¿Es Democrática la Democracia?
Transcripción
¿Es Democrática la Democracia?
¿ES DEMOCRÁTICA LA DEMOCRACIA? Democracia es un término griego compuesto por demos (pueblo) y cracia (poder), y significa literalmente el gobierno del pueblo. Es originaria de las polis griegas del siglo V a C, y se basaba en los siguientes principios: Isegoría o igualdad en el ágora, la cual se asemeja a nuestra libertad de expresión. Isonomía o igualdad ante la ley con total independencia de tu posición social. Esta democracia es tan sólo un “prototipo” primitivo del auténtico gobierno del pueblo, ya que sólo los ciudadanos de la polis podían participar en la política y tomar decisiones, y éstos se constituían en una categoría excluyente que aislaba a la gran parte de la población (las mujeres, los esclavos y los extranjeros). Con el paso del tiempo, esta forma de gobierno se pierde a favor de otras más autoritarias basadas principalmente en monarquías y sistemas feudales. Prácticamente podríamos decir que desde el 322 a C, año en el que la supremacía macedonia suprimió las instituciones democráticas, hasta 1688, cuando se instaura en Inglaterra una monarquía parlamentaria, no existen grandes formas democráticas en el mundo. Teniendo en cuenta la progreso histórica de la democracia, podemos considerar que un sistema político que busque contar con esta característica debe cumplir una serie de condiciones, como la libertad de expresión, la igualdad ante la ley, la universalidad de los derechos, el respeto de las libertades individuales, etc. Por supuesto, siempre que hay libertad, hay también obligaciones. No podríamos vivir en democracia si no existiera una sociedad civil, consciente de la pluralidad y tolerante con aquellas personas de diferente pensamiento, que pueda complementar a las instituciones políticas que deben crearse para defender cada derecho de esa sociedad. Aún con toda esta hermosa palabrería, ¿podríamos decir que la democracia es democrática? Vamos a analizarlo, ya que a pesar de que el sistema democrático es considerado el más justo y positivo, no por ello está exento de imperfecciones. Como dijo Winston Churchill, "la democracia es el peor de todos los sistemas políticos, con excepción de todos los sistemas políticos restantes". Para comenzar, debemos tener claro que la democracia es un sistema representativo, lo que significa que los ciudadanos no gobiernan, que es inevitable ser gobernados por otros. “No hay elecciones todos los días y en lo que elegimos hay cosas que nos gustan menos, los mandatos son vagos, los electores dejamos ciertos márgenes de maniobra a los elegidos, la exigencia de unanimidad es imposible1”. “No hay elecciones todos los días”; muchos teóricos del estado coinciden en que el periodo de cuatro años es el ideal, pero quizá estén equivocados: es cierto que un período de tiempo menor sería un problema, ya que apenas dejaría tiempo para realizar muchos cambios en un país, pero este no poco amplio periodo de tiempo puede permitir al gobierno elegido tomar decisiones y poner en vigor ciertas normas o leyes que en el momento de la votación no se mencionaron por razones de cartel. Y es razonable que intenten mantenerse en estima con los votantes, ya que los medios de comunicación convierten las elecciones y los debates en un círculo mediático (doc. 1). Las propuestas, los proyectos y los cálculos simplemente aburren cuando las personas buscamos divertirnos; los mass media saben y lo demuestran convirtiendo las campañas electorales en fiestas que nos permiten abandonar la monotonía de nuestras vidas durante unas intensas semanas de debates, Doc.1: Caricatura sobre el voto y campaña electoral enfrentamientos y opiniones poco objetivas de unos expertos un tanto comprados. ¿Cómo se divierte pues el público? A costa de los candidatos que los medios de comunicación crean. Quizá esto nos convierta en los culpables de la creciente decadencia de la democracia, ya que la política y la economía puede llegar a estadios de complejidad que un ciudadano medio no pueda comprender, y una campaña de luces puede influir notablemente, creando así un exceso de votos sin fundamento. Pero las elecciones son el instrumento fundamental del gobierno democrático. En ellas se trata de elegir a quien gobernará por mandato del pueblo, y en esta elección tus criterios no son menos válidos que los del que se sitúa a tu lado. ¿Podría ser esto un punto a favor de la democracia? Bueno, no todo puede ser negativo cuando es el sistema deseado por los votantes. Pero volviendo a la primera pregunta, ¿realmente es democrática la democracia? ¿Son los partidos políticos democráticos en su interior? Si lo son, apenas lo demuestran ya que si realmente fuesen democráticos cualquier afiliado al partido podría presentar candidatura a la presidencia de éste. En todo partido debería haber elecciones internas en donde se elija aquella persona que estará al frente de él en las elecciones generales. Pero, ¿cuántas veces se llevan a cabo esas elecciones internas? Mirémoslo sólo en España: en 2003, José María Aznar designa a Mariano Rajoy como su sucesor al frente del Partido Popular, pidiendo a “los pesos pesados del PP” su apoyo al nuevo candidato2. El año pasado José Luis Rodríguez Zapatero propuso como candidato a representar al PSOE a Alfredo Pérez Rubalcaba, con el propósito de “evitar que alguien vuelva a plantear de nuevo un congreso antes de las elecciones generales 3”. Otra deficiencia se encuentra en la enorme inversión que realizan los partidos en sus campañas electorales, que imposibilita realizar una campaña destacable a los pequeños partidos con menos fondos, además de llegar a crear sistemas bipartidistas que no dejan cabida a otras ideologías. Aunque los ejemplos más claros de sistemas bipartidistas los encontramos en EE.UU. y en Gran Bretaña, no es un problema ajeno a nosotros, ya que en la actualidad España se Doc. 2: Representación del bipartidismo español encuentra enfrascada en una constante lucha entre el PSOE (Partido Socialista Obrero Español) y el PP (Partido Popular) (ver doc. 2). Una de las características elementales de la democracia es la división de poderes, formulada por el Barón de Montesquieu en El espíritu de las leyes (1748), en donde afirma que “en cada Estado hay tres clases de poderes: el legislativo, el ejecutivo de las cosas pertenecientes al derecho de gentes, y el ejecutivo de las que pertenecen al civil. Por el primero, el príncipe o el magistrado hacen las leyes y corrige o deroga las que están hechas. Por el segundo, hace la paz o la guerra, envía o recibe embajadores, establece la seguridad y previene las invasiones; y por el tercero, castiga los crímenes o decide las contiendas de los particulares. Este último se llamará poder judicial; y el otro, simplemente, poder ejecutivo del Estado (...). En el Estado en que un hombre solo, o una sola corporación de próceres, o de nobles, o del pueblo administrase los tres poderes, y tuviese la facultad de hacer las leyes, de ejecutar las resoluciones públicas y de juzgar los crímenes y contiendas de los particulares, todo se perdería enteramente.” Ciertamente, es necesario seguir las directrices de Montesquieu para crear un sólido sistema democrático, pero resulta complicado hallar un ejemplo que las siga a pies juntillas. Si nos vamos a Inglaterra, modelo en el cual se basa su teoría, encontramos a un Rey en el poder ejecutivo y a dos cámaras en el poder legislativo. Pero, ¿y el poder judicial? Aunque en gran parte recae sobre la Corte de Apelación de Inglaterra y Gales y el Alto Tribunal de Justicia de Inglaterra y Gales, en ocasiones la Cámara de los Lores (una de las cámaras legislativas) funciona Doc. 3: Debate 2011 entre Rubalcaba (izquierda) y Rajoy (derecha) como tribunal supremo. Pero este problema no acaba aquí, ya que actualmente ha surgido un nuevo poder (ya anteriormente mencionado) más manipulador aún que cualquier otro: los medios de comunicación, principalmente la prensa, la radio, la televisión y el aún joven Internet. Estos hacen del sistema democrático un conjunto de manipulaciones más eficientes para el mejor postor. Pero por más visible que sea, cuesta mucho darse cuenta de ella. Un simple garabato, un color en la camisa, cualquier cosa puede influirnos subliminalmente. Aunque esta materia sea más apta para los teóricos de la conspiración, un ejemplo reciente lo podemos encontrar en el debate político entre Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba, sucedido de cara a las elecciones del 20-N del 2011. El plató debería estar conformado por colores neutros, es decir, no debería haber ni rojo ni azul. Pero como podemos comprobar en el doc. 3, no fue algo que se llevara a cabo. La manipulación puede venir de donde menos imaginados. Es más, somos manipulados desde pequeños, crecemos con las ideas de nuestros allegados, y generalmente las defendemos al llegar a la adultez. Aunque este hecho no impida la existencia de la democracia, ¿nos podemos contentar con algo así? Tras todo esto, ¿podemos atrevernos a decir que la democracia es demócrata? La democracia es el sistema que mejor refleja las preferencias individuales, nada más y nada menos. Y si tenemos en cuenta que la sociedad en la mayor parte de los países actualmente es multicultural, multirracial, multilingüe, etc., ¿cómo nos aseguramos que las preferencias individuales se reflejan realmente? Comenzamos mencionando a Winston Churchill, y a mi parecer podemos concluir que tiene razón, la democracia tiene grandes imperfecciones y limitaciones, y estamos muy lejos de solventarlas. Pero viendo las optativas (sistemas políticos autoritarios que restringen la libertad), siempre es mejor el mal menor. Como dijo Aristóteles: “El hombre es un animal político”. ¿De cuántas maneras podemos interpretarlo? Sara Martínez Fierros