Cápsula 27-Culto Eucarístico

Transcripción

Cápsula 27-Culto Eucarístico
San José, 17 de diciembre de a.D. 2012
Muy queridos hermanos en el presbiterado:
Dios es Amor nos concede el privilegio de ser instrumentos de su amor.
CELEBREMOS EL GRAN MISTERIO
Como punto final del recorrido a través del dato bíblico, hoy asumimos la teología
post-conciliar y, con ella, dejamos luego el paso a un interesante recorrido de diversos
testimonios de la profunda devoción eucarística profesada por nuestros maestros
antiguos y actuales de la espiritualidad eucarística.
La enseñanza del Vaticano II
Las acciones litúrgicas son el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo (SC, n. 7), de modo
que son cumbre y fuente de toda la actividad de la Iglesia (SC, n.10), aunque no la
agoten (SC, n. 9). Estos dos conceptos iluminan bien la naturaleza específica de la
espiritualidad litúrgica: la liturgia es fuente y norma: quiere y debe desarrollarse en la
totalidad de una vida espiritual, que a su vez reconduce a la acción litúrgica como a su
vértice. Y la Iglesia debe introducirnos en la liturgia ya preparándonos para su
celebración, o sea, predicándonos el mensaje y el misterio de Cristo, para que cada uno
entre con fe recta y celebre las acciones sagradas no como si fueran algo externo, de
ceremonial, simples prescripciones cultuales que se deben observar legalísticamente,
sino que participe en ella consciente, activa y fructuosamente (SC, n. 11).
Después, una vez terminada la celebración, la acción sagrada impulsa a los fieles a que,
«saciados con los sacramentos pascuales, sean concordes en la piedad..., conserven en
su vida lo que recibieron en la fe..., los enciende y arrastra a la apremiante caridad de
Cristo» (SC, n. 10).
La comunión con el Señor, instaurada en la liturgia, invita además a la oración personal
y a estar dispuestos a asumir en la propia vida los sufrimientos de Cristo, que muere
para la transformación de todo el hombre, para que, recibida por el Padre la ofrenda de
la víctima espiritual, el hombre se convierta en ofrenda permanente (SC, n. 12).
“La Liturgia es la cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y, al mismo tiempo, la
fuente de donde mana toda su fuerza” (S.C. 10)
Tel. (506)2258-1015 Fax: 2221-2427 Apdo: 497-1000 San José, Costa Rica Dirección electrónica:
[email protected] / www.arquisanjose.org.
Todos los demás ejercicios piadosos se subordinan a las normas objetivas de estas leyes
de la Iglesia y de estas formas de su liturgia (SC, n. 13).
Pasamos ahora a enriquecer nuestra espiritualidad al calor del ejemplo y la enseñanza
de los maestros que nos precedieron en la fe y en la celebración del misterio de Cristo.
II. TESTIMONIOS
A. En los primeros siglos.
San Ignacio de Antioquía es el primero en usar la palabra "Eucaristía" para referirse
al Santísimo Sacramento (Esmir., c. VIII). San Ignacio utiliza la terminología joánica
para enseñar sobre la Eucaristía, a la que llama "la carne de Cristo", "Don de Dios", "la
medicina de inmortalidad". Llama a Jesús "pan de Dios" que ha de ser comido en el
altar, dentro de una única Iglesia.
«No hallo placer –dice el santo obispo- en la comida de corrupción ni en los deleites de
la presente vida. El pan de Dios quiero, que es la carne de Jesucristo, de la semilla de
David; su sangre quiero por bebida, que es amor incorruptible».
«Reuníos en una sola fe y en Jesucristo... Rompiendo un solo pan, que es medicina de
inmortalidad, remedio para no morir, sino para vivir por siempre en Jesucristo».
San Ignacio denuncia a los herejes "que no confiesan que la Eucaristía es la carne de
Jesucristo nuestro Salvador, carne que sufrió por nuestros pecados y que en su
amorosa bondad el Padre resucitó".
En su CARTA A LOS FIELES DE FILADELFIA, escribe alabando a su obispo, rogándoles que
eviten la herejía. "Usad una sola Eucaristía; porque la carne de Jesucristo Nuestro
Señor es una y uno el cáliz para unirnos a todos en su sangre. Hay un altar. Así como
un obispo, junto con el cuerpo de presbíteros y diáconos, mis hermanos siervos, para
que todo lo que hiciereis vosotros lo hagáis de acuerdo con Dios".
San Ireneo de Lyon: La eucaristía es el centro de su visión del mundo y de la historia.
El pan y el vino eucaristizados son vehículos de gracia, cuerpo y sangre de Cristo. La
historia del grano de trigo convertido en pan es símbolo, o mejor, sacramento de toda la
historia de la salvación. La eucaristía culmina y supera todas las ofrendas del AT y
anticipa, en Cristo glorioso, la vida eterna (dimensión escatológica).
San Cipriano: Asocia la eucaristía a la pasión y a la resurrección de Cristo. Además de
la embriaguez espiritual y de la alegría, ve en la inclusión de todos en Cristo una lección
de comunión simbolizada en los granos reunidos en un solo pan.
“La Liturgia es la cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y, al mismo tiempo, la
fuente de donde mana toda su fuerza” (S.C. 10)
Tel. (506)2258-1015 Fax: 2221-2427 Apdo: 497-1000 San José, Costa Rica Dirección electrónica:
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San Agustín: «Es vuestro misterio el que está puesto en el altar del Señor. Es vuestro
misterio el que recibís. A lo que sois estáis respondiendo: Amén». (Serm. 272)
San Hilario: Nuestra incorporación en Cristo se da, de manera culminante, en la
eucaristía, que es sacramento de simbiosis entre dos vivientes, que hace idéntico el
miembro a su cabeza. Es el sacramento de la divinización.
San Juan Crisóstomo: «El altar se compone de los miembros de Cristo y el cuerpo del
Señor es para vosotros la piedra del sacrificio» (Hom. 2 Cor).
Una oración del Sacramentario Veronense (n.1329) tiene para nosotros estas
motivadoras palabras: «Que te alaben, Señor, a la vez nuestras voces y nuestras almas,
que te alaben también nuestras vidas; y ya que es don tuyo lo que somos, sea también
para ti todo lo que vivimos».
Hasta aquí los testimonios de los primeros siglos. En nuestra próxima entrega
ofreceremos otros testimonios más recientes.
Hacemos notar que nuestra próxima entrega se hará en fecha lunes 7 de enero de
2013.
En Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote,
PBRO. ALFONSO MORA M.
Coordinador de la Comisión
“La Liturgia es la cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y, al mismo tiempo, la
fuente de donde mana toda su fuerza” (S.C. 10)
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