“LA CASA NO SE CAYÓ PORQUE ESTABA CIMENTADA SOBRE
Transcripción
“LA CASA NO SE CAYÓ PORQUE ESTABA CIMENTADA SOBRE
“LA CASA NO SE CAYÓ PORQUE ESTABA CIMENTADA SOBRE ROCA” (MT. 7, 25) Es verdad que no podemos dividir el mundo de forma simplista y maniquea entre buenos y malos, los que viven para las formas y los que viven del fondo, entre los que dicen: “Señor, Señor…” y no hacen nada y los que hacen y además dicen: “Señor, Señor…”. Aunque es cierto que, en un mundo como el nuestro, parece que las palabras prevalecen sobre los hechos, las palabras parece que nos atan menos, parece que revelan menos de nosotros mismos. En los hechos, en lo que hacemos, parece que dejamos jirones de nosotros mismos, jirones de nuestra intimidad se quedan pegados a lo que hacemos, nuestro fondo parece que se pone más de manifiesto, más al descubierto. La Semana Santa es un tiempo para unir lo que decimos y lo que hacemos. Un tiempo para que lo que decimos se plasme en la plasticidad de un memorial que trasciende la representación y se instala en la verdad de la vida, vivida según Jesús, el Señor. Cuando un hermano cofrade trae a su memoria la pasión y resurrección del Señor y cuando un hermano cofrade vive en su interior la pasión y resurrección del Señor, esta uniendo en si mismo lo que dice con lo que hace. Se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Los vientos, la lluvia no lograron derribarla porque estaba edificada sobre roca. Ser testigo fiel el Evangelio por las calles de nuestras ciudades es sentirse seguro en la fe que se dice y se vive, es haber edificado la vivencia del Evangelio sobre la roca firme del Señor, Jesús. Muchos son “los vientos” que atenten contra la fe, mucha es “la lluvia” que quiere arrastrarla la fe del corazón del hermano cofrade. Pero mucha mayor es la seguridad de aquellos que, desde su libertad, expresan su fe y su testimonio del Evangelio no sólo en lo que dicen también en lo que hacen, En la vivencia de la Semana Santa las palabras y los hechos se unen para expresar lo mejor que hay en el interior del ser humano: su vivencia del Evangelio en la entrega a Dios y a los hombres. ¡No dejéis, hermanos cofrades, que “los vientos” de la vida derriben la casa de vuestra fe! ¡Manteneos firmes aun en el torrente de “las aguas bravas y desbocadas”! ¡Dad testimonio en libertad de vuestra fe cristiana!