Página_4 - En lucha
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Noviembre 2006 En lucha 4 INMIGRACIÓN EN PERSPECTIVA El 11-M, la derecha populista y la calle Marçal Solé La oposición del PP es de una virulencia total, sin precedentes recientes. La movilización sostenida de la derecha en las calles tiene mucho que ver con el impacto de la guerra de Irak entre sus filas y la indigestión de su propia derrota. La voluntad expresa de acoso y derribo contra el (según ellos) gobierno ilegítimo de Zapatero puede ser un cierre interno de filas, pero es también el síntoma de algo más. Con todo ello, el PP parece dispuesto a explorar los réditos del populismo, un giro que se está dando de diversas maneras entre una derecha, la europea que, siendo formalmente democrática, busca desesperadamente la manera de ser alternativa a la socialdemocracia y desplazar o asimilar a la extrema derecha. Es importante entender que detrás de la crispación, el barullo constante, y la contundencia del PP, hay toda una estrategia marcada. La persistente manipulación sobre los atentados de Atocha de buena parte de los medios de comunicación afines al PP (El Mundo, la COPE, Libertad Digital) es, por delirante que parezca, una consecuencia directa de la asimilación de ese milenarismo característico de la Administración Bush, identificada con la providencia que ésta utiliza para justificar la barbarie contra el mundo árabe. Y es que la apuesta del PP por la guerra de Irak fue total. Su reafirmación paraimperial fue parte fundamental de una política muy ambiciosa, que más allá de la escalada bélica, pretendía resolver el pulso sobre el papel de Europa en el mundo con una renovada alianza transatlántica bajo liderato neocon. Cuando la guerra de Irak estalló en Madrid el 11 de marzo todo eso reventó con los trenes. También la posibilidad de que el PP mantuviera el poder y funcionara como partido-modelo para una derecha europea dividida, que no supo aprovecharse de “la guerra contra el terrorismo” para acelerar el impulso de los acontecimientos en favor del (ultra)neoliberalismo. Abandonando el centro El resurgimiento del populismo no debería menospreciarse. Sarkozy, ministro del interior y candidato a las presidenciales por la derecha francesa, es una referencia pujante de ese nuevo populismo. En él, el PP se mira, toma nota y se gusta. En los últimos meses, éste ha participado en varios actos suyos, y en la última visita, cuando fue preguntado por sus relaciones con Rajoy, aclaró: “trabajamos juntos dentro del Grupo Popular Europeo por una política común”. Son palabras amenazantes. En un mitin reciente, Sarkozy, tras venerar a Napoleón, descalificar a la generación del 68 y proponer la obligatoriedad de un servicio civil de seis meses, dejó claro los objetivos programáticos de la derecha moderna: “Una ruptura en nuestros comportamientos, una ruptura en nuestros métodos y una ruptura en nuestra manera de entender el debate de las ideas”. Los aplausos más efusivos se sucedieron después de que ridiculizara “la tendencia de la derecha francesa a disfrazarse vergonzosamente de centro”. El “debate de las ideas” al que se refiere Sarkozy es clave, y eso remueve las entrañas del PP. Las manifestaciones en las calles impulsadas por la derecha son el reconocimiento implícito del impacto del movimiento antiguerra en su debacle, y de la polarización social favorable a la izquierda del último ciclo político. En este sentido, la movilización del “franquismo sociológico” y los sectores más conservadores tiene una clara función regeneradora, y aunque tanta intransigencia puede asustar a sus votantes más moderados, el PP parece dispuesto a asumir los riesgos que sean necesarios con tal de recuperar la tradición histórica de la derecha española. En los años 30, la CEDA, un nuevo partido de masas, identificado con el tradicionalismo y el conservadurismo católico, fue capaz de conjugar la dinámica electoral con la movilización popular a base de tremendismo, llamadas al apocalipsis, desestabilización y mentiras constantes contra la República. Si el PP consigue hacerse fuerte en esta estrategia, esto tendrá directamente que ver con el espacio que recule la izquierda. Las políticas migratorias del PSOE para dividir a los trabajadores Megus A pesar de la supuesta “avalancha” de la que hablan los medios, solo el 10% del flujo migratorio llega por las costas. Analizando las noticias que nos azotan continuamente desde los medios de comunicación afines al gobierno ZP, así como las declaraciones de sus ministros, podemos destacar dos tipos aparentemente opuestos de lecturas del fenómeno migratorio. Por Aída Arroyo y Jesús Castillo. Por un lado, exponen la inmigración como motor del crecimiento económico, tanto para el Estado español como para el resto de la Unión Europea. En este sentido el ministro de Trabajo y Asuntos Sociales, Jesús Caldera, ha reconocido que, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), la mano de obra inmigrante (8,4% de la población) ha impulsado en 3,2% el crecimiento anual del PIB per cápita en España durante la década de 1995-2005, evitando una caída demostrada del 0,6% anual. Este incremento derivó del hecho de que “la inmigración ha supuesto más del 50% del crecimiento de empleo”, además de haber tenido una influencia directa en el aumento del consumo interno y la demanda de vivienda, según explicaba a la Cadena SER el servicio de estudios de Caixa Catalunya. Al mismo tiempo, el Gobierno se esfuerza en transmitir continuamente que respeta escrupulosamente los derechos humanos de los “irregulares” que llegan al Estado español. Repatriaciones Sin embargo, por otro lado, se proyecta continuamente la más que afamada idea de la “invasión de inmigrantes ilegales” a las costas del Estado español y la necesidad de su repatriación inmediata para evitar el denominado “efecto llamada”. Se destaca repetidamente en los medios de comunicación cómo sólo en agosto de este año han llegado más “sin papeles” que en todo el año anterior, haciendo hincapié en la toma urgente de medidas contra esta “situación problemática”. En este contexto, se justifica el tratamiento de los inmigrantes como delincuentes, y el ministro de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, en una comparecencia reciente presume de que, en lo que va de año, se han repatriado a 52.757 inmigrantes tras negociaciones con sus países de procedencia en el África subsahariana (Mauritania, Senegal, Cabo Verde), y que se negocia con la UE para aunar fuerzas en la creación de una “barrera impermeable” a la inmigración. Conjuntamente, no dejan de aparecer noticias que relacionan delitos con el origen extranjero de sus autores. En apariencia, parece existir una contradicción en esta estrategia, ya que Los trabajadores inmigrantes tienen un salario entre un 25 y un 35% inferior a la media el Gobierno se perjudicaría a sí mismo con la expulsión de sus fronteras de las personas que hacen crecer su economía. Sin embargo, al descubrir los objetivos verdaderos de la estrategia de Zapatero con los inmigrantes esta contradicción desaparece. Baratos y precarios La política de inmigración que realmente está llevando a cabo el gobierno ZP se basa en el mantenimiento de una clase trabajadora muy barata y precaria; los trabajadores inmigrantes tienen un salario entre un 25 y un 35% inferior a la media y muchos aceptan condiciones laborales nefastas al encontrarse en situaciones desesperadas y numerosas veces sin derechos, lo que tira a la baja todos los salarios y aumenta la precariedad laboral. Paralelamente, Zapatero impulsa medidas que intentan dividirnos frente a la inmigración, actuando impunemente ante falsas “avalanchas de inmigrantes” en las costas; inmigración que este año tan sólo ha representado aproximadamente el 10% del flujo migratorio. La mayor parte de estas repatriaciones, favorecidas por la potenciación de una ideología racista, las sufren ciudadanos africanos. Esta estrategia intenta crear una base social reticente a la inmigración y lo suficientemente extensa para apoyar al Gobierno en las repatriaciones y el trato vejatorio que se dispensa actualmente a los inmigrantes, y que en el futuro podrían sufrir otras minorías sociales. Se intenta crear en la población un sentimiento de inseguridad frente a la inmigración, llegando a convertirla en la primera problemática general para la ciudadanía y que casi el 90% de los ciudadanos crea que llegan demasiados inmigrantes. La aparente contradicción inicial entre el crecimiento económico y la expulsión de inmigrantes muta en una estrategia cuidadosamente elaborada para, a la vez que se mantiene una mano de obra inmigrante en precario, que únicamente favorece a los empresarios, se trate de dividir a trabajadores inmigrantes y autóctonos de manera que no luchen conjuntamente en pro de un reparto más justo y necesario de las riquezas. Folleto de En lucha Racismo y capitalismo Por 1,5 euros en las mesas de En lucha o enviando un email a [email protected]