Crítica cinmetográfica

Transcripción

Crítica cinmetográfica
Comentario crítico de un largometraje
Lucía Pérez do Souto
TÍTULO ORIGINAL Arrebato
AÑO 1979
DURACIÓN 110 min.
PAÍS España
DIRECTOR Iván Zulueta
GUIÓN Iván Zulueta
MÚSICA Grupo Negativo
FOTOGRAFÍA Ángel Luis Fernández
REPARTO Eusebio Poncela, Cecilia Roth, Marta Fernández-Muro, Carmen
Giralt, Will More, Luis Ciges, Antonio Gasset
PRODUCTORA N. A. P. C.
GÉNERO Drama | Cine experimental. Película de culto. Metacine
IMAGEN-ENIGMA
A finales de los años 70 tiene lugar la aparición de una de las obras más insólitas y sorprendentes
en la historia del cine español, fruto de 10 años de maduración creativa.
La película narra la historia de un director de películas serie B en crisis creativa y personal que
conoce a un misterioso y deslumbrante personaje adicto a filmar en 8mm.
La obstinación de Pedro por desmenuzar con su cámara los enigmas de la vida y por buscar en
sus imágenes una nueva realidad, más convincente que la real, goza de un fuerte componente
autobiográfico; tiene mucho del propio Zulueta.
Este largometraje, que empezó siendo una idea para un corto, expone el carácter vampírico del
cine que culmina en Pedro filmándose a sí mismo hasta ser fagocitado por la cámara. En la concepción
global de Arrebato se puede reconocer el triple proceso de seducción, posesión y transformación
que constituye el esqueleto de toda narración vampírica. Es por ello que, después de sacar la cinta del
tomavistas, Pedro se mira el cuello en el espejo buscando, quizás, una huella visible de la mordedura,
pero el único rastro visible son los fotogramas rojos.
Es una reflexión sobre el poder de las imágenes, o de la cámara, para captar, reconstruir o
arrebatar la vida, con ciertas resonancias africanas en relación a la creencia de algunos pueblos de que
una fotografía pueda robarle el alma al sujeto fotografiado.
Igual que Pedro y José persiguen el secreto de la pausa, el misterio de los puntos de fuga o el
éxtasis del arrebato, las imágenes del film parecen correr detrás de idénticas obsesiones: el carácter
fragmentario de la composición -quebrada por múltiples planos que se suceden sobre la pantalla
desde una deliberada pluralidad de perspectivas visuales-, la mezcla de texturas -como las
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Lucía Pérez do Souto
refilmaciones de antiguos trabajos-, la aceleración de los ritmos, o el montaje sincopado y cortante,
radicalmente alejado de ese naturalismo cansino y mentiroso en el que naufraga la inmensa mayoría
de la producción comercial.
Realizada con un bajísimo presupuesto fue filmada toda ella con cámara fija o en pequeñas y
breves panorámicas, a excepción de dos únicos travellings. Uno, el de la secuencia para mí más
emotiva e íntima de toda la película, el número musical de Ana / Betty Boop.
El de Zulueta es un discurso marginal -deudor del cine underground- en formato substándard,
sobre la contracultura, la marginalidad de ciertas prácticas sociales vinculadas al mundo de la droga,
etc., no reductible a lecturas unidimensionales.
En sus imágenes se encuentra eso que tanto la diferencia del resto, una singularidad visual y una
sinceridad creativa como muy pocas otras veces se ha visto.
Refleja su universo vital y personal, asumido y expresado de una manera excepcionalmente
auténtica. En las entrañas de la película existe una metáfora, totalmente enferma y maravillosa, de la
droga y el cine.
Arrebato, que ha adquirido una condición de película-emblema en el ámbito de la vanguardia,
consigue que durante 105 minutos recordemos lo importante de mostrar verdadera pasión por algo,
lo maravilloso de dejarse arrebatar por un objeto, por una persona, por un film; lo importante de vivir
colgados en plena pausa.
Habla del triunfo del cine sobre todo lo demás -es una expresión de la necesidad compulsiva de
aferrarse al cine, aún dándose cuenta de que éste no nos va a salvar- y muestra constantemente la
inquietante ambivalencia entre el cine y las drogas, la perturbadora sugerencia de su valor
intercambiable.
Está hecha desde el absoluto amor y la más inquietante fascinación por el séptimo arte como queda
reflejado es su tan relevante no es a mi a quién le gusta el cine, es al cine al que le gusto yo.
Por último, diré, que el discurso grabado de Pedro es sublime; es un retrato claro y escalofriante
de un personaje demasiado maravilloso y maravillado, demasiado para tener cabida en otro cine que
no sea el de Iván Zulueta.

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