Si el grano de trigo no muere queda infecundo pero

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Si el grano de trigo no muere queda infecundo pero
Si el grano de trigo no muere queda infecundo pero si muere da mucho fruto.
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Domingo, 01 de Abril de 2012 12:06 -
Homilía del Obispo Mons. Rafael cob García en la Eucaristía por el Funeral de la misionera
Laura Cascos, el 31 de marzo 2012.
Querida familia de nuestra hermana Laura, misioneros y misioneras de nuestra Iglesia del
Vicariato de Puyo, amigos y cuantos nos acompañan en este momento que ofrecemos a Dios
la eucaristía de acción de gracias por la vida de la Hna. Laura, a la vez que la despedimos de
esta tierra en la que ella vivió como peregrina hacia la patria celestial donde nos aguarda.
hoy la acogemos en nuestra familia del VAP, desde su tierra natal de Riobamba hasta su
nuevo hogar Puyo donde ella expresó que la gustaría descansar después de su muerte, pues
es para nosotros un gozo recibir su cuerpo aquí donde ella se sintió como en su propia casa.
Laura, una misionera que con su entrega abnegada, generosa e incansable trabajó en la viña
de su Señor, el mismo que la ha llamado para decirla, sierva buena y fiel, pasa al banquete de
tu Señor. Nadie sabemos el dia y la hora en que el Señor nos llamará, pero que bueno que
cuando nos llame y quiera llevarnos con El, nos pueda encontrar con nuestras manos llenas de
buenas obras y nuestras maletas preparadas, seamos jóvenes o seamos ancianos. Para Dios
no cuenta la edad, sino la vida que hemos hecho hasta ese momento en esa edad, 50 años,
medio siglo de vida puede parecer poco, Jesús murió joven 33 años, murió como nos dice el
evangelio cuando el Padre Dios tenía su hora, nadie tiene permiso para adelantar o atrasar
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ese momento.
En este medio siglo de vida que Laura vivió, hemos podido ver y compartir el trabajo misionero
que realizó con su opción de vida como misionera al servicio de los pobres en nuestro
Vicariato de Puyo, concretamente en la parroquia indígena de Sara yacu de esta selva
ecuatoriana.
Con una actitud de humildad, sencillez y caridad, sabiendo que la presencia del misionero con
su testimonio de vida es la mejor predicación que se puede hacer, es lo mas importante estar,
acompañar, encarnándose en la realidad que la toco vivir. Con un corazón misionero, para el
que no cuenta el tiempo y las horas, todo es una ofrenda a Dios, caminando por las trochas y
senderos, llevando la paz y el amor de Dios. Cuidando del cuerpo y el alma de sus prójimos,
haciendo de doctora poniendo inyecciones o dando una medicina a cuantos acudían a ella por
falta de salud, preparando en la catequesis a los niños a los jóvenes o a las parejas, para
cuando el misionero itinerante o el Obispo entre, estén preparados para recibir la gracia de los
sacramentos, presidiendo y animando cada domingo la celebración de la fe del pueblo. Ese
fue su trabajo y un trabajo agradable a los ojos de Dios y del prójimo.
El pueblo de Sarayacu testigo de su vida, reconocerá el bien que les hizo y sufrirá la ausencia
de quien les amó hasta dar su vida como Jesús.
Allí hizo de madre de tantos hombres y mujeres, de niños, jóvenes y ancianos que llamaban a
la puerta de la misión pidiendo su servicio, ella hizo de párroca y maestra, de vecina y amiga
con quienes la conocieron, pudieron ver su rectitud y cariño una gran trabajadora en la viña del
Señor, haciendo las cosas, solo por amor a Dios y pensando en los demás más que en si
misma.
Al final de sus días Dios le dio la prueba del dolor y la enfermedad que en corto tiempo le dio
paso a la eternidad. Cuantas veces la hemos visitado tanto en la misión de Sarayacu como en
su enfermedad, diremos que ha sido una mujer que se identifica con las palabras del libro de
la sabiduría, la mujer fuerte y fiel en los momentos de soledad y en los momentos de
encuentro, su fe y su esperanza con un corazón maternal de amor al projimo llenaron su vida.
Y como yo escribía en la muerte de un misionero al que tanto he querido que dio su vida en
Africa, “los misioneros no mueren, porque su testimonio ejemplar en esta tierra les hace
revivir“ sembraremos su semilla que dará fruto abundante y del tronco de su ejemplo brotarán
nuevos tallos de cristianos para Dios.
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Laurita en los momentos duros de su enfermedad me decía: ¿no se que más quiere Dios de
mí? yo la invitaba a ponerse en las manos de Dios Padre, solo eso es lo que Dios quiere de
nosotros, en los momentos duros del sufrimiento, como horas de misterio que no
comprendemos ,no es fácil dejarse en sus manos, dejarse guiar, aceptar su voluntad y decir
como Jesus en la cruz: ”en tus manos encomiendo mi espíritu”.
Laura como Jesús, moría en un viernes, en que recordamos como decía Jesús, que debemos
ser el grano que muere en el surco para resucitar en frondosa espiga, a las puertas de iniciar
mañana la Semana Santa, Laura se nos adelantó al cielo para vivir esos grandes misterios
que vamos a celebrar en la tierra, y Dios la invitó a vivir su Pascua, el paso de la muerte a la
vida por la fe en Cristo resucitado, pasando allá en ese cielo donde no hay luto ni llanto ni
dolor.
Pidamos a Dios que habiendo perdonado con su misericordia sus faltas y habiendo purificado
su vida, nos reúna a todos un día en su compañía. Que la familia misionera demos gracias a
Dios por el testimonio misionero que nos ha dejado Laura, que continuamos en esta dura
tarea de la evangelización, de trabajar en la viña del Señor, allí donde el nos llama y donde
debemos florecer, no buscando nuestra gloria sino la de Dios, sirviéndole en todo momento,
para que donde él está, este también su servidor. Le sigamos como discípulos misioneros
para que todos nuestros pueblos tengan vida plena en Jesús.
Laura descansa en paz de todos tus trabajos y fatigas, de tus preocupaciones y dudas, de
todos tus sueños y deseos, descansa en la paz del Señor y ruega desde el cielo por esta
Misión de Puyo, tu nueva familia, para que haya misioneros y misioneras fieles que sigan la
obra comenzada. Sembrando en esta selva amazónica ecuatoriana la fe el amor y la
esperanza que tanto necesitan nuestros pueblos a los que Dios Creador y Salvador se
quiere dar a conocer cada día en las penas y alegrías a través de esos mensajeros divinos
que son los misioneros.
Mons. Rafael Cob García
OBISPO DE PUYO
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