra en Aragón dispone ya de un caudal
importante, puesto que ha recibido las aportaciones del Nela, Zadorra y Ega, cada uno de los
cuales vierte anualmente en torno a 500 hm3, de los ríos ibéricos riojanos, pero sobre todo del
conjunto Arga-Aragón que desde su cuenca trasladan al Ebro una media de 4.521 hm3 de agua cada
año. En la estación de aforo de Zaragoza el Ebro presenta un módulo anual de 219,7 m3/s que
equivalen a una aportación de 6.927,1 hm3.
La red fluvial de Aragón
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Ningún otro río aragonés alcanzará
valores siquiera comparables a los del Ebro,
siendo el segundo registro más elevado el
del Cinca en Fraga donde se mide un caudal
medio anual de 81,4 m3/s, que corresponde
a 2.566 hm3 de aportación media anual. El
Cinca se une al Segre, después que éste
haya recibido las aguas del Noguera
Ribagorzana entre otros importantes
afluentes. La desembocadura del conjunto
Cinca-Segre en el Ebro, que se produce
poco antes de que este río rebase los límites
de Aragón y se interne en terreno de
Cataluña, constituye la mayor aportación de
una subcuenca del Ebro, valorada en 6.337
hm3, que suponen el 35% del agua
disponible en el conjunto de la cuenca del
Ebro.
El Gállego, junto al Aragón, Cinca y
Noguera Ribagorzana, todos en la margen
pirenaica del Ebro, completa el grupo de los
que disponen de un caudal abundante, que
ya en el aforo de Santa Eulalia queda
establecido en 28,8 m3/s y cuya aportación
anual al Ebro (1.087 hm3) supone el 6% del
volumen total del agua de la cuenca.
El caudal circulante por el resto
Fig. 2. Esquema del reparto de caudales de los
de las arterias fluviales aragonesas poco
ríos aragoneses. (Albisu, J. et al
tiene que ver con los valores hasta aquí
enumerados, tanto si aludimos a algunos de los afluentes de estos ríos pirenaicos citados, como si
lo hacemos a los afluentes del Ebro por su margen derecha, o a los ríos levantinos aragoneses. Para
cuantificar la magnitud de esa diferencia es suficiente citar como ejemplos los valores de caudal
medio anual y aportación media anual de algunos de dichos ríos: el Alcanadre en Peralta (5,2 m3/s,
164 hm3), el Jalón en Ateca (5,8 m3/s, 181,9 hm3), el Martín en Híjar (1,1 m3/s, 35, 3 hm3), el
Guadalope en Alcañiz (4,8 m3/s, 151,4 hm3), el Matarraña en Nonaspe (1,1 m3/s, 34,3 hm3), el
Turia en Teruel (3,5 m3/s, 110,4 hm3) y el Mijares en El Terde (0,9 m3/s, 28,4 hm3). Es decir,
valores que, como mucho apenas rebasan los 5 m3/s, pero que se quedan en torno a 1 m3/s en otros
casos. Además, hay que señalar que son muchos los afluentes de estos últimos ríos mencionados
cuyos caudales medios anuales quedan comprendidos entre 1 y 3 m3/s, e incluso varios de ellos no
alcanzan 1 m3/s.
Si realizamos el análisis a partir del caudal relativo, se aprecia con claridad que los ríos de
origen pirenaico son los que recogen mayor cantidad de agua por kilómetro cuadrado de cuenca,
debido a la mayor abundancia de precipitaciones registradas en esta cadena montañosa. Así, tanto
el Gállego como el Noguera Ribagorzana superan los 15 l/s/km2. Ahora bien, es en los tramos altos
de estos ríos y en sus afluentes allí ubicados donde se alcanzan cifras realmente destacables (Veral
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M. Sánchez, A. Ollero y J. del Valle
en Zuriza, 40 l/s/km2; Cinqueta en Molino de Gistaín, 36,1 l/s/km2; Gállego en Anzánigo, 19,3
l/s/km2); aguas abajo el caudal relativo desciende progresivamente al hacerlo las precipitaciones,
absorver más agua la vegetación y aumentar la evapotranspiración. La situación cambia
absolutamente si nos fijamos en los afluentes del Ebro por la margen derecha y en los ríos de la
“cuenca del Júcar”, puesto que allí los valores pocas veces superan los 2 l/s/km2 e incluso son
frecuentes aquellos que se sitúan por debajo de 1 l/s/km2. En el propio Ebro, a medida que progresa
por su cuenca, al mismo tiempo que se incrementan sus valores de caudal van descendiendo los
correspondientes al caudal relativo.
Tabla 2. Caudal, aportación y caudal relativo de algunos ríos aragoneses. Fuente: CHE. Elaboración propia.
m3/s
hm3
l/s/Km2
m3/s
hm3
l/s/Km2
AGUAS VIVAS - Moneva
0,2
4,89
0,5
JALÓN - Ateca
5,8
181,9
1,57
ALCANADRE -Lascellas
4,6
146,2
8,87
JILOCA - Morata
3,5
109,4
1,42
ALGAS - Batea
0,6
19,96
1,89
MARTIN - Híjar
1,1
35,29
0,83
ARA - Fiscal
13,8
435,7
MATARRAÑA - Nonaspe
1,1
34,34
0,9
BERGANTES - Zorita
2,2
67,87
MIJARES - El Terde
0,9
28,4
1,35
CINCA - Fraga
81,4
2566
8,33
NOGUERA RIB. - Pt. M.
16,6
524,4
15,42
CINQUETA - M. Gistaín
3,6
114
36,13
PANCRUDO - Navarrete
0,6
17,86
1,6
EBRO - Zaragoza
219,7
6927
5,49
PENA - Valderrobres
0,2
6,87
2,78
GÁLLEGO - Sta. Eulalia
28,8
908,9
15,25
TURIA - Teruel
3,5
110,4
1,48
GUADALOPE - Caspe
1,9
61,09
0,52
VERAL - Binies
4,4
139,1
26,25
3
95,54
2,43
VERAL - Zuriza
2
61,59
40,02
GUADALOPE - Santolea
En definitiva, de los cursos fluviales aragoneses sólo al Ebro y a sus principales afluentes
pirenaicos se les puede calificar de caudalosos. Por su parte, tanto los afluentes de la margen
derecha del Ebro como los ríos Turia y Mijares disponen de muy poco agua en relación con la
extensión de sus cuencas, por lo que aparecen como muy poco caudalosos.
3. IRREGULARIDAD INTERANUAL
En la zona climática donde se localiza la región aragonesa, la cantidad de precipitaciones que
anualmente se registran sobre un determinado punto o sobre una cuenca hidrográfica sufren
variaciones importantes. Estas oscilaciones en la entrada de agua en las cuencas tiene un reflejo
directo en el volumen de agua que se mide en distintos años en las estaciones de aforo. Para
analizar esta irregularidad interanual vamos a referirnos a los valores de coeficiente de caudal que
relacionan o bien el caudal medio anual más elevado y el más bajo, o bien las aportaciones anuales
máximas y mínimas, alcanzados dentro de una serie de años en una estación de aforo.
La red fluvial de Aragón
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De nuevo, se aprecia un comportamiento distinto de varios grupos de ríos aragoneses. La
menor irregularidad interanual corresponde a los pirenaicos, cuyos tramos altos se identifican con
ríos bastante regulares, ya que poseen coeficientes de caudal que oscilan entre 1 y 4 (Cinqueta en
Molino de Gistaín: 2,36; Aragón Subordán en Javierregay: 2,8; Esera en Graus: 3,9).
CINQUETA en Molino de Gistaín
6,0
5,0
m 3/s
4,0
3,0
2,0
1,0
1989/90
1985/86
1981/82
1977/78
1973/74
1969/70
1965/66
0,0
Fig.3. Caudales medios anuales del río Cinqueta en Molino de Gistaín (1965/66 - 1992/93). Línea amarilla:
módulo, línea verde: tendencia. (Datos: CHE. Elaboración propia).
Estos valores se incrementan en los tramos medios y bajos de estos ríos, así como en otros
afluentes de la margen izquierda del Ebro cuyas cuencas se ubican en su mayor parte en el
prepirineo y en la depresión del Ebro. Esta evolución ya fue descrita por Marín (1981) en el
recorrido de los ríos Aragón, Gállego y Cinca. Como dato de referencia puede servir el coeficiente
de caudal del río Cinca en Fraga (9,8), que denota un importante incremento de la irregularidad.
Incluso, encontramos segmentos de determinados ríos, generalmente poco caudalosos, donde se
observan coeficientes de caudal muy diferentes a los anteriores (Vero en Barbastro: 23,3;
Guatizalema en Peralta: 24).
En los ríos de la margen derecha del Ebro la irregularidad interanual se acentúa hasta
alcanzar valores sólo explicables si se tiene en cuenta la gran influencia mediterránea que reciben
sus cuencas. De este modo, los valores de coeficiente de caudal del río Jiloca en Morata (13,7) o
del Algas en Batea (16), se quedan cortos ante el dato obtenido para el río Guadalupe en Alcañiz
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M. Sánchez, A. Ollero y J. del Valle
(23,3), y, mucho más, frente a la enorme irregularidad mostrada por el Bergantes en Zorita (34) o el
Matarraña en Nonaspe (44).
La respuesta del río Ebro a la llegada de afluentes con comportamientos tan contrastados,
evidencia el mayor peso de los procedentes del Pirineo, por lo que se queda en una irregularidad
significativa pero que, a la vista de los datos hasta aquí expresados, podemos calificar de moderada.
Así, en Zaragoza el coeficiente de caudal, considerando una serie de casi 70 años, se cifra en 6,35.
MIJARES en El Terde
80
70
60
hm3
50
40
30
20
10
2001-2002
1996-1997
1991-1992
1986-1987
1981-1982
1976-1977
1971-1972
1966-1967
1961-1962
1956-1957
1951-1952
1946-1947
0
Fig. 4. Aportaciones anuales del río Mijares en El Terde (1946/47 – 2001/02).
Línea amarilla: módulo, línea verde: tendencia. (Datos: CHE. Elaboración propia).
Como cabía esperar, también los ríos Mijares y Turia presentan una fuerte irregularidad
interanual. El primero de 14,2 en el aforo de El Terde y el segundo de 19,5 en Teruel. Al comparar
estos dos datos con los obtenidos para algunos afluentes de la margen derecha del Ebro no hay que
olvidar que los tramos aragoneses de Turia y Mijares son tramos altos, dispuestos a considerable
altitud y quizás por ello no tan expuestos a la extrema aridez que soportan, durante algunos años,
los ríos que tienen buena parte de su cuenca dentro de la depresión del Ebro.
En relación con las variaciones que el caudal de los ríos aragoneses manifiestan en diferentes
años, se ha constatado (García Ruiz et al. 2001; Frutos et al. en prensa) durante los últimos años un
hecho destacable: a partir de los años 80 del siglo XX, se aprecia un descenso de las aportaciones
anuales, de manera que disminuye muy significativamente, con respecto a épocas anteriores, el
número de años que registran un caudal medio superior al módulo (Figs. 3 y 4). Esta circunstancia
se constata claramente en los registros de los aforos, siendo más complejo determinar sus causas.
La red fluvial de Aragón
63
Entre ellas, se otorga un papel muy destacado a la variación en los usos del suelo con el
consiguiente cambio de comportamiento de los procesos hidrológicos, e incluso se apunto un
posible descenso de las precipitaciones, que resulta muy difícil cuantificar.
4. CRECIDAS Y ESTIAJES
4.1. Crecidas
En determinados momentos, la cantidad de agua que fluye por los ríos aragoneses
experimenta fluctuaciones de carácter extraordinario, originando crecidas si se trata de un
incremento brusco de caudal o estiajes si éste se ve reducido en grandes proporciones.
Quizás hasta ahora han sido más estudiadas las crecidas que los estiajes, ya que éstas
aparecen reflejadas en trabajos como los de García Ruiz et al (1985 y 2001), Ollero (1996) Guillén
(2001) e incluso hay artículos dedicados a algunas de las más recientes (García Ruiz et al. 1996;
Ollero et al. en prensa; Ibisate et al 2001, ). Dichas crecidas responden a tres situaciones
atmosféricas distintas: frentes, arrastrados por vientos del oeste o del noroeste, acompañados de
inestabilidad en altura, borrascas mediterráneas asociadas a gotas frías y bruscos ascensos
convectivos de aire en verano.
Todos los cursos fluviales del territorio aragonés presentan entre sus características la
producción de grandes crecidas. La diferencia está en que frente a su mayor frecuencia en los ríos
alimentados desde el Pirineo, hay una mayor torrencialidad en los ríos con cabecera en la cordillera
Ibérica, dada la mayor influencia del Mediterráneo sobre ellos. García Ruiz et al. (2001) analizan
los días en que se alcanzan caudales que suponen crecidas de distinta magnitud en diferentes
cuencas y estaciones de aforo del Pirineo aragonés, llegando a la conclusión de que esta frecuencia
disminuye de oeste a este, es menor en cuencas con fuerte innivación y alcanza su mayor nivel en
los ríos o tramos fluviales prepirenaicos, en algunos de los cuales el caudal de más de 30 días al
año supera el umbral de crecida.
GUADALOPE en Alcañiz
1200
600
1000
500
800
400
600
m3/s
400
200
300
200
100
02/11/1967
31/10/1967
29/10/1967
27/10/1967
25/10/1967
0
23/10/1967
05/11/1977
29/10/1977
22/10/1977
15/10/1977
0
21/10/1967
3
m /s
CINCA en Fraga
Fig. 5. Hidrogramas de crecida del Cinca en Fraga y del Guadalope en Alcañiz. Datos: CHE. Elab. propia.
Los caudales máximos instantáneos alcanzados por diversos ríos en algunas de las
principales crecidas evidencian la enorme magnitud de estos eventos. Así, el Ebro alcanzó durante
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M. Sánchez, A. Ollero y J. del Valle
la crecida de 1961 un pico de 4.130 m3/s, en Zaragoza; el Cinca en Fraga llegó a 2.587 m3/s (1977)
(Fig. 5); el Aragón en Yesa a 1.560 m3/s (1966) el Ara en Boltaña a 1.926 m3/s (1966), lo que
supone un caudal relativo de 3.076 l/s/km2; el Vero en Barbastro a 287 m3/s (1965); el Guadalope
en Alcañiz a 1.002 m3/s (1967) (Fig. 5), el Jalón en Huérmeda a 381 m3/s (1986), el Bergantes en
Zorita superó los 1.000 m3/s (2000); el Turia en Teruel a 128 m3/s (1960).
Respecto a la estacionalidad de las crecidas García Ruiz et al. (2001) señalan la diversidad
de comportamiento de los ríos pirenaicos. En el sector más nororiental de la cuenca del Aragón
predominan las primaverales, especialmente centradas en mayo, seguidas de las invernales, con
buena representación en febrero, y las otoñales; aguas abajo de esta cuenca el número de crecidas
producidas en invierno y otoño se acerca al de primavera. La información del río Gállego ofrece
menos interés por la fuerte regulación de la cuenca. En las cabeceras del Cinca y del Esera la
mayor parte de las crecidas se registran a finales de primavera y principio de verano, en tanto que
en invierno hay pocas crecidas; sólo en el Ara hay mayor igualdad entre los incrementos de caudal
primaverales y otoñales, notándose a medida que el río avanza por la cuenca un cierto incremento
de las invernales. Por su parte entre los ríos del prepirineo el Isábena tiene máximos en primavera y
otoño, en tanto que el resto pueden registrar crecidas desde octubre a Junio.
En definitiva, las crecidas del Aragón y de los cursos fluviales del Prepirineo están muy
marcadas por el ritmo de las precipitaciones líquidas, en tanto que la estacionalidad de las crecidas
en el resto de las cuencas está dirigida por la innivación y el deshielo.
La distribución estacional de las crecidas de los ríos de la margen derecha del Ebro ha sido
descrita por Marin (1981) y estudiada por Guillén (2001). La mayor parte se producen a finales de
primavera y otoño, asociadas a precipitaciones de carácter tormentoso. En los cursos fluviales
situados más al Este y, por tanto, más próximos a la influencia del Mediterráneo, el periodo de
mayor probabilidad de crecidas incluye también el otoño.
Fig. 6. Evolución de la frecuencia de crecidas que superan 3, 5 y 10 veces el módulo en el aforo de
Javierregay (Aragón Subordán). García Ruiz et al. (2001).
La red fluvial de Aragón
65
Por su parte, Turia y Mijares pueden registrar crecidas a lo largo de todo el año, pero la
mayor concentración de las mismas se produce entre los meses de mayo y septiembre ambos
incluídos, muy en relación con las típicas lluvias torrenciales de verano.
Ollero et al. (en prensa) ponen de manifiesto una tendencia decreciente de los caudales
máximos instantáneos anuales en Zaragoza (serie 1943-2003). Esta tendencia concuerda
perfectamente con el descenso en la frecuencia de crecidas apreciado por García Ruiz et al. (2001)
en los ríos pirenaicos, del que resulta ilustrativo el ejemplo de la Fig. 6.
Al hablar de las crecidas hay que dejar constancia de la importancia que para su
conocimiento, así como para la prevención y mitigación de sus efectos, tiene el funcionamiento
tanto en la cuenca del Ebro como en la del Júcar de sus Sistemas Automáticos de Información
Hidrológica (SAIH) que permiten seguir en tiempo real las variaciones de caudal que se suceden en
cada sector de sus cuencas.
4.2. Estiajes
También este fenómeno extremo aparece en toda la red fluvial aragonesa, si bien con un
carácter bien diferenciado. En los ríos pirenaicos caudalosos, margen izquierda del Ebro, los
estiajes se corresponden con una disminución muy acentuada de los caudales aforados, pero los
cauces sólo en casos extremos se quedan sin agua.
Por su parte, los estiajes de los afluentes de la margen derecha del Ebro, especialmente en
sus tramos ubicados en la depresión del Ebro, así como los de Turia y Mijares, conducen con
mayor frecuencia a esa falta de caudal durante ciertos periodos de tiempo. Un buen ejemplo de ese
agotamiento del caudal podemos encontrarlo en el río Alfambra (Cuenca del Turia) cuyo cauce
permanece frecuentemente seco durante el estío.
nº días
2000/01
1997/98
1994/95
1991/92
1988/89
1985/86
1982/83
1979/80
1976/77
1973/74
1970/71
1967/68
1964/65
1961/62
1958/59
1955/56
1952/53
1949/50
1946/47
1943/44
150
140
130
120
110
100
90
80
70
60
50
40
30
20
10
0
Fig. 7. Número de días de estiaje (Q<30 m3/s) en cada año en el aforo de Zaragoza (1943-2002). Datos: CHE.
Elaboración propia.
En los tramos altos de los ríos pirenaicos los estiajes se corresponden fundamentalmente con
la época de retención nival. En los tramos medios y bajos de estos mismos ríos, así como en el
66
M. Sánchez, A. Ollero y J. del Valle
resto de los que integran la red de drenaje aragonesa la mayor parte de los estiajes son estivales,
época en que se suman escasez de precipitaciones con fuerte evaporación, aunque no puede
descartarse la producción de estiajes, por falta continuada de precipitación, en otros periodos.
Estos estiajes han sido analizados en el tramo aragonés del Ebro, constatándose la magnitud
de este fenómeno incluso en el río más importante de la red fluvial de Aragón. En la Fig. 7 se
recoge el número de días en que, cada año, el caudal del Ebro a su paso por Zaragoza no llega a la
mitad del valor correspondiente al caudal medio del mes más seco. En ella se aprecia que durante
varios años existieron más de 100 días de estiaje, que estos estiajes quedaron muy reducidos en las
décadas de los años 60 y 70, pero de nuevo se incrementó el número de días con caudal muy bajo
en varios de los años 80 y 90.
5. RÉGIMEN FLUVIAL
En las diferentes estaciones y meses del año, también se aprecian fluctuaciones del caudal de
los ríos aragoneses. El ritmo de estas fluctuaciones depende, esencialmente, de las condiciones
climáticas dominantes en cada sector, de las diferencias de altitud existentes en nuestra región, de
la tipologia de las precipitaciones y la mayor o menor importancia de la retención nival, y de la
distribución de la vegetación y los usos del suelo.
García Ruiz et al (2001) señalan la existencia en el Pirineo aragonés de cuatro tipos de
régimen fluvial: pluvial oceánico, nivopluvial, pluvionival y pluvial mediterráneo. Consideramos
que estos mismos cuatro tipos son los que aparecen en el conjunto de Aragón, aunque dentro del
pluvial mediterráneo, a medida que nos desplazamos hacia el sur de la comunidad autónoma, se
aprecian matices distintos de los observados en los ríos del prepirineo. Ejemplos de estos tipos de
regímenes fluviales, expresados a través de la curva de coeficiente de caudal, se han recogido en la
Fig. 8.
Dentro del territorio aragonés, la presencia del régimen pluvial oceánico queda reducida a
los afluentes más occidentales del tramo alto del río Aragón (Esca y Veral, sobre todo en sus
tramos bajos). En la figura 8 este tipo está representado por la curva de variación estacional de
caudal correspondiente al río Veral en Binies. En ella apreciamos la existencia de aguas altas desde
noviembre hasta mayo, con el máximo, que en un régimen pluvial oceánico más puro debería de
estar en el invierno, desplazado hacia finales de invierno – inicio de la primavera quizás por una
influencia de la innivación que va a marcar el comportamiento de los ríos situados más al este. En
el verano se aprecia un descenso muy significativo de los caudales.
El régimen nivopluvial está asociado a aquellos cursos fluviales de las cabeceras de los
grandes ríos pirenaicos que tienen sus cuencas de recepción por encima de los 2000 metros y en los
que, por tanto, la nieve con su ritmo de retención-fusión determina el flujo de agua. Este tipo de
régimen, muy bien representado por el Cinqueta en Molino de Gistain (Fig. 8), se caracteriza por
aguas muy altas desde mediados a finales de primavera, coincidiendo con la fusión nival y la
reactivación del paso de frentes procedentes del oeste. El mínimo se produce en invierno y,
separando éste del relativo descenso de caudal que también se aprecia en verano, constatamos un
incremento secundario de los caudales en octubre – noviembre. A medida que nos situamos más
hacia el este de la cadena pirenaica el pico de aguas altas se desplaza desde primavera hacia el
verano.
La red fluvial de Aragón
VERAL en Binies
1
2
67
3 CINQUETA en Molino de Gistain
3
2,5
1,5
2
ARA en Fiscal
2
1
1,5
2,5
1
0,5
0
E
F
M
A
My
J
Jl
Ag
S
O
N
2
0,5
1,5
0
D
E
F
M
A
My
J
Jl
Ag
S
O
N
D
S
O
N
D
1
VERO en Barbastro
4
2
0,5
ESERA en Graus
5
2,5
0
E
F
M
A
My
J
Jl
Ag
S
O
N
D
2
1,5
1,5
1
1
0,5
0,5
0
E
F
M
A
My
J
Jl
Ag
S
O
N
0
D
E
2
F
M
A
My
J
Jl
Ag
GUATIZALEMA en Peralta
6
3
1
1,5
2
1
0,5
5
0
E
F
M
A
My
J
Jl
Ag
S
O
N
D
4
6
10
8
7
CINCA en Fraga
7
2
1,5
1
11
12
9
0,5
0
E
F
M
A
My
J
Jl
Ag
S
O
N
D
O
N
D
S
O
N
D
S
O
N
D
EBRO en Zaragoza
8
2
GUADALOPE en Alcañiz
9
2
1,5
1,5
1
1
0,5
0,5
0
E
F
M
A
My
J
Jl
Ag
S
O
N
D
0
13
2
E
10
F
M
A
My
J
Jl
Ag
S
14
JALÓN en Grisén
MATARRAÑA en Nonaspe
11
11
2
1,5
1,5
1
1
0,5
0,5
0
E
F
M
A
My
J
Jl
Ag
S
O
N
0
D
E
TURIA en Teruel
13
F
M
A
My
J
Jl
Ag
2
2
JILOCA en Morata de Jiloca
12
1,5
2
1,5
1
1,5
1
0,5
1
0,5
0
0,5
E
0
F
M
A
My
J
Jl
Ag
S
O
N
MIJARES en El Terde
14
D
0
E
F
M
A
My
J
Jl
Ag
S
O
N
D
E
Fig. 8 . Regímenes fluviales de los ríos aragoneses
F
M
A
My
J
Jl
Ag
68
M. Sánchez, A. Ollero y J. del Valle
Siguiendo el curso de estos ríos pirenaicos, el régimen pluvionival sustituye al nivopluvial.
Altitud y retención nival dismuyen y, en consecuencia, se suavizan tanto el máximo primaveral
como el mínimo invernal, aunque ambas estaciones siguen siendo las de aguas altas y bajas
respectivamente. En los aforos del río Ara en Fiscal y del Esera en Graus (Fig. 8) se observa,
además, más marcado el incremento de los caudales en noviembre y más acentuado el descenso de
los caudales en verano.
Tanto a los ríos prepirenaicos como a los ibéricos se les atribuye un régimen pluvial
mediterráneo. En los prepirenaicos se aprecia un periodo de aguas altas desde noviembre hasta
finales de primavera y otro, muy marcado, de aguas bajas en verano. En los ríos de la margen
derecha del Ebro y en el Turia se constatan muy claramente las aguas bajas estivales y también
existe una tónica general de aguas altas desde noviembre hasta finales de primavera, si bien durante
este largo periodo aparecen interrupciones y en algunos meses se dan descensos del caudal,
generándose un mínimo secundario en primavera. Esta mayor oscilación de los caudales denota
una acentuación de la influencia de la irregularidad de las precipitaciones del clima mediterráneo.
La gráfica del río Mijares en El Terde nos muestra la irregularidad del comportamiento en cabecera
de un río levantino, cuando éste dispone de un caudal todavía muy reducido.(Fig. 8).
Debe hacerse mención aparte del río Ebro, ya que su larga trayectoria y la llegada al mismo
de afluentes con regímenes distintos hace que su comportamiento sufra variaciones a lo largo de su
recorrido. Por supuesto que la influencia de dichos afluentes es proporcional a sus aportaciones y,
por tanto, son los de la margen izquierda los que realmente marcan el régimen del Ebro. En el aforo
de Zaragoza se aprecia un periodo de aguas altas desde noviembre a mayo, con el máximo en
febrero, y una fase de aguas bajas en torno al verano, con un mínimo muy acentuado en julio y
agosto.
No se puede obviar que el régimen fluvial de diferentes ríos aragoneses, sobre todo en los
tramos medios y bajos de sus cuencas, está alterado por la regulación realizada a través de
embalses de considerable magnitud. Esta, tanto para fines energéticos como agrícolas, es
especialmente importante en la cuenca del Ebro, donde se ubican 155 embalses (casi la mitad en
Aragón) con una capacidad total de 7.702 hm3 (más de 4500 hm3 en Aragón), siendo muy relevante
la salida de agua de los cursos fluviales a través de grandes sistemas de canales (Riegos del Alto
Aragón, Canal de Aragón y Cataluña, Canal Bardenas I + II, Riegos del Jalón-Jiloca, Canal
Imperial de Aragón, etc.). En la cuenca del Júcar, dentro del territorio aragonés, sólo hay que
contabilizar un embalse concapacidad considerable (Arquillo de San Blas: 21,03 hm3.
Esta influencia que la regulación y utilización de los recursos hídricos tiene en los regímenes
fluviales se refleja en algunas de las gráficas de la figura 8. Su importancia ha motivado la
realización de estudios para valorar los efectos de los embalses en el comportamiento hidrológico
de los cursos fluviales en cuyos cauces se asientan (García Ruiz et al. 2001; López, 2002; López et
al. 2003).
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