Adviento…
Transcripción
Adviento…
La Iglesia nos invita a prepararnos para la Navidad: Adviento… La palabra adviento significa ‘venida’, ‘advenimiento’. Era utilizada antiguamente, en el lenguaje pagano, para significar la venida de la divinidad a su templo, o la venida o presentación oficial de un personaje importante. En el lenguaje cristiano primitivo, con la expresión adviento se hace referencia a la última venida del Señor, a su vuelta gloriosa y definitiva al final de los tiempos (parusía). Pero más tarde, cuando la Iglesia comienza a celebrar las fiestas de Navidad y Epifanía (Reyes), el adviento sirvió para significar la venida del Señor en la humildad de nuestra carne. De este modo el adviento para los cristianos tiene un doble significado: Nos prepara para la venida gloriosa y definitiva del Señor resucitado al final de los tiempos (llamada parusía) Nos prepara para celebrar la Navidad De este modo la venida del Señor en Belén y su última venida se contemplan dentro de una visión unitaria, no como dos venidas distintas, sino como una sola y única venida, desdoblada en etapas distintas. La dos primeras semanas del adviento nos invitan a prepararnos para la segunda y definitiva venida de Jesús al final de los tiempos. Por eso, el adviento invade la vida entera del cristiano sumergiéndola en un clima de esperanza en la vida futura (escatológica), tal como lo anunciaran los Evangelios y el libro del Apocalipsis. El grito de Juan el Bautista: "Preparen los caminos del Señor", es una constante invitación a la vigilancia, porque el Señor vendrá cuando menos lo pensemos. Como las vírgenes de la parábola, es necesario alimentar constantemente las lámparas y estar en vela, porque el Esposo se presentará de improviso. La vigilancia se realiza en un clima de fidelidad, de espera ansiosa y de sacrificio. El grito del Apocalipsis: ¡Ven, Señor Jesús!, recogido por la liturgia, resume la actitud radical del cristiano ante el retorno del Señor; porque la seguridad de su venida nos llena de alegría. Por eso la espera del adviento, y en general la esperanza cristiana, está cargada de alegría y confianza. Pero no se trata de una espera pasiva, sino activa y eficaz. No debemos esperar la parusía con los brazos cruzados. La “preparación de los caminos del Señor” se convierte para los cristianos en una urgencia constante de compromiso, de dedicación positiva y eficaz en la construcción de un mundo nuevo. La espera de la segunda venida de Jesús, debe estimularnos a un compromiso más intenso y a una integración mayor en el trabajo humano. Al adviento nos hace desear ardientemente el retorno de Cristo. Pero la visión de nuestro mundo injusto, marcado brutalmente por el odio y la violencia, nos revela su inmadurez para el momento final. Es enorme todavía el esfuerzo que los creyentes debemos desarrollar en el mundo a fin de prepararlo para la segunda venida de Jesús. Deseamos con ansiedad que el Señor venga, pero tememos su venida porque el mundo aún no está en condiciones de recibirlo. Nuestra esperanza, abierta de este modo hacia el final de los tiempos, durante los últimos días de adviento se centra de manera especial en la fiesta de Navidad. Si esperamos la segunda venida de Jesús, es porque ya vino por primera vez y esta primera venida es la que festejamos en Navidad. Por eso nuestra espera no es una ilusión fruto de la fantasía de los creyentes, sino que, esperamos que regrese como lo prometió cuando ya estuvo entre nosotros. Pero no solamente en Navidad. En cada misa, en cada celebración Eucarística, se actualiza el misterio gozoso de la venida y de la presencia salvífica del Señor entre nosotros. Pero la venida de Cristo, celebrada año taras año, no es plena ni definitiva. Sólo la parusía final lo será. Sólo entonces aparecerán “el cielo nuevo y la tierra nueva” de que habla el Apocalipsis. Hasta entonces es preciso repetir, una y otra vez la experiencia de su venida al nivel del misterio. Así este continuo esperar y este continuo experimentar, un año tras otro, los efectos de su venida y de su presencia, irán madurando en cada uno de nosotros la imagen de Cristo. A esto nos invita la Iglesia durante el tiempo de adviento.