11. Yo quiero ver a Jesús _Juan 20 19-31 [27-28]

Transcripción

11. Yo quiero ver a Jesús _Juan 20 19-31 [27-28]
Yo Necesito Ver a Jesús
Por Héctor A. Burgos Núñez, Pastor
Trasfondo Bíblico: Juan 20:19-31 (énfasis en vs 27-28)
04.10.2010 FUMC, Ministerio Hispano Casa de Esperanza, Tuckerton NJ (USA)
04.11.2010 Iglesia Metodista Unida Oasis, Pleasantville NJ (USA)
L
o más seguro la mayoría de nosotros/as hemos escuchado o dicho al menos una vez el
famoso refrán que va de la siguiente forma: “Cómo santo Tomás: ver para creer”. ¿Lo
han dicho o escuchado alguna vez? ¿Cuándo usamos este refrán? Regularmente cuando
dudamos que algo que nos han dicho sea posible.
Por ejemplo, tal vez alguien nos cuenta que un amigo o conocido que antes andaba en malos
pasos ha cambiado para bien, y nosotros/as incrédulos/as a causa de nuestras experiencias
pasadas (y porque conocíamos a la persona en sus malos momentos) dudamos que sea algo
posible, y decimos: ver para creer. O alguien nos pide perdón por algún mal que nos ha hecho, y
nos asegura que su manera de actuar cambiará, y nosotros/as marcados/as por lo que hemos
vivido decimos: ver para creer.
O que de cuando escuchamos a los políticos hacer promesas – ciertamente ver para creer. Que
tal cuando alguien que siempre anda dando excusas para no servir en la iglesia se ofrece para
hacer trabajo voluntario, y los líderes conociendo el historial de la persona, dicen incrédulos:
ver para creer. Ahora, un poquito más profundo y delicado. Cuantas veces Dios por medio de
una predicación, una lectura bíblica, un tiempo de oración, o algún hermano/a en la fe, nos
afirma su amor, fidelidad y sus promesas, y nosotros/as muchas veces en nuestra ignorancia y/o
inocencia espiritual le decimos: Dios, ver para creer.
----El pasaje que leímos hoy en el evangelio según el apóstol Juan 20:19-31, nos lleva a considerar
la ocasión en que Jesús se le apareció por primera vez a sus discípulos luego de su resurrección.
Tan sólo unas horas después del encuentro de Jesús con María Magdalena, los discípulos se
reunieron en un aposento a puerta cerrada: frustrados, confundidos, decepcionados, y
ciertamente, como nos aclara Juan, atemorizados por todas las cosas que habían ocurrido a
Jesús.
Imagínense lo triste de este cuadro. Su Maestro, el hombre que ellos creían sería el libertador de
Israel, había muerto en un madero a manos de algunos líderes religiosos. Y como si esto no
fuera suficiente, horas antes María Magdalena les había sorprendido con la noticia de que el
sepulcro donde habían enterrado a Jesús estaba vació, y según ella, un ángel le había anunciado
que Jesús había resucitado de entre los muertos, tal como El se los había anunciado antes de su
muerte (Juan 20: 1-18).
----Pero algo hermoso ocurrió en medio de toda esta desesperanza. Nos dice Juan que en medio del
caos que vivían los discípulos, Jesús, vivito y coleando, entró al lugar donde ellos se
encontraban y les ministró su paz. Inmediatamente, nos dice Juan, que Jesús les mostró sus
manos y el costado que había sido traspasado, y al ver que el hombre delante de ellos, era su
Maestro vivo: ellos se llenaron de gran alegría y regocijo.
Jesús estaba vivo – ciertamente El había resucitado como María Magdalena les había
proclamado temprano ese mismo día y como el mismo Jesús les había prometido.
----Pero, en este encuentro original con Jesús no estaban todos los discípulos – faltaba Tomás. Tan
pronto los discípulos se encontraron con Tomás, nos dice Juan, que ellos le contaron todo lo que
había acontecido y proclamaron: Tomás, hemos visto al Señor (v.25).
Y aquí llega el momento que da origen al refrán del que les hablaba al principio. Tomás,
luego de escuchar lo que sus amigos le contaron, les confesó que él no creería lo que ellos le
decían hasta que el mismo, con sus propios ojos viera las marcas de los clavos en las manos de
Jesús, y con sus manos metiera su dedo en la herida de su costado.
----Saben, yo siempre he tenido una impresión de Tomás mucho más positiva que la que se
comparte regularmente en la Iglesia: El pobre Tomás, el incrédulo que no creyó.
¿Porque pensamos que Tomás era un hombre de poca fe y siempre lo presentamos como un
ejemplo de lo que un buen cristiano no debería hacer, si él no fue el único que no creyó hasta
que vio? María Magdalena y las otras mujeres se lamentaron y lloraron por la muerte de Jesús
hasta que lo vieron en el jardín (ver para creer). Los discípulos, como vimos hace un momento,
estaban encerrados y atemorizados de lo que les pudieran hacer los líderes religiosos. No fue
hasta que vieron a Jesús, que nos dice la Biblia, que se alegraron (ver para creer).
----Yo no sé si esta sea la primera vez, o la última, que ustedes escuchen/lean esto, pero yo en vez
de decirles que NO sean como Tomás, en esta tarde les invito, movido por el Espíritu Santo, a
que nos parezcamos más a él (no me lacen las piedras todavía). Consideren esto: a diferencia
de los fariseos y la mayoría de los líderes religiosos que insistentemente le pidieron a Jesús
señales buscando maneras para acusarlo de mentiroso y blasfemo, Tomás en su confesión
pidió como uno que quería creer.
Tomás había aceptado la invitación de Jesús a ser su discípulo. Tomás en muchas ocasiones
hizo preguntas muy profundas a Jesús. Tomás fue el que declaró que el caminaba a Jerusalén a
morir junto a Jesús. Pero, Tomás, al igual que los otros discípulos, también había sufrido la
decepción de ver a Jesús morir la peor de las muertes en el calvario.
Cuando los discípulos le contaron a Tomás lo que les había pasado. Tomás pudo haberles
contestado de otra manera. Tomás pudo darlos por locos y apartarse. El pudo burlarse. Pero, eso
no fue lo que Tomás hizo. Tomás, como uno que quería creer, como los otros discípulos que
creyeron y se alegraron al ver a Jesús, exclamó: || cuando yo vea a Jesús, yo también creeré ||.
----Estoy consciente que al escribir estas líneas estoy caminando por un terreno muy peligroso.
Pero, en ninguna manera quiero que vayan a pensar que Dios siempre va a estar cumpliendo las
condiciones que nosotros muchas veces le ponemos caprichosamente para creer en Su amor.
“Si me concedes el dinero para el carro nuevo que quiero, yo creo”. “Si me dan el aumento en el
trabajo, yo creo”. “Si cuando llene la planilla me concedes un reintegro, yo ofrendo” – yo no
estoy hablando de esto.
Aquí las buenas noticias de parte de Dios para nosotros/as están en el saber que: Dios siempre
nos va a encontrar en el lugar donde estamos en nuestra vida (como encontró a Tomás) y
va hacer lo que sea necesario, conforme a Su voluntad (no la nuestra), para que podamos
creer en su amor, según nos ha sido revelado por medio de Cristo Jesús. ¡Aleluya!
No tenemos que andar buscando como locos/as, todos desubicados/as, brincando de Iglesia en
Iglesia; de filosofía en filosofía. Jesús, cómo llegó al aposento donde se encontraban los
discípulos, y luego Tomás – llega a nuestras vidas, y a nosotros también nos ministra su paz.
El mismo Jesús que no recriminó ni condenó a Tomás, todavía hoy se nos presenta por medio
del Espíritu Santo y nos dice también a nosotros/as, hablando a lo más profundo de nuestro
corazón: Toquen mis manos y mi costado, para que ya no hayan dudas y puedan tener fe.
-----Nos dice el apóstol Juan que no fue necesario que Tomás tocará las heridas de las manos y el
costado de Jesús – tan sólo al verle, Tomás se postró de rodillas y exclamó, no sólo que Jesús
era el Señor de su vida, sino también que El era Dios. Tomás exclamó: ¡Señor mío y Dios mío!
(v.28) ¡Señor mío y Dios mío! Que es la expresión de fe más poderosa que encontramos en
todos los evangelios. Unos llamaron a Jesús un buen hombre. Otros le llamaron, Maestro;
incluso otros le proclamaron como profeta. Pedro le confesó como el Cristo – pero sólo Tomás
le proclamó: Señor y Dios (nada mal para alguien a quien siempre hemos catalogado de
incrédulo).
----La última bienaventuranza que encontramos en los evangelios está en Juan 20:29 – Jesús dijo:
“Bienaventurados los que no han visto y sin embargo creen”. Gloria a Dios por esta bendición.
Pero, en este día yo quisiera que miremos la primera parte de ese mismo versículo 29 con
diferentes ojos, y escuchemos otra bienaventuranza de Jesús, a Tomás y a nosotros/as:
Bienaventurado/a, “porque me has visto, y has creído”.
Parezcámonos más a Tomás, y con honestidad reconozcamos nuestras debilidades y necesidad
de la presencia de Jesucristo en nuestras vidas. No nos escondamos más detrás de máscaras de
fe vacía o apariencias de religiosidad muerta. Si necesitas que Jesús se presente en tu vida
para que puedas creer: confiésalo con un corazón humilde.
Parezcámonos más a Tomás, y al ver a Cristo, quien todavía se nos revela en este tiempo por
medio de toda la creación, de la Biblia, la Iglesia (que es el Cuerpo de Cristo) y del Espíritu
Santo, creamos con la convicción que creyó este hombre en Su amor, su misericordia y su
fidelidad.
Parezcámonos más a Tomás, y en medio de nuestras luchas y dudas, en vez de perder el ánimo
exclamemos como lo hizo Tomás: YO NECESITO VER A JESUS. En tus problemas, en tus
enfermedades, en tu matrimonio, en tu hogar, en tu trabajo, en tus relaciones, cuando llegue el
día malo – en vez de darte por vencido/a, en vez de permitirle al enemigo que te derrote,
exclama a toda voz, como lo hizo Tomás: YO NECESITO VER A JESUS. Si tu fe en este día
se ha debilitado en el caminar de la vida, o la realidad que vives no te permite ver más allá de
tus problemas: exclama, como el que depende de esto para vivir: YO NECESITO VER A
JESUS.
-----
No sé tú, PERO YO A CADA MOMENTO QUIERO/NECESITO VER A JESUS. En medio de
mis problemáticas y mis luchas, de mis sueños y ambiciones: ANHELO VER A JESUS Y
ESCUCHAR SU DULCE VOZ DICIENDO A MI VIDA: MI PAZ SEA CONTIGO.
Pero hay más buenas noticias. Cuando clamamos QUEREMOS o NECESITAMOS VERTE
JESUS, no lo hacemos pensando que Dios está lejos, porque sabemos que DIOS ESTA AQUÍ,
EN MEDIO NUESTRO. El mismo Jesús que se presentó a Tomás, nos prometió que donde dos
o tres se reúnen en su nombre allí el llega para TRAER PAZ, BENDICION Y SALVACION.
JESUS ESTA AQUÍ, JESUCRISTO, NUESTRO SEÑOR Y DIOS – ESTA EN ESTE
LUGAR. Y porque Jesucristo está aquí, en confianza, sabiendo que El entiende mi clamor,
puedo decir que yo quiero ver a Jesús trayendo un avivamiento a su Iglesia. Quiero verlo
derramándose por medio del poder y la unción del Espíritu Santo.
Como uno que cree, y anhela creer más: quiero y necesito ver a Jesús aumentando nuestra fe y
pasión. Yo anhelo ver a Jesús transformando vidas que han sido dañadas por el pecado y malas
experiencias de la vida. QUIERO VER VIDAS CAMBIADAS POR EL AMOR REDENTOR
DE JESUS.
Quiero ver a Jesús, bendiciendo más a nuestra niñez y juventud. Quiero verle rompiendo
límites, quebrantando fronteras, libertando al oprimido, renovando al que está caído.
En medio de la crisis económica que vive la nación americana y nuestras comunidades,
necesitamos ver a Jesús abriendo puertas y camino para los que están desempleados y pasando
grandes necesidades, y tocando los corazones de las personas que toman decisiones de
trascendía en este país.
Conociendo el sufrimiento y las problemáticas que vive el pueblo migrante indocumentado, mi
corazón anhela ver la mano de Dios a través de una reforma migratoria que provea
oportunidades reales a los inmigrantes, que respete la dignidad humana, y mantenga a las
familias unidas.
En un tiempo donde crece el maltrato y la violencia a pasos agigantados, necesitamos ver a
Jesús restaurando matrimonios, relaciones familiares, y las vidas de aquellos/as que son
víctimas de violencia doméstica.
En una sociedad que todavía está llena de racismo y tantos otros prejuicios, anhelo, como
Tomás, ver a Jesús abriendo nuestros ojos para que podamos amar a los demás como Dios nos
ama, y aceptarnos los unos a los otros de la misma forma que Dios nos recibe y acepta.
En un mundo donde la gente se a creído la mentira de que “primero yo, segundo yo y tercero
yo”, necesitamos ver a Jesús presentándose a las naciones y ayudándonos a entender que es
imposible decir que amamos a Dios, si no procuramos amar a nuestro prójimo de palabras y de
hechos.
En este día, en tu vida - ¿Dónde necesitas ver a Jesús? Recuerda, el no pronunciará juicio no
condenación ante tu confesión. Jesús, el Cristo, se te presentará, y a ti también te proclamará:
ánimo, mi paz es y siempre será contigo. AMEN.

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