El Espíritu Santo: una Persona divina

Transcripción

El Espíritu Santo: una Persona divina
QUIERO SABER / ESPÍRITU DE PROFECÍA – Noviembre de 2005
El Espíritu Santo: una Persona divina
¿Qué revelaciones recibió Elena de White acerca de la personalidad
y la divinidad del Espíritu Santo?
Responde DANIEL OSCAR PLENC director del Centro de Investigaciones White en la Argentina.
Elena de White evita el término “Trinidad”, pero utiliza expresiones que aluden a las tres
Personas de la Deidad, como “el trío celestial”, “los tres grandes dignatarios del cielo” o “los tres
poderes más elevados del cielo”. Parece evidente que creía en la existencia de tres personas divinas,
incluyendo al Espíritu Santo.
De cualquier manera, la Sra. White nos invita a ser cuidadosos en nuestra expresión respecto
de la naturaleza del Espíritu: “No es esencial para nosotros ser capaces de definir con precisión qué
es el Espíritu Santo” (Los hechos de los apóstoles, p. 42). “La naturaleza del Espíritu Santo es un
misterio. Los hombres no pueden explicarla, porque el Señor no se las ha revelado” (Ibíd., p. 43).
La autora prefiere detenerse en la obra del Espíritu. “El Espíritu Santo se da como agente
regenerador, para hacer efectiva la salvación obrada por la muerte de nuestro Redentor. El Espíritu
Santo está tratando constantemente de llamar la atención de los hombres a la gran ofrenda hecha en
la cruz del Calvario, de exponer al mundo el amor de Dios y abrir al alma arrepentida las cosas
preciosas de las Escrituras”.
“Después de convencer de pecado y de presentar ante la mente la norma de justicia, el
Espíritu Santo quita los afectos de las cosas de esta tierra, y llena el alma con un deseo de santidad”
(Ibíd.).
Pero el Espíritu Santo es más que una fuerza sobrenatural, o una energía celestial: es una
Persona divina, al igual que el Padre y el Hijo. “El Consolador que Cristo prometió enviar después
de ascender al cielo es el Espíritu en toda la plenitud de la Divinidad, poniendo de manifiesto el
poder de la gracia divina a todos los que reciben a Cristo y creen en él como un Salvador personal.
Hay tres Personas vivientes en el trío celestial; en el nombre de estos tres grandes Poderes –el
Padre, el Hijo y el Espíritu Santo– son bautizados los que reciben a Cristo mediante la fe, y esos
Poderes colaborarán con los súbditos obedientes del Cielo en sus esfuerzos por vivir la nueva vida
en Cristo [Special Testimonies, Serie B, Nº 7, pp. 62, 63. Año 1905]” (El evangelismo, p. 446).
“Los eternos dignatarios celestiales –Dios, Cristo y el Espíritu Santo– armándolos [a los
discípulos] con algo más que una mera energía mortal [...] avanzaron con ellos para llevar a cabo la
obra y convencer de pecado al mundo [Manuscrito 145, 1901]” (Ibíd., p. 447).
La persona divina del Espíritu Santo no debe confundirse con la persona del Padre o la
persona del Hijo. En un discurso dado a los alumnos del Colegio de Avondale, Australia, Elena de
White amonestó: “Necesitamos comprender que el Espíritu Santo, que es una persona así como
Dios es persona, anda en estos terrenos [Manuscrito 66, 1899]” (Ibíd., p. 447).
La autora habría de insistir en esta idea, llamando al Espíritu Santo “la tercera persona de la
Divinidad”. “El Espíritu Santo es una persona, porque testifica en nuestros espíritus que somos hijos
de Dios [...]. El Espíritu Santo tiene una personalidad; de lo contrario, no podría dar testimonio a
nuestros espíritus y con nuestros espíritus de que somos hijos de Dios. Debe ser una persona divina,
además, porque, en caso contrario, no podría escudriñar los secretos que están ocultos en la mente
de Dios [Manuscrito 20, 1906]” (Ibíd., pp. 447, 448). “El príncipe del poder del mal puede ser
mantenido en jaque únicamente por el poder de Dios en la tercera persona de la Divinidad, el
Espíritu Santo [Special Testimonies, Serie A, Nº 10, p. 37. Año 1897]" (Ibíd., p. 448). “Debemos
cooperar con los tres poderes más elevados del cielo: El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y estos
poderes trabajarán mediante nosotros convirtiéndonos en obreros juntamente con Dios [Special
Testimonies, Serie B, Nº 7, p. 51. Año 1905]” (Ibíd., p. 448). “Cuando os entregasteis a Cristo,
hicisteis una promesa en la presencia del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo: los tres grandes
Dignatarios personales del cielo” (Comentario bíblico adventista, t. 7, p. 401). “El pecado podía ser
resistido y vencido únicamente por la poderosa intervención de la tercera persona de la Divinidad,
que iba a venir no con energía modificada, sino en la plenitud del poder divino” (El Deseado de
todas las gentes, p. 625).

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