El primer viaje - Aike Biblioteca Digital de la Patagonia
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El primer viaje - Aike Biblioteca Digital de la Patagonia
Dos ilu$lraciones del libro Co11 /01 Patago11n. llll< El lagoeucalma. Concluia la sép1ima dfrada del siglo XIX y a Jo ancho del orbe el Imperio Brit:inko, regido por la longeva Reina Vic1oria. hacia sentir por doquiera su influencia. Al poder que emanaba de su fuerza bélica, especialmente naval. omnipresente en los mares. debia sumarse la influe ncia que le otorgaban 1anto su importancia politica como su potencia econ1mica, produc10 t ipico de la revolución in- dust rial que habla tenido origen y vigoroso desarrollo en la Gran Bretaña. viajar con toda holgura hasta donde les viniese en ganas. De tal manera, sus sUbdi tos en pa rticu· lar s.i eran oriundos de Albión- no só lo se llenaban de orgullo. sino que, de hecho. se sen· t lan a sus anchas en cualquier parte del mundo. m:b:ime si por posición y recursos podían Y. en efe,,;to, as( lo hablan hecho y venian haciéndo lo muchisimos: unos. en plan de conorimiento en especial de aquellos territorios o pai'ses calificados como pintorescos- y otros por simple place r. cuando no por mero af:in de aventu ra. De ese modo all!Unos hablan Por Mateo Mar ti11ié B. Punta Arenas, C El 1trln11r viale t11rfs La aguja de Cieopatra. amazona a trauéa de un inexplorodo territorio 1Q/1JO¡e. Oplado por dar la vuelta al mundo, otros por Jlev:lr a cabo exploraciones por tierras ignotas, une>! terceros, por fin , disfrutando de la vida en islas paradisíacas del Caribe o la Polinesia, o en tranquilas y asoleadas playas del mediodia europeo. gente de alcurnia como correspondía, pues el viajar por razon de tales motivaciones era cosa de caballeros. Imaginaron de tal modo la rea· lización de una ve rdadera aventura de placer y conocimiento, tal y como se ent iende moder· namen1ee\turismo. Para la época -1 878 tal inquietud debió tenerla un grupo de ingleses, todos ellos En la bUsqueda de algU n lugar en 1omo del globo que de verdad pudiese brindar la opor· 1 1ile, febrero de 1985 ~tlco tunidad de una excursión apas.i.onante, no im· portando los peligros que pudiera depa rar, los mristas en cie rnes eligieron rmalmente a la Patagonia como el objetivo que habría de <:olmar susansiaS\'iajer.1s. ¡,Por qué Patagoma, nada afamada, tan re· mota , desconocida y ruda como por cierto lo era en la época? . Cuando las relaciones de este grupo de aristócratas se enteraron de ):i elec- Para la Revisra Patagónica en 11 P1t110111 c1on, sobnr.ron las reprobaciones. Para los ingleses cultos era aqueUo un terri1orio apenas avistado por los marinos que navegaban a su vera, que además habla sido cruzado longitudinalmente hacía algunos a/los por el coman· dante retirado de la Real Marina , George Ch. Mustefs, en una aventura excepcional que había hecho de 1H un Marco Polo Austral; y que, por fin, había sido ocasionalmente visitado por algún emprendedor pionero, quizá con más trazas de chiflado que de cuerdo. Precisamente -contaria después la inspi· radorn y organizadora del vi.aje- por ésas y otras razones que le daban la característica de ser un territorio distinto, salvaje, aislado. prácticamente deshabi1ado. de clima se~ero pero, al parecer, libre de bestia s daflina' y aborige· nes amenazantes y, con seguridad. de las delicias agobiantes de la ,·ivihzación . En o tras pa labras, h.abfa allí la posibilidad fascinante de conocer un mundo libérrimo, en donde gozar en plenitud de la naturaleza en su prístino esplendor, con la gratificante esperanza de ser los primeros civilizados en conocer y disfru· lar con tantas y distintas sensaciones. Por eso la Pa1agonia íue la mela elegida y. dentro de su vastedad, la región meridional prÓ:\.tI!la al afamado estrecho de Magallanes Los nombrados, más un sirviente, se embarcaron en Liverpool en el vapor Britannia, de la Compafl(a Inglesa de Vapores del Pacifico. y zarparon el 11 de diciembre de 1878 con destino al puerto chileno de Punta Arenas, en el estrecho deMagallanes . Al cabo d t· unas .:meo sc 111a11u . laprn que por lo comun dl"rnoraba el 1i:i. •e liJ~!;i .~\ ;i11a l la· nes. los 1ui1eros lmb~ro11 3 la peo. 1e n3 1 po..: o próspera • olorua . qul" no otra ~ o\;i erl 1'11n1 a Arcn..s por l.1 Cp\l ~ J.. que 1 e~·1 ~11 , ume1:1abJ a re.; up er;irse dl" la ho rri ble pe~dilla q·.i~ !llera el 111011!1 de los .\nillero~ de MarinJ o,:u rrido dura nte no1U!mbre de 18~ 7. En ri¡;or nut ór1co , otros viaje ros Lngleses hab lan pre..:edido a lad 1· Di \ie ) companeros en el ambo a Magallanes. <\demás del ya mencionado comanda nte Mus1ers, lo hab1a hecho ]ad} An111e Br.n&ey.' en 1876 , quien había recalado en l'un1:.1 Arenas en s1 1 vi¡qe alrededor del rnuodo l"n el }a te Sw1iuu111.;. \tr. Evelyn l:. llis, un acaudalJdo .::aballero que en 1877 había emprendido una e:-..::urs1ó11 exploratoria hasta el lago Argentmo. Ninguno de ellos, sin ~:~ª~~~l~d~~ªe ~o!'11C:~=~~~n~~~r:~rJ~ul~ Luego de esta especie de preámbulo explicativo conozcamos a quienes habian de ser los actores de esta primera aventura turística en los anales australes. Encabezaba el grupo, haciendo gala de reconocido liderazgo por sus condiciones personales e intelectuales, lady Florence Dixie , nacida Douglas, hija del Marqués de Queensberry. Era ella iodo un personaje , no tan10 por su posición social cuanto por sus dotes que la singularizaban entre Ja gente común y que habn·an de deslacarla todavía mas en tos aflos venideros: mujer de carác1er, gran cultura y exquisita sensibilidad; conocida como escri1ora de relevancia y como en~ rgi ca defensora ck los derechos de los oprimidos, fuesen ellos mujeres , negros del Africa o animales; y, por fm, buena deportista y amante de la naluraleza. A la fecha del inicio del viaje aún no cumplía los 22 ai'los. Ladv Florencc era acompanada por su u poso, sir Alexander Beaumont Dixie, barón de Bosworth, y por sus hennanos lord Queensberry y lord James Douglas, y por un amigo burgués, Mr. Julius Beerbohm , quien tenia ya una sonada y poco grata experiencia paiagónica a cuestas. característica del viaje propuesto . La permanencia de l grupo de lady Dixie en la colonia , que no produjo buena impresión a sus integrantes, se redujo por tanto al tiempo indispensable para contratar cabaUos y guías, pues ya es1aba determinado que la excursión debia Uevarlos hasta el interior, al dis· tante y misterioso distrito de Ultima Esperanza, al pie de la gran cordiUera de los Andes, y que hacía escasos ai\os habia sido revelado por algunos baqueanos avenlureros. Cabe conjelurar que en eUo pudo iníluir Beerbohm, quien durante su estada de 1877 debió informarse sobre el atractivo de algunas zonas del interior occidental del territorio. Lady Dixie y su esposo aloja ron en casa de Mr. James Dunnsmuir, cónsul de S.M .8., y el resto lo hizo en la lmica posada de la colo- nia , regenteada por el dálmata Pedro Zambelié, y cuyas comodidades dejaban bastan le que desear para el e.'Cigente confort britán ico. Siguiendo el consejo de Dunnsmuir y Seer· bohm se adquirieron los elementos que habían de complelar el equipo indispensable para una pennanencia prolongada en el interior del territorio sudpatagónico, y la caballada para los viajeros; y, lo má~ importante , se se leccic naron los guías que habrian de conducir t ie rra adentro a la ex pedición . En1re cuantos vinieron a ofrecer sus v vicios resultó elegido un 1al Jaria o ..o\rias, bu(' baqueano, que habla a.::ornpanado a Muslc dural)tc. la primera parte de su lamoso v1a1 transpatagónico en 1869: 1a111b1én dos franc ses, que llevaban va no s af'lol de permanenu e n la colonia de ~fag.allanes y que además en buenos conocedores de las pampas austra lc Francisco Poil re ;. .l., 11gi 1s10 ( .u1Ua111ne y, pur fin, un gaucho arge ntino . el co nocido Grego rio lbal'l.e.l , que sol ia He.:rnd arse en PuntJ Arenas cuando no 111daba por la .cartipafla l• cuando no moraba l"n el puesto de Luis Piedra Buena. situado en el islote Pavón del río Santa Cruz. Por rara coincidencia, aquel inicio de 1879 fue un liempo de particular demanda para los baqueanos, cuyos servicios por lo común sólo eran requeridos ocasionalmente por uno que 01 ro viajero que deseaba dirigirse con segu ridad hacia el inledo r. Ocurria que para enlOn· ces se hallaban en pleno desarrollo dos expediciones; la segunda comisión exploratoria del teniente de la armada de Chile Juan Tomás Rogers a las fuentes del río Santa Cruz y Ultima Espera.nza, quien marchaba a la sazón acompañado de Santiago Zamora , et más famoso de los baqueanos del territorio ; y la exploración de o tro oficial de marina , Ramón Serrano Montaner, por el interior de la Tierra del Fuego. En otro come1ido, de dislin lo caricter, marchaba hacia el estuario del río San la Cruz, cruzando las pampas o rienlales, el 1eniente coronel Diego Dublé Almeida, ex· gobernador de la Co lonia de MagaUanes. El baqueano elegido, Arias o Jaria, por su aspeclo avejentado, causado más por la rude· za de la vida salvaje que por la edad que no era escasa, y su afición a la bebida , pareció inicialmeme poco recomendable a los viajeros británicos; pero en terreno aquél manifestó una sobriedad ejemplar y demostró ser un experto jinete y un u1ilisimo guia . Los preparativos se hicieron en cua1ro dias, al cabo de los cuales el grupo salió con destino al paraje rura l de Cabo Negro , en lo que habría de ser la primera parada durante el largo recorrido, luego de una jornada cabalgando por el atractivo bosque coste ro que se extendía al norte de Punta Arenas, hasta pasado el río Chabunco. La fecha de la partida habría que situarla alrededor del 20 de enero de 1879. Una vez arribados a las casas de la pcquel'la estancia que por entonces iniciaba en el lugar el colono suizo Emilio Bays, los viajeros se detuvieron alll por un par de días aprovecha· dos en disfrutar de la naturaleza patagónica, aguardando por la llegada de Jaria con el resto de los caballos. De pronto y cuando se vieron algunos jinetes asomando por el su r ~ de los que se creyó que conformaban la partida esperada, no sin sorpresa comprobaron, al acercarse aquéllos, que se trataba de otro grupo de ex· cu rsionistas encabezados por S.A.!. el prínci· pe Enrique de Prusia , h.ijo del emperador de Alemania, el conde Seckendorff y algunos ofi· ciales de la Marina Imperial gennana, todos los cuales se hallaban embarcados en el crucero Prinz Adalberl, que había llegado recién a Punta Arenas. Tuvo as( ocurrencia por primera y única vez en la historia austral, que sepamos, un sin· guiar y simpático rendez vous internacional, de gente de verdadera alcurnia, que compartió un día de campo muy ameno, entre alegre charla y una partida de caza, en la vecindad del modesto hogar pionero del colono Bays. Reunidos al fin todos los integrantes de la expedición, el viaje se reinició siguiendo la senda baqueana que no era otra cosa que la secular rastrillada tehuelche. Así fueron mar· chando hacia el norte por la pampa patagó· nica con rumbo al Despuntadero, como se e<mocía por enton~s al paraje del extremo occidental del seno Cabeza del Mar, donde hoy en día se levanta el hotel homónimo. Desde allí otra jornada los condujo , esta vez sobre la ruta india, hasta Pozo de la Reina, así nombrado por una vieja tehuelche, a quien daban el apodo de Reina Victoria y que solía merodear por sus contornos. Avanzando hacia el oriente, los viajeros se fueron internando por el valle del Bautismo, que se abre entre las cumbres de San Gregorio y las lomadas de Tres Chorrillos y Dinamar· quero. Se encontraban entonces en uno de los más frecuentados parajes del pais tehuelche y na era de cxtral'lar que pudisen 1oparse con alguna toldería in"dígena. En efecto así sucedió algunos kilómetros más adelante, en un Jugar indeterminado del extenso valle, tal vez próximo a Dinamarque· ro. De tal manera los excursionistas ingleses pudieron disfrutar con la primera experiencia verdaderamente excitante: un encuentro con los salvajes patagones, aquellos descomunales gigantes de las leyendas de siglos pasados, quienes resultaron ser amistosos anfitriones en su humilde, abigarrado y por cierto pintoresco campamento del valle del Bautismo. Por d testimonio contemporáneo de DublC Al· meida, quien pasó por la misma comarca tiempo antes, debemos suponer con fundamento que debió tratarse del grupo aborigen que obe· decia a la jefatura del famoso cacique Papan, con quien efect ivamente aquél se había encon· trado. La impresión que los tehuelches hicieron en los viajeros, así como otras cons ideraciones relativas a los mismos, fueron magistral· mente consignadas por Florence Oixie en la obra que recogiera las vivencias del exlraordi· nario viaje. A partir de ese lugar el grupo expedicio· nado pasó a seguir un rumbo directo hacia el noroeste, cruzando la estepa que domina el paisaje ~ntral del distrito, cuya monotonía no hacía más que acicatear la marcha para al· canzar el objetivo: las Cordilleras. como las identificaban los baqueanos. Matizando el camino con diversas incidencias menores y cace· rías de guanacos, avestruces y otros animales, superaron la latitud boreal de la laguna Blan· ca -donde debieron sufrir la nada agradable experiencia de un temblor de tierra' - , y el valle del río Gallegos, que alcanzaron en la vecindad de los Morros. Luego . cabalgando ha· cia el non e, ascendieron a la árida meseta divisoria de las cuencas de aquel río y del Coyle, endilgando despuCs el rumbo hacia el noroeste, hacia la amplísima obra natural que es el valle del Vizcachas, puerta al interior de Ultima Esperanza, que transcurre entre las estriba· ciones de las siems de los Baguales y del Cazador. Allí hubo de comenzar para los viajeros la parte más gratifica ni e del esforz~do y largo via· je 1uristico. Al penelrar en el d1s1rito lacustre y montanoso de Vltin1a Esperanza se cumplieron hasta rebosar los más exigentes anhelos de los excursionistas. La naturaleza admirable que expresa su fuerza en las manifestaciones geológicas y en la morfología cambiante del paisaje, enriquecida, más entonces que ahora, por el esplen· dor de una vida silvestre variada y abundante, hubo de acompañarlos en adelante deleitán· dolos sin pausa. Se adentraron de esa manera comenzando por los cal'iadones donde abundaban los caba· llos baguales, cruzaron bosques nunca halla· dos por hombre alguno, se extasiaron de paso con las formidables expresiones orogrificas, para llegar a descubrir esa joya lacustre que es la actual laguna Azul, y contemplar admirados a loda hora y bajo dislintas condiciones de cielo las fonnas colosales que tipifican el pai· saje por el occidenle, a las que llamaron Agujas de Cleopatra (por encontrarlas semejan· tes a formas montar'\osas del oeste de Inglaterra) y que desde hace mucho conocemos como las celebérrimas Torres del Paine. Siguieron después perdidos senderos de huemu· les y caballos salvajes, internándose ent re las montal'las y lagos, para conocer nuevos y asombrosos panoramas cuya hermosura y magnificencia les arrancaría sucesivas excla· maciones de admiración y reconocimieqto al Creador de tantas maravillas. Aquel cúmulo de sensaciones hubo de ser una reconfortante retribución para las penurias, molestias e incomodidades que de suyo les había causado y causaba la aventurera exctu·!ión. Debe tenerse presente que el viaje redondo significó una cabalgata de alrededor de mil kilómetros por territorio virgen. valga tamb!Cn desucar que 101 briU nicos soportaro n con la flema que les era propia todas IH incomodidades, e incluso forza dos por la necesidad apre ndieron a degus1ar las nísticu comidas preparadas por Jos baqueaJ1os con los recursos que se encontraban a mano a lo largo de l reco rridol . Y asi hubo de proseguir 1od1vía aquel sin· gu iar viaje que se haria memorable, el primero que con en tera propiedad iend rfa el carácier de 1urístico. y que deb ió conduir qui1.li en fecha indetenninad.a hacia mediados de marzo de e.e ano 1879. El suceso con todos sus merecimien1os no debi<t normalmente haber pasado de una ocurrencia curiosa, destinada a recordarse apena.s en el anecdotario de Ja historia austral . Sin embargo, la suma de sensaciones que se acumularon en su transcurso debieron impresio· nar con especial fuerza el espíritu de aquella exquisita muj er que fuera la prom9tora Y.ilii duda la protagonista principal del original "tour al fm del mundo". Tanto lo fue, que quiso estan1par en un libro, para sus contemporáneos y pua la pos- ~ HuemuL VIAJES Y TURISMO SRL D.N S. T l.1t:rnc1a J 185 Pasajes aéreos Turismo recep 1ivo Alquiler de autos sin chofer Tours na cionales r inlcrnacionales Av. Sa n Ma rtí n 795 Tel. 2 1404 y 2 1369 RIO G RAN DE - T ierra de l F uego te ridad , !odas Ju incidencias, v1ven aas y ex periencias de cu. singu lar expedición al corazón an dino de Ultima Espen.nza. F lo rence Dixie nos legó de ta l modo su esplCndida obra A cross Patagonia (A 1ro1·es de la Patago11iJJ). El libro, impreso por Richard Bentley and Son en Londres, en 1880, conforma a nuestro juicio uno de los clásicos de ta litera tura his· tórica regiona l. Contiene no sólo la circunstanciada re lación del viaje, sino descripciones magnificas de valor etnográfico y naturalista que en mucho ayudan a comprender la reali· dad del territorio magallánico. que tuviera en suerte conocer todavia virgen. La obra fue además enriquecida con ilustraciones basadas en croquis elaborados por Julius Beerbohm. duranle la prolongada excursión, entre las que destaca la primera representación de las hogano archiconocidas Torres del Paine. Este libro fue reed itado en 1882, es1a ve7 en alemán, por Ferdinan d Hi rt & Sohn, de Le ipzig, bajo el titu lo de Bei den Pataga11iem. ein damenritt durr:l1 1111exforJCllfe jagdgni11de (Con los Patago11es. 11110 amazona a lrol'és de un inexplorado te"itorio lah·aje). un pie '111ma110 antes que el mio. Recuerdo muchas excitames cacerias y muchas agrada· bles tardes paladas alrededor del vivir1eamc fogón del campamento. Recuerdo tambit'll muchas molestias - el terremoto. las empapa dbros llm•ias, el calcitllJllte sol, los eme/es mos quitas y los terribles riemos arrachados Pero. con el placer con oue rernerdo mi 1•ida sal1·u1e en Paragoma, estas sensaciones desa gradables bien poco cuema11. R esumiendo esle fue 1111 1iempo 11111y fe/1: y 1111 1iempo que me gus1ariQ rfrir de 1111t•1·0. " Debemos agradecer a lady Dixie estas hermosas y sentidas frases que hicieran de ella tal ve1. la primera propagandista de la fuer1.a de nuestra naturaleza. En homenaje a su memoria propusimos hace un tiempo que el islo1e hasta aho ra innominado que adorna la laguna Azul, que elfo descubriera, lleve e l nombre de esta valerosa mujer, precursora del turismo en la Patagonia aus1 ral.• Lody DilllC no indie1 b fecha de .xuirmcill del fenomeno, pero D1e¡o Dublé Almeida en su 011rio de V11,e sefial1 que el día lºde feb1eto,1lu 3.40 de IJ madrugad.a u wihÓ en Punta Arenas Florence Dixic , fa lleció 1odavia joven, 48 anos, en 1905, dejándonos en las inlcruanles y conmovedoras páginas de su libro algo de lo que debió ser su rica espiritualidad y su vigor vllal. un fuerte 1embl01, el primero hasta en1onces 1&gistn.do en MapU.nes, y que alarmó mucho 1 ll población au™lue un c•11w dailo1. El fenómeno 1clUr1co fue awrusmo ienlldo por el explon.dor ~~~:¡nªo~y ~~net1:~e~1~ si::~~.~~ ~.e~~r~ no1onen11ldeTierradet Fuego. Quizá lo mejor para comprender su capad· dad comunK:ativa y lo agradable de su estilo literario, es transcribir el párrafo final de su obra, en que, además, se expresa la honda impres.ión que dejara en su ánimo aquel aventurado viaje por nuestro suelo meridional : "A medida que eJCribo, esos d1'as mefrr11 1•1"vidamel/fe a mi mentr, y e11 1111 j011tas10 recuerdo iuw 1·ez mds e111dista111e11erro desertica, - la tie"a de las fla11uros :wlitarias. donde el g11a11ac-o y el a1·estmz. y los indios ro1os 11agabundea11 le}Os del co11ocimier110 de la lwmanitlad, y donde yo pcm1a11ec.·i" rm tiempo sin preoc11pacio11es. feliz, que 110 puedo 11u11ca ofridar R ecuerdo los d1'as mando. despuis de /lflO larga)' ca11JQdoro cabalgata. donni"a, 11sa11· do como almohado mi mo111ura, el cielo abierto sobre mi'. 1111 suetlo mds profimdo 1· mas duk·e como nunca lwbi"a dormido a11Ús; me acuerdo de esos gratules rre11arios mm11a11osos, donde persf!K1damos al caballo safraje lwcia su moroda a travb de c01ladones boJCosos, j111110 a lagos solitarios y 1o"e11tes di: montatla q11e 111111L·a hab1'an sido pilados por 1 A via c¡emplar ho aqui un 1fp1co mmU boqueo no 11ue co ruign~mos pal'll la historia de la puron()mi• p1t~gon1e., $Obre la base de los dalos de Fl()rence Du:ic : Con11du ; JOp1decabez1degua111co o de rebanadas de carne deavnuui.eonuroz, <'011illll atadas de ¡uanaco. piuna de ave$lnll. fma, ~11quén (o 1vu1arda) y palo •llMio: alones de avutruz cocidos o ••dos: hfpdo y vua (en¡und111de1vuuul., cor11do1en pedazo1101t1· do1 al fuego, en•1tados en un palo: tortilla de huevoideave1111u u otn.1 avQ:budíndesanpe. Ademii.s de la !:Omente cune de guan1co , l1 d1eu llOIÍ.a incluir ocaskinalmente b de puma, decier- ~:·d~~~~:a;e~~:!'2~~:v:!fé~em~~='.'~~ ~ ~~~ cocho1. ~~·ió~ ~i~{~:f.t d'~~\~~:. ~~\~,"~~t~· d~1 íf::. 1 la tom1 y Geografía del /111/1/u/o dr la Potogonia. con uiento en 11 l·iudad de Punt.a Arenu, M111llane1. Chite. ·