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(…)
S
i en el año 2006 el tema era el «Arte público», Integración
y resistencia en la era global permite ahora ampliar más
en el abordaje artístico y sus múltiples direcciones,
abriéndose a un campo ampliado mayor, más incluyente y
tan cautivador como escurridizo. Y nunca en mejor momento, pues la crisis financiera reciente ha dejado al planeta patas
arriba, a sabiendas de que una ecología del dinero bien supera
ya la necesidad de orden del sistema económico neoliberal.
(…) La Bienal de La Habana se muestra a través de tres frentes expositivos: la amplia y fragmentada fortificación del
Morro y de La Cabaña, que abriga el mayor número de muestras en celdas/salas, la mayoría de las veces intercomunicadas; la utilización de centros culturales más significativos de
La Habana (Centro Wifredo Lam, Fototeca de Cuba, Casa
de las Américas, Centro de Desarrollo de las Artes Visuales,
Pabellón Cuba, Museo Nacional de Bellas Artes), y su misma
cartografía urbana (el centro histórico, preferentemente el
Vedado y los fuertes).
ARTESUR No.II
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En este contexto espacial, las ciento setenta y una participaciones artísticas individuales de cuarenta y cinco países, de muy
diversa índole y condición, representaban una abarcadora
muestra de diversidad y de aproximaciones estéticas, con destaque para Latinoamérica y África. Constituyó un verdadero
ejercicio urbano su recorrido y la asistencia, a veces casi simultánea, a otras acciones, performances y encuentros. La presencia latina performática de Guillermo Gómez-Peña jugaba con
la interactividad comunitaria, cuyo ápice más público, el de
Tania Bruguera (Centro Wifredo Lam), fue tan político como
algo naif (el palenque con micrófonos abierto al público, cargado de metáforas cubanas de santería y oficialidad, ya era en
sí un riesgo abierto). Por otro lado, Ronald Duarte, de Brasil,
aportó en un lugar cargado de muerte,
un foso del fuerte, su sintonizado performance Nimbo/Óxala, de resultados
también casi catárticos.
en la que el intervencionismo visual ya es moneda de uso, gesto
gastado, costumbre y hábito, retórica y redundancia con deseos
de semantización algo adocenada, y que difícilmente puede tener alguna eficacia. Sabotaje estético diferente el de Marcos
López (iconográfico y cultural) o el de Diego Bianchi (con instalación de marcas-detritus). O el video perverso y cómico sobre las lecciones del mercado, en voz guaraní, de Erika Meza y
Javier López. Por suerte, las obras de Luiz Simões, Lluis Barba,
Lucía Madriz, Nicolás Quintanilla, Ismael Randall–Weeks o
Humberto Díaz parecían leer diferentes sinuosidades ontológicas en su visualidad conectada con nuestro tiempo, pertinentes
visiones críticas en juego. Como también Rafael Hierro Rivero
o Julio Cuaresma, con obras producidas muy objetualmente.
También sorprende en este contexto el número de maquetas,
juguetes, miniaturas, objetos; artesanado elevado a otra po-
Adolfo Montejo (Madrid, España, 1954). Poeta,
crítico y comisario independiente. Ha participado en diversas publicaciones monográficas
sobre artistas brasileños (Waltercio Caldas,
Artur Barrio, Arthur Omar, Miguel Rio Branco y Nelson Leirner, entre otros) y es autor de
libros sobre Anna Bella Geiger y Regina Silveira. Fue editor de la revista DASartes (20082009), de Río de Janeiro. Recibió el Premio Mário Pedrosa 2009 de Ensayo de Arte (Fundação
Joaquim Nabuco/FUNARTE - Ministério de Cultura do Brasil).
LUIS SIMOES (Brasil)
Electronicosa, 2009 / Lambda print en duratrans montada en metacrilato y
placas de circuitos electrónicos en caja de luz / 120 x 234 cm
Irónicamente, uno de los mainstream estéticos –hay varios– es precisamente la
iconografía visual que hibridiza signos y
se hace arte sociológico. Y en los varios
peligros se encuentra la fuerte semejanza visual –mimetismos con los medios de
comunicación, propaganda. De hecho,
muchos de los artistas que utilizan/abusan de la simbología comercial capitalista para desmitificar ingenuamente este
sistema, presentan una estética déjà vu
Entre la integración
y la resistencia Adolfo Montejo Navas
Paradójicamente, el campo fotográfico en sí muestra una baja
de producción, excepciones hechas para un maestro como Fernell Franco (Colombia) en la Fototeca, que presenta una serie
de secas y desnudas imágenes, Amarrados, las que superan el
reportaje y se aproximan a una estética documental conceptual. De igual forma, para una lírica agreste (coincidente con
trabajos de Christo-Jeanne Claude), que se dimensiona más en
una fotografía aplicada, intervenida en Susana Arwas (propaganda ecológica), en el uso intervenido en Garaicoa, o en las
hechiceras imágenes de dos mundos (color y blanco y negro) en
La Habana transtemporal de Liudmila y Nelson.
Dentro de las numerosas video-instalaciones se destacaban
Minette Vari (con Quake, 2007, se ofrecía una suerte de espejismo visual urbano y figuracional); Chen Xiayoun (con Love
you, Big Boss, 2008, una orquesta callejera mal interpretaba el
JEAN - ULRICK DÉSERT (Haití - Alemania)
Santuario de la Divina Negra No. 1, 2009
Detalle de la instalación interactiva
Dimensiones variables
himno estadounidense en un teatro vacío); Artemio Narro
(con Hollywoodpedia, 2005, aparecían doce televisores con
fragmentos apropiados de filmes a la manera de verbetes,
desde amor a vida); Boris Groys (Thinking of Loop, 2008, un
video-collage epifánico) o Adrián Paci (Centro di permanenza
temporanea, 2007, de una violencia identitaria casi metafísica).
También se hace sintomático el valor que se concede a los
trabajos colectivos –un signo de que la mitificación individual no es razón prioritaria–, a los talleres, e, incluso, a los
homenajes. Entre ellos, el Taller Cátedra Arte de Conducta, de Tania Bruguera, constituye una copiosa experiencia
educativo-artística que ya viene ofreciendo frutos independientes. Los colectivos Lalimpia (Ecuador) o Bisagra (México) garantizaban esa noción plural, aunque muestras como
Latitudes: tierras del mundo (Francia) o El maíz es nuestra vida
(México) dejasen mucho que desear. Este lado deficitario no
se sentía en Tales from The New World (Pabellón Cuba), exposición con trabajos atinados sobre la percepción vía satélite,
concretamente propuestas donde el mapa, terráqueo o urbano, se contemplaba como protagonista: mapa manipulado de
Satomi Matoba o intervención pública textual
de M. Victoria Portelles.
(…) De hecho, la presencia cubana, valiosa en
su conjunto –si se exceptúa una cierta influencia
que Carlos Garaicoa produce por la representación de arquitecturas, maquetas, esquemas
constructivos, imaginarios urbanos, etcétera–
aprovecha la Bienal y la ciudad de La Habana para
colocar cuestionamientos que abrigan reflexión
temporal y crítica, ciudad y lenguaje. Saben
acertar en el blanco: la pintura comic-futurista
de Douglas Pérez, la instalación sobre identidad de Alexander Beatón, los dibujos metafísicos de Ángel Delgado, o la sucinta instalación
de cajas de música con los nombres de las cinco
deidades en Braille / partitura de Glenda León.
El encuentro de esta décima edición en La Habana vuelve a posicionar este tipo de evento en una
tesitura valiente y desafiadora; como una contraprogramación, como diría Nicolás Bourriaud. Y
en plena época de bienalización de la cultura, y
también de bienales en crisis, la tensión/dilema
del tema escogido enmarca mucha de la producción artística contemporánea que no quiere ser
alienada en su sentido más extenso, que no quiere
mantenerse en el mero feudo de la circulación comercial que el mercado siempre rebaja. La potencia simbólica del arte contemporáneo está más en
juego que nunca y llena de trampas. La verdadera
tensión artística está en ese alambre que significa
atravesar los dos vacíos que atraen, el de la mera
forma absolutista y el de la ideología vía comunicación. Crear otra semántica equidistante y crítica con el referente y el lenguaje no es fácil; Camnitzer lo expresa en su último silogismo.
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IDENTIFÍQUESE
tencia desusada (por escala, desplazamiento, hibridismo), a la
búsqueda de una simbología estética que muchas veces no se
alcanza. Hay un porcentaje, 25 ó 35, de trabajos así ofrecidos
que merecen algún tipo de olvido.

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