Las 70 semanas de Daniel - Iglesia Cristiana Libertad a las Naciones

Transcripción

Las 70 semanas de Daniel - Iglesia Cristiana Libertad a las Naciones
Iglesia Cristiana Libertad a las Naciones
Diplomado en Biblia – Tercer Semestre
Lección 30: Profecía de las setenta semanas de Daniel
“Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la
prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y
sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos. Sabe, pues, y entiende, que desde la
salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete
semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos
angustiosos. Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por
sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será
con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones. Y por otra semana
confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda.
Después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador, hasta que
venga la consumación, y lo que está determinado se derrame sobre el desolador”. Dan 9.24-27
En el capítulo 9 de Daniel se dice que el profeta se encontraba hablando y orando, y confesando
su pecado y el de su pueblo, cuando el varón Gabriel fue a él en la tarde. Gabriel le hizo
entender dándole sabiduría y entendimiento. La profecía es contundente, pues se anuncia un
determinado tiempo para el pueblo de Daniel (Israel) y para su ciudad (Jerusalén). Recordemos
que al inicio del capítulo 9 Daniel se encontraba mirando en los libros el número de años que
duraría el castigo de Jerusalén, anunciado por el profeta Jeremías.
Haciendo la plegaria, porque ya sabía que el tiempo de la finalización de ese castigo pronto
terminaría, Daniel fue escuchado; pero por el hecho de ser muy amado le fue enviada una
revelación especial acerca de su pueblo y de Jerusalén, aunque también acerca de una serie de
eventos que tendrían lugar en relación con su pueblo y con su ciudad amada. Esos eventos nos
interesan a nosotros los habitantes del planeta, independientemente de que no seamos Israelitas
ni que vivamos en Jerusalén. Y es lógico el interés por cuanto lo que allí acontezca no será un
evento aislado del resto del planeta, pues aunque parte de la profecía ya ha sido cumplida la
parte final será cumplida en base a una serie de acontecimientos históricos en los cuales parece
que estamos viviendo.
¿Qué significa el término semana?
Como una semana consta de siete días, a nosotros nos parece poco tiempo hablar de siete
semanas. Sin embargo, para los hebreos las semanas pueden ser de siete días o de siete
años. Por el contexto en que fue dada esta profecía, y por las fechas en que se ha cumplido gran
parte de esta profecía, hemos de entender que se trata de semanas de años. 70 semanas de 7
años cada una, lo cual da un total de 490 años. No obstante, lo establecido para tu pueblo y la
ciudad santa no está pautado que suceda en un período de 490 años continuos. La profecía está
estructurada de tal forma que tres renglones de tiempo se marcan en ella como señal de ciertos
eventos que nos habrán de orientar en el campo profético.
Veamos cómo está estructurado este período de tiempo de las setenta semanas de Daniel. Es
interesante observar que existen tres renglones, o tres separaciones en las 70 semanas. Se habla
de 7 semanas, 62 semanas, y 1 semana. Alguna lógica debe tener esta estructuración que a
simple vista no pareciera ser un capricho del ángel, ni de Daniel, ni mucho menos de
Dios. Primero que nada debemos tener presente que la inquietud de Daniel gira en torno a lo que
habrá de acontecer a su ciudad amada y a su pueblo muy querido. Esa inquietud se pone de
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manifiesto cuando el mismo Daniel nos relata que estaba estudiando en los libros del profeta
Jeremías acerca de las desolaciones que habría de padecer Jerusalén, por un lapso de 70 años, y
que estaban a punto de concluir. En Daniel 9:25 el varón Gabriel comienza a estructurar el
conjunto de las 70 semanas. Nos dice que desde la salida de la orden para restaurar y edificar
a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas. Nuestra
pregunta lógica es ¿por qué razón Gabriel no integró de una vez las 7 semanas con las 62
semanas, diciéndonos sencillamente 69 semanas? La respuesta podría estar en que el primer
período de 7 semanas marca algunos eventos de importancia tal que se separan de otros eventos
que también tienen relevancia enorme, pero que se habrían de cumplir en el período
subsiguiente de las primeras siete semanas. Además, podríamos inferir que este hecho de
separar las 7 semanas de las 62 semanas siguientes anuncia que el tercer período del tiempo
pautado para el pueblo de Daniel y la ciudad santa, la semana final de la profecía, tiene eventos
marcados como trascendentes.
La historia nos muestra que Ciro, el rey de Persia, conquistó Babilonia poco después de que
Gabriel diera su anuncio a Daniel. Eso también está profetizado en el libro de Isaías 45:1-7,
pues Ciro haría una obra de liberación al pueblo de Dios al permitir el retorno de los
exiliados. Y en el año 536 a.C. Ciro dio la orden para el inicio de la reconstrucción del templo
de Jerusalén. En el libro de Esdras, capítulo 1 vemos que se dice que En el primer año de Ciro,
rey de Persia, para que se cumpliese la palabra de Jehová por boca de Jeremías, despertó
Jehová el espíritu de Ciro rey de Persia, el cual hizo pregonar de palabra y también por escrito
por todo su reino, diciendo:…Jehová el Dios de los cielos me ha dado todos los reinos de la
tierra, y me ha mandado que le edifique casa en Jerusalén, que está en Judá. Pero ese despertar
de Jehová fue el inicio preparatorio para que el pueblo judío se fuese animando poco a
poco. Lo demuestra el hecho de que posteriormente hubo dos decretos más que se ubicaban en
el mismo sentido. No obstante, cada decreto era una especie de recordatorio y de acatamiento
del anterior decreto y se referían fundamentalmente al templo.
Esos otros decretos fueron registrados también en el libro de Esdras, capítulos 6 y 7. Uno fue
promulgado por Darío (cap. 6) y el otro por Artajerjes (cap. 7). Estos decretos autorizaban la
reconstrucción del templo pero no hablaban de la reedificación de la ciudad. Si nos fijamos en
lo que dice Esdras en el capítulo 4, veremos que los judíos habían empezado la reconstrucción
de la ciudad, pero sin permiso real, asunto que les valió la suspensión del permiso otorgado
para reconstruir el templo. De esta forma quedan descartados estos tres decretos como
marcadores de la fecha de inicio del cumplimiento de las setenta semanas proféticas.
Pero es Nehemías en capítulo 2:1-8 quien registra el decreto de Artajerjes, hecho en su
vigésimo año de gobierno, en el cual se concede, por primera vez –si comparamos con los tres
decretos precedentes- el permiso para la reedificación de la ciudad de Jerusalén. Es este decreto
el que marca la fecha del inicio de las setenta semanas, y se encuentra ubicado en el año 445
a.C., precisamente en el mes de Nisán judío, equivalente al mes de Marzo. Según los
historiadores y cronólogos seculares –no eclesiásticos ni judaicos- este decreto persa fue
promulgado el 1 de Nisán, o lo que es lo mismo el 13 de Marzo.
El decreto nació allí y con ese decreto nacía el conteo regresivo de las setenta semanas reveladas
a Daniel, setenta semanas determinadas sobre el pueblo de Daniel y sobre la santa ciudad de
Daniel (Jerusalén) para terminar la prevaricación, poner fin al pecado, expiar la iniquidad,
traer la justicia perdurable, sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos. La
manera en que están propuestas y desglosadas las setenta semanas, en siete, sesenta y dos y una
semana, tiene también el significado de querer mostrarnos que en esos períodos particulares de
tiempo se deben cumplir una serie de eventos que conducirán inevitablemente a otros
eventos. En otros términos, lo que se cumpla en las primeras siete semanas tendrá su influencia
en lo que se cumpla en las sesenta y dos semanas siguientes. Cumplidas ya las sesenta y nueve
semanas queda una semana pendiente, que no es continua. Tiene su explicación particular entre
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otras razones porque fue subrayada por Jesucristo mismo, cuando hizo referencia a la profecía
de Daniel diciendo el que lea entienda. Pero hay más, si Gabriel hubiese dicho que habrían 70
semanas para terminar la prevaricación y todo lo demás que dijo, y no hubiese desglosado las
mismas en 7, 62 y 1, entonces estaríamos confundidos en cuanto a su cumplimiento, y en cuanto
a cuándo se ha estado cumpliendo. El solo hecho de haber reservado una semana, la última, en
un desglose particular, a la que se refiere el verso 27 de Daniel 9: Y por otra semana confirmará
el pacto con muchos (el príncipe que ha de venir del verso 26), supone un período de tiempo
distanciado de lo anterior. Un príncipe que ha de venir, como dijo Jesucristo, la abominación
desoladora de que habló el profeta Daniel, el que lee entienda, está ubicado en esta semana
setenta. Ese mismo príncipe sigue siendo anunciado en el libro de Juan, el Apocalipsis. El
período de tiempo es el mismo, siete años, divididos en dos partes, tres años y medio y tres años
y medio, porque en cada sub-período de la semana setenta habrán de acontecer un conjunto de
cosas muy particulares.
La Biblia se nos presenta en forma interesante y muchas veces sus profecías han sido escritas
para que se puedan comprender en un tiempo determinado y no necesariamente en todos los
tiempos. Por ejemplo, hay una profecía dicha a Daniel en la que se le dice sella estas cosas
hasta el tiempo del fin, e inmediatamente se marcan los acontecimientos de ese tiempo del fin
en que se comprenderá la profecía. Jesucristo mismo hablaba que él utilizaría las parábolas para
que la gente que no ha de entender no entendiese. Pero dijo que a nosotros, sus hijos, nos
hablaría claramente, lo cual quiere decir que entenderíamos.
Sucede que cuando entendemos los eventos relatados en las profecías de Daniel comprendemos
en forma total las cosas dichas para los tiempos finales. Pero a veces tenemos que hacer un
esfuerzo intelectual por comprender los eventos históricos que acontecen en las cercanías de los
tiempos del cumplimiento de lo profetizado. Ese esfuerzo intelectual, como apoyarse en datos
históricos, en datos de la ciencia astronómica –para determinar lo que es un año lunar y
diferenciarlo de un año solar, por ejemplo-, es parte del imperativo de Jesucristo cuando nos
dijo: el que lee entienda. Debemos entender y eso implica realizar un esfuerzo por
comprender. Pero de igual forma no podemos esperar que todos estén de acuerdo con lo que
hayamos comprendido, pues si bien la Escritura no es de interpretación privada, sino que ha de
ser una sola dentro del pueblo de Dios, no todos los que dicen estar en el pueblo de Dios son
parte del pueblo de Dios. Juan nos dice que muchos han salido para comprobar que no eran de
nosotros. Por otro lado la profecía no fue dada para el mundo, o sea para el no creyente. La
profecía fue dada como una orientación, reloj y brújula en la vida de los creyentes. El mundo
siempre tendrá un argumento con el cual ellos mismos se disuaden para no ver la mano del
Todopoderoso. Dirán que esos son acontecimientos propios del devenir histórico, pero no verán
en ellos ninguna Providencia dirigiendo el mundo hacia un destino trazado. De allí que las
profecías pasan a ser un mapa en la mano del creyente, para buscar consuelo y esperanza en
medio de nuestro tránsito hacia el hogar celestial, ya que nuestra ciudadanía está en los cielos.
Tres períodos de sietes.
1er periodo: 7 semanas (7x7 = 49 años).
En este período de tiempo se deben hacer ciertas actividades y bajo ciertas circunstancias, de
manera que no es una división caprichosa de Gabriel ni de Dios. Lo que se debe realizar en
estas primeras 7 semanas de años es restaurar y edificar a Jerusalén, edificar la plaza y el
muro. Las circunstancias para realizar estas actividades queda explícita con la proposición en
tiempos angustiosos (Daniel 9:25). Según las circunstancias relatadas por Nehemías para llevar
a cabo esta tarea profética, hubo mucha oposición dentro de los enemigos de Jerusalén. Se
opuso Sanbalat, Tobías y se les añadió Gesem el árabe, haciéndole escarnio. Pero la declaración
de Nehemías fue contundente y aleccionadora, bien vale la pena recordarla: El Dios de los
cielos, él nos prosperará, y nosotros sus siervos nos levantaremos y edificaremos, porque
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vosotros no tenéis parte ni derecho ni memoria en Jerusalén (Nehemías 2:20). En ocasiones
nos angustiamos por el escarnio del mundo cuando intentamos realizar las tareas que nuestro
Dios nos ha encomendado. La respuesta de Nehemías es un claro ejemplo de lo que debemos
pensar antes de deprimirnos: Quienes nos escarnecen a lo mejor no tienen parte ni derecho ni
memoria en la Jerusalén celestial.
De manera que fue en tiempos angustiosos como dijo Gabriel que se pudo reconstruir la
ciudad, la plaza y el muro; tiempos en que los que edificaban el muro, con una mano trabajaban
en la obra y en la otra tenían la espada, pues los enemigos de los judíos buscaban impedir la
reconstrucción de Jerusalén.
2° Periodo: 62 semanas (62x7 = 434 años).
Este período de tiempo suponía el ejercicio de un pueblo en la práctica judaica del sacrificio en
el templo, del amor a la ciudad de Jerusalén. Suponía también que los judíos la ocuparían y
vivirían en ella como en su ciudad, independientemente de que estuviera bajo gobiernos
generales de los imperios de turno. Cuando Jesucristo hace su aparición en ella, una vez que
nace en Belén de Judea, era Herodes el rey de esa pequeña nación. Pero era el rey de los judíos,
al servicio de Roma, el imperio que la subyugaba. Sin embargo, Jesucristo nació en Belén, fue
reverenciado por unos reyes del Oriente, perseguido por Herodes cuando se enteró de que había
nacido un nuevo rey que gobernaría eternamente; esa información le fue dada a Herodes por los
reyes del Oriente que habían visto en las estrellas del cielo la señal indicadora de lo que estaba
sucediendo. De manera que estas y muchas otras profecías sobre la venida del Mesías no se
hubiesen podido cumplir al pie de la letra si no hubiese transcurrido este período de 434 años ó
62 semanas para permitir históricamente el ensamble del pueblo judío con su ciudad
amada. Ese ensamble era necesario pues ellos vivían en cautividad, lejos de Jerusalén y con la
ciudad destruida.
Sin este período de tiempo, una vez terminada la reconstrucción de la ciudad, la plaza y el muro,
Jesús no habría podido predicar en las calles y sinagogas de Jerusalén. Con el pueblo judío
disperso y fuera de su ciudad no se hubiesen dado las condiciones necesarias para la aparición
del Mesías Príncipe. Este Mesías tenía que hacer su aparición como tal al final de la semana 69
(7+62); por otro lado a este Mesías se le quitaría la vida después de las 62 semanas. Estos dos
acontecimientos quedaron marcados como indicadores: el primero como parte del período final
de la semana número 69, y el segundo evento como posterior a la semana 69. Dado que se trata
del mismo Mesías Príncipe es de suponer que son dos eventos sumamente cercanos el uno del
otro. Sin embargo, Gabriel lo dijo muy claro: Después de las sesenta y dos semanas se quitará
la vida al Mesías. Otros eventos posteriores a la semana 69 y anteriores a la semana 70 lo
constituye la destrucción de la ciudad de Jerusalén y del templo.
El evento que marcaría el período posterior a la semana 69 (7+62), el asesinato del Mesías,
inaugura un compás de espera hasta que llegue la semana número 70. Esa semana no ha llegado
todavía, pero fue marcada por Gabriel cuando dijo que Después de las sesenta y dos semanas se
quitará la vida al Mesías. También dijo que se destruiría la ciudad y el santuario por parte del
pueblo de un príncipe que habría de venir. Es después de esas 62 semanas, o lo que es lo
mismo, después de la semana 69, que la semana 70 llegaría, pero no inmediatamente después de
la semana 69. Gabriel marcó un compás de espera al decirle a Daniel que esos eventos
sucederían después de la semana 69, pero no dijo que sucederían en la semana 70.
3er Periodo: 1 semana (7 años).
“Y por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el
sacrificio y la ofrenda. Después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el
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desolador, hasta que venga la consumación, y lo que está determinado se derrame sobre el
desolador”. [Dan 9.27]
Durante la última semana de esta profecía, será la confirmación del pacto entre Jesús e Israel.
Todos aquellos que le negaron, ganaran su salvación con sangre y sufrimiento. No obstante, a la
mitad de la semana—después de tres años y medio—habrá abominaciones y vendrá el desolador
hasta que venga “la consumación”. Observe, entonces, que durante esta septuagésima semana,
habrá un tiempo de “paz y seguridad”. Luego lo que seguirá será un tiempo de abominaciones y
desolación llamado la gran tribulación. Después de este tiempo de destrucción repentina, vendrá
lo que se llama “la consumación” cuando todo se acabará—todo se llevará a cabo.
Según las palabras de Cristo Jesús en Mateo 24, esta septuagésima semana de Daniel se
llama la Tribulación.
Y estando él sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo:
Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo? [Mat
24.3]
Este versículo establece el contexto del discurso que sigue en Mateo 24. Los discípulos le
preguntan a Cristo acerca de Su segunda venida y el fin del siglo. (Observe que “el fin”,
entonces, es el fin de un tiempo—del siglo. Esto va ser importante luego.) Toda la enseñanza
que sigue, entonces, se trata de los tiempos alrededor de la segunda venida del Mesías y el fin
del siglo. En este contexto Cristo se refiere a la profecía de Daniel 9.
Daniel habló de esta “abominación desoladora” en su profecía de las 70 semanas, en el último
versículo (Dan 9.27) que se trata de la semana de años que todavía no se ha cumplido. Así que,
estos años de la septuagésima semana de Daniel forman lo que Cristo tilda “la tribulación” en
Mateo 24.
Por tanto, entendemos que la Tribulación (el tiempo que se describe en Mateo 24.1-28) es el
mismo tiempo de la “abominación desoladora” de Daniel 9.27. Además, exactamente como
vimos en Daniel 9.24, Mateo 24 se trata de un tiempo de tribulación sobre la nación de Israel—
“tu pueblo”, el pueblo de Daniel. Esto es de suma importancia porque quiere decir que la
Tribulación (la septuagésima semana de Daniel) no tiene nada que ver con la Iglesia. No había
ningún cristiano presente durante las primeras 69 semanas (el tiempo hasta la primera venida de
Cristo) y por lo tanto no habrá ni uno presente durante la última semana porque toda la profecía
es “un solo paquete” pronunciado sobre Israel, no sobre la Iglesia.
Los cristianos no pasaremos por la Tribulación porque el Señor nos arrebatará de la tierra antes
(para llevarnos al juicio del Tribunal de Cristo; 1Tes 4.13-18; 2Cor 5.10). La Tribulación es
para la nación de Israel—para castigarla con el fin de restaurarla en una relación sana con su
Esposo, Jesús de Nazaret.
Preguntas
1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
8.
9.
¿Qué significa el término semana?
¿De qué manera están divididas las semanas?
¿Qué estaba haciendo Daniel cundo el ángel se le manifestó?
¿En qué fecha se manifestó el edicto de la restauración de Jerusalén?
¿Cómo se llamó el rey que dio el edicto?
¿Dónde se encuentra el periodo de la gracia dentro de estas 70 semanas?
¿Explique las actividades del primer periodo de semanas?
¿Explique las actividades del segundo periodo de semanas?
¿Explique las actividades del tercer periodo de semanas?
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