LA OTRA CARA DE MICHAEL PEÑA

Transcripción

LA OTRA CARA DE MICHAEL PEÑA
80 — ene
LA OTRA CARA DE MICHAEL PEÑA
POR MARÍA TERESA HERNÁNDEZ REYES
FOTOS: JOHN RUSSO
CONSTRUIR UNA CARRERA EN HOLLYWOOD ES DIFÍCIL.
LO ES MÁS SI TU APELLIDO Y APARIENCIA SON LATINOS.
SE NECESITA MUCHO MÁS TALENTO Y CONVICCIÓN PARA
TRIUNFAR. POR ESO EL MÉRITO DE MICHAEL PEÑA ES
TAN GRANDE: HA LOGRADO HACERSE DE UN NOMBRE
RECONOCIDO Y COMPARTIR CRÉDITOS CON LAS MENTES
MÁS BRILLANTES DE UNA INDUSTRIA ACOSTUMBRADA
A ESTEREOTIPAR. ESTE MES LO VEREMOS EN FURY, UN
DRAMA AMBIENTADO EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
DONDE TAMBIÉN ACTÚAN BRAD PITT Y SHIA LABEOUF.
Por más pequeños que fueran sus papeles, Peña
se desvivía por ellos. Buscó estrategias para relatar
con fidelidad la historia que correspondía a cada
personaje y experimentó con varios métodos de
actuación. Inventarse un acento latino fue parte
del proceso de una lucha que entabló contra una
industria que discrimina tanto como el país que
la auspicia. “Me costó mucho obtener un rol que
no fuera el de un delincuente. Pero bueno, creo
que todo se trata de abrirse camino.” Peña piensa que las mentalidades han cambiado y que hoy
los latinos pueden tener oportunidades geniales.
Para probarlo no sólo menciona a directores como
Guillermo del Toro y Alejandro González Iñárritu,
sino a Oscar Isaac, el actor guatemalteco que dio
una de las mejores interpretaciones de 2013 como
un cantante de folk en Inside Llewyn Davis.
A pesar de todo, interpretar latinos también le ha
dejado satisfacciones. Dice que gracias a su caracterización en Crash —ropa holgada, cadenas sobre
el pecho y cabeza a rape— mucha gente lo felicitó,
pues con ello modificó el estereotipo del migrante
en Estados Unidos. Cuenta que, cuando se estrenó la cinta, algunas personas lo detenían en la calle
para agradecerle que sus personajes dejaban claro
que ni su aspecto ni su forma de vestir eran sinónimo de vandalismo. “Me dijeron que estaban orgullosos de que representara a su comunidad en el
cine. Eso es algo que aun ahora asumo como una
gran responsabilidad y me encanta.”
Hay algo que siempre hace sufrir a Michael Peña: hablar en español. Él no es
mexicano, ni migrante, ni extranjero. Sus padres sí son latinos pero él nació,
creció y vivió en Chicago como un estadounidense más. Cuando uno platica
con él, escucha las mismas muletillas y modismos que usaría Brad Pitt. Sin embargo, el precio que paga el hijo de un matrimonio de migrantes para trabajar
en Hollywood es fingir un acento latino en casi todos sus papeles. “El único
acento que tengo es el de Chicago”, le dijo a Jimmy Kimmel cuando presentó
la película Cesar Chavez (2014), e hizo que el público estallara en risas.
Para que le abrieran la puerta al mundo del cine hollywoodense, Peña no
sólo tuvo que aprender a hablar como latino, sino a actuar como algunas personas creen que un latino debe actuar. Sus primeros papeles fueron “pandillero
número cuatro” y “pandillero número cinco”. Dice que esa situación se volvió
tan común que repetidamente le prometía a su madre que ya llegaría el día en
que no sería un rufián cualquiera, sino el líder de una banda de mafiosos. Con
el tiempo lo logró: fue un papel “sin nombre”, en el que su diálogo no tenía más
de cuatro líneas, pero para él fue más que suficiente.
82 — ene
F U R Y , película que retrata a cinco soldados
a cargo de un tanque Sherman en la Segunda
Guerra Mundial, cumplió uno de los sueños de
Peña: convertirse en militar.
“Mientras estudiaba la preparatoria formé
parte de la Junior Reserve Officers’ Training
Corps y el ambiente me encantó. De hecho, por
alguna razón, siempre me han gustado las películas de guerra.” En aquel entonces tenía 17
años y de un día para otro decidió enlistarse en
la Marina. Sin embargo, la madre de un amigo
lo convenció de que aquel no era el camino a
seguir: como era muy bueno para imitar gente
le sugirió que, en lugar de entrenarse como soldado, probara suerte en la actuación. Peña accedió a regañadientes, pero en su primera audición consiguió el papel. “En un inicio lo vi
como un trabajo temporal porque acababa de
salir de la escuela, pero mientras más lo hacía,
más pensaba: ‘Esto es genial’.”
FOTOS: CORTESÍA
El personaje que lo lanzó al estrellato se llamaba Daniel Ruíz. Era un cerrajero de Los Ángeles
en Crash —ganadora al Óscar en la categoría de
Mejor Película en 2006— y Peña dice que cuando el director Paul Haggis le ofreció el papel, lo
primero que le preguntó fue: “¿Mi personaje tiene nombre?”. Hasta ese momento, casi todos los
personajes a los que había interpretado eran anónimos, y obtener papeles clave en las películas en
las que trabajaba le tomó tiempo y paciencia. A
pesar de ello, dice que nunca se desilusionó y que
su trabajo aún le emociona: “Cuando consigo un
papel nuevo me pongo tan nervioso que casi se
me olvida cómo actuar. Para mí, cada personaje
es totalmente nuevo, así que siento que siempre
empiezo de cero”.
El protagonista de Crash puede presumir que
ya enterró a sus pandilleros. Tras la cinta de Paul
Haggis trabajó en Million Dollar Baby (2004) con
Hilary Swank y Clint Eastwood; en Babel (2006)
con Gael García Bernal y Adriana Barraza; en Shooter (2006) con Mark Wahlberg; en Lions for Lambs
(2007) con Robert Redford, y en 26 películas más.
M I C H A E L P E Ñ A es muy distinto a los
personajes que interpreta, pero hay mucho de
su historia familiar en los filmes que protagoniza. Su madre nació en San Luis Potosí y su
padre en Jalisco, México, y ambos dejaron su
hogar en los años 70 para mudarse a Estados
Unidos. “Se conocieron en Chicago, nos tuvieron y tiempo después los deportaron. A mi hermano y a mí las autoridades no nos dejaron ir
con ellos, así que vivimos en un hogar adoptivo
durante varios meses.”
Con la deportación, la situación de su familia se volvió crítica: sus padres tardaron casi un
Esta es la primera
vez que se utiliza un
tanque Tiger I real
para una película de
la Segunda Guerra
Mundial. El que usaron en Fury es el único de su clase que
aún opera con
normalidad.
David Ayer trabajó
años como guionista
(Training Day es uno
de sus filmes más conocidos). Fury es su
quinto proyecto de
dirección.
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año en reunir dinero para volver a cruzar la frontera y poder reunirse con
Michael y a su hermano.
Peña habla de sus padres como un niño que presume al superhéroe que más
admira: “Mi madre cursó hasta sexto de primaria, pero era muy emprendedora. Cuando llegó aquí aprendió a hablar inglés y entró a trabajar a una fábrica.
Pero después continuó estudiando y cuando llegó a la preparatoria fue verdaderamente emocionante para ella. Mi padre tampoco terminó la primaria,
pero tenía dos trabajos; todo para que pudiéramos tener una vida mejor”.
Cuando decidió convertirse en actor, su familia nunca dudó de él. Al contrario: “Da lo mejor de ti”, le aconsejó su mamá. Ella le dejó claro que al principio
sería duro —ganaría poco dinero y tendría que aceptar papeles fatales—, pero
que no le quedaría de otra si quería ser exitoso y al final todo valdría la pena.
Peña la escuchó; aceptó cuanto personaje le ofrecieron para darse a conocer
en el medio y ahora ya puede trabajar con los mejores directores y memorizar
los mejores guiones, incluso en películas que no sean un éxito comercial. “A
mucha gente no le gusta luchar. Muchos prefieren pasar toda su vida en un
trabajo que no les gusta. Creo que no podría hacer algo así. Me sentiría miserable todo el tiempo”, dice el actor.
BASTARDO
DE
HIERRO
HAY OTRA COSA
A BRAD PITT NO LE
IMPORTA ENCASILLARSE,
POR ESO VUELVE COMO
UN COMANDANTE DE
LA SEGUNDA GUERRA
MUNDIAL EN FURY. NOS
HABLÓ DE SU PERSONAJE
—DON COLLIER,
ALIAS WARDADDY—
Y DEL CAMPO DE
ENTRENAMIENTO QUE LE
CAMBIÓ LA VIDA.
POR ALBERTO ROJAS EGUILUZ
ESQUIRE: El director David Ayer hizo un
campo de entrenamiento previo a la
filmación para preparar física y mentalmente a los actores. Se dice que los
destruyó. ¿Es cierto?
BRAD PITT: Para ser justos, tengo que decir
FOTOS: JOHN RUSSO / CORTESÍA
fundamental que los
padres de Michael Peña le enseñaron a sus hijos: el valor de una buena historia. “Sé que no
suena como algo genial, pero cuando mi hermano y yo éramos pequeños, mi familia tenía
poco dinero y por las noches mi madre nos
contaba historias mientras bebíamos una taza
de chocolate con leche. A veces le ponía avena y sabía muy rico... No lo había pensado sino
hasta ahora, pero es justo lo que hago con mi
hijo: le leo todas las noches cuando estoy en la
ciudad y a él le gusta mucho.”
Peña podría inspirar las historias que le cuenta
a su hijo en varios de los guiones de las películas
que ha interpretado y sería conmovedor. En Crash
es memorable porque su personaje le regala a su
hija pequeña una capa invisible que en apariencia
la salva de un musulmán fúrico que le dispara a
causa de un malentendido. En World Trade Center
(2006) es un oficial de policía que se queda atrapado bajo los escombros de una de las Torres Gemelas —durante los atentados del 9/11— mientras
rescata heridos. En Cesar Chavez (2014) es el líder
campesino que en la década de 1960 luchó a favor
de los derechos de los trabajadores del campo migrantes en Estados Unidos.
El actor de Fury ha trabajado con algunos de los
mejores directores de la industria —Oliver Stone y
Clint Eastwood, por mencionar un par— y dice que
siempre disfruta el proceso porque es como tener
un entrenador durante una pelea. La dificultad de
su último papel no fue sólo aprender a manejar un
tanque de guerra, sino hablar como los pachucos y
chicanos de la época. Para conseguirlo, dice Peña,
el director David Ayer fue fundamental. “Como
no hablo así, no sé arrastrar las palabras, así que
me tomó un buen tiempo imitarlos. Sin embargo,
David habla muy buen español, y me habló en ese
idioma mientras duró el rodaje para ayudarme.
Fue grandioso.”
Michael Peña sabe cómo engañarnos. Finge cambiar de nacionalidad cuando sale de casa rumbo al
trabajo para contar la historia de quienes no pueden hablar más que a través del disfraz de su voz.
Tan sólo en Fury, su personaje es una representación de los 350 mil mexicanoestadounidenses que
pelearon contra la Alemania nazi en 1945. “De alguna manera es un reconocimiento para ellos. No
recuerdo haber visto tantos latinos en ninguna película de la Segunda Guerra Mundial. Quizá David
fue uno de los primeros directores en hacerlo y quizá también yo he sido uno de los pocos en aparecer
en una película del estilo.” Peña no es un chicano
que triunfó en Hollywood, sino un estadounidense
que nos permite escuchar a Latinoamérica en medio del ruido del cine comercial.
que sí nos destruyó, pero sólo para volvernos
a construir después. De eso se trataba. Todos
queríamos eso, que nos forzara a llegar a
lugares en los que nunca habíamos estado.
Necesitábamos que nos arrastraran. Fue
como boxear: recibimos golpes pero también tiramos algunos. Cuando boxeas siempre quieres mantenerte en la punta de los
pies y tener esa sensación de que cualquier
cosa puede suceder. Gracias a eso pasaron
cosas maravillosas que no se podían haber
planeado. En la reconstrucción, David nos
dejó lecturas muy interesantes, como Las
uvas de la ira [la novela de John Steinbeck].
De hecho, se hizo una fase de la preparación
a la vez: primero fue el entrenamiento militar
y luego la reconstrucción, donde conocimos
a veteranos de guerra. David es despiadado,
pero hace lo que sea necesario para obtener
lo que quiere de un actor.
ESQ: ¿Cómo fue el ambiente en el set
una vez que acabó el entrenamiento
y empezaron a filmar?
BP: Como podrás imaginar, nos volvimos
muy unidos todos [Logan Lerman, Shia LaBeouf y Michael Peña] durante la filmación.
Durante los ratos en los que no filmábamos,
nos contábamos algunas experiencias. No
soy de los que se sueltan hablando de cosas
personales a la primera, pero es distinto
cuando ves a otros que están pasando por
lo mismo que tú. Eso te da cierta comodidad y confianza, porque a veces esta es
una carrera muy ingrata, sobre todo para
los actores jóvenes. Me preocupan porque
hay gente que los usa y los desecha antes
de que puedan desarrollar su oficio, así que
necesitas tener la cabeza bien puesta sobre
los hombros y ser un buen guía. Fue una
gran enseñanza de liderazgo.
ESQ: Hay muchos sobrevivientes de la
guerra que han comparado estar en
un tanque con la convivencia familiar, ¿fue así para ustedes?
BP: Sí, estar en el tanque tiene un poco de
todo: disputas, risas, momentos irritantes,
olores desagradables pero, sobre todo, la
proximidad que te lleva a conocer perfectamente bien a quienes te rodean en ese
ambiente, sus movimientos y sus pensamientos. Al final del día hay un amor profundo de todos hacia todos.
ESQ: ¿Cuál es el objetivo real de tu
personaje? Más allá de acabar con los
nazis, claro.
BP: Parte de su misión es educar a un personaje que casi es como su hijo [Logan Lerman]. Eso se establece desde el principio y
una relación así puede ser dolorosa porque
implica castigos por parte del padre. Es una
negociación, y en el filme vemos esa dureza y de lo que es capaz mi personaje para
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conseguirlo, incluso acabar con la inocencia
de este chico. Sin embargo, en algún punto ambos se ayudan a crecer. A lo largo de
todo este camino sientes esta parte casi
psíquica que carga Wardaddy.
ESQ: ¿Tuviste familiares que fueran a
la guerra y que pudieran asesorarte
para la película?
BP: No. Mi padre no fue y mi abuelo estaba
demasiado borracho para ir [ríe]. En realidad vivieron entre guerras, así que tuvieron
la suerte de evitar ir al campo de batalla.
ESQ: Cuando eras joven y no habías
decidido lo que querías hacer, ¿contemplaste en algún momento unirte
al ejército?
BP: No, nunca lo consideré, estaba más
metido en explorar otros aspectos de mi
vida, como la actuación. Ahora, con todo lo
que sabemos, le tengo un respeto enorme
a los jóvenes que se dedican a la milicia y
aceptan cumplir con lo que les pedimos que
hagan. A veces creo que merecen más de lo
que se les da.
ESQ: ¿Tienes armas en casa?
BP: Sí, crecí en el centro de Estados Unidos
y durante mi adolescencia la cacería era
popular. Aún conservo la escopeta de mi
abuelo. Es común en mi familia que nuestros ancestros le dejen sus armas a sus
hijos. Mi hermano tiene la de mi papá. Algo
positivo es que nuestro padre nos enseñó
el respeto profundo que se le debe tener a
un arma, por lo peligrosa que puede ser. Por
eso sólo las tengo en casa y soy muy cuidadoso con ellas.
ESQ: ¿Qué es lo más peligroso que
has tenido que hacer en un set de
filmación?
BP: Controlar un vehículo de 37 toneladas
con cinco actores dentro [ríe].

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