Yo también estoy cansado, … ¿Y qué?
Transcripción
Yo también estoy cansado, … ¿Y qué?
Yo también estoy cansado, … ¿Y qué? Muy querido amigo: Antes que nada te pido me disculpes por tardar en contestar; la verdad es que he estado sumamente ocupado. Sin embargo, no debo quejarme, para que no me suceda como a aquella persona que, quejándose ante un amigo y pidiéndole consejo, por vivir una situación que le parecía insostenible, en un casa pequeña y llena de niños, el amigo le aconsejó meter una cabra en su casa. A la semana volvió con el amigo diciéndole que ahora su situación era mucho peor porque, además de la casa pequeña y los niños, tenía que soportar el mal olor y los ruidos de la cabra; su sabio amigo le recomendó, en esta ocasión, sacar a la cabra de la casa; no pasó mucho tiempo que aquella persona visitó nuevamente a su amigo para narrarle cómo, desde que había sacado a la cabra de su casa, todo iba mucho mejor… La moraleja de la historia es que, en apariencia, el personaje regresó a la situación inicial, sin embargo hubo un cambio de actitud en él y eso transformó todo, como también lo hace el pensamiento complejo. Así que en un momento de calma aprovecho para charlar contigo, de estos asuntos, por este medio. El fuego del corazón que nos anima a entender la realidad Primero que nada, te quiero felicitar por tu valentía y cordura en los momentos tan difíciles por los que pasa el mundo; tu decisión de estar al lado de la inconformidad y de la inquietud me parece excelente; cada minuto que vivas en conciencia con ella será un minuto de gracia, un minuto de integridad y toda tu vida estarás agradecido por ello. ¿Sabes una cosa? Sólo aquellas personas que se han “peleado” por entender la realidad, la aman en verdad y pueden lograr algo en y por ella. Lo que sucede no es que le veamos “defectos” a la vida, a las personas o al mundo en general; por el contrario, son nuestros límites los que se ponen de manifiesto, ¿no crees? En efecto, ni siquiera se nos pidió nuestra autorización para ingresar en esta vida; te digo esto, querido amigo, porque veo que posees una gran delicadeza de espíritu; personas como tú dan belleza al mundo e iluminan vidas. Ese fuego que tienes en el corazón nunca lo intentes apagar. Nacemos para ser geniales, no para “echarle ganas” Aquellas personas que más o menos torpemente opinan acerca de qué hacer en la vida para salir adelante, lo hacen seguramente con una buena intención. Sin embargo, y esto es para personas con más agudeza mental, como tú, las buenas intenciones no bastan para ser genial en la vida. Estamos aquí para ser geniales, no menos; no basta con “echarle ganas” ni “pasarla bien”. La vida es un milagro inmerecido; además, la vida exitosa es la que, frente al quebranto, reúne a mucha gente a su alrededor; es la que une y reúne, que acerca y obliga a pensar en estas cosas. El sentido de tu vida, ¿lo das tú o te lo dan los demás? La tercera vía Tú me comprendes bien; no se trata de poner etiquetas decorosas a eventos espantosos. Sabes que la muerte, por ejemplo, ese gran misterio, el colapso de nuestra temporalidad y duración, es ley de vida, de toda vida. Así, después de todo, tú también estás cansado de intentar reconciliar lo irreconciliable: teorías hermosas, pletóricas de promesas que nos enseñan en casa y en la escuela, por un lado, y un mundo que en lo humano, frecuentemente se nos muestra de tal suerte que, a todos sus niveles, nos da asco, por otro lado. Tal parece, pues, que no hay mucho por hacer para salvar el obstáculo abismal que separa a esos dos extremos. Pero, ¿qué estoy diciendo? Sí, yo también, como tú, estoy cansado de devanarme los sesos tratando de reconciliar la teoría y la práctica, pero me sorprendo notando que la manzana de Newton, que tan bien representa al pensamiento que quiere determinar de una vez por todas el futuro, ambición prometeica y pretensión profética, está atravesada de un extremo al otro por una flecha, la flecha del tiempo, del tiempo real, irreversible, inexorable, que mueve al mundo, con el hombre adentro, en la inacabable búsqueda del sentido, siempre provisoriamente encontrado. Parece que sólo hay una excepción a esa realidad ineludible: nuestras personalísimas decisiones de aceptar o no alguna forma absoluta, atemporal, de realidad, que module nuestra individual forma de ser en el mundo. Pero eso es intocable y no está sujeto a ninguna especie de construcción humana. Por lo demás, tengo el deber de decirte que sí existe la tercera vía, el camino que rompe con la falsa disyuntiva entre la teoría y la praxis, entre lo que deseamos y lo que logramos, entre lo que podríamos ser y lo que somos. Es mejor encender una vela que maldecir la obscuridad1 Sí, la otra opción sigue el curso de la flecha que certeramente perfora a la manzana, como la piedra de David en la frente de Goliat, haciéndola sucumbir: es la opción que abre el pensamiento complejo y el estudio de la complejidad que, por definición, plantea que en el mundo cualquier sistema sujeto a un conjunto de condiciones en el espacio y en el tiempo, es decir, en su realidad histórica, posee más de una solución posible. ¡Qué maravilla! Gracias a esa manera de ver las cosas se inaugura la conciencia de lo real y lo real de la conciencia, con lo cual, quienes pensamos en ese sentido, estamos comprendidos en el horizonte del mundo que escudriñamos, con nuestras libertades que llevan el sello de la posibilidad del error. Desde luego, no se trata de ningún tipo de “receta de la felicidad” ni mucho menos: al comunicarte esta posibilidad yo sólo te proporciono un fósforo, eres tú a quien corresponde encender su vela. ¿Qué puedes lograr con este camino? Pues bien, una actitud previsora de las cegueras del conocimiento, del error consciente y de la ilusión infundada, los principios de un conocimiento pertinente para el mundo como es, no como el escenario de nuestras proyecciones utópicas irresponsables, la solidaridad con la condición humana, tan difractada al pasar por la rendija de los sistemas sociales, la identidad terrenal con sus equilibrios y desequilibrios, la capacidad de enfrentar las incertidumbres, asumiéndolas como oportunidades, la comprensión como cuna de la bondad y de la belleza y, finalmente, la ética del género humano, a sabiendas de que cada individuo no es nada sin el otro, sin los otros, porque ellos están exactamente en nuestra misma situación. En pocas palabras, el pensamiento complejo te proporciona lo necesario para asumir con madurez la infinita responsabilidad de tu presencia en el mundo. Sólo eso… Por eso te repito, también yo estoy cansado… ¿Y qué? Sé que tengo un camino por recorrer, sí, pero como en el caso de los mejores alpinistas, he elegido el camino más difícil, el del mundo real, porque es el más hermoso. Bien, amigo querido, cuenta con mi solidaridad, desde luego, y en todo lo que pueda ayudarte para tu crecimiento cognitivo, aquí en la Multiversidad Mundo Real Edgar Morin. Recibe un fuerte abrazo cariñoso. Tu amigo apasionado por la realidad y la integridad humanas. 1 Refrán citado, a manera de epígrafe, en Sagan, C., El mundo y sus demonios: la ciencia como una luz en la obscuridad, Planeta, México, 1998, p. 9.