“Madrid es hoy el camino de París”: Jean

Transcripción

“Madrid es hoy el camino de París”: Jean
“Madrid es hoy el camino de París”:
Jean-Richard Bloch y su compromiso español
M. Carme FIGUEROLA CABROL
Universitat de Lleida
La ajustada diferencia que privilegió al Frente Popular en las elecciones
celebradas en febrero de 1936 no iba a calmar los ánimos de una España escindida en
torno a ideologías dispares entre sí (Santos Juliá, 1996: 57). Pese a que los temores del
flamante gobierno le llevan a extremar sus medidas, una de ellas provoca casualmente
(Romero, 1996: 85) el estallido del golpe militar la tarde del 17 de julio. Dos días más
tarde el recién nombrado presidente del Consejo Ministros republicano, José Giral, se
dirige a su homólogo francés Léon Blum, con el fin de obtener material bélico
susceptible de aplacar la revuelta, pero todavía sin ninguna sospecha de emprender un
conflicto de tan graves consecuencias. La respuesta del entonces líder del Front
Populaire no se hace de rogar. Se acompaña del apoyo espiritual de ciertos intelectuales
en favor de la República, entre los cuales se sitúa Jean-Richard Bloch según atestigua el
telegrama que ese mismo día es transmitido al presidente Azaña:
19 juillet [1936]
Président Azana[sic]. Madrid.
Ecrivains français antifascistes assurent gouvernement républicain espagnol de
leur ardente fraternité. Se mettent à sa disposition entière dans lutte pour liberté
politique et dignité humaine.
Secrétariat français Association Internationale Ecrivains pour Défense Culture:
Jean-Richard Bloch, Chamson, Malraux, Aragon1.
Fruto de esa postura Jean-Richard Bloch emprende un viaje oficioso al país
vecino. El 29 de julio, acompañado de Jean Cassou y de Andrée Viollis, toma el avión
con destino a Barcelona. Le envían el Comité mondial contre la guerre et le fascisme y
el Comité de rassemblement populaire. Su misión consiste en entrevistarse con los
dirigentes del gobierno legal para concretar el tipo de ayuda necesaria que ha de serles
proporcionada por el Frente popular francés. Para ello visita tres ciudades –Barcelona,
Valencia y Madrid– en un viaje relámpago que concluye el 6 de agosto de 1936 y del
cual nace Espagne, Espagne!, publicado el treinta de noviembre de ese mismo año. El
breve periplo ha bastado para convencer al intelectual de la necesidad de una ayuda
urgente al bando republicano. En ese sentido, Espagne, Espagne! constituye una
prolongación de su objetivo al desplazarse a nuestro país: Bloch necesita no sólo dar
testimonio de los acontecimientos sino lograr un amplio consentimiento de la opinión
pública francesa. Pero además su actitud frente al conflicto encarna la consecuencia
práctica de los principios teóricos expuestos en sus anteriores Essais pour mieux
1
Bibliothèque Nationale de France. Fonds Jean-Richard Bloch. Correspondance. Vol. III.
“Madrid es hoy el camino de París”: Jean-Richard Bloch y su compromiso español, pp. 479-489
comprendre mon temps, donde se mostraba firmemente partidario de un compromiso
social por parte del artista. Desde ese punto de vista el acercamiento al otro conllevará
necesariamente una autorreflexión que late ya en su mismo prólogo donde Bloch
describe las páginas siguientes como “des morceaux de moi-même” cumpliendo con esa
práctica general que Jérôme de Gramont describe en los términos siguientes: “Dans
l’histoire qui se noue avec autrui, il est question de l’autre mais aussi de soi: de son
identité, mais aussi de la nôtre” (Gramont, 1999: 18).
La inmediata reacción que se espera provoque el libro influye en su estilo: en
ningún caso se trata de un tratado de historia sobre la guerra. Pese a que su formación
así se lo habría permitido2, ni la escasa perspectiva temporal es propiciaba a ello ni
tampoco ésa es la voluntad de Bloch. Aquí el relato de viajes se combina con la
reflexión ensayística, convive con el estilo propio de los reportajes periodísticos o se
acompaña de textos documentales añadidos en un epílogo, sin olvidar un toque de
lirismo por parte del escritor. Por ese motivo, a menudo las fechas son inexistentes o
inconcretas, las cantidades imprecisas, el estilo telegráfico sirve para recrear la
atmósfera de un momento determinado, o es difícil trazar con certeza su recorrido ya
sea en el corazón de las ciudades o entre las mismas. Más que una reflexión pausada –
debe tenerse en cuenta que el escritor añade sus comentarios incluso cuando el libro se
encuentra en prensa– Bloch persigue despertar la simpatía de los lectores. Por ello se
apunta a los sentimientos de estos últimos tal vez porque como reconoce Mme JeanneEmile Vandervelde cuando le agradece por carta el envío de Espagne, Espagne!:
“L’affaire d’Espagne est une pierre de touche: on est de ceux qu’elle gêne ou de ceux
qu’elle ne gêne pas, il n’y a pas de milieu”3.
Por lo general en el libro predomina un tono épico manifiesto en su título mismo
en donde el héroe –la España republicana– se enfrenta a un reto ingente. Y porque
existe ese doble registro de conocimiento del otro y de uno mismo, también Bloch
participa de esa epopeya y le es posible presentarse como aquél que lanza sus artículos
“devant moi [Bloch], comme David sa pierre avec sa fronde” (Bloch, 1936: 111) Por
tanto, se privilegia la recreación de sensaciones en detrimento de la transmisión de
datos.
En otros pasajes, la voluntad de reflejar fielmente los acontecimientos conduce
al narrador a una escritura fotográfica a partir de la cual el receptor extraerá sus propias
conclusiones y, por consiguiente, prodigará sus propias simpatías. Desde ese punto de
vista y teniendo en cuenta que el otro es lo que sabemos de él y no siempre lo que es en
realidad, parece lógico preguntarse en qué términos el observador describe a los
habitantes del país vecino. En el imaginario del viaje (Schaffhauser, 2004: 19) cualquier
acercamiento hacia el otro exige alejarse de uno mismo, de manera que lo que sorprende
o provoca extrañeza sobre ese Otro procede de la percepción de sus diferencias respecto
al propio yo.
Pese a su gusto por visitar otros países, Bloch había realizado escasas
incursiones al otro lado de los Pirineos. Tampoco a nivel literario sus intereses habían
2
Jean-Richard Bloch había cursado estudios de historia y geografía convirtiéndose en profesor de esas
materias tras la redacción de un trabajo de investigación titulado L’anoblissement en France au temps de
François Ier, publicado en 1934, lo cual confirma su mérito.
3
Bibliothèque Nationale de France. Fonds Jean-Richard Bloch. Correspondance, Vol. XLVI. Carta de
febrero de 1937.
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derivado hacia nuestra cultura, de la cual habla en contadas ocasiones; cita tan sólo a
Cervantes. No obstante, en el momento de la guerra civil, España encarna para el artista
los valores por los cuales él mismo ha luchado desde su juventud: la democracia, la
libertad y –de reciente adquisición– la lucha contra el fascismo. A ello se suma su
actividad intelectual precedente: durante 1935, Bloch se prodiga en conferencias de
denuncia contra el fascismo y apoyo del Frente popular. Asimismo la primera semana
de junio de 1936 el intelectual en cuestión viaja a España y en Madrid participa junto a
La Pasionaria, en un mitin a favor del antifascista brasileño, Carlos Prestes. Además
pronuncia una conferencia en el Ateneo matritense con el título de Culture et
Révolution. Por consiguiente, en esos momentos Bloch parece la persona idónea para
intervenir en Francia a favor de la República española. Sin embargo, no debe olvidarse
que Bloch pertenece a esa generación que cabalga entre dos siglos y que, en algunos
términos se encuentra influido por la cultura decimonónica. Dicha circunstancia le lleva
a examinar a los españoles mediante algunos clichés heredados. Pero hablamos de
españoles y en realidad, el primer matiz nace ya de este término. Para el escritor
referirse al pueblo español constantemente evocado e invocado significa aludir a los
republicanos. En su caso, los nacionales se asocian por definición a la iglesia, a la
oligarquía económica y militar y en ningún caso a las clases más desfavorecidas.
Lectura partidista que ignora e infravalora el apoyo que los sublevados obtuvieron en
ese sector y que traduce un binomio significativo en el pensamiento de Bloch: la nación
se confunde con el pueblo, el pueblo incorpora así los valores del sistema democrático.
También significativa es la censura del narrador hacia la denominación de “blancos”
que, a su entender, es inapropiada puesto que “le mouvement qui a éclaté, le 19 juillet,
n’a pas été une révolution sociale, mais, tout au contraire, un putsch militaire et
fasciste.” (Bloch, 1936: 25) Según tales razonamiento, a pesar de su denominación, los
nacionales no forman parte de ese pueblo puesto que difieren de tales principios: a título
de ejemplo el banquero Juan March se convierte en “le spéculateur Juan March” y los
rebeldes se encuentran reducidos a esa Navarra que él compara con la Vendea francesa,
infravalorando de este modo el alcance real del pronunciamiento. Bloch había sufrido
en carne y huesos la primera guerra mundial no sólo por haber participado en ella sino
por los desencuentros que su actitud patriota le había generado, pero además sus
orígenes judíos habían padecido las consecuencias de 1870. Por ello parece revivir en
España esas mismas sensaciones: la patria se encuentra en entredicho. El pueblo –
convertido en la segunda parte de la obra en la nación– en masa acude en su ayuda:
“J’ai vu un peuple unanime, la nation en armes, le prolétariat soulevé tout entier pour la
défense de ses libertés” (Bloch, 1936: 198).
En efecto, Bloch traza el perfil de un pueblo unido que ha escogido
democráticamente una opción y que actúa de forma responsable para defenderla de un
ataque exterior. En consecuencia a menudo designa el bando republicano como un
grupo homogéneo en cuyo seno las variaciones resultan prácticamente inexistentes.
Aunque no disponemos de un estudio de frecuencias sobre el sinestésico uso del
término “peuple”, nos atrevemos a afirmar que es uno de los más reiterados. Este se
convierte en el principal ejecutor de las acciones emprendidas (vg. “Le peuple s’arme”
“le peuple exigeait que la République vécût”) hasta el punto de convertirse en el héroe
por excelencia. Como tal dispone de la principal característica atribuida a la figura del
héroe: su fuerza sobrehumana que le permite afrontar los mayores obstáculos:
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J’ai vu que la résolution du peuple espagnol, de vivre libre ou de mourir en combattant
est une de ces forces historiques, puissantes comme la poussée même de l’espèce
humaine, et contre lesquelles on ne va pas. (Bloch, 1936: 198)
Ese ente designado de manera amplia convive asimismo con otras expresiones
que acentúan el carácter inconcreto pero vasto de dicho colectivo: abundan los términos
indefinidos, los genéricos que permiten insistir en el carácter unitario del pueblo. En el
trayecto que separa Valencia de Madrid el viajero se encuentra con “les paysans plus
ardents”, “le pavoisement plus unanime” “les cultivateurs occupés aux “batteries”, “les
vieilles femmes” “de plus jeunes” “des adolescentes”, “des voyageurs effondrés”... La
falta de concreción, la ausencia de variabilidad, la inexistencia de distinciones persiguen
el efecto de recrear un sentimiento de unanimidad hasta de forma que, demasiado
crédulamente, simplifica el verdadero alcance de la guerra hasta el punto de atribuir a la
omnipresencia del pueblo la posibilidad de vencer las fronteras y de hermanar al pueblo
español y francés, como señala en su artículo del 23 de septiembre. Tal vez por ese
mismo motivo el autor alaba la denominación del Palacio de la Generalitat en Barcelona
que le parece “une chose aussi belle que son nom” puesto que el sentido de éste alude a
“la gran mayoría o el mayor número”. Como señalábamos, a pesar de su pretendida
objetividad, Bloch no tiene como propósito trazar un retrato exhaustivo del mundo
español. No existe en Espagne, Espagne! el análisis psicológico de los distintos
personajes-tipo al estilo de otro contemporáneo bien conocido como Malraux.
En su afán propagandístico Bloch atribuye al colectivo en cuestión propiedades
que contrarrestan fácilmente las acusaciones formuladas en contra del bando
republicano. Así, a la ignorancia de sus jefes (Díaz-Plaja, 1996: 78-79) se antepone la
sabiduría innata del pueblo que se traduce en una significativa escena observada en
Barcelona: de visita por la Generalitat, Bloch admira a esos individuos anónimos pero
de baja extracción social que, tras largas horas de cola, acuden con sus manos llenas de
piezas artísticas para salvaguardarlas de la destrucción. En sus precedentes ensayos el
pensador había preconizado que el arte debía emanar del pueblo y revertir sobre el
mismo: España parece aportarle la prueba de que este hecho es factible.
A nadie se le escapa que tras ese argumento subyace la quema furibunda de
conventos e iglesias emprendida por los republicanos. Ni siquiera el espectador más afín
podía silenciar dichos actos por lo que Bloch los refleja de forma un tanto peculiar: en
primera instancia arguye el escaso valor artístico de los conventos incendiados, pese a
que reconoce la mayor importancia monumental de la iglesia Santa María del Pino, de
San Jaime o de Nuestra Señora de Belén. Sin embargo, el argumento más decisivo
radica en la supuesta parcialidad de la Iglesia que la convierte en merecedora de la ola
antirreligiosa:
Ce que le peuple a voulu anéantir, en mettant le feu aux couvents et aux élites, c’était le
symbole visible d’une oppression séculaire. Il s’est attaqué aux citadelles d’un pouvoir
hostile. Sa fureur s’est arrêtée là. Tout le reste, il l’a respecté. Ne nous lassons pas de le
publier. (Bloch, 1936: 42)
El heroísmo inherente a ese pueblo se encarna también en algunos de sus
exponentes, ya sean destacadas personalidades del ámbito público o individuos
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anónimos. Dentro de este último apartado, el narrador aporta ejemplos como los del
hotel Colón. Ya en la primera parte de la obra Bloch destaca la escrupulosidad de
quienes supervisan los accesos, para en la segunda desarrollar esa misma idea
insistiendo en el suceso a modo de un ejemplo de disciplina espontánea. Sin embargo,
lo más interesante resulta que en ninguno de los dos casos se detiene en la personalidad
de tales personajes: en Barcelona se limita sólo a citar a “des miliciens”, término que se
retoma en el artículo “Frente Crapular” sin proporcionarnos mayores concreciones.
En el episodio de Valencia se narra “l’histoire de deux héros de la République”.
Al primero se le dota de nombre propio –se trata del sargento Juan Fabra– y de pocos
atributos más –sólo se precisan sus diez años en ese grado y sus catorce al servicio del
ejército–. Del segundo, convertido en mártir por su la traición de las tropas al frente de
las cuales se halla asignado, sabemos únicamente que era “un chef d’escadron de
sentiments républicains” (Bloch, 1936: 52). Ambos ejemplos, además de los
componentes de ese escuadrón valenciano que asalta los cuarteles de manera ejemplar
para obtener armas pueden calificarse de héroes cívicos. Esa reiterada práctica en la
escritura de Bloch –quien ha dado muestra en sus novelas y sus cuentos de estar dotado
para la introspección psicológica– responde al objetivo de encasillar al Otro en unos
determinados moldes sociales susceptibles de justificar la acción republicana: por ese
motivo a menudo se limita a señalar las profesiones de los individuos o el grupo social
en el que se incluyen o en su defecto, el partido en donde militan. Destacan así los
taxistas reconvertidos en chóferes de las milicias y que engloban la totalidad humana
puesto que todo cuanto sabemos es que uno es “gras” y el otro “maigre”. A ellos se
añaden el ebanista valenciano defensor del anarquismo o el granadista también
levantino de quien precisa:
C’est un vieil homme décharné, en veston merdoie, à figure de bourgeois timide ou de
bureaucrate hémorroïdeux, le crâne déplumé, le nez long et triste, le sourire gêné, le pas
sautillant, et néanmoins (arrangez cela comme vous pourrez) l’air parfaitement résolu et
fier. (Bloch, 1936: 56-57)
En el hotel sin nombre del Paseo de Gracia, presentado como un microuniverso
que actúa a modo de exilio o tierra de nadie se establecen tres categorías de huéspedes:
los profesionales extranjeros desplazados a Barcelona a causa de su trabajo –entre ellos
la célebre Andrée Viollis–, los extranjeros a quienes el levantamiento ha sorprendido en
la ciudad condal que esperan obtener algún partido de la situación, por tanto,
recriminables moralmente y en tercer lugar, los españoles, en su mayoría grandes
propietarios partidarios de los nacionales. La división enunciada cuenta con sus
ejemplares curiosos como la pareja formada por la vieja inglesa su compañero o la atleta
vestida de blanco... pero confirman, una vez más, la disciplina del bando republicano
que, con su salvaguarda, mantiene un escrupuloso respeto a dicho enclave.
En su defecto, las caracterizaciones psicológicas o las físicas se suplen mediante
rasgos simbólicos: los miembros de la columna valenciana se distinguen por su mono
azul y por la banda ceñida a su brazo que denota la afinidad política del individuo. En
ocasiones incluso los seres llegan a desaparecer dejando paso a tales objetos
representativos.
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Paralelamente en la obra dichos personajes conviven con los dirigentes del país.
Durante su periplo por tierras españolas Jean-Richard Bloch, fiel a su misión, se
entrevista con Companys, Azaña y Largo Caballero. El retrato que en tales ocasiones se
proporciona al lector incide en el compromiso de los políticos con las filas populares.
En concreto, a modo de ejemplo, detengámonos en la figura del presidente de la
Generalitat. Los rasgos subrayados en la parte física se refieren sobre todo a la esbeltez de
Lluís Companys. Su interlocutor lo describe como un hombre “fin, élancé”, detalle en el
que insiste poco después, “ce lettré mince, élégant”, como si su complexión revelara ya la
personalidad del político. Desde el punto de vista psíquico, destaca su carácter nervioso y
torturado puesto que ha sufrido “les douleurs que la vie privée ne lui a pas ménagées”.
A dichas características se unen sus actividades profesionales, entre las que
Bloch pone de relieve la defensa constante de los anarquistas ante los tribunales –no
tanto por simpatía hacia ese colectivo político sino por la forma en que se producía
dicha defensa4–, con tal de autorizar al personaje en cuestión. Ese proceso permite
concluir su esbozo con una muestra de su total respeto por el político catalán. Se trata
ésta de una técnica con una doble perspectiva: en un primer momento, el artista muestra
a los lectores que el gobierno republicano, tan criticado por algunos, dispone también de
hombres válidos y por tanto dignos de confianza. La propaganda alcanza aquí su primer
nivel.
Por otra parte, a través de la “autorización” de la figura de Lluís Companys, se
proporciona una garantía de veracidad a las narraciones que el autor pone en boca de
este personaje. Nos hallamos ante un segundo nivel publicitario, cuyo alcance se revela
mucho más extenso puesto que alcanza a todo el pueblo republicano. Los matices épicos
se renuevan con intensidad cuando Jean-Richard Bloch presta la voz al Presidente para
narrar los acontecimientos sucedidos en Barcelona el 19 de julio. Así se manifiesta
Companys:
Les actes d’héroïsme du peuple de Barcelone, au cours de la journée du 19 juillet, ne se
comptent pas. Songez que notre population était absolument sans armes. L’importance
historique de cette journée, sa caractéristique essentielle, résident en ceci qu’entre 6
heures du matin et 6 heures du soir ce peuple, avec ses mains nues, a anéanti une armée.
(Bloch, 1936: 33-34. La negrita es nuestra)
A través de la emoción contenida en el relato de Companys, Bloch conduce al
lector a cerciorarse de la magnitud alcanzada por los hechos en la conciencia española:
en la defensa de la patria el estado de ánimo adquiere la misma importancia que sus
recursos materiales.
También Azaña cobra voz propia en Espagne, Espagne!. Aunque Bloch realiza
una crítica tenue acerca de su indecisión a la hora de proporcionar armas al pueblo,
subsiste una cierta admiración manifestada a través de los elogios a su perspicacia al
adivinar los efectos que el conflicto español va a desencadenar en el panorama europeo.
Admiración que se confirma cuando en 1940 sumido en otra cruenta guerra, el
pensamiento de Jean-Richard Bloch retrocede a menudo a 1936 para explicar escenas
contemporáneas predichas ya antaño por el presidente de la República española.
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Como abogado, Companys solía defender a los anarquistas ante los tribunales sin obtener de su trabajo
más que minutas nominales.
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Pero quienes más atraen la atención de Bloch son aquellos en quienes se encarna
su propio concepto sobre el artista. En los ensayos anteriores había manifestado ya su
postura en contra del arte por el arte, puesto que éste no podía limitarse a unas meras
exigencias formales. El artista se convertía así en una pieza más del complejo engranaje
social –él mismo se presentaba como un “ouvrier des lettres”– y su suerte dejaba de
identificarse con la de la élite para confundirse con la del resto de la humanidad
incluyendo los más desafortunados. Desde esa óptica, el encuentro con el Otro le
permite materializar sus propios anhelos a dos niveles como es usual en la obra: en el
ámbito de lo anónimo quien se encuentra al frente del hotel Colón convertido en sede de
las milicias del P.S.U.C. es un “grabador conocido en Montparnasse” de rasgos físicos
positivos, de comportamiento afable y que no ha dudado en prestar servicio a la causa
ejemplo empuñando una ametralladora.
Más adelante aparece Ventura Gassol, poeta con responsabilidades políticas al
frente de la Generalitat catalana. Bloch sintetiza su trayectoria en los términos
siguientes:
Un poète en [du Palais de la Généralité de Catalogne] est l’âme. C’est don Ventura
Gassol, dont l’ancien régime a fait un militant, dont la République a fait un ministre,
dont M. Gil Robles a fait un bagnard, et que le Front Populaire a tiré de son cachot pour
le remettre à la tête de l’Éducation nationale. Il est souriant, il est jeune, il a un esprit
audacieux et indomptable. (Bloch, 1936: 30-31)
A diferencia de la descripción de Companys, se deja ahora de lado la vertiente
humana del personaje para centrarse en su sensibilidad artística que sin embargo, no le
resta capacidad para actuar como líder espiritual. De sus términos parece destacarse que
tan sólo los gobiernos republicanos han sabido apreciar las virtudes del citado poeta.
Fácil resulta deducir que es el mismo antiguo régimen quien ha convertido a ese hombre
en militante. De nuevo pues, la opción popular aparece como el resultado lógico e
intrínseco del curso histórico.
Algo parecido sucede con Álvarez del Vayo, diputado socialista y redactor del
periódico Claridad y con quien –como demuestra su correspondencia– mantuvo un
efusivo diálogo en torno al universo de las letras. Sin embargo, no es ese el carácter que
predomina en Espagne, Espagne! e impresiona al pensador francés. En su entrevista con el
diputado navarro, los comentarios de éste respecto a su participación en la guerra refrescan
la memoria del antiguo combatiente y resucitan en él esa euforia demostrada ya en 1914
cuando a su juicio, la patria se encontraba en peligro. A partir de ese momento, el concierto
entre ambos hombres es completo y Bloch se acepta sin poner en entredicho los
argumentos –un tanto ilusos– de su interlocutor y que tiñen la obra de un perfume
propagandístico.
Es más, para conseguir captar por completo la simpatía del lector, el ensayista se
detiene en el altruismo del personaje, el cual, incluso en tan complicados momentos (el
narrador subraya la dureza del combate en un entorno como el de Sierra Nevada),
guarda parte de su precioso tiempo para dedicarlo a los demás... En definitiva, Bloch
realiza especial hincapié en la descripción de hombres públicos, que según su criterio
encarnan virtudes loables. Sus figuras, pese a contar con particularidades propias e
intransferibles, comparten en cualquier caso un rasgo común: la preocupación por el
destino de la República, y por consiguiente, su malestar ante los acontecimientos.
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Mencionábamos antes la indeterminación con la cual el narrador se refiere al
pueblo. Ese mismo efecto alcanza los escenarios donde éste actúa que se convierten en
atemporales y ajenos a un entorno: en Madrid cuando visita la sede del periódico
Claridad, se trata de “un soir”, lo conduce “une voiture” y por supuesto, desembarca en
“Une maison comme il y en a dix mille”. Al viajero le importa menos la puntualización
del itinerario que las impresiones de él obtenidas, por ello en la posada que les sirve de
descanso durante su trayecto Valencia-Madrid, le apetece más destacar el ambiente
fresco, la limpieza y rapidez de quienes la regentan, la abundancia y buen sabor de la
comida –aunque sin detenerse en los pormenores de la misma–, así como la continencia
en la bebida, de la cual extrae la conclusión poco razonada de que “Les Espagnols sont
sobres” (Bloch, 1936: 71). Detalles con los cuales indica de nuevo la existencia de una
sociedad ordenada y prudente en sus posiciones.
En cambio, pese a la globalidad del mundo descrito, el visitante se muestra
sensible a las diferencias entre pueblos. En particular le llama la atención la lengua
catalana que considera “une langue admirable pour la discussion; elle fournit un
répertoire étendu de comparaisons et d’images expressives” (Bloch, 1936: 48). Aspecto
el que nos parece lógico si se tiene en cuenta, como admiten filósofos de la talla de
Derrida, que la invención de la verdad, del otro es una cuestión eminentemente de
lenguaje (Derrida, 1987: 43-49). Lo cierto es que a menudo Bloch se refiere a la distinta
idiosincrasia entre catalanes y castellanos que él explica en términos psicológicos (los
catalanes son exuberantes e impetuosos frente a sus vecinos mesurados y austeros) pero
que, a nuestro entender, deduce sobre todo por las opciones políticas predominantes en
cada región. El viajero percibe el auge del anarquismo catalán que tiende a tomar las
armas y frente al cual expresa sus recelos, a la vez atribuye a los socialistas la mayoría
en Castilla. Con todo, lejos de observar en esa divergencia un elemento de discordia, en
su artículo de julio Bloch considera la perspectiva –todavía lejana pero en cualquier
caso factible– de la convivencia entre una Cataluña emancipada dentro de una España
libre donde ambas partes conservarían su especificidad según afirma en términos5 que
hoy mismo podrían considerarse de rabiosa actualidad. Con todo, no debe deducirse de
lo anterior una preferencia del narrador hacia los catalanes. En su afán de objetividad
Bloch también se muestra crítico con este pueblo. En concreto, alecciona a los
barceloneses:
Je suis moins indulgent à l’ostentation que mettent les jeunes gens de Barcelone à se
parer d’un harnachement guerrier [...] Je partage sur ce point l’opinion de SaintExupéry, qui écrit : « A Barcelone, vingt mille index, nuit et jour sont posés sur vingt
mille gâchettes. Et comme les bolides hérissés d’armes circulent inlassablement à
travers la foule, on peut dire qu’une ville entière est, sans relâche, tenue en joue… A
Lerida, ville du front, on est sérieux. Aucun passant ne se promène en balançant à bout
de bras un révolver. Point de ces accessoires un peu prétentieux et qui surprennent
d’être portés négligemment, à la façon d’un gant ou d’une fleur. (Bloch, 1936: 44)
5
“Naïfs Français, dites-vous bien qu’une Union des Républiques espagnoles ouvrières et paysannes (car
sa naissance est inévitable, et, quoiqu’il puisse se produire, son approche irrésistible) ne sera pas moins
espagnole, ne sera pas moins typiquement et profondément espagnole, sera beaucoup plus spécifiquement
et essentiellement espagnole que la monarchie des Bourbons et le capitalisme international” (Bloch, 1936:
108).
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Una vez más, aflora la parcialidad de Bloch quien escatima a su contemporáneo
Saint-Exupéry la segunda parte de la frase sobre Lleida que reza así: “il n’est plus
nécessaire de jouer à la mort” (Saint-Exupéry, 1994 : 96). La metáfora traduce una de
las ideas básicas del autor de Un sens à la vie para quien la guerra se produce en el
interior, en la conciencia humana. Las demás manifestaciones constituyen un sucedáneo
de la misma puesto que es en la mente donde radica el poder. Postura diametralmente
opuesta a la de Espagne, Espagne! donde, como observábamos, el levantamiento se
interpreta como un ataque procedente del exterior, mientras que la defensa de los
republicanos se encuentra suficientemente autorizada por la miseria del pueblo español.
De hecho, la literatura constituye una fuente para representar la imagen del otro.
El viajero acude a una de sus lecturas favoritas cuando compara a Companys con un
héroe de Mark Twain con el fin de destacar su modestia y por añadidura, la grandeza de
su actitud. No faltan tampoco mitos conocidos como el de Carmen: cuando Bloch se
halla en ese entredós formado por la pista de aterrizaje del aeropuerto barcelonés,
constata un abismo entre la tripulación francesa y los hombres que le acogen. Además
de encasillarlos desde un principio en la categoría del “militante típico”, sus rasgos
físicos se comparan de manera significativa con los personajes de Mérimée. La misma
idea se repite al contemplar a los guardias del palacio de la Generalitat, suscitada
también por el atuendo de los mismos. Sin embargo, el visitante rehuye identificar
España con el significado transmitido por Carmen y en cada caso añade un corrector
capaz de engendrar un sentimiento positivo de acuerdo con sus principios: en el primer
caso se subraya el valor en la lucha6; en el segundo se destaca su correcta higiene7 como
contrapartida, a nuestro juicio, de una idea preconcebida del autor que atribuye a España
la existencia de una multitud supersticiosa y poco sociabilizada, según él mismo admite
en el prólogo. De obligada presencia parece también el mundo torero al cual se alude al
presenciar la formación de la columna espontánea en Valencia. Asimismo, existe un
referente decimonónico transmitido por plumas de la talla de Dumas o de Sand al
consignar a su paso por las Ramblas barcelonesas la figura del bandido.
Por otra parte, hay que tener en cuenta que la finalidad de la obra persigue
convencer a la opinión pública francesa. Puesto que –recurrimos a la expresión de Julia
Kristeva– “De reconnaître [l’étranger] en nous, nous nous épargnons de le détester en
lui-même” (Kristeva, 1991: 9), Bloch necesita establecer afinidades entre el pueblo
francés y sus vecinos para lo cual alude a múltiples referentes susceptibles de ser
conocidos por sus compatriotas: compara las tendencias políticas de Esquerra
Republicana con los “radicaux nuance Pierre Cot-Albert Bayet”, Barcelona con
Marsella por su puerto, Valencia con Bordeaux por sus dimensiones, a Ventura Gassol
con Gustave Charpentier, a Álvarez del Vayo con Michel Simon ... Identificaciones que,
en su conjunto, persiguen lograr una identificación moral capaz de admitir la ayuda del
gobierno galo a su homólogo español como un acto justo, necesario además de urgente.
Lo anterior nos permite deducir que Jean-Richard Bloch conserva la idea de
exotismo como una propiedad inherente al país vecino, aunque dota ese atributo de un
significado moderno. En sus vehementes páginas ya no encontramos la España
6
« Ne vous y trompez pas, ils se sont battus comme des lions » (Bloch, 1936: 20).
« ...grands gaillards bien nourris, bien rasés, le cou nu, en boléro de danseuse et en espadrilles bleues et
blanches... » (Bloch, 1936: 32). En este caso no se cita explícitamente Carmen aunque los atributos
citados coinciden con los reseñados a su llegada al aeropuerto.
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“Madrid es hoy el camino de París”: Jean-Richard Bloch y su compromiso español, pp. 479-489
romántica, sino una España acorde con los principios socioeconómicos y políticos del
momento. En ese sentido se justifican las reiteradas alusiones a procesos
revolucionarios que han marcado el ingreso de los pueblos a la modernidad: la
revolución francesa y la rusa. Para el autor existe un paralelismo básico entre 1936 y
1789: el acuerdo entre las masas proletarias urbanas y las rurales. En ello radica, a su
parecer, la garantía del éxito. En cuanto a los hechos de 1917, la pobreza del campesinado
le recuerda la antigua miseria del pueblo ruso. Y puesto que el estado de la entonces
todavía U.R.S.S. posee, según el autor, las mejores condiciones para registrar en sus
dominios la eclosión de ese orden nuevo tan anhelado, también en España ha de resultar
posible dicho acontecimiento. Dicha coincidencia le permite imaginar, a su paso por
Barcelona, la futura Cataluña de 1956. En ella, como en el resto del país, ha de germinar
una república dirigida conjuntamente por los obreros y los campesinos.
El entusiasmo del escritor acerca de las oportunidades reservadas a la república
española manifiesta la compatibilidad de ambos sistemas revolucionarios. En la nueva
República española tiene lugar la reforma agraria que rememora 1789 y que no deja de
aludir a los acontecimientos rusos al garantizar para el obrero agrícola una posición
social antes amenazada por los adinerados propietarios. En cuanto a la estructura del
estado, también ésta lleva a cabo una síntesis de ambos procederes revolucionarios.
Aspiraciones que no son únicas de Bloch sino que coinciden con una corriente
ideológica integrada por nombres tan insignes como el mismo Louis Aragon o Paul
Nizan y que, en definitiva, atienden a la perspectiva de encontrar un nuevo sistema
social capaz de regenerar la sociedad contemporánea.
En suma, en el razonamiento del escritor señalar las afinidades entre Francia y
España resulta una etapa imprescindible para desembocar en su hipótesis crucial:
“Madrid est aujourd’hui le chemin de Paris”8. Desde esa óptica, su obra, lejos de aportar
un mero testimonio sobre los hechos que se producen más allá de los Pirineos conduce a
nuestro intelectual a una reflexión más amplia sobre el destino de Europa ante el
creciente auge fascista. Conocer al otro le lleva, pues, a ahondar en la introspección de
su yo y de su entorno que se traduce en la reafirmación de su voluntad tolstoiana a favor
del compromiso social. Tal vez por ello Espagne, Espagne! cobra en su estima un lugar
privilegiado según revelan sus propios calificativos:
...mon livre sur l’Espagne (celui de tous mes ouvrages qui m’a valu les attaques, les
injures et les calomnies les plus violentes et les plus honorables, celui dont j’ai lieu
d’être le plus fier)...9
Bibliografía
ALBERTINI Jean (1981). Avez-vous lu Jean-Richard Bloch ? S. l.: Éditions Sociales.
BLOCH Jean-Richard (1936). Espagne, Espagne ! París: Editions Sociales Internationales.
8
La misma idea se despliega bajo fórmulas similares en varios pasajes (Bloch, 1936: 160, 193,199) hasta
constituir uno de los epígrafes de la tercera parte del libro.
9
Jean-Richard BLOCH, “Réponse d'un pacifique à un soi-disant pacifiste. I Retrospective espagnole ou
comment on fait durer une guerre et comment on EN TIRE une catastrophe européenne” (Albertini, 1981:
283-284).
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