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Página 25
ACTUALIDAD Y CULTURA |
CULTURA RESEÑA LITERARIA
“Los Papeles de Juan Español”, de Francisco Gil Craviotto
Por
FERNANDO DE VILLENA
niza su libro en estampas, ese
género que tanto se cultivó
antes de 1936 en España y
que hoy no abunda en nuestras letras. Claro que nuestro
escritor enlaza en casi todas
sus obras con la gran narrativa española de aquel momento extraordinario, una
narrativa, y también una poesía y una dramaturgia,
que se vieron truncadas por
el conflicto bélico que lanzó
a españoles contra españoles.
“La mano quemada” presenta varias claves y la primera
de ellas es la muy alta poesía
que encierran casi todas
sus páginas. Poesía en las
soberbias descripciones paisajísticas y también en la
recreación de ese sinfín de
personajes que jalonan el
libro: tías, abuelas, amigos,
caciques, curas, médicos,
hombres de bien y hombres
dañinos. En este sentido
podemos emparentar el libro también con las obras en
prosa de Juan Ramón Jiménez.
Otro de los aspectos esenciales de “La mano quemada”
es la ternura con la que se tratan algunos episodios como
“La niña de los titiriteros” o
“La escuela”. Y esa ternura va
acompañada en todo momento de cierta melancolía:
la que nace de constatar la
fugacidad de cuanto nos rodea: un amigo miliciano, un
nardo, los primeros amores,
un antiguo pino, una chica
bellísima que se cae de una
higuera… Y también la que
nace de traer a la memoria
Hoy Francisco Gil Craviotto nos presenta dos nuevos
libros de contenido autobiográfico bajo el título común
de “Los papeles de Juan Español”, un español representativo de otros muchos:
republicano, idealista como
don Quijote y sumamente
crítico con la época que nos
describe, la de su infancia
durante la guerra y los primeros años de la postguerra y la de su adolescencia.
Ese Juan Español es, por lo
tanto, un alter ego del narrador, a la manera de los
que usaron algunos autores
del 98 como Azorín o algunos novecentistas como Gabriel Miró o Pérez de Ayala,
novelista este último con el
que, como venimos afirmando, Gil Craviotto presenta a menudo grandes similitudes.
El libro primero, dedicado
por entero a recrear la infancia del autor, se titula“La
mano quemada” y lleva esta
hermosa cita de Antonio
Machado que ya nos pone
sobre la pista del argumento y del enfoque del libro:
“Creí mi hogar apagado
y revolví la ceniza…
Me quemé la mano.”
Así, pues, se trata de la ceniza del recuerdo la que aún
produce quemazón en el
autor. Porque el recuerdo
en Gil Craviotto, al contrario de lo que sucede en libros semejantes de otros escritores, como en “El humo
dormido” de Gabriel Miró,
no siempre resulta plácido.
He citado “El humo dormido” porque, al igual que en
esta obra del novelista alicantino, Gil Craviotto orga-
las miserias e hipocresías de
aquel “tiempo de silencio”.
He aquí otra de las claves del
libro: su denuncia social (tan
presente en casi todas las
obras de Gil Craviotto), la sátira feroz a la mojigatería religiosa de la época y al rancio
patrón ideológico que implantó la Dictadura. De este
modo, podemos afirmar que
el final y casi todas las páginas del texto constituyen un
encendido canto a la libertad y un alegato contra los
que, para su propio beneficio, privan de ella a los demás.
Nos presenta Gil Craviotto
un pueblo imaginario, Alcor
de los Caballeros, y otros
como Nelda, Candores, etc.
Y, aunque no es difícil descubrir tras los falsos topónimos
otros reales como el de Turón o el de Berja, acaso no
debiera el escritor esconder
los nombres auténticos de los
sitios toda vez que, después
de las bellas descripciones
que realiza de los mismos,
despierta en quien lee el deseo de visitarlos.
Otro aspecto esencial del libro es el constante uso del
humor, un humor fino y crítico, aunque a veces también
negro como en el capítulo
en el que se nos habla del alzamiento de brazos con el
“Cara al sol”. De este modo,
en ocasiones, la lectura de
“La mano quemada” nos lleva a pensar en las películas
de Berlanga.
Y lo más importante: esa fiel
y deliciosa recreación del ámbito y el sentir de la infancia
mediante ese niño inocente
y algo timorato (a causa de la
educación represiva) que va
descubriendo con sus ojos
atónitos el mundo que lo rodea, el amor y la muerte; un
mundo que lo llena de interrogantes.
Y sobre esa infancia, la constante sombra de la guerra y
la singular atmósfera de la
posguerra rural perfectamente recreadas con una
amenidad, con un lenguaje
sencillo, sin artificios y con
unos diálogos ágiles en todo
momento. Ese tiempo de
asombros ante un grifo, ante
un banco para guardar el dinero, ante el milagro de la
luz eléctrica, ante la pasta de
dientes o ante el cine.
Esa de los pueblos era una
España que se hallaba aún
en el siglo XIX, claro que gracias a ello se vivía con arreglo
al calendario natural y no
como el hombre de hoy que
ha perdido la comunicación
con la Naturaleza y padece
por ello una gran infelicidad.
Podría hablar aún de otras
claves de “La mano quemada” como de esa galería de tipos pintorescos -tenderos, albañiles, soldados y locos- que
aparecen en sus páginas, o
como de esas tradiciones y
festividades hoy desaparecidas que aquí se recogen (la
del marrano de San Antón,
etc.) o incluso de esas ráfagas de subido erotismo o del
análisis de la maldad humana… Demasiadas maravillas
en un libro que nos cautiva
desde el principio hasta el final.
Francisco Gil Craviotto presentará “La mano quemada” en Guadix el próximo día 9 de Noviembre

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