Álvaro Mutis Cada poema

Transcripción

Álvaro Mutis Cada poema
R E V I S T A D E P O E S Í A
Poéticas
Colombianas
71
Álvaro Mutis
Cada poema
C
ada poema es un pájaro que huye
del sitio señalado por la plaga.
Cada poema un traje de la muerte
por las calles y plazas inundadas
en la cera letal de los vencidos.
Cada poema un paso hacia la muerte,
una falsa moneda de rescate,
un tiro al blanco en medio de la noche
horadando los puentes sobre el río,
cuyas dormidas aguas viajan
de la vieja ciudad hacia los campos
donde el día prepara sus hogueras.
Cada poema un tacto yerto
del que yace en la losa de las clínicas,
un ávido anzuelo que recorre
el limo blando de las sepulturas.
Cada poema un lento naufragio del deseo,
un crujir de los mástiles y jarcias
que sostienen el peso de la vida.
Cada poema un estruendo de lienzos que derrumban
sobre el rugir helado de las aguas
el albo aparejo del velamen.
Cada poema invadiendo y desgarrando
la amarga telaraña del hastío.
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R E V I S T A D E P O E S Í A
Cada poema nace de un ciego centinela
que grita al hondo hueco de la noche
el santo y seña de su desventura.
Agua de sueño, fuente de ceniza,
piedra porosa de los mataderos,
madera en sombra de las siemprevivas,
metal que dobla por los condenados,
aceite funeral de doble filo,
cotidiano sudario de poeta,
cada poema esparce sobre el mundo
el agrio cereal de la agonía.
Álvaro Mutis
Mario Rivero
Palabra
V
en palabra desnúdate
serás la amada de un hombre al que no le importa
si pareces fea o eres pobre
Porque vosotras palabras
os parecéis como un desfile de mujeres hermosas
toscas o refinadas
podéis dar más unas que otras
Pero tengo la debilidad de detestaros bien vestidas
la sola vista de vuestras lentejuelas de feria
me cansa de antemano
el corazón
Sé que en cambio desnudas
pasáis con el secreto que nadie ha gustado
o que pocos comparten
Como alguna muchachita gris desmedrada
y sumamente silenciosa
con los zapatos llenos de barro
a la que una sola mirada a ella misma
la hace resplandecer
como envuelta en polvo de estrellas
y de mariposas apretadas...
Mario Rivero
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Juan Gustavo Cobo Borda
Poética
¿
Cómo escribir ahora poesía,
por qué no callarnos definitivamente
y dedicarnos a cosas mucho más útiles?
¿Para qué aumentar las dudas,
revivir antiguos conflictos,
imprevistas ternuras;
ese poco de ruido
que lo sobrepasa y anula?
¿Se aclara algo con semejante ovillo?
Nadie la necesita.
Residuo de viejas glorias,
¿a quién acompaña, qué heridas cura?
Juan Gustavo Cobo Borda
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Miguel Méndez Camacho
Don Pablo
S
eñor, doctor, don, excelentísimo
Máster, míster, monsieur, su señoría,
Don Neftalí, don Pablo, don Neruda.
Conste que no me burlo,
es el respeto disfrazado de risa
pero no lo soporto,
no le permito tamaña humillación
tan grave ofensa
como escribirle un verso a la cebolla
y hacerlo bien.
Yo en cambio soy tan torpe
en el oficio
que no puedo hilvanar
más de tres versos
para decirle a la mujer que amo
esas cosas hermosas
que usted malgasta
en congrios, alcachofas, perros muertos,
insectos y cebollas.
Maldito usted, don Pablo
que utiliza palabras
y las deja inservibles.
Miguel Méndez Camacho
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Jotamario Arbeláez
Arte poética
H
e tomado la poesía en su copa como una rosa de vino;
de la poesía me hice asceta, hierofante, derviche, me
hice maromero por los abismos y hasta casto me
están volviendo por más bien parado que me mantenga en este
séptimo piso.
La poesía me lo ha dado todo y como todo se lo he
aceptado, hasta los honores con más satisfacción que modestia,
tengo prisa en restituírselo. La poesía impidió que me
contagiaran el sida, que me cosieran a balazos, que terminara
en una cárcel de Lecumberri. La poesía me agenció un puesto
como copy publicitario, me habilitó una mansarda, me llenó los
brazos de amigos, de alimento las tripas y de amadas los
colchones y el corazón. Por la poesía viajé en góndola y la
primera vez que salí del país caí en Macedonia. Por la poesía
conocí a Ledo Ivo y cené con Nicanor Parra, me bañé con
Floriano Martins en las playas de Pernambuco, me dio un beso
Blanca Varela y yo se lo di a Raquel Jodorowsky. Por las poesías
que le hice a mi padre sastre tengo un amigo sastre que me viste
sobre medidas y un editor que aguarda la novela de las agujas.
Con la poesía abordé en el mismo sitio a Loly y Marcela, y si una
me dijo que nanay cucas la otra me prometió que quizás
mañana, al modo del aviso de los tenderos que reza: “Hoy no fío,
mañana si”, De Jaime Jaramillo Escobar adquirí esta
vehemencia para referirme a la poesía, que todo lo cura menos
la locura de amarla.
No quiero decir con esto que la poesía sea mejor que las
mujeres de carne y hueso porque tampoco existe la poesía
absolutamente vegetariana ni poeta caníbal que se la coma.
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La mujer y la poesía son el mismo alfiler en el que se turnan
cuándo actúan con la cabeza y cuál con la punta. Así como en el
cuarto se intercambiaban cuál es la que la tiende y cuál la que se
tiende en la cama. La mujer ideal de un poeta es la que acepta
que sean dos, la mujer y la poesía, sin pisarse los callos, ni
pisárselos al poeta, como es mi envidiable caso presente,
para poder dedicarle a la mujer los poemas y a los poemas el
tiempo y la atención necesarios para escribirlos, publicarlos y
salir a leerlos en los mundos vecinos.
De no ser por la poesía no estaría estrenando pelo y
corbata. Y es probable que ni siquiera hubiera nacido. Si no
entro en el Nirvana, y si el planeta no se acaba con los
temblores, los tsunamis y la radioactividad japonesa, en la
próxima reencarnación -así nazca mujer- quiero ser poeta. Me
propuse cambiar el mundo, pagué un alto precio por ello, y para
completar el mundo se guardó el cambio. Cuando Alegre Levy
la reportera le preguntó al profeta nadaísta Gonzalo Arango lo
que pensaba hacer en la vida, éste le contestó sabiamente:
“Nada, y después morir.” Termino este acto de fe poética con el
epitafio de Jean Cocteau: “Je reste avec vous”, “Quedo con
ustedes”.
Jotamario Arbeláez
Felipe García Quintero
H
Poética
e hablado y lo dicho se torna camino. Así,
las palabras son pasos y la voz territorio, tanto
como la música un rostro, que ahora mismo
asoma, en la alta noche de un viaje largo, inconcluso siempre,
desde el silencio lejano y extraño de leernos en lo escrito.
Declaro que tres son los momentos de mi grafía. En
principio, con el pulso tembloroso quise hacer del sentimiento
humano la expresión poética mayor. Por ello, el dolor de vivir
figura en cada recodo del libro “Vida de nadie” (1999). Su
destello alumbra la opacidad cotidiana, enciende la oscuridad
diaria, incluso, la quema. El problema de la identidad fue el eje
en torno al cual los temas de la orfandad, lo femenino y la
infancia, despliegan sus ropajes raídos.
En “Piedra vacía” (2001), por el contrario, la intención fue
dejar atrás la condición personal y hacer del poema una
reflexión acerca de la escritura. Codicié encarnar el legado de
Wallace Stevens, cuando habló del poema como el motivo de la
poesía. Este conflicto estético, su tensión íntima que desgarra la
conciencia, fue puesto en el afuera del mundo, en el ahora de un
país mudo que grita sin escucharse. A esa tentativa la titulé “La
herida del comienzo” (2005).
Felipe García Quintero
80
Catalina González Restrepo
Poética
L
a poesía es quizás el vínculo más poderoso
que tengo con el mundo, es la fuerza vital, el cordón
umbilical que me conecta desde lo más profundo
con el afuera. La poesía es a la vez tan cotidiana y sagrada, en
ella confluyen los contrastes: el amor y el odio, la soledad y la
compañía. La poesía es secreto y revelación. En la poesía me
encuentro conmigo y con las voces de otros poetas grabadas en
el tiempo. Las palabras permanecen porque el dolor y el goce
las fijan en su propia verdad.
Catalina González Restrepo
81
Andrea Cote Botero
Poética
E
scribimos para no hablar Más de lo
/mismo, para cambiar el ritmo,
/volcar el ritmo;
Para poner la máquina a andar.
Escribimos para olvidar.
Escribimos ruidosa y velozmente y para poder hacerlo de
/un modo físico.
Por una cuestión del cuerpo, porque es del cuerpo y le
/cuesta al cuerpo.
Escribir es derrumbarse.
Somos de lo que tiembla -queremos que dure-.
/Escribir es nuestra manera de insistir, escribir
es nuestra manera. Lo hacemos para no hablar
/Más de lo mismo, para restituir.
Escribir es nuestra manera de creer.
Andrea Cote Botero
82
Juan Carlos Bayona Vargas
U
no no sabe exactamente en qué momento se hace escritor, pero sí, por que quisiera
serlo. O por qué cree que lo podría llegar a ser No
se si sea un escritor de verdad, por que he leído a muchos
verdaderos artistas de la palabra, pero me empeñaré lo que más
pueda y no cejaré así muera en el intento. He escrito poemas,
columnas de opinión, tal cual cuento, tal cual prólogo y algunos
ensayos. Eso es verdad. Pero debo reconocer otra verdad: que
pienso más en escribir de lo que verdaderamente escribo. Y eso,
aunque sea un consuelo me hace, de alguna manera un escritor
o al meno, un proyecto de escrito. Quienes navegamos entre la
palabra escrita, lo hacemos bajo el convencimiento de que el
mundo de las letras es el único sucedáneo posible de la vida, lo
hacemos a sabiendas, de que si bien no sólo de literatura vive el
hombre, sin la literatura no se puede vivir y como dijera Borges,
“que otros se jacten de la que les ha sido dado escribir, que yo
me jactaré de la que me ha sido leer.
Juan Carlos Bayona Vargas
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Juan Felipe Robledo
Nos debemos al alba
T
raicionar las palabras,
canjear su peso, su color,
en el sucio mercado de los días
es acto que nos llena de muerte
y ceniza y vago afán.
Ha de ser castigado
con el hierro, la soledad,
el tedio y la miseria.
Nos debemos al alba,
plateros, a la dicha,
y al canto y al remo
y al ensueño trazado en la garganta
y a mañanas sin prisa
en las orillas de un mar que ya no es.
Porque al final todo es olvido
para el que al tráfago su sangre dona,
a la parla chi suona
y a conversaciones con tontos
y mercachifles,
y comete delitos en descampado
con las pequeñas,
las terribles y mansas
y arteras palabras.
Juan Felipe Robledo
84
Federico Díaz-Granados
A manera de poética
H
e amado el fútbol. He llorado al ver
películas como La guerra de las galaxias, Cinema
Paradiso o Belleza Americana; He cantando a
destiempo canciones de Calamaro, Morrison o Lennon y sin
embargo sigo temiendo cada día, por lo cual debo dormir con la
luz encendida. Por esos pequeños sucesos, esos pequeños
asuntos que siempre me han asombrado y que de tanto
repetirse se han vuelto hogareños y cotidianos, escribo poesía.
Escribo por esas tantas cosas que he amado, porque estoy
enojado con algo del mundo que todavía no se qué es, porque
hago parodias equivocadas como un payaso callejero, porque
sueño con inmensas bibliotecas y el puntual paso de las
estaciones.
Escribo por miedo y convicción, por amor y desespero, escribo
porque conocí la soledad y el hastío y porque no volví a marcar
ese gol detenido en mi infancia; porque gracias a la poesía me
encontré en los silencios con esas palabras que se abandonaron
en mis secretos y que me permitieron entender al viejo
Homero, a Eduard Munch, a Mark Twain, a Salinger, a Cat
Stevens y al gran Neruda para ser una mejor persona y porque
supe, como en Cinema Paradiso, que no tendría un Alfredo que
proyectara a diario mi vida y me regalara los mejores besos del
cine mundial.
Federico Díaz-Granados
85
Gonzalo Mallarino Flórez
Y
o me aferré a la escritura como a un madero
en el mar alterado de la vida, de otra forma me
hubiera muerto, me hubiera autodestruido. Escribir
me hizo posible ahondar en mi condición, en mis recuerdos, en
mis sueños, en mis dolores, en una palabra, en mi inconsciente.
Eso le dio un norte a mi vida, ese ejercicio de transformar lo más
oscuro, lo más adormecido, lo más recóndito en palabras y en
un ámbito lingüístico. Escribo entonces para que el tiempo no
acabe venciéndome, quebrantándome tan pronto con sus
dedos.
Gonzalo Mallarino Flórez
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Gonzalo Márquez Cristo
Las palabras perdidas
A
lguien descifra la escritura de la lluvia y sin
embargo no puede escapar.
Un alud de imágenes nos extravía la palabra; acudimos al grito y
al llanto, a veces a la indiferencia, pero sabemos que
necesitamos de la guerra para ser inocentes.
Todo lo ha ofrendado la ceniza.
Desde que desterramos a la noche desaparecieron las más
profundas alianzas y nuestros perseguidores pueden
encontrarnos.
Una herida siempre recuerda la vida, todo nacimiento procede
de su túnel. Un árbol arde en nuestros ojos de agua.
La verdad –es decir lo prohibido–, impone su reino de terror... y
hemos decidido habitarlo con las manos entrelazadas.
Creímos que la poesía nos enseñaría a morir...
Persistimos... Con frecuencia hacemos la extraña sonrisa del
miedo. Si huimos, la soledad convertirá a alguien en víctima.
Por eso la palabra se pasa de mano en mano para construir una
morada invisible.
A veces para sobrevivir renunciamos al conocimiento.
Y cuando todos duermen escribimos... Pero un poema es el fósil
de un sueño, el cadáver de un dios...
¿Aún podremos salvarnos?
Gonzalo Márquez Cristo
87
R E V I S T A D E P O E S Í A

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