1 LA SIGNIFICATIVIDAD DEL LENGUAJE NARRATIVO EN LA
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1 LA SIGNIFICATIVIDAD DEL LENGUAJE NARRATIVO EN LA
LA SIGNIFICATIVIDAD DEL LENGUAJE NARRATIVO EN LA EVANGELIZACION: CRITERIOS PARA SU UTILIZACIÓN Aurelio Ferrándiz García Toda auténtica evangelización comporta la exigencia irrenunciable de hacerse comprensible a los hombres y mujeres a los que se dirige el anuncio del Evangelio. Ha sido éste un gran reto y desafío advertido por el Concilio Vaticano II y posteriormente por los documentos del magisterio sobre la catequesis. Los agentes de la catequesis y la pastoral constatan a diario la dificultad de encontrarse con un lenguaje religioso demasiado sujeto a fórmulas antiguas y caídas en desuso o ligadas en demasía a la cultura de una época determinada. La Evangelización, como modelo comunicativo que es, ha de buscar la manera de que el Evangelio siga «hablando» al hombre de hoy, resonando todavía como Buena Noticia. Para esto, necesitamos dar con un lenguaje acertado, adecuado a estas exigencias. Nuestra propuesta es el lenguaje narrativo, que es el mismo que utilizó Jesús de Nazaret, el gran narrador de Dios. Como diremos más adelante, en la narración prevalece por propia naturaleza un mensaje sensato, esto es, con sentido y significado, ya que las palabras que se utilizan son la misma experiencia hecha mensaje, es un fragmento de vida que está sonando en la narración, y a este lenguaje narrativo tienen acceso todos los que viven la vida, no sólo unos pocos entendidos y eruditos. En esta preocupación lingüística, la evangelización se encuentra en la misma situación que Moisés: llamada a un deber de vital importancia, e incapaz de expresarse eficazmente al respecto. También ella va en busca de Aarón, que pueda traducir significativamente su lenguaje (cf. Ex 4, 10-16). En esta labor, la aportación del lenguaje narrativo es de preciado valor1. I. EL LENGUAJE NARRATIVO: UNA PROPUESTA DE EVANGELIZACIÓN SIGNIFICATIVA 1. El retorno de la teología a la narración Todo comenzó cuando en 1973, sobre las páginas de la revista internacional de teología Concilium, aparecieron dos breves pero programáticos artículos, escritos por el lingüista H. Weinrich2 y el teólogo J.B. Metz3, llegando a avivar así la causa de una teología narrativa4. 1 Este tema lo traté con una mayor extensión y profundización en un artículo titulado: «Narrar al Dios que nos salva»: Teología y Catequesis n. 59 (1996) 123-154. 2 Cf. H. WEINRICH, «Teología narrativa»: Concilium n. 9 (1973) 210-221. 3 Cf. J.B. METZ, «Breve apología de la narración»: Concilium n. 9 (1973) 222-238. 4 A decir verdad, es una nueva forma de reflexionar y transmitir los contenidos de la fe cristiana: «Desde el principio quedaba claro que no se trataba de un número más en la ya engrosada lista de “teologías de…”, que no era tampoco un ámbito sectorial definido por una temática determinada, sino un enfoque, una perspectiva metodológica, una orientación que se postulaba válida para toda teología en su intento de recuperar y hacer operantes elementos que, en realidad, habían estado desde siempre presentes en las más genuinas formas de configuración del mensaje cristiano» [ J.J. ALEMANY - X. QUINZA, «Aportaciones a una teoría del texto a la teología narrativa»: Estudios Eclesiásticos n. 57 (1982) 199]. 1 En la misma medida que la teología ha descubierto el lenguaje narrativo ha ido constatando también que este era el lenguaje que utilizó en sus comienzos, que el cristianismo desde sus orígenes cuenta con un «potencial narrativo» que con el paso del tiempo se ha ido reprimiendo, y como consecuencia, atrofiando5. Pero, últimamente, la narración vuelve a los honores de la crónica y se va reconociendo oficialmente su puesto de primer plano. En efecto, «muchos movimientos, también eclesiales, están ahora redescubriendo el gusto por la narración. Se cuentan sus experiencias, narran sus historias de conversión, repiten los relatos bíblicos»6. Veamos ahora las motivaciones de fondo de este feliz retorno. 2. Motivaciones de tal retorno 2.1. Necesidad de la narración para expresar la totalidad de la experiencia humana Todos sabemos perfectamente que en la vida hay experiencias humanas que resultan extremadamente difíciles de expresar a nivel lingüístico y, a veces, llega a resultar imposible expresarlas utilizando para ello palabras o frases. La explicación es muy sencilla: se trata de experiencias que adentran sus raíces en el inconsciente; es decir, que son vividas por la personas a un nivel que es previo a toda conceptualización, son experiencias pre-conceptuales, y por tanto, que están más allá de la capacidad racional. En entonces, cuando recurrimos por necesidad natural a la expresión simbólica7. Buena razón de esto da Humberto Eco, cuando escribe en la presentación de su novela: «Si he escrito una novela es porque he descubierto, en edad madura, que de aquello de lo cual no se puede teorizar, se debe narrar»8. La narración nos da alas para volar, y ojos para mirar lo ancho y lo profundo de nuestra existencia. Así lo expresa Sören Kierkeggaard: «La fantasía es de lo que la Providencia se sirve para empujar a los hombres hacia la realidad, hacia la existencia, para conducirnos suficientemente lejos o en la profundidad de la existencia. Y cuando la fantasía los ha ayudado a andar lo más lejos posible, precisamente allí comienza la realidad»9. En la narración el hombre percibe lo que ha sido, es y puede llegar a ser. 2.2. El carácter narrativo del anuncio evangélico El retorno a la narración no es asunto de moda, o de una preocupación estéticoliteraria, ni siquiera requisito de un expediente pedagógico, sino que la motivación más profunda de este retorno la encontramos en una fidelidad «a las experiencias propias y originales de la fe»10. 5 Cf. C. DÍAZ MARCOS, «Teología narrativa: ¿por qué narrar al hacer teología?»: Sal Terrae n. 75 (1987) 48. Ver también B. SESBOÜE, «De la narrativié en théologie»: Gregorianum n. 75 (1994) 417. 6 R. TONELLI, «Come nel “catechismo dei giovanni” evangelizzare Gesù Cristo, “narrando” una storia interpellante»: Note di Pastorale Giovanile n. 14 (1980) 4. 7 Cf. J.M. CASTILLO, Símbolos de libertad. Teología de los sacramentos (Sígueme, Salamanca 1985) 175. C.G. JUNG, «Introduzione all’inconscio», en L’uomo e i suoi simboli, (Milano 1980) 6. 8 U. ECCO, El nombre de la rosa (Lumen, Barcelona 1983). 9 Citado por S. SIMON, «Il racconto. Valor pedagogico e valenza catechetica», en Catechesi narrativa, (Napoli 1985) 123. Cf. P. RICOEUR, «La fonction narrative»: Etudes Théologiques et Religieuses n. 54 (1979) 230. S. KEPNES, «Importancia de la narración en la religión y el psicoanálisis»: Concilium n. 176 (1982) 330. 10 J.B. METZ, «Breve apología», 223. 2 Si la teología advierte hoy el deber de tomar conciencia de estos fenómenos y de participar activamente, no es sólo por la exigencia de sintonía cultural que se considera «como ley de toda evangelización»11, sino porque ello toca a su estructura fundamental: «La teología narrativa no se presenta sólo como respuesta al malestar y a las actuales dificultades de la reflexión crítica sobre la fe, sino también como recuperación de una dimensión teológica olvidada y casi perdida […]; la teología debe profundizar el conocimiento y difundir la conciencia del carácter del anuncio evangélico»12. 2.3. Necesidad del lenguaje narrativo para expresar la fe Jesús en persona nos ha hecho comprender que el mejor modo de hablar de los misterios de Dios, en su conjunto, es todavía el de hacerlo con relatos plenos de imágenes: «El Reino de Dios es como…». Debemos a P. Ricoeur el haber puesto de relieve la condición fundamental del discurso sobre Dios: de Él se puede hablar sólo mediante metáfora13. La metáfora es vista como un proceso semántico en el que se crea innovación de sentido, y no ya como mero adorno estilístico. La función de la metáfora es, por esto, subversiva, es decir, se pone en el interior del discurso para desmontar el sentido obvio y descontado de sus frases hasta hacer nacer otro, fruto de una intención creadora: insospechado, nuevo, sorprendente. En la misma terminología de la palabra (metáferéin=trans-gredir), se abandona el sentido usual de la palabra utilizada en un discurso para ir hacia un sentido nuevo e inesperado. Deshace un orden para crear otro. La única forma de hablar adecuadamente de la realidad «del más allá» por excelencia, del Inefable, que es Dios, es la forma metafórica. De Él no se puede hablar más que poéticamente, metafóricamente, y la razón está en la asimetría que hay entre Misterio y mundo: Dios es siempre Dios y por esto es siempre infinitamente más grande que el mundo. Descubrir esto es convencerse de la necesidad y conveniencia de un discurso más «modesto» sobre Dios, ya que «nuestras palabras […], incluso las más inteligentes, no bastan y no bastarán jamás para decirlo adecuadamente»14. Las realidades de la fe son todas ellas realidades que quedan estrechas en el razonamiento puramente argumentativo. El principio y el fin de la vida del hombre, así como lo nuevo, lo que jamás ha existido, lo que nos aguarda, sólo en la narración puede ser expresado y evocado.15 3. Sentido pastoral de la narración: evangelizar narrando Afrontar el tema de la narración en la pastoral es, ciertamente, buscar un modelo comunicativo correcto para evangelizar, asegurando que el discurso sea sensato pero 11 GS, n. 44. C. MOLARI, «Natura e ragioni di una teologia narrativa», en Teologia narrativa (Queriniana, Brescia 1981) 7. 13 Cf. P. RICOEUR, La metáfora viva (Europa, Madrid 1980). Cf. ID., Finitude et culpabilité (Montaigne, Paris 1960) (trad. esp.: Finitud y culpabilidad (Taurus, Madrid 1969); ID., De l’interprétation. Essai sur Freud (Ed. Du Seuil, Paris 1965). 14 R. Tonelli - L.A. Gallo - M. Pollo, Narrare per aiutare a vivere (Leumann-Torino, Elle Di Ci, 1992), 35-36. Podemos establecer una primera regla fundamental en lo que respecta al lenguaje del teísmo cristiano y ésta se formula así: «El lenguaje sobre Dios no debe olvidar que su referente es siempre el Dios inefable» [F.A. PASTOR, «La lógica de lo inefable. Una teoría teológica del lenguaje sobre Dios»: Estudios Eclesiásticos n. 58 (1983) 43]. 15 Cf. J.B. METZ, «Breve apología», 224. 12 3 también eficaz. Ofreciendo así la posibilidad de hacer resonar las palabras de Jesús todavía como «buena noticia» en las concretas situaciones del hombre de hoy. Pero se caería en un grave error al reducir el problema de la comunicación en la evangelización, a una mera cuestión de términos apropiados o más fácilmente comprensibles: «No es sólo cuestión de revestimiento verbal y lingüístico (“como las niñas visten y desvisten a sus muñecas”)»16, sino que es necesario ir a las exigencias más profundas del acto mismo de la evangelización, para llegar así a descubrir la irrenunciable aportación de la narración en la evangelización. 3.1. La narración, comunicación eficaz En la evangelización y en la catequesis es necesario que sean significativos no sólo las palabras que se utilizan (contenido), sino también el mismo proceso comunicativo (narración) que hace significativos los contenidos. No es sólo problema de «inteligibilidad», sino también de modelo de comunicación sabia y eficaz. La tesis que mantenemos es la siguiente: la narración es un modelo comunicativo eficaz porque es capaz de crear interacción positiva en el acto comunicativo de la evangelización. Por las ciencias de la comunicación sabemos de la importancia en todo proceso comunicativo de la interacción17. La comunicación no es un transvase de información entre dos interlocutores, sino un encuentro de dos subjetividades. En toda auténtica comunicación siempre hay una invitación a entrar en el propio mundo interior, y la importancia de este elemento relacional que nace de la comunicación es que mediatiza y clasifica el mismo contenido de la comunicación. Podemos decir que la relación interpreta el mismo contenido, y a esta relación la llamamos «metacomunicación»: comunicación sobre la comunicación, y ésta es capaz de crear una interacción positiva entre las personas, indicando así el modo en que debe ser descodificado el mismo contenido. La «metacomunicación» precede a la misma comunicación y puede condicionar el acto comunicativo. El amor y el compartir ideales es capaz de crear una interacción positiva necesaria para una comunicación interpersonal eficaz y auténtica. Pues bien, en este contexto proponemos la narración como «una forma especial de interacción. Ella construye interacción y la potencia hasta asegurar a la comunicación un nivel de eficacia impensable y desconocida a los otros modelos comunicativos […]. La narración representa un interesante modelo de metacomunicación, capaz de hacer significativos los contenidos expresados en el proceso comunicativo»18. 3.2. Narración, comunicación para la vida Hoy se advierte con seriedad la separación que existe entre el lenguaje de la fe y la vida. Esta laguna y separación se puede superar sólo «reconduciendo el lenguaje de la fe al ámbito de la experiencia»19. La fe es expresión de una experiencia y nace de la experiencia. «La fe no cambia el lenguaje por la experiencia, sino que habla por la fuerza de la experiencia»20. Es el principio de Encarnación el que pide la 16 E. SCHILLEBEECKX, «La crisis del lenguaje religioso como problema hermenéutico»: Concilium 9 (1973) 194. 17 Cf. P. WATZLAWICK - J. HELMICK BEAVIN - D.D. JACKSON, Pragmatica della comunicazione umana (Astrolabio, Roma 1971). 18 R. TONELLI - L.A. GALLO - M. POLLO, Narrare per aiutare a vivere, (Elle Di Ci, Leumann-Torino 1992) 25-27. 19 S. LANZA, La narrazione in catechesi, (Paoline, Roma 1985) 16. 20 Ibid. 18. 4 simbiosis fe y vida: la Palabra pide insertarse siempre de nuevo dentro de nuestras palabras y en nuestra vida. La finalidad de la narración es entrar en la vida, insertarse en la vida y hablar con la vida, no separar. 4. Cualidades del lenguaje narrativo en la evangelización 4.1. Eficacia sacramental La gran mayoría de autores que estudian el tema de la narración hacen referencia a un simpático relato de M. Buber, que resulta programático de cuanto queremos decir sobre la eficacia de la narración. En cierta ocasión se pidió a un rabí, cuyo abuelo había sido alumno de Baalschen, que contase una historia. «Una historia –respondió él- habrá de ser relatada de tal modo que preste algún remedio». Y refirió lo siguiente: «Mi abuelo estaba paralítico. Una vez se le pidió que relatase una historia de su maestro. Entonces contó cómo el santo Baalschem solía saltar y danzar durante la oración. Mi abuelo se puso en pie y continuó con su relato. Pero éste le arrebató de tal manera que se vio obligado a mostrar, saltando, danzando, como lo había hecho su maestro. Desde aquella hora se encontró curado. Así es como hay que contar las historias»21. La eficacia de la narración es que lo narrado adquiere nueva vida en el momento en el que es narrado. Hace vivir «hoy» aquello de lo que se hace memoria. El narrar implica hoy tanto a quien narra como a quien escucha: «El narrador, participante por haber vivido el hecho, hace partícipes del hecho vivido a los que escuchan, entrando así los dos en el círculo vital del relato»22. 4.2. Carácter práctico-liberante de la narración La narración tiene fuerza para conducir a la vida, a una transformación de vida; la narración no se queda en mera información, o en pura abstracción, sino que conduce con fuerza y pasión allí donde se debaten las decisiones más grandes del hombre: en la propia vida. Este mismo carácter practico-liberante de la narración es lo que hace llamar a J.B. Metz con la atrevida y comprometida fórmula: «Historias peligrosas que buscan la libertad»23, o simplemente «recuerdo peligroso»24. El Evangelio de Jesús de Nazaret es el «recuerdo peligroso» que ha liberado y sigue liberando a los desheredados de la tierra. Esta es la misión que le ha quedado a la comunidad de seguidores de Jesús. 4.3. Capacidad evocativa «El lenguaje de la religión y del sacramento casi nunca es descriptivo; es principalmente evocativo»25. La narración cuenta con una cualidad comunicativa, que resulta muy ventajosa para entrar en el mundo interno de una persona: es la evocación. Por la evocación quedan desarmadas y desmontadas muchas actitudes obtusas e indiferentes para que 21 M. BUBER, I racconti di Chassidim (Ed. A. Garzanti, Milano 1945) 3. G. CRAVOTTA, «Torniamo a raccontare», en Catechesi narrativa (Napoli 1985) 16. 23 J.B. METZ, «Breve apología», 229. 24 Ibid. 222. 25 L. BOFF, Los sacramentos de la vida (Sal Terrea, Santander 1989) 15 22 5 se efectúe una óptima comunicación. Por la evocación, la narración se desliza sin pedir permiso por nuestros propios muros. La capacidad evocativa de la narración no impone orientaciones sino que es contenido escondido, ni es descifrado del modo explícito, sino que el escucha percibe en modo intuitivo que hay algo que le toca directamente, que le afecta, que le llama con voz cautivadora, y a la vez es una llamada a la responsabilidad, a la decisión. Por la evocación, el destinatario de la narración en la medida que escucha la narración, está escuchando su propia vida, su propia experiencia, él le ha dado voz propia al relato. 4.4. Carácter envolvente: la fuerza de la implicación Por su mismo carácter evocativo, la narración afecta a la persona que narra y a quien escucha, en cuanto entra y toca la vida del que escucha y narra, y los llama a la responsabilidad y los compromete a la decisión. No hay, por tanto, espacio para una posición neutral. La narración implica. Y cuando hablamos de implicación no estamos pensando en unas consecuencias morales para la vida práctica, sino de una implicación existencial. Y esto, por la misma naturaleza de la fe, ya que el cristianismo es «experiencia de fe» antes de ser «mensaje de fe»; y en esa experiencia están implicados el que narra y el que escucha. Buena expresión de esto son las palabras de S. Juan: «Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de vida […] os lo anunciamos…» (1 Jn 1, 1-3). 4.5. Valor performativo Si antes decimos que el narrador no se puede quedar pasivo, ahora, por el valor performativo de la narración, decimos que tampoco el que escucha puede quedar neutral. La narración es una invitación a una decisión de vida. La estructura lingüística de la narración, «no está finalizada a dar informaciones, sino a solicitar una decisión de vida»26. Es el relato el que, implicando, lleva a la transformación de la existencia, realmente a una conversión. Y esto porque el lenguaje religioso es portador de una dimensión transformadora, las narraciones son «historias que empujan al seguimiento»27. La autenticidad de la narración está en la capacidad de convertir nuestra propia vida y la vida de otros; su fuerza está, no en la novedad de sus ideas, ni en la corrección lingüística de sus frases, sino en su profunda llamada a transformar la vida. 4.6. Carácter relacional La narración requiere, por su misma naturaleza, una real disponibilidad y apertura: no hay relación humana verdadera si no hay escucha, acogida, ofrecimiento, reconocimiento del otro como persona, simpatía de interés e ideales. La narración produce una red de relaciones notablemente positiva en cuanto en menos discriminante que la docta comunicación conceptual y argumentativa. La relación es intercambio reciproco de dar y recibir. M. Buber refiere una «historia milagrosa» para describir narrando esta relación entre maestro y discípulo, entre el que narra y el que escucha.28. 26 R. TONELLI, «Come nel catechismo dei giovanni», 6. R. TONELLI - L.A. GALLO - M. POLLO, Narrare per aiutare, 161. 28 M. BUBER, I racconti, 19. 27 6 II. CRITERIOS PARA UNA UTILIZACIÓN DE LA NARRACION Recogiendo ahora elementos esparcidos anteriormente, ofrecemos en un cuadro sintético los criterios que han de estar presentes a la hora de evangelizar narrando. 1. Criterio global: narrar la fe es hacer memoria de la historia de la salvación Lo que la Escritura nos revela no es el misterio de Dios en sí, sino su plan salvífico desplegado en el camino de la historia. Hablar del Dios de la historia sólo se puede haciendo «memoria» de esas intervenciones de Dios en la vida de los hombres, y no de manera conceptual o nocionística; no podemos hacer referencia a Dios directamente, sino dentro de la historia de salvación. Todavía hay algo más. Hacer referencia a estos acontecimientos salvíficos de Dios en la historia, no es algo accesorio o una estrategia para captar y entretener la atención de quienes son evangelizados, sino que son estos acontecimientos de Dios en la historia los que son portadores de salvación, «razón constitutiva de la fuerza salvífica de la narración»29. Por ser precisamente «signo eficaz» la narración es capaz de producir eso que anuncia y recuerda, es capaz de hacer vivir en el hoy aquello de lo cual se hace memoria y así la historia narrada y rememorada llega a ser narración de esperanza en los que escuchan. 2. Criterios específicos El criterio global que se acaba de exponer, se concreta en criterios específicos que tratan del contenido y del método de la narración. 2.1. En cuanto al contenido: qué hechos narrar a) La experiencia vivida: raíces históricas del evento narrado La salvación cristiana no nace de un vació histórico, sino que está enraizada en un segmento verificable de la historia, del tiempo y del espacio. Quiere esto decir, que la narración no nace de la imaginación o de la fabulación, sino de la confesión creyente y apasionada de un evento concreto e histórico, vivido por el narrador o por otros anteriores al narrador. Recordamos, a este propósito, la aportación de Lohfink cuando dice que narración significa simplemente que viene comunicado un evento. La primera comunidad cristiana no transmite sino lo que ella había vivido con Jesús de Nazaret. b) La experiencia narrada: experiencia que se hace mensaje Los eventos que están a la raíz de la salvación en Jesús, que son el «contenido» de la fe, tienen necesidad de la vida y el testimonio del narrador para ser anunciados de modo significativo. Es la experiencia vivida de los hechos salvíficos que se hace mensaje para otros30. Quien está implicado en la historia, es realmente el que está en condiciones de narrarla. El anuncio de Jesucristo, realizado por la comunidad eclesial, es la 29 R. TONELLI - L.A. GALLO - M. POLLO, Narrare per aiutare, 200. Cf. C. MOLARI, «Una lectura esistenziale della Bibbia come “evento narrativo”»: Note di Pastorale Giovanile 23 (1989) 106. 30 7 narración, expresada con la pasión y el entusiasmo de su fe, de la experiencia que ella ha hecho de su Señor. Porque ha sido primeramente experiencia de fe, se ha convertido inevitablemente en testimonio y mensaje de fe. El narrador está implicado en la experiencia que narra y la expresa en el entusiasmo de su fe, y así declara narrando el haber sido él muchas veces «ya» salvado por aquellas historias que ahora ofrece a otros. Esa experiencia ha cambiado profundamente su vida y quiere cambiar y salvar la de otros. Es, por tanto, la fe y la pasión del testimonio lo que cuenta aquí. c) La experiencia confesada: hechos orientados a crear fe y esperanza El que narra lo hace con la intención explícita de provocar en los que escuchan la acogida del evento narrado, como horizonte de sentido, último y definitivo para sus vidas. Esta es la finalidad que se marca la narración: una finalidad salvífica, ofreciendo significado para vivir. En efecto, el mensaje que nace de la narración evangélica es un mensaje que da razones para creer y esperar. Evidentemente, todo esto acontece cuando la narración responde a las preguntas profundas de la gente, tal y como hizo Jesús narrando al Padre Dios. Su mensaje creaba fe y esperanza en la gente que lo escuchaba, era «evangelio», alegre noticia para aquellos que lo miraban con ojos limpios. 2.2. En cuanto al método: cómo narrarlos La narración vehicula en sí misma el contenido de la fe, es una vía de comunicación para la fe, y por esto, un modelo comunicativo. 2.2.1. Respecto al modelo comunicativo La relación que se establece entre emisor y el receptor del mensaje narrado, con todos los elementos y requisitos que intervienen en esta relación, la llamamos modelo comunicativo. Entre otros requisitos destacamos tres, imprescindibles a la hora de narrar la salvación. a) De forma sensata: palabras significativas En la narración prevalece por propia naturaleza un mensaje sensato, esto es, con sentido y significado, ya que las palabras que se utilizan son las mismas experiencias hechas mensaje. Es un fragmento de vida el que está sonando en la narración, y a este lenguaje narrativo tienen acceso todos los que viven y saben de la vida, no sólo unos pocos entendidos y eruditos31. La narración se preocupa de hacerse significativa, porque habla con el lenguaje de la existencia, de la vida cotidiana. En este quehacer importa mucho una adecuada adaptación del lenguaje del mensaje salvífico a las categorías culturales del hombre, al cual va dirigido el mensaje. b) De forma eficaz: interacción positiva Para que el contenido a trasmitir sea significativo es preciso que el mismo proceso comunicativo haga significativo los contenidos. Proponemos la narración como un modelo de comunicación capaz de crear interacción positiva entre los interlocutores, y capaz por lo mismo de hacer significativos los contenidos expresados en el proceso comunicativo. 31 «Cuando predomina el modelo informativo, el derecho a la palabra está reservado sólo al sabio: a aquél que sabe pronunciar enunciados, que describe de modo correcto y preciso eso a lo que se refiere. En este caso, sin embargo, el saber da origen a una profesión y a determinadas instituciones, aislando el tejido social» (R. TONELLI, «Una catechesi che dà senso alla vita», en: Fede ed esperienza nella catechesi (Elle Di Ci, Leumann-Torino 1982) 68. 8 c) Integrando fe y vida: entrando en la experiencia Lo que se narra es algo que nace de la vida, -experiencia vivida de quien narra-, y se orienta a convertirse en experiencia y vida de quien escucha, abriendo a la posibilidad de una existencia nueva. La finalidad de la narración es, pues, entrar en la vida y dialogar con esta, no separar o alejar. En la narración, la fe adquiere voz a través de la propia experiencia. No se testimonia la fe sino desde la propia vida. Fe y vida son los dos elementos sobre los que se apoya la narración32. 2.2.2. Respecto al que narra: autoimplicación El narrador sabe que se siente llamado y comprometido a dar no una serie de informaciones sobre Dios, sino a hacer nuevamente actual la experiencia salvífica que narra por medo de su testimonio. Narrar es testimoniar, es tomar parte. Lo cual nos hace comprender que no se puede narrar como sujetos extraños o como espectadores desinteresados, sino que, por la implicación que comporta la narración, el que narra se declara «ya» salvado por la historia que ahora ofrece a otros. 2.2.3. Respecto al que escucha: valor performativo El carácter implicativo de la narración afecta no sólo al narrador, sino al que escucha la narración. La fuerza de la narración no está en la novedad de sus ideas, ni en la corrección gramatical de la construcción de sus frases, sino en la profunda llamada a transformar la vida. Quien escucha la historia narrada es empujado a la responsabilidad de una decisión creativa. La narración pide siempre una elección de vida; y por su valor preformativo nos sitúa ante la urgencia de poner por obra lo que nos ha sido relatado, y ella necesita ser contada, puesta en acto, asumida y terminada en la intimidad del oyente. 2.2.4. Respecto al estilo literario Enumeramos a continuación algunos de los elementos que contribuyen al estilo de la narración a) No fabulesco. La narración bíblica siempre hace referencia a un acontecimiento o evento salvífico, y sin esta referencia no hay narración; cosa que no ocurre en la fábula porque no está sujeta a las coordenadas espacio-temporales. En la fábula, lo que cuenta e importa es la imaginación, que es capaz de descubrir y evocar hasta llegar a tocar y afectar el interior. La narración bíblica va más lejos todavía, porque unida al acontecimiento salvífico de la historia, hace que éste sea capaz de salvar otra vez. b) No meramente informativo. El objetivo que persigue la narración no es la mera información para satisfacer la curiosidad del que escucha, sino mover a una transformación de vida. La narración, sin negar la base histórica, no se queda jamás en la detallada referencia de los hechos, sino que pretende ir siempre mucho más allá, quiere mostrar la profundidad vital y la actualidad de lo narrado. La narración no es, por tanto, ocasión para difundir información, sino para evocar. c) Evocativo. La cualidad evocativa de la narración es la capacidad de llegar a la realidad más profunda del hombre, a su dimensión afectiva y emotiva. Lo 32 «No sabe narrar de amores quien no ha amado; de sufrimiento quien no ha conocido el dolor. Todo narrador auténtico vuelve a dar vida a la experiencia narrada, reproduce la historia, recrea el evento. Sus palabras no atañen sólo a las personas a quien habla, sino también a sí mismo. Por esto provoca un encuentro y ofrece al que escucha una ocasión de renovación» (C. MOLARI, «Natura e ragioni», 19). 9 narrado hace de significante, la llamada y la decisión a transformar la vida es el significado hacia el cual apunta la narración. Este significado no ha sido impuesto desde fuera, sino que el mismo destinatario lo ha construido como algo de su propia vivencia y existencia. Por la evocación, el destinatario se encuentra y reconoce a sí mismo en lo que se está narrando, percibiendo ésta como una llamada, una responsabilidad a la decisión. La evocación no da conclusiones hechas, sino que el interlocutor las construye él mismo. d) Invitación a percibir la salvación de Dios. La finalidad de la narración es religiosa, trata de evocar el actuar salvador de Dios en el pasado y en el presente de nuestra propia vida. Todo esto se traduce, claro está, en el lenguaje y en el texto. Este debe ser capaz de despertar un sentimiento religioso que, abriendo nuestros ojos y corazón, nos disponga a dar gracias al Dios que actúa y salva en la historia. e) Lenguaje breve, simple, animado poéticamente. Destacamos en primer lugar, la fuerza de la palabra directa, la cual revela las sugestiones y el arte «más escondido». Esto pide, en segundo lugar, el uso de un lenguaje concreto, que vehicula verdades concretas y no se pierde en afirmaciones genéricas. Es además un lenguaje breve, y por ello no exagera ni se prodiga en detalles psicológicos: la narración bíblica es generalmente sobria al respecto. Es importante simplificar el vocabulario, intentar ir a lo esencial del mensaje. El lenguaje narrativo es claro, y aunque el objeto del discurso religioso es el Misterio, no por ello, su lenguaje debe ser «misterioso» o no claro. Se evita el sentimentalismo, habla en modo tan simple y natural que el hombre aprende en él a encontrarse y comprenderse. El leguaje narrativo está, finalmente, animado por un aire poético. Es sobre todo lenguaje el que es capaz de tocar y percibir lo profundo del misterio, a sentir lo extraordinario en lo ordinario; nos deja vislumbrar los resplandores de un misterio; nos lleva a la novedad, al espacio de lo posible. La poesía dice con palabras cautivadoras el significado escondido de lo narrado, nos introduce en el corazón de la realidad a través de los senderos de la recreación; apunta hacia una realidad nueva, a escuchar bajo las palabras el significado profundo de la vida; nos abre a la maravilla, a contemplar a Dios fuente de inspiración, de amor, de hospitalidad, más allá de nuestros miedos, de nuestras dudas, de nuestro aislamiento y de nuestras luchas. La poesía saca de la «rutina», nos lleva «más lejos» de lo que está escrito, o de lo que se ha oído, y casi a modo de balbuceo, nos comunica la experiencia más profunda e indecible del hombre, la de su encuentro con Dios33. 33 Cf. H. HALBFAS, Linguaggio ed esperienza nell’insegnamento della religione (Morcelliana, Brescia 1970), principalmente en las pp. 184-202, donde establece una interesante relación entre la poesía y la revelación. 10