Patrones Residuales Antes de los tiempos modernos el devenir

Transcripción

Patrones Residuales Antes de los tiempos modernos el devenir
Patrones Residuales
Antes de los tiempos modernos el devenir cotidiano de las sociedades solía fundarse en ciclos y temporadas.
Estaciones que iban conformando al hombre entre prácticas, hábitos y aquello que la psicología denominaría:
‘patrones de conducta’. El mundo se entendía, como en los ‘Libros de horas’ medievales, a partir de un
ordenamiento conocido y confiable sobre el cual regir las actividades interiores en consonancia con el fluir del
tiempo exterior.
Remontar el tiempo previsible al ritmo de la naturaleza destinaba al actuar individual y a los sucesos
comunitarios una cierta certeza en la confluencia y propiedad de su existencia. ¿Cuándo se perdió tal
sincronía, o bien, nuestra intención por confluir?
Algunos señalan la fractura en desapego al tiempo de la naturaleza sobre la constitución de las grandes urbes
del siglo XIX. Lo cierto es que lo que sucedería entonces habría de establecer un cambio irreversible en el
hacer del mundo. El ritmo de las estaciones no regiría ya el humor comunitario entre temporadas sino el
horario productivo individual; el tiempo maquinal desembocaría en el conteo de horas laborables. La duración
de las ciudades sería dictada por los horarios y capacidad de producción de las fábricas; radicando en ello el
principal ‘desfase-natural’ devenido de la revolución industrial.
Los Patrones residuales de Sebastián Beltrán comportan los efectos contemporáneos de los ciclos utilitarios
post-industriales que rigen –sobre la anulación– la conciencia del tiempo presente. Enunciando la insistencia
improductiva tanto como la cualidad destructora de muchas de las actividades que hoy pretenden construir el
cuerpo urbano, las piezas de Beltrán atienden en su individualidad industrializable al destiempo ciclado de
nuestra cotidianeidad. La replicabilidad desenfrenada, el autoconsumo, la desertificación y la explotación
residual son algunos de los patrones socio-urbanos que su trabajo señala.
Objetos, intervenciones, video e instalaciones se apropian de la factura y el acabado industrial reproduciendo
críticamente la austeridad de una estética que confiesa su mirar esquinado. Patrones micro-espaciales sobre
lo habitable; saturaciones infértiles; prótesis ecológicas; desbordes utilitarios. Y en medio de todo, un poco
esquinada, una palabra apuntalada de la que ya casi no se habla… FE. Desfase simbólico, la cualidad
‘iluminadora’ que intenta soportar su peso significante parece reinstalarse en ese espacio vaciado de sentido
que comporta la productiva neurosis contemporánea. Obras cargadas de juegos semánticos sobre la
enajenación de los recursos espirituales y materiales en los que todavía buscamos asidero.
Marcela Quiroz
CURADORA

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