Grado 6, Unidad 3, Semana 1 - Tesoros - Macmillan/McGraw-Hill

Transcripción

Grado 6, Unidad 3, Semana 1 - Tesoros - Macmillan/McGraw-Hill
Conexión con el hogar
Ejercicio de palabras
Queridos familiares:
PALABRAS DE VOCABULARIO
capataz
rechinar
vigoroso
empleado
regordearse
desafío
PALABRAS DE ORTOGRAFÍA
exhalación
anexo
convexo
excusa
existir
luxación
tórax
Ximena
extremo
inflexión
máximo
mexicano
saxofón
Xavier
indexar
No siempre suena igual. Vamos a escribir las palabras
de la lista en dos columnas. En una pondremos aquellas
palabras en que la x suene como j y, en la otra, las
demás. Luego, por turno, las deletrearemos.
© Macmillan/McGraw-Hill
¡A representarlo! ¿Puedes hacer que adivine una
palabra sin decirme nada? Vamos a turnarnos para
escoger una palabra y, luego, jugaremos a las charadas
o la representaremos para que el otro adivine. Podemos
usar un método o el otro, según cómo resulte más fácil
expresar la palabra.
(doblar aquí)
alegremente
florecer
satisfacer
¿Por qué algunos cuentos son tan buenos que
pueden ser narrados una y otra vez? Todas las culturas
tienen fábulas que se transmiten de
generación en generación. Esta
semana estamos leyendo Juan
Verdades, una nueva versión de un
relato que ha sido contado y vuelto
a contar innumerables veces en
México. El ambiente es interesante,
pero son los personajes y el argumento
los que hacen que el cuento sea
verdaderamente memorable. De hecho,
el mismo relato podría estar situado en otro lugar y,
si bien el efecto emocional sería diferente, el tema de
la fábula no cambiaría. Estoy aprendiendo a analizar
cuentos desde diferentes perspectivas.
Destrezas de la semana
Comprensión: Personajes, ambiente, argumento
Vocabulario: Partes de las palabras: sufijos
Ortografía: Palabras con x, x como j
Nombre
135
Extraña ficción
• Escribe una palabra para cada elemento de la lista.
Luego, agregaremos nuestras propias palabras para
completar el cuento.
• Al leerlo en voz alta, escucharemos cómo nuestras
opciones cambian el relato.
A. nombre femenino:
B. adjetivo:
C. profesión:
D. ciudad:
E. nombre masculino:
F. verbo de acción:
G. ciudad:
H. adverbio:
era una muy
(A)
(B)
. Vivía en
.
(C)
(D)
Un día,
se mudó al
(E)
lado. Él era también un vecino inusual, ya que le
gustaba
todos los días. Por
(F)
supuesto,��
y
(A)
se enamoraron. Para su luna
(E)
de miel viajaron a
y
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se divirtieron
(G)
tanto que decidieron mudarse allí. No
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es preciso
decir que vivieron
por siempre.
(H)
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Los buenos escritores manejan el ambiente, los personajes
y el argumento con mucho cuidado. Sus opciones hacen
que los relatos sean divertidos e interesantes. Vamos a
escoger algunas opciones al azar para escribir un cuento
realmente extraño.
Resumir
Personaje
Ambiente
Argumento
¿Cuál es el estado de ánimo
de Benny mientras viaja
en dirección sudoeste al
© Macmillan/McGraw-Hill
Comprobar la comprensión
comienzo del cuento? ¿Cómo
cambia a medida que avanza
el cuento y por qué? ¿Cómo
cambian los sentimientos de su madre?
Usa la Tabla de resumen para resumir los principales
acontecimientos.
Los secretos de
Pensar y comparar
escribir su autobiografía? ¿Por qué el hecho de encontrar
los documentos familiares la ayudará a escribir?
(Analizar personaje, ambiente y argumento)
2. ¿Qué tipo de reliquias, escritos, fotografías, etc.
conservas de tus antepasados? ¿Qué revelan estos
objetos sobre quiénes fueron, de dónde vinieron y en qué
época vivieron? (Sintetizar)
3. Nombra algún elemento que nos permita aprender sobre
el pasado. (Algunos ejemplos son: herramientas, objetos
de arte, ruinas, momias, libros, relojes, construcciones y
fotografías.) ¿Por qué elegiste ese? Describe qué podemos
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1. En tu opinión, ¿por qué la madre de Benny quiere
aprender a partir de él. (Evaluar)
20
Old Mesilla
Becky Cheston
ilustraciones de K. E. Lewis
Contenido
Capítulo Uno. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2
Capítulo Dos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5
Capítulo Tres. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8
Capítulo Cuatro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
Epílogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 18
Comprobar la comprensión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 20
Si Benny Stone hubiese podido saber lo que sucedería,
probablemente estaría ansioso por llegar a Old Mesilla.
Pero, en cambio, se sentía muy incómodo. El asiento del
auto le daba calor y lo hacía transpirar más, la camisa le
picaba y deseaba estar de regreso en su casa.
A su mamá le pasaba algo completamente diferente.
Mientras más se alejaban de Minneapolis, más se relajaba.
Era como si descargara peso a medida que avanzaban en
dirección sudoeste, con la capota del convertible baja.
De repente, señaló algo.
—¡Mira! ¡Ahí está!
En el asiento trasero, Rey, el labrador retriever negro
de Benny, se dio vuelta obedientemente mientras el viento
hacía que una oreja le golpeara la cara.
© Macmillan/McGraw-Hill
20 de noviembre de 1854
Hoy nuestro pequeño pueblo va a hacer historia. Diez
millones de dólares han pasado a otras manos. México
puede ser más rico, pero aquí, en Old Mesilla, tenemos
un nuevo hogar: Estados Unidos. En cualquier momento,
el general estadounidense Sam Garland y el general
mexicano Ángel Trías firmarán la compra Gadsden.
Para el final del día, el valle de Mesilla y una porción de
30,000 millas cuadradas a lo largo de la frontera mexicana
dejarán de pertenecer a México y pasarán a manos de
Estados Unidos. Las banderas de ambos países ya flamean
en la plaza...
Los exploradores llegaron a un lugar con piso de
tierra compacta. Las luces de las linternas dejaron ver
una habitación pequeña, amoblada con un viejo sofá, un
escritorio de madera, una silla y un armario bajo.
Benny deslizó la puerta corrediza del armario.
—¡Mira, mamá! —exclamó asombrado. En el interior
había papeles sueltos, carpetas de cuero y periódicos
amarillentos.
A pesar de que la luz era tenue, Benny pudo ver el
destello de entusiasmo en los ojos de su mamá. Ahora
tendría muchas historias familiares. Y él también.
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Capítulo Uno
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2
Quince minutos más tarde, ya habían husmeado
debajo de los listones flojos del piso de madera y
descubierto una puerta trampa de metal de tres pies
cuadrados. Intentaron abrirla, pero no podían ni moverla.
Ataron una cuerda resistente a la argolla y tiraron juntos
hasta que lograron levantarla, con un chirrido a oxidado.
Por un momento, sorprendidos al ver ese agujero oscuro,
se sentaron a su alrededor a contemplarlo. Enseguida
Benny corrió a buscar a Carla y Cole localizó a su padre,
que trajo al tío Bob, linternas y más cuerdas.
El papá de Cole, Carla y Benny se ataron cuerdas a la
cintura y descendieron por la escalera, mientras Cole y
Kip los alumbraban con linternas y el tío Bob aseguraba
las cuerdas.
© Macmillan/McGraw-Hill
6 de mayo de 1902
Hoy, para mi cumpleaños, Isabel, mi yerno Francisco
y mis tres nietos me regalaron un armario de cedro para
que guarde mis escritos. Lo construyeron en el taller de
Francisco y tiene dos estantes y una puerta corrediza. Mi
querida Sofía también participó en esto, a pesar de que,
cuando los papeles se acumulan, me amenaza con tirarlos
al fuego. Pero Isabel me comprende, porque ella conserva
tesoros de su infancia y sabe que mis palabras son mis
tesoros. No soy un hombre rico, qué otro legado puedo
dejar más que estas palabras...
Al costado del camino se veía un gran cartel:
—Bienvenido a Nuevo México, tierra de encantos
—leyó Benny antes de dejarlo atrás.
No se quejaba porque ver a su mamá tan sonriente
y relajada daba sentido al viaje. Bueno, casi. Aún podía
nombrar unas diez cosas que preferiría hacer durante el
verano en lugar de pasarlo en un pequeño pueblito del
sudoeste, pero aceptaba el desafío.
—Estás ansiosa por ver la vieja casa, ¿no, mamá?
—Realmente sí, estoy ansiosa —dijo Carla Díaz-Stone,
inclinándose para alborotar el cabello de su hijo, que ya
estaba muy despeinado.
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Epílogo
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Benny envidiaba el entusiasmo de su madre. Después
de publicar tres novelas, trabajaba en su autobiografía
y estaba atascada. Sí, padecía un auténtico caso de
bloqueo mental. Las ideas no le fluían y no podía escribir.
Esperaba que este viaje le trajera toneladas de recuerdos
de familia, pero ¿era necesario que él la acompañara?
Benny se recostó y estudió el extraño escenario.
Tierra seca y endurecida, cactus, juncias desaliñadas y, de
tanto en tanto, un álamo decorando el terreno. Nada que
ver con la maleza y los bosques densos que bordean las
carreteras de la parte central de Estados Unidos.
Benny miraba por la ventana y leía los carteles
de salida a medida que avanzaban. Entrecerraba sus
ojos para leer los nombres: Tucumcari, Santa Rosa,
Albuquerque. Ese le sonaba familiar.
—¿A qué distancia estamos? —preguntó Benny a
su mamá.
—Nuevo México es un estado grande, cariño
—respondió Carla—. Y Old Mesilla está bien al sur, casi
al límite de la frontera.
A Benny no le gustó oír eso.
—Lo que significa...
—Aproximadamente dos horas. ¿Quieres que nos
detengamos para almorzar?
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4
—¡Aquí! —gritó Benny.
—Tengo que hablar contigo —dijo Kip mientras
entraba en la habitación precipitadamente—. ¡Tengo
una idea! —En ese momento se le enganchó la zapatilla
en un hilo suelto de la alfombra. Kip se fue deslizando
y enredando en la alfombra hasta que ésta quedó
amontonada en el rincón.
—¿Estás bien? —le preguntó Benny.
—Sí —respondió Kip, rechinando los dientes—.
Lamento lo del piso. —Una de las tablas del piso de
madera se había astillado y se veía un corte de unas
seis pulgadas.
—Quizá podamos pegarla —dijo, mientras trataba de
poner la tablita rota otra vez en su lugar—. ¿Qué es eso?
—Parece un anillo —contestó Cole—. Levántalo.
Benny lo intentó, pero el anillo estaba unido a
algo. Pudieron ver una placa de metal debajo del piso
de madera.
—¡Oigan, no es un anillo! —dijo Cole—. Es la argolla
con la que se abre una puerta trampa. Quizá sea la
antigua entrada al sótano.
—¡Lo sabía! —se regodeaba Kip—. Era lo que trataba
de decirte antes de caerme. Isabel, en la nota, decía que
enterraba sus cosas para resguardarlas, “como lo hace
mi padre”.
—¿Crees que Orlando Díaz escondía sus documentos
bajo tierra? —preguntó Benny.
—Hay sólo una manera de saberlo —contestó Kip, y
sus ojos brillaban de entusiasmo.
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—Pero Orlando Díaz, el padre de Isabel, era escritor
—comentó Kip—. ¿No dejó notas, cartas y ese tipo de cosas?
—No queda nada de la vieja oficina del periódico —dijo
Carla, negando con la cabeza—. Y nadie encontró nada aquí.
—Quizá no estén en un lugar obvio —señaló Benny.
—¡Claro! —dijo Cole—. ¿Y si hay un escondite secreto en
algún lugar de la casa?
—Eso suena como un buen argumento de ficción
—contestó Carla, revoleando los ojos, mientras comenzaba a
levantar la mesa.
A partir de ese momento, Benny y Cole (y Kip) se
apegaron a la idea de que los escritos de Orlando Díaz
existían. ¡Qué bueno sería encontrarlos! Era el material
auténtico de los antepasados de Benny, que su mamá
necesitaba para el libro. Y para su inspiración.
Pero, después de una semana, la búsqueda no había
arrojado ningún resultado.
—Tiene que haber algo que nos hayamos olvidado de
revisar —dijo Cole.
—¿Qué haría ahora un detective o un arqueólogo? —se
preguntó Benny.
Oyeron a Rey y Polo ladrando en el patio y se asomaron
por la ventana. Vieron a Kip con su uniforme de la liga de
béisbol infantil y, enseguida, se sintió el portazo de la puerta
mosquitera.
—¿Benny?, ¿Benny?
12 de febrero de 1862
Ha pasado casi un año desde que los confederados se
apoderaron de Mesilla. Observo con mucho detenimiento
al coronel Baylor, nuestro gobernador autoproclamado,
mientras se pasea de una punta a la otra del cuartel
cercano a la plaza. Para nadie es un secreto que al
hombre le agrada el lugar, pero yo no confío en él. Quizá
otros crean en los billetes del confederado, pero yo no.
Sin embargo, temo por lo que pueda sucederle a los
comerciantes si Mesilla vuelve a manos de la Unión...
—No puedo creer que este restaurante esté todavía
aquí —Carla terminó el último bocado de su taco y tomó
un largo sorbo de limonada—. Pero, aparentemente, hay
muchas tiendas nuevas en Santa Rosa.
Benny había terminado su chile y estaba estudiando el
mapa de la zona de Santa Rosa que aparecía en su mantel
individual.
—Manantiales naturales en Blue Hole: la capital
del buceo en el Sudoeste. Eso suena interesante. O
estas viviendas en los acantilados —comentó Benny—.
¡Un momento! Justo aquí está la tumba de Billy the
Kid. ¡Fíjate!
—Podemos visitar todos esos lugares si lo deseas,
Benny —dijo su mamá—, pero primero nos instalaremos
en Old Mesilla. Tenemos todo el verano por delante.
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Capítulo Dos
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—No me lo recuerdes —refunfuñó Benny.
—¿Sabes? —dijo Carla—. Billy the Kid fue juzgado
y sentenciado en mi pueblo natal, en el tribunal del
condado. Ahora lo han convertido en una tienda de
objetos sobre él.
—¿Una tienda de obsequios? ¿Para un forajido
tan conocido?
—Hay mucho de historia en Old Mesilla —Carla se
puso de pie y pagó la cuenta—. Ya verás.
Afuera, Rey dormía a la sombra. Cuando salieron
Benny se arrodilló a su lado y desenvolvió un buen trozo
de pan de maíz que le había guardado en una servilleta.
Se lo puso adelante y sacudió vigorosamente hasta la
última migaja de la servilleta. De inmediato, Rey se
despertó y tragó la delicia. Benny se rió: Rey era capaz de
devorar lo que fuera.
13 de abril de 1881
Hoy Billy the Kid fue finalmente sentenciado a muerte
por los delitos que cometió. Dio su consentimiento para que
yo lo visite más tarde, en la prisión, pero no le concederá
más entrevistas al Newman Semi-Weekly de Las Cruces.
“Newman me ha tratado muy mal”, dijo en la corte. “Pero
creo que el News está siempre dispuesto a brindarles a los
lectores las dos caras de la historia.” Tengo la sensación de
que aún no hemos oído la última palabra sobre Billy...
Llevaban 11 días en el lugar y lo acontecido hasta
el momento satisfacía por completo las expectativas de
Benny. A pesar de que no había tenido ganas de venir,
ahora se estaba divirtiendo. Pero su mamá lo preocupaba:
el entusiasmo de los primeros días se había desvanecido
rápidamente y continuaba sin poder escribir.
—Cuando escribo ficción, los argumentos surgen
fácilmente. Quizá no pueda escribir mi autobiografía —les
decía una noche, mientras cenaban. Benny había invitado
a Cole y Carla había insistido para que Kip también se
quedara—. Pensé que aquí encontraría mucho sobre lo cual
escribir, pero todos los recuerdos parecen haber muerto
con mis antepasados.
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6
Capítulo Cuatro
Todos permanecieron un momento en silencio,
maravillados al escuchar el antiguo relato. Luego
Kip gritó:
—¡Polo! Devuélveme el sombrero.
Benny vio que Kip era una niña. ¡Kip era una niña!
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Querida Madre Tierra:
Hoy te entrego mis objetos más preciados para que
los guardes en un lugar seguro, como hace mi padre. Él
me dijo que ese hombre malvado, Billy the Kid, escapó de
prisión y tengo miedo de que robe mis cosas. A mi muñeca
le gusta que le canten, su nombre es María.
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—Vamos, mamá, ¿qué dice? —preguntó Benny. Carla
leyó en voz alta:
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—¡Bueno, chicos! —dijo Carla—. ¡Vuelvan al auto!
Benny no podía creer que su madre no hubiese vuelto
a Nuevo México desde que se casó con su padre. Se habían
conocido en la Universidad de Minnesota, donde ambos
enseñaban inglés. Cuando se divorciaron, hacía tres años,
Benny pensó que ella querría regresar al Sudoeste. “Si yo
hubiera hecho eso, tú no podrías haber crecido junto a tus
padres”, le contestó al niño cuando le preguntó sobre esto.
Carla se quedó, siguió trabajando como docente de tiempo
parcial y como escritora mientras Benny vivía una semana
con su papá y otra con ella. Si bien no era la vida perfecta,
tampoco estaba tan mal. Los padres tenían un trato cortés
entre ellos y Benny valoraba eso.
Viajaron el resto del camino con la capota del
convertible extendida para protegerse del sol. En un
momento, Benny pasó al asiento trasero, donde se quedó
dormido con la cabeza apoyada en la peluda barriga
de Rey. Soñó que se sumergía en los manantiales de
Blue Hole y Billy the Kid, con una máscara de buceo, lo
perseguía a caballo. En el fondo del lago estaba su casa
de Minneapolis, ¡si tan sólo pudiera llegar a ella! Un
grupo de tacos nadaba a su lado y su cara estaba muy,
pero muy mojada. Al abrir los ojos comprobó que sólo se
trataba de la lengua de Rey, que lo lamía para despertarlo.
Y allí estaba su mamá que parada frente a él, susurraba
alegremente:
—¡Llegamos!
Era extraño caminar por la casa que había pertenecido
a la familia de su madre durante casi 200 años. Su tía
María, que vivía en Albuquerque, ayudaba a mantenerla
y a menudo pasaba los fines de semana en ella. Benny fue
directo a investigar la heladera: la tía María había dejado
una nota de bienvenida y muchos comestibles.
Benny reparó en lo fresca que se mantenía la casa a
pesar del calor. Es que estaba hecha de adobe, que son
ladrillos de lodo y paja. Benny llevó su equipaje a la
habitación de atrás, donde dos grandes ventanas daban a
un pequeño patio. Al correr las cortinas, Benny vio a Rey
husmeando la tierra.
¡Un momento! Era un labrador, pero color chocolate
oscuro, no negro. Vio a Rey investigando el lugar detrás
de este perro. También, a un niño en pantalón corto, que
parecía de su edad y lo saludaba con la mano.
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1º de abril de 1881
Un acontecimiento triste golpea hoy a Old Mesilla.
Desde la compra Gadsden hemos disfrutado de una
gran prosperidad como uno de los principales centros
de transporte y comercio del Sudoeste y con orgullo
reivindicamos una estación central para la línea de
diligencias de Butterfield. Pero hoy el progreso nos dejará
de lado, ya que el primer tren del Ferrocarril de Santa Fe
llegará a Las Cruces...
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Capítulo Tres
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8
—¡Aquí hay algo! Mami, mira eso —Benny se
arrodilló y sacó tierra con las manos hasta que apareció
un objeto amarronado.
—Se parece a... no sé, a un trozo de cerámica —dijo
Carla. Benny levantó un jarrón de boca ancha y se lo dio
a su madre con cuidado. Estaba descascarado en partes
y tenía una gran grieta de arriba a abajo. Carla lo giró y
de su interior cayeron un cepillo de hueso tallado y una
antigua muñeca cosida a mano.
Benny recogió el cepillo.
—Tiene algo escrito del otro lado —dijo—. Por Isabel
Pilar Díaz.
—Déjame verlo —dijo Carla y le arrebató el cepillo—.
Isabel Pilar... esa era mi bisabuela.
—Oigan, ¡miren esto! —Cole había descubierto dentro
del jarrón un trozo de pergamino amarillento. Se lo
entregó a la mamá de Benny diciendo: —Cuidado, está
casi roto ahí, en los pliegues.
Los tres se sentaron con las piernas cruzadas sobre la
tierra mientras Carla desdoblaba el papel lentamente.
—Isabel escribió esto, está en español —dijo, y por un
minuto leyó en silencio.
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Benny saltó. Cole y Kip lo siguieron hasta donde Rey
y Polo estaban cavando, muy vigorosamente, un enorme
pozo. Con los hocicos en el suelo, rascaban la tierra muy
deprisa y la desparramaban en todas direcciones.
—Basta de cavar, perros, ¡BASTA DE CAVAR!
Cada vez que uno de los niños tomaba a su perro del
collar, el otro saltaba y lo liberaba. Mientras tanto, Kip
salió del pozo con una pelota roja.
—Estaban tratando de enterrar esto —dijo y tiró la
pelota. De inmediato, los perros corrieron tras ella.
Recién entonces Carla y los niños pudieron
inspeccionar el daño.
—Es un hueco realmente gigante
—dijo Benny. Cole corrió a su casa y regresó con un
par de palas. Se dispuso a rellenar el pozo, pero Benny
lo detuvo.
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Benny corrió hacia la cocina y salió por la puerta
trasera. El niño extendió su mano y dijo:
—Soy Cole Sullivan. Vivimos al lado.
—Soy Benny Stone. Veo que ya conociste a Rey.
¡Chócala, muchacho! —indicó Benny a su mascota. Rey le
ofreció la pata a Cole.
—Este es Polo; bueno, Apolo en realidad —dijo
el vecino.
—Así que Apolo —dijo Benny riéndose—. Podría
tener algún apodo disparatado.
—¿Algo así como “Apolo T. Cuido”?
—Pensaba en “Apolo T. Largas” —dijo Benny y los dos
se rieron—. ¿Ese es tu hermano? —preguntó. Un niño
muy delgado, de unos nueve o diez años, se asomaba por
la cerca del patio.
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10
Cole se dio vuelta.
—Definitivamente: no. Es Kip, que está a punto
de IRSE.
—Vamos —lloriqueó Kip—, yo también tengo derecho
a ver al nuevo vecino —exclamó y arrojó una pelota roja.
Los perros corrieron tras ella.
Benny y Cole se sentaron en la galería de ladrillos.
—Si dejas que Kip merodee, dentro de muy poco
tendrás una sombra —le advirtió Cole. Benny se rió.
—No estoy seguro de que pueda hacer otra cosa este
verano —dijo y le contó a Cole por qué su mamá y él
habían hecho el viaje.
—Estoy trabajando un poco con mi papá, pintando
casas y ese tipo de cosas —comentó Cole—. Estoy seguro
de que podría tener otro empleado de tiempo parcial.
El padre de Cole tenía una compañía de remodelación.
Había un capataz de vacaciones y los trabajos se le
estaban acumulando.
Kip aún se asomaba por la cerca del patio mientras
Cole le contaba a Benny que su familia se había mudado
a Old Mesilla desde Houston, en Texas. Habían venido de
vacaciones cuando él tenía cinco años y a sus padres les
había encantado el pueblo. El padre pensó que teniendo
a Las Cruces a sólo cinco millas al norte y a El Paso,
en Texas, a sólo 40 al este, su empresa de remodelación
podría florecer. Y así sucedió.
La madre de Benny interrumpió a los muchachos.
—¡Ya tienes dos nuevos amigos! —exclamó, contenta.
Pero al darse vuelta gritó: —Benito, ¡los perros!

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