RESUMEN En La belleza imperfecta, Carlos Reyero

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RESUMEN En La belleza imperfecta, Carlos Reyero
Biblioteca Insular Especializada en Discapacidad
Título
Autor
Edición original
Materia
La belleza imperfecta : discapacitados en la vigilia del arte moderno
Carlos Reyero
Madrid : Siruela, 2005. ⎯ 148 p. ⎯ ISBN 84-7844-843-8
Discapacidad
RESUMEN
En La belleza imperfecta, Carlos Reyero analiza obras y autores que utilizan la
discapacidad como un motivo iconográfico. Catedrático de Historia del Arte en la
Universidad Autónoma de Madrid, el autor sitúa la Ilustración y el S. XVIII como punto de
inflexión, momento en que la discapacidad se empieza a tratar de una manera objetiva no
como una maldición divina o un castigo moral, y hasta la eclosión de las vanguardias,
como límites cronológicos del libro. En este ensayo, la discapacidad se revela como un
elemento expresivo de primer orden frente al extendido tópico de la belleza ideal, hasta
terminar por reconocer la imperfección como una forma de belleza. Carlos Reyero
manifestó “Muchos de los discapacitados que pongo en el libro no son personajes
centrales o al menos no lo son siempre, no se nos debe imponer un discurso único sobre
la observación de un cuadro. El libro, además, tiene una especie de talante de carácter
ético, que viene a decir que la belleza ideal es la única imperfección, lo monstruoso es
soñar con un ideal. Hay un sentido reivindicativo con respecto al papel de la discapacidad
actualmente.”
FRAGMENTO 1. LOCOS, páginas 97-98
[...] Como se sabe, la cultura europea de fin de siglo estuvo fascinada por cuanto tenía
que ver con la alteración psíquica y sus posibilidades de exploración desde el campo
artístico: desde la neurosis del creador, ya fuera motivada por causas naturales, hasta la
representación de seres que la padecían o la posibilidad de hacerla reconocible en el
espectador, a través de elementos iconográficos o medios formales más o menos
abstractos, las anomalías mentales constituyen un lugar recurrente en la imaginación de
la época. Obviamente se trata pues de un argumento que, sólo en el marco cronológico
citado, supera con mucho los objetivos de este trabajo. No digamos ya en la tradición
histórico-artística, donde el tema del genio, la locura y la melancolía constituye uno de los
lugares comunes de la creación.
No obstante resulta inevitable referirse a algunas representaciones de alteraciones
psíquicas en torno al cambio de siglo, con objeto de analizar la percepción de las mismas
por parte de los artistas. El caso más conocido es el de Van Gogh. A lo largo de su vida
pintó numerosos autorretratos, a través de los cuales explora su condición de enfermo
mental, de la que fue absolutamente consciente.
FRAGMENTO 2. CIEGOS, páginas 101-103
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Discapacidades sensoriales: visibilidad del ciego e imperceptibilidad del sordo
Resulta relativamente frecuente que en las representaciones alegóricas de los sentidos, el
énfasis en uno de ellos quede subrayado pro la carencia del otro: así El tacto, por ejemplo
⎯en el famoso cuadro de José de Ribera del Museo del Prado⎯, es aludido a través de
un escultor ciego que tiene los ojos prácticamente cerrados y se aferra a reconocer con
sus manos una cabeza de escayola, palpada ostentosamente con sus manos. En este
caso, la ceguera del personaje constituye, sin duda, una exigencia de verosimilitud en la
narración visual: no se explicaría que alguien tocase con tacto afán un objeto, con el fin de
identificarlo, si no careciera del sentido habitual para hacerlo, que es la vista. Visualidad y
tactilidad funcionan, pues como cualidades antitéticas: en las imágenes, la carencia de la
primera refuerza la importancia de la segunda.
Sin embargo, ninguna otra cualidad sensorial ⎯el olfato, el oído o el gusto⎯ aparece
expresamente suprimida para reforzar el valor de otro sentido: las flores, los instrumentos
musicales o la comida sugieren una percepción sensorial no visual, sin necesidad de
contraponerse a otra de la que eventualmente podría carecerse. Es más: toda la historia
del arte está llena de ejemplos donde las cualidades sensoriales se interfieren en una
relación sinestésica que sirve para reforzarlas. En tal sentido, es evidente que
sensaciones no visuales están presentes en un arte específicamente visual como es la
pintura. No sólo damos por hecho que los personajes que vemos representados en una
imagen poseen los cinco sentidos, sino que llegamos a recrear sonidos, olores, texturas y
sabores a través del as imágenes.
Pero ¿cómo hacer para indicar una carencia sensorial no visual, por ejemplo alguna tan
común como la sordera? De la inclinación de los pintores del siglo XIX a extraer de la
realidad más inmediata sus motivos artísticos, cabría suponer una mayor frecuencia en la
alusión a esta circunstancia. Incluso sabemos de la existencia de sordos ilustres, como
Goya o Beethoven, de os que existen muchos retratos, sin que nada indique en ellos esa
carencia sensorial. El ensimismamiento de su expresión más parece en relación con la
caracterización del genio creador que como resultado de un aislamiento acústico. En la
pintura costumbrista hay una obra de Bernardo Ferrándiz titulada La dicha de un sordo,
donde vemos a un campesino que acerca su oído a una gran campana para hacerla
sonar. Por lo tanto, la realización de un gesto impropio nos traduce una carencia que, en
todo caso, se convierte en un pretexto pintoresquista: es una excepción curiosa, alejada
de cualquier alcance dramático de la discapacidad.
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