y cuidado a un hijo. El deber del hijo presupone el derecho del pa

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y cuidado a un hijo. El deber del hijo presupone el derecho del pa
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y cuidado a un hijo. El deber del hijo presupone el derecho del p a ­
dre; pero, ¿por qué?1
Elim inem os p rim eram en te alg u n as razones plausibles, pero
equivocadas, que hacen de la honra u n deber del hijo. Prim ero está
la mística de la sangre. El sentido judeo-cristiano del deber filial no
se apoya sobre el rito aborigen de la transición, en la experiencia
del nacim iento. A lgunas personas podrán sentir una sensación de
reverencia hacia los m ayores que canalizaron la sangre de la vida
que había en ellos para form ar una familia, pasada y futura. Pero lo
que está detrás del deber de la honra no es la mística de la sangre
sino la opción moral, no un sentido de reverencia sino una voluntad
en cuanto al orden de la familia.
El deber de honrar a los padres tam poco es consecuencia de la
pecam inosidad del hijo. Los hijos no son m ás pecam inosos que los
padres, y dejar a u n niño en libertad no es m ás arriesgado que dar
autoridad a un padre. Si las familias existieran en un m undo per­
fecto, sin d u d a los padres estarían a cargo de los niños aunque estos
fuesen perfectos. El deber de la honra, com o la m ayoría de las
o b lig a c io n e s p rim a ria s , no e stá a rra ig a d o en la n a tu r a le z a
p ecam inosa del niño, sino en el diseño divino p ara la fam ilia
hum ana.
En tercer lugar, no les debem os honra a nuestros p ad res en
g ratitu d por lo que h an hecho por nosotros. P robablem ente la
m ayoría de nosotros siente m ucha gratitud hacia sus padres, aunque
m uchos otros acum ulan resentim iento por las graves faltas que
cometieron. Donde abunda la gratitud hay un poderoso m otivo para
obedecer el m andam iento, pero esta no puede ser la razón básica
por la que Dios lo proclam ó. La razón del m andam iento tiene que
estar en el tejido de la familia, en la función que los padres deben
desem peñar en el crecimiento y la crianza de los hijos.
Si existe alguna razón por la que los padres tienen un derecho al
respeto de parte de sus hijos, sugiero que es la de la autoridad. En la
p e q u e ñ a sociedad llam ada fam ilia, en la que se exp erim en tan
intim idades hum anas gozosas y penosas pertenecientes a la relación
hum ana fundam ental, una de las fuertes fibras que m antiene unida
la alianza es la autoridad de los padres. Actualm ente la autoridad
no es una faceta popular de la vida familiar, e incontables hogares
la han abandonado deliberadam ente, confundiendo autoridad con
una clase de tiranía a la que todos los que respetan los derechos de
los niños deben destruir. No obstante, voy a argum entar que la
autoridad parental, correctam ente entendida, es esa cualidad que
tienen todos los padres y que se corresponde con la honra que los
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