Historia y Desarrollo del Laicismo en Colombia

Transcripción

Historia y Desarrollo del Laicismo en Colombia
El Laicismo en Colombia
Rodolfo Mantilla Jácome
El Laicismo se soporta sobre la plataforma amplia y
generosa de la tolerancia, lo que significa que es uno
de los mas importantes instrumentos de convivencia
pacifica entre los seres humanos.
Esta precisión es necesario hacerla para expresar la
naturaleza y significado del laicismo, que pregona la
posibilidad cierta de que todos los seres humanos
puedan vivir en común, sin exclusiones, persecuciones
ni marginamientos, sin importar sus creencias
religiosas o planteamientos filosóficos, en un Estado
que cultiva una moral sin dogma.
No es por lo tanto el laicismo un arma arrojadiza, que
pueda utilizarse para perseguir a alguien, no somos los
laicistas agresores antirreligiosos, ni somos por
definición ateos, aunque admitimos que una de las
tantas posturas, respetables como las demás, consiste
en el agnosticismo y en la no pertenencia a una
determinada religión.
Los enemigos del laicismo, son los sectarios y
fundamentalistas, que solo entienden el mundo bajo la
óptica exclusiva de sus creencias religiosas, hablan de
la religión única y verdadera, del dios único y
verdadero, se proclaman dueños de la revelación
divina, por lo que entienden que quienes se apartan de
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sus dogmas y creencias, son infieles, están por fuera
de la civilización y por lo tanto el Estado, la sociedad y
la Iglesia, deben perseguirlos y marginarlos; ellos no
entienden la separación entre el Estado y la Iglesia,
han ensayado para ello, las mas extrañas teorías
políticas que pasan por la idea de que los príncipes son
encarnación divina, o que su unción como gobernantes
es un acto divino realizado a través del espíritu santo,
que ilumina mediante un soplo la carnadura del mortal
escogido, recuerden ustedes que Francisco Franco se
proclamaba- Caudillo de España por la Gracia de Diosy el Preámbulo de la Constitución Colombiana de 1886,
invocaba a Dios como fuente suprema de toda
autoridad. Estas teorías y tantas otras de su misma
estirpe les permitieron y en algunos casos aún les
permiten, gobernar y gozar de los privilegios y las
prebendas de ser religión Estado, o de manipular un
Estado con religión oficial, siempre al lado de los
tiranos y en contra de los oprimidos. En el caso de la
religión Católica, montaron al final, el cuento del Estado
Vaticano, lo cual les ha permitido mantener sus
prebendas
mediante
instrumentos
de
derecho
internacional, como el concordato, que en el caso
Colombiano rigió, desde 1887 hasta 1993.
Como hubiese sido diferente nuestro país y mas aún
como sería de diferente nuestro país, pues tendría
menos contradicciones y desigualdades, menos
injusticias y con seguridad una mejor salud mental
traducida en menos agresividad, si la conquista
Española desafortunada por muchos aspectos, no
hubiese sido realizada con el símbolo de la Cruz como
instrumento de dominación cultural, con lo cual
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propiciaron la destrucción de la cultura aborigen, sus
lenguas, sus creencias religiosas, sus costumbre
sociales, su libertad y su honor; para imponerles un
dios desconocido, una religión a la fuerza, unas reglas
de
comportamiento
social
generadoras
de
la
marginalidad, que fueron siempre propiciadas por la
iglesia, que se servia de ello obteniendo grandes
propiedades de tierra, gran número de esclavos y de
siervos, por los que nunca nada hicieron para
redimirlos de su condición.
Nuestra época colonial, fue un escenario cruento e
ignominioso, que tuvo como fondo la destrucción de
una etnia, la explotación de una raza, el saqueo
descarado de las riquezas de un territorio, la imposición
a la brava de una lengua, de una religión, de una
cultura y con ello la formación de una sociedad
desigual, con odiosos privilegios para unos pocos y la
marginalidad y la explotación inhumana para la
mayoría, tarea en la que fueron artífices primordiales
los curas católicos, quienes al final echaban mano del
santo temor a dios, como una forma de reducción del
descontento para mantener sus privilegios.
En nuestro país, la Iglesia Católica, siempre ha sabido
estar en la cima del poder del lado de los sectores
oscuros y de las fuerzas reaccionarias, fueron amigos
de los terratenientes y se opusieron a los cambios
reales en la sociedad; después de la independencia,
argumentaron a favor de la esclavitud, citando el
evangelio. -Éxodo capitulo 21 y Epístola a los Efesios,
proclamando que la esclavitud estaba apoyada por los
libros sagrados-. Eran los dueños de la educación, la
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que utilizaban para sus propios fines económicos, para
mantener al pueblo ignorante pues no le permitían
acceder a ella y también la usaban para mantener el
control ideológico de los estamentos dominantes, a
quienes no les comunicaban los adelantos de la ciencia
y pretendían que nunca se difundiera el pensamiento
de Copernico ni el de Galileo, siempre le han apostado
a llamar herejía, a los progresos de la ciencia, a la
libertad del hombre, a la democracia.
Combatieron en forma brutal el radicalismo liberal,
aquella obra social y política realizada por los masones
colombianos, que fue el primer intento exitoso de
romper con las viejas estructuras coloniales, período
político en el que se planteo la existencia de un Estado
Laico, de una educación obligatoria y democrática,
ceñida a los postulados científicos, donde se creo la
Universidad Nacional de Colombia y se les empezó a
quitar el poder temporal que aprecian tanto.
La educación laica y obligatoria, propiciada por el
radicalismo liberal, fue combatida abiertamente por la
iglesia católica en nuestro país, el clero entendía que se
trataba de una enseñanza atea y anticristiana, le negó
por lo tanto cualquier apoyo a estos establecimientos,
negándose incluso a dictar las clases de religión en
ellos y los obispos colombianos excomulgaron a los
directores y maestros de las escuelas oficiales y a los
padres de familia que envíen a sus hijos a tales
instituciones.
Ideológicamente, la Iglesia católica en Colombia,
siempre a estado al servicio de la reacción y ha sido
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enemiga del progreso del pueblo, El obispo de la ciudad
de Pasto, Ezequiel Moreno, dijo desde el púlpito en
recordada ocasión “Confieso una vez más que el
liberalismo es pecado, enemigo fatal de la iglesia, del
renombre de Jesucristo y ruina de los pueblos y
naciones”.
En su lucha contra el radicalismo liberal la iglesia se
amalgamo con las fuerzas conservadoras, propicio el
sectarismo y el oscurantismo, las guerras civiles que
significaron la derrota del radicalismo, y
de su
constitución de 1863, fueron desatadas desde la cúpula
eclesiástica, como prueba de ello, ,es memorable el
discurso de monseñor Vicente Arbelaez, Arzobispo
primado, desde la catedral de Bogotá cuando en un
claro parte de guerra dijo que “cuando la sociedad
católica es vulnerada en su doctrina, está en el deber
de sostener sus derechos a la fuerza”. Entonces
también, en esta ocasión la virgen y cristo rey y la
bandera vaticana hacían parte del bando conservador
en la contienda, al tiempo que la iglesia excomulgaba a
los liberales y a sus obras.
El triunfo de la regeneración, sobre el radicalismo
liberal, significo la imposición de un Estado religioso,
con privilegios para la iglesia y con graves imposiciones
a la sociedad colombiana. El catolicismo, se identifico
plenamente con el partido conservador, logrando firmar
en
1887,
un
concordato
donde
obtuvo
el
reconocimiento y preponderancia para sus ministros,
logrando controles en la educación, convirtiéndose en
el árbitro de la moral social, haciéndose al control de
los cementerios, adueñándose del registro civil al lograr
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la preponderancia de la partida de bautizo, imponiendo
el matrimonio católico, como matrimonio oficial, por
encima del matrimonio civil, al que solo se podía
acceder previo acto de apostasía, sancionando a las
parejas que no contraían matrimonio, distinguiendo
para efectos sociales, económicos, afectivos y
familiares, entre hijos legítimos e hijos naturales,
imponiendo también la indisolubilidad del vínculo
matrimonial y manejando, según intereses particulares,
los litigios con fuerza vinculante para el estado
colombiano, para obtener la nulidad del matrimonio
católico, ante la rota romana; así como privilegios
impositivos
y
demás
prebendas
odiosa
y
descomunales; dijo al respecto hablando de su infancia
el presidente masón Alberto LLeras Camargo, que en
su época, todo pasaba por manos de la iglesia católica
y el poder de los curas era inconmensurable, se les
denominaba autoridades eclesiásticas, junto con las
civiles y militares y el poder del púlpito y el
confesionario, junto con el acto de la excomunión les
servía para controlar socialmente sus feudos, era un
poder real, indiscutible y odioso. Todo dentro de la
iglesia, nada por fuera de ella.
¿Cuanto daño se le hizo a la sociedad colombiana, con
este sistema de religión oficial? Sostenemos que ha
sido inmenso el daño que se la ha ocasionado. Las
actitudes violentas e insolidárias que hoy padecemos
tienen mucho que ver con esa práctica excluyente
ejercida sin misericordia contra aquellos que no
estaban con la religión imperante, por lo que se les
marginaba. Así, socialmente era un daño irremediable
el ser madre soltera, mujeres a las que se colocaba en
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la picota pública, sin ninguna posibilidad de realizar una
vida plena y feliz, así como también, el vivir en unión
libre, lo cual excluía la posibilidad de que sus hijos
fueran educados en algunos colegios y quienes sin ser
católicos o por considerar con razón que prevalecían las
leyes civiles y preferían el matrimonio civil, tenían que
soportar el proceso social de la apostasía, denigrante y
lesivo.
Cuantas desgracias y tragedias, nos hubiésemos
evitado los colombianos, si el matrimonio válido
hubiese sido únicamente el civil y este conforme a su
naturaleza contractual, hubiese tenido desde siempre la
posibilidad de la ruptura del vínculo?, ahora bien, con
ello, nada se oponía a que un católico practicante,
también se casara ante su propia iglesia y para
pertenecer a ella respetara su sacramento, pero ese es
un problema del católico practicante con su religión, no
con el estado ni con la sociedad colombiana.
El problema es que se han considerado siempre, la
única religión verdadera, la del dios verdadero y la de
todos los colombianos, con derecho a intervenir mas
allá de la relación espiritual con sus adeptos,
pretendiéndonos imponer a todos los colombianos, sus
creencias, sus postulados éticos, sus mandatos sobre la
sexualidad, sus puntos de vista sobre las relaciones de
pareja y sus formas de interpretación de las leyes
patrias, lo cual es inadmisible.
Cuantos colombianos crecieron en la marginalidad, por
culpa de la mácula de ser hijos de uniones libres o
llamados naturales, cuantas diferencias se generaron
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en una sociedad sometida a estas reglas absurdas de
una iglesia que pretendió gobernarnos en el mas
extremo fundamentalismo.
Muchas de las ciudades colombianas mantienen aún los
cementerios universales y masónicos, como un
recuerdo imborrable de la intolerancia religiosa, que
pretendió en su sectarismo no dar cabida a los restos
mortales de aquellos que no pertenecieron a su credo,
o que contra su doctrina hicieron uso del derecho a
morir, o que fueron liberarles o masones. Esos
cementerios son hoy monumentos libertarios que
hablan por si solos del mal de la intolerancia religiosa,
poco a poco se van convirtiendo en campos floridos,
donde las nuevas generaciones recordarán la dolorosa
lucha contra los fundamentalismos, que le hizo tanto
daño a nuestra sociedad, que se vio dividida,
martirizada y ultrajada, por aquellos que no entienden
que todos los hombres son hermanos.
La Constitución colombiana de 1991, que significó un
importante esfuerzo para recomponer el camino de la
tolerancia y propiciar aún sin lograrlo la convivencia
pacífica entre nosotros, definió a Colombia como un
Estado Laico, con lo cual y a partir de ese momento
iniciamos el proceso de separación entre el Estado y la
iglesia. No ha sido un camino fácil, en primer lugar
porque quien tiene los privilegios trata de conservarlos
aún a costa de la Constitución y la ley. En 1993, la
Corte
Constitucional,
se
decanto
por
la
inconstitucionalidad del Concordato existente entre
Colombia y el llamado Estado Vaticano, decisión que los
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curas,
acompañados
por
sectarios
seguidores,
consideran no jurídica y pretenden que aún esta
vigente, por fortuna sus acciones jurídicas no tuvieron
ninguna acogida. A partir de ese momento, se han
logrado significativas decisiones que han permitido
retirar a la iglesia enquistada en muchas instituciones
como juntas de censura de cine, de establecimientos
enseñanza religiosa y otros espacios en los que se
percibe la innegable perdida de peso específico de esa
iglesia en la sociedad colombiana, desgaste social, que
se produce como consecuencia de sus tradicional
postura de navegar en contravía de la realidad, del
progreso y de la ciencia, la delictiva conducta sexual de
sus ministros y la posición cada vez mas critica de los
colombianos que ya no se dejan influir por las
tradicionales armas de control psicológico (el infierno
candente, la excomunión etc) que otrora usaban con
éxito en la manipulación de las gentes.
Pero aún estamos lejos de lograr los postulados del
laicismo, porque aún existe la persistente tendencia en
algunos funcionarios públicos, notoriamente en las
fuerzas armadas, donde lo religioso es utilizado como
una forma de lavar ciertos actos y darles mas
credibilidad en el imaginario colectivo por tener el aval
de los jerarcas de la iglesia católica en nuestro medio.
No olvidemos además que los totalitarismos no
desdeñan la maquillada bendición de los supuestos
santos varones, de voz suave y finas maneras, que
avalan cosas que al final resultan inpredicables de tan
santos señores, recordemos entre nosotros, al
arzobispo Caballero y Góngora pactando en nombre de
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dios con los comuneros y traicionándolos a nombre del
rey para cumplir su cometido de lealtad al monarca
contra los intereses del pueblo. Sin que podamos
olvidar las gestiones diplomáticas de la iglesia
comandad por Eugenio Pacelli, ante régimen nazi,
contra los judios y sus acuerdos con Benito Musolini en
Italia, para consolidar la precaria territorialidad del
Estado Vaticano. En otras palabras todos los dictadores
y violadores de los derechos humanos, Videla y su
cohorte en Argentina, Strossner en Paraguay, Pinochet
en Chile, Franco en España, han tenido muy buenas
relaciones con la cúpula eclesiástica, como una carta de
presentación popular.
En Colombia los hemos visto sentados con personajes
como Pablo Escobar, acordémonos del padre García
Herreros, el inquisidor Alfonso López Trujillo recibió
jugosas contribuciones de Escobar y Monseñor Darío
Castrillón contó con la colaboración eficaz de Carlos
Ledher en la construcción de casitas en Pereira, y
últimamente hemos visto a la jerarquía católica
colombiana interponiendo sus buenos oficios con los
jefes para-militares. Estas son labores de maquillaje y
de lavado de imagen, es un oficio que se cobra, claro
esta que también deben incluir peticiones celestiales,
por tan siniestros personajes.
Ninguna entidad oficial debe tener capellanes, que
además son pagados con dineros oficiales, Los actos
oficiales no pueden celebrarse, recordarse o lamentarse
con misas ni tedeums, etc.
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El Estado Colombiano requiere retomar el control de la
educación, impidiendo que existan establecimientos
educativos en los que se burle el postulado de la
libertad religiosa, o donde se discrimine el alumnado o
el profesorado por tener un credo diferente o
simplemente no tener ninguno, porque esto ocurre a
diario en nuestro país.
Pero mas grave resulta, la posición contestataria que
han asumido algunos jerarcas católicos frente a las
decisiones jurisprudenciales y legales que son
contrarias a la doctrina de su Iglesia, y que ellos
asumen con rebeldía utilizando los medios de
comunicación para subvertir el orden llamando a la
desobediencia civil y ofender a quienes toman estas
decisiones
o
deben
realizar
las
acciones
correspondientes. Hablamos de los casos de la
Eutanasia y del aborto, en los cuales legalmente se han
tomado decisiones que permiten la aplicación de la
eutanasia bajo ciertas condiciones lo mismo que el
aborto. Nuestra crítica a los jerarcas católicos, no
radica en que ellos desde el punto de vista de su
iglesia, manifiesten al interior de sus iglesias su critica
a tales decisiones, es más pueden advertir que la mujer
católica que aborte deja de ser católica, como le debe
ocurrir a quien favorezca
la eutanasia, advertirle
incluso que quien se deje aplicar la eutanasia se va
para el infierno, pero lo que no es posible, es que ese
jerarca católico, se sienta con derecho a ofender a los
jueces y médicos colombianos que han tomado y
ejecutados estas decisiones y lanzar sobre ellos
públicamente el anatema de la excomunión, como si
Colombia fuera un Estado Católico y como si todos los
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colombianos
fueran
católicos.
Deben
existir
mecanismos para que la iglesia no siga pretendiendo
manipular las instituciones estatales, para que no
pretenda como lo hizo el mencionado jerarca frente a
estos asuntos llamar a la rebeldía e invocar la objeción
de conciencia, porque si un católico convencido así lo
hace, debe en ese mismo acto renunciar a su cargo.
Desconfiemos también, de los llamados misioneros,
cualquiera que sea su religión, que cumplen una tarea
de penetración cultural con el pretexto de salvar almas,
el laicismo como política estatal de separación entre la
Iglesia y el Estado, no puede admitir que a nombre de
la caridad o de la superioridad o de la civilización se
orade culturalmente un grupo humano y se le imponga
un dios y una religión desconocida.
No se trata entonces de perseguir a nadie, se trata es
de colocar las cosas en su lugar para que podamos
lograr la convivencia derivada del respeto por las
creencias religiosas de los demás, en la seguridad de
que las religión cualquiera que sea no es un ente de
poder, es mucho mas que eso, es la alianza espiritual
de hombres y mujeres, que han definido una forma
particular de relacionarse con la divinidad y de cumplir
su vida conforme a esa definición, pero respetando las
creencias de los demás, sin pretender manipular el
Estado, ni utilizarlo para imponer sus criterios
religiosos, bastante lograrían, por ejemplo la religión
católica, si lograra que sus adeptos fueran mejores
católicos cumpliendo con los diez mandamientos, el
laicismo espera eso, pero lo que no puede permitir es
que la iglesia pretenda gobernar o cogobernar como si
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fuera un órgano político dando instrucciones de voto o
de actuación a sus fieles, eso supera los lindes de la
religiosidad y no debe ser permitido.
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