ANTECEDENTES: La postguerra española se define por un tono

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ANTECEDENTES: La postguerra española se define por un tono
Tema 8. La lírica española desde los años 60 hasta la actualidad: (Ángel González, J. A. Valente, Gamoneda,
Claudio Rodríguez, Pere Gimferrer, Guillermo Carnero, Colinas, Carmen Conde, Gloria Fuertes, Luis Alberto
de Cuenca, Luis Antonio de Villena, …)
1. LA GENERACIÓN DE LOS CINCUENTA: A comienzo de los sesenta se observa un gran cansancio de la
poesía social, considerada demasiado prosaica. Aunque los presuntos destinatarios de la poesía social
requerían un estilo llano y sin complicaciones, la necesidad de sortear la censura fue adiestrando a los
autores en el uso de recursos formales más complicados, lo que, de paso, alejaba a esta poesía del público
al que se dirigía. Varios de los poetas sociales iban percatándose de las carencias de ese tipo de arte y otros
autores (Hierro, Bousoño, Valverde), o incluso mayores (Aleixandre), fueron ensanchando el concepto de
realismo, para referirlo a zonas que parecían vedadas a la poesía documental o crítica.
Poco a poco se irían alejando de esta poesía documental en fases sucesivas: primero, el realismo temático
se expresaría mediante un lenguaje menos directo; más tarde, se sumarían al campo tradicional del
realismo nuevos temas subjetivos (onirismo, erotismo), para terminar instaurando, al fin de este proceso,
una nueva poética global. Ángel González, José Agustín Goytisolo y, en cierto modo, Gil de Biedma son
autores representativos de esta evolución. Pero, al lado de estos poetas que se desenganchan de lo social
sobre la marcha, hay otros que nada tienen que ver, ni en sus primeros libros, con ningún tipo de realismo
social. Títulos como Don de la ebriedad, de Claudio Rodríguez, o Las brasas, de Brines, son dos ejemplos de
poesía alejada de los supuestos del socialrealismo.
Estos autores presentan algunos rasgos comunes: realismo esencial y abarcador -mucho más complejo que
el de los poetas sociales-; concepción de la poesía como modo de acceso a la realidad; compromiso
estético y moral alejado tanto de las posturas esteticistas como de las panfletarias. En cuanto a su estilo,
les son comunes la llaneza, y en menor medida la narratividad como sistema, así como el rechazo de la
exasperación expresiva.
Pero, al margen de esas notas generales, la etiqueta «poetas de los cincuenta» no reúne a un grupo
compacto de autores con una homogeneidad de estilo. La causa de esta relativa dispersión estética hay
que buscarla en una tímida apertura cultural que permitió a cada uno de estos escritores constituirse
individualizadamente, por encima de las constricciones estéticas vigentes. De ahí la dificultad de hallar
entre ellos poetas lo bastante «representativos» de sus compañeros.
La variedad creativa de estos autores puede ordenarse en dos tendencias, según cuál sea el modo que
tienen de relacionarse con la realidad y su opción por un tipo determinado de lenguaje. Por un lado, están
quienes se distancian críticamente de la realidad, resistiéndose a ser absorbidos por ella. Para evitar la
evidencia sentimental y la emoción directa recurren a procedimientos varios: quiebros irónicos, viñetas
históricas y culturalistas recreadas subjetivamente, ambigüedades, citas manipuladas. Ejemplos de lo cual
son Ángel González, Gil de Biedma, José Agustín Goytisolo, el primer Valente, Fernando Quiñones, etc. Por
otro lado figuran quienes se sienten conmocionados ante esa realidad. Esta cercanía afectiva a lo real se
manifiesta en una poesía, visionaria o más serenamente contemplativa, centrada en los valores
elementales de la naturaleza y del hombre, la reviviscencia de la infancia, la solidaridad humana, la
reflexión elegíaca... Poetas como Claudio Rodríguez, Rafael Guillén, Manuel Mantero, Carlos Sahagún,
Antonio Gamoneda, Francisco Brines o José Ángel Valente corresponden a esta segunda tendencia.
2. LA POESÍA CULTURALISTA:
2.1. La aparición de Arde el mar de Pere Gimferrer, en 1966, significó un fuerte revulsivo. Los quince
poemas del libro representaban una amplia cantidad de temas y de motivos. El verso suelto o libre se
adentra en los temas de la decadencia europea, la infancia perdida, la cultura o en la encadenación de
temas con una escritura casi automática. El libro resultaba de la asimilación de la tradición de T.S. Eliot, del
Lorca neoyorkino, del surrealismo, del Guillén de Cántico y una sólida base rítmica de naturaleza
modernista. Nada tenía que ver con lo que se hacía en España en la época. La tradición española
desaparece prácticamente de los poemas para ser sustituida por los influjos de Hölderlin, D’Annunzio, Eliot
o Cortázar. Hay además un cierto montaje cinematográfico en los poemas. Se antepone la dicción poética a
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cualquier otra circunstancia, tal y como había hecho Darío en sus Prosas profanas.
2.2. Los Novísimos rompieron radicalmente con las orientaciones de la poesía social, buena o mala,
arguyendo que toda forma de resistencia en poesía es reaccionaria, ya que se transforma en mensajes
populistas y estéticamente insuficientes. El esteticismo sucedió al compromiso, la preocupación formal a la
preocupación por los contenidos. El término novísimos proviene del título de una antología publicada por
José María Castellet en 1970 (Nueve novísimos poetas españoles), en la que aparecían, entre otros, Pere
Gimferrer y Guillermo Carnero. Junto a estos poetas se incorporan a la nómina de los novísimos Antonio
Colinas, Luis Alberto de Cuenca o Luis Antonio de Villena. Así pues, la poesía española, como la novela, se
sumergió en una estética que concedía primacía total a las formas y estructuras y descreía del compromiso
político e ideológico, que debía ejercerse en otros lugares más adecuados.
Los Novísimos dejaron como poso una serie de referencias culturalistas, que se convirtieron en un conjunto
de tópicos codificados y que sirven para clasificar a los poetas posteriores, ya que unos siguen utilizándolos
y otros los evitan conscientemente.
3. LA NUEVA POESÍA ESPAÑOLA: En los poetas más innovadores ha desaparecido el elitismo estético de los
Novísimos y hay una actitud distinta ante el lenguaje. La poética de los años sesenta tenía pretensiones
vanguardistas. A partir de 1975 el vanguardismo y los mitos revolucionarios han sufrido un fuerte
descrédito. Las vanguardias se han convertido en tradición: Picasso y los surrealistas se estudian en el
mismo plano que Velázquez o los culteranos. La actitud antivanguardista se inscribe dentro del sistema de
referencias establecido por la llamada posmodernidad, que busca el equilibrio entre tradición y ruptura.
Podemos encontrar las siguientes corrientes:
3.1. POESÍA DE LA EXPERIENCIA: Es la corriente que cuenta con más cultivadores en la lírica española. En
contraste con los Novísimos, apuestan por la historicidad y temporalidad de la poesía, reivindican la
presencia de lo cotidiano (en esto siguen la huella de Antonio Machado) y vuelven parcialmente a la
métrica tradicional. Conciben el poema como un discurso memorable, es decir, hecho para ser recitado y
recordado. Estos poetas buscan una poesía verosímil, relacionada con la realidad y abierta a los demás.
Para ello adoptan un lenguaje de orientación coloquial, utilizan la métrica tradicional para que el poema
pueda ser aprendido y recordado e incorporan la tradición literaria. Pertenecen a esta escuela poetas
granadinos como Luis García Montero y los agrupados en torno a la editorial y revista Renacimiento. Entre
las características de este tipo de poesía cabe destacar además:
1.- Poesía urbana: Aunque aún persistan escenarios rurales, la figura del poeta se convierte en
personaje ciudadano. Aparecen frecuentemente taxis, hoteles, casas...
2.- Tendencia a la ficcionalización del yo poético: La poesía se entiende como un juego de ficción,
no como una confesión. El poeta crea de sí mismo un personaje que actúa en sus poemas.
3.- Poesía narrativa: Se cuentan historias en las que el poeta suele aparecer como personaje.
4.- Tematización del desengaño: Aparecen con frecuencia el cansancio, la decepción… La perfecta
edad es la cuarentena, propicia para todo tipo de consideraciones melancólicas. El desencanto desemboca
con frecuencia en el humor y en la ironía.
5.- Formalismo métrico: Frente a los versos libres de los novísimos, se retorna al verso medido y a
las formas tradicionales.
6.- Libro orgánico: Frente a la yuxtaposición de poemas, se prefiere el libro estructurado.
7.- Relectura de la tradición. Imitación: Aparecen citas más o menos literales, alusiones, parodias,
reproducción de ciertos esquemas constructivos... El concepto romántico de originalidad ha entrado en
quiebra. Los poetas no tratan de ser originales, sino personales.
8.- Retorno a los temas 'realistas': Temas como la familia, España y los problemas diarios. El amor
se trata desde perspectivas circunstanciadas, relacionadas con la ciudad y los detalles de lo cotidiano.
3.2. LA POESÍA DEL CONOCIMIENTO, NEOPURISMO O POESÍA DEL SILENCIO: Su modelo es el poeta José
Ángel Valente, que se nutre de la filosofía de María Zambrano y hace del poema un acto de conocimiento
“El poeta conoce, y lo que queda de su conocimiento es el poema.” Se trata de una poesía destinada a
auscultar las voces interiores, lo que se traduce en un lenguaje a la vez hermoso y hermético. En su estela
se agrupan unos poetas que rechazan el provincialismo realista y que creen que la poesía tiene una función
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reveladora o cognoscitiva. Siguen la estela de los místicos españoles, de Juan Ramón Jiménez, César
Vallejo, Octavio Paz, Rilke… Valente quiso seguir un camino propio y produjo una obra densa, de difícil
evaluación, que ha dividido a la crítica. Sus seguidores se han sumido en guerras estériles contra los poetas
de la experiencia. Pertenecen a esta corriente los canarios Andrés Sánchez Robayna y Miguel Martinón;
también los andaluces Justo Navarro y Rosa Romojaro y el placentino Álvaro Valverde. Esta corriente ha
recibido diversas denominaciones: minimalismo, conceptualismo.
3.3. POESÍA CLASICISTA: Llamada así por su acercamiento a los autores clásicos, a los que incorporan
innovaciones propias de la poesía contemporánea. Se trata de una poesía figurativa, argumental, que no
abomina del humor ni tampoco renuncia a la expresión de la plenitud vital. Esta poesía huye del la
experimentación, de la trascendencia y del culturalismo. Utiliza formas clasicistas y un universo figurativo
sin rupturas ni experimentalismos. Dentro de esta corriente encontramos referentes diversos. Así, por
ejemplo, Antonio Colinas cultiva una estética neorromántica; Antonio Carvajal y Francisco Castaño se
aproximan al gongorismo, y Luis Antonio de Villena o Luis Alberto de Cuenca a la tradición grecolatina con
una poesía de marcado hedonismo.
3.4. POESÍA ELEGÍACA: A menudo vinculada a la clasicista. Para estos autores la poesía tiene un tono
trascendente, se debe utilizar para expresar aquellos sentimientos profundos para los que el lenguaje
ordinario no tiene capacidad de expresión ni de explicación. La corriente elegíaca volvía a los temas de la
desposesión y la pérdida, y al viejo y recurrente tópico del tempus fugit. Los nuevos poetas tomaron como
modelos a los modernistas, reivindicados tras el largo ostracismo que habían sufrido en los años del
compromiso poético. En la constitución de esta senda poética, tanta importancia como los modelos tienen
los grupos poéticos que la defendieron y difundieron, formados alrededor de tertulias, editoriales o
revistas. En este sentido, es relevante la función de las editoriales Renacimiento, en Sevilla y Pre-Textos, en
Valencia, que actúan como centros irradiadores de dicha estética. Eloy Sánchez Rosillo es el poeta elegíaco
por excelencia del último cuarto del siglo. Se caracteriza por una nitidez expresiva asombrosa. En su poesía
aparecen los temas de la pérdida y de la función redentora de la belleza.
3.5. LA POESÍA EXPERIMENTAL de autores como Fernando Millán, José Miguel Ullán, Antonio Gómez,
Felipe Boso o José Luis Fernández de Castillejo (en estrecha relación con la obra del catalán Joan Brossa)
funde lo verbal con las artes plásticas en una expresión poética visual.
3.6. Se ha señalado también la existencia de una POESÍA DE CONCIENCIA SOCIAL en algunos escritores
como Jenaro Talens, Jon Juaristi o Roger Wolf, caracterizados por el desencanto y la crudeza con la que
presentan el mundo. Esta corriente fue evolucionando hacia un realismo prosaísta, en ocasiones atenido al
llamado realismo sucio y con un fuerte contenido autobiográfico.
3.7. La NUEVA POESÍA ÉPICA enlaza las vivencias personales de carácter subjetivo con las que pertenecen
a la comunidad. No se tratas de una poesía de plaza pública o declamatoria desde el punto de vista formal,
sino que trata de llevar al plano personal los mitos constituidos y consolidados en las leyendas orales y en
los sueños sucesivos de las generaciones. Aparece un universo ancestral inscrito en el mundo rural de la
infancia del autor, enriquecido por esos símbolos y arquetipos antropológicos de un tiempo sin memoria.
Un ejemplo paradigmático es el de Julio Llamazares, con referentes del mundo rural, que recuerdan la
intrahistoria unamuniana. En Juan Carlos Mestre los versículos se amplían hasta tocar la prosa y las
imágenes se agrupan en secuencias rítmicas con algo de salmodia, todo ello al servicio de un clima telúrico
de gran intensidad expresiva y fuerte pálpito emocional. Entre los precedentes de este tipo de poesía
encontramos a Antonio Gamoneda.
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