05-04-05-Políticos-vitalicios
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05-04-05-Políticos-vitalicios
Políticos vitalicios Nicolás Lynch La discusión reciente sobre la posibilidad de que los ex presidentes de la República vuelvan a tener el derecho a ser senadores vitalicios, presente en la Constitución de 1979, ha despertado el rechazo de distintos sectores sobre la base de argumentos falsos. Se dice o se sugiere que habrían determinados ex presidentes o próximos a serlo con interés en la senaduría vitalicia porque esto les daría inmunidad hasta la muerte, es decir, no podría tomárseles cuenta jamás de alguna tropelía que hubieran cometido durante su gobierno. Creo que aquí se confunden gravemente las cosas. Se rechaza la idea de la senaduría vitalicia tanto por el tema de la inmunidad, que ciertamente tiene a la base las malas experiencias de las últimas décadas, como porque en el fondo hay también un rechazo de los ciudadanos a los viejos políticos que nunca se jubilan y cuya permanencia en la vida pública es prácticamente igual a su edad biológica. Esta baja rotación de las élites afecta la posibilidad de renovar la representación política, necesidad que se ha hecho urgente ante los despropósitos que vemos todos los días en las alturas. Sin embargo, siendo estos argumentos importantes dejan de lado otro argumento fundamental que es la responsabilidad de los jefes políticos de participar en el debate público en el foro por excelencia y espacio de toma de decisiones al respecto que es el Congreso. Es más, en el caso de los ex presidentes al país le interesa de manera especial su concurrencia por la experiencia, buena o mala, que tuvieron en el ejercicio de la primera magistratura de la nación. Respecto al tema de la inmunidad parlamentaria se podría establecer un estatus especial, que les dé una inmunidad restringida para permitirles responder por los problemas que hubieran existido en el ejercicio de la función presidencial. A propósito de la responsabilidad de los jefes políticos hay otro mecanismo, también presente en la Constitución de 1979, que se debería restituir. Me refiero a la posibilidad de que los candidatos a la Presidencia de la República también sean candidatos al Senado y/o al Congreso. Esto garantizaría que los líderes que no salgan elegidos a la Presidencia tengan una alta posibilidad de ser elegidos parlamentarios. Esto se negó en la Constitución autoritaria de Fujimori con el argumento pueril de que la doble postulación era la búsqueda de un premio consuelo, olvidándose sus autores que el propio Fujimori la usó en la elección de 1990. De la misma forma que en el caso de la senaduría vitalicia esta medida también permite la presencia de los líderes en las cámaras legislativas, obligándolos a hacer política de cara a la ciudadanía. La contraparte de estas propuestas es la situación actual en la que los jefes políticos, como Alan García, Valentín Paniagua, Lourdes Flores o Fernando Olivera no están en el Congreso. Esta situación promueve la falta de transparencia en la vida política e incita a que las decisiones se tomen fuera de la luz pública, en conciliábulos de los que nada sabe la ciudadanía. Paradójicamente, creo que tener a los líderes en el Congreso los haría más fiscalizables y aumentaría la velocidad de rotación de las élites políticas que tanto reclama la ciudadanía, es decir, los llevaría, en promedio, más rápidamente a su casa. No confundamos entonces políticos vitalicios con senadores vitalicios. Los primeros pueden ser, en la mayor parte de los casos, muy nocivos para la democracia, los segundos, en cambio, necesitamos exprimirlos para que le brinden al país todo lo que saben y así construir una mejor democracia.