Amor joven, consagración y afectividad a la luz del corazón de Cristo

Transcripción

Amor joven, consagración y afectividad a la luz del corazón de Cristo
AMOR JOVEN, CONSAGRACIÓN Y AFECTIVIDAD
A LA LUZ DEL CORAZÓN DE CRISTO
Sofia Ureta
“Durante la juventud, emerge la gran riqueza afectiva que hay en sus corazones, el deseo
profundo de un amor verdadero, maravilloso, grande. ¡Cuánta energía hay en esta capacidad de
amar y ser amado! No permitan que este valor tan precioso sea falseado, destruido o menoscabado
[…] les pido que se rebelen contra esa tendencia tan extendida de banalizar el amor […] les pido que
sean revolucionarios, les pido que vayan contracorriente”1.
Estas fueron unas de las palabras que el Papa Francisco dirigió a los jóvenes en preparación a
la siguiente Jornada Mundial de la Juventud, que tendrá lugar en Cracovia. El tema central de su
carta es el amor. Se dirige a los jóvenes como un padre que conoce las profundidades de los
corazones de sus hijos: una búsqueda intensa de amar y ser amado, de un amor bello, verdadero y
eterno.
Pero surge la pregunta ¿Por qué el Papa considera este tema como algo prioritario a tratar
con los jóvenes? Se puede intuir que la razón es la siguiente: esta generación padece una
emergencia afectiva2. En el mensaje a los jóvenes, Su Santidad afirmó que este valor tan precioso del
amor y de la afectividad ha sido falseado, destruido, menoscabado3 y es necesario devolverle la
belleza, la verdad, la bondad.
En esta cultura, donde el amor ha sido banalizado muchas veces, el Señor sigue llamando
jóvenes a la vida consagrada. Muchas de ellas, por gracia de Dios han escuchado en sus almas la voz
de Jesucristo que las invita a dejarlo todo, para unirse a Él “compartiendo su total oblación al Padre y
a los hermanos”4 por amor. Y han respondido a este llamado, pidiendo ser admitidas en tantas
familias religiosas.
Pero una vida de total oblación al Padre y a los hombres no se improvisa. Se necesita
recorrer un camino hacia la libertad en el amor para vivir en esa oblación a la que Jesucristo la invita.
Es por eso que este trabajo tiene como objetivo describir el camino afectivo que la joven
consagrada ha de seguir, para adquirir los mismos sentimientos de Cristo, “asimilando cada vez más
el Espíritu de Cristo, de compartir más intensamente su don de sí mismo al Padre y su servicio
fraternal a la familia humana”5.
1
FRANCISCO, Mensaje a los jóvenes con motivo de la próxima Jornada Mundial de la Juventud de Cracovia
en el 2016, Vaticano 31 de enero 2015.
2
J. I. MUNILLA AGUIRRE, “La evangelización de los jóvenes ante la emergencia afectiva”, ponencia del Congreso
Nacional de Pastoral Juvenil, Valencia 3 noviembre 2012, en http://infocatolica.com/?t=ic&cod=13122, 24 de
abril 2015.
3
C.f FRANCISCO, Mensaje a los jóvenes con motivo de la próxima Jornada Mundial de la Juventud…
4
Cf. CONGREGACIÓN PARA LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA Y SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA, Elementos esenciales
de la doctrina de la Iglesia sobre la vida religiosa dirigidos a institutos dedicados a obras apostólicas, n. 45.
5
Ibid.
La joven, como hija de su tiempo, viene influenciada por concepciones erróneas del amor y
por esas mismas ha sido herida. Necesita recorrer un camino de transformación interior, que la lleve
a sanar lo más profundo de su ser, para luego atreverse a amar con todo lo que ella es, hasta ir poco
a poco amando con el mismo Corazón de Cristo6.
Para describir este proceso de transformación, dividiremos el trabajo en tres apartados. El
primero tiene como objetivo referir la dimensión afectiva de la joven actual: el llamado ontológico
que tiene de amar y ser amada, la manera característica de la mujer de expresar el amor y cómo
éste llamado ha sido ofuscado por diversos hechos, invitando a la joven a vivir una vida afectiva
desvinculada del verdadero amor, desfigurando así el verdadero rostro del llamado de amar y ser
amada.
La joven que describiremos y que decida comenzar un camino vocacional serio necesitará
renacer para poder vivir en total oblación al Padre y a los hombres, ya que ha sido engañada y
seducida por falsos profetas. Para ello necesitará un modelo seguro al cual contemplar para luego
asumir sus rasgos. Por esta razón, en el segundo apartado nos detendremos a describir cuál es este
modelo que debe contemplar, amar y seguir para ir dejando atrás al hombre viejo, dando vida al
hombre nuevo (cf. Ef 4, 22-24).
En el tercer apartado desarrollaremos el camino que la joven ha de emprender para la
trasformación de sus afectos, sentimientos, motivaciones, revistiéndose así progresivamente de los
mismos sentimientos de Cristo (cf. Rm 13, 14).
I. DIMENSIÓN AFECTIVA DE LA MUJER
VOCACIÓN AL AMOR
La creación del hombre encuentra su origen en el Amor de Dios. Se podría decir que Dios
Padre, al crear al hombre, a diferencia de la creación de todo lo demás que muestra tener una
sucesión natural, “parece detenerse antes de llamarlo a la existencia, como si volviese a entrar en sí
mismo para tomar una decisión: Hagamos al hombre”7. Contemplando a la creatura dentro de sí, se
deja cautivar por ella, amándola hasta tal punto que le dona la existencia8. La amó y la creó. La
creación del hombre tiene origen en un acto de amor de Dios.
El modelo de la creación del hombre es Dios mismo, puesto que antes de crear al hombre,
Dios busca “el modelo y la inspiración en el misterio de su Ser […] De este misterio surge, por medio
de la creación, el ser humano: Creó Dios al hombre a imagen Suya: a imagen de Dios le creó”9.
6
Cf. JUAN PABLO II, Vita Consacrata, n. 75.
JUAN PABLO II, Audiencia General, Vaticano 12 de septiembre 1979.
8
Cf. SANTA CATALINA DE SIENA, Il dialogo della Divina providenza, 13, en CIC, n. 356.
9
JUAN PABLO II, Carta a las Familias, n. 6.
7
El hecho de que haya sido creado a Su imagen y semejanza ¿Qué consecuencias trae en el
hombre? Nos puede servir en este momento dirigir la reflexión hacia la Trinidad Santa. La Trinidad es
comunión de personas, comunión de amor, donde “el Padre está todo en el Hijo, todo en el Espíritu
Santo; el Hijo está todo en el Padre, todo en el Espíritu Santo; el Espíritu Santo está todo en el Padre,
todo en el Hijo"10, en pocas palabras podemos decir que Dios Uno y Trino es Amor (cf. 1 Jn 4, 8). El
amor pertenece a la vida íntima de Dios, es la esencia de la vida trinitaria. Por lo tanto, al crearnos a
Su imagen y semejanza, Dios ha dejado inscrito en el corazón del hombre lo que es más Suyo: el
Amor. El amor entonces es un llamado existencial, ontológico, que lo hace capaz de ser don para los
demás.
Este llamado de existir para los demás lo lleva a vivir en comunión con sus hermanos,
viviendo los unos para los otros. Nos dice el Génesis al respecto: "No es bueno que el hombre esté
solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada” (Gn 2, 18). ¿Qué quiere decir esto? “No que Dios los haya
hecho a medias e incompletos - sino que - los ha creado para una comunión de personas, en la que
cada uno puede ser ayuda para el otro […] y complementario”11.
Podemos concluir que “Dios ha creado al hombre a Su imagen y semejanza: llamándolo a la
existencia por amor, lo ha llamado al mismo tiempo al amor”12. La vocación al amor, por lo tanto, es
una “exigencia ontológica y ética de la persona”13. El hombre no podrá llegar a plenitud de su ser si
no es “en la entrega sincera de sí mismo a los demás”14.
CUERPO COMO EXPRESIÓN DE LA INTERIORIDAD
Dios, al crear al hombre, no sólo le donó el alma, sino que además le concedió un cuerpo.
Pero esto no es una realidad doble o triple, sino que una única realidad: corpo et anima unus.
Es cuerpo que “está animado por una realidad interior a él: el espíritu”15, es espíritu que se
manifiesta y puede ser sujeto activo en la sociedad por medio de su cuerpo16. Podemos decir
entonces que si el hombre tiene inscrito en sí el llamado ontológico a amar, éste ha de comprender
tanto su alma como su cuerpo.
Este llamado a ser don sincero de sí posee características propias según la condición de
hombre o mujer. El mismo cuerpo nos habla de cómo cada uno está llamado ello. Es por eso que
siguiendo el objetivo de este trabajo nos detendremos a profundizar en las características
observables del cuerpo femenino, para luego reflexionar sobre las consecuencias que esto trae en su
psicología y en su estilo de manifestar y expresar su llamado al amor.
Contemplando el cuerpo de la mujer, podemos destacar tres características: espacio, vida y
nutrimento, que marcarán luego la expresión de su femineidad y su capacidad de amar.
10
Concilio de Florencia, año 1442, en DS 1331.
JUAN PABLO II, Mulieris Dignitatem, n. 7.
12
JUAN PABLO II, Familiaris Consortio, n. 11.
13
JUAN PABLO II, Mulieris Dignitatem, n. 29.
14
Ibid., n. 7.
15
G. TOBAR LOYOLA, Mujer y Corporeidad, Universidad Finis Terrae, Santiago de Chile 2013, 14.
16
Cf. Ibid.
11
a. Espacio:
El espacio está relacionado con sus órganos genitales. Éstos al ser internos, llevan a la mujer
a acoger dentro de sí el órgano masculino en el acto sexual y a gestar dentro de sí al feto por un
espacio de nueve meses.
Esta realidad física y biológica es expresión de su capacidad de ser lugar donde los seres
humanos “encuentren un nido, un lugar humano donde se puedan sentir protegidos de la realidad
externa, tantas veces percibido como peligrosa”17. También se refiere a su llamado de ser custodia
de los valores, de hacerlos permanecer en el tiempo, de mantenerlos a la luz en medio de las falsas
ideas que quieren penetrar conciencias. También de su necesidad de saberse amada, de recibir
amor, para luego entregarse en amor y ser fecunda, en otras palabras: la esponsalidad, como recibir
el don del otro y maternidad, como fruto del amor recibido y correspondido.
b. Vida:
Quiere decir que la mujer tiene inscrito en su cuerpo la capacidad de dar a luz a una nueva
vida. Y este dar a luz va acompañado por la experiencia del dolor, del derramamiento de sangre, del
sacrificio extremo que lleva a la posibilidad de morir para dar una nueva vida. Vida y dolor van de la
mano en la mujer.
De aquí se desprende en la mujer la capacidad de testimoniar el sufrimiento como algo
constitutivo en la vida de todo ser humano. No como algo que acaba en el dolor mismo, sino “como
momento significativo, pero no como momento conclusivo de nuestra historia”18, testimoniando así
que “el dolor pasa, pero el haber sufrido queda”. Queda la felicidad de ver que el dolor ha traído
vida al mundo (cf. Jn 16, 21), alegrías más profundas, certezas más enraizadas.
El contacto con el sufrimiento también trae consigo la capacidad oblativa en el amor y de la
empatía con los demás: de dar respuestas concretas a las necesidades y al dolor humano, de intuirlo
y responder.
c. Nutrimiento:
A nivel físico-biológico está relacionado con la capacidad de alimentar al bebé en el vientre,
a través del cordón umbilical y luego, al nacer, amamantarlo gracias a las glándulas mamarias.
Desde una perspectiva psicológica, se dice que la capacidad de nutrir se vincula con la
“relación”, es decir, “el hacerse comida, puede ser entendido en sentido más amplio, como
capacidad de donar a la creatura humana el sostén necesario a la subsistencia física y psicológica”19.
Al hablar de subsistencia psicológica se refiere a “nutrir con amor” al hombre, para que éste pueda
17
F. IMODA, Antropología Interdisciplinar y Formación, EDB, Boloña 1997, 35.
Ibid., 41.
19
Ibid.
18
desarrollarse sanamente, pues “privada de la relación, la creatura humana no es verdaderamente
tal: es la relación lo que crea humanidad”20.
EL AMOR HA SIDO HERIDO
Hasta ahora hemos hablado de la persona y de su llamado ontológico a amar, del cuerpo
como expresión de ese don y la particularidad de ser mujer en la expresión del amor. Pero no
podemos olvidar que desde un inicio de la creación, cuando el hombre y la mujer ceden a la
tentación, “las consecuencias se hacen notar enseguida en las relaciones consigo mismos, de los
unos con los otros, con la naturaleza. Y son dramáticas […] la tentación del poder, del tener y el
deseo del placer a toda costa los lleva”21 a una vida de búsqueda personal, buscando la felicidad en
los falsos profetas, que los llevarán a la angustia y soledad.
Uno de estos falsos profetas son las llamadas que el mundo hace a los hombres. Brevemente
nos dedicaremos a poner a la luz estos engaños que atraen al corazón herido del hombre, viendo las
consecuencias que trae especialmente en la mujer joven.
a. Sociedad sin Padre:
El feminismo, entendido como movimiento de autoliberación, buscó sacar a la mujer de la
“prisión en la que habían sido recluidas, mediante los medios de comunicación, la propaganda, la
cultura popular y también la voluntad de poder masculina”22. Pero llegó a un extremo tal que llevó a
muchas mujeres a convertirse en una especia de “feminazis”23, donde se despreciaba la figura del
hombre en la sociedad, queriendo asumir los roles de ellos, intentado quitar al sexo opuesto el
poder y control.
Esto trajo como consecuencia una “Sociedad sin Padre”, buscando así que la figura del padre
desaparezca y con ello todos los beneficios que este aporta en la educación de los hijos. Estos
beneficios los sintetizamos en: dar identidad al hijo e introducción en un camino de responsabilidad.
El padre ayuda al hijo a formar su propia identidad, ya que está llamado a convertir a la
madre en un tú para el hijo. Su función se coloca de antípoda de la madre. “Sin él, la madre formaría
una sola cosa, indisoluble, con el hijo, impidiéndole alcanzar su autonomía y acercarse a la realidad
[…] – está llamado a - desatar los lazos que unen a madre e hijo […] debe incitar al niño a tomar
iniciativas y a aspirar a su propia autonomía. […] debe ayudar a la configuración de su identidad
sexual”24.
Por lo tanto, a la luz de una sociedad sin padre, comprendemos la crisis de identidad e
inseguridad en la que muchas jóvenes se encuentran. Falta la figura paterna que les recuerde su
propia identidad sexual, y que reafirme luego su valor ante los demás; que las lleve a hacer
20
Ibid.
FRANCISCO, Mensaje a los jóvenes con motivo de la próxima Jornada Mundial de la Juventud…
22
P. J. CORDES, El Eclipse del Padre, Biblioteca Palabra, Madrid 2003, 16.
23
Ibid., 19.
24
Ibid., 31-32.
21
experiencias de autonomía, para reafirmarse en su ser mujeres; que las lleva a tomar decisiones por
sí mismas, configurando así su propia personalidad femenina.
Una de las manifestaciones de esta falta de identidad e inseguridad se manifiesta en el
narcisismo. ¿Qué se entiende por narcisismo? necesidad de que constantemente otros nos estén
confirmando y aprobando. “Está ligado a la hipersensibilidad, a la absolutización de los sentimientos
y temores, a la percepción errónea de que todo en la vida gira en torno a uno mismo”25.
La ausencia de esa figura paterna, llamada a confirmar la identidad de la hija, crea en la
joven una cierta “ansiedad” de que los demás la confirmen. Va mendigando aprobación para
sentirse segura ante sus pares. Esta falta de identidad manifestada en el narcisismo, lleva muchas
veces a herir las relaciones y el llamado al amor: se busca que todo gire en torno a uno, por lo que
los demás y sus necesidades son olvidadas; tiene dificultad de comprender al otro, de ser empática,
ya que se lee la realidad en torno a los propios deseos, heridas, necesidades.
El padre es también aquél que introduce a los hijos en un camino de responsabilidad,
marcado por la inserción de los hijos en las reglas de comportamientos, en el conocimiento de las
consecuencias de los actos y el respeto a los demás. Por lo tanto, al anular al padre, se anulan las
reglas y con ellas la bondad que éstas traen para el camino de madurez del hombre.
La regla lleva a experimentar la frustración y el límite y con ello enseña a “contener”
situaciones difíciles. Pero al suprimirla: se suprime también los límites. Sin límites no se genera el
deseo. Sin deseo, se crea una generación individualista que vive para saciar su yo personal y se
adormece su llamado a la trascendencia de ellos mismos.
Al aniquilar las reglas, también se aniquilan las consecuencias: por lo tanto, sólo se mira el
momento presente y se olvida que también la vida está ligada a otros.
b. Revolución sexual:
Retomando el tema de feminismo, las mujeres, cansadas de experimentarse como “objeto
sexual” , se mostraron luego como dueñas de su vida sexual, alejándose de toda visión tradicional
de la sexualidad, para liberar el cuerpo según instintos y deseos. Una de las consecuencias que esto
trajo a nuestras jóvenes es la de una visión fragmentada de la vida afectiva y sexual, reduciéndolo a
la mera actividad genital, como un producto más de consumo, como algo que no tiene leyes ni
finalidades, ni otra razón de ser que no sea el ejercicio gratificante y lo que a éste va unido”27.
Desvinculándola así de la manifestación del don sí, de la capacidad de recibir, acoger, cuidar, dar
seguridad, estabilidad.
26
c. Sociedad de mercado:
25
J. I. MUNILLA AGUIRRE, “La evangelización de los jóvenes ante la emergencia afectiva”…
P. J. CORDES, El Eclipse del Padre…, 17.
27
A. CENCINI, Por amor, con amor, en el amor, Sígueme, Salamanca 1999, 139.
26
Que hace esclavos a los jóvenes, ya que ayudada por la publicidad “exige ampliamente la
satisfacción de los deseos inmediatos”28, transformando “a los ciudadanos en consumidores”29.
Exaltando así el mundo de las emociones, sensaciones, pasiones, porque se busca saciar y consumir
lo que el cuerpo o sensibilidad piden.
Una de las consecuencias que esto trae en los jóvenes lo encontramos en el campo
relacional: miedo al compromiso en relaciones. El mundo de hoy, al querer hacer desaparecer el
esfuerzo y el sufrimiento, busca anular la capacidad de sufrir por amor, propia de la mujer. Pero no
podemos olvidar que sin esfuerzo y sufrimiento, no hay compromiso en las relaciones, porque éstas
exigen muchas veces el sobreponerse a uno mismo, a estados de ánimos, a situaciones difíciles, para
salvar la relación.
d. Consumismo:
Estas jóvenes, que rara vez han hecho la experiencia de que algo les falte, pueden caer en la
tendencia a creer que todos los deseos están llamados a cumplirse, dejando de lado la capacidad de
sufrir por obtener cosas que se aman, anulando así la capacidad de soportar la ausencia de algo. “Al
no haber hecho la experiencia de la falta, de la cual se elaboran los deseos, los jóvenes son indecisos
e inciertos y por ello les cuesta diferenciarse y destacarse de los objetos primarios para vivir la
propia vida”30.
Ante este panorama recién expuesto, podemos deducir que “los desequilibrios que sufre el
mundo moderno están relacionados con aquél otro desequilibrio más fundamental que tiene sus
raíces en el corazón del hombre”31. El corazón, constantemente invitado a privarse del verdadero
amor, va perdiendo poco a poco la semejanza con Su Creador, porque de alguna manera se aleja del
amor. La mujer, entonces, va opacando la belleza de su capacidad de amar y ser amada, porque
muchas veces no actúa impulsada por el principio unificador del amor.
Esta mujer con tantas cualidades y competencias, pero hiperestimulada y con profundas
heridas en su femineidad y corazón, es la que hoy toca la puerta de tantos conventos, monasterios,
comunidades, pidiendo ser admitida, porque dentro de ella se ha encendido una llama del
verdadero amor que la lleva a querer trascender. Es la llama del amor de Dios que está removiendo
esta tierra tantas veces seca, para modelar ese barro y hacerla una creatura nueva. A continuación
veremos cuál es esta nueva creatura que Dios espera formar en sus hijas
II. MODELO ANTROPOLÓGICO DE REFERENCIA
28
T. ANATRELLA, El mundo de los jóvenes: ¿Quiénes son? ¿Qué buscan?, publicada en un encuentro en
preparación de la Jornada Mundial de la Juventud en Colonia, Roma 2003, en
http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/laity/Colonia2005/rc_pc_laity_doc_20030805_panatrella-gmg_sp.html, 24 de abril 2015.
29
Ibid.
30
Ibid.
31
JUAN PABLO II, Gaudium et Spes, n. 10.
Por la herida del pecado el hombre ha perdido la semejanza con el Creador. Se ha vuelto
incomprensible incluso para él mismo. Es por esto que Cristo, verdadero Dios y verdadero Hombre,
vino al mundo, para revelar al hombre quien es el hombre. Para devolverle la dignidad de hijo de
Dios. Él dijo sobre sí mismo: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14, 6) y “aprendan de Mí que
soy manso y humilde de corazón” (Mt 11, 29).
Por este motivo, en Cristo, el Nuevo Adán, vemos la nueva creatura que se ha de formar en
cada una de estas jóvenes. Su Corazón es el modelo de referencia al cual ha de tender todo camino
de transformación, es el fin que toda mujer consagrada ha de perseguir: “asumir cada vez más con
mayor profundidad los mismos sentimientos del Hijo, compartiendo su total oblación al Padre y a los
hermanos”32.
¿Cuáles son esos sentimientos que anidan en el Corazón del Hijo? esta pregunta nos lleva a
una reflexión previa y a preguntarnos ¿Qué sentimientos albergan en el corazón humano? porque
sólo así sabremos cuáles son los afectos y sentimientos que Cristo invita a reproducir en el propio
corazón.
Vemos que en el corazón existen sentimientos de tipo no espiritual y de tipo espiritual. Los
no espiritual se dividen en sentimientos físicos (se caracterizan por ser experiencias relacionadas con
el cuerpo), sentimientos psíquicos no espirituales (estados de ánimos, tiene como características
principales el ser transitorios, poco profundos, fugaces, “más subjetivos, están radicados más en el
sujeto”33) y pasiones (sentimientos que han llegado a grandes niveles de “exaltación”, con capacidad
de ofuscar inteligencia y voluntad).
Los de tipo espiritual son los sentimientos más nobles, más altos que una persona puede
experimentar dentro de sí, porque responden a un valor, se requiere que el objeto al cual se
responde tenga un valor para la persona.
El valor es esa “cualidad que poseen algunas realidades, consideradas bienes, por lo cual son
estimables”34. Es por eso que el objeto le repercute en la persona. Esa conformación al valor tiene
un carácter de trascendencia, pues va más allá de los apetitos naturales.
Luego de esta breve explicación sobre la esfera afectiva podemos concluir que la joven es
constantemente invitada a vivir una afectividad de tipo no espiritual. No se le presentan grandes
valores que la estimulen, que le hagan vibrar desde lo más propio de ella: su capacidad verdadera de
amar y ser amada. Más bien, los hechos mencionados en los temas anteriores parecen llevar a la
joven a vivir una afectividad que no la autotrascienda, desvinculada de ideales nobles, centrada en el
ahora, en los instintos, en necesidades fundadas por heridas que hay que sanar, en sensaciones
pasajeras y fugaces, en experimentar para saciar un vacío que anida en sus corazones.
32
Cf. CONGREGACIÓN PARA LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA Y SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA, Elementos
esenciales…, n. 45.
33
Ibid., 64.
34
“Valor” en Diccionario de la Real Academia Española, en
http://lema.rae.es/drae/srv/search?id=L3sLQtSDFDXX2Kht4uy9, 20 de abril 2015.
Por ello, si el modelo de referencia que se le propone a la joven es Cristo, asumir sus
sentimientos, será necesario que se introduzca en El conocimiento de Su Corazón. Pues este será
para ella el camino, la guía, la luz que le indicará cuáles afectos, sentimientos, ideales, valores ha de
despertar en ella, para amar y luego vivir y cuáles ha de rechazar y no secundar. Por medio del
conocimiento de Su Persona, será capaz poco a poco de descubrir cuáles son esos valores por los
cuales vale la pena dejarse cautivar para dar una respuesta de amor y adhesión.
CORAZÓN DE CRISTO
Benedicto XVI, en una de sus catequesis, dijo que el himno cristológico de San Pablo (cf. Fi 2,
1-11) es una manifestación de los sentimientos que albergan en el Corazón del Hijo, pues toda la
atención de este himno se centra en Su forma de pensar, actuar y vivir, movido por sentimientos de
amor, humildad, obediencia a Dios, entrega, misericordia, compasión35.
Este recorrido de Jesucristo que nos describe el himno cristológico, Su kenosis, Su
abajamiento, tuvo un motivo: “se humilló, se sumergió en la condición humana, en la fidelidad total
al Padre, para redimir al Adán que hay en nosotros y devolver al hombre la dignidad que había
perdido”36. Es en este contexto en que descubrimos que los sentimientos de Jesucristo que se
esconden en este himno son la respuesta a un valor: el deseo de que los hombres se salven y lleguen
a la vida eterna. Este valor, amado y acogido por Jesucristo, vemos que se traduce en una respuesta
concreta: la kenosis y los sentimientos que la acompañan.
La joven descubrirá que este himno está revelando el llamado que el Padre le hace, pues
“en realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado”37. Nos
damos cuenta entonces que Dios invita a su creatura a despertar en su corazón sentimientos
espirituales, tan elevados como son los que posee el Corazón de Cristo, hasta llegar a dar la vida en
oblación al Padre y a los hombres.
Este dar la vida en oblación no es algo extraño a la joven. No es un lenguaje que ella no
podría comprender. Aquí volvemos a una reflexión mencionada en el primer apartado:
ontológicamente el hombre y la mujer están llamados a amar. Y la mujer, de manera extraordinaria
está dotada de esta capacidad. Es parte de la estructura misma de su ser, lo tiene inscrito en su
cuerpo mismo. Lo que hace Cristo es recordarle quién está llamada a ser y le propone un camino que
la llevará a plenitud: la kenosis, por amor.
Su Kenosis, que manifiesta el amor al Padre y el deseo de salvación de todos los hombres, se
vuelve así en “símbolo y clave interpretativa del vivir y del morir por amor, de no guardarse nada
para sí, ni siquiera el amor recibido del Padre, sino de concebirse en todos los sentidos como don,
llegando incluso a entender la muerte como don y a decidir donar la propia vida”38.
35
Cf. BENEDICTO XVI, Audiencia General, Vaticano 27 de junio 2012.
Ibid.
37
JUAN PABLO II, Gaudim et Spes, n. 22.
38
A. CENCINI, Los Sentimientos del Hijo, Sígueme, Salamanca 1999, 37.
36
Es un modo especial de seguir a Jesús, porque no se le invita a seguirlo externamente. “No
se trata sólo y sencillamente de seguir el ejemplo de Jesús, como una cuestión moral, sino de
comprometer toda la existencia en su modo de pensar y de actuar. La oración debe llevar a un
conocimiento y a una unión en el amor cada vez más profundos con el Señor, para poder pensar,
actuar y amar como Él, en Él y por Él. Practicar esto, aprender los sentimientos de Jesús, es el
camino”39.
Por lo tanto, este no es sólo un modelo teológico, es también un modelo antropológico,
porque implica la conversión de los sentimientos que se esconden en lo más profundo del corazón,
porque éstos “manifiestan la parte más humana del yo, desvelan sus sueños y motivaciones, son a
menudo instintivos e inmediatos, pasajeros y fugaces, pero también pueden ser evangelizados y ser
la expresión de una conversión vital, tan estable y radical, que llega hasta los ámbitos psíquicos más
profundos de la persona y de su vida instintual y emotiva, tanto a nivel consciente como
inconsciente”40.
III. CAMINO AFECTIVO QUE LLEVA A LA TRANSFORMACIÓN DEL CORAZÓN
Para lograr un camino de transformación profundo del corazón, será necesario que desde un
inicio se proponga la vida consagrada como un dejarse amar por Dios, para luego fascinarse por la
persona de Cristo, para amarlo con todo el corazón y entregar la vida por amor. Pues la experiencia
del amor de Dios irá penetrando a la joven hasta ir evangelizando los sentimientos más escondidos
en su corazón, hasta llegar a ser incluso sentimientos de tipo espiritual de los cuales hemos hablado.
Pero hemos de tener en cuenta que “esta fascinación no se improvisa […] no cabe esperar
que un (a) joven se levante un día perdidamente enamorado de Cristo”41. Es un camino que se ha de
recorrer día a día, para ir dejando atrás al hombre viejo de modo progresivo, hasta rendirse a Su
amor.
Este camino de fascinación por su Persona está marcado por algunas etapas. Antes de
introducirnos en cada etapa, describiremos a grandes rasgos características de la juventud, ya que
nos ayudarán a comprender luego cada una de las etapas del camino afectivo liberador.
A modo general, podemos decir que esta etapa está marcada por un amor apasionado. Un
amor que va acompañado de sentimiento intenso, búsqueda del amor, lleno de vitalidad, con un
fuerte idealismo, que lo lleva a ser algo ingenuo, poco fiable, fluctuante.
A pesar de la crisis afectiva de estos últimos años y de la fijación del presente en el que
muchos jóvenes viven, en sus almas se encuentra inscrito el deseo de hacer proyectos grandes en la
vida, el creer que se es capaz de cambiar el mundo y dar forma a la realidad, el sentir que las fuerzas
son ilimitadas, un cierto rechazo al compromiso por experimentarse incondicionado42.
39
Cf. BENEDICTO XVI, Audiencia General, Vaticano 27 de junio 2012.
A. CENCINI, Los Sentimientos del Hijo…, 37.
41
A. CENCINI, Por amor, con amor, en el amor..., 891.
42
Cf. R. GUARDINI, Las Etapas de la Vida, Biblioteca Palabra, Madrid 1997, 48.
40
Las decisiones vocacionales están motivadas por el deseo de autotrascenderse e ir más allá
de la posibilidades del “yo actual”, de ese yo que limita y reduce oportunidades43.
Ahora bien, nos introduciremos en cada una de las etapas de este amor joven.
MÍSTICA DE LA EXPERIENCIA DEL AMOR DE DIOS Y ASCÉTICA DEL DESEO
El primer paso que la joven está llamada a recorrer para ir poco a poco transformando su
corazón, es la de un encuentro real, concreto, personal con el amor infinito y tierno de Dios. La
joven, herida en su afectividad, necesita la experiencia del bálsamo de Dios que sane y limpie su
corazón. Este encuentro le abrirá luego nuevos horizontes en el amor.
Las heridas que lleva en relación a su falta de identidad personal, el narcisismo que ésta le
trajo, su necesidad de ser confirmada constantemente: la hace mendiga de un amor que le dé
seguridad y sostén. Sólo el amor de Dios y las miles de formas en que éste se manifiesta, podrán
colmar los verdaderos anhelos que experimenta en su alma.
El amor personal de Dios hacia ella: un amor que sobrepasa toda medida, que no ha
merecido y del cual es simplemente depositaria, que es eterno, que ha decidido que es mejor que
ella exista a que no exista, que permanece a pesar de sus miserias44, la llevará a experimentarse
como una persona verdaderamente amable. Descubrirá que desde siempre ha sido amada y
deseada por un Buena Voluntad. Y esto le dará la seguridad, la paz, el amor, que estaba mendigando
en las creaturas.
La propia historia, los hechos vividos y otros elementos, son lugares privilegiados para
reconocer a Dios que “me ama” de manera particular y “me ama desde siempre y para siempre”. La
lectura de la propia vida, a la luz de la “memoria bíblica”, se convierte en lugar de encuentro con la
paternidad y maternidad de Dios. En ella descubrimos su paso en la propia vida: momentos
concretos en que el alma se experimentó amada, protegida, pecadora perdonada, unida a Él,
seducida por Otro en medio de su infidelidad, liberada, para darse luego cuenta de que desde
siempre ha sido objeto de su amor, blanco de su Misericordia, amada de manera única y
personalísima45.
Pero esta experiencia de su Amor, que lleva a la joven a sentirse amada, no acaba en la
joven misma, sino que le abre nuevas cumbres, la lleva a desear un cambio de vida, a un ir más allá
de los pobres límites, porque el amor la hace capaz de amar, desear y vivir por cosas más nobles.
La experiencia de Su amor le aumentará el deseo de ser totalmente Suya. Cristo atraerá
hacia sí todas las energías de ese joven corazón, y provocará el deseo de hacer algo grande con la
propia vida, aumentando así el deseo de conversión, de ser don real para Dios y los demás. Vemos
así que la experiencia de Su amor la va capacitando para amar más y mejor.
43
Cf. A. CENCINI, Por amor, con amor, en el amor..., 889.
Cf. Ibid., 891.
45
A. CENCINI, Los sentimientos del Hijo…, 109-110.
44
DE LA ASCÉTICA DEL DESEO AL ACTO DE FE
Se mencionó anteriormente que en esta etapa de la vida, la joven se siente incondicionada e
ilimitada. También vimos que la joven hoy en día tiene miedo al compromiso, por ello para optar por
algo, para decidirse con todo su corazón: esto ha de “imponerse por su evidencia incontestable”46.
Es en este momento donde se madura en el acto de fe: el fiarse en otro que sabemos que
nos ama, a pesar de que la razón muchas veces no capta el sentido de lo que se le pide o se
experimente mayor a las propias capacidades y fuerzas. Es por eso que el acto de fe va
estrechamente unido al amor: “sé en Quien he puesto mi esperanza” (2 Tm 1, 12) y por eso me fío
de Él y de sus caminos.
Para llegar a este acto de fe, movido por el amor, Cencini propone tres etapas:
a. La fe como adhesión a Otro:
“La cumpliremos y oiremos” (Ex 24, 7) fue la respuesta que el pueblo de Israel dio a Moisés
cuando él les presentó la Ley que debía regirlos. En estas palabras observamos una característica:
antes de conocer la ley, dicen que la cumplirán. Parecería que van en contra de los pasos que
comúnmente da el hombre para adherirse a algo: conoce y luego se decide.
Pero la razón por la que el pueblo respondió aquello es la siguiente: “La Torá proviene de la
luz de un rostro. La epifanía del otro es ipso facto mi responsabilidad para con él, la visión del otro es
a partir de ahora una obligación con él”47. Podemos decir, por lo tanto, que la adhesión por la fe no
encuentra su fuerza en los argumentos, sino en Aquél del cual se fía.
Retomando aquí el tema de la joven, podemos decir que ésta, al sentirse amada por Cristo y
al experimentar en su vida la necesidad de conversión, percibirá que lo primero que Cristo le pedirá
será el confiar su vida a Él, el gobierno de su ser, para que Él pueda hacer Su obra en su alma. Ante
esta invitación, la joven podrá experimentar cierta resistencia, pues ya se mencionó que parte de
esta etapa es sentirse ilimitada e incondicionada, pero la experiencia y la seguridad de Su Amor, si
es que es fuerte y profunda, la llevará a responder como el pueblo de Israel: cumpliré y oiré.
Esta respuesta de la joven estará fundamentada en la visión de un rostro que se le ha
manifestado como Amor, como Padre Providente, como Señor Misericordioso, como fiel a Sus
promesas, como Dueño de la historia y como Eterno Amante.
Esta visión de Su Rostro la llevará a experimentar que a ella le corresponde seguir los
caminos por Él propuesto, porque viniendo de Él, de un Dios que es Amor, es seguro que serán
mejores. Comprenderá por lo tanto que el acto de fe es “cada vez más relación vital, diálogo con una
46
. A. CENCINI, Los sentimientos del Hijo…, 109-110.
E. LEVINAS, Quattro letture talmudiche, Il Nuovo Melangolo, Genova 1982, 67-97.
47
persona viva, contemplación de un rostro atrayente”48; es el reconocimiento de Su voz, que “la
acoge en libertad y la sigue en obediencia”49 en el amor.
b. Fe y confianza en Su Fuerza:
Luego de que la joven acepta “cumplir y oír” la voz de Jesús, será introducida en un mundo
desconocido para ella, en el mundo del Otro, de Sus proyectos, de Sus planes, de Sus deseos, de Sus
caminos. Se podría decir que hay una nueva manifestación del Corazón de Cristo, ya que le comparte
de manera más íntima lo que Él ama y los ideales y valores por los cuales Él la invita a seguirlo.
La joven, al ser introducida en el conocimiento de ellos, será invitada a seguirlos. Este
seguimiento implicará muchas veces experimentar que superan la lógica humana, lo que es
evidente, lo que es prudente, lo que es seguro, las propias fuerzas, capacidades, cualidades,
seguridades, sentimientos, gustos, límites, experiencias50.
Pero la respuesta que la joven estará invitada a dar ante estos proyectos que superan su
mentalidad es la que dio Pedro al escuchar que Jesús le llamaba a caminar sobre las aguas: ponerse
en marcha (cf. Mt 14, 29). Es la de lanzarse, la de entregarse a empresas que parecen
aparentemente imposibles, pero no porque se crea en las propias fuerzas, sino en las fuerzas de
Aquel que “invita a caminar sobre las aguas”.
Este paso de confianza será “fuente de realización plena […] muy distinta ciertamente de la
autorrealización que es fruto de una lógica sólo apoyada en las propias dotes y certezas de éxito, y
por lo tanto, reductiva”51. Será fuente de realización porque el corazón comenzará a abrazar motivos
y valores que la trascienden, comenzará a vivir según la misión, según el llamado que Dios ha inscrito
en su corazón y que poco a poco se la va desvelando.
En esta etapa la joven comienza a descubrir que su vida realmente le pertenece a Otro. Le
pertenece a Aquel de Quien se ha fiado.
c. Fe y entrega de sí:
“He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra” (Lc 1, 38) podríamos decir que
es la cita evangélica que resume esta etapa. Se ha conocido el Amor de Dios, se ha decidido confiar
en Él, la joven ha sido introducida en Sus planes misteriosos y los ha seguido porque cree en Su
Palabra, dándose cuenta de que su vida ya no le pertenece. Ante esta realidad, la joven está lista
para percibir que en Él vive, se mueve y existe (cf. Hch 17, 28), que toda ella está sumergida en Dios.
La respuesta que debería seguir a esta experiencia es la de caer rendida al Amor.
Nos dice Bruno Forte al respecto que “según una sugerencia etimológica medieval, credere
sería lo mismo que cor dare, dar el corazón, ponerlo incondicionalmente en manos de Otro. Creer es
48
A. CENCINI, Por amor, con amor, en el amor..., 897.
FRANCISCO, Lumen Fidei, n. 29.
50
A. CENCINI, Por amor, con amor, en el amor..., 897.
51
Ibid., 899.
49
dejarse coger prisionero por el Dios invisible, aceptando ser poseído por él en la escucha obediente y
en la docilidad desde lo más hondo de su corazón. Fe es rendición, entrega, abandono, no posesión,
garantía, seguridad”52.
La joven se da cuenta de que ha sido escogida por Dios para llevar adelante un plan que no
es del todo humano y que a ella le toca dejarse planificar, modelar, guiar por Dios, ser como barro
en manos del alfarero (Jr 18, 6). El camino es el de rendirse a su amor en la entrega total de sí. A
ejemplo de María.
El miedo posiblemente aparecerá, pues indica que la joven ha comprendido la radicalidad de
su llamado. Pero es aquí donde se le ha de ayudar a recordar que la vida está hecha para “donarse”,
que la entrega de uno mismo es inevitable, es una necesidad inscrita en el corazón del hombre53.
DRAMA EXISTENCIAL Y DESCENSO A LOS INFIERNOS
Este recorrido que hemos ido desarrollando, donde se pasa de la ascética del deseo al acto
de fe, va acompañado de una gran lucha interior, porque “para desear el bien real hay que
descubrirlo primero, y luego abandonar el bien aparente”54. Es decir, la joven se encontrará en
muchos momentos ante pruebas, dificultades, atracciones del hombre viejo, debilidades, deseos
contrarios a los que Dios le propone. Ve el ideal al cual la llama Nuestro Señor, lo ama, pero al
mismo tiempo experimenta las llamadas de su naturaleza caída. Ha de ir aprendiendo, por medio de
sufrimientos muchas veces, a decir no a lo que la aliena, a lo que la repliega sobre sí misma, pero con
la mirada siempre fija en la belleza de Jesucristo y del ideal por Él propuesto.
En este punto es importante recalcar la necesidad de que la formación le ayude a dar
sentido al “drama existencial” que experimenta. Que le ayude a “esperar contra toda esperanza”
(Rm 4, 18). Que a pesar de experimentar las limitaciones (físicas, morales, psicológicas), sus miserias,
sus heridas, el sufrimiento que experimenta por la lucha entre el hombre viejo y el hombre nuevo,
no olvide que es necesario morir para dar vida.
Es aquí donde se le presenta la perspectiva pascual liberadora, que “concibe lo negativo
como una etapa hacia lo positivo, la muerte en función de la vida, la presencia en la ausencia, el
encontrarse en el perderse”55. Presentar esta perspectiva pascual es necesario, ya que la joven vive
en un mundo donde se ha exorcizado fuertemente el tema del sufrimiento y se intentó borrarlo de
la propia existencia humana. Si no se afronta esta lucha, si no se acepta como algo natural en la
existencia del hombre, como algo necesario para desarrollarse como mujer, se formaría “gente débil
y almidonada, incapaz de la mas mínima renuncia y enormemente débil en el terreno afectivo”56.
Este drama existencial, este percibir los límites, va acompañado con un “descender a los
propios infiernos”: descender a las propias pasiones, tendencias narcisistas, necesidad de poseer al
52
B. FORTE, Picolla introduzione alla vita cristiana, San Pablo, Bologna 1999, 18.
Cf. A. CENCINI, Por amor, con amor, en el amor..., 901.
54
Ibid., 902-903.
55
Ibid., 903.
56
Cf. Ibid.
53
otro, esclavitudes, pecado, heridas, reacciones violentas, inmadureces, oscuridades, etc. Es tocar la
propia herida, provocada por el pecado y por la propia libertad mal orientada.
El descenso será de gran ayuda para el camino de transformación hacia la adquisición de los
sentimientos de Cristo, ya que permitirá intervenir en mecanismos psíquicos que encadenan a la
joven, y por otro lado activará mecanismo que la llevarán a autotrascenderse57.
Pero lo más grande de este contacto con las propias oscuridades será el que la joven podrá
llegar a decir: “la salvación se anuncia donde acechó el infierno”58, ya que ha descubierto que ese
Dios, que tanto la ama, vino a sus oscuridades para traerle luz. Vino a sus heridas, para sanarlas.
Vino a sus cadenas, para liberarla. Vino a su enfermedad, para curarla. Vino a su ignorancia, para
instruirla. Vino a su dolor, para consolarla. Es aquí donde se encuentra con un Dios Vivo, un Dios que
existe y camina con ella, en ella. Es aquí donde se da un encuentro de Corazón a corazón.
CONCLUSIÓN: AMAR A UNA PERSONA VIVA
Al acabar este trabajo observamos que hay dos puntos de los cuales no se puede
prescindir en un camino de transformación afectiva si queremos que este sea profundo y perduren
los frutos en el tiempo.
Lo primero es la necesidad de que la joven, desde un inicio, sea introducida en un camino de
intimidad con su Dios, que la lleve a descubrirse infinitamente amada por Él. Esta experiencia de su
amor es necesaria por dos motivos: porque ha sido herida en su identidad y necesita que Otro se la
reafirme y porque la experiencia del amor genera a la vez mayor capacidad de amar.
Como dijimos en el primer capítulo, la joven va mendigando la aprobación de sus pares
porque ella misma no reconoce su propia identidad, no reconoce el valor que tiene por el mero
hecho de existir. Este mendigar la ha llevado a experimentar muchas veces el rechazo por parte de
los otros, llegando a veces a creer que no es digna de amor. Esta es la herida que Dios Padre puede y
quiere sanar.
La experiencia de su Amor Eterno, Misericordioso, Bondadoso, Fiel, “lento a la cólera y rico
en piedad” (cf. Sl 86, 15) la llevará a experimentarse como una persona “amable”, deseada, amada,
añorada, devolviéndole así toda su dignidad, ya que el amor hace al hombre experimentarse
respetado, valorado, como ser individual y social, con sus características propias y condiciones.
Además de la dignidad le devuelve la propia identidad, ya que es en la relación con un tú en
donde cada quien se reconoce como alguien diverso y único. Esta experiencia de saberse amada la
llevará a desear amar más y mejor, porque el amor la capacita para amar. Como dijimos en el
primero capítulo: la mujer recibiendo es estimulada a dar.
57
Cf. Ibid., 905.
Himno Liturgia de las horas, Jueves de la III semana, Vísperas.
58
Lo segundo es la necesidad de que la joven, desde un inicio, entre en contacto con valores e
ideales que la cautiven. “La misma vocación a la vida consagrada es un motivo existencial que
supone el conocimiento de los valores fundamentales de la vida y que estimula al sujeto a vivir y
comportarse en modo coherente a tales valores”59.
La joven, ante el largo y muchas veces doloroso camino de transformación del corazón,
podrá experimentar cansancio, un “sin sentido”, un rechazo a la prueba, el deseo de una vida más
cómodo, más ajustada a los criterios del mundo. Es en medio de esas experiencias donde parece ser
que los valores e ideales juegan un papel importante.
Estos serán los motivos por los cuales la joven aceptará pasar por el fatigoso camino de
purificación. Serán “necesidades superiores”, por las cuales la joven no buscará mantenerse pasiva,
sino que experimentará un impulso a cambiar de vida, a crecer, a desarrollarse, acogiendo metas
más elevadas, ideales más trascendentes.
Para esto será de suma importancia la relación que la joven mantenga con Cristo, pues las
ideas por sí solas no colman el corazón. Pueden dar impulsos, motivos, pero no llenan lo más
profundo del alma. El hombre es sobre todo un ser relacional, por lo que tarde o temprano la joven
experimentará la necesidad de amar a alguien de carne y hueso, de vivir una vida en unión íntima
con otro, de comunión profunda con otro. Los ideales y valores adquirirán solidez en su vida en la
medida en que los vea contemplado en la persona de Jesucristo, a quien ella ama.
Esta relación por lo tanto no se ha de basar en meros sentimentalismos. Sino que ha de ir a
fondo: conocer Sus motivos, Sus deseos, Sus anhelos. Cautivada así por la vida de Cristo, con el
corazón decidido de recorrer Su misma suerte, de hacerse una con Él y de abrazar los valores que Él
la invita acoger, permanecerá fiel incluso en medio de la cruz, de la aridez, de las tentaciones y
seducciones del mundo y del demonio, porque reconocerá que de ellos sólo podrán venir
bendiciones y una vida más conforme a la vida de Aquél con quien ha querido desposarse.
59
E. FIZZOTI, Psicologia e maturità…, 88.

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