Las habilidades sociales de nuestros hijos se siembran
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Las habilidades sociales de nuestros hijos se siembran
Las habilidades sociales de nuestros hijos se siembran en casa Lic. Vivian Saade Partiendo de que las habilidades sociales son las capacidades que desarrollan las personas para relacionarse con los demás, entenderemos que llevarlas a cabo de manera adecuada es de vital importancia para poder interactuar apropiadamente en todo nuestro entorno y relaciones (padres, hermanos, amigos y sociedad). Desde niños aprendemos las más simples: escuchar, compartir, apoyar, animar, respetar y aceptar diferencias, por mencionar algunas; y su desarrollo tiene como resultado el desempeño y el dominio de algunas más complejas como “aprender a decir no” cuando algo no nos parece, o poder enfrentar retos nuevos y no sufrir de ansiedad, por ejemplo. Cuando los niños son recién nacidos necesitan de toda nuestra ayuda, sin embargo tenemos que ir soltándolos progresivamente para que cada vez dependan menos de nosotros y sean más competentes en sus diferentes ambientes. Sin embargo, es en casa en donde primeramente aprenden a escuchar y a ser escuchados, a aceptar las diferencias cuando les permitimos que actúen o piensen diferente a nosotros, etc. La seguridad que van adquiriendo se verá reflejada en todas sus facetas y llenará de grandes beneficios su personalidad y su autoestima. Estas son algunas sugerencias para guiar el desarrollo de las habilidades en nuestros hijos: Permitirles tener relación con diferentes personas y no ser siempre su vínculo: Con acciones tan simples como pedir de comer en un restaurante, podemos permitir, por ejemplo, que ellos sean quienes se dirijan a los meseros; o al ir al doctor podemos pedirle al niño que él mismo explique cuáles son sus síntomas. A los adolescentes podemos empezar a pedirles que ellos mismos hagan algunas de sus citas (peluquería o dermatólogo), pidan información (clases o cursos), o hagan algunas compras completando toda la transacción (preguntar, escoger, pedir, pagar etc.). Aceptar sus emociones y validarlas aunque a nosotros nos parezcan inapropiadas o exageradas: Si un joven se pelea con sus amigos y se siente muy triste, no hay que minimizarlo, restarle importancia, o decirle que deje de estar triste porque “no es el fin del mundo”. En lugar de eso se aconseja escucharlo y acompañarlo; para él sí es como si fuera “el fin del mundo”. Demostrarle interés y afecto por sus problemas: Al igual que con las emociones, es prudente invitarlo a que comparta sus problemas, escucharlo sin interrupciones y con un interés real; guiándolo de manera que él mismo vaya aclarando el problema y encontrando soluciones. Ponerle límites adecuados a cada edad y ser congruentes y consistentes todo el tiempo: A pesar de que fomentamos su libertad e individualidad, los límites en todo momento dan seguridad y dirección. 1 Aceptarlo tal y como es: Dejar a un lado la “imagen ideal” que tenemos sobre lo que “debe” ser un hijo y apoyarlo en sus diferentes intereses y gustos (queríamos que fuera futbolista y él prefiere hacer alebrijes). Responder a sus inquietudes: Los niños son curiosos por naturaleza, por lo que requieren de mucha paciencia de nuestra parte cuando empiezan a descubrir el mundo y nos inundan de preguntas. Tratemos de informarnos cuando no sepamos responder algo o buscar quién lo pueda hacer, fomentar su deseo de saber más. Ponernos en su lugar: Tratar de pensar en cómo éramos nosotros de chicos o jóvenes y no demandarles actitudes o pensamientos que no están listos para tener. Cobijar a nuestros hijos en un hogar lleno de seguridad, cariño, comprensión, respeto y normas bien definidas, facilitará su desenvolvimiento social, creando buenas habilidades sociales que le permitirán cultivar relaciones sanas y un desempeño provechoso en todo su entorno. 2