Título: Una mirada a la crisis de valores en la actualidad cubana

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Título: Una mirada a la crisis de valores en la actualidad cubana
Título: Una mirada a la crisis de valores en la actualidad cubana desde la escuela. Autores: Msc. Maritza Morales Sánchez. Lic. Carlos Joaquín Blanco Colunga. Mirtha del Prado Morales. Abordar el tema de los valores y las instituciones familia y escuela, es una tarea que resulta bien compleja, aún cuando dicho abordaje sea desde lo teórico, desde lo ideocosmovisivo. Sin embargo, es esta una necesidad ineludible. Los valores son nuestra esencia, nos hacen específicamente humanos. La crisis axiológica que atraviesa el mundo y de la cual no está exento nuestro contexto social, amenaza seriamente a la humanidad. El hecho de que el hombre ponga en peligro su propia existencia es el más claro indicador de la agudeza de esta crisis y comprenderla en su sentido más profundo es un requisito imprescindible para su superación. Pero, ¿qué son los valores? Qué aceptar como bueno, positivo, justo, bello, útil y qué calificar como negativo, malo, injusto, feo o perjudicial, han sido interrogantes a las que el hombre ha tenido que buscar respuestas para orientarse en la vida, para encontrar las fuerzas motivacionales que guíen su actividad y conducta. “Valor es el carácter de las cosas que consiste en ser más o menos apreciadas o deseadas por un sujeto, o más comúnmente, por un grupo de sujetos determinados”. El valor tiene que ver con lo que es aprobado socialmente como positivo. Los valores humanos son imprescindibles para la armoniosidad de la vida. Una sociedad sin valores está en proceso de autodestrucción. Es importante la integración entre valor social y valor subjetivado. El valor social se refiere a aquello que resulta necesario para la coexistencia de los seres humanos. Estamos hablando de solidaridad, de respeto, de humanismo, de cooperación. Si estos valores sociales no se instituyen como valores personalizados, subjetivados, se pierde lo concretamente humano. Recuérdese que somos seres sociales, que lo individual es de algún modo también social. Los nuevos cambios sociales (la tecnología, la modernización, automatización, e incluso la globalización) han traído al mundo una cultura que se funda en el tener para ser y no exclusivamente en el ser entendido este como aquello que cualifica al hombre, que lo dota de valor en y por sí mismo. Tener implica definitivamente una cultura de la competencia, en la que se legitima como bueno la astucia, la inteligencia, el individualismo, la lucha por el poder adquisitivo; lo cual se contrapone evidentemente con valores de todos los tiempos como son la colaboración, la solidaridad, la lucha por el bien común, el cuidado de las relaciones personales y con el ambiente, etc. Esta es la crisis de valores. Por lo general estas crisis, al menos desde nuestra comprensión, tienen su base en la estructura económico­social de la sociedad. “Las crisis de valores por lo general acompañan a las conmociones sociales que tienen lugar en los períodos de transición de la sociedad (progresivos, regresivos o de reacomodamiento). Se producen cuando ocurre una ruptura significativa entre los sistemas de valores en sus tres planos de existencia: los valores objetivos de la realidad social, los valores socialmente instituidos y los valores de la conciencia”. Esta ruptura es más significativa y se manifiesta en mayor plenitud en la esfera de la conciencia. O sea, estamos hablando de crisis de valores cuando hay diferencias notables entre los valores que se objetivan según las circunstancias concretas, aquello que es “lo valioso o significativo
socialmente”; los valores instituidos o reconocidos oficialmente; y los valores subjetivados por las personas particulares. Todo esto, evidentemente es observable en las circunstancias cubanas actuales y se ha constatado en investigaciones. Si bien en la escala valorativa del cubano en el año 1988 está en los primeros lugares la familia, el respeto, la solidaridad; a finales de la década de los noventa los valores esenciales son la competencia profesional, la inteligencia, la astucia; aspectos que, desde luego, facilitan determinados niveles adquisitivos y se explican por la crisis económica generada en el país durante el llamado Período Especial. Sin embargo, como ya se decía, las crisis, tal y como ocurre con la propia formación de los valores, no se dan en individuos aislados, ni en la sociedad como ente abstracto. Son las instituciones socializadoras las encargadas de formar valores y a su interno se dan también los procesos de crisis que, recuérdese, son desfasajes entre valores objetivos, subjetivados e instituidos. Ahora bien, lo social no es algo abstracto. Lo social se objetiva en los diferentes espacios socializadores y entre ellos la familia y la escuela ocupan un lugar primordial. En esta ocasión quisiéramos mirar la crisis de valores desde la institución educativa, lo cual no pretende en lo absoluto restar valor al papel de la familia que es además la instancia socializadora primaria y más importante, sino referirnos a otro ámbito que existe precisamente para preparar a los seres humanos para la vida. En la escuela coexisten profesores y alumnos incluso por más espacio de tiempo que el que se comparte en el hogar, y esto se comporta así al menos en los primeros once años de vida, de modo que en este espacio se producen aprendizajes de vida, se construyen formas de ser y hacer, valores que marcarán al ser humano por el resto de su vida. La escuela tiene como misión social la educación de las nuevas generaciones, la formación integral de los individuos, formación que implica no sólo adquisición de conocimientos por medio de la instrucción, sino también desarrollo pleno de la personalidad, lo cual incluye, por supuesto, desarrollo de capacidades, habilidades, sentimientos y valores. A partir del triunfo revolucionario de enero de 1959, con la Campaña de Alfabetización se produce un cambio absoluto a lo que venía ocurriendo en la isla en materia de educación. Con esta “Primera Revolución Educacional” el país quedaba libre de personas que no supieran leer o escribir. Todos habían accedido a procesos de instrucción básica y con ello se elevaba el nivel cultural del país. En los años ’80 se produce, a raíz del desarrollo económico y social que viene alcanzando progresivamente el país, una explosión de matrícula por el crecimiento poblacional, y esto determina la “Segunda Revolución Educacional”, creándose el Destacamento de maestros emergentes “Manuel Ascunce”que llevaría la inmensa tarea de educar siendo ellos bien jóvenes y las aulas estando copadas de estudiantes. Esta decisión del país posibilitó que ningún niño quedara sin educación, que todos cursaran no solo los estudios básicos, sino también la escuela secundaria. Sin embargo, ya desde esta época comenzaron a cometerse errores costosos por la visión que se tenía de la educación, por la propia explosión de matrícula, por la acción de cuestiones de carácter histórico.
En primer lugar, la escuela hizo énfasis en la instrucción más que en la educación integral de los niños. Los programas de estudio eran bien exigentes y la formación docente era óptima, pero resultaba difícil integrar las materias entre sí y vincularlas a la práctica, al tiempo que la formación humana tenía menos espacios, si bien es cierto que la figura del maestro constituía un modelo de actuación para los educandos. En segundo lugar, el proceso de enseñanza­aprendizaje era muy directivo. Resultaba difícil cuestionar al maestro, disentir, pensar diferente. Se estaba imponiendo una cultura de verdad única en manos del maestro que, en el mejor de los casos, proporcionaba un aprendizaje irreflexivo y memorístico. En tercer lugar, la explosión de matrícula hacía imposible la atención a la diversidad, esa atención individualizada a cada estudiante de la que tanto se habla hoy y que tan importante es. Estos factores, que ya se comportaban así, sumados a la crisis económica que se produce a inicios de los ’90, determina el deterioro de valores importantes como la solidaridad, la responsabilidad, la sensibilidad, la creatividad, la autodeterminación, etc. ¿Estaba aconteciendo una crisis en la escuela cubana? Consideramos que sí. La escuela no pudo atemperarse a tiempo a las nuevas circunstancias. La familia priorizó la función económica y la escuela no fue capaz de lograr el nexo necesario entre ambas instancias socializadoras para que, quien estaba en el medio, el niño, no quedara con déficit en su desarrollo. La alternativa fue agregar al currículo asignaturas tales como “A debate”, “Formación de Valores”, que, una vez más se quedaban en lo instructivo, pero no llegaban a lo vivencial para dar solución al problema. Se cayó, como dijera Vitier, en consignas abstractas y cumplimientos mecánicos, cuando hacía falta otro lenguaje, el de discusiones abiertas donde los estudiantes fueran partícipes de “un proceso que no puede –ni podía­ darse el lujo de desconocerlos o tratarlos con un paternalismo inútil”. La idea era producir comprensiones, más que dar orientaciones. Pero vamos a sistematizar algunas de las causas más importantes de la crisis en la institución educativa y en consecuencia el debilitamiento de los valores:
· Enseñanza formal: La enseñanza era predominantemente formal, no relacionada con las prácticas concretas de la vida real. Se daban muchos conocimientos declarativos que se fijaban en memoria, pero que no podían reproducirse para comprender la realidad y actuar sobre ella. Se expresan déficits en lo procedimental, la escuela no daba herramientas prácticas para aplicar los conocimientos teóricos.
· Tecnocratización: Se hace énfasis en lo instructivo. La socialización se encamina fundamentalmente a brindar informaciones cuyo carácter es básicamente técnico y operativo, pero la educación humana, dirigida a la formación de valores, es escasa y esquemática. Las materias escolares no son un fin en sí mismas, se imparten para situar al individuo en las coordenadas de la vida, de modo que pueda comprenderla e interactuar con ella. El Dr. Torroella comenta al respecto: “Lamentablemente, la educación tradicional en la que durante siglos se han formado (o mejor deformado) decenas de generaciones, se ha centrado fundamentalmente en la enseñanza y el aprendizaje de asignaturas de materias externas, ajenas al hombre y a la vida humana. Por ello le ha dado la espalda, ha desatendido y desconocido la personalidad, los
intereses, necesidades, motivaciones y problemas del ser humano concreto, de carne y hueso”.
· Paternalismo: Este fenómeno, que se produce en todas las esferas de la actividad social a partir de los últimos años de la década del ’70, tuvo una doble manifestación. Por un lado hay sobreprotección para con los jóvenes brindándoles recreación, bienestar material, etc. con pocas exigencias; y, por otro lado, se les pautan demasiado las diferentes acciones, reduciendo su autonomía e iniciativa. Con esta actitud quedan dañados valores como la responsabilidad, la solidaridad, el esfuerzo, pero también otros como la autonomía, la autoestima, la capacidad crítica, la creatividad, etc. Martí decía que la única ley de la autoridad era el amor, y con esto no se fue consecuente.
· Homogeneización: Esto, que en la escuela estuvo producido, entre otros factores, por el aumento de la matrícula, se expresó en debilidades serias en el tratamiento diferenciado de los alumnos dentro del colectivo escolar. Cada niño proviene de medios socializadores distintos, trae particularidades biológicas diferentes y es portador de una subjetividad compleja y única. El modo entonces de asumir la realidad, de construir el conocimiento, de valorizar el entorno y las personas, difiere. Este proceso llevaba a la pérdida de la identidad individual, lo cual es ya de suyo un valor, al deterioro de la autoestima, por cuanto se categorizaba a unos como buenos y a otros como malos, y los últimos eran tratados “como malos que eran”, y se rompía también la reflexividad, la creatividad y la autenticidad en la construcción personal de los valores. El “muchacho conflictivo”, es muchas veces el más original, auténtico y valioso, pero la educación directiva centrada en el maestro no puede admitirlo.
· Enfoques conductuales en la comprensión del sujeto psicológico que aprende: Esto determinaba una perspectiva de atención al alumno centrada en los resultados últimos más que en el proceso y en los progresos cualitativos; la enseñanza a través del castigo y la puesta en práctica de una moral unívoca, incuestionable, irreflexiva y competitiva. Si el estudiante es inquieto, si es “bruto”, llevará el signo de la tortuga, si es “el bueno”, entonces el de la liebre.
· Falta de comprensión de las exigencias prácticas de la vida cotidiana: La escuela se mantenía anquilosada en presupuestos lejanos a las condiciones actuales, no era capaz de pulsar los dictados valorativos de la cotidianidad para adelantársele en una labor educativa consecuente con el contexto. Así vemos a una escuela que en esta era de la información sigue apegada a dotar de conocimientos declarativos que en definitiva cambian a diario, cuando lo importante es aprender el cómo. Así vemos a una escuela que defiende de modo enfermizo la igualdad, cuando, en todo caso, lo importante es equidad porque la realidad muestra hasta el cansancio que todos somos diferentes. Esto produce perplejidad, inseguridad, y da la posibilidad de que entren a ser valiosas cuestiones que en verdad no lo son tanto, dando paso a una doble moral.
· Fragmentación: La escuela y la familia no hicieron trabajo conjunto. Ello estaba planteado teóricamente, pero no se llevaba a vías de hechos. Quedaba una brecha en la que la familia depositaba la responsabilidad en la escuela y viceversa, lo que permitía que ganaran espacios de influencia los grupos de iguales, por demás inexpertos y que ofrecían desde luego una alternativa de dictados valorativos, pero no precisamente los mejores dictados valorativos.
· Formación emergente de valores lejanos en su transmisión a lo vivencial: Se agregan, como se refirió antes, asignaturas al currículo, pero monótonas, formales y difíciles de internalizar. Era transmisión fría y esquemática, no formación. Era ingenuo pensar que una campaña educativa despersonalizada, que implicaba sólo lecturas comentadas, pero sin coherencia, podía resolver una situación tan compleja. Se imponía en primera instancia el desarrollo personal del docente, desarrollo personal que en no pocos casos era bien contradictorio con los mensajes formales de las asignaturas que pretendían formar valores. Todo esto, signado por la situación económica, puso en crisis valores esenciales y produjo fenómenos que estaban lejos de lo pensado por nuestro proyecto social: el consumo de drogas, el jineterismo, la deserción escolar, la falta de interés por la realización de estudios medio­ superiores, etc. Fenómenos que, vale aclarar, se manifestaban no sólo en adultos, sino también y sobre todo en adolescentes y jóvenes. La situación actual es otra, trae cambios importantes. Se ha iniciado la “Tercera Revolución Educacional” que, sin estar exenta de serias problemáticas, está defendiendo como principios la atención individualizada y la formación con énfasis en lo educativo más que en lo instructivo. Esperemos que los resultados sean también otros y mejores. Pero, ¿qué valores hay que fomentar en la escuela?, ¿cuál es el hombre que debemos formar hoy en la institución educativa. Aquí ofrecemos algunos de esos valores que hay que potenciar:
· La creatividad y la capacidad de innovación: El pensamiento divergente, la flexibilidad, la originalidad son aspectos que la educación actual tiene no sólo que permitir, sino que debe promoverlos, facilitarlos. A fuerza de dogmatismo se destruye el espíritu crítico y hoy se necesitan personas cultas, integrales, críticas de la vida cotidiana, reflexivas, todo lo cual es resultado de la capacidad de crear, de pensar por sí mismo, de generar lo nuevo.
· La autenticidad: La individualidad es condición inherente al ser humano. Destruir la individualidad es dejar a la persona sin ningún valor, con una moral heterónoma. Recuérdese que en última instancia los valores son siempre valores subjetivados. Ser uno mismo es ser transparente, honesto, coherente; y estos son valores de todos los tiempos. Dejar al otro ser él mismo es evitar los dobles discursos, es evitar que se entronice en la sociedad la mentira, la falta de compromiso.
· La autoestima: El amor a sí mismo es algo que la escuela ha obviado y hasta cuestionadopor confundirlo con egoísmo e individualismo. Sin embargo, no puede darse de lo que no se tiene. No puede nadie ser solidario y afectuoso con otro si no lo es primero consigo mismo. La base de todos los valores cercanos al altruismo está en una autoestima positiva.
· Sentimiento grupal: Es importante hoy más que nunca aprender a convivir, la integración grupal. Nada humano puede hacerse sin ayuda y colaboración de “un otro”. Comprender y trabajar con esto es imprescindiblepara enseñar la no violencia, el espíritu de aprender más que el de ganar. Hay que enseñar a mirar más lo que une a las personas que lo que las separa. Sentir que uno pertenece no sólo a sí mismo, sino a otros es lo que garantiza que exista siempre solidaridad, colaboración, convivencia pacífica.
· Comprensión: Comprensión no es sólo entender al otro, es más que eso. Es calzarse “los zapatos del otro”, situarse en su lugar, aprehenderlo como un todo. Comprender es respetar, aceptar, ser empático.
· Orientación productiva: En estos años Cuba también ha asimilado en muchos sectores poblacionales la cultura consumista que impone la globalización. Se consumen conocimientos, productos, culturas. Sin embargo, un criterio esencial para que haya desarrollo personológico humano –y esto lo resaltaba en sus obras Erich Fromm­ es la productividad. Tenemos que ir a la búsqueda del otro, darnos nosotros mismos, construir el conocimiento, reflexionar la cultura, ser entes activos. Pudieran mencionarse otros valores, pero consideramos que estos, más que cada uno en concreto, son valores que desencadenan otros y van conformando un sistema que facilitará hacernos mejores seres humanos, pero también hacer de este mundo un mundo sostenible. ¿Qué podemos hacer entonces para que esto no quede en ideales abstractos, en sueños no materializados? Lo primero es poner en práctica lo que el Informe Delors de la Comisión de Educación y Cultura de la UNESCO defendió en 1996: que la educación tiene cuatro pilares básicos: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a convivir y aprender a ser. De todos ellos el último es el más importante. Como han destacado los doctores J. García y S. Colunga, aprender a ser significa:
· · · · · · · · · · Aprender a conocerse a sí mismo, a reconocer sus limitaciones y potencialidades, sus actuaciones acertadas y erráticas, a identificar alcances, deficiencias; en fin, a autodescubrirse.
Reconocery comprender la propia identidad, lo distintivo de cada cual como ser humano, como persona única, singular, dentro de un mundo diverso, dentro del que también resulta identificable lo común.Promover la expresión auténtica de la propia personalidad, de lo genuino de cada ser humano.
Aprender a aceptarse, aprobarse y respetarse como el ser humano que se es.
Aprender a tomar decisiones, a realizar elecciones conscientes.
Asumir la responsabilidad de los actos y resultados propios, aciertos y desaciertos, logros y fracasos. Estar en condiciones de obrar con creciente capacidad para la autonomía de juicio y de responsabilidad personal.
Aprender a enfrentar positivamente las situaciones de la vida, a valorar lo que se aprende y se crece como resultante de cualquier experiencia vivida, aun la más traumática o compleja. Aprender a enfrentar, compensar, vencer y superar los problemas, las frustraciones y los fracasos de la vida.
Desarrollar la autocrítica y la coherencia. En correspondencia con esto, ser capaz de autoeducarse, promover cambios conducentes al crecimiento continuo de la persona que se es.
Aprender a autocuidarse y promover la salud integral.
Aprender a estimar, disfrutar y crear los valores positivos de la vida: belleza, amor, bondad, verdad, justicia, dignidad, felicidad, etc.
Cultivar la perseverancia, la firmeza y la focalización de aquellos objetivos de trascendental cumplimiento para el ser humano y su autorrealización, siempre que estén en correspondencia con las posibilidades reales de su consecución.
Y, enseñar a que otros aprendan a ser, es algo únicamente posible desde las RELACIONES HUMANAS; desde la COMUNICACIÓN. Ninguna transmisión fría y despersonalizada va a resolver el problema de los valores. Elegir y practicar valores es algo construido desde la interacción vivencial de subjetividades, es este un proceso más afectivo que intelectual y todo el esfuerzo debe encaminarse en esa dirección. Otras cuestiones en las que podemos trabajar son:
Brindar mayor nivel de información a los educandos.
Dar más participación a los jóvenes, adolescentes y niños en su propio desarrollo.
Enseñar a pensar y no a almacenar información. Fomentar la creatividad y la autonomía.
Enseñar a ser y a convivir, más que desarrollar habilidades técnicas. Esto permitirá que las personas se entiendan a sí mismas y a la totalidad social.
· Potenciar el papel de productor por encima del de consumidor entre los jóvenes, lo que puede garantizar la retención escolar y un aumento en la demanda de calificación. · · · · Cuba es una nación donde hay grandes redes de colaboración, donde las personas tienden a ser afectuosas y sobreimplicadas en los problemas de los otros, la escuela sigue siendo un espacio de gratificación para los estudiantes. Todos estos son factores a nuestro favor para garantizar relaciones humanas proveedoras de valores positivos. Ya ni enseñar puede cualquiera, no hablemos de educar. Bibliografía
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· __________________. Conferencia “Los valores y el desarrollo espiritual. Reflexiones desde la vida cotidiana” pronunciada en la Iglesia de Santa Rita. En formato electrónico. La Habana, 2002.
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· Vitier Cintio. Una campaña de espiritualidad y conciencia. En Colectivode autores: La formación de valores en las nuevas generaciones. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 19996. La idea que el hombre pone en peligro su propia existencia es desarrollada en el artículo “La vida humana como criterio fundamental de lo valioso” de Fabelo, José Ramón. Los valores y sus desafíos actuales. Editorial José Martí. La Habana, 2003. Fabelo, José Ramón. Los valores y sus desafíos actuales. Editorial José Martí. La Habana, 2003. Pág. 17. Esta definición fue extraída de un diccionario enciclopédico por el Dr. Manuel Calviño, quien la refiere en su conferencia “Los valores y el desarrollo espiritual. Reflexiones desde la vida cotidiana” pronunciada en la Iglesia de Santa Rita. La Habana, 2002. Fabelo Corzo, José R. “La crisis de valores: conocimientos, causas y estrategias de superación”. En Colectivode autores: La formación de valores en las nuevas generaciones. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 19996. Pág. 10 Las jerarquías de valores en los años 1988 y 1997 a las cuales se hace alusión son el resultado de estudios realizados por el Centro de investigaciones Sociológicas y Psicológicas y la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana. Referido por Fabelo, José Ramón. Los valores y sus desafíos actuales. Editorial José Martí. La Habana, 2003. Págs. 169 y 170. Vitier Cintio. Una campaña de espiritualidad y conciencia. En Colectivode autores: La formación de valores en las nuevas generaciones. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 19996. Pág. 25 y 26. Torroella, Gustavo. Aprender a vivir. Editorial Pueblo y Educación. La Habana, 2001. Pág1. Los términos Homogeneización, Tecnocratización, Paternalismo y Fragmentación, son tomados, aunque con otros sentidos y desde otras perspectivas, de la reflexión que hace sobe las causas de la crisis de valores en Cuba, la Dr. Maria Isabel Domínguez en su artículo: Domínguez, Maria Isabel. “La formación de valores en la Cuba de los años noventa: un enfoque social”. EnColectivode autores: La formación de valores en las nuevas generaciones. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 19996. Pág. 31­34. García Ruiz, Jorge y Silvia Colunga. “Implicaciones de los 4 pilares de la educación“(Inédito). En formato digital. Camagüey, 2005. Estas reflexiones parten de algunas propuestas descritas en: Domínguez, Maria Isabel. “La formación de valores en la Cuba de los años noventa: un enfoque social”. EnColectivode autores: La formación de valores en las nuevas generaciones. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 19996. Págs. 41­ 43.

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