“Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente ¡Ojalá fueses frío

Transcripción

“Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente ¡Ojalá fueses frío
Devocional, domingo 21 de agosto del 2016
“Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente ¡Ojalá fueses frío o caliente!
Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca”.
(Apocalipsis 3. 15, 16)
Hoy vemos el reproche de Jesús a la iglesia de Laodicea fuertemente influenciada por las
prácticas y costumbres que se vivían en la ciudad. La idiosincrasia de ésta, su cultura, su
economía, su historia, habían afectado seriamente a la Iglesia.
El Señor no acusa a Laodicea de ningún pecado específico, ni de herejía alguna, ni de idolatría.
Como en el caso de Éfeso, su pecado fatal era un problema de actitud: su confianzudo
engreimiento, su tranquila indiferencia, creyéndose siempre cristianos ejemplares.
Tal vez ésta carta sea la más fuerte que Jesús envió a las 7 iglesias. Expresa de manera lapidaria:
TE VOMITARÉ DE MI BOCA. Eran apáticos, indiferentes, arrogantes, displicentes, autosuficientes,
sin un compromiso verdadero. Jesús les expresa que ojala fuesen fríos o calientes.
Hay consenso de que muy probablemente Jesús hace referencia a una condición de la
calidad del agua de la ciudad, por cuanto su ubicación si bien le otorgaba ventajas
comerciales, su gran problema era que carecía de buenas fuentes de agua potable. Las ruinas
de la ciudad muestran un sistema de acueductos que traía el agua desde fuentes termales
unos nueve kilómetros al sur. Pero cuando esta agua llegaba a Laodicea, estaba tibia, saturada
de minerales eméticos (vomitivos) y nauseabundos.
Cerca de Laodicea se encontraba Hierápolis, ciudad famosa por sus aguas termales, fenómeno
que abundaba en la región. Pero también se encontraba la ciudad de Colosas, famosa por su
fría y refrescante agua. Las aguas termales de Hierápolis servían para relajar los músculos y sanar
el cuerpo. Las aguas frías de Colosas para refrescar al sediento; pero el agua tibia de Laodicea
repugnaba y producía náuseas.
Jesús hacía mención a la particularidad de aquella agua que no servía, repugnante e
inservible, pues no sanaba ni refrescaba, simbolizando la neutralidad pasiva, la ineficacia y
mediocridad de una iglesia que se había amoldado al mundo. Había permitido ser moldeada
conforme a las costumbres y creencias de la cultura imperante, y la había hecho inútil,
nauseabunda y repugnante pues sabía muy mal.
Muy probablemente su tibieza consistía en no querer definirse ante el sistema idolátrico que los
rodeaba, para no poner en peligro sus intereses económicos ni mucho menos tener que jugarse
la vida por Cristo.
En tiempos decisivos y críticos, como los de Juan y los nuestros, ser mediocre y cobarde es
realmente vergonzoso y repugnante. Ser tibio es pecado.
Lo que vivía la iglesia de Laodicea era exactamente lo contrario de lo que Dios siempre ha
instruido a los suyos. Su hijo Jesús enseñó exactamente lo mismo a sus discípulos al decirles: “Si
fueran del mundo, el mundo los querría como a los suyos. Pero ustedes no son del mundo, sino
que yo los he escogido de entre el mundo. Por eso el mundo los aborrece” (Jn. 15. 19).
Hermanos amados, no somos de éste mundo y ello nos lleva a vivir de una manera diferente,
con los principios del Reino de Dios exponiéndonos al rechazo de éste mundo. Si no es así,
somos “domesticados” y lentamente sucumbimos a la influencia cultural que nos aleja de Dios.
Iglesia Alianza Cordillera

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