“Los cuentos de la Familia Goldin”

Transcripción

“Los cuentos de la Familia Goldin”
“Los cuentos de la
Familia Goldin”
(C) 2001 - De La Palmera Producciones
www.delapalmera.netfirms.com
Todos los hechos y personajes de estos
cuentos son ficticios y cualquier cercanı́a con
la realidad es pura coincidencia.
Índice general
1. Mirta y Luis en McDonald’s
3
2. Ricardo y el 87
5
3. La jubilación
6
4. Una noche en los Midgets
8
5. El exámen
10
6. Cine Quanón
12
7. T.ujes H.emoglobina C.rema (Pastelera)
15
8. Elegante Arpı́a
18
9. El tercero A
20
10.Cierto dı́a
22
11.Luis y Ricardo de pesca con Polo
24
12.Señoras y señores
26
13.Derresuit
27
14.In hot-dog we trust
29
15.El cuaderno de Osvaldo Magrini (primera parte)
31
16.Backindousdeys
36
17.Cardorrusienta noche bahiense
38
18.El cuaderno de Osvaldo Magrini (segunda parte)
40
19.Desde lejos no se vé
45
20.Véase
48
21.Ha sido el mejor amigo
(parte 1)
54
1
ÍNDICE GENERAL
2
22.El loco
56
23.La tesis de Magrini
66
24.Si te gusta el durazno bancate la pelusa
68
25.del 7 al 25
71
26.La epopeya del Boñiga -primera parte-
74
27.El sueño de Mirta
77
28.La Epopeya del Boñiga - segunda parte -
78
29.¿Y la Chacha dónde está?
81
30.Calderón de la Barca
84
31.Nulla dies sine linea
86
32.Un sueño de Magrini
89
33.La ficción
91
34.Momentus causae
94
35.Un sueño de Luis
95
36.Repollo blanco añejado en vinagre
97
37.Humano, demasiado humano
102
38.Zoom Zoo Zots
104
39.El libro de quejas
106
40.Notas de viajes de Ricardo Wellington
111
41.Notas de viajes de Ricardo Wellington. II.
114
42.Autorretrato de Amelia (aborto lı́rico)
117
43.Momentus causae II
119
44.El romancero gitano
120
45.Cabeza de Yin-yang o Bamboleiro Bamboleiro
123
46.Ha sido el mejor amigo -parte dos-
126
47.Santa Marı́a de los Buenos Aires
130
48.Un sueño de Ricardo Goldin
134
49.Cuento de amor, de locura y muerte
136
Capı́tulo 1
Mirta y Luis en McDonald’s
L
uis tiene diecisiete años, es un estudiante mediocre para orgullo de su madre. Sólo
le resta un año para terminar la secundaria, y un par para recibirse de profesor de dibujo
artı́stico. En esta calurosa tarde de Diciembre acaba de aprobar el curso de cuarto año en
el Instituto Provincial de Artes Plásticas Conte Grand “con una preciosura de naturaleza
muerta”. Esto debe festejarse y por ello van por primera vez al McDonald’s con mamá.
La forma de servirse la hamburguesa era práctica y a la vez elegante. Venı́a con un
papel que no permitı́a que se chorreara el aceite, una lindura. La bandeja llena de consejos
para poder aprovechar las ofertas, “y miren qué bien, podrı́amos festejar acá la fiesta de
cumpleaños de tu hermana Yenifer, “ ¡qué buena idea!”. El pan con esas semillitas tan
elegantes, y los sobrecitos de mayonesa envasados justo para una porción, un poco chica
si algo hay que criticar. Y ni hablar del baño, tan limpio, tan de buen gusto, hasta
con música, ¡qué detalle!. Servilletas: todas las que uno quiera, y un aparatito muy
ingenioso para las bombillitas, ¡qué belleza!. Pelotero para que jueguen los chicos y un
patiecito para las tardecitas de calor, ¡todo tan perfecto!. Entre tantas cosas admirables
la hamburguesa se les fué de las manos y “es increı́ble como llena, se ve que es de carne
de buena calidad”. No estaban apurados y decidieron quedarse un rato más a disfrutar
de tanto colorido. Mirta visitó el baño por segunda vez y en el camino descubrió a Roland
McDonald sentado en una banca como de plaza. Al regresar a la mesa sacó la cámara de
la caja y arrastró a Luis a sentarse con el payaso para una foto memorable. Una vez lista,
intercambiaron roles y la sonrisa de Mirta opacaba la plástica vestimenta de Rolando.
Luego, tan cerca, el pelotero se tornó irresistible. Tras quitarse los zapatos Luis estaba
listo para un clavado que su madre iba a fotografiar con sus reflejos de pantera del Africa.
El flash de la cámara resultó ser una representación visual del grito de la empleada
que cuidaba chicos entre las pelotas. Luis emergió orgulloso y Mirta avanzó el rollo lo más
rápido que pudo. Cuando estaba por disparar la segunda foto la empleada se plantó frente
a la señora, y le pidió por favor que su hijo saliera del pelotero. Mirta aclaró que se habı́a
sacado los zapatos como indicaba el cartel. La empleada respondió que igual. Mirta
preguntó por qué (abandonando ya la cámara ) y la joven empezando a exasperarse
dijo que porque era muy grande. La Sra. Goldin agregó que desde chiquito habı́a sido
más corpulento que sus compañeritos y que fué el primero de todos los primos que tuvo
pelos en las piernas. La empleada insistió en que saliera, ya dirigiéndose a Luis, que
con la cintura hundida entre las pelotas y con los brazos colgando de la red los miraba
esperando que lo dejaran jugar en paz. En ese momento se les unió el encargado que con
paciencia renovada explicó a Marta que el pelotero era para niños menores a ocho años.
La señora asintió, pero preguntó dónde lo decı́a y dónde estaba el pelotero para chicos
más grandes. El encargado dijo que no habı́a. La Sra. Goldı́n, comprendiendo que de
3
CAPÍTULO 1. MIRTA Y LUIS EN MCDONALD’S
4
esta manera su hijo se iba a quedar sin pelotero, preguntó con voz mas ronca cómo era
posible que no hubiera pelotero para gente más grande, como uno. El joven que perdió la
paciencia toda junta dijo que se suponı́a que no habı́a pelotero para boludones como su
hijo. Y fue en ese momento cuando Mirta se salió de sus cabales y luego de arrojarles los
tacones en la cabeza se lanzó al pelotero en zambullida olı́mpica para alegrı́a de su hijo.
Corrida del personal, resistencia feroz, llanto de niños y más tarde, policı́a.
Capı́tulo 2
Ricardo y el 87
E
l restorán cerraba a las tres de la madrugada. Las mesas ya estaban vacı́as y una
escoba paseaba por el suelo dejando todo limpio para que una vez mas se repita la escena.
Uno de los los mozos se sentó cerca de la puerta de la cocina y encendió un cigarrillo.
Cuando miró el reloj se le dibujo una sonrisa en la cara y le gritó a Julia que faltaba
poco. A las tres menos cuarto, detrás del humo del marlboro, apareció -para que Julia
perdiera otro atado- Ricardo Goldı́n.
El lugar era increı́blemente lujoso, con cubiertos de plata y copas de cristal. Las
ventanas estaban enmarcadas por cortinas de fino terciopelo rojo y el aire olı́a a pino
recién cortado. Ricardo, un hombre de unos cuarenta años y un poco regordete, vestı́a de
un ajustado traje azul. Se sentó en una de las mesas del medio y pronto fueron retirados
los cinco platos sobrantes. La ceremonia se desarrollaba en un silencio litúrgico. Alfredo
le acercóla carta y se retiró hacia la cocina conteniendo la risa. Siempre Julia (como debı́a
ser ), escuchaba el pedido del señor Goldı́n, retiraba la carta, le insistı́a en que pidiera
algo para tomar, solo por el placer de escuchar una de las excusas de Ricardo: “no, gracias
señorita, el tomate está formado en su mayorı́a por agua y hoy tuve la precaución de
comer uno antes de salir”.Luego, la espalda de Julia, la mesa redonda, el mantel blanco,
el suspiro profundo, y Ricardo que se hundı́a en el Condorito de Oro y pensaba en la
exigencia de una explicación. En la cocina, el pedido que ya habı́a perdido su nombre y
pasaba a ser lo-de-siempre temblaba una vez mas en el plato de porcelana china.
“Por la izquierda, siempre por la puta izquierda, la concha de tu hermana loco de
mierda”. “Sı́rvase señor”. Las risas apagadas llegaban desde la cocina producidas por el
rol de portador que le impuso Goldı́n a Martı́n. Justo a él, que tiene que pasar a buscar
a Marı́a a las tres y media, siempre apurado por culpa de este loco hijodeputa y su
gelatina de durazno. Si yo tuviera poder lo encierro a este que se cree y los mocasines
cuadriculados te los meto por el orto. “¿Algo más señor Goldin?”. “No gracias”, ¿una
trompada en la nuca quizás? ¿Quiere que le apriete las bolas con su corbata de Tribilı́n?
Y Marı́a que no me cree. Claro, a quién se le ocurre, “¿no me estarás engañando?”. Cómo
explicarle que no usa medias, su reloj- calculadora, el espejo doble redondo, sus diálogos
con él mismo. Sı́, lleva su cuchara. “¿Vos me creés tarada, Martı́n?”. ¿Quién carajo me
manda? tomá cométela rápido que no llego y justo se larga a llover y yo con la moto me
cago en mi puta suerte todo por culpa de este infeliz...
Ricardo termina su gelatina, mete la mano en el bolsillo interior del saco y empieza a
crecer algo negro y brillante. Los ojos del restorán pegados al vidrio que da a la calle ven
desaparecer entre las gotas de agua una enorme bolsa de consorcio con dos agujeritos
y un sombrero redondo encima. El reloj del mozo que aún fumaba su cigarrillo rubio
marcaba las tres y cinco.
5
Capı́tulo 3
La jubilación
C
omo cada primero de mes el café número uno era la parada obligada. Increı́ble que
los bancos abrieran recién a las 9 de la mañana, una señal de haraganerı́a inconfundible.
Don Polo Goldı́n pidió un café negro y extrajo de su bolsillo la orden de cobro de su
jubilación para corroborar que todo estuviera en orden. Controló además el peinado y
la corbata en un espejo de la pared, el lustre de los zapatos y la prolijidad de sus uñas.
Miró la gente pasar durante algunos minutos y bebiendo el último sorbo de café, a las
8:55, emprendió la marcha hacia el banco.
Entró con paso firme. Muchas cajas ya estaban atendiendo y algunas colas se habı́an
formado heterogéneas como barco de inmigrantes. Buscó la que le correspondı́a, se
plantó en el final, se quitó el saco, lo colgó de su brazo izquierdo y abrió el paraguas.
Polo Goldı́n tenı́a una opinión bastante adversa a las luces fluorescentes y desde que las
habı́an instalado, años atrás, debı́a llevar el paraguas cuando cobraba la jubilación.
Los cuchicheos como de rata de los otros clientes no se hicieron esperar. Don Polo
miraba al frente y gracias a su altura y a su posición erguida lograba que ninguna mirada
se cruzara con la suya. El volumen de las voces fue bajando y Don Polo esperaba de un
momento a otro que algún cliente improvisara una postura de delegado para pedirle por
la comodidad del resto de las personas. Tres gordas calzadas en grotescos vestidos fueron
las primeras en organizarse. Se reunieron a discutir la situación en circulo cerrado y
de tanto en tanto dejaban escapar frases como “esto no puede ser”,“vamos a tener que
llamar a alguna autoridad que se haga cargo” o “no se enteró este señor que abrir un
paraguas en un lugar cerrado trae mala suerte”. Luego, abriendo el cı́rculo, comenzaron
a mirar con rı́gido semblante al resto de las personas, buscando nuevos adeptos a la causa
que derrocarı́a al paraguas maldito. Recorrieron las filas contiguas escudriñando uno a
uno a los clientes y solo lograron que se les uniera una pareja recién llegada formada por
una viejita muy flaca, de vestido blanco y mirada vehemente, que arrastraba a un viejito
encorvado y panzón, de lentes verdes muy gruesos. Para conocer el plan, la viejita de
vestido blanco se acercó a las gordas dejando a su esposo en la fila para ası́ no perder
el turno. Entonces las gordas comenzaron a explicarle todas juntas la gravedad del caso
mirando y señalando a Don Polo sin disimulo. La viejita flaca parecı́a estar de acuerdo en
todo lo que las otras les indicaban y sin parar de asentir, alternaba la mirada entre ellas
y el paraguas. Finalizada la reunión, los ánimos parecı́an mas caldeados. Los rostros de
las gordas delataban su excitación y la viejita meneaba la cabeza pensativamente. Don
Polo seguı́a en su posición avanzando lentamente, y el resto de los clientes empezaba a
impacientarse porque presentı́an una situación incómoda en la que preferirı́an encontrarse
ya fuera del banco (muchos de ellos comenzaron a apartarse de la fila para presionar al
cajero con la mirada ).
6
CAPÍTULO 3. LA JUBILACIÓN
7
Al parecer, las autoridades del banco detectaron el potencial alboroto y enviaron a un
muchacho muy amable a hablar con el dueño del paraguas. El empleado, un verdadero
camarada según la opinión de Don Polo, le pidió que por favor guardara el paraguas
puesto que aunque el banco no tenı́a una disposición explı́cita en este sentido su presencia
estaba inquietando a otras personas, a lo que Don Polo, ya muy molesto, respondió: “Yo
no pienso exponerme a esta luz de mierda por ocurrencia de un par de gordas pelotudas”.
El muchacho quedó atónito y sintió que la viejita de vestido blanco, junto con una de las
gordas, lo apartaba, empujando a su marido hacia Don Polo para que replicara semejante
insulto. El viejito alzó la vista con esfuerzo y Don Polo pudo ver que a través de los
gruesos lentes le pedı́a clemencia. Pero pensó que no era su culpa y volvió la vista hacia
al frente. Entonces la viejita saltó por detrás de su marido y manoteó el paraguas, al
mismo tiempo que la gorda se le colgaba del brazo. El gran peso venció a Don Polo y
la punta metálica del paraguas se clavó en la cabeza del empleado que luego de un grito
ahogado descubrió un tajo bastante ancho en su cuero cabelludo. Con desesperación y
dando pequeños gritos salió corriendo hacia las oficinas dejando un reguero de sangre
entre los asombrados clientes. Las gordas y la viejita soltaron a Don Polo y comenzaron
a culparlo mientras él limpiaba con su pañuelo la pequeña gota de sangre que habı́a
quedado en la punta del paraguas.
Detrás de las cajas comenzó a verse movimiento, un señor de traje se dirigió a Don
Polo y le pidió que lo acompañara a la zona de clientes importantes donde Don Polo
cobró su jubilación inmediatamente. Al salir del banco las gordas y la viejita que habı́an
retornado a sus puestos en la cola lo miraron con resentimiento y Don Polo hizo girar el
paraguas sobre el mango en señal de triunfo.
Capı́tulo 4
Una noche en los Midgets
M
e llevo a Luisito! - gritó Ricardo mientras se acomodaba el moño y el peinado
frente al espejo-. ¡Y compren más gomina de la azul! - agregó -. Tomó a su hijo del hombro
y le dijo (en voz alta, interesado en que todos lo escucharan): vas a ver qué buenos van a
estar los Midget, hoy, Urreta Vizcaia se los coge a todos. Mirta lo miró como enojada por
usar ese vocabulario con su hijito pero pensó que ya era bueno que comenzara a hablar
como hombre grande.
Ya en la calle Ricardo inició la conversación: “¿Te acordás del libro que te regaló el
abuelo Polo?”. “Sı́, pero la mitad no lo entendı́”. “No, el bilingüe, no. Te digo de ése...
¿cómo se llamaba?...”. ‘- Será Las berenjenas del Capitán Archivaldo - pensó Luisito -.
Pero no, no creo que diga ése -. Moby Pija (traducción al castellano de la famosa novela
de la ballena) ? no, ése tampoco. Capaz que El escarabajo Roberto y Susana la langosta.
“¡Ése si que lo leı́ muchas veces! o ¿Los pleitos del Mono Cirilo...?. ¿Martı́n e Irene
encargan un nene? - resolvió Ricardo con acento triunfal-. ? Ah, ¡ése... que mamá me
escondió!. ¿No lo pude leer? - respondió Luisito -. Una vez lo llevé a lo de la tı́a Marucha
y me lo descubrió en el baño. ¡Pero hijo, si ese libro ni siquiera tenı́a dibujitos! - recalcó el
padre con tono admonitorio - ¡igual hoy olvidáte de eso, hoy vas a probar la verdadera
pasta!. Y los dos bajaron por Chiclana hacia la parrilla La Mar’K para gran desconcierto
de Luis que no entendı́a a qué se referı́a su padre con lo de la “pasta”. ¿Será como la
pasta que le vende tı́a Marucha a sus amigas del clú de canasta? - se preguntó -.
Con el estómago lleno, listos para la misión que solo Ricardo conocı́a, tomaron España
hasta Berutti, y luego subieron hasta Donado. Allı́ Luisito empañaba los vidrios de Balut
admirando los lustrosos Citroën, soñaba los dı́as en que pudiera tener uno y llevarlo a las
picadas de la Carrindanga. En eso escuchó un silbido que le llegaba desde la vereda de
enfrente, era su padre que con una amplia sonrisa y grandes ademanes lo llamaba desde
abajo del cartel “Acapulco Night Club”. Al entrar al local, lo primero que Luisito notó fue
un fuerte olor como jabonoso y picante como el que una vez habı́a inundado el auto al
volver de San Blas con las corvinas en el baúl. Habı́a pocas luces pero muy brillantes,
hombres acodados por todas partes, un pequeño escenario y dos barras como de bar.
Legui en mano, Luisito comenzó a sentirse mayor, su padre lo palmeaba confidente y
lo invitaba con la mirada a apreciar las chicas que llenaban el local. Sin dejar de hacer
comentarios como: “qué tetas la gorda, ¿no?”, y “aquella flaquita si la agarro la descozo”,
o “mirá esa bigotuda qué cara de petera” -y Luis no podı́a creer lo feliz que se lo veı́a-.
En eso se acerca una trola, le agarra las partes a Luis, y se huele la mano pensando
“camarón fresco, el guacho nada de ricota pasada, polvo rápido = plata fácil”. Ricardo
se paró y le dijo a Luis que siguiera a la muchacha. Ya en el cuarto los tres, Luis se
echó en la cama y su padre le insistió a Peta en que se lavara los dientes con el cepillo
8
CAPÍTULO 4. UNA NOCHE EN LOS MIDGETS
9
que habı́a llevado especialmente. Cuando por fin accedió, Ricardo se retiró del cuarto
dándole el último consejo a su hijo “partila como a un queso, nene”.
Peta salió del baño repasándose los dientes con la lengua y lo encontró a Luis parado
en el medio de la cama, agitado como si hubiera estado saltando. Peta se le acercaba,
sin parar de mirarlo a los ojos. Luisito ya podı́a sentir la erección molestándole en el
pantalón. Peta le agarró el cinturón con la mano izquierda mientras que con la derecha le
bajaba la bragueta. Luisito la miraba atónito. Una vez abierto el pantalón Peta deslizó la
mano, corrió el calzoncillo y extrajo la “gaita”. Sin darle tiempo se la metió en la boca
y Luis se quedó duro. Luego bailando todo lo sexy que su bocado le permitı́a llevó las
manos atrás para quitarse el corpiño y en ese momento la sorprendió la trompada tirada
hacia abajo de Luis que a la vez le gritaba ¿qué hacés hija de puta?.
Desde afuera, escuchando los movimientos de los cuerpos a Ricardo se le piantaba un
lagrimón “hijo e’ tigre” pensaba -. La acción duró unos minutos, y Luisito salió transpirado y algo agitado. Su padre quiso poner cara de que no habı́a estado escuchando
pero su ansiedad lo traicionó y preguntó : “¿Como estuvo hijo?”. “Lindo lindo, viejo, la
maté como vos dijiste,..............mmmmmmmmm ¿vamos yendo?”. “Bueno pero te dejo
en casa y yo sigo para el restorán, que se me hace tarde para la gelatina.”
Capı́tulo 5
El exámen
C
erró agónicamente el último Readers’ Digest y apagó la única lámpara del estudio.
Decidió la finalización, y adoptó una confianza que no provenı́a ni de su seguridad ni de
su propia estima sino de su método. Se dirigió a su habitación donde Mirta lo esperaba
mirando dormida la televisión. Al sentarse para quitarse los zapatos añoró las Condorito
de Oro que hacı́a dı́as descansaban solitarias en su mesa de luz. Activó la alarma que lo
despertarı́a en solo unas cuatro horas e intentó dormir.
En la oscuridad lo estudiado durante los últimos quince dı́as giraba en su cabeza.
Podı́a escuchar perfectamente frase leı́das, respuestas dadas, preguntas inconclusas. Esporádicamente encontraba relaciones entre pedazos muy distantes de su nuevo conocimiento que afianzaban y conglomeraban las partes. Aunque ya sobre el final su eficacia
habı́a mejorado notablemente siempre se podı́a lograr un poco más. Veinte sobre veinte
en los programas de preguntas y respuestas, completar el crucigrama en un segundo menos o recitar, sin cambiar ni un solo artı́culo, las quince páginas finales del número 723
donde un gorila evitaba que un bombero muriera ahogado en un lago de Alaska.
Amaneció exaltado segundos antes de que la alarma sonara. Esta vez ya no era otro
sueño donde creı́a despertar el dı́a del examen, hoy realmente irı́a a rendir. Quitó la pesada
pierna de Mirta que cruzaba las suyas, y ella, sin llegar a despertarse completamente,
respondió con un beso en la mejilla que apagaba un seco “suerte”, más un ronquido que
una palabra.
En la oficina todos hablaban nerviosos. Eran muchos los que esperaban poder conseguir el puesto gerencial que estaba en juego. La muy astuta idea del director les daba
la posibilidad de rendir el examen a todos los empleados, eliminando el amiguismo, el
acomodo y obligando a los obvios candidatos a esforzarse para evitar que algún tapado
les atara los cordones. Ricardo Goldı́n estaba muy ilusionado porque esta oportunidad le
permitirı́a escalar muchos puestos y olvidar para siempre a los imbéciles de sus superiores.
La hora se acercaba y todos se agolpaban contra las puertas de la sala que improvisarı́a
el aula. Solo dos empujones le fueron necesarios para colocarse tercero y ganar más de dos
minutos que podrı́an serle vitales. Una vez frente a la hoja todo fue sobre ruedas. Muchas
preguntas eran obvias porque la solución estaba en ellas mismas para quién conociera la
etimologı́a de las palabras y la intención karmática del formulador (según el manual del
buen crucigramero y lo publicado en las páginas 10, 11 y 12 del número 27 de la revista
Predicciones ).
Algunas situaciones hipotéticas en el gerenciamiento de grupos de trabajo podı́an
resolverse (sin mucha imaginación ) análogamente a las vistas en los Readers’ Digest
36, 418 y 1081 (descartando las historias que Polo le habı́a contado de niño puesto que
aunque serı́an perfectamente válidas no le permitirı́an brindar citas confiables ). Las
elecciones múltiples eran un fiasco, alguien preparado solo tenı́a que bajar el lápiz para
10
CAPÍTULO 5. EL EXÁMEN
11
conocer la correcta y Goldı́n se habı́a preparado mejor que cualquiera. “Hasta Garganta
de lata se reirı́a de este examen”, pensó.
Concluı́do el tiempo, todo el personal regresó a sus quehaceres diarios y sobre el final
del dı́a estarı́an las correcciones.
El resultado no fue el esperado. Hasta el imbécil de Gutierrez lo habı́a superado y lo
peor fue soportar las miradas e ignorar las risas que se reprimı́an a su paso. Logró ganar
el cuartito de la fotocopiadora y se mantuvo allı́ hasta la hora de salida.
Cuando ya la noche se cerraba vació el último trago de esperidina, saludó a Tulio
que limpiaba la mesa cercana a la ventana y con el mismo gesto le indicó que dejaba
un billete sobre la barra. En la calle hacı́a frı́o y lloviznaba lento. Mientras caminaba las
cuadras que lo separaban de su casa no podı́a dejar de adelantarse a las consecuencias
del examen: ahora lo recibirı́a su familia preocupada desde las seis, ya temiendo la mala
noticia, esperando conocer la historia que lo humilları́a una vez más. Su casa estarı́a
tibia, la cena lista, Mirta lo escucharı́a distraı́da siempre haciendo otra cosa para quitarle
importancia al asunto y con una silenciosa y mutua complicidad jugarı́a a olvidar el tema,
y Ricardo la complacerı́a porque al fin y al cabo mejor y única ella (y las Condorito de
Oro que ya se apilaban frente a él ).
Capı́tulo 6
Cine Quanón
M
irta vio la sonrisa de satisfacción de Ricardo cuando leı́a los chistes de La Nueva
Provincia. Sin poder resistirse se le acercó tiernamente, como buscando que esa pequeña
felicidad se le pegara un poco. En un deja vu de juventud lo abrazó lentamente y “reedición de lo que el viento se llevó” señaló Ricardo mirando a Mirta por sobre su hombro
y ella asintió acariciándole la cabeza.
Doblando por Chiclana los dos miraron el gran cartel luminoso del cine Visual. Ricardo estacionó el citroën amarillo y mientras sacaba el maletı́n del baúl, un flash de
un auto que se estacionaba detrás del suyo hizo fosforecer la leyenda de la calcomanı́a
pegada sobre el vidrio trasero: “¿A cuanto voy? ¡a lo que dé!”.
Dentro del cine el ambiente era populoso. Miraron casi con desprecio a los que se
agolpaban en la ventanilla para conseguir un ticket, “¡qué giles!, tanta energı́a ponen
ahora para empujarse, pero ninguno la pensó y vino media hora antes a comprar las
entradas” - pensó Ricardo. Mirta se sintió orgullosa de su marido que con una sonrisa
la conducı́a lejos del tumulto, del brazo, como una reina, directamente a la sala de
proyección. Ricardo buscó rápidamente la moneda de veinticinco que tenı́a preparada en
el bolsillo y se la pasó por debajo de las entradas al empleado que se las cortaba. Mirta
simuló no darse cuenta mirando las gruesas cortinas que cubrı́an las paredes.
Dentro de la sala que estaba casi vacı́a buscaron los lugares que siempre ocupaban en
su juventud: en la mitad del cine, al borde del palco principal (“para que ningún cabezón
pelotudo se nos siente adelante y nos tape media pantalla”, explicaba siempre Ricardo).
En su paso hacia los asientos interrumpieron la charla de dos ancianas que competı́an
para saber quién de ellas habı́a visto más veces la pelı́cula original. Mirta les pidió permiso
y las ancianas respondieron con la exagerada amabilidad hacia desconocidos, que no lo
son tanto por ser fanáticos comunes de alguna cosa. Ya en los asientos se quitaron los
abrigos y Ricardo acomodó el maletı́n a un costado de su butaca, donde no molestara.
Sin más que hacer, con los dedos entrecruzados hizo girar sus pulgares entre sı́ hasta que
la sala se llenó, las luces se apagaron y la pelı́cula comenzó.
Al cabo de una media hora de pelı́cula, Ricardo abrió el maletı́n, y se puso la bincha
con linterna de minero. Luego lo hurgó un rato hasta encontrar la longaniza, que pasó a
Mirta, junto con una cuchilla, la tabla y unas servilletas rojas: “Cortala finita pa´que
dure, yo voy a lo mı́o”.
Pidiéndole permiso a las viejas que ya murmuraban sus quehinchapelotas, subió las
escaleras, llegó al lugar donde nacı́a la luz del proyector y comenzó a formar sombras
chinescas que se alejaban bastante de la intención del creador. Al rato, después de unas
puteadas y algunos silbidos, reacomodaron al desubicado en su asiento. Ricardo, con
disgusto, le dijo a Mirta que el destino de los genios era el ser incomprendidos, y que esa
12
CAPÍTULO 6. CINE QUANÓN
13
gentuza no sabı́a apreciar su arte-metacarpial, esa encumbrada expresión actinomorfa
del que tanto hablaba el doctor Garcı́a del Rı́o en el programa Bienvenidos. Al final se
calmó con los sanguchitos que Mirta habı́a preparado.
El silencio y los recuerdos de las escenas que provocaban anticipadas penas y alegrı́as,
fueron sumiendo a la sala en un aire de muda comunión. El humo casi salı́a de la pantalla.
La carreta surcaba la desolación de un campo de batalla viejo. Scarlett O´Hara lloraba
en silencio mientras una mejilla se le ajaba sobre las tablas deshechas. La ceniza casi
podı́a olerse, y el vao a cadáver, a carne quemada, a pólvora en el viento. La corrida
era fantástica pero no podı́a durar. La lluvia lo complicaba todo, el barro no lo dejaba
hacer pie, y el chumbazo dio en la parte lateral del arco. “Si sólo estuviera Ret, toda esta
miseria podrı́a soportarse, esta guerra es inútil, mi amor, ¿donde estás?”?en esta playa,
puta estos bikinis que ricos se ven, Mirta está con los chicos, que no jodan.
Pero... pero no, Peta, si mi pibe es más bueno que el pan, salı́ no jodás. ¿No ves
que estoy tomando sol?. Las viejas eran feı́simas y lo señalaban por detrás de Peta,
esperaban una guiño, mejor correr, ya, mejor correr, mierda, se mandaron atrás mı́o,
hijas de puta, son las parientes de la Peta, carajo, esta arena es una mierda, me hundo
hasta las rodillas, mierda, Mierda, MIERDA. El puñal que la mas gorda ocultaba
bajo su malla enteriza brilló al sol y luego se hundió en el costado de Ricardo. El dolor era
infernal, insoportable, sintió el frı́o atravesándole los riñones y gritó, vació los pulmones
en el grito mas desgarrador que pudiese pensarse.
“Despertate Ricardo, estás gritando”, insistı́a Mirta mientras le asestaba codazos
entre las costillas.
Con silbidos y puteadas la gente ya lograba señalarlo entre la oscuridad, lo que no
inhibió a Ricardo en desperezarse tranquilamente. “Payasos”, mumuró, y volvió a abrir
su maletı́n. Sacó de un paquete de nylon tres felipes, queso de máquina y una bondiola
“digna de los reyes de Egipto”. Pidió la cuchilla a Mirta y se dispuso a armar la segunda
tanda de sanguchitos. Con el encendedor ”preparado”para que tirara una llama de unos
5 cm de altura tostaba el pancito. “Mirta, mirá los giles de atrás: nos ven en la oscuridad
y se les hace agua la boca”.
Cansado de tener que esperar por cada felipe, trabó el encendedor entre dos servilletas en el maletı́n. “Mirá Ricardo, te acordás de esta parte, ella lo daba por muerto, pero
él vuelve... ay, que beso más tierno”. “Mejor está la parte de la guerra”, pensó Ricardo,
pero no lo dijo para no herir los sentimientos de Mirta, que estaba por llorar. Repentinamente el olor a pancito tostado desapareció y Ricardo descubrió que habı́a confundido
los elementos, un felipe caı́a en el maletı́n y las servilletas ardı́an en su mano. A punto estaba de quemarse los dedos cuando agitó el brazo y se liberó de las servilletas en
llamas que fueron a caer sobre una de las viejas de al lado que empezaron a gritar con
pavor. La amiga, tratando de apagar los papeles, comenzó a pegarle con la cartera, y esto
provocó que el saco (humedecido con perfume barato, puro alcohol, según la posterior
versión de Ricardo) se encendiera como trigo maduro. La vı́ctima del incendio no tuvo
mejor idea que desmayarse y caer rodando escaleras abajo dando con la boca en el último
escalón.
En todo el cine se desataba el pánico. El acomodador querı́a prender las luces y trataba de abrirse paso entre la gente que decı́a asistir a la vieja. Los gritos eran terrorı́ficos.
“Mirta, este olor a pergamino quemado me asfixia”. Un señor muy elegante que se presentó como doctor sugirió ponerla boca arriba, pero al darla vuelta tres improvisados
enfermeros se desmayaron al ver la dentadura postiza saliendo de la boca completamente
llena de sangre. Amedrentados por semejante visión, los que seguı́an conscientes no se
percataron de que el fuego, ası́ expuesto, tomaba fuerza y se pasaba a la alfombra, a las
cortinas que cubrı́an las paredes, al doctor y a dos de los que asistı́an a los desmayados.
Con los pantalones en llamas, los tres quisieron correr hacia la salida pisando a la vieja, que se despertó por el dolor y empezó a putear en algún dialecto italiano que nadie
CAPÍTULO 6. CINE QUANÓN
14
entendı́a.
Cuando los que rodeaban el tumulto principal se dieron cuenta de que el fuego se
desparramaba por la alfombra con gran velocidad, decidieron olvidar a la vieja, a los
desmayados, y salir corriendo. Fue cuando Ricardo la alcanzó, le apagó el fuego de sus
ropas a maletinazos y la sacó a la rastra agarrada por el saco. Con su casco de minero
pudo iluminarse en la oscuridad y ganar la salida en pocos segundos. Cuando llegaba
a la vereda dos enfermeros de blanco se hicieron cargo de la vieja y los bomberos del
incendio.
“Y eso fue todo chicos, es lo mismo que le voy a contar a Fabiana Ungaro dentro
de un rato”, decı́a Ricardo mientras se acomodaba la corbata rosa. “Dale, querido, que
llegás tarde? el informativo empieza a las 19:00”.
Capı́tulo 7
T.ujes H.emoglobina C.rema
(Pastelera)
L
a música de Sandro llenaba la habitación donde Marucha, la tı́a de Luis, jugaba a
la canasta con sus amigas. La mesa era un mar de cartas, puchos, alpiste y vasos con ron.
El aire dulzón y espeso hacı́a que algunas de las mascotas se mareasen o simplemente
se desmayen, como le sucedió por ejemplo a Mortimer, el golfish que siempre llevaba
consigo Pepa, la mayor de las cuatro, cuyo apodo adquirido por un antiguo vicio, habı́a
reemplazado su legı́timo nombre: Crapulencia Ortiz Vallejo de Plimplı́n.
En el desvarı́o de los años y las drogas, Guirnalda, la Polaca que ganó su peculiar
apodo gracias a la costumbre de prenderle fuego a casi toda guirnalda que colgase por
allı́, se saco el bonete y dijo: “Muchachas: ése ¿no es Ricardo?. Y todas miraron hacia
la TV que estaba encendida en mute. Y efectivamente lo era. Emocionada Marucha
saltó de su silla para buscar un cassette y grabar lo que estaban viendo, pues de no
hacerlo, cabı́a la posibilidad de adjudicar todo como siempre, a la yerba que se clavaban.
(“Fue realmente una lástima no haber calculado mejor el primer paso”, le dirı́a después
Marucha a Ricardo). Y en el apurón no lo vio a Ismael, la mascota de Coca quien
yacı́a dormido más por el humo que por el sueño. El esbelto pekinés aulló y le incrustó su
terrible dentadura en los zapatos de charol. Marucha con la pierna izquierda inmovilizada,
descargó un soberano derechazo sobre el flanco izquierdo del animal, que voló lejos y fue
a parar abajo del sofá ,quedando culo pa-fuera con las patitas extendidas.
Por suerte Coca ni se enteró, pues una vez mas caı́a al suelo presa de un ataque
epiléptico. Esta ruptura de la armonı́a fue aprovechada por Guirnalda que juntando el
alpiste desparramado en la mesa, se disponı́a a darle de cenar a su canario Chichilo, que
hamacándose alegremente, y ya resignado por lo de la pequeña corbatita que su dueña
le ponı́a -y que lo hizo el hazmerreı́r de las plazas-, comenzó a reproducir el tema que
tanto le gustaba a Guirnalda, aquel de Mary Poppins y el deshollinador.
Quince minutos después, se abrı́a otro juego de canasta y giraba otro disco. El humo
del ambiente pudo escaparse un poco cuando abrieron la puerta del departamento. - “Se
portó re-bien, Tı́a Marucha”. - “Ası́ me gusta”- dijo acariciando la cabeza de Telgopor,
un magnı́fico gato blanco que Luis sacaba a pasear por unas monedas y para hacerse el
mayor en el parque o en la plaza.
Luis pidió un vaso de agua, pero la suerte quiso que fuese de ron y la atropellada
personalidad del joven impidió el discernimiento de los lı́quidos. Ası́, tras bajar la primer
tanda de escalones Luisito perdió el equilibrio y se dio la jeta contra la puerta del terceroA, justo donde vivı́a Osvaldo, la persona más botona del edificio, según la sentencia de
Ricardo Goldin, quien estaba resentido con el hombre porque una vez lo vendió en un
15
CAPÍTULO 7. T.UJES H.EMOGLOBINA C.REMA (PASTELERA)
16
ascensor en el que el culpable del olor se pudo haber dividido entre siete si no fuera por
ese botón hijo de puta (confidencia que Ricardo le hizo a su hijo en el cabaret Acapulco
luego de que se lo cruzaran antes de entrar).
Osvaldo salió y encontró a Luisito que lo señalaba con el dedo ı́ndice balbuceando
repetidas veces como mantra un desprolijo “botonazo, botonazo”. Luego cerró la puerta
sólo para tomar coraje y subió con Luis hasta lo de Marucha. Cuando por fin le abrieron, Osvaldo descargó sus irónicas palabras, pero no tuvieron el efecto esperado, porque
la tentación se habı́a adueñado de todo ser viviente dentro del depto, y hasta se pudo
ver una pequeña curva en la boca Mortimer quien expulsó unas burbujas luego de que
Marucha cerrara la puerta. Entonces se desató una tormenta de carcajadas a lo que Luis
respondió sin entender mucho subiéndole el volumen al disco de Bob Marley. Hecho que
provocó aún más risa, sobre todo a Coca, quien perdió su dentadura postiza mientras
golpeaba la mesa con un consolador de goma. El recuperado Ismael aullaba cadenciosamente al son de “Nooo woman no cry”; y Telgopor, que era algo nervioso, no tuvo
mejor ocurrencia que empezar a afilarse las garras en la pierna ortopédica de Guirnalda,
mientras el canario Chichilo le cagaba en la cabeza aprovechando la siestita involuntaria
de su dueña, en una de las esporádicas venganzas que este animalito se daba el lujo de
cometer por haber sido condenado a usar aquella corbatita de raso.
Excitado ante tan pintoresco cuadro, el joven Goldin tomó la bota de vino que anteriormente Coca habı́a dejado en el sillón y la empinó con inesperada habilidad.
Mientras la Polaca iba al baño puteando y como jugando a la rayuela, Marucha
ordenó la mesa y la fue llenando con platos en lo que serı́a una abundante picada en la
cual cada una tenı́a su función predeterminada. Pepa escanciaba el vino o lo que hubiese
para tomar desde champagne francés hasta caldos Knor-Suiza. Guirnalda, la Polaca,
armaba los fasos, diciendo como siempre su frase uno para ti, dos para mi al tiempo que
sus ojos se iban volviendo rojos y sus comentarios más incoherentes que de costumbre.
Coca se ocupaba de atender el teléfono y cambiar de canal en la TV y Marucha de
la música y de apretar el botón de record en el grabador.
Cuando Luis se puso demasiado hinchapelotas la dialéctica y retórica de Coca (no en
vano era la encargada del teléfono), disuadió al chico para que sacara a pasear a Ismael,
ya que el pobre can habı́a comenzado a preocupar a las señoras, después de que lo vieron
arriba de la mesa mientras se tiraba hacia donde lo esperaba Telgopor que hacı́a las veces
de corcel.
Luis llegó a la plaza mas cercana y se sentó en un banco porque estaba bastante
mareado por el alcohol que ya le subı́a a la cabeza. En un acto de “no genética lucidez”
tuvo la precaución de atarse la correa del perro a la pierna y luego quedóse dormido cual
querubı́n. Luis soñaba que un ejercito de hormigas le caminaba por la espalda clavándole
sus pequeñas lanzas de combate. Después, el ejercito lo abandonó, y entonces Luis yacı́a
en una playa con el cansancio de unas horas de natación oceánica. Estaba realmente
cómodo pero muy de a poco comenzó a oı́r un sonido desagradable como una frenada de
auto, como uñas en el pizarrón.
Cuando volvió en sı́, descubrió atónito que estaba acostado en el arenero de la plaza y
que en el otro extremo de la correa, que distaba de unos diez metros, Ismael estaba pegado
por la parte trasera a un Galgo afgano de color blanco. A Luis le costó trabajo descubrir
como habı́a sido arrastrado casi cuarenta metros por un pequeño Pekinés. Pero luego
miró hacia donde estaban los canes y verificó, con cientı́fico orgullo, el hecho curioso por
cierto, de que Ismael tenı́a sus patitas traseras en el aire, en un acto de increı́ble destreza
circense.
Ya camino a lo de su tı́a Luis se preguntaba asombrado la razón de aquellos raros
sueños. Maldecı́a al perro y al cuidador de la plaza que no le sacaba las rosetas al césped
y se lamentaba por tener justo su remera de los teletubis, que ahora tendrı́a que tirar.
La puerta del departamento estaba abierta, ası́, que después de esperar unos minutos,
CAPÍTULO 7. T.UJES H.EMOGLOBINA C.REMA (PASTELERA)
17
Luis entró y vio a las viejas dormidas en sus sillas, vio un cigarrillo extinguiéndose en
el cenicero, vio platos vacı́os, vio en la TV el fin de la transmisión, vio al gato de su
tı́a tomando leche en un recipiente de barro y al canario dormido en su jaula. Luis
caminó con cuidado hasta el grabador que forzaba la cinta, lo retrocedió unos segundos,
pero luego lo sacó, y se lo metió en el bolsillo cambiándolo por otro. Revisó rápidamente
la cartera de Coca y sacó lo que creyó justo por el trabajo de pasear al maldito Pekinés.
Despacito cerró la puerta y ordenando los billetes de mayor a menor volvió a su casa con
sus cuarenta pesos y un cansancio justificado.
Capı́tulo 8
Elegante Arpı́a
M
aria Niebieski Woda Zanieczyszczajacy de Peralta era el nunca mencionado nombre de Guirnalda. El de Coca era Martina Celia Rossental, y en el documento de Marucha
se leı́a: Magna Epı́stola Goldin de Zurro. Todas viudas y con altas pensiones; lo que les
permitı́a viajar de vez en cuando. Uno de esos viajes fue el que hicieron todas estas
señoras, sin olvidarnos por supuesto de la mas adineradas de todas, Pepa, a la ciudad de
Monte Hermoso, el dı́a 17 de Enero del 2003.
A la mañana temprano, Coca calentaba el motor del Torino. Marucha calentaba el
agua para el mate y llamaba por teléfono a Guirnalda, que siempre olvidaba el destino
del viaje y a veces llenaba la valija con ropa que no correspondı́a con el clima del lugar
donde irı́an. Hablando de calentar, vaya calentura la de Pepa al darse cuenta de que no
tenı́a otra opción que dejar a su querido Mortimer al cuidado de Ricardo y familia. La
pobre mujer no querı́a ni acordarse de aquella vez en que entró a la casa de Los Goldin,
para buscar su golfish, y lo vio a Ricardo llenando la pecera con un sifón.
A las nueve pisaron la ruta 3, planeando llegar a mediodı́a para almorzar en la playa.
No era que fueran incapaces de acelerar, sino que la suma de sus ya ancianas vejigas,
más la costumbre de frenar para jugar un partido de canasta, lograba estirar los 106
kilómetros de trayecto a unas tres horas y media.
Coca era de pocas pulgas, por lo que la grosera seña que les regaló un niño desde la
parte trasera del auto que las adelantó cuando se disponı́an a cebar unos mates motivó la
acelerada, la bajada de vidrio, el dedo medio extendido, y el huevazo que le zampó Guirnalda al copiloto del peugot 504 que las dejó atrás al ver esta conducta, y quizás también
por la impresión que les causó el Torino aleopardado conducido por una vieja que llevaba
puesta una escafandra con su correspondiente snorkel. Claro, ellos no sabı́an que era por
si algún insecto le pegaba en los ojos. Pero tampoco sabı́an por qué en el techo iba atado
un Pekinés, y ni querı́an preguntarse qué le pasaba a la vieja de atrás que sacando una
escopeta por la ventana apuntaba hacia el campo con una concentración nunca antes
vista.
Marucha dijo suspirando: “es 17, la desgracia. 17. No rompas más con tu cacerı́a del
ñandú Pepa, y tomate unos mates”.
- “Bueno, está bien” - Y claro que estaba bien, porque a un kilómetro estaba la policı́a
caminera. Pero esto, a Coca ni le preocupó, y pasó de largo como tromba.
Al rato la moto del patrullero se acercaba y el torino bajó a la banquina. Los papeles
en orden, alguna que otra pregunta de rutina, y la rápida salida de la Polaca quien le
explicó al oficial lo del perro en el techo diciéndole que sufrı́a de claustrofobia automovilı́stica, y que además se cagaba de manera atroz, por lo cual se veı́an obligadas a llevarlo
en el techo.
18
CAPÍTULO 8. ELEGANTE ARPÍA
19
Por fin llegaron a la casa de Pepa. Dejaron las valijas y después fueron directamente
a la playa, donde almorzaron bajo la sombra de una inmensa sombrilla. La modorra no
se hizo esperar y durmieron hasta que Marucha, la primera en despertarse, encendió la
tele a todo volumen, porque ya estaba por terminar “Toda la gente”. Justo cuando todas
se regocijaban con la clásica escena en la que se muestra “la mesa de los postres”, la
imagen se consumió en negro. La causa: un hombre que caminando por la arena no vio
el cable que iba desde la tele hasta la casa de Pepa, a unos 60 metros.
El quehacesanimal no se hizo esperar; a lo que, aunque indignado, el hombre no pudo
articular mas que un “disculpen señoras” seguido por “siempre mirando culitos estos
gordos batatas”, frase de la irritable Guirnalda quien miraba al hombre de reojo. Coca le
gritó a su perro: “ataque, Ismael, ataque”, pero el Pekinés corrı́a en dirección contraria
apurado en aliviar su barriga bajo la torre del guardavidas.
Arruinado el goloso momento, no quedaba otra que tentar la gula fumándose un buen
chupı́n. Hecha la ronda, consumieron en un periquete uno del tamaño de una salchicha.
Pusiéronse sus anteojos negros y salieron a caminar a lo largo de la orilla, sin guardarse
sus lascivos piropos destinados a todo joven que pasara cerca. También compraron uvas,
barquillos, y cuando vieron pasar al heladero, lo llamaron en lo que fue un interrogatorio
sin sentido hasta que se decidieron por sus respectivos helados, no sin antes pellizcarle
el culo al pobre trabajador que pensó en ese trance en un maquiavélico racimo de pasas
de uvas.
Cansadas de tanto reı́r, las cuatro señoras se recostaron boca arriba al borde del mar.
El atardecer era paradisı́aco y en la playa solo se oı́an las perezosas olas del atlántico.
Marucha jugaba con una almeja abierta sobre su estómago, hasta que en un segundo
se la quitaron de las manos. Las cuatro mujeres se incorporaron para ver a la gaviota
desaparecer en el ocaso. Y Coca dijo recordando alguna que otra lectura clásica: “elegante
arpı́a, la guacha”.
Capı́tulo 9
El tercero A
O
svaldo Magrini vivı́a en el tercero A. Su aspecto le hacı́a honor a su apellido, pues
era un hombre enjuto de cara huesuda y tenı́a unas manos que parecı́an un manojo de
grisines.
Las costumbres de este buen ciudadano no eran nada fuera de lo común, por supuesto,
bajo la ficticia e inservible opinión pública que dice: “era un buen hombre, trabajador”,
cuando se la interroga sobre una persona x que mató a su familia con una plancha a
vapor. Es como opinar sobre una fruta diciendo que es rica y tiene linda cáscara, sin
haberla probado en tu puta vida. Bueno, la gente conocı́a a Osvaldo de esta manera:
trabajaba en una empresa de seguros, iba a la iglesia todos los domingos, se acostaba
temprano, escuchaba jazz y tocaba el clarinete siempre en un horario prudente, y no más
de una hora por dı́a. En su contra sólo tenı́a fama de ser solitario y callado.
Ahora veamos como era el depto del señor Magrini, al que nadie habı́a podido ingresar:
un amplio living, cuyas paredes cubiertas con un empapelado de color beige ostentaban
una infinidad de sombreros negros. Un sillón grande de terciopelo amarillo, y al lado
uno diseñado en cuero con grandes cuadrados blancos y negros tipo ajedrez, que daba
la espalda al balcón - al que jamás salı́a Magrini, porque sufrı́a de vértigo desde aquella
traumática experiencia, que como no se me ocurre ahora, la tendrán que imaginar ustedes,
mis queridos lectores -. Bueno, junto a aquel sofá, crecı́a una lámpara de pie que irradiaba
luz roja, y al alcance estaba el taburete donde Magrini dejaba su clarinete. Del techo
colgaban dos arañas, una con luces negras y otra con focos comunes. Luego, estaban la
cocina y la pieza que no habı́an sufrido reforma alguna desde que Osvaldo compró el
inmueble hace ya unos cuatro años.
Cuando tocaba el clarinete, Osvaldo encendı́a la lámpara con luces negras y bebı́a
un poco de whisky antes de perderse en largas improvisaciones. Al finalizar fumaba un
habano y alimentaba a su único acompañante, una iguana de metro y monedas llamada
Benny en honor al músico de jazz, Benny Goodman.
Nadie sospechaba siquiera del vicio de este hombre que por las noches tomaba ácido
para ver sus pelı́culas en una pantalla que ocupaba casi toda la ventana del balcón.
El ritual era éste: a eso de las 12:30 de la noche Magrini prendı́a la poderosa lámpara
de luz roja, iba al armario que estaba enfrente del sillón amarillo y sacaba el disfraz de
Superman. Puesto el atuendo, bajaba la pantalla y accionaba el proyector. Sin poner
la cinta Osvaldo ingerı́a el ácido sentado en el sillón de cuero, que cambiaba de lugar,
poniéndolo frente al balcón, y arrastrando la lámpara consigo. El momento que esperaba
para apretar play ocurrı́a a la media hora aproximadamente, y era cuando los sombreros
del empapelado saltaban de la pared a la pantalla y se fusionaban formando diferentes
figuras humanas que corrı́an como locas en todas direcciones.
A la mañana siguiente escribı́a todo lo que se acordaba en su diario personal que
20
CAPÍTULO 9. EL TERCERO A
21
guardaba bajo llave en una caja de plomo, junto con sus drogas.
Nadie en la ciudad de Bahı́a Blanca conocı́a el oscuro pasado de Osvaldo Magrini,
quien pasó 2 años internado en un manicomio en la lejana ciudad de Rı́o Gallegos.
Quizás sólo Polo Goldin pudiera desenmascarar la verdadera identidad de Osvaldo,
porque años atrás habı́a ido al mismo manicomio a visitar a su hermana; pero esto era
muy difı́cil, puesto que Magrini se habı́a cortado el largo cabello y la frondosa barba, y
habı́a abandonado para siempre aquella creencia de ser un Moisés que caminando por
el patio de la institución con sus tablas de cemento arengaba a todos a obedecer los
excéntricos mandamientos que postulaban dichas tablas como, por ejemplo, “Gritar a
todo pulmón en las bocas de los hormigueros”, o “Se prohı́ben las rodilleras” y por
último, emulando en cuanto a misterio a la cuarta égloga de Virgilio: “Escarbaos las
narices hasta no pensar más”.
Capı́tulo 10
Cierto dı́a
C
ierto dı́a, Yenifer y su hermano Luis vieron en una pared un afiche rojo que
anunciaba la próxima visita del circo de los hermanos Fruseti.
Dos semanas después, ambos hacı́an la cola para ingresar en la inmensa carpa que
ocupaba gran parte de un terreno frente a la Avenida Colón.
Luis habı́a ahorrado bastante plata gracias a su método (que consistı́a en ponerse
hincha pelotas en la casa de cualquiera que tuviese mascota), y también porque no se
habı́a animado a tocar los cuarenta pesos que le sacó a Coca aquella vez cuando le paseó al
viril pekinés. Al sentirse rico, Luis no reparaba en gastos, por lo que ya en la propia fila
antes de ingresar, habı́a terminado su octava manzana acaramelada y cobijaba dos bolsas
de pochoclo bajo los sobacos.
Mientras tanto en la casa de Luis, una botella de champaña traspiraba dentro de un
balde de plástico rojo.
Eran las siete y media de la tarde. El sol pintaba de naranja el hermoso trasero de
Yennifer, que llevaba puesto un ajustado jean corto, a lo que un caco le gritó al pasar:
“qué linda rubia de pantalón corto, subı́ a mi moto que te hago el orto”, tras lo cual
Luis apuntó con una tosca a la rueda de la enclenque motocicleta, dándole de lleno y
derribando al conductor, que terminó con la jeta ensangrentada, y la mirada perdida,
al tiempo que unos señores trataban de frenar al joven Goldin que rojo de furia escupı́a
cachos de manzana y tiraba patadas al aire.
Yennifer logró calmar a su hermano y los dos entraron al circo.
Mientras tanto en la casa de los Goldin se desarrollaba una escena erótica. Ricardo,
vestido de Tarzan , banana en mano, cortejaba a su querida Mirta, que acostada en la
cama, giraba su cuerpo envuelto en papel maché. Todo esto acompañado con la envolvente
música de Leonardo Favio.
El primer número fue una especie de desfile de animales donde destacaba un orangután
vestido de pirata con un loro en el hombro. Luego siguieron los payasos, que por más que
insistieron, no pudieron mover a Luis de su asiento.
Al aparecer en escena, el grupo de trapecistas fue recibido por una ola de aplausos y
unas tiradas de gomas en algún que otro palco, aprovechando el estruendo y acelerando
el trámite con el clásico sonido del pe-pet-pet, disimulado por el bullicio. Luis no podı́a
con la emoción y aplaudı́a siempre antes de tiempo, lo cual provocaba algunos silbidos.
Ası́ el joven fue llenándose de rencor contra el público.
Ya hacia el fin del espectáculo, en pleno acto del tragasable, Yennifer se paró para
ir al baño. Al ver el tremendo fı́sico de la chica, algunos espectadores silbaron la clásica
pochada, y Luis no pudo más. Se levantó, giró la cintura y les gritó: ”¡¡¡¡¡que mierda
chiflan negros porongas!!!!!!!!!!”.
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CAPÍTULO 10. CIERTO DÍA
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Curiosamente, esto mismo era lo que en ese momento Osvaldo Magrini les gritaba
desde dentro de su departamento a unos muchachos que sentados bajo su balcón tomaban
cerveza y chiflaban sin parar. Como Magrini no salı́a a su balcón, y pensando que no
lo escucharı́an, subió hasta lo del oficial de policı́a que vivı́a en 8 D, para pedirle el
megáfono. Éste se negó de plano, por lo que Osvaldo se vio obligado a suspender su
sesión de clarinete.
En la casa de Los Goldin, todo llegaba a su fin (rima con chupetı́n ), cuando inesperadamente se escuchó el timbre. Tras hacerse los boludos y después de 10 minutos de
intenso movimiento re-organizativo, atendieron a la dueña del goldfish, Pepa. La función
del circo concluyó a eso de las diez de la noche. Yennifer y su hermano esperaban la
500 en una esquina de Colón. Ya dentro del colectivo los recuerdos mas destacados de la
noche llegaban a las mentes de los dos, como por ejemplo, la mujer con tres sobacos, o el
pony carnı́voro. Llegaron por fin a su casa, donde la cena estaba en marcha. Mirta le dijo
a su hijo si habı́a visto a alguien conocido, y Luis respondió que sı́, que estaba la amiga
de la tı́a Marucha, que la reconocieron porque era la única que no paraba de reı́rse.
En el tercero A, Osvaldo fumaba resignadamente su habano, escuchando a T.Monk.
Marucha, recostada en el sillón miraba una pelı́cula vieja mientras acariciaba la cabeza
de Telgopor. Pepa respiraba tranquila tras rescatar a su pez, que ya dormı́a en la pecera
soñando con cornalitos.
Durante la cena, que consistı́a en unas milanesas a la napolitana, Luis gesticulaba,
tratando de representar aquella acción hecha por un simpático chimpancé, pero el joven
era torpe, y nadie entendió un carajo hasta que Yennifer contó lo sucedido, terminando su
relato con estas palabras: “de todas las piruetas que vimos, la verdad, es que la mejor fue
la del mono”. Precisamente era lo que pensaba Ricardo mientras agarraba la Condorito
y rumbeaba para el baño pensando en Yayita.
Capı́tulo 11
Luis y Ricardo de pesca con
Polo
L
os tres habı́an llegado temprano al puerto Galván.
A eso de las nueve empezó a caer gente; y entre ellos, y para desgracia de Ricardo,
Osvaldo Magrini, junto con su amigo Ricardo Wellington.
Era verano y el dı́a no podı́a ser mejor, no habı́a viento y la marea comenzaba a subir.
- “Hay que atraer a los peces” - dijo Polo, y Ricardo no esperó más. Se paró al
borde del muelle y metiéndose los dedos en la garganta lanzó un chorro de cereales con
mortadela.
A los tres minutos empezó el pique.
Luis sostenı́a la caña con una mano y arrojaba piedras a las gaviotas con la otra. Su
padre directamente las trataba de enganchar con el anzuelo en cada tiro hacia el mar.
Polo les decı́a que parecı́an salvajes. Que esa actitud no era digna de los Goldin, antigua
raza de cazadores de gallinas de Guinea.
El balde de Luis ganaba la apuesta, que consistı́a, en caso de ganar, en zafar del
preparado de las piezas.
Sentados uno al lado del otro a una distancia de un metro los Goldin secaban la bahı́a
a pura lombriz.
Una gota de sudor corrió bajo la cien de Ricardo al ver que su hijo sacaba los pejerreyes
de a dos. Polo era más paciente, y hasta abandonaba su caña para fumarse un pucho y
cambiar de sintonı́a a la radio que estaba sobre el techo del citroën.
Luego de dos horas de feroz competencia, hicieron un descanso para tomar unos
mates. Se sentaron en los mismos lugares, piernas colgando, vista hacia el mar, y los
amargos calentaban la frı́a mañana y acompañaban a las facturas que eran devoradas
con celeridad.
Ricardo y Polo cantaban a dúo Caminito, cuando de pronto Luis cayó de espaldas,
desmayado. Al terminar la canción Polo divisó a la distancia un cardumen de toninas
que mostraban sus lomos negros sobre la superficie del mar. Con incontenible admiración
Ricardo chupó tan fuerte el mate que tragó un poco de yerba. Recién después le avisó a
su hijo del portentoso acontecimiento; y ahı́ lo descubrieron con un vigilante a medio
comer en la boca que mantenı́a una increı́ble perpendicularidad. Pensando que el chico
estaba bromeando, Ricardo le pegó un cañazo en la frente y le dijo: “no hagas pavadas
con la comida, huevón, y mirá los delfines”. Al no recibir respuesta, Polo fue hasta el
auto y tocó la bocina hasta que finalmente pudo traer de vuelta al pobre Luis.
- “El mostruo, el mostruo” - decı́a Luis mientras volvı́a en sı́.
24
CAPÍTULO 11. LUIS Y RICARDO DE PESCA CON POLO
25
Su abuelo le explicó que se trataba de un animal parecido al delfı́n, y que no era de
ninguna manera una serpiente gigante; que estas vivı́an en Escocia, donde el whisky.
Ricardo ya estaba por llenar su balde cuando un cuerpo cayó con una violencia inaudita frente a las lı́neas de los Goldin, salpicándolos de pies a cabeza. Era Ricardo Wellington,
quien en uno más de sus ataques1 , se habı́a subido a una de las grúas de descargue, y
cual clavadista mexicano se arrojaba al mar vestido con calzoncillo rojo, una y otra vez.
Furioso, R.Goldin miró hacia el auto de Osvaldo Magrini, quien desde dentro del fiat
pescaba tranquilamente, ya acostumbrado a los percances que le acarreaba su agorafobia.
- “Señor, ası́ no puede uno pescar tranquilo” - dijo Polo amablemente, dirigiéndose a Wellington, y luego siguió con la misma calma: si se tira usted una vez más me
veré obligado a meterle esto por el culo (esto era nada menos que una brótola a medio
pelar).
- “No se de qué me habla, señor” - contestó el clavadista. Después fue al auto, lo
encendió y comenzó a relatar un partido de fútbol a todo pulmón.
- “La gente está cada dı́a más loca” - dijo Ricardo Goldin y agregó: vamos a Bahı́a,
que no se qué gano si digo que se tornó feo el dı́a.
Ya dentro del automóvil, los tres Goldin callaban sus recuerdos; y sus fábulas de
pescadores crecı́an en sus mentes cual cumulus nimbus pintadas por la gorda brocha del
sol. El ruido del motor y el viento que se filtraba por entre las ventanillas abiertas casi era
la única vida de la ruta hasta que el mate hizo su no muy deseado efecto y la tripulación
se vio obligada a descender del vehı́culo debido a la intolerable atmósfera que combinada
con los efluvios de los pejerreyes nos recuerdan las pestilentes cavernas infernales donde
el hacinamiento y las flamas del fuego que no da luz sino que arden por la eternidad, esto
por ser obra de Dios para castigo de los pecadores, que habiendo ofendido la gracia del
Señor no tuvieron la humildad de arrepentirse a tiempo pese a las prórrogas y luego del
inevitable camino de la muerte viene el juicio donde toda apelación es inútil porque el
supremo juez llega con sus cohortes de arcángeles para pesar nuestra alma en la balanza
de los pecadores. ¡Ah! ¡Pescadores!... perdón... bueno, los Goldin regresaron a su casa y...
pronto una sombra serás caminito que el tiempo a borrado.
Dedicado a John the fisher man.
1 Todos nos confundimos alguna vez en algo, pero en el caso del señor Wellington el error es de mayor
gravedad, puesto que el hombre se confunde de situación y realiza acciones que no corresponden al
momento ni al entorno
Capı́tulo 12
Señoras y señores
“Tri... ra-lira-lira-lira,
trira-lira-lira-lá
El canario que delira,
trira-trira, ¿qué dirá?
”
Leopoldo Lugones
Tonterı́a, Romancero
Ecaduca
n esta época de ı́dolos falsos, que refrı́en en viejo aceite rancio la cultura
de la propaganda, sus fieles. Muelen a palos a los espı́ritus libres
y los rodean de barrotes para salir a la calle a pelear sus asuntitos.
Al final de la curva, cuando mi teorı́a que no sirve para bailar, me entera de
que aquella fruta jamás existió, la frı́a lágrima corre la mejilla por los giles
que aún la pelean, sin saber que la guerra la inventaron para blanquear
tantas derrotas.
Salta tu tibia pregunta, triste arriero de hijos como ñoquis, crecidos a CocaCola y McDonald’s (derecho inalienable ).
Tu biblia es de cartón (si vos mismo la pintaste ). Tres monedas no le sirven
al que caga en la vereda, tus gritos ya no conmueven al que rı́e por TV.
Vuelve a dormir hijo mı́o, claro que no es tu culpa que el bobero esté de
huelga.
Qué lejanas mis islas de árboles grandes, con viento avivando amables fogatas, qué distantes las noches sin corbatas y cuán deseados los bailes de
disfraces.
No he podido pegar un ojo, y el tiempo ya no me espera, girar no es volar,
pero si volara: ¿qué cosa saldrı́a a buscar?
cantaba Chichilo a las tres de la matina, mientras Marucha desmogollaba una nueva
parva.
26
Capı́tulo 13
Derresuit
Q
uieta, con la vista puesta en la calle, Mirta Goldin mira pero no ve. Son las tres
de la tarde y sus dedos tamborilean sobre la mesa vacı́a. A sus espaldas un gran reloj
resuena en la sala.
Bajo un cielo plomizo un traje rojo se mueve rápidamente a lo largo de las calles
apagadas por la siesta.
Mirta no está sola. Una amiga prepara el mate, toma un paquete de galletitas y lleva
todo a la mesa. Luego, como queriendo decir algo tras un largo ”eee”que termina en
una sacudida de cabeza, solo atina a mirar hacia fuera, como si aquella verdad fuera
demasiado grande para ser desplazada por un simple comentario sobre el clima. Pero al
mismo tiempo, es demasiada verdad para ser contenida o en el peor de los casos, pensada;
y el diálogo comienza.
-“¿Sabés Julia, qué me hubiera gustado ser?”
-“ No ¿qué?”
Cuando se disponı́a a contestar, el timbre organizó otra realidad.
Ricardo, su hijo, y unos amigos, entraron entre gritos y risotadas, y Luis increpaba a
uno de los chicos diciéndole para que carajo tocaba timbre, todos con pantalones cortos
y camisetas de equipos de fútbol, reclamando bebidas y algo para comer después del
partido que tenı́an al parecer dentro de unos minutos.
Pronto, las mujeres quedan nuevamente solas, pero ya no retoman el diálogo anterior;
en cambio avisadas por la campanada del reloj, encienden la televisión y enmudecen entre
amargos y besos de mujer.
El traje rojo pasa, sin ser visto, frente a la ventana donde Mirta y Luisa miran
embelesadas un programa de chimentos. El traje sigue de largo y cruza en diagonal la
calle. Se detiene, retrocede un poco y luego entra a un local de ropa. Compra un bastón
y al salir amenaza a una señora mayor como si fuera un esgrimista. La señora le dice
que no sea chiquilı́n, que hay que ser un poco mas serio ya llegada cierta edad. Lejos
de ofenderse, el traje le da la razón, y retoma la marcha con aires de dandy, semblante
inglés, andar almidonado y un erguido mentón.
- “Vos tiráme los centros que yo la mando a guardar de saviola pibe” - le dice Ricardo
a uno de los amigos de Luis que para sus adentros piensa: “éste se cree que soy boludo:
el último centro que le tiré le pegó en la nuca y nos hicieron el cuarto de contragolpe”.
Mientras tanto Luis compraba un helado, descuidando su tarea de defensor. “¿No tenés
patalı́n?” Sobre la respuesta y el nuevo pedido se escuchó un inacabable “¡¡¡¡Luuiiiiis
pedazo de boludooooooooooooo!!!!. Y el cinco a cero era inevitable.
Las cinco campanadas del reloj avisaron a Mirta que ya debı́a llenar la bañera con agua
caliente y algunas hojas de ruda macho, que según Ricardo servı́an para la circulación.
Estas tareas eran alivianadas por las noticias que Luisa leı́a en voz alta, provenientes
27
CAPÍTULO 13. DERRESUIT
28
de las páginas de la revista Caras. Ni bien llegaran su hijo y su marido, irı́an a lo de
Marucha, quien las esperaba en su departamento para ver una pelı́cula de Olmedo.
En otro lugar, mas precisamente en la plaza Rivadavia, un cuerpo distraı́a a los
tacheros de sus funciones. Jennifer Goldin, con una minifalda atravesaba a paso lento la
plaza. Se dirigı́a hacia lo de Amelia para enterarse de las últimas novedades de la relación
que ésta mantenı́a con su nuevo novio, un hombre quince años mayor.
Ricardo dejó la ropa en el lavadero y prendiendo un pucho se hundió en la bañera. A
Luis le tocaba cocinar esa noche, por lo que no habı́a otra opción: comerı́an salchichas.
Desde su balcón, Magrini pudo ver las figuras de dos mujeres aproximándose al edificio. El ritual del hombre tuvo que adelantarse porque esa noche tenı́a visitas. Ası́ que
cuando Mirta y Luisa pasaron frente a la puerta de su departamento, escucharon las
notas demonı́acas del clarinete, ante lo cual Mirta agregó: este loco ya empezó con esa
flauta de porquerı́a. Ya en la presentación de la pelı́cula Mirta, tomando el vaso con
fernet, dijo con tono de satisfacción: ¡Ahhh, esto si que es música!, y en la tele se veı́a el
rostro enmarcado de Susana Jiménez junto a otro de Porcel.
Padre e hijo comı́an panchos frente a la pantalla.
- “No ves, ésa es la manera de patear penales, Luis” - dijo R. Mientras su hijo pensaba:
qué me decı́s a mı́ si hoy pateaste tres, y en el primero casi matás al pobre viejo que
estaba sentado en el banco. Cuando estaban lavando los platos llegó Polo para buscar
una pantufla que se habı́a olvidado. Dijo algo sobre la revolución y se fue puteando entre
dientes.
Jennifer tocaba timbre en la casa de su amiga y se enteraba de que no estaba, de que
se habı́a ido con su novio. En la casa de Magrini los invitados celebraban con un brindis
la ocasión y el anfitrión los invitaba a saborear un buen habano que los prepararı́a mejor
para el coñac y las pastillitas.
Cuando Jennifer llegó a su casa encontró un silencio sepulcral y no tuvo otra que
acostarse pensando en el posible aspecto del novio de su amiga.
Magrini le dijo a su invitado, recostándose en su sillón a cuadros: Estos habanos
son una verdadera delicia. El hombre, como acordándose de algo de importancia, se
incorporó de golpe, tomó la parte de arriba del traje que colgaba de un perchero, y lo
fue a dejar en otra habitación. Osvaldo mirando a la chica le dijo: Ay, este Ricky siempre
el mismo con sus manı́as. Pero vos no te asustes Amelia, que ya te vas a acostumbrar,
imaginate, si ya te acostumbraste a ese traje rojo y al bastón de piel de serpiente ¡¡¡ja ja
ja!!!.
Saben que no me gusta sentir el olor del humo en la solapa de mi traje, no sé, es
como que me siento sucio, dijo Ricky (como le decı́a Osvaldo). Bueno, venı́ y sentate, mi
amor, interrumpió Amelia, y Osvaldo, terminando el coñac, los vio deformados a través
del vaso y les dijo que ya era hora de salir de esa realidad que a lo mejor era demasiada
para ser tragada como un nudo en la garganta, quizás una verdad de fuego ante la cual
uno no puede hacer mas que aproximarse y quemarse y entonces si desistir y pensar en
otra cosa.
¡Chan chan!.
Capı́tulo 14
In hot-dog we trust
“Usted nos esconde algo, Skinner”.
Fox y Dana
C
on el número 87 en la mano, Polo Goldin observaba los precios en la alta pizarra
de la carnicerı́a.
Un hombre, al parecer enfadado o impaciente, salió del local al mismo tiempo que
Ricardo estacionaba el citroën justo enfrente del negocio. Polo, al verlo, salió y le dijo
que lo llevara a su casa, porque no le alcanzaba la plata, y porque además faltaban como
treinta para el 87.
Esa misma mañana, en la veterinaria El perro Beto, con cara de preocupación, Coca
esperaba su turno. En silencio hacı́a conjeturas sobre los posibles culpables del terrible
atentado, y pasaba de la rabia e impotencia a una angustiante indecisión que la apremiaba, pues no sabı́a si llevar el perro al psicólogo (ya que la monstruosa obra quizás haya
afectado más la psiquis que el propio fı́sico del pequeño Ismael), y se preguntaba si serı́a
lo más conveniente, y entre estos pensamientos ya se lo imaginaba siendo discriminado
en las plazas por sus pares.
En plena conjetura le llegó el turno.
- “¿¡Cómo que un petardo en el ano!?” - dijo indignado el veterinario.
- “Y si doctor, mire: cuando llegué ayer a mi casa fui al patio y encontré un manchón
negro en el suelo y este pedazo de mecha. Después vi a mi perro cerca del sillón del living
abrazadito al bonsái”.
- “Bueno - dijo el hombre - póngale esta pomada y dele comida lı́quida por dos
semanas... no puedo hacer más. ¡Esto es terrible!”.
No ganaba para sustos aquel dı́a el joven veterinario, incluso tuvo un pico de presión
a eso de las dos de la tarde cuando asomándose a la sala de esperas vió una tortuga a
la que le habı́an clavado una antena en el caparazón, pintado Mtv en una pata, y puesto
sobre la cabeza una cresta hecha con cerdas de brocha gorda.
“¡Ochenta y siete!” - gritó el carnicero -. Pero no obtuvo respuesta. La única persona
que habı́a en el local era un anciano que sentado en un banco dormı́a con la cabeza gacha.
El ruido de la sierra eclipsó de alguna forma el tintineo de la puerta. Polo, sorprendido
más por lo vacı́o del local que por el hecho inaudito de ver todas las heladeras desprovistas
de carne, no tuvo otra que comprar salchichas parrilleras. Al pagar, el de la caja le
dijo, como adivinando la pregunta que Polo se disponı́a a formular: - ...es que mañana
aumenta todo lo que es carnes y la gente no puede prescindir del hierro que, al no estar
acostumbrada a las legumbres o espinacas, solo pueden obtener mediante la ingesta de
carnes rojas. Lo cierto es que la libre circulación de capitales es un fenómeno relativamente
29
CAPÍTULO 14. IN HOT-DOG WE TRUST
30
reciente. Al término de la segunda guerra mundial, las economı́as tenı́an un carácter
en gran medida nacional, el comercio internacional estaba de capa caı́da; y tanto las
inversiones directas como las transiciones financieras estaban prácticamente en un punto
muerto. Pero vayamos a la raı́z: el capitalismo y la democracia obedecen a principios
diferentes. Los intereses son diferentes. En el capitalismo el objeto es la riqueza; en la
democracia, lo es la autoridad polı́tica, los intereses públicos, mientras que los intereses
que defiende el capitalismo son privados. Según las reglas de la lógica, los enunciados
son verdaderos si, y solo si, se corresponden con los hechos. O sea que en teorı́a para
George Soros la democracia funciona; ası́ como las motitos de las propagandas logran
hacer hazañas tales como, por ejemplo, volar por encima de una mesa para catorce
comensales; aterrizar, y con la rueda delantera acomodar el cigarrillo en el cenicero.
También dice este millonario, que la falibilidad significa que nuestra comprensión del
mundo es intrı́nsecamente imperfecta; si ninguna duda que es ası́ - le dijo dándole el
vuelto.
Polo solamente atinó a escaparse del lugar. Luego subió al auto de su hijo y no
pronunció palabra hasta llegar a la casa de Ricardo.
En la carnicerı́a quedaba el anciano durmiendo en el banco. Pero a juzgar por los
hechos posteriores el viejo no habı́a estado durmiendo. Antes de salir giró la cabeza y
le dijo al joven que atendı́a en la caja: - Lo mejor que hizo Soros fue apoyar con su
dinero la legalización de la maruchiña para uso medicinal, ası́ que siendo yo, amigo de
mi médico paso por la farmacia y tuuuuuuuuuuuuu! -. El carnicero se quedó congelado
y se le cayó el pucho de la boca al oı́r al viejito que se acomodó la boina color café y
desapareció yabranı́sticamente.
En la casa de Coca, Guirnalda tocaba el timbre por última vez. Ese dı́a tenı́an que
terminar de ver una pelı́cula de la Guerra de las Galaxias. Cargaba, como siempre, la
jaula con su canario. Este, al haber pasado por la plaza, estaba verde de envidia al ver
la nueva casa del hornero y su brillante billetera. Pero de algún modo se alegraba, y con
sus patitas se acomodaba la corbata y sentı́a el placer de la venganza.
Al bajar del auto, Ismael se puso a ladrar como loco ante la jaula que La polaca
elevó instintivamente sobre el nivel de la cintura.
- “Pero que le pasa a ese che, lo normal es que ladre cuando chichilo canta” afirmó Guirnalda.
- “No sé... a lo mejor le duele un poco el culo y le da rabia” - dijo Coca.
Pero la verdad a la que nunca accederı́an las mujeres era muy otra.
Chichilo lanzo un corto silbido que nada significaba para ellas. Sin embargo era una
clara orden teñida de amenaza, dirigida contra el Pekinés. “No te atrevas nunca más a
interrumpirme en mis meditaciones”, y el perro bajó la mirada ante aquellos dos puntitos
negros que brillando se clavaban en sus ojos.
Capı́tulo 15
El cuaderno de Osvaldo
Magrini (primera parte)
LUZ
cada vez / esa luz
cadáveres / nosino la oscuridad
cada vez / más cerca del abismo TABLAS de
la dicha o felicidad o lo que / más cerca de la luz
o cualquier certeza TABLAS que me señale como hijo
de la luz / TABLAS o como el sabio sergio denis cada vez
que sale el sol como un profeta sin terruño despiertas tu
las tablas despierto yo son la verdad LAS TABLAS pero no
ésas NO las de Rı́o Gallegos tanto tiempo a la sombra para qué
las alturas pará qué? y andá a leer el Zaratustra no basta para qué
no ves que sos un camellito de mierda NO basta LAS TABLAS que
sos un LAS TABLAS came LAS yo TA de BLAS mi LAS erda rda rrrda
cada vez rrda cada vez más cerca rrda de la rrca para qué si sos un camellito
no
no quiero lavar la ropa papá quiero tocar el clarinete / papapá decı́a Él suena la
bendita cornetita
a toda hora / o lavás o / y ya podı́a sentir la mueca del guiro infernal / la vas a la / el
traqueteo el dolor de las horas
en los dedos contra las tablas / si me hacés lavar una vez más salto por la ventana / el
humo
sagrado del camel recortando el borde del sombrero del viejo DALE SALTÁ y no
salté no pude pero la luz
06 de Junio de 1998
Querido diario: ¿deberı́a haber comenzado ası́?. Realmente creo que esta horrenda
frase es como para quinceañeras perezosas que aún no han hallado forma satisfactoria de
digitalizarse el clı́toris.
15 de Junio de 1998
¿Qué es la vida?. No creo que vuelva a jugar al ajedrez. Nunca más. Comencé con
las blancas (en realidad mi iniciación sexual fue con las negras, no exactamente como un
31
CAPÍTULO 15. EL CUADERNO DE OSVALDO MAGRINI (PRIMERA PARTE) 32
amigo mı́o que quiso hacerse un enroque sentado en el trono: la extracción del artefacto
de ranuradas almenas fue harto dificultosa. Su nombre: R. G.). El partido me resultó favorable en un principio, pero finalmente me vı́ forzado a reconocer el empate. Pero la
palabra no salió de mi boca. Paralizado, miré a los ojos de mi contrincante. Nada más
que salir corriendo, abandonando mi tablero preferido como prenda de la derrota. ¿O era
t?.
20 de Julio de 1998
La vida es un agujero. Me dı́ cuenta que en realidad no conozco a R. G., pero me
compré una adorable iguana como mascota. Su nombre: Benny, en honor a mi clarinetista
favorito: Benny Goodman. ¿Habrá sido el Benja realmente bueno?. ¿Es posible traducir
a un hombre sin alterar su moralidad?. Próximamente tendré que elegir: ¿o me vuelvo
agorafóbico, o? ¡Dios, debo escribirlo de otra manera!. ¿o me vuelvo (agorafóbico ), o?
16 de Noviembre de 1998
Lo recordé: la otra opción era ser paracaidista de edificios monoblock, pero finalmente
no pude salir a comprar el paracaı́das, y no consigo que me lo manden por correo. Lo
que sı́ llevan a tu casa es: comida de rotiserı́a, pedidos de supermercado, chicas cuya
bombacha de elástico flojo no se conserva ceñida si es cargada con 198 monedas de 25
centavos, y disfraces de Súperman.
24 de Diciembre de 1998
La sidra es una mierda. Y los vecinos también. Especialmente esa vieja loca con su
olor a pimentón barato y su felpudo pequinés y su parentela insulsa.
14 de enero de 1999
He desarrollado un nuevo hábito sexual. Creo que el hallazgo se debe a que las monedas de 25 plateadas se fabrican con un material más liviano que el habitual bronce.
Quien conozca los famosos elefantes de porcelana, que, según se cree, dan suerte si se les
pone un billete de 2 pesos, podrá imaginarse a qué me refiero.
34 de Febrero de 1999
¡Eureka! He desarrollado un método para volver a ganar la calle sin tener que enfrentarme a mi agorafobia. La única contraindicación que tiene es que se me está acrecentando
el miedo al ridı́culo.
15 de Junio de 19999
No volveré a escribir los dı́as impares. No volveré a intentar usar una tarjeta de
crédito en mis juegos amorosos. No volveré a salir a la calle. Mi método fracasó. La
última salida, apurado por la urgencia de conseguir un empapelado para paredes con
siluetas de sombreros negros dejó como saldo que corriera las cortinitas de tela que le
puse a un par de lentes sin aumento por última vez. Tendré que ingeniar otro sistema
que me permita salir al la calle manteniendo la ilusión sensitiva de estar dentro de mi
casa.
22 de Julio de 1999
No volveré a comer una picada en mi vida. Acabo de enterarme que suele llamársela,
en cı́rculos de un culinarismo un poco más refinado, a los que yo por supuesto aspiro,
t de quesos, o t de fiambres. Puta, con lo que me gustaba el salamı́n. Creo que los 346
chorizos caseros que compré y tengo almacenados en la bañera serán para el bueno de
Benny.
CAPÍTULO 15. EL CUADERNO DE OSVALDO MAGRINI (PRIMERA PARTE) 33
Una pequeña reflexión en versos endecası́labos:
yo soy el rey iguana ya no hay duda
no hay lamentos ni fracasos / la misión
enroscarme la matraca sin que duela
y un morlaco apretujando en rotación
yo soy y no soy el rey iguana lo sé
que aunque evite todo riesgo de erección
nunca habrá de salı́rseme la cola
pero seguro no aguantaré la flexión
08 de Agosto
Dos noticias. La mala es que el veterinario que amablemente concurre a mi morada
a realizar el chequeo de salud que Benny requiere quincenalmente afirma que el pobre
animalito padece de una considerable suba de colesterol. Cómo podré perdonármelo.
Ya sé: como castigo esta semana no tendré mi tirabuzón-party. La buena: el disfraz de
Súperman realmente alivia un poco mi miedo a las alturas.
06 de Septiembre de 1997
No sé por qué cada vez que me duermo siento la sensación de caer. Apenas apoyo
la espalda en el colchón - que dicho sea de paso, muy mullido que digamos no es, no
exactamente - el cuerpo se me hace más pesado, desatándome las rodillas. Ante la primera
vacilación importante de mi sentido del equilibrio, me despabilo completamente y vuelvo
a comenzar el ciclo. Llevo 34 dı́as en este trance. Dicho sea de paso, la fecha real del
escrito es 06 de septiembre de 1999, pero me remito a una nota mental que me obligué a
memorizar en la primera fecha, no teniendo ni dónde ni con qué ponerla por escrito.
Pensar no más que mi habitación ni siquiera contaba con la compañı́a de mueble alguno.
Creo que esa sensación de soledad la que me hacı́a imaginarme que estaba en una caja de
zapatos acolchonada ubicada nada menos que en la ciudad de Rı́o Gallegos. Vaya coraje,
¿no?.
28 de Noviembre
Creo recordar ahora quién era el tal R. G. al que me referı́ tiempo atrás. Si era un tal
Ricardo Goldin, que actualmente vive en el mismo edificio que yo, parece no recordarme.
La otra opción es que R. G. haya sido yo mismo. Si la segunda opción es la correcta,
entonces la parte de la torre de ajedrez es ciertamente falsa. Creo que para llegar a la
verdad debo preguntarle al tal Ricardo si alguna vez jugó el reprochable enroque.
15 de Diciembre de 14 de Diciembre de 1999
Uf! Por poco fecho el texto con número impar. Es que la necesidad de escribir me
tentó justo el dı́a 15, pero decido fechar el texto como 14 y vualá, ya no siento la repulsión
por la escritura.
sombra
doble o nada sombrita y me pregunto
POR QUÉ la tarde se vuelca como un pájaro abierto al ocaso
porque porca miseria de porquerizo
ya no volveré a temer
no volveré a preguntar
ya no volveré
a tener sombra
CAPÍTULO 15. EL CUADERNO DE OSVALDO MAGRINI (PRIMERA PARTE) 34
16 de Diciembre
Eureka x 2: con un pequeño artilugio de mi invención vivo un poco más tranquilo.
Se trata de un velador que vierte su virtud directamente sobre mi cabeza. Esto hace que
mi sombra sea mı́nima, pero me obliga a mantener el departamento a oscuras. Temo
comenzar a temer a la oscuridad. Los sombreros negros de las paredes me inquietan
un poco. Por otro lado, y sólo exactamente a mediodı́a, puedo ganar la calle de nuevo.
Para esto tuve que hacer una importante inversión, que me permite la inmersión en la
amplitud del cielo abierto. Lástima que la manguera no supera los 180 metros. Y no
puedo precisamente cargar el compresor por mis propios medios. ¡Nemo rules!.
04 de Enero de 2000
Milenio de mierda. Por suerte ya pasó. Gracias a un curioso accidente descubrı́ mi
nueva pasión redentora. Hace tres dı́as, o sea, el primero (no anoto el número impar,
por supuesto), exactamente a las 12:12, iba con mi habitual atuendo de salida, cuando
me topé casualmente con un curioso hombrecillo que afirmaba ser nada menos que John
Lennon. Repetı́a incesantemente el estribillo del hit lenonino Lucy in the Sky with Diamonds. De más está decir que inmediatamente le creı́, pensando que podrı́ llegar a ser que
Juani, cansado de tanta fama y poca privacidad, haya simulado su propio asesinato. Le
pedı́ que me silbara el solo de Jealous guy como prueba. Habiendo afinado correctamente
más del 75 % de las notas, no me dejó más remedio que creerle. De improviso, John (por
qué no llamarlo ası́), con un gesto de complicidad puso en mi mano un sobrecito, a la vez
que decı́a algo como “brillantina jipi oliunidislov ieieie”. De vuelta en mi casa, no sabı́a
qué hacer con el sobrecito. Tanta era mi curiosidad que ni siquiera alcancé a cambiarme
el traje de buzo por mi habitual vestimenta de interiores con velador, dejándolo caer al
suelo sin más. El bendito mameluco al instante se encendió, desparramando sus haces
de luz blanquecina contra la palidez de la cortina que disimulaba la impensable ventana.
Con hábiles pero ávidos movimientos de manos, intenté sonsacar el secreto del pequeño
sobrecito de Pandora. Los guantes limitaban un poco mi reconocida destreza manual. Finalmente, cansado de juegos de tejedora miope, decidı́ intentar un movimiento definitivo.
El pequeño remolón, de improviso, se rasgó bruscamente, esparciendo la dudosa brillantina por el aire. Lo último que recuerdo es una nube de brillantina flotando suavemente
alrededor de la toma de aire del compresor, que todavı́a estaba encendido. ¿Luego?
05 de Enero ooooso! 06 de Enero de 2000
Sombra, doble o nada
Yo soy el juego de las sombras de los sombreros
Contra la pantalla
Porque la realidad o mundo o nada
Es una pantalla una ventana infinita donde soy un súperman en pleno vuelo
Donde las siluetas o sombras de los sombreros
Danzan todos y cada uno de los Magrinis que no
Pudieron ser
Ahı́ el Magrini clarinetista el ajedrecistra el claustrofóbico el Señor Magrini
Tal vez no haya lugar - “elemental, Watson” - para el Magrini hijo
O el Magrini lavandero o el de pene más flexible o
Pero ya deja de jugar niño de magro futuro
Magrini de negro sombrero con una manzana por delante
Y una sombra en cuarto creciente por detrás
Todos los Magrinis ausentes me reclaman
Por el Magrini que no soy
CAPÍTULO 15. EL CUADERNO DE OSVALDO MAGRINI (PRIMERA PARTE) 35
28 de Enero de 2000
Ahora toco el clarinete un poco todos los dı́as, pero menos de una hora. Para ser
sincero, lo más difı́cil fue recuperar el instrumento de las entrañas de Benny. No me refiero
al entrañable instrumento de Benny Goodman, sino al mı́o propio que tuve que recuperar
el quinto dı́a de este mes de las entrañas de mi iguana Benny. No logro explicarme cómo
el sodomita animalito logró semejante proeza. Confieso mis dudas acerca de este hecho,
que no puedo recordar con exactitud.
01 de Julio de 2000
¡No puedo tocar tango! El tan mentado género, argentino y ciudadano por excelencia,
ha provocado en mı́ una serie de recuerdos. El bendito 2x4 me hizo volver a 4to grado:
tenı́a que recitar de memoria la t del dos y no pude ni comenzar. Ese año lo repetı́.
Por otro lado, tengo una anécdota sobre R.G.: le jugábamos el siguiente chascarrillo
cruel. Le pedı́amos, por ejemplo, que nos dijera cuántas cuadras faltaban para x lugar,
si llevábamos andadas dos cuadras y faltaba un trecho cuatro veces más largo todavı́a.
Siempre lográbamos enfurecerlo. Creo que años después, R.G. se mudó a Rı́o Gallegos.
¿O tal vez lo llamó R.G. por el lugar al que se mudó?.
Capı́tulo 16
Backindousdeys
E
n algún lugar de Argentina cuyo nombre no recuerdo, un antepasado de una familia
que sı́ recuerdo, de la que no todos sus integrantes estaban ni están del todo cuerdos;
mordı́a una ramita bajo el único árbol dentro del fortı́n.
Eran mediados del siglo XIX y los dı́as pasaban lentos para los hombres comandados
por el general Longobardi.
La noche anterior esperaban con ansiedad un malón que de haber pasado hubiera
arrasado con todo por culpa de uno de los reclutas. Este, en un descuido imperdonable,
olvidó cerrar las puertas del fuerte por la noche, y aquella falta determinó su expulsión
del servicio, que por otro lado era deleznable y abusivo.
Bañado por la sombra del ombú, Américo Goldin, a quién sus compañeros habı́an
apodado boñiga por su inaudita costumbre de buscar oro en los desperdicios de las vacas,
esperaba el comunicado oficial de su despido.
Tras los adioses de sus compinches, se alejó para siempre de la vida de campaña.
Decidió tomar el camino que no conocı́a; y de esta manera fue como el antepasado
de Ricardo Goldin se perdió en la inmensidad de La Pampa y su zoncera.
Sediento, y ya empezando a alucinar el hombre vio humo en el horizonte. Apuró al
tobiano llamándolo Lucifer y como en un ensueño ingresó a la tolderı́a de los indios
que no podı́an creer semejante aparición. En ronda, fumando y planeando emboscadas,
fueron sorprendidos por un hombre blanco que dormı́a encima de su caballo.
Américo veı́a el mar, el puerto, las plazas, los hombres que forzaron su ingreso a la
tropa, el pequeño gato en el umbral de la puerta de su primera casa en Buenos Aires y de
pronto se vio a si mismo en una casa llena de gallinas, y las plumas comenzaron a volar
como si fueran arrancadas de las aves por un viento que era caliente, increı́blemente
caliente como sus manos y su cuerpo, si oh! Como si su cuerpo entero secándose en
el desierto, cubierto de tierra, desapareciese y se convirtiera en polvo, polvo gris que
chocando contra el rostro de un indio formara surcos cual caminos de tierra vistos desde
el aire.
Muy despacio, fue abriendo los ojos y no pudo ver mas que plumas y caras pintadas1 ,
que lo miraban con expresiones de admiración y angustia.
Al parecer estos aborı́genes acababan de presenciar la profecı́a de su Chaman, la cual
anunciaba la llegada del hombre-sueño quien en su caballo de dos colores llegarı́a a la
aldea una tarde de la temporada del cuis. El mencionado hombre, luego de tomar la
mujer que quisiera, estaba obligado a realizar las ocho pruebas del Dios Huincul.
Enterado Américo de la primera prueba, que descubrió con espanto, en un corral
donde encerrada y atada a un palo, picoteaba el suelo un ñandú, escapó esa misma
1 Nada
que ver con el grupo de Aldous Richman.
36
CAPÍTULO 16. BACKINDOUSDEYS
37
noche, no pudiendo sacarse de la cabeza la imagen del indio que lo miraba y le gritaba
“ñancul-ñancul” mientras agitaba sus caderas excitado y sonriente.
Ya a salvo, tras recorrer unas leguas, bajó a beber agua de un arroyo. Bordeándolo,
cabalgó un dı́a entero y llegada la noche, durmió cerca de unas casas que se podı́an ver
a lo lejos. No quiso, por precaución, llegar de noche al pueblo, ası́ que aunque estuviese
muerto de hambre, ató el caballo y se tumbó panza arriba mirando las estrellas. Esto,
pese al cansancio, lo animó a recitar en voz alta las siguientes lı́neas: “En un overo rosao,
flete nuevo y parejito, caı́a al bajo al trotecito, un paisano del Bragado, que habiendo
visto la luz, se jué del todo espantao, por haberse al fin enterado, del sondeo del ñandús”.
En aquel pueblo don Américo Goldı́n se quedó a vivir. Se hizo talabartero y acostumbraba invitar una ronda de grapa a sus amigos en la pulperı́a de la esquina, frente al
correo.
Una tarde se escucharon rumores sobre un malón. Américo tomaba caña en su casa
aquella mañana, cuando un estruendo de agudos gritos y el retumbar del suelo inició el
pánico en el pueblo.Todos se apuraron a esconderse, salvo Américo, que montando su
tobiano ya dos años mayor salió a la entrada del pueblo y se quedó esperando.
Los ojos de todos presenciaron un acontecimiento muy difı́cil de creer de no haberlo
vivido. Agazapados en sus escondites vieron llegar a los indios. De pronto, a una distancia
de treinta metros, éstos frenaron sus caballos en lı́nea. Enfrente, quieto y erguido sobre
Lucifer, Américo Boñiga Goldin los miraba fijamente. Un chimango chilló en el cielo.
Soplaba un suave viento norte y los caballos befaban nerviosos retrocediendo y moviendo
sus cuellos. Un indio se adelantó al resto, dio dos vueltas, se apeó y clavando la lanza en
la tierra gritó algo. Luego ordenó a su tribu la retirada.
Todos vieron desaparecer tras una nube de polvo a los sesenta indios que el entonces
héroe del pueblo logró neutralizar.
Al dı́a siguiente, Américo trabajaba, en su taller, un hermoso cinturón de cuero con
la siguiente inscripción: “Américo Goldin - el Cid de las Pampas”.
El mismo cinturón, estaba en el año 2002 en un negocio de la ciudad de Bahı́a Blanca.
Dentro del local de la calle Soler, Polo Goldin discutı́a el precio de la prenda con una
empleada.
- ¡Trescientos patacones! ¿Pero ustedes están locos? Mire si yo voy a pagar esa suma
por un objeto que me pertenece- dijo Polo; y molesto, salió cerrando la puerta del local.
Una hora después volvió con un árbol genealógico para demostrarle la verdad del
asunto. De este modo logró reducir el precio a la mitad y se marchó del negocio con el
cinto puesto.
Al llegar a su casa y tras una breve inspección; descubrió como yo que no tenı́a mı́s
ideas y por eso esta historia continuará. Jajaja.
Capı́tulo 17
Cardorrusienta noche bahiense
E
l joven inglés ya no podrı́a volver a escuchar la 9na Sinfonı́a de Ludwig Van.
Pero todavı́a no sospechaba que remojaba su anglosajón culito algodonoso en la bañera
del nunca bien ponderado escritor ideólogo de la oposición al entonces vigente régimen
gubernamental, y además, pobre ancianito paralı́tico que se dejaba llevar en alzas por un
fı́sico-culturista a la Roy Orbison... - esteee... él nunca se atrevió a llamarlo pretty woman
- interviene con sagacidad la voz del narrador omnisciente -. Bueno, las notas de la canción
que silbaba el vándalo de la bañera retrotraı́an al viejo púlitzer a un sórdido pasado que
el mantenı́a / pero la lamparita Volta de 100 W destelló en la lampiña frente del tullido
intelectual y.... HETE AQUÍ que ALCOYANA-ALCOYANA (según versos del oriental
poeta Berugo Carámbula [aprovechamos este intersticio para introducir un boletı́n de
último momento: Berugo es por Héber Hugo, dice el jóven y lánguido Emilio, y todos
comienzan a chiflar violentamente])... emparejó la conocida I´m singing in the rain que
estaba escuchando con la que una vez oyó cuando “un grupo de malvivientes irrumpieron
en su domicilio, e inmovilizándolo, procedieron al abuso de su esposa. Luego, la paliza
propinada a F. Alexander le provocó severos daños motrices. Quien tenga información
sobre un grupo de adolescentes con apariencia violenta , comunicarse con London Posta”.
Poco más tarde la ficción volvió a ser superada por la realidad al hacer frente a la árida
y cardorrusienta noche bahiense. La pelı́cula dejó un sentimiento de calzón estrecho como
huevos emancipados uno de otro en una realidad extra-carnal de extrema adversidad. Sólo
el guiño amarillo del semáforo teñı́a de un color vagamente hepático la heróica gesta de
los tres jóvenes que peregrinaban hacia el bar de sinapsis.
Ya no volveré a tener sombra, era el alarido guerrero que se escuchaba desde el
balcón del tercero A. O mas bien era lo que los sombreros negros le dictaban al Magrini
espectador. Aunque la pelı́cula tuviese su propio sonido, Osvaldo escuchaba your mother
should know y luego gritaba I am the Walrus sitting on a cornflake I am the eggman goo
goo goo joob I´m cryin’, y como mono rebotaba contra las paredes asombreradas.
Como siempre, haciendo abuso de su método viril de landlord teniendo la prima nocta
con una jóven doncella sobre una medieval ALCOYANA levemente sangrada, Waldo
embocó la negra en su lugar y ganó ası́ su tercer partido. (Aguante la cabra ricotera!!!)
Antes de tomarse su segundo trago de Moloko-plus dijo : - Pongan la moneda badulaques-.
Saliendo de Sinapsis: las tres neuronas comenzaron a trialogar:
- “Che, cabeza de porongas, ¿por qué no nos tomamos un bondi?. El último a Finisterre.”
- “Ni lo soñés, eh-eh-eeeeh.”
- “No te pongás la gorra, cordero atado, que yo tengo la tarjebús.”
Magrini oscilaba entre bailar con una corbata de chorizos caseros hurtados de su
propia bañera parodiando los gráciles movimientos de John Lennon en Your mother
38
CAPÍTULO 17. CARDORRUSIENTA NOCHE BAHIENSE
39
should know mientras lo que se escuchaba en realidad eran la trompetitas de oliunidislov
o la marsellesa o... giaccomo capellitini o pavo roti cantando ópera como gallina teniendo
por cesárea una bola de bowling aunque César no estuviera por estar en Canadá ni haya
jugado nunca al bowling pero eso es algo que no sabemos, ovisoliunid. Gracias “Quico”
Klemm.
Los hermanos macana (aunque ellos insisten en llamarse mariconamente los Rainoldi ),
esperaban. Eran las 0:14, según el preciso Rainierito. Ni señales de los otros tres huevones.
La tiraden-biere bahiense es excelente, nada que ver con la de Abhührendespidenkaken.
Che, vamos a dar una vuelta en moto. La pomada Washington empieza a secarse y la
campera de cuero se me va a cuartear. Sı́, te quedan como 2 horas 32 minutos 56 segundos
en un sauna Vienes. Si voy .
Dentro de la 520, nadie más que los tres porongas. Waldo hablando de las probabilidades y sus logaritmos como si fuera una máquina de Turing en tara feroz. Y de pronto,
la moto de Ulises aparece al lado del Mercedes 1114. Daniel abre una ventanilla y les
grita: “Macanaaaaass” y ellos responden: “chucuchucu”. Emilio presiona el timbre y se
bajan los tres en la esquina de la calle Ingeniero Luiggi.
Terminada la cinta , Magrini apaga el proyector y se dispone a ejecutar una composición en tiempo real sobre un leit motiv rescatado de las profundas catacumbas del
orto, o tal vez un tema como your mother should know. Benny prontamente yergue su
pierna trasera - la del lado derecho - para permitir la extracción de la ya lubricada caña
Vandoren Classic nro. 3 (- “Mis improvisaciones siempre tuvieron un sabor muy particular” - dirı́a Magrini a la prensa años después). Armado ya el clarinete, presto a recibir el
aliento vital del Ova...
- ¿Qué carajo estuvieron haciendo, que nos embolamos de esperarlos? - dijo Rai.
- Nada. Vimos La naranja mecánica y fuimos a jugar un pool a lo de sinapsis y como
siempre les hice el upite a estos mamones - dijo Waldo. Y Daniel empezó a silbar I´m
singin in the rain. Una cuadra después Waldo dijo: “ese tema se llama I´m singing in the
rain, ¿no?” , como haciendo alarde de su amplia cultura sobre los musicales jolivudenses
de los cincuentas. - “ALCOYANA-ALCOYANA, querido Waldı́n” - dice el nunca bien
comprendido Daniel. - Hablando de eso, tengo un chisme candente... - dice el jóven y
lánguido Emilio.
Magrini intenta retrogradar la célula rı́tmica de Your mother should know a la vez
que con los pies marca las archiconocidas palmas de aiuanajoliuorjand y Benny recupera
sus dimensiones anales naturales. Pero...
- “Berugo es por Héber Hugo. El yorugua hijo de puta se llamaba Héber Hugo, te das
cuenta, ¡¡Heber Hugo!! De no creer.”
- “Bueno, Waldo, esto amerita una buena chiflada del orto.”
- “¿Te das cuenta? Héeber Huuugo.”
- “Sı́, FLIIII FLIIIIIIIIIIIIIIIII”
- “Mierda, la retrogradación del tema no es tan fácil como creı́a. Voy a tener que
recurrir a las dotes de Benny para...”
- “Pero qué quilombo, no puedo. Pendejos hijosdeputa gritones.”
(Suponemos que habilitado por su traje de superman, Magrini milagrosamente pudo
asomarse a su balcón.)
- “¡¡¡¡Qué mierda chiflan, negros poronga!!!!”
Capı́tulo 18
El cuaderno de Osvaldo
Magrini (segunda parte)
T
engo recuerdos, querido Watson, de cuando todavı́a no era yo el mismo Sherlock
Holmes que soy ahora. Recuerdo haber fumado una pipa corva. Y haber tenido una novia
que luego fue esposa y madre y después... poco es lo que recuerdo acerca de un niñito
tierno pero muy sonoro. Recuerdo la madrugada como un estruendo. No recuerdo...
...la noche, luego de haber rezado por última vez, antes de acostarme. El dı́a siguiente
será mi dı́a. El dı́a de la consagración. El depertar. La mañana. No de mi persona, sino
de la verdad. La tesis final de mi doctorado en Teologı́a esperaba su difusión, iluminando
al mundo acerca de los asuntos oscuros: “la ascesis divina, asistida por sustancias ajenas
a la Fe”. El mundo hubiera sabido de mı́. “Mañana por la mañana...”.
...haber dormido. Tal vez... creo... casi no dormı́ por tres meses. Y más adelante, sólo
podı́a hacerlo en algún rato libre, en el trabajo. Generalmente habı́a en la oficina central
un clima de relajo y desdén hacia lo productivo que me permitı́an siestas de hasta dos
horas. Mi oficina, tenı́a para estos fines, todas las comodidades que un empleado de la
DGI de aquellos tiempos podrı́a necesitar: una silla que se podı́a reclinar cerca de 45◦
antes de quedar con el respaldo firmemente apoyado contra la pared, un escritorio para
descansar las piernas, un cenicero, y poca luz, muy poca luz.
En realidad, el insomnio nunca me habı́a preocupado. Esa noche sufrı́a un insomnio provocado por la ansiedad, pero era la primera vez que era insomnio por algo y no
solamente insomnio, a secas. Recuerdo... siempre tuve, en mi cuarto de estudiante, pocas comodidades. Sólo lo digno de un verdadero asceta dedicado de lleno a lo realmente
importante: la Iluminación del prójimo. Incluso, con un rigor kantiano, me obligaba a
dormirme, cuando padecı́a a mi visitante nocturno, sin bajar las persianas de la ventana
que da a la calle. Esto agregaba dos desafı́os nuevos para vencerme a mı́ mismo: la inquietud de que tras el filo de la ventana se ocultara el abismo, la vı́vida luz del alumbrado
público vivida como un naranja pleno en los párpados.
Por entonces mi ambición era la de todos: hacertar un pleno y mandar todo al carajo.
Mientras, rezongaba, parpadeaba ante lo inevitable, y volvı́a a mi casa para que la noche
me soñara mirando la nada a los ojos.
Y esa noche no fue distinta.
El dı́a T se aproximaba, era un rumor vago en el horizonte, una media-penumbra
tenue.
El despertar fue un momento... impreciso... demasiado impreciso. Muy de a poco,
las paredes dejaban de ser manchones para recobrar la cuadratura. Cuando los ángulos
todavı́a mostraban algunos detalles de acabado, el techo vino a complicarme la existencia,
40
CAPÍTULO 18. EL CUADERNO DE OSVALDO MAGRINI (SEGUNDA PARTE) 41
pero sólo por un momento. Una vez que el espacio del cuarto estaba delimitado, el
contorno... un plano sostenido por cuatro rectas, se impuso en el centro, repartiendo
desde ahı́ una luz fuerte y clara todo alrededor. Me sobresalté. Una vez vencida la inercia
del arranque, los músculos respondieron bruscamente. Apenas pude esquivar la mesa.
Para no caer, me atajé en el marco de la ventana.
Mi situación no mejoró mucho los años siguientes. Osvaldito ya no lloraba, pero era
muy inquieto. Recuerdo la vez que la tı́a X le regaló un tambor de hojalata. Entonces,
rogaba por el momento de escuchar el traqueteo de las mecanógrafas de la oficina, porque
el traqueteo que me torturaba en casa era mucho peor. El demonio de poco más de 1
metro me arremetı́a gritando muy agudo y redoblando la hojalata como una bestia, el
dulce mocoso. La solución final: un dı́a le arranqué el bendito tambor, lo tiré por la
ventana. Para calmar un poco los nervios del chico, lo puse a lavar ropa sucia con una
tabla. Eso lo tranquilizó, supongo, porque ya nunca volvió a gritar. ¡Elemental, Watson!
Sueño
con la caı́da
asomado al dı́a abierto
que es una ventana, rota
de lado a lado, herida
por el mediodı́a
Caigo
todavı́a
no estoy
despierto
no soy yo
el que cae
soy la sombra
del ı́caro enmarcado
contra la luz
en la ventana
Lo que no pude remediar fue el cambio de tareas que sufrı́ en el trabajo: de la cómoda
oficina, a la persecución, a la cacerı́a. Me nombraron sabueso de la DGI. Supongo que
entre la actividad ingrata del pointer impositivo y el insomnio a causa de Osvaldito y...
Osvaldo no pudo ser Teólogo. Osvaldo no cree en el
destino. Osvaldito quiere su tambor de hojalata.
¿A qué clase de tı́a se le ocurre regalarle un clarinete a un nene que pierde un tambor?
Osvaldito es un dormilón.
¿Por qué ironı́a del destino un sabueso de la DGI que odia su trabajo y ya ni siquiera
puede dormir mientras cumple el horario, tiene que tener un hijo clarinetista con hábitos
de estudio nocturnos?
Osvaldito no fue a presentar la tesis. Tenı́a
insomnio pero se quedó dormido.
¿Por qué el perro del afiche de los sabuesos de la DGI me pedı́a siempre que me vista
como él? ¿Por qué la gente no me tomaba en serio cuando iba a cobrarle la tasa o la
CAPÍTULO 18. EL CUADERNO DE OSVALDO MAGRINI (SEGUNDA PARTE) 42
cometa? ¿Por qué a Osvaldito ya no le gusta lavar la ropa? ¿Por qué la gallinita dijo
eureka?
Bueno, Osvaldito se portó mal. Ahora se va de viaje. A Rı́o Gallegos. Chau, Osvaldito.
Chau.
¿Por qué?
01 de Agosto de 2001
Querido diario: te escribo para contarte de lo lindo que la estoy pasando. Ahora,
además de tocar el clarinete, resulta que también estoy escribiendo una biografı́a no
autorizada sobre la vida de Osvaldo Magrini. Se titula “Osvaldo Magrini, el primer Din
reverso de Don Segundo Sombra y sus repiques de campana oxidada”. Estoy re-interesado
en la vida del Ova. Bueno, espero que la estés pasando lindo, porque la vida es linda. Un
consejito útil: sé feliz... carpe diem.
01 de Septiembre de 2001
Carpiamo´, diario del ojete, carpiamo´.
Resulta que el Magrini editor le ha objetado al Magrini escritor lo que se detalla a
continuación:
Anacronı́a: dada la edad de Magrini, su padre no pudo haber sido sabueso de la DGI.
No al menos mientras Osvaldo era un sonoro pequeñuelo. La edad del biografiado es de
?? años. Todos recordamos que el famoso proyecto de recaudación de la DGI comenzó a
ponerse en práctica a fines de los ´80, o principios de los ´90. Esto entra en conflicto con
los datos más feacientes acerca de la edad de O.
Quasi-plagio: los versos soy la sombra / del ı́caro enmarcado / contra la luz / en la
ventana tienen un punto de inspiración demasiado marcado en soy la sombra del picotero
asesinado contra la ventana, del célebre Vladimir Nabokov en Pálido fuego. Se afirma
que los recursos utilizados por el autor de Lolita, y algunos de sus momentos literario,
son un pálido reflejo del fuego nabokoviano.
Descuido: se olvidó de bajarse lo´lompas pa´cagar. Uso de vocabulario soez: deberı́a
haber escrito “olvidó recordar el estado adánico de exponer su naturaleza a la fresca
caricia de la t... del artefacto conocido como inodoro, a fines de facilitar la expulsión de
los sobrantes de su sistema digestivo, y que dicha tarea sea completada decorosamente,
de manera higiénica”.
01 de Octubre de 2001
¡Me cago !: ya no volveré a cagar en inodoros. Tienen una t..., los hijos de p... De pronto
ya no me pareció tan temerario asomarme al vórtice de una tasa turca. De hecho: hice
que instalaran una en mi baño. Por desgracia, ahora frecuento mucho menos la lectura
que antes, todo a fin de ser menos frecuentado por la lumbalgia. Pero estoy aprendiendo
a jugar al golf. Y hasta encontré la forma de no perder las pelotitas, y a veces, hasta
puedo atajarlas cuando todavı́a vacilan al borde de la ciénaga.
01 de Noviembre de 2001
Descubro que escribir sobre O. puede llegar a ser muy frustrante, debido a la poca
luz que obtengo sobre cierto perı́odo oscuro en la vida de O. La tasa turca parece decir
O. pero yo le Oh! le avento pelotitas de gO.lf y ella querrı́a decirle O.le a Oh! pero nOh!
puede pO.rque nO. hay aujerOh! que se niegue a O. salvo el de la mujer la bellı́sima M.
CAPÍTULO 18. EL CUADERNO DE OSVALDO MAGRINI (SEGUNDA PARTE) 43
01 de Diciembre de 2001
En una sı́laba mı́stica nuestros nombres resonando por todo el Universo. ¿Viste M?
No es casualidad. Una O como origen: un beso ritual a la nada. Una O que se cierra y
prolonga, vibrante. El aire, todo vibrante de M. El paladar de O. vibrante de M.; la boca
de O. repleta de M. Todo O. vibrante prolongándose en una M. Ommmm?!
01 de Enero de 2002
Querido y amado diario: por más que su nombre sea el de un corte de carne vacuna,
o más precisamente por eso, la amOh! M.ás y repito aM.O. a M. O aM.a a M. y ya
empecé a llenar el chanchito con monedas de 25 centavos de las bien pesadas. Ajustarse los
cinturones, que Magrini no es vegetariano sino O.M.nı́voro y tambén manya M.erluzzza.
01 de Febrero de 2002
O. M.ás que un ı́carO. Es un pajarO.n. Ayer hice un llamado anónimo a M.. Todo iba
muy bien encaminado, siendo ésto todo lo que querı́a. Ya podı́a sentir el canto ranurado
de una moneda de 25 juguteando libidinosamente entre mis dedos, siendo ésto todo lo
que querı́a. Ya podı́a sentir el canto de la sirena, siendo ésto todo lo que querı́a. Ya podı́a
sentir el can tosiendo ésto todo lo que querı́a yap o dı́a zen tiré el can (to) de la si re
-na!-sı́- en (do) es (todo) ¿lo que?... que rı́a. Amargura de las horas que se agolpan... que
rı́a, que se rı́a ¡que se garche de risa! ¡Y qué si no pude contestarle la última pregunta!
¿Dónde fué a dar el misterio? “...Claro que quiero conocerte, pero... ¿quién me habla?”
“¿Te habla?” y no pude seguir - siendo ésto todo lo que querı́a - y ahora la sirena es sólo
un recuerdo en mi oı́do (y a veces, confieso, levanto el teléfono y escucho, como quien
quiere recordar el mar escuchando dentro de un caracol que levantó en la playa) . Un
recuerdo. En mi oı́do: una risa, un “Coca, largá el teléfono”. Y la tos - absurda - ...la
tos... de un pekinés absurdo.
P.D.: ...carpiamo´. Resulta que el Magrini editor le ha objetado al Magrini escritor
lo que se detalla a continuación:
1. el recurso utilizado para describir las sensaciones del autor en torno al amor que
le prodiga a su amada M. encuentran un punto de inspiración demasiado marcado
en el primer capı́tulo de Lolita, del célebre Vladimir Nabokov. Se afirma que los
recursos utilizados por el autor de Pálido fuego, y algunos de sus momentos literarios
- ası́ como M. también -, son un pálido reflejo de la lolita nabokoviana.
2. olvidó bajarse lo´lompa pa´... no, no era del todo necesario.
01 de Abril
Novedades acerca de la vida de mi ilustre biografiado:
Dos años exactamante pasó Magrini enclaustrado en el nosocomio psiquiátrico de
Rı́o Gallegos. Después de este perı́odo, habiendo dado claras muestras de mejorı́a (ya
no intentaba dormir parado contra la pared, por ejemplo), fue dado de alta. Como argumentaba no tener parientes que puedan ir a retirarlo de la institución, atravesó los
murosque lo separaran de la normalidad como un solitario. El único recuerdo nı́tido de
todo este perı́odo es una prueba material que el mismo Osvaldo nos facilitó, para que
pueda ser transcripta aquı́: “Certificado de sanidad mental (punto aparte).Certifico que
el paciente Osvaldo Magrini, habiendo dado claras muestras de mejorı́a (ya no intenta
dormir parado contra la pared, por ejemplo), es dado de alta, pudiendo abandonar el
nosocomio psiquiátrico de Rı́o Gallegos para reinsertarse en la sociedad como un hombre
de bien (muy bien 10, Osvaldo!). Firma: doctor R.G.”
Con semejante aval, Osvaldo no tuvo dificultades para conseguir trabajo y reinsertarse
en la sociedad como hombre de bien (muy bien 10, Osvaldo!). Su primer trabajo, en el
CAPÍTULO 18. EL CUADERNO DE OSVALDO MAGRINI (SEGUNDA PARTE) 44
museo de arte contemporáneo de Rı́o Gallegos, le brindó las primeras satisfacciones en el
mundo de la normalidad. Pronto llegó a dirigir la institución, gestando exposiciones de
pintores ya reconocidos como Picasso, Gris, Magritte, y muchos otros. Por esta época el
mismo Magrini hizo sus primeras armas en la pintura. Para su primera exposición, nos
cuenta que se inspiró en una idea de Salvador Dalı́, quien habı́a experimentado la pintura
utilizando un revólver para teñir un lienzo con manchones de pólvora, disparando al ras
de la tela. Magrini tomó este recurso creativo utilizando, en cambio, sifones de soda. Esto,
afirma, le fue sugerido por un cuadro de T. Gurtulio - Naturaleza muerta con sifones-.
Al poco tiempo, ya realizaba happennings en los que el público “trascendı́a el mundo
material para encontrarse con la belleza” contemplando las figuras mientras el mismo
artista las realizaba en tiempo real.
Efı́meras como los trazos de Magrini en Rı́o Gallegos eran las figuras de soda en
la tela. Tendrı́amos que remontarnos al año 19?? para volver a encontrar un rastro de
huellas firmes; esta vez, como libretista del programa televisivo El banquete telemático,
del renombado F. Klemm.
Capı́tulo 19
Desde lejos no se vé
M
arucha siempre recordarı́a Febrero del ’61 por la estupenda cosecha de marihuana
que el fondo de su patio le regaló. En aquella vieja casona en la que habı́a nacido sólo
bastaba tirar unas semillas para que cualquier cosa creciera con vigor incomparable. Fue
también en ese verano cuando conoció a Polo.
El era recién casado, y para ganarse un dinero extra laburaba de pasador en las
fronteras limı́trofes. Durante aquel mes corrı́a en Ing. White el rumor de que la demanda
norteamericana del canabis estaba creciendo geométricamente y de que muy buena paga
se prometı́a a aquellos osados que pudieran llevar paquetes hasta Los Angeles. Polo era
joven, pero nada tenı́a de inexperto, y menos de dubitativo. Contactó al distribuidor en el
puerto bahiense, quien le indicó recoger un paquete en la dirección de la Srta. Marucha,
y sin consuelo para su esposa partió hacia la aventura.
Tres viajes hizo en total Don Polo, revelando jamás la técnica con la que conseguı́a pasar inadvertido en todo puesto de vigilancia que se le interpusiera. La paga que
recibió no fue precisamente una fortuna, pero le permitió amasarla reinvirtiéndola en gauchitos plásticos del mundial ’78, para perderla luego en los duros años de hiperinflación,
con el comercio de tubos fluorescentes.
Pero la más increı́ble consecuencia de esta historia fue la concepción de Daniel Saúl
Goldin, el medio hermano menor de Ricardo. Años después del nacimiento del primogénito de Don Polo en Bahı́a Blanca, llegarı́an noticias desde los estados americanos con fotos
de su hijo desconocido, al que desde ese entonces metódicamente visitó año tras año hasta
el presente (salvo en el ’88 cuando los tubos fluorescentes no se vendı́an ni por monedas).
En el verano argentino del ’99, Daniel Goldin decidió que era tiempo de conocer a su
familia sanguı́nea y, con el consentimiento de Polo, planeó pasar la navidad en el sureño
rincón de sus raı́ces. Daniel estaba casado con una norteamericana muy linda llamada
July y tenı́a dos hijos: Laura y Brian. Su vida profesional era muy exitosa, trabajaba
nada menos que en la N.A.S.A. como director de algo que Ricardo nunca se interesó por
comprender.
“La verdad es que este boludo podrı́a haber elegido otro momento para venir, ¿no? Por
ejemplo: NUNCA” - protestaba en el baño Ricardo, mientras Mirta le lavaba los dientes,
algo que su estado de protesta pasiva le impedı́a llevar a cabo -. “Vamos Ricardo, ¿no
te emociona que esté acá tu hermano? Dale, poné cara de contento que ya son casi las
doce, aparte fijate cuantos regalos trajo” - lo consolaba su esposa. “Esas deben ser todas
giladas, tiene una cara de amarrete que se le seca, ése”. Mirta lo miró con desaprobación,
Ricardo contestó con indiferencia y volvieron a la mesa.
Allı́ Laura y Brian trataban de cantar las barbaridades que Luis y Yenifer les enseñaban, convencidos de que eran hermosos villancicos argentinos. Marucha le convidaba
45
CAPÍTULO 19. DESDE LEJOS NO SE VÉ
46
mate a July, y se divertı́a viendo la cara de asco que la yanqui ponı́a cuando tenı́a que
chupar la saliva que intencionalmente le dejaba en la punta de la bombilla. En el rincón
del tocadiscos, Daniel escuchaba 15 segundos de cada álbum de la colección de Polo, que
muy entusiasmado no esperaba que termine un tema para cambiar al siguiente.
Con este ambiente, Mirta empezó a servir los confites, los turrones y el pan dulce. En
la mesa, gritando sobre un premonitorio Fuego de Sandro, Don Polo trataba de recuperar el tiempo perdido explicándole a Daniel algunas cuestiones argento-navideñas, como
que Papá Noel, no Santa Claus, al terminar el reparto de juguetes festejaba regalando
caramelos por el barrio, subido a una autobomba local. Por su parte Ricardo buscaba en
la habitación los petardos y cañitas voladoras que le devolvieran el protagonismo de la
navidad.
Sorpresivamente sonó en LU2 el pitido oficial y casi instantáneamente lo imitó la
sirena de los bomberos: era hora del brindis y todos se pusieron de pie con alegrı́a y
emoción.
Apenas concluido el ritual, los chicos saltaron de la mesa cuando vieron a su padre
correr con una caja de zapatos en dirección al balcón. Pero sólo un par de estruendos
permitió Mirta que en nombre de la buena educación hacia los invitados, llamó a todos
a abrir los obsequios.
Brian recibió con efı́mero entusiasmo la remera número 10 de la selección Argentina
de fútbol; engañado en un primer momento habı́a pensado poder lucirla en los campos
de béisbol californianos. Su hermana mayor, en cambio, abrió con alegrı́a el compact
de Los pibes chorros, que contenı́a 12 villancicos vieneses interpretados por la cumbia
villera. Luego llegó el turno de los regalos extranjeros; Ricardo esperaba que sus hijos los
abrieran pronto para seguir reventando la noche y olvidarse por un momento de la visita
de los extraños.
Mientras Luis se sorprendı́a con el transbordador Apollo 21 en escala 1:5000 y Yenifer
con el top abanderado de bastones y estrellas que en adelante serı́a una de las más famosas
leyendas urbanas de Villa Mitre, Mirta se acercó a su marido que no podı́a disimular su
ira. Dulcemente le entregó un paquete muy liviano, con forma de tubo, que Ricardo
recibió con gran intriga. Rápidamente lo abrió y exclamó: “¡El poster de Bo Derek,
saliendo desnuda del agua, en la pelı́cula de Tarzan!” y la voz se le ahogó en la sonrisa
de ternura con la que su mujer lo miraba. “Gracias, gracias” le dijo al oı́do mientras la
abrazaba. “Ya no me da celos tu fanatismo, y podés colgarla acá mismo en el living si
querés”. Ricardo no habı́a imaginado este regalo ni en sueños, muchos años atrás, cuando
eran aún novios, habı́a llevado a Mirta a ver aquella pelı́cula al cine, y el fanatismo que
le despertó obligó a su mujer a prohibirle hablar de ella en casa, y luego de todo este
tiempo la veda se levantaba.
Pocos segundos más tarde, armado de cintex, saltó sobre el sofá y comenzó a buscar
el lugar donde pudiera lucirse mejor. Mirta le indicaba desde abajo y juntos lo dejaron
en un sitio fantástico, podı́a apreciarse desde la puerta de entrada y desde la cocina al
mismo tiempo.
Una vez repuesto del éxtasis que el regalo de su mujer le habı́a causado recordó que
todavı́a tenı́a pendiente una caja llena de pirotecnia. Le silbó a su hijo, que con el
trasbordador bajo el brazo corrió al balcón sin dudarlo. Buscando el encendedor en el
bolsillo su mano dio con el rollo de cintex, que junto al Apollo 21 le dieron una genial
idea para avivar un poco la navidad.
“Che Luisı́n, ¿vamos a ver si esto vuela en serio?” preguntó a su hijo, y sin esperar
respuesta eligió la cañita voladora más grande de la caja y se la ató a la nave con
varias vueltas. Lo apoyó sobre la mesa de tomar el vermouth, lo apuntó al cielo, y
se dispuso a encenderlo. Luis se comı́a las uñas y los ojos le brillaban de entusiasmo.
Ricardo le dirigió una sonrisa de picardı́a y accionó el encendedor. Cuando la mecha
empezó a quemarse, ambos saltaron detrás de un filo-dentrus que crecı́a en el balcón
CAPÍTULO 19. DESDE LEJOS NO SE VÉ
47
para protegerse del chisperı́o. En ese momento llegó desde el living Daniel, que al ver el
juguete a punto de arder se lanzó sobre él. Alcanzó a manotearlo, pero no le fue posible
apagar la mecha a tiempo. El juguete cayó al piso hecho una bola de fuego y como dotado
de vida propia rompió en la casa a toda velocidad. Las mujeres entraron en pánico al
verlo y saltaron sobre las sillas, a excepción de Marucha que desde hacı́a un rato todo
le causaba risa. El Apollo trazaba su ruta a fuerza de golpear con las patas de las sillas,
hasta que inesperadamente la cinta acabó por quemarse y la cañita voladora abandonó el
trasbordador para ir a clavarse en el medio del adorado poster. Ricardo, Luis y Daniel
entraron a toda carrera pero el cuerpo de la mujer 10 ya estaba en llamas (literalmente)
para estupor de su dueño al que solo le quedó verlo consumirse.
Daniel Saúl Goldin perdió el tercer diente en la ambulancia cuando lograron devolverle
la respiración. Al hospital, como al aeropuerto, solo los acompañó Mirta ya que como es
sabido Polo no soporta los tubos fluorescentes.
1
1 Nota al lector: Luego de esta terrible conflagración, toda mención de Daniel Goldin fue eliminada
de los anales de la historia familiar Goldinezca, es por eso que, como única referencia se adjunta la
siguiente dirección de internet en la que el lector interesado podrá saciar alguna de sus preguntas:
http : //www.nasa.gov/history/goldin bio.html
Capı́tulo 20
Véase
1
Querido Osvaldo:
He aquı́ el relato de mi última semana de vacaciones. Por fin he retomado el hábito
de escribir. Tengo aún tres más en preparación de viajes anteriores.
Tenı́a yo esta semanita de vacaciones pedida ya en el laburo y como no iba a poder
ir a Venezuela porque no habı́a vuelos baratos, decidı́ darme una vueltita por los alpes
y sus alrededores. Ya que estaba me iba a Milano a pasar unos dias, visitar al Kuki y a
otros amigos italianos; luego a Zürich a verlo al Uli, boludear y de allı́ irnos a München
a pasar un dia borrachos en Oktoberfest, la gran fiesta de la cerveza alemana. Ese era el
plan y por suerte salió casi con precisión suiza.
Comienzo el periplo el viernes 21 de Septiembre, con trencito-cama Vienna-Milano.
El viaje se pasa bien, se puede dormir en estos trencitos, además te traen un desayuno a
la cama, que no es gran cosa pero es un desayuno. Llego a la mañana del sábado, el Kuki
estaba esperándome y nos vamos juntos a desayunar otra vez. Un quilombo la estación
de Milano Centrale, el Kuki me dice que es normal. Me doy cuenta que ya estoy hecho
un tedesco que busca orden, me sorprende el amontonamiento de gente ya.
El fin de semana está lluvioso y nos la pasamos comiendo ravioles. Total, yo a Milano
ya la habı́a recorrido con papá y mamá el año pasado. Lo que sı́ hicimos esta vez es
subirnos al Duomo, desde donde hay una linda vista y se aprecian muy bien los miles de
detalles góticos del edificio.
El sábado a la noche damos una vuelta por los bares de moda de Milano. A pesar
del clima de mierda hay movimiento. Vamos de bar en bar tomando cerveza. Conozco el
famoso aperitivo italiano, una costumbre para disfrutar después del trabajo que explico
más adelante. En otro bar se sientan al lado nuestro unas alemanas, está lleno de alemanes
Milano.
Al dı́a siguiente, luego de levantarnos muy tarde y almorzan aún más tarde, me comunico con Stefano, el flaco italiano que conocı́a de Alemania y quedamos para juntarnos
esa noche en un restorán argentino que el Kuki concoce. El Kuki le tiene que explicar
dónde está el local, no porque sea complicado sino porque Stefano, a pesar de estudiar
en Milano hace años, no se ubica todavı́a en la ciudad. En sorprendente, para los italianos Milano es la Gran Ciudad, extensa y complicada, sobre todo cuando, como Stefano,
vienen de pueblos pequeños.
1 La carta enviada por Ricardo Wellington a Osvaldo Magrini, donde relata lo acontecido la vez que
equivocó la bajada de colectivo lı́nea 512C -que tomara a las 13:32 en la parada de Chiclana al 400
(donde está el cine Visual)-, y fue a dar a un paraje un poco más allá de Villa Harding Green.
48
CAPÍTULO 20. VÉASE
49
Mientras me como una buena costilla de vaca se charla sobre mujeres, especialmente
sobre la camarera sueca que casi no habla italiano y está increı́ble; solo sonrı́e y asiente.
Al final, quedamos con Stefano para volvernos a ver el miércoles a la noche que es la
fiesta internacional, como en la que yo habı́a estado ya hace justo un año cuando vine
por primera vez a Milano.
Al dı́a siguiente, mientras el Kuki labura, yo boludeo por la ciudad. Quiero comprarme
ropa, ya el sábado me habı́a comprado un par de zapatos. Veo muchas cosas interesantes
y además estoy con tiempo para mirar vidrieras. Nos juntamos a la tarde y averiguo
cuánto sale irme a Torino, donde visitaré a otro amigo. A la noche conozco a Simone, el
chico que vive con el Kuki y otro amigos de Perugia y nos vamos a comer pizza. Yo igual
me pido una Cotoletta alla milanese, que no es otra cosa que una milanesa; de entrada
por supuesto pasta. Ası́ como los alemanes toman cerveza, los italianos morfan. El Kuki
observa que acá ha visto hasta a las chicas devorar con fruición una pizza entera.
Más tarde, vamos a tomar algo a un bar con parte de la gente. Yo me pido un Negroni
que es el cóctel tı́pico de Milano, ya lo habı́a probado el sábado. Es una mezcla de Martini
rosso, gin y algo más que no me acuerdo. Es amarguito y rico. La paso bien en Italia,
todo tranquilo y familiar, me relajo bastante. Y la comida es un placer.
El martes me voy a Torino al mediodı́a. Me encuentro con Marco, un italiano que
estuvo en Viena de Erasmus, estudiando (si eso se puede decir de los Erasmus) un año.
Comemos en su casa y charlamos. Luego me pasea por la ciudad, que es extremadamente
parecida a Rosario, dado que tiene las calles paralelas y perpendiculares como en Argentina y al contrario de casi toda Europa. Sólo las montañitas que la rodean la hacen
difierente; el resto, con los italianos ahı́ dando vueltas y haciendo ruido, es igual. Hay un
edificio muy famoso y muy grande aquı́, la Mole torinese, que estará en los billetes de
euros italianos.
Más tarde vamos a hacer el famoso aperitivo, que es costumbre en Milano y Torino
principalmente. Después de laburar, entre las 18:30 y las 21:00 la gente se va a ciertos
bares lindos donde pide un cóctel por un precio un poco más caro, pero hay un buffet
libre de variadas cosas para picar. Te podés llenar lindo la panza si querés. Hay de todo
para picar, desde salamines y quesos hasta platos frı́os, tipo ensaladas rusas.
Luego vamos a una pizzerı́a a comer. Yo ya casi que no puedo más. Todo es comer en
Italia. Comer, comer y comer; pero comer muy bien y muy rico. Después nos tomamos
unas birras en un bar de estudiantes, donde suelen venir los de intercambio internacional
también. Aquı́ Marco me dice que hablemos en alemán, proque ası́ hay más chances de que
te dejen entrar. Esto es muy caracterı́stico de los italianos, le dan prioridad o consideran
mejor lo que es extranjero. Y te tratan bastante diferente si te hacés el extranjero, con
más razón en un pub pensado para estudiantes. Son de terror... Marco comenta resignado
mientras me habla en su alemán con fuertı́simo acento.
Finalmente damos una vuelta, siempre en el fiat panda de Marco, por la notte torinese. Cerca del rı́o Pó hay una zona de discos pero hay muy poca gente por ser martes.
Marco me dice que también es peligrosa a veces esta zona, porque está llena de inmigrantes ilegales que te quieren robar. A él le pasó una vez. Los veo a los chicos, pero hoy
parecen tranquilos; debe ser porque hay poca gente. Hablan otro idioma, son en general
de Marruecos u otro paı́s del norte de África.
Hacia las 2 y pico, me deja en la casa de su abuela que como ella no está, esta libre
y puedo usarla yo para dormir. Arreglamos a qué hora desayunar y me duermo, previa
revisada de la televisión italiana. Al dı́a siguiente hay un hermoso sol y vamos a dar una
vuelta por la montaña circundante, desde donde se ve muy bien la ciudad. Lindo barrio
caro, trepado a la montaña. Desde un parque arriba del todo se ve muy linda la ciudad
y los Alpes detrás, nevaditos. Lástima el smog que es bastante; la fabrica de Fiat más
grande de Italia está aquı́.
De allı́ bajamos a la ciudad y nos tomamos algo en la confiterı́a de la facultad de
CAPÍTULO 20. VÉASE
50
arquitectura, que como era de esperar está llena de lindas chicas. Se hace la hora de mi
tren de vuelta a Milano y vamos a comer a la casa de Marco otra vez. Él me comenta
muy hinchado las bolas, viendo la tele que está prendida dando las noticias, que en Italia
hablan del papa cada puto dı́a. Pareciera que el noticiero tiene una sección dedicada al
polaco.
En dos horitas estoy en Milano de nuevo, me voy a casa a ducharme pues esta tarde
hacemos el aperitivo con una chica argentina que el Kuki conoce y demás gente del
trabajo de ella, entre las que hay alemanas. Luego a la noche tenemos la salida con
Stefano.
Me encuentro con el Kuki y salimos hacia el lugar. El bar está buenı́simo, reconcheto
y lleno de gente. Hay muy buen ambiente. Me pido un Daikirı́ de frutilla y empezamos
a charlar y comer lo que se pueda. Aquı́ también hay de todo, pero es más difı́cil pescar
algo porque está lleno de gente. Y son todos italianos que también se quieren comer todo.
Va pasando el tiempo y ya conozco gente nueva, charlo en alemán con una chica
de Bremen que no habla italiano. Hay un escocés muy divertido que sólo habla inglés
y hace chistes; el tipo está ahı́ hece un dı́a y vino a buscar trabajo. La alemana, que
está solo de visita a ver una amiga de München que hace meses que está en la ciudad,
me comenta sorprendida que los italianos la tienen repodrida a su amiga, que sı́ habla
italiano, tratándo de levantársela. Yo me rio...
Me tomo dos Negroni más, que cada vez me salen más caros y me pongo muy alegre.
Es que comimos muy poco. Está muy buena la velada y se nos hace tarde, Stefano me
llama para ver cuándo vamos para el otro bar. Le digo que vamos con más gente, que me
espere. El me recuerda que necesito una tarjetita de estudiante o algo para entrar y yo
me avivo de que no tengo nada y la única que podrı́a haber usado me la olvidé en casa
del Kuki.
Llegamos al lugar caminando y jodiendo. Estamos todos medio tocados, una de las
alemanas nos guı́a por la ciudad. Al llegar al local, los tipos se ponen espesos como lo
que comenté de Torino y lamentablemente no me dan bola y no puedo entrar porque no
soy estudiante, maldición. Ni siquiera hablando alemán. El año pasado yo habı́a logrado
entrar, pero medio de casualidad, con una tarjetita de la biblioteca de Cottbus, pero no
tiene foto y hoy me pedı́an algo con foto.
Las alemanas y la argentina entran y al final el Kuki, Stefano y yo nos vamos a
otra disco. Allı́, me encuentro de casualidad, como sólo a mı́ me pasa, con Susanna,
la chica italiana que estuvo en Alemania. Charlamos un rato, pero estamos todos muy
cansados (y borrachos) y mañana el Kuki se tiene que levantar temprano. La saludo por
su cumpleaños a Susi, que fue el sábado y nos vamos.
Volvemos a casa, me despido de Stefano y luego del Kuki que ya no lo veré pues al
dı́a siguiente yo me iré al mediodı́a a Zürich. Habı́amos planeado volvernos a juntar el
sábado siguiente en München por la Oktoberfest, pero el Kuki la ve muy verde porque
se le complicó la cosa en el laburo y no tendrá tiempo el fin de semana. Lástima.
El jueves me levanto con un dolor de cabeza feo y tengo que armar la mochila para
ir a Zürich a verlo a Uli. Durante la mañana me levanto, acomodo dos o tres cosas y me
vuelvo a acostar. Ası́ varias veces hasta que por fı́n tengo todo listo a las 13:00. Entonces
corro a Milano Centrale a ver si alcanzo el tren de las 14:25 porque sino debo esperar
dos horas el próximo; tengo que comprar el pasaje aún! De orto me subo al tren tres
minutos antes de que salga. La cola para comprar el pasaje se demoraba... de última me
iba a quedar las dos horitas mirando pasar italianas, que se visten muy bien; al lado de
las austrı́acas que parecen mecánicos en contraste.
Me derrumbo en el asiento y trato de dormir con mi cabeza bastante dolorida. Lentamente se va yendo el malestar. ¡Qué fuerte que pega el Negroni! Necesito tomar agua.
Medio cascoteado, arribo a Zürich. Por medio del Kuki y mails, Uli se entera de mi
horario de llegada y me está esperando. Son las 18:40.
CAPÍTULO 20. VÉASE
51
Ya en casa de Uli se me pasó el dolor y ahora tengo hambre. Uli cocina una buena
salsa con carne estofada para los fideos (si, Uli cocina! Y bien). Morfamos y charlamos.
Damos un paseı́to y nos acostamos, pero seguimos charlando hasta tarde.
El viernes Uli se levanta a duras penas, habiendo dormido 4 horas y se va a laburar.
Tenemos que decidir cuándo nos vamos para München. Al final nos tomaremos el tren
del sábado a la mañana, ası́ descansa Uli mejor. Yo me levanto tarde y compro comida
en el super; es carı́simo Zürich para vivir, carajo. Por lo menos las cosas son de calidad,
calidad suiza! Me rı́o solo y me acuerdo de Marco que me comentó que en Suiza tienen
plantaciones controladas de Marihuana, pues la cosa es como en Holanda y me dice: Te
imaginás lo que es esa Maria suiza, como el chocolate suizo, buenı́sima, loco!!
Uli vuelve temprano del laburo porque se dormı́a sentado frente al monitor, pero el
dı́a está tan espectacularmente soleado que salimos a dar una vuelta. Al final es mejor
que trate de dormir a la noche. Volvemos al atardecer y yo cocino un pollo a la sartén
con arroz que se parece un poco a una paella. Nos lo comemos todo, salió bueno. Hasta
Nick, el escocés que vive con Uli lo celebra; el tipo se habı́a hecho unos fideos tubo que
sólo un inglés se atreverı́a a comer.
Como es relativamente temprano, damos una vuelta para bajar el pollo y decidimos
ir a ver una pelı́cula que hace rato que querı́a ver. Se llama Final Fantasy y es la primera
pelı́cula con actores virtuales. Muy bien dibujada.
Volvemos a casa y aprovechamos a dormir un poco porque tenemos que levantarnos
a las 6:30. Al final el pobre Uli duerme poquı́simo. Junto todas mis cosas y salimos para
München, llegaremos a las 12:00 aproximadamente.
Por teléfono habı́amos arreglado encontrarnos en un punto común en la Hauptbahnhof
con las chicas. Allı́ estaban Verónica y Sofı́a, una portuguesa, recién llegada a Alemania,
que vive en la misma ciudad de Vero (Magdeburg). Saludos y presentaciones y encaramos
para el hotel, que las chicas ya habı́an conseguido. No era muy barato, pero estaba en el
centro y era bueno. Yo me compro ya mi ticket de vuelta a Viena y les digo a los chicos
que nos apuremos porque sino no vamos a poder entrar en ninguna carpa.
En el camino comemos algo y el dı́a se va despejando; el sol comienza a asomarse.
Son las 12:40. Nos registramos en el hotelito, muy buena ubicación, cerca del centro, de
la estación y de Oktoberfest. Lugar estratégico.
Tenemos dos habitaciones dobles. Como era de suponer, Uli y Vero se encierran en
una y yo me acomodo con la portuguesa en la otra. Dado que no hay mucho más que
hacer, Sofı́a y yo dejamos las cosas y nos vamos a la fiesta, total, Uli tiene mi móvil y
me puede llamar luego para encontrarnos. Será difı́cil esto...
Llegamos en 15 minutos a pie al Wiesn, el predio donde está montado este quilombo
birrero. Me dá la sensación de que no hay gente a comparación de aquella memorable
primera vez en 1999. Pero el dı́a está lindo y todo está funcionando. Están los mismos
juegos y las enormes carpas de las mejores marcas de cerveza. Cada vez veo más gente.
Con Sofı́a que también ama los parques de diversiones, nos metemos en dos montañas
rusas, las de los cinco loops y luego el Eurostar, donde vas colgado. Hay una gran cola
de gente, pero va rápido. Muy bueno, no estando borracho se disfruta más, je je.
Seguimos haciendo tiempo recorriendo el lugar y metiéndonos en las carpas que ya
estan llenas. A eso de las 15:00, con el buen clima, el lugar está ya en el estado en que
yo lo conocı́: mucha gente, chicos y chicas ya muertos durmiendo en los costados de las
carpas, las mesas llenas de gente comiendo y bebiendo y cantando. Adentro de las carpas
hay varios grados más que afuera, de temperatura y de alcohol. Buscamos una mesa libre
ya que se está poniendo difı́cil entrar a las carpas. Las alemanas van casi todas vestidas
con un vestidito tı́pico, que apreta las tetas muy bien.
Por fin, en una carpa no tan famosa como la de Löwenbräu o la de Paulaner, encontramos de casualidad una mesa semilibre. Nos abalanzamos con Sofı́a que para ese momento
no lo puede creer. Jamás habı́a visto o imaginado ella semejante fiesta. Sobretodo que
CAPÍTULO 20. VÉASE
52
esté tanta gente tan borracha y alegre a las 16:30 o antes también. Y... si empezás a
las 9:00... Me cuenta de una fiesta de estudiantes en Portugal, que dura una semana y
siempre hay ambulancias que llevan a los pasados de vuelta de alcohol al hospital.
Nos sentamos reservando lugar para los chicos y esperamos que llamen mirando cómo
la gente canta al son de la banda que toca viejos éxitos alemanes y mundiales del estilo
pachanguero-cervecero o también de los que se escuchan en las pistas de esquı́. Me conozco
casi todas las canciones ya... ja ja. Und dann die Hände... zum Himmel... Uli no llama.
Son las 17:00 ya, nos pedimos una birra. Delante nuestro se sienta una parejita de
suizos y comenzamos a charlar. Chupamos y yo pido algo grosso para comer porque
sino no podré aguantar hasta el final. Me decido por una pata de cerdo al horno con dos
Knödel, que son como albóndigas de pan. En Alemania le dicen Schweinhaxe y en Austria
Stelze. Es muy caro comer aquı́, pero el ambiente vale la pena y la comida es excelente.
Hay que cuidar nomás que nadie camine por arriba tuyo... o te bañe en cerveza. Piensen
que todos tienen en la mano un litro de birra en un jarro de vidrio bastante pesado.
Muy rico el chanchito, ahora con la panza bien llena puedo beber con tranquilidad.
Por fin llaman, son como la 18:00. Trato de explicarles cómo llegar a nuestra carpa. Se
confunden, me llaman otras dos veces más hasta que al final lo veo en una de las puertas
laterales. Todo esto tarda como una hora. Ya a esta hora, (19:00) es casi imposible entrar
y si salı́s no volvés más. La fiesta está en su apogeo, que durará una par de horas más
para decaer a las 22:00 y luego hacia las 23 te echan y cierran. Asi todos los dı́as durante
dos semanas.
Por fin, luego de otra hora casi, convenzo a uno de los monstruos de la puerta que los
haga entrar a los chicos y los llevo a la mesa. Yo ya llevo 2,5 litros y estoy muy alegre.
Sofı́a se puso a hablar con los de alrededor nuestro porque yo perdı́ más de una hora
yendo y viniendo por las puertas buscando a estos dos noviecitos que llegaron tarde.
Finalmente estamos juntos en la mesa y pedimos birra para ellos. No lo pueden creer.
Pasamos la horas que restan chupando mucho. Uli se pide medio pollo para comer
porque sino se muere. Sacamos muchas fotos, cada vez más locas. Vero se toma 3 jarras
en dos horas y casi no come; al rato se ve el inevitable resultado. Salimos casi al final, ya
va quedando poca gente. Vero se quiere llevar las cervezas de las otras mesas.
Todos opinan que es alucinante como una fiesta cuyo único objetivo sea tomar cerveza,
pueda ser tan divertida. Es que la gente de todo el mundo se te hace amigo... Al tercer
litro hablás cualquier idioma, te abrazás con gente nunca vista y cantás y bailás. Prost!
El tema repetido indefinidamente por la gente era: Hey baby! de DJ Ötzi. Está número
uno en el chart de Inglaterra, cosa que no se puede entender.
Ya afuera, yo propongo ir al Eurostar otra vez. Sofı́a se niega pero Uli y Vero (que ya
no entiende nada) se prenden. Por suerte nadie vomita y salen contentos. A Uli le encantó,
Vero no se acuerda. Luego vamos a los autitos chocadores y de ahı́ ya nos encaminamos
al hotel; estamos todos muy borrachos y creo que sólo yo y Uli nos bancarı́amos ir a
la discoteca, como era el plan original. Tenemos que cargar a Verónica que no puede
caminar aunque insiste, hablando sólo en inglés, que desearı́a usar cualquier árbol como
baño.
Luego de llegar sanos al hotel guiados por mı́, que ya conozco el camino, nos vamos
directo a dormir. Yo me pego una ducha y me duermo. Son las 0:30. A la mañana
siguiente, yo me despierto a las 8:30, fresco como una lechuga; es la maravillosa cerveza
alemana que no tiene efectos colaterales. Sofı́a se está duchando, cuando sale bajamos a
desayunar.
Me como todo en el desayuno, tı́pico buffet alemán. Los chicos no bajan, como era de
esperar. Charlamos con Sofı́a mientras comemos y cuando se acerca la hora del check-out,
los vamos a llamar a ver si están vivos.
Salimos del hotel, ya es casi mediodı́a. Uli y Vero están muertos de hambre y dolor
de cabeza. Sofı́a es la primera en irse a su casa, tomándose un tren a las 13:48 pues tiene
CAPÍTULO 20. VÉASE
53
que hacer varias combinaciones para viajar barato. Vero tiene todavı́a el pasaje caro que
le permite hacer menos combinaciones. Despedida.
Vamos a comer a un ristorante italiano y Uli y Vero se resarcen de lo que no pudieron
comer más temprano cuando antes de que se fuera Sofı́a habı́amos ido a otro lugar para
que trataran de desayunar. Hacemos tiempo paseando por el centro de Munich, pero la
llovizna es muy molesta. Vero se va a las 16:58 y lo agarra justo al tren. Uli y yo nos
tomamos un jugo y charlamos hasta la hora de nuestros trenes que parten casi juntos en
direcciones opuestas. Uli se va 18:11 y yo 18:25. Llego a casa, dormitándome en el tren,
a las 23:40. Mañana a laburar.
Ricky Wellington 3.10.2001
Capı́tulo 21
Ha sido el mejor amigo
(parte 1)
“...aquellos osados que pudieran llevar paquetes hasta Los Angeles...”
del capı́tulo 19 de la saga.
E
l último viaje que Polo hizo a Los Ángeles fue en el año de 1967. Aunque él no
lo recuerde muy bien. Cuando llegaron a la parte septentrional del Brasil, cerca de la
frontera de Colombia, cambiaron el auto por segunda vez. En Bogotá pasaron una noche
en un hotel de mala muerte, y al otro dı́a, después del desayuno, tomaron la ruta 37
hacia Panamá.
En Guatemala, Polo y Braulio fueron robados por una banda de forajidos. Para hacer
plata pusieron un puesto en la enorme zona comercial de la ciudad de Huehuetenango.
(Resulta que Don Braulio era un renombrado carpintero además de un gran tallador).
Lamentablemente, durante los primeros dı́as, el local resultó ser un fracaso rotundo.
Todo causado por un error de imprenta, que repelı́a a la gente de la alegre comarca
guatemalteca. Antes de abrir el local, los buenos hombres fueron a la imprenta para hacer
unos afiches que pegarı́an en las paredes de la ciudad. El afiche tenı́a que decir: Tallados
Artesanales. Pero el error humano hizo que se leyera como resultado final: Callados
Artes Anales, provocando el murmullo de la gente que pasando frente al negocio estiraba
el cuello para ver si alguien se habı́a iniciado ya en aquellas oscuras artes.
Cuatro meses después, con plata en los bolsillos y con renovadas fuerzas, los dos
argentinos siguieron su camino hacia los Estados Unidos. Al llegar a la ciudad mexicana
de Culiacán Rosales cambiaron el Fiat por un Cadillac celeste modelo 62 (ya armado),
luego bajaron a la polis de El Dorado para conocer, por fin, las aguas del Pacı́fico. En
una noche de alcohol conquistaron a dos jovencitas, Galatea y Marylou. Tras un rápido
acuerdo, los cuatro fueron hasta Tijuana a la fiesta anual del gringo rostizado, y gastaron
una semana entre sexo y experiencias mı́sticas, para despertar hablándole al radiador del
auto, como si fuera el gran bohdisattva a punto de revelar un gran secreto.
Nadie sabe muy bien cuando y como, los cuatro decidieron retomar su camino, pero lo
cierto es que durante una cálida tarde, el cadillac celeste apareció en el Sunset Boulevard
y a las chicas se les ocurrió ir a la playa. Polo estacionó frente a una tienda llamada
Pandora’s Box, y hechas las compras fueron a Venice Beach que nada tiene de Buratovich.
En la misma playa recibieron una invitación para una fiesta en la casa de un tal Warhol.
La mansión era bizarra. Cuando cruzaron la puerta principal los recibió un señor
alto que les dijo que era la hora de la ducha con malvaviscos, y que el dueño no los
podı́a atender sino hasta las dos de la mañana. Entonces los condujo hacia una gran sala
54
CAPÍTULO 21. HA SIDO EL MEJOR AMIGO
(PARTE 1)
55
donde un grupo de rock tocaba a todo volumen. De pronto un joven subió al escenario
y se le colgó de la pata al negro guitarrista que para terminar su acto de incomprensible
virtuosismo, incendió el instrumento.
Polo y Braulio soportaron el estruendoso espectáculo con cara de culo, hasta que el
efecto de aquellos extraños tragos comenzó a trastocar la conexión neuronal y a Polo le
pareció estar en las fiestas bacanales y se tiró desnudo a la pileta cantando un tango de
Edmundo Rivero.
Cuando se vio descender por la inmensa escalera a la figura de Andy Warhol todos
elevaron sus copas, o lo que en ese momento pensaron que tenı́an en sus manos, en honor
al anfitrión. El artista se dirigió al sillón donde estaba Braulio y las chicas, y se presentó.
Brulio, indiferente, permaneció sentado comiendo arvejas Campbell de una lata. Y
Andy quedó encantado con esto (sobre todo porque se sintió grande al recordar su pequeño pasado cuando trabajaba para esa compañı́a), ası́ que decidió pagarle unos dólares
por haberlo inspirado.
Uno de los acompañantes de Warhol le dio una bolsa con muchas cositas y después
todo era nada y todo en el agua y bajo el agua como de plástico con vapores y ojos y Polo
se estiraba en la pileta que era una mesa de pool y su cuerpo se desgarraba y se perdı́a
por los agujeros y la mesa se plegaba y era una valija que un hombre recogı́a y subı́a la
escalera doblándose para atrás a medida que subı́a y era una rueda que caı́a rodando y
chocaba contra el piano de cola que despertándose mordı́a la rueda estallando en piezas de
dominó que se incrustaban en las caras de los invitados todos piñatas de colores girando
bajo el agua brillante cuadros de Picaso en tres dimensiones el otro Braulio estiraba la
mano y veı́a la palma llena de personitas discutiendo que lo miraban con desprecio y
ahı́ estaba Braulio escondiéndose bajo la uña y las voces y los ruidos de las puertas que
se abren que se cierran y Warhol con un teléfono que le decı́a que llamaba Dios y que
no tenı́a nada que decirle y Braulio pidió una de muzzarella porque lo agobiaba todo el
caos y traspiraba como loco entre las dos chicas dos mandı́bulas de yeso cayendo al piso
blanco Polo todo mojado de cinco metros con la cabeza llena de flores y sin boca en la
boca y la boca en la rodilla que le gritaba algo incomprensible y la guitarra acoplaba o
eran las aves volando sobre las cabezas de todos entrando por las ventanas rompiendo
todo arrebatándolo todo correr y salvarse tomar el revólver y salvarse Eróstrato en el
baño Polo me aplasta yo estoy viéndome me espı́o, muchos yo, todo lı́quido espeso no
puedo mover los brazos correr, correr y salvarme, los pájaros, sigo al de la valija arriba
arriba va arriba arriba saltó por ahı́, me dijo el mono en la puerta romboidal comiendo
ranas rojas, lo sé me pisan los talones no era agua, es fuego no! ahı́ está salto salto salto!.
Y Braulio saltó nomás. Se incrustó el delfı́n de mármol en la cabeza. Q.e.p.d.
Capı́tulo 22
El loco
Luz.
(Párpados.)
Apenas.
Claridad. (Párpados.)
Silla. Mesa. Pared. Superficie blanca. Fórmica. Mancha marrón, parecida a la penı́nsula
ibérica. Galicia. Gaita. Gallego.
“NI TIRENSE NI VILLERO AGUANTE LOS GALLEGOS LA 55”.
Espera. (Párpados.)
“LA LOMA CAPO”.
Ansiedad, poca. Latidos.
Penı́nsula... ı́nsula, isla. Isla de Creta. Cretense. (Párpados.)
“MI VIEJA ME DIO LA VIDA... mujer, mina... no, masculino: mino.
56
CAPÍTULO 22. EL LOCO
57
“Y BELLA VISTA EL CORAZÓN”. (Párpados.) Cardiólogo. Logos. Pediatra, no. Bioquı́mico. Análisis... laboratorio. Labio, oratorio. Recinto para orar. Labio-recinto...
(Párpados.) Laberinto. Creta. Varios mujer, mina... no, masculino... mino: Minos.
“AGUANTE MINOS”. ...para orar. Hora. Impuntualidad.
Timbre. Latido brusco. Sobresalto.
Peso. (Párpados.) Cuerpo. Pie derecho. Izquierdo. “Homo-erectus”.
Pared. (Párpados.) Ventana. Más ventana. Marco. Pared. (Párpados.) Puerta.
Pie derecho. Izquierdo. Silla. (Párpados.) Torpeza. Dolor. (PÁRPADOS.) (Párpados.)
Derecho. Izquierdo. Derecho. (Párpados.) Izquierdo.
Hombro. Codo. Mano. Picaporte. (Párpados.) Muñeca. Luz. (PÁRPADOS.) ¿Saludo?.
——
- Pero sı́, si te digo que se puede. Al menos en mi caso.
- No sé. No creo, Osvaldo. Es muy imprevisible.
- Claro que es imprevisible. Pero fijate: yo no podı́a salir del departamento, y sugestionándome con un par de trucos, pude ganar la calle. Al menos, cada solución que se
me ocurrió anduvo bien durante un tiempo.
- Pero tu caso es distinto, Osvaldo. Vos no te confundı́s de situación sin quererlo. Te
confundı́s de ambiente a propósito.
- Pero por eso, la solución que se me ocurre para vos es ésta: tenés que hacer un
ejercicio de ubicación mental. Yo lo hago para provocarme lo que generalmente evito,
en caso que me convenga hacerlo. Por ejemplo... qué se yo... vas por la calle de lo más
tranquilo, con tu traje de buzo bien puesto, para evitar la agorafobia. Pasa una chica
que te gusta, y para llamarle la atención, empezás a registrar lo que hay a tu alrededor,
como capturando indicios que te marquen un estás afuera. Esto te provoca vahı́dos y
mucha ansiedad. Cuando te das cuenta, estás despertando de un desmayo en medio de
la vereda, abrazado por la belleza angelical que habı́as visto antes - bueno, en el mejor
de los casos -. La estrategia del registro me sirve para volver a la situación real. A vos,
el mismo método te funcionarı́a para no salirte de la situación real.
- Puede ser.
- Pero claro, Ricardo. Con intentar no perdés nada. Vos enumerá cosas del entorno,
y vas a ver cómo es mucho menos probable que te vayas por la tangente.
——
Rostro. Sonrisa. Osvaldo. (Párpados.)
——
- Osvaldo... gracias por la preocupación. Che, cambiando un poco de tema ¿tenés
planes para mañana?.
- Efectivamente. Mañana es un dı́a muy particular: es mi dı́a sabático. Todos los ??
de ???? la agorafofia cede un poco y me permite un raid automovilı́stico en el Fiat que
espera todo el año guardado en la cochera del edificio.
- ¿El Fiat es tuyo? ¿Cómo es eso del dı́a sabático?
- Ah, no te procupes. No tiene explicación. Sólo es algo que pasa.
- Bueno, ¿y entonces?
- Siempre aprovecho para salir a ver la naturaleza, que tanto amo. Me gustan las
actividades que te vinculan con tu ser primigenio. Ricardo: ¿adónde vas a ir a amar la
naturaleza, sino a Puerto Galván, con una caña de pescar entre las manos?.
- ¿Puedo ir con vos?. No conozco este lugar del que me hablás.
-Queda en dirección opuesta a Villa Harding Green, por eso no debés conocerlo.
CAPÍTULO 22. EL LOCO
58
-Seguramente. Bueno, vamos. Sino qué voy a hacer ¿mirar TV todo el dı́a?. Dicho sea
de paso: vi justo hoy un programa de deportes extremos. Resulta que unos clavadistas
mexicanos aprovechan los acantilados...
-No sigas. Mejor olvidate ese dato. Puede ser peligroso si llegás a mezclarlo con tus
apreciaciones sobre lo real. Ah, y antes que me olvide, decime: ¿tenés caña?.
——El asfalto de la calle Brandsen olvida los guiños celestes de cualquier jacarandá persuadido de cualquier viento suave. Olvida el guiño amarillo de los semáforos. Olvida.
Cede muy de a poco su oscuridad de alquitrán al despabilarse del horizonte. Se ondula
y aja, se hiere en los latigazos platinados de los rieles. Siguiendo la huida lenta de las
sombras hacia el este, se descubre en la superficie de un rı́o de concreto y mediapenumbra. Las primeras chispas rayan el cielo aclarado. La mañana es una amoladora que va
cortando la noche en varias mitades insólitas de metal oxidado. Como para confirmar que
no pasa absolutamente nada, una cáscara de naranja fugitiva balancea su hollejo sobre el
pedregullo suelto - el que alguna vez tapara los baches innumerables de la calle Charcas
-. El resto de la bolsa de basura rechazada por los de la recolección conmueve con sus
entrañas desparramadas una vereda de baldosas indudablemente rotas.
Frente al frigorı́fico Viñuela, dos perros quebrados por la sarna se disputan la caridad
del sereno. Cuando un borracho andrajoso, cansado de los ladridos, se levanta del último
rincón de la noche, y levanta el fémur roı́do del cordón, y lo tira al aire con un movimiento
poco creı́ble, se da la aurora en su apogeo. Los rayos plenos del sol dibujan el recorrido
espiralado del hueso, acompañado por el estallido de los metales que forman el acorde
más brillante sobre la ciudad que ya no se acuerda de cómo hablaba Zaratustra. El año
2001 ya quedó atrás. La única odisea son las seis cuadras que en otro apartado recorrerı́a
Ulises desde el Club Universitario hasta su casa, si no fuera porque emigró a Zurich. El
único agujero negro que preocupa, aunque sólo a los más cautos que pretenden sobrevivir
a la revisión vehicular, es el bache nuevo abierto por la lluvia de los dı́as anteriores.
Ya sin la custodia de los cancerberos en bancarrota, el linyera siente las caricias de
Morfeo y se arrastra al rincón de siempre. Nadie escucha el eco sordo contra las fachadas
corrompidas de luz. El único testigo sobrio de este domingo a la mañana no deja se ser
un hueso rodando la esquina de Brandsen y Avenida Napostá. Ası́ sea.
——
Esquina. (Párpados.) Estación de servicio. Cartel amarillo con una concha roja.
“Shell”. Boticcelli. Venus. La belleza. Parabrisas. Calle ancha, doble-mano. Camioneta
Ford roja de frente. Mano derecha vacı́a. Esquina. Callecita angosta. (Párpados.) Casa
de dos pisos. Farmacia. Espejo retrovisor. (Párpados.) Depósito de corralón sobre arco
superior del volante. Conductor: Osvaldo Magrini. Sombrero de hongo. Sensación de ser
escurrido hacia delante (Párpados.).
Esquina. Avenida doble-mano. Puestito de diarios de chapa, cerrado. (Párpados.).
Pequeña rotonda sosteniendo casa vieja de dos pisos con cartel. “Ferreterı́a”. Edificio.
Largo. Portón con dibujo de cabeza vacuna. (Párpados.) ¿Minotauro? Vereda. Baldosas.
Cordón. Hueso, probablemente fémur de vaca. (Párpados.)
Linyera, levantándose, todavı́a encorvado. (Párpados.)
Sensación de ser escurrido hacia atrás. (Párpados.)
——
Una imagen: un linyera en la esquina de Brandsen y la Avenida Napostá se levanta
de un largo sopor de sombras etı́licas, e indignado protesta que ya está cansado
de escuchar, todos los santos domingos a la mañana, la Introducción del poema
sinfónico Also sprach Zaratustra de Richard Strauss.
CAPÍTULO 22. EL LOCO
59
Otra imagen: otro linyera - ¿o el mismo? - en la esquina de Brandsen y la Avenida
Napostá. Tal vez cuando tenı́a treinta años abandonó su patria y el lago de su patria
y marchó a las montañas (altos pináculos etı́licos, podrı́a decirse). Allı́ gozó de
su Espı́ritu y de su soledad, y durante diez años no se cansó de hacerlo. Pero
al fin su corazón se transformó - y una mañana, levantándose con la aurora, se
colocó delante del sol y le habló ası́: “¡Oh gran astro!¡Qué serı́a de tu felicidad si
no tuvieras a aquellos a quienes iluminas...!”.
Una hipotética tercer imagen: un joven vacila con la mirada iluminada por el monitor
de su PC. Podemos reconstruir el retrato a partir de esta certeza: su musa es una
docena de empanadas de carne - hechas por él mismo -, rebajadas con media botella
de tinto del barato. Podemos decir además que seguramente vacila, antes de anotar
cualquier cosa. Por otra parte, recapitula en su mente... le cuesta seguir adelante,
no sabe si corregir o dejar todo tal cual está. Me parece que piensa que comparar
a la mañana con una amoladora es algo ¡muuuy merrrsa!.
——
(Disyuntiva problemática.)
Vibración continua, en decrescendo. Pequeñas explosiones isométricas que rallentan el pulso poco a poco. Sonido de
masa de agua chocando contra una interrupción. Gotas golpeando con fuerza
a) el asfalto b) una superficie de agua
en movimiento c) el guardabarros de un
Fiat. Zumbido grave. Efecto de la combinación compleja de todo esto.
- Ricardo, ¿es acá?-.
Vibración menos perceptible. Explosiones cada vez más nı́tidas e individualizadas.
- Che, ¿ésa es la casa de tu prima?.
Ruido blanco de radio AM mal sintonizada. Voces distorsionadas.
- Che, Ricardo...
Chirrido agudo en crescendo. Vibración
extinguiéndose. Zumbido sordo. Chirrido cada vez más agudo.
- Bueno, pedile la caña a tu prima, te
espero en el auto.
Calle angosta. (Párpados.) Badén muy
pronunciado. Agua sucia que corre enmarañada entre pedregullo suelto. Sensación de ser levemente escurrido hacia
abajo. (Párpados.) Cielo. Casa muy vieja, de techos altos. Vereda. Baldosas
rotas. Bolsa de basura rota. Basura desparramada. (Párpados.) Perro quebrado por la sarna. Hocico sucio entreverado en el nylon de contorno desprolijamente ondulado. Ventilete. Parante
delantero derecho. (Párpados.) Parabrisas. Calle.
Mano derecha de hombre sobre volante de Fiat. Volante. Parabrisas. (Párpados.) Volante. Parabrisas. Sensación de
ser escurrido levemente hacia delante.
(Párpados.) Tablero de Fiat. Mano derecha. Contacto con varilla de metal.
Dedos apretando. Músculos del antebrazo tensionándose.
- No, descuidá. Ah, antes que me olvide.
Cuando uses mi método para conectarte a la realidad, focalizate en un sentido. A ver si todavı́a , por hacerte el
multimedia, te empezás a marear.
- Y evitá sobre todo los divagues. El flujo libre de la conciencia no te va a hacer
bien. Tratá de no estar solo demasiado
tiempo. Generalmente, “el otro” te ancla a la realidad, evitando un flujo de
conciencia demasiado libre. Suelo olvidarme de este detalle a menudo... y
Los caserı́os caen como cajas de cartón, recortados contra el cielo de Bella
Vista. El sol les da una sepultura de plomo. Si no fuera porque emigró a Nueva
York, Sebastián recorrerı́a con una mirada oblicua el contorno de rectas y planos
azarosos que es la barriada. Respirarı́a el óxido de verano que flota en el
aire.
CAPÍTULO 22. EL LOCO
60
La Avenida Napostá serpentea entre perspectivas bruscas. Para el Seba serı́a
un abanico de concreto que pesa desde sus pies hasta la mole de edificios absurdos
que rompen el horizonte. Corre un silencio amarillo ...más rápido que la velocidad
del sonido, dirı́ase - con el que se aturden, en un recoveco de sombra, dos
perros quebrados por la sarna.
Apenas se inmuta el espı́ritu de la pesadez cuando es roto por un Fiat rojo
que fluye por Brandsen y cruza la Avenida Napostá. Seba pensarı́a: pensar que
allá una vez hubo un puente. Cemento sobre el rı́o de cemento.
Mientras el Fiat se hunde en la nada ...silencio sobre silencio -, Seba
en Nueva York estudia y estudia. Meta fı́sica todo el dı́a. Y sobre el rı́o tan
cubierto de concreto, el sue~
no de muchos no es ni siquiera un olvido ?más bien,
apenas un juego de palabras-. Pero Seba, allá en Nueva York, sigue estudiando.
Meta fı́sica todo el dı́a.
———
- Bueno, Ricardo. Paso por tu casa a
buscarte . A eso de las 6:30, para aprovechar bien la mañana.
- Dale. Te espero, Osvaldo. No seas impuntual.
- No, descuidá. Ah, antes que me olvide.
Cuando uses mi método para conectarte a la realidad, focalizate en un sentido. A ver si todavı́a , por hacerte el
multimedia, te empezás a marear.
- Sı́, no te preocupes.
- Y evitá sobre todo los divagues. El flujo libre de la conciencia no te va a hacer
bien. Tratá de no estar solo demasiado
tiempo. Generalmente, ?el otro? te ancla a la realidad, evitando un flujo de
conciencia demasiado libre. Suelo olvidarme de este detalle a menudo? y bué,
ya me viste. Mantenéte bien rı́gido en
lo concreto. Chau.
(Espero que esto lo ayude a Ricardo.
Bueno, cerrar bien con llave. Ahora: a
lo nuestro. Supongo que un poco de lectura va a ayudarme a convocar el sueño.
A ver... sı́: el Zaratustra. Eso me motiva. Ah! Der volust, der volust. Creo
que iba por acá. Sı́. Bien, Osvaldo. Esto de usar señaladores servı́a para algo. Página 279. Vamos al sillón a cuadros. Qué notable, este pensador germano. Un dı́a tengo que hacerle un homenaje.
Chau.
(Bue. Es notable lo de Osvaldo. Qué tipo culto. Instruı́do. Sı́. A ver... Pasillo.
Sı́, todo un artista. Puerta de ascensor.
Lo que hablamos hoy sobre los laberintos. Já. Botón. Lucecita roja. Tiene
razón: son a la vez un impedimento y
una invitación. Rectángulo de luz blanca
creciendo en la ventanita de la puerta
del ascensor.Qué erudito, ese Osvaldo.
Manija de la puerta del ascensor. Claro,
si hubiera que impedir el acceso a toda
costa, ¿no serı́a preferible un muro inex-
CAPÍTULO 22. EL LOCO
61
Sı́: una obra para recitador, banda de
sonido grabada, y por supuesto, clarinete. La parte pregrabada estarı́a basada en I am the walrus de LennonMcCartney. Los intérpretes usarı́an bigotes postizos bien espesos. Bueno, ya
va a madurar la idea. Ahora, a leer.
“Página 279. De las t... 1 viejas y nuevas. 5. Cuando el agua tiene maderos para atravesarla, cuando puentecillos y pretiles saltan sobre la corriente:
en verdad, allı́ no se cree a nadie que
diga: “Todo fluye”. Hasta los mismos
imbéciles le contradicen. “¿Cómo?” dicen los imbéciles- “¿Qué todo fluye?
¡Pero si hay puentecillos y pretiles sobre la corriente! Sobre la corriente todo es sólido, todos los valores de las cosas, los puentes, conceptos, todo el bien
y el mal: ¡todo eso es sólido! Mas cuando llega el duro invierno, el domador de
rı́os: entonces incluso los más chistosos
aprenden desconfianza; y en verdad, no
sólo los imbéciles dicen entonces: “¿No
será que todo permanece - inmóvil?”
“En el fondo todo permanece inmóvil”,
- esta es una auténtica doctrina de invierno, una buena cosa para una época
estéril, un buen consuelo para los que
se aletargan durante el invierno y para los trashogueros. “En el fondo todo
permanece inmóvil”, - ¡mas contra esto
predica el viento del deshielo! El viento
que es del deshielo, un toro que no es un
toro de arar, - ¡un toro furioso, un destructor, que con hastas coléricas rompe
el hielo! Y el hielo - ¡rompe los puentecillos! Oh, hermanos mı́os, ¿no fluye todo ahora? ¿No han caı́do al agua todos
los pretiles y los puentecillos? ¿Quién se
aferrarı́a aún al bien y al ¿mal? “¡Ay de
nosotros! ¡Afortunados de nosotros! ¡El
viento del deshielo sopla!” - ¡Predicadme esto, hermanos mı́os, por todas las
callejas!.
pugnable?. Pero no, hay que tentar.
Hay que hacer del acceso un riesgo: la
perdición. Pié izquierdo adelante. Derecho. Izquierdo. Dedo de mano derecha.
Botón PB. Lucecita roja. Ah, Osvaldo,
qué somos si no constructores de laberintos. Y los diseñamos tan bien que nos
perdemos adentro. Giro. Mano izquierda.. Manija. Movimiento prensil. Movimiento como “de un aleteo”. Osvaldo no me aclaró nada sobre la adjetivación de las cosas que se enumeran.
Menos sobre otros items como comparaciones, metáforas. Supongo que serı́a
mejor ceñirse a los sustantivos. Sensación de ser escurrido hacia arriba. Sı́:
construimos el laberinto, como el que
le encargaron al arquitecto Dédalo. Lo
ayudó su hijo Icaro. Una vez terminada
la obra, -3- son condenados a perderse en el laberinto que construyeron -2-.
Qué turro el Minos ése, los engrupió? el
laberinto que oculta el monstruo? -1-.
Sensación de ser escurrido hacia abajo. ¿Y no será que cuanto más intrincado el laberinto, más monstruoso resulta
lo que nos espera en el centro.... Mano derecha. Manija. Movimiento prensil. Movimiento “de aleteo”. ...y para
salir del laberinto se pegaron plumas a
los brazos con cera, para poder volar
por sobre los muros del laberinto. Pie
derecho, izquierdo, derecho. Giro. Mano. Manija. Movimiento prensil. Aleteo. Giro. Pie derecho, izquiedo... El sol
derrite la cera. Icaro vuela hacia el sol.
A Icaro se le derrite la cera. Se le despegan las plumas. Sonido de chicharra.
Se cae - mano derecha, moviminto de
aleteo -. Se mata. Vereda, ¿calle?. Negocio. Un bazar? sı́, necesito? Cartel. ...un
plumero. Precio. Y, es caro el plumero.
Plumero. Icaro emplumado. Reflejo. Un
hombre. Ricardo. Icaro. Laberinto. Plumero. Labe - no, vereda -.
———
Los caserı́os son cajitas de cartón, piensa Osvaldo, mientras el semáforo en verde se
niega a cortar el fluir de su Fiat en el cruce de Brandsen con la Avenida Napostá. A su
lado, Ricardo es una extensión del silencio amarillo que corre por las calles. Osvaldo se
CAPÍTULO 22. EL LOCO
62
olvida completamente de él y respira en una bocanada larga el óxido del verano que flota
en el aire. Con un mirada vaga dibuja en sus ojos el abanico de concreto, que pesa desde
sus párpados hasta la mole de edificios absurdos que rompen el horizonte. Le parece ver
a un muchacho que como un espectro cruza la Avenida por Lavalle, pero no. Piensa
con nostalgia en la metafı́sica, sin saber a ciencia cierta el por qué de esta disgresión.
Rompe la rigidez de la calle apartando la mirada bruscamente, y gira buscando al ausente
Ricardo. Mientras su mirada resbala por el parabrisas, se detiene apenas en el portón del
edificio de la esquina: una cabeza bovina estampada en la chapa lo persuade a no llegar
a ver a su compañero más que de reojo. Es el frigorı́fico ? se dice -. Pero que calor! Y
llega a pensar que una cabeza bovina es un tecnicismo realmente poco poético al lado
de un toro que no es un toro de arar - ¿un toro furioso, que con alas coléricas rompe el
hielo! Osvaldo seda su inquietud en la imagen de un linyera que se levanta -en la misma
vereda del frigorı́fico- de un largo sopor de sombras etı́licas, se coloca delante del sol y le
habla ası́: “¡Oh gran astro! ¡Qué serı́a de tu felicidad si no tuvieras a aquellos a quienes
iluminas!...”.
———
- Hola Ricardo. Te estaba esperando.
- Hola, Ariadna. Pero cómo estás, tanto tiempo que no te veı́a.
- Bien. Te estoy esperando, Ricardo. Te presto la caña de pescar, pero todavı́a estoy
muy ofendida por tu rechazo.
- Pero Ariadna, si sos mi prima.
- Pero no seas cretino, Ricardo. Yo te deseo.
- (Cretino. Creta. Cretense) Pero no podemos. Además, me interesa otra mujer. La
deseo a ella (De seo. Se lo voy a decir. Te deseo, Amelia. Teseo.), y de todas maneras,
aunque estuviera solo, seguirı́as sindo mi prima.
- Sos un idiota. Lastimarme ası́. Acá tenés la caña... pero por lo menos, si no me
querés para vos, presentame a tu amigo.
- Sı́. Venı́. Osvaldo: ésta es mi prima Ariadna. Ariadna: Osvaldo.
- Hola Osvaldo, no me conocı́as ¿no?. Pero venı́, baja un ratito del auto.
-¡No!
- No Ariadna, dejálo.
- Dale, Osvaldo. Venı́, vamos a mi casa. Ası́ la conocés, porque desde ya, podés venir
cuando quieras, bonito. Te abro la puerta.
- ¡¡Noooo!!
- Ariadna, soltalo.
- ¡¡¡¡Noooooooooo!!!!
- Pero salı́ del auto, boludo.
-Ariadna. Soltalo. Dame la caña. Lo vas a lastimar.
- ¡No! Las tablas, LAS TABLAS.
- Bajá, maricón.
- Traé esa caña para acá. ¡Loca!
- Las tablas las tablas las tablas las tablas las tablas las tablas las tablas las tablas
las tablas las tablas las tablas?
- Soltá. ¿No ves? ¿Y ahora?
-Pero tomá la caña y el reel también, pelotudo.
- Sı́, dame, Ariadna (Ariadna). ¿Qué hago con el loco éste (Teseo), que primero
(Ariadna, Teseo) es agorafóbico (labio-otarorio recinto para orar laberinto), y después se
baja (espada) de golpe y sale (laberinto salida) corriendo (salida entrada hilo Ariadna
laberinto) del auto?
- ¡¡¡Hacé lo que se te cante las bolas!!! Tomá la caña y el reel y andate a la mierda
con tus amigos.
CAPÍTULO 22. EL LOCO
63
———
Las vı́as ya entreveran un poco de sol entre el asfalto mutilado de la calle Corrientes.
Si no fuera porque emigró a Vancouver, César mirarı́a de un golpe a la mañana a través
de los techos derrumbados que transparentan a los edificios en ruinas. Escucharı́a el
desperezarse de los primeros gorriones, por sobre una sábana de silencio amarillo, y tal
vez estarı́a enterado acerca la llegada del viento del deshielo.
Se lee al domingo detrás de una inmovilidad que abruma. La calle Cervantes apenas
desmiente esta verdad apostando a la quijotesca inquietud de un hombre que corre con
un reel de pesca en la mano y varios metros de tanza detrás.
Ahora es el calor, y no la noche, que motiva a dejar las calles vacı́as. Un hombre con
sombrero de hongo fluye por Sargento Cabral. La callecita, que en menos de cien metros
muestra una pendiente importante, se resiste a facilitar lo que parece ser el propósito
de esta vı́ctima ocasional. Una viejita sacude la vereda con escobazos lentos. El silencio
tiembla en la esquina con Tres de Febrero cuando los escobazos, junto con una lluvia
improperios, caen a espaldas del hombre que grita y siente frı́o, y se despeina y sonroja
contra una brisa veraniega que lo invade.
La casa es muy antigua. Una inscripción en bajorrelieve reza: 1902. No queda baldosa
por romper en la vereda, es un espejo del caos. Como parodiando a la historia de la
humanidad - pensarı́a Daniel -, el extremo de una tanza serpentea entre fragmentos que
acaso no son solamente distintas perspectivas de una misma rotura.
En la esquina de Lavalle y la Avenida Napostá - sin especificar cuál de las cuatroun perro quebrado por la sarna huye despavorido al ser atropellado por un hombre con
sombrero de hongo que corta la paz de la mañana con su carrera de toro que no es un
toro de arar ¡un toro furioso!.
Si no fuera porque emigró a las Islas Canarias, Waldemar se sacudirı́a la última
modorra, todavı́a recostado en su cama. Después de una mirada furtiva al poster de una
protuberante venus pampeana, concluirı́a, al igual que Osvaldo, que adónde vas a ir a
amar la naturaleza, si no a Puerto Galván, con una caña de pescar entre las manos.
Inocentemente pensamos que su ida al baño se propondrı́a evacuar los primeros orines
del domingo.
Una paz verde, un vaivén de la brisa cálida. Algunos, todavı́a prendidos a su tutor,
reniegan de su sombra (como Osvaldo). Otros, más crecidos, no son ni el recuerdo del
vástago plantado por los legendarios gallegos del barrio. Si bien el gimnasio es nuevo - sólo
tiene un par de años - ya detenta las cicatrices que lo incorporan a la historia: AGUANTE
LA LOMA. En un momento de duda, Ricardo se pregunta si esta inscripción un tanto
rústica no habrá sido obra de un oscuro heleno condenado a ser devorado por Asterión en
el centro del laberinto. Tampoco suponı́a al impenetrable reducto tan pintorescamente
arbolado.
Una brisa verde, un cálido vaivén de la paz. Osvaldo predica en la intersección de la
calle Catriel con Lavalle. El sol no sabe qué serı́a de su felicidad si no tuviera a aquéllos
a quienes ilumina.
Tan hermoso como el encuentro de una máquina de coser y un paraguas en una
mesa de disección - recordarı́a el joven y lánguido Emilio, si no fuera porque en realidad
está pensando en Barcelona -.
Teseo mira lo terrible a los ojos. El rostro de la bestia negra parece resplandecer de
furia contra el muro de silencio amarillo.
La verdad de la metáfora sorprende a quien cree que el viento del deshielo es un toro
que no es un toro de arar - ¡un toro furioso!.
La espada reluce y vaticina la sangre entre los ojos de Teseo. Un predicador deslumbrado también corre al mismo tiempo hacia la realización literal de su profecı́a.
CAPÍTULO 22. EL LOCO
64
Justo debajo de la testa renegrida, dos hombres se funden en el muro de silencio
amarillo.
La pared es amarilla. En realidad, a partir del metro y medio, es color crema. Hasta
la punta de la torre que como un faro yergue contra el cielo un cartel, no se interrumpe
sino en la cabeza azabache que ostenta sobre la vereda.
Los altos pináculos etı́licos quedaron atrás. Una larga llanura de cemento etı́lico,
con el espejismo de dos hombres yaciendo en el suelo, debajo de una cabeza de toro,
atormentan a un linyera. Levanta la vista para sacudirse los fantasmas. Siguiendo la
superficie de arena, descubre una torre que es un cartel que es VINO TORO. En vista
de esto - una clara señal del destino - apura el paso hacia el almacén de la esquina de
Lavalle y Corrientes.
CAPÍTULO 22. EL LOCO
65
CUESTIONARIO:
¿A qué mitos clásicos se alude en este fragmento?
a) Teseo mata al minotauro
c) el vuelo de Ícaro
e) la construcción del laberinto
b) a Waldo le gusta Pampita
d) la revolución productiva
f) Bella Vista asciende a primera
¿Por qué no aparece Rainiero entre los otros personajes fantásticos?
a) ausente con parte médico
c) escribiendo el relato de un viaje por
Europa
e) porque ya robó cámara en el cap. 20
b) en viaje por Europa
d) bailando salsa
f) otra: ....................
¿Cree usted que Osvaldo Magrini y Ricardo Wellington representan un peligro para
el orden social establecido?. Justifique su respuesta.
¿Considera que Bella Vista es el escenario apropiado para un relato épico? ¿Qué otro
lugar podrı́a proponerse, y por qué? ...............
Señale qué imagen le parece apropiada para añadir al relato. Explicite su interpretación sobre la imagen elegida.
a) Osvaldo Magrini sentado en el
cordón de la Avenida Napostá con un
secador de pelo que lanza aire caliente
sobre el arroyo entubado.
c) Un niño se rı́e de los rugidos que lanza león del Parque Independencia a un
atado de camel que acaba de caerse por
accidente a la jaula.
d) Rainiero bailando salsa con una calza
color salmón
b) Ricardo Wellington intentando colarse con una caña de pescar en el frigorı́fico Viñuela.
d) Tras los bigotes herméticos, la sonrisa onda pibe bazooka de Friederich
Nietszche.
¿Por qué cree que a Osvaldo a veces le parece tener algo muy importante para decir,
y llega a pensar que esto lo coloca por encima del común de los mortales?
a) porque es artista
c) porque tiene un don
b) porque es un pelotudo
d) porque es un rebelde
Las siguientes láminas muestran el tramo final del trayecto de Ricardo por Bella Vista.
Ordénelas en secuencia temporal.
Capı́tulo 23
La tesis de Magrini
De la contemplación de los asuntos de la fe a través de la visión distorsionada del hereje, según mi punto de vista y de acuerdo a las sagradas
escrituras. Dios nos bendiga a todos. Año de nuestro señor MCMXXYZ.
Llegar a tener lo que se dice pedo mı́stico [- estado de ebriedad de implicaciones sacras,
se me corrige -], en el que se supone, más bien, se conjetura en la acepción más abstracta
de la palabra - ya que nadie, nunca jamás, pudo haber llegado a dicho estado, de acuerdo
con la teorı́a que me propongo desarrollar a continuación -, en fin digamos, se especula,
el contacto de un individuo o un grupo de individuos con una divinidad, por supuesto
sostenida de antemano por el aparato de creencias de cada uno de los interesados en
acceder a la ascesis, es por definición imposible dentro del sistema religioso cristiano (en
el sentido tradicional de observancia de ciertas normas básicas sin las cuales uno pasarı́a a
ser un anarquista credencial de credo crédulamente creı́do de sus credencias personales).
La demostración de la tesis, al igual que la que podrı́a usarse en caso de querer
formular una antı́tesis, se basa ante todo en la vivencia, tamizada luego por el espı́ritu
crı́tico del analista. Podrı́a sostenerse que este procedimiento es poco cientı́fico, a lo que
nos verı́amos obligados por nuestra propia conciencia a responder que esto es ası́, ya que
nuestra esfera de intereses no pasa por pelota. En caso de remarcar la falta de objetividad,
dirı́amos que esa crı́tica no tiene objeto. En cuanto al sujeto que objetara, objeto a dicho
sujeto a que me sujete las inobjetables.
La teorı́a, en su forma más canónica, sostiene que en un breve umbral de existencia
dudosa entre la borrachera total y la conciencia misma de tal estado, se ubica lo que los
mı́sticos hindúes representaran con un tercer ojo, o los primeros cristianos con lenguas de
fuego sobre las cabezas iluminadas (por la fe y no por el fuego, como cualquier escéptico
sostendrı́a), y un prolongado etcétera que incluye el testimonio cultural de casi todos los
pueblos de este rincón del universo. En este presunto estado ocurrirı́a un desplazamiento
desde la esfera de la imaginación hacia la de los sentidos, induciendo al que tuviera acceso
a dicho estado a realmente percibir de forma concreta -al menos en sus sentidos, y más
que nada a través de la visión- la imagen que previamente haya tenido de la divinidad.
Por supuesto, todos conocemos las distorsiones en el campo de la percepción a las que
se ve sometido un sujeto que se halla - como el vulgo prefiere denominar - dado vuelta.
Uno de estos efectos es la multiplicación de la imagen, ricamente facetada y superpuesta
inclusive sobre sı́ misma, en un constante y perturbador oscilar que no puede ser detenido
a voluntad por el observador. Un interesante ejemplo de esto es imaginar el retrato que
uno pueda concebir sobre la divinidad tal como la pintarı́a Picasso u otro pintor, en la
fase anterior a la abstracción cubista. Hay quienes sostienen que esta multiplicación de
la divinidad indujo a ciertos mı́sticos a elaborar un concepto trinitario. Por supuesto,
descartamos de plano esta teorı́a, ya que difı́cilmente pueda la divinidad ser interpretada
66
CAPÍTULO 23. LA TESIS DE MAGRINI
67
en tres planos visuales siempre que se presente de esta manera tan particular a los
sentidos. Nos aventuramos además a considerar a esta perspectiva como una adaptación
de los flancos más liberales, por no decir vilmente traidores, con el fin de incluir en la
fila de contribuyentes a los bárbaros con menos capacidad de aceptación de la verdad.
Radicalmente sostenemos que cualquier pedo mı́stico [- situación de ascecis religiosa bajo
influencia de sustancias alcohólicas, se me corrige -] conduce directamente al politeı́smo.
Esto está en contradicción absoluta con los principios de Nuestra Sagrada Fe, desde los
fundamentos, y La Divinidad auténticamente cristiana no se reveları́a a un infiel. Por lo
tanto, el pedo mı́stico es, por definición, una contradicción lógica en término, al menos
dentro del Cristianismo.
Entre los corolarios que se desprenden de esta teorı́a, cabe destacar: Desde una óptica
histórica, se explica el por qué las fiestas bacanales, que incluı́an, entre otros desenfrenos,
el consumo - en cantidades medibles en base a la unidad hectolitro - de alcohol en diversas
maneras y por distintas vı́as de acceso sin mayores especificaciones, fueron paulatinamente reemplazadas por las misas, que incluyen, con un poco de suerte, galletitas sin sal y
agua bendita. Por otro lado, el único participante que tiene acceso concreto a la bebida
alcohólica conocida como vino, más especı́ficamente en su especie tinto, es el oficiante, es
decir, el sacerdote. No en vano tal vez sea el más creyente de todos los acólitos.
De la misma manera, el desarrollo de la razón y la ciencia en la cultura occidental
puede estar conectado al estado de lucidez, casi obligado, si se quiere, al que debı́an estar
sometidos los creyentes que deseaban evitar a toda costa el pecado de contemplar más
de un Dios.
Oficialmente, la únicas multiplicaciones que acepta el clero son: las de panes y peces,
las contribuciones monetarias de buen grado hacia la causa, y las que se rigen de acuerdo
a las Tablas, aunque condenando de plano la multiplicación del Uno. Moralmente, consideramos al alcoholismo como herejı́a en primer grado. Quienes incurran en tal aberración
serán sometidos a quemaduras de tercer grado.
Antes de tercer grado, a fines de evitar la tentación en las mentes blandas e indefensas
del vulgo, deberı́a finalizar la educación de los pequeños creyentes, a fin de que no aprendan el pecado de la multiplicación. A cualquier acusación de oscurantismo, respondemos
que el sistema educativo es bastante opaco de por sı́, y que los alumnos por lo general
no son nada brillantes.
La multiplicación de la especie por contacto sexual ha de realizarse en la posición
tradicionalmente conocida como del misionero, esto es, el hombre sobre la mujer, en
postura horizontal, encontrándose la última con las piernas abiertas a fin de facilitar
la divina ascesis. Por supuesto, condenamos la multiplicidad orgásmica, recomendando
tan sólo uno, que desde luego adjudicaremos al varón. (Aclaración: en la provincia de
Misiones la posición sexual que especificamos se denomina trinchatı́ porongá o, la cogida
de acá.)
No habiendo más que detallar por el momento acerca del asunto en cuestión, dejo
aquı́ el texto para que las generaciones futuras reflexionen acerca de los problemas que
nos conciernen como cristianos contemporáneos. Le ruego al Altı́simo que nos haga llegar
su palabra, y que condene a todos esos borrachos hijos de puta.
Capı́tulo 24
Si te gusta el durazno bancate
la pelusa
L
uis con su malla de los pitufos, sacaba pecho y caminaba con aires de diegoarmando. Junto a él, tapado por la sombra de su amigo, Aarón rompı́a la superficie del
agua con los tobillos. A Luis le gustaba estar acompañado por Aarón porque se sentı́a
un coloso y pensaba que las chicas lo elegirı́an a él y no a su desgarbado amigo. A unos
cien metros, en dirección contraria, tres jóvenes se acercaban a paso redoblado.
- Vos callate y dejame todo a mı́ que yo se como manejar la cosa, Aarón - dijo Luis -.
El grupo de chicas tomaba sol, y una de ellas, bajo la sombrilla, rasgaba una criolla
un tanto desafinada.
- Hola, muchachas qué onda, eh,....... ¿se arma la canturria? - soltó Luis con voz
impostada -.
La chica de la guitarra los miró hacia arriba cegada por la luz del sol que rebotaba
completamente en el cuerpo de Aarón, quien parecı́a una teta pinchada.
- Y si te parece, ¿por qué no? Total estamos un poco emboladas - dijo una de ellas
-. Pero ellos no supieron quién habı́a hablado, porque todas estaban de espalda tostando
las nalguitas como duraznitos prestos a ser partidos por los rayos del febo redentor.
- ¿Conocés ésta? - dijo la chica y empezó con los acordes de El oso.
Luis pensó en preguntarle lo mismo, pero dejó atrás la groserı́a y sentado a la india
se puso a cantar. Mientras el morrudo mamı́fero ya laburaba en el circo, las otras chicas
incorporadas formaron el cı́rculo en el que Aarón y Luis quedaron enfrentados.
La cordobesa fue hasta la combi y trajo un par de cervezas. “¿Si hubiese sido entrerriana hubiera traı́do banana? ¿y si fuera de Chubut?” - dijo uno de los jóvenes que
estaban ahora parados al borde del mar - “¿y si es de Tucumán, va hasta la combi y se
la dán?”.
- “Che, che che escucharon la canción?” - dijo Seba, pero no le hicieron caso - “¿y si
fuera de La Pampa serı́a Pampita? ¿y si fuese una trola que se dejase garchar por el ojo
sin bola, una traganepes que se coma mi megatubo?” - dijo César. “Che vamos loco” dijo S caminando hacia la ronda. “¿Y si fuese de Misiones comerı́a canelones? ¿y si fuera
de aquı́ se irı́a?”.
Cuando los tres se sentaron agrandando el cı́rculo, la cordobesa volvı́o a la combi y
trajo dos cervezas más. César para romper el hielo dijo: - “Hola yo soy César y no soy
de Tucumán por eso no voy hasta la combi” -. A Luis le dio un ataque de risa.
- Disculpen, chicas, es que hoy no tomó la pastilla - intervino el divino Ulises, el
Laertiada, de astutos ardides. Seba ya apoderado de la viola, encarnaba su papel de
rockola viviente.
68
CAPÍTULO 24. SI TE GUSTA EL DURAZNO BANCATE LA PELUSA
69
- Disculpá, pero creo que te conozco a vos de la colectividad - le dijo Aarón al hirsuto
César.
- Yo vivı́a en un bosque muy contento. Caminaba... - respondió César en su famosa
postura de mesarse el mechón occipital, mientras rotando la cabeza a la izquierda sonrı́e
con mueca de sable corvo (pero medicado, eh).
- Soy un hombre bueno, si hay alguien bueno en este lugar - cantaba Seba, a pedido
de las chicas. Pero César perdió la brújula: “Caminaba sin cesar... uy que loco César
caminaba sin cesar yo sin yo?” -.
Una vez desvanecido el fantasma (“por suerte”, pensaba Aarón, que curtı́a la de de
palo bien rolinga) todos fueron hacia el mar; salvo César y Luis, quien alegó no tener
ganas; aunque en realidad caı́a una vez más bajo el dominio de la testosterona o para
decirlo más llanamente,¡¡boing!!. De todas maneras, y para aliviar las preocupaciones de
bañero oteando el horizonte, quiso mantener una conversación con nada menos que... “ ...sin cesar, caminaba el César. Las mañanas y las tardes eran mı́as y a la noche me
rascaba el orto”.
- Yo estudié dibujo en la Contegrán.
- Yo hago agujeritos con las pelotas.
- Cuando me recibı́ de profesor de dibujo...
- Pero un dı́a vino el hombre con sus jaulas y cuántos holes se necesitan para llenar
el Albert Hall.
- ...fuimos a festejar al McDonalds y los ortibas no me dejaron entrar al pelotero.
- Ése debe estar lleno de agujeros hechos por el hombre que hace agujeritos con las
pelotas trzjjjfrfrfrrrrrrrrrrrtztztttttttttzzzzzzuuuuaaaa!!!!!!!.
Cuando los demás volvieron se encontraron a media explicación del procedimiento
empleado por el susodicho hombre para realizar tal proeza.
La ronda se armó nuevamente (pero no de noche) y Ulises comentó algo que habian
visto esa tarde temprano, cerca de la casa de Lorenzo Natali, a un grupo de ancianas
mirando TV en la playa (- Te das cuenta, TV, pero vos sos el que la mira -).
- Ah, ésa es mi tı́a Marucha, que vino hoy con sus amigas.
- Me parece que tu tı́a by the way upstairs I had a smoke, somebody spoke, and I
went into a dream, aaaah-ah-ah-aah.
- Mucha pimienta, sargento. - interviene S.
- ¿De qué están hablando? - interviene ésa.
- De... - interviene esso servicentro.
- ...un tigre en el tanque... - dice una T-en-el-T.Sábado Nitro.
- ¡Mentira! - dice el tigre Tony - ¡Rrrriquı́simas!.
- La tı́a de éste es del palo - dice Aarón.
- Yo creo que es un poco extraña. La de tı́a de éste está un poco.. está... está del orto,
te das cuenta, le chifla el culo. ¡Está mirando la tele en la plaaaaya la hija de puta!.
Mientras, Seba absorto mira cómo las olas dibujan eses de sal sobre la arena mojada y
César se pregunta si se sentirı́a bien hacer heces en la playa, porque “hay un sorongo que
lo está culeando”. Y hablando de ésto, Luis se levanta de su anterior postura de recostada
langa boca abajo sobre la arena, dejando un hueco de sombrilla recién removida bastante
notorio.
- ¡¡Él también!!. ¡¡Él también!!. ¡¡¡Hace agujeritos con las pelotas!!!.
- ¿Quién hace agujeritos? - preguntó un señor alto.
- Pero si usted es Pancho Dotto - dice una de las chicas (la pampeana).
- Sı́, chicas. ¿quieren ser modelos?
- Yo soy modelo para armar - dice S.
- Yo modelo estolas de bisón que me hagan efecto velcro con los pelos de la panza-dice
C.
- Bueno, en realidad, los necesito a uds. dos-dice PD.
CAPÍTULO 24. SI TE GUSTA EL DURAZNO BANCATE LA PELUSA
70
Seba y Aarón, parados cerca de las modelos, reflejando la luz del sol que hubiera sido
captada por las pantallas reflectoras tan baqueteadas en el arte de la fotografı́a, parecı́an
dos pelotudos (habia que terminar la clausula de alguna manera, todo por la sintaxis).
- No encandilen-dice Pampita.
Aarón luchaba contra la erección, mientras Luis se hacı́a una cuzca entre las olas
(pero sin provocar remolinos), y Seba repetı́a un “no lo puedo creer, no lo puedo” y se
imaginaba que era el famoso Serguei Bubka a punto de garrochear los 6 metros 30.
Luego del laburo sin paga fueron todos invitadados a dar una vuelta en el jeep de
Pancho, seguido por los cuatrociclones de las modelos que parecı́an en algunos casos
seisciclones por las gomas que aportaban las ágiles amazonas.
Los chicos, al terminar esta soñada travesia, fueron invitados (nuevamente) a lanzarse
desde el despeñadero en los aladeltas del Tı́o Gurtulio para después de aterrizar en la isla
D.R.F., comer escabeche de gaviota y apostar a las carreras de camellos sobre medanos
de azúcar. César apostó al camello diabético y perdió. Ganó un señor llamado Ante
Garmaz, que sacó un paraguas un poco marronado en la punta - “pará, hijo de puta” “mirá quién reclama cordura” -.
Volvieron en la lancha de Don Johnson para apostar en el casino con aires de Don
Juan.
Saliendo del casino se encontraron con las chicas de la playa quienes los invitaron a
una cacerı́a de la zorra peletera el los confines de la playa tumbactu.
Terminada la caceria fueron a una pizzerı́a a comer pizza de anchoa para olvidar el
mal resultado de la cacerı́a.
En la heladeria pidieron de quinoto y Ulises en su moto decı́a: - voy a por la washinton
y vuelvo que se me curte la de top gun -. - Sı́, me acuerdo que la última vez que se te
curtió fue por culpa de ese viejo que nos puteó, cuando se encontraron con los chicos en
la esquina de Mascanalga y Lopezmorfy - dijo un tipo que se habia enganchado en el
casino y tenı́a unos extraños lentes de marco de carey con cortinitas de cuadros en los
costados.
Para completar el tour de force. Fueron todos al recital de Luciano (y no Doro, como
cabrı́a suponer) Pereyra y los Mendietas del Toilet.
Estuvo re-bueno, según dijo una de las chicas. Pero César escuchaba otra cosa, como
Magrini en su cabeza, como una vez a la tarde y otra a la mañana y a veces rı́o a veces
no. Mambrú se anunciaba en la radio y el cubito de hielo del vaso de Osvaldo se derretı́a
por el no poder terminar su canción.
Capı́tulo 25
del 7 al 25
1
“ ...Luis caminó con cuidado hasta el grabador que
forzaba la cinta, lo retrocedió unos segundos pero luego lo
sacó y se lo metió en el bolsillo cambiándolo por otro... ”.
Del capı́tulo siete de la saga.
E
l dedo de Luis aprieta play en el grabador de la mesa de luz de su pieza. Lo
acompaña Aarón....
...Y la Polaca dice: - Muchachas; ése ¿no es Ricardo?.
Marucha: - Sı́, es. Lo voy a grabar....................pero perro de mierda siempre en el
medio....Aaaaaaaahhhhhhhhhhh!!!!! Me mordió Coca, me mordió... ¡tomá turro!; ¡pekinés
hijo de puta!.
Pepa: - Another one bites the dust (para pan-pan-pan) another one bites the dust.
Guirnalda: - ¿Escucharon lo que dijo R. Goldin?.
Coca: - (tras recuperarse de su ataque epiléptico): Dejá nomás que algún chabón
chamuye al cuete...
Marucha: - Qué despelote que armó ese salame che.
Pepa: - ¡Living on the edge!
Coca: - Marucha: atendé el teléfono que yo no puedo.
Marucha (atendiendo): - ¿Si? ¿quién habla?
Voz en el teléfono: - Soy yo, tu amor.
Marucha: - ¿Elvis?
Voz: - Soy quien quieras que sea (menos Pitágoras que hizo las T..../pensó la voz/)
¿Querés conocerme?
Marucha: - Claro que quiero conocerte, pero... ¿quién me habla?
Voz: - Te habla... - y colgó el tubo.
Coca: - Che, tocan la puerta. Atendé Marucha.
Marucha: - Hola Luisı́n. ¿Cómo se portó?
Luis: - Se portó re-bien, Tı́a Marucha.
Luego de que el chico recibiera el vaso que debió ser de agua, Coca canturreó: Esta
noche me emborracho bien, me mamo ¡bien mamao! pa no pensar.
Y Pepa dice: - When i woke up this morning i´ve got myself a beer.
Marucha con evidentes señales de caño en la nuca: Ese gato es la reencarnación de
Bob Marley, mirá como cierra los ojos al sonar la canción.
Pepa: - Close your eyes and i´ll kiss you, tomorrow i’ll miss you...
1 Grabación
de la reunión del capı́tulo 7.
71
CAPÍTULO 25. DEL 7 AL 25
72
Coca: - Che, tocan la puerta de nuevo. Atendé Marucha.
Detrás de la puerta aparece, preso de un evidente nerviosismo, Osvaldo Magrini acompañado por Luis, y suelta un discurso sobre la responsabilidad y el equilibrio aristotélico
mechado con sentencias a lo Séneca.
Marucha le contestó al vecino: Lamentamos haberos infortunado con nuestro comportar. De ahora en más seremos silenciosos y moderados tanto en la conducta como en
nuestro pensamiento. Pues ya lo dijo Héctor Larrea: “A pesar de su ineptitud y de su
poco conocimiento del idioma español, la señorita Lee compensa estas carencias con un
fabuloso trasero”.
Entonces se desató una tormenta de carcajadas a lo que Luis respondió sin entender
mucho subiéndole el volumen al disco de Bob Marley. Hecho que provocó aún más risa,
sobre todo a Coca quien perdió su dentadura postiza mientras golpeaba la mesa con un
consolador de goma.
La Polaca (despertándose): - ¿¡Qué hiciste Chichilo!? ¡¡¡Asqueroso!!!.
Pepa: - I’like dirt, I’like dirt. Basura de la alta suciedad. - dijo calamaristicachilipeperianamente.
Coca: - Revolcao en un merengue, en el mismo lodo; todo manoseao.
La mesa fue ordenada y servida. La picada no era nada frugal. Sin embargo la sativa
multiplicó los estómagos.
La Polaca: - ¡¡Como pegó este cucurucho muchachas!!
Pepa: - Pega-pega-pega-pega-pega en tu cabeza.
Marucha: - Voy a apretar play en el grabador chicas. Uy ya estaba en play... qué raro.
Pepa: - Don’t play with me ’cause you play with fire.
Coca: - Luis, si sacás a Ismael a la plaza te doy algunos mangos.
Pepa: - Shake your money maker.
Coca: - Cuando rajes los tamangos buscando ese mango que te haga morfar.
Ido el chico, nace el profundis disertorum (un poco del orto, un poco de cierto y otro
poco de rhum).
La Polaca: - Yo creo que detrás de las propiedades de la multiplicación de un vector
por un número real, existe un mensaje implı́cito en pro del comunismo.
Coca: - Como la camiseta de independiente.
La Polaca: - No exactamente. Pero de todas formas voy a explicar mi teorı́a: Lo
que se quiere fijar en nuestra cabeza es lo siguiente: Tanto la ley distributiva como la
asociativa son fórmulas de organización social, esta última señala claramente que dos
individuos (se lee: dos números reales) trabajan para un único y prefijado fin (se lee:
un vector). En cuanto a la ley distributiva, es notoria la proclama de una multiplicidad
de vectores con minúsculas diferencias, manteniendo ası́ la ilusión de una individualidad
consciente, cuando en realidad no es más que la fachada de un acérrimo comunismo
de primer grado. Otra pista que los estudiosos parecen haber descuidado es la treta,
astuta por cierto, de llamar vectores libres (se lee: fines), y definirlos como diferentes;
clasificándolos por clases, valga la redundancia, con sus singulares caracterı́sticas, como
por ejemplo, módulo (se lee: Rubro), dirección (se lee: ilusión de elección) y sentido (se
lee: positivismo absoluto).
Pepa: - Es parecido a lo que hacemos con las hormigas; las encerramos en un perı́metro bajo nuestro control, por supuesto, y cuando ellas parecen elegir un camino las achicharramos con la lupa.
Marucha: - Esto me recuerda la frase de Anaxágoras: “si yo digo: ¡sal de aquı́!. No
busques el lugar de dónde proviene la sal”.
La Polaca: - Existe un mundo oculto a la rutina y a la llamada realidad, que debe
ser al menos considerado una vez en la vida de todo mortal antes de que nos quemen con
la lupa del control.
CAPÍTULO 25. DEL 7 AL 25
73
Pepa: - You have no control you do not understand - you have no control, you are
not in command.
Coca: - Siglo veinte cambalache problemático y febril... pero volviendo al tema de
que hablaba La Polaca... es digna de ser considerada y es a lo mejor válida su teorı́a,
pues si mal no recuerdo, ya lo ha dicho Borges en otras inquisiciones en el 52 : “La obra
que perdura es siempre capaz de una infinita y plástica ambigüedad”. ¡Y vaya manera de
perdurar la de las matemáticas! Incluso Eco diez años después le dedica un libro entero
a la cuestión de la obra abierta.
Pepa: - ¡Open your heart to me baby! (parodiando a la chica material).
La Polaca: - Che, Pepa dejá de joder y servime más coca que ¡este fernet es un
desastre!
Marucha: - Me pierdo en ese cuadro chicas; el tipo era un genio pero tardaron en
darse cuenta y a veces creo que los crı́ticos ni se acercan a la verdad de sus telas como
por ejemplo pasa con esta que tengo arriba de la tele. Muchos dicen que la melancolı́a
que bla, bla, bla, pero en realidad todo es mucho más risueño y baladı́. El asunto es que
el tipo está encerrado en una esfera de hojas y acaba de darse cuenta de que no tiene el
rastrillo para salir de su redonda prisión. La expresión es fiel a la desesperación causada
por un hecho absurdo.
Pepa: - Uno para ti, dos para mi es lo que Vincent le decı́a a sus obras y se comı́a
las pinceladas; por eso se chifló.
Coca: - El que me parece que está chiflado es ese Osvaldo.
La Polaca: - Yo le dirı́a que solo un hombre sordo serı́a capaz de usar un traje como
el suyo.
Coca: - Ya se que estoy piantao yo veo a Buenos Aires del nido de un gorrión.
Pepa: - Yo soy un loco que se dio cuenta que el tiempo es muy poco.
Marucha: - No sé... a mı́ me parece interesante. Es un artista, hay que entenderlo,
aunque a veces esto último suene contradictorio.
La Polaca: - Lo de la esfera de hojas de Van Gogh nos retrotrae a Jenófanes quién
creó el dios esfera; y también al Timeo de Platón, dónde en un oscuro pasaje parece
vindicar las bolas, anticipando a Fredy Mercury.
Pepa: - I want to break free!!!
Coca: - Puede ser. Pero a mi me parece un misterio ese Platón, al final no sé que
quiso decir con eso de la cueva y las figuras y el bien que es el sol... no sé, para mi que
se piró.
La Polaca: - Estamos perdidos y desesperados en una isla desierta como Pascal como
J.Howell como Abenjacán el Bojarı́ como un perro sin hueso...
Marucha: - Como Charly en un convento.
Pepa: - La vanguardia soy yo.
La Polaca: - Aunque pensándolo mejor, lo que Platón dice es que la esfera es la
figura más perfecta y más uniforme, porque todos los puntos de la superficie equidistan
del centro. ¡Entonces era un comunista el guacho!
Pepa: - Mi canario es comunista. Porta barba y birrete color mate.
Marucha: - Mi perro es Budista.
La Polaca: - Pero si vos no tenés perro.
Marucha: - Si tengo lo que pasa es que nada es real.
Pepa: - Strawberry fields, Nothing is real...
Coca: - Qué picosa que está esta vela. Miren como se consume...
Pepa eructa como un leñador siberiano, y se queda dormida casi inmediatamente.
Los sonidos se van apagando en forma gradual. Se escucha, en la tele, el tı́pico sonido
del cierre de la transmisión. Unos minutos después, suena la puerta y luego unos pasos,
un ruido extraño y la cinta llega a su fin.
Luis le dice a su amigo que saque el casette... Sefinı́. Gracias, Juan.
Capı́tulo 26
La epopeya del Boñiga
-primera parte13 de Zeptiembre de 1845
- Américo - gritaba la rajapoliaz dezdel rincón máj ozcuro´e la cantina - Américo,
¡que mañana tienez que madrugar!. Madrugáa que obligáa a loz maz virilez machoz del
pueblo andalú a mentalizarze pa´lajarduaz y na´a dózilez labore´anzestralez destináa a
la contemplació del sagrao coliflor.
La cantina jera un manojo de clarozcuro´y roztro´deformaoz por el alcohol. Loz
perroz adornahan el pizo, a falta´e tapete ji lujozo´jarrone´y vazijaz y todo tipo´e boludecez con que lo´ricoz del reino adornaban zuz majestuoso´ambientej orgiázticoz. Y
Américo balbuzeaba un “dié flexione a la mañá, ná´e polvoz con la rajapoliaz”, y naie
lograba comprenderlo y laz imágene´ze mezcláan en la vizta de Américo co´un torbeı́ino
de pinturaz de Goia centrifugándoze hazta la locura.
14 de Zeptiembre de 1845
El gaio cantó a la´zinco, a las zinco y media y durante toa la mañáa, porque la
Filomena teniá vizita jeza tarde y la rabadilia era pachuparze lodedo´. La lú ze volcáa
co´un bué tintio ´e la bota´el horizonte. O común cantaor múo´e felicidá, porque la
Filomena ze le entregarı́a junto a la rabadilia que´ra pachuazse lodedo´.
La zeñal que daba inizio jala competenzia jera cuando el zerdo que colgaba´e lajrrama
´ela higuera era reventao a jostiazos por lojovenez maz valiente´elegı́oz pa´la proeza´e
apalearlo al vil marrano dentro´e la bolza sin volteá un zólo higo´e la higuera.
Juzto entoncez, nel meio´e la colina, japarezió el rezio Boñiga´e pecho pelúo con
unoz cuernoz de macho cabrı́o atadoj con jı́loz´e matambre´e la fonda´e la Jurjurucha,
una dama meio vizca meio zonza y´el too puta. El bravo Aquilez era un mozalbete
mazcaceitunaz al lao ´el intrépio Boñiga. El pelo´el pecho le atravezáa la camiza zin
ezcote. El pelo dentre la zeja le daba azpecto´e unicornio rabiozo. El pelo´e laz pataz
cazi le impedı́a caminá. El pelo dentre loz cojone´iá lo habrı́a capao a la edá´e quinze
anioz zi no fuera po´lo duro´e zu virilidá. Olé. El Boñiga ievaba ezcudo, con dizeño Yean
Pol Goltiér´e e piel´e comadreja zircenze con vetaz´e bigotez´e vizigóo rendı́o. Oztentaba
la terrible figura´e un borrico quel Boñiga habı́a dormı́o deun frontazo. Nel invierno jel
Boñiga uzaba eze ezcudo pa´sacale brillo a lo´trigale´e Badajoz ien verano pa´a zacarze
lo opaco e´loz cojonez. Y jestaba ahı́ po laz competenzia.
La´pruebaz eran mentalez ji fizicaz. Iá lo verzoz jempezaban bajo el sagrao cocotero
que era jespezialmente traı́o´e Marruecoz. Ezta era la prueba primera. La zegunda era´l
olfateo deun colifló jazta caer pasmao, ´l último´el ganadó. Y la tercera la depilació cabrona.
Y iá habı́a rezitao los zeiz mozoz cuando el Boñiga templó su cuerda y yenó el aire´e
74
CAPÍTULO 26. LA EPOPEYA DEL BOÑIGA -PRIMERA PARTE-
75
espáas - ´e laz toledanaz- y laz mozaz yoraon y mestruaon po´tre´diaz y tre´nochez zin
pará.
Lo ma deztacao e la jornaa en cuanto a la rezitazio de verzoz:
Abelito Jenitalizio´e Zegovia:
“Te juro loz montez, mi hembra
Te loj guardo y rezguardo co´dote
Y zi ió no cozecho lo que tú siembra
Má quel trigo, co´la polia doy azote.”
Ronrorito Jalapeño:
“Jacintos y palomas
urracas y chopos naranjas
aráus y San Basilio
ahónde llegarán las bolas de Pı́o Baroja.”
L´Andrezito Calamarete:
“Maradona no ez una perzona cualquiera
ez un hombre pegao a una pelota´e cuero
que quieo atravezá el viento zin documento
tomando capushino nel año nuevo shino
enun restorán argentino, con empanáas e vino;
flaca: no me clavez lo´puñalez
po´la ezpalda, tan profundo, no me duele,no me hacen mal. Olé.”
Jiordi Hurtao:
“El que zabe gana y el que no zabe no ez comı́o
nela punta´el pongotiengo raztafrula un zagujicho
y las palmaz de maliorca zon má grandez que lazjmiaz coño.”
Pipote Chipolátez ´e Bajalcurnia:
“Ej´el eztudiante, eztudiante de verdá
que´en toa la Ezpaña noai niún eztudiante
que no zea un ejemplo univerzal.
Ez que´ez el eztudiante, corajúo é verdá
entonando´el cantaor, con locura y con pazión:
eztuadiante y Español hazta cagá.”
Gaznote Ibrahim Alhambahalababalabalmmmmahamoahda:
“L´aljibe é fermozo có´tuz ojoz de turbia alazana
mi mora querı́a, mi mora májamáa
L´a aljibe é jondo có un cante, co el cante má jondo
Y lo´canjilone, dentre tu cadera, agua d´el coño ”
Américo “Boñiga” Goldin:
“La guitarra, hace llorar a loz sueñoz.
El zollozo´e laz almaz perdı́az, ze ezcapa po´zu boca redonda
Y como la tarántula teje una gran eztreia
Para cazar zuzpiroz, que flotan en zu negro aljibe´e madera.”
Y el palmaréz dezta competició fue pa´Jiordi Hurtao, en primer lugá, Gaznote Ibrahim
Alhambahalababalabalmmmmahamoahda en el zegundo, y L´Andrezito Calamarete nel
terceo.
La zegunda competició: l´olfateo deun colifló hazta caer pasmao rezultó azı́: Abelito
Jenitalizio´e Zegovia: Zniffffffffffffffffffffffffffff.
CAPÍTULO 26. LA EPOPEYA DEL BOÑIGA -PRIMERA PARTE-
76
Ronrorito Jalapeño: Zzznigfffffffffffffffffffffffffffffff.
L´Andrezito Calamarete: Zzz?(puez queézte era azmático, o iá ´bı́a azpirao musho).
Jiordi Hurtao: Zzzzzzziiiiffffffffffffffffffhhhhffffffffffffffff.
Pipote Chipolátez de Bajalcurnia: ¡Znifi! (interrumpı́o poruna admiradora´e lo Tuiz).
Gaznote Ibrahim Alhambahalababalabalmmmmahamoahda: ZZZZzzzzzssssss IIIIIIIiiiiiiihhhhhhffffFFFFF
hhhhhhhFiiiiiIIII ssNNNiiiiiIIiiiFffff.
Américo “Boñiga” Goldin: Achı́z! (interrumpı́o por jun polvo que ze jabı́a echao con
la rajapoliaz ).
Y pa´la tercea prueba´e la depilazió cabruna, la cabra má mordizquera é toa l´Andaluzı́a -la cabra Anzelma Nicolina Loshe- fue traı́a pa´dezvenzijá a lo´competiore´májirzuto´e toa la Iberia. Loz cuerpoz´e los concurzantez bañaos zenún ungüento´e peperina
con jerez zon zuzpendidoz a la tupac-amaru, y la cabra loz depiláa con zu afilaoapéndize
bucal. Loj rezultao dezta competizió:
Abelito Jenitalizio´e Zegovia: Conzervó un pelo en cáa bola.
Ronrorito Jalapeño: Conzervó unjalambre zolitario dentre zu zenio.
L´Andrezito Calamarete: Tan zólo un pelete zubziztió dentro zu ojete. (Dizen que loz
demáz loz perdió ziendo abuelo´e la náa.)
Jiordi Hurtao: A la cabra le dio un ataque de prezión al vé que´l tı́o no tenı́a niún
zolo pelilio nel cuerpo y le zurró tremendo topetazo qui lo dejó de bruzez nel arroio.
Pipote Chipolátez de Bajalcurnia: Ezte mozalbete quedó dezcalificao po´que l´Anzelma ze´mpantanó entre´l fijadó de la pelambre paráa d´el iluztre cantaor´e loz Tuiz.
Gaznote Ibrahim Alhambahalababalabalmmmmahamoahda: Garchóze a la cabra el vil
moro Alhambahalababalabalmmmmahamoahda. Pobre Anzelma, la raja oradáa, ya no
podrı́a pa´l bien del Boñiga, dibujá una peláa.
Américo “Boñiga” Goldin: Zentenzió a la cabra con zuz tupidaz cejaz que parezı́an
doz brochaz nuevaz o doz brochaz de pernambuco no ze qué zon pero zuenan tupidaz
y eszabrosaz como zelva virgen que no fue explorada por niún franchute o europeo y la
cabra ze canzó y cayó rendı́a co´rambo en la pelı́cula número trez donde ze nota un claro
menzaje en contra de loz ruzoz. En fin, la cabra trazendió zu condizió de pobre animal
condenao´a la depilació co´Zı́zifo a cargá la roca po´la cuzta nocturna y caé de dı́a´e
nuevo y volvé a zubı́ y azı́ el ”Boñiga”quedó co´la entrezeja tan peluda que parecı́a que
habı́a arrastrao co´la cabeza lo´beio púbico ´e zu madre al nacé.
Jeste zel fin del dı́a dela fiezta anual del heroe, que rezultó zer enezta jocazión Don
Américo “Boñiga” Goldin.
Eahh. Olé!.
Capı́tulo 27
El sueño de Mirta
D
esde atrás, a una altura de pocos centı́metros del suelo, ella se veı́a los zapatos
como si fuera otra. El eco de sus pasos resonaban en la galerı́a. Hacia el fondo se podı́a
distinguir una luminosidad amarillenta que de a ratos desaparecı́a como si cerraran una
gran puerta. Mirta miró los costados de la galerı́a y se dio cuenta de que las paredes
semejaban interminables filas de colectivos, o, para ser más precisos, un solo y eterno
ómnibus a cada lado, yendo a toda velocidad en dirección opuesta a la de ella. Las
personas dentro del vehı́culo estaban todas vestidas de rojo con diferentes matices, y a
Mirta le pareció que le ocultaban algo porque sus miradas tenı́an un dejo de reproche y
disimulo. En el techo de la galerı́a colgaban cientos de vestidos y una corriente de aire
los movı́a suavemente. El piso era de mármol color beige y estaba tan pulido y lustrado
que al abrirse la supuesta puerta del fondo Mirta se veı́a obligada a poner la mano en su
frente a modo de visera.
Lo curioso de la situación, era el absoluto silencio del lugar. Nada producı́a el más
mı́nimo crujido, solo los pasos de ella perturbaban aquel silencio abstracto.
Cansada de caminar, se detuvo un minuto en un punto en el que los colectivos estaban
a una distancia mayor que en tramos anteriores. En ese momento un rumor empezó a oı́rse
desde las paredes móviles, un rumor que Mirta se esforzaba en comprender, pero que no
podı́a hacerlo debido a la distancia. Cuando se paró y se puso a caminar (ahora descalza
con los zapatos en las manos), tuvo la primera señal tranquilizadora. Las personas de los
colectivos le sonrieron y se volvieron de espaldas a ella.
Ahora tenı́a otro vestido, su andar era orgulloso y sentı́a confianza en sı́ misma.
Pero esa confianza llegó a su fin del mismo modo en que habı́a surgido.
Una lı́nea casi imperceptible partı́a en dos a la galerı́a. Mirta se agachó y puso su
oı́do en la ranura. Al cabo de un rato un sonido lejano, que a ella le pareció horroroso,
empezó a crecer cada vez más. Mirta pensó en una multitud huyendo de algo. Aturdida,
se dejó caer hacia atrás. El ruido crecı́a monótono y la mujer resignada, hundió la cabeza
en su pecho. Hubo un instante en el que era tan abrumador aquel sonido que Mirta
casi se desmaya. De pronto todo enmudeció. Mirta abrió los ojos y miró con esperanza
la luminosidad del fondo de la galerı́a. Se puso los zapatos y al dar sus primeros pasos
rebotó contra algo invisible. La luz del fondo le permitió ver en breves intervalos una
placa que surgı́a de la ranura. Tras un par de inspecciones Mirta confirmó aterrada que
la placa estaba hecha de diminutas personas entretejidas y que al darle la luz del fondo
brillaban con un color parecido al alabastro pero con una contextura casi lı́quida. Por
segunda vez Mirta cayó hacia atrás, y al hacerlo contempló con asombro que los colectivos
se detenı́an y de ellos bajaban miles de personas que pisándola la mataban sin siquiera
darse cuenta de que ella estaba ahı́, con su vestido lila.
77
Capı́tulo 28
La Epopeya del Boñiga segunda parte E
l gaio cantó a la´zinco, a las zinco y media y ya no canto máz, porque la Filomena
dejó a un mozo cantaor múo´e felicidá, porque ze le jabı́a entregao junto a la rabadilia
que´ra pachuazse lodedo; puejahora jeztaba en buzca dil Boñiga pa dezirle la mala notizia.
La lú ze volcáa co´un bué tintio ´e la bota´el horizonte, o maz bien era el Boñiga en
pleno feztejo de la competenzia ganáa lieno de florez y haziéndole zeñas grozeraz a los
perdedorez.
Américo Boñiga Goldin, eztaba afligı́o por la zalú e su padre que zufrı́a una lenta´gonı́a producto ´e la invenzible vejezz, e también aceleráa po´la ingesta ´e un frazco
con morronez pazaoj.
Junto al lesho donde Jalindo Alcı́ndor Lionel Antón Pirulero Enrique Ñaxis Omán
Goldinotetxporpoparreaga dejarı́a por ziempre ezte mundo, jeztaba Américo preguntándoze por qué ze liamaba azı́ y no tenı́a niuno ´e loz tantoz nombrez ´e zu padre. El padre
lo liamó co´un ademán y le dijo con lajúltimaz fuerzaz que le quedaban: “Te jiamas
jası́ porque debe’ juir pa laJaméricas . E juna profezı́a, ió lozonieeeeee-e-e-e: tu debe
cruzá jelocéano. Jázlo”. Y eze jazlo parezió cortarlel zemblante ´e paz co´un guadañazo
´e la dulze parca, y lentamente, co´buszcando el dezcanzo por zobre el jombro ´e zu hijo,
detuvo para ziempre zu miráa en loz pechoz ´e la Filomena, que acompañaba al Boñiga
enezta dezgrazia.
Américo, con una lagrima contenı́a y embravecı́o por vaya a zabé qué coza no zesperó máz y traz una dezpedı́a general y una jezpecial dedicáa a la Rajapoliaz (loz jabitantez´el pueblo vieron con zorpreza cómo el gran jeucaliptuz ´e la aldea era dezcazcarao
por el panzazo del Boñiga), embarcóze nun barco llamao Rogelio A. rumbo ja laz prometedoraz tierraz ´e América. Entonzez recordó que una vez zu padre le jabı́a ezplicao
quen laz Américaz el oro ze jencontraba por dentre loz terronez ´e tierra. Y de pronto
zintió cómo ya dezde bien mozalbete zu deztino eztaba armao co´un complicao rompecabezaz ´e piezaz circularez: el ganao levanta el oro ´el zuelo y lo caga limpio y dezpuéz
´e un complejo prozezo quı́mico ´e metanolizao (pasao por metano) que jazı́a briliá´el
codiziao oro maz que nunca, y era por ezo que zu padre le jabı́a enseñao a revolver laz
tortaz vacunaz (boñigas) ya dezde loz trez añoz. Tan zólo loz máz valientez ozarı́an tal
proeza.
La primer semana la pasó bastante mal por sus continuos mareos y por aquella inquietante prohibición de no ir a la popa del barco. Pero el hombre se termina acostumbrando
a casi cualquier cosa. Ası́ que pasados unos dı́as, ya nuestro héroe disfrutaba mirando el
resplandeciente desierto desde la cubierta del Rogelio Amendohı́n; y no le llamaba tanto
78
CAPÍTULO 28. LA EPOPEYA DEL BOÑIGA - SEGUNDA PARTE -
79
la atención ir hacia aquella parte del navı́o.
Una noche, Américo se cruzó con un hombre en el bar de estribor, y a pesar de que
hablaba un trabado español, lograron entenderse. A las tres copas ya eran confidentes.
Una de las confidencias que aquel hombre le hizo a su nuevo amigo fue un sueño que habı́a
tenido precisamente esa noche, causante de su desvelo y por consiguiente del encuentro
con Américo. El hombre le dijo que en el sueño, él estaba en un barco y toda la tripulación
salió a cubierta porque un marino estaba gritando mientras señalaba hacia el horizonte.
Entonces la lı́nea del mismo empezó a inflarse como una inconmensurable sábana blanca.
“Y luego me desperté”, le dijo Herman a Boñiga, mirando fijamente hacia delante con la
mirada vacı́a.. Américo meditó un momento y luego de terminar el ron lo palmeó en el
hombro y le dijo: “¿como zi juera una baliena blanca?”. De pronto el Yanqui se paró y
salió disparado hacia su cuarto diciendo: thank you thank you!!!.
Otra noche Américo cayó preso de una obsesión. Escuchaba aquellos terribles gritos
que lo incitaban a cometer actos de locura tales de mileto, no, tales como arrojarse por la
borda o a tocar el piano en el gran salón de fiestas. Aquellos gritos eran nada menos que
los chivos de Don Gurtulio, personaje portugués que tenı́a el extraño sueño de inventar
una suerte de paraguas volador. La resolución del capitán fue atarlo al palo mayor (no te
agrandes, Ulises), y ponerle tapones de cera en los oı́dos, aunque esto fuera redundante.
Una tarde tranquila de verano un objeto chocó contra la quilla del Rogelio A. Se
trataba de una caja de madera al parecer vacı́a; pero tras una breve inspección, los
tripulantes casi se desmayan al ver salir de la caja a un hombre de unos 25 centı́metros
de estatura.
Durante dos semanas aquel hombrecillo maravilló a todos con sus historias -incluso
afirmó que alguna vez fue un gigante-, hasta que desapareció yabranı́sticamente.
Pasemos de una vez a la resolución de este misterio: Largos se le hicieron los dı́as al
Boñiga , tan largos que decidió dedicarse a la pesca con el fin de hacer amenas las tardes
y los atardeceres que eran crepúsculos de rococó. La clave está en la carencia de carnada
por parte del Boñiga, y en la buena disposición del hombrecillo para atraer peces. La
frase que casi delata al Boñiga fue: “Puez quiero zacar un pezcao como ezoz que tienen
una gran aletilia que sobrezale puntiagúa. Zúbete al janzuelo, y avı́zame cuando zeztén
cerca. ¿Vamojabajo? y ¡coño! Cuando me pienzaz avizar, enanilio majadero.Gulliver!”.
Estando triste por la pérdida del hombrecillo, el Boñiga andaba errante por la cubierta, cuando notó a un enorme pelirrojo que con ahı́nco martillaba el último clavo de una
herradura contra la barandilla de babor. El Boñiga no pudo explicarse cuando todos le
preguntaban que por qué habı́a gritado, y dónde habı́a visto al Holandés Errante.
“¡Ballena de metal!” - gritaba un marinero como loco - y todos corrieron a babor
donde vieron una escena un poco rara como ortodoncia de pulpo. Un submarino rompı́a
la superficie del mar. De su escotilla surgió un hombre que dijo estas palabras: “Je suis un
marin que divagé per la mer et obserbé le faun acuatique et emperné mes tripulationé et
si vous querés moi te emperné votre barcó sil vuplé la merd”. El boñiga dio la señal
tirándole con una pata de pollo a la cabeza e insultándolo en catalán. Luego vino la
barbarie: “Se vián le coq Nemo sé gratifiqué mon Nautilus hundiré le paquebot qui se
viene derniere” .El Nautilus se defendı́a como un ser humano, notándose como crujı́an
sus acerados músculos, que de vez en cuando se levantaban verticalmente, haciendolos
dar de bruces a los tripulantes del magnı́fico artefacto en lo que parecı́a ser un corcel con
espasmos o un aprendiz de conductor de ford falcon verde como los del setenta, los de
travolta john no, los de Tito Felondio que ponı́a cuarta y apuntaba pa’ la costa. Pero
esa, esa es otra historia (como dijo Conan sentado en su trono).
Una noche especial fue la de la fiesta de la carroza de Papua Guinea (y entonces el
Boñiga evocó a su padre en una de sus frases que más le daba coraje: “Zi ez que loz
Goldinotetxporpoparreaga zomoz ´e una vieja raza ´e cazadore ´e galiı́nas´e Guinea”).
La carroza estaba cubierta con pelos de negro zulú y plumas de aves de rapiña y
CAPÍTULO 28. LA EPOPEYA DEL BOÑIGA - SEGUNDA PARTE -
80
garrapiñadas de Don Salitre. Giraba en un remolino remilgado de canastitas con fruta
abrillantada y moscardones o más bien tábanos eunucos disfrazados de repelente para
mosquito como los de la costa. En la parte más alta un cangrejo de pelo lacio (en homenaje a E. - “Ah, eso de los cangrejos pistoleros... una boludez que escribı́ - confiesa E.”).
El crustáceo de sangre azul, azul por el cobre que compone su sangre, bailaba la danza
del último de los mohicanos que en realidad se quedó agazapado detrás de un cactus
porque era un maraca que se dejaba dar por el gran indio oso popolito. En esta fiesta los
participantes debı́an llevar un disfraz, lo que le sumaba colorido a la carroza. Por ejemplo,
estaba el capitán con su cuerpo de oso grizzlie vestido de un traje hecho con arenques
vivos y el contramaestre llevaba un erizo de mar en la cabeza. Américo por comodidad
se ató un calamar a modo de bufanda y se habı́a arremangado los pantalones, ofreciendo
a la concurrencia la grata oportunidad de ver sus pantorrillas de jabalı́ ibérico salvaje.
Para cerrar la procesión flotaba sobre los rostros de los convidados una niebla púrpura
con aristas de ébano y flores celestinas y muñequitas de azúcar impalpable como las que
la Jurjurucha vendı́a en su confiterı́a andaluza que era sólo un poco más inmaculada que
la tienda por la que la rajapoliaz se dejaba atender y ésto le recordaba al Boñiga que no
estaba ahı́ para festejar sino para asuntos más elevados como contar cuántos de los convidados tenı́a juanetes en el pie derecho y cuántos en el izquierdo y un tano peló mandolina
y un árabe laúd para bailar al son de un viejo hit napolitano que maraqueaba el cangrejo
con sus tenacitas sonoras. Sonoras como las chimeneas del gran barco que pasó cerca del
Rogelio, en esas horas de éxtasis nocturno. Sonoras como cuando las sirenas del gigantesco barco sonaron porque los que tenı́an que avisar si aparecı́a alguna inmensa masa
de hielo estaban dedicados al ludomatic alternando con el chinchón y se rajó el costado
y Di Caprio colgaba de las bragas de K. Winslet, lets dance, le habı́a dicho pero él se
negó porque le gustaba Verlaine y entonces nadie notó la tragedia concentrados como
estaban cual jugo berreta en la carroza guiada por el elocuente cangrejo Raúl y su coro
de langostas cabareteras.
Terminado el frenesı́, frene no, ¡stop! ¿Y el barco? ¿El Barco? ¡ya paró!, gritaron todos
al llegar al puerto de Buenos Aires.
Capı́tulo 29
¿Y la Chacha dónde está?
E
l camino se perdı́a detrás de la polvareda. Solo lo pudieron ver cuando salieron de
la ruta, y al bajar para abrir la tranquera de la estancia.
Los perros escoltaron la camioneta hasta el casco. Eran las dos de la tarde y hacia
bastante calor ese dı́a en el campo de Marucha, tanto calor como para dejarla sola en la
cabina y acomodarse en la caja de la Chevrolet, entre sillas y mascotas.
En silencio las cuatro mujeres bajaron todo del vehı́culo.
Enumeremos todo:
1. Ismael.
2. Sillas y reposeras.
3. Un barril de cerveza de treinta litros.
4. Una radio antigua a válvulas que Marucha querı́a poner cerca de la chimenea.
5. Dos rifles de Pepa.
6. Las valijas y un bolso lleno de repelente contra insectos.
A las tres apareció el citroen de R.Goldin. Luis salió del auto ansioso por bañarse en
el tanque australiano .Pero no tuvo suerte porque recién lo estaban llenando.
Las viejas tomaban sombra bajo el alero de la casa y ni se pararon para saludar a la
familia Goldin quienes llegaron un poco malhumorados por los continuos gases del joven
Luis.
Alrededor de las cuatro y media, apareció en la gran sala de la entrada de la casa,
Narciel, un chico de siete años , hijo del encargado de la estancia (León), para avisar que
el tanque estaba lleno.
El sapucai de Luis hizo desastres en el sistema nervioso de Mirta, como en el de
Ismael, que por descargarse, mordió la cola de uno de los perros de la casa y después
saltó al regazo de su dueña para zafar de las fauces del dogo, que desde entonces se la
tenı́a jurada.
El ambiente, exceptuando este episodio, era apacible. Las viejas tomaban té con
masas, hundidas en viejos sillones, y Ricardo llenaba la sala de humo, prendiendo un
habano que curiosamente le habı́a regalado Magrini.
Yenifer, Amelia, Luis y Aarón caminaban en fila india hacia el agua. Desde el pequeño
trampolı́n fueron cayendo de a uno. Repitieron esto hasta quedar extenuados y luego
descansaron haciendo la plancha.
81
CAPÍTULO 29. ¿Y LA CHACHA DÓNDE ESTÁ?
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El agua quieta reflejaba nı́tidamente al gran sauce llorón; y las cuatro panzas subı́an
y bajaban al ritmo de los pulmones. Nadie sospechaba siquiera que la amenaza ya se
deslizaba silenciosamente dentro del cilindro de chapa.
Fue Amelia la primera en gritar. Los otros tres se pusieron inmediatamente de pie.
Aarón se subió al trampolı́n y las chicas salieron del tanque.
- Ahı́ está, Luis - dijo Aarón señalando el agua.
- Si, ya la vi.- respondió; y tomando la culebra de la cola la arrojó por el aire, cayendo
ésta sobre una rama, y finalmente en el cuello de Amelia, que habı́a escapado del agua
para refugiarse bajo un ceibo.
Aarón y Luis se reı́an a pesar de los insultos de Yenifer, pero también se escuchaba
otra risa, más chillona, más lejana. Era la risita burlona de Narciel que contemplaba el
resultado de su broma desde arriba del molino.
Luis empezó a tirarle piedritas, no por piedad, sino por el simple hecho de no encontrarlas más grandes, y Amelia le gritaba rabiosa. Entonces el pequeño Narciel no tuvo
otra que subir un poco más para alejarse y también para apuntar mejor.
Ni bien vieron al chico llevarse las manos a la bragueta Aarón y Luis se sumergieron
todo el tiempo que duró el chorrito. Cuando salieron a la superficie, Narciel les dijo
en tono profético: “esperen veneno de las aguas estancadas”. Después chifló fuerte, y
mientras bajaba del molino, un petiso negro se acercó al trote, lo montó y se fue a
rebencazo limpio.
En la casa, Ricardo salaba el cordero en la cocina. León le alcanzaba uno tras otro los
amargos sin decir palabra. Para romper el hielo Ricardo le preguntó por qué se llamaba
ası́.
El hombre dejó el cuchillo que afilaba entre mate y mate, se levantó, fue hasta el
aparador que estaba cerca de la mesa y abriendo una de las puertas llamó a Ricardo con
la mirada.
En la parte interior de la puerta se leı́a esta inscripción : Hoy murió León Tolstoi.
1910. y más abajo: Isaac Zimerman.
Por fin el paisano abrió la boca y le explicó a Ricardo que su padre habı́a visto estos
nombres cuando era él apenas un bebé, y decidió bautizarlo León porque le gustaba
más que Isaac y mucho más que Herculiano como querı́a ponerle su madre de manera
inocente. (hay que aclarar que el apellido de León es Rohto).
Ricardo cambió de tema preguntándole si se podı́a cazar algo en el monte, si habı́a
por casualidad alguna gallina de Guinea. León le dijo que solo peludos y carpinchos.
Casualmente en una piel de carpincho descansaba sus pies Mirta, sentada en un
sillón, sin nada que hacer, con una mano sosteniendo su cabeza y mirando un adorno de
la pared. A sus espaldas, por la ventana, pasó Pepa con un Winchster torpemente vestida
de rojo. Coca la interceptó cuando salı́a a tomar un poco de aire y le aconsejó que se
pusiera un vestido verde para confundirse con la vegetación. Las dos entraron a la casa,
se cambiaron, y salieron listas para la cacerı́a.
En otro lugar de la estancia Luis miraba desconfiado al caballo. Tenı́a un poco de
miedo porque nunca habı́a montado uno. En cambio, Aarón se mofaba y hacia girar en
cı́rculos a su caballo demostrándole a su amigo que no era un lego en el asunto.
Las pelı́culas ,o en este caso las series de TV, suelen influir en la conducta de los chicos,
y es ası́ como Luis, recordando un capı́tulo del Zorro, tomó carrera e intentó montar al
equino por la parte trasera, sin poder lograrlo, por cierto, debido a la gran alzada del
animal. El golpe no fue lo peor, sino la casual urgencia del corcel y la inmovilidad de
Luis.
Momentos más tarde, salieron a todo galope hacia la llanura.
Pepa y Coca, agazapadas detrás de un piquillı́n, apuntaban sendos rifles a un águila
que distraı́da picoteaba una culebra. Un momento antes de que disparasen, una piedra
cayó cerca del ave y esta salió volando. Las viejas quedaron sorprendidas por el prodigio,
CAPÍTULO 29. ¿Y LA CHACHA DÓNDE ESTÁ?
83
pero pronto escucharon una vocecita que venı́a desde arriba de un árbol: “Cuando ustedes
ven un águila, ven una porción de Genio ¡levanten sus cabezas!” - decı́a Narciel riéndose
como un loco sentado en una rama, balanceando los pies -.
Las mujeres volvieron indignadas a la casa. Cerca de la entrada se encontraron con
los chicos que volvı́an de la cabalgata. Al entrar en la sala principal le preguntaron a
Mirta, que aún estaba sentada en el sillón, qué habı́a pasado con el barril de cerveza que
estaba roto y vacı́o. Ella les dijo que de pronto escuchó un estruendo, que el vidrio de la
ventana estalló al igual que el barril y que no supo que lo habı́a causado. Luis se hizo el
boludo y dejó el rifle apoyado contra la pared.
En la parte trasera de la casa, Ricardo bajaba el balde en el aljibe y León acomodaba
la leña para el fuego. Las viejas en la gran sala jugaban a la canasta bajo la mirada
perdida de Mirta, acompañadas por la música tenue proveniente de la radio antigua.
Ismael, en una tregua con el dogo, yacı́a bajo la mandı́bula blanca, hecho un ovillo. Los
chicos esperaban su turno ante la puerta del baño que daba al exterior; con jabón y toalla
en manos. Narciel pasó cerca de la fila y viendo que la próxima en entrar era Amelia,
salió corriendo hacia el arroyo.
Momentos después otro alarido causó lo que sigue:
Ricardo se fue de cabeza al fondo del aljibe.
León se quemó los pelos de los nudillos.
Aarón aprovechó para entrar en el baño y verla en bolas a la muchacha que seguı́a
gritando.
Luis descubrió a Narciel y, persiguiéndolo, se perdió en la oscuridad del campo.
Yenifer entró al baño con una escoba, y luego de pegarle a Aarón, se puso a gritar
junto a su amiga.
Ismael sobresaltado, mordió la cola del dogo nuevamente, éste lo corrió por toda la
habitación tirando a la mierda la mesa con todo lo que tenı́a encima.
La Polaca, al escuchar a Coca que inmovilizada decı́a “que me lo matan, que me
lo matan”, se sacó la pierna ortopédica y se la puso en la cabeza al dogo serenando el
ambiente.
Las dos chica seguı́an aferradas a la cortina del baño sin poder hacer nada.
Sin haber hecho nada, y lentamente, la culebra salió del baño perdiéndose, como Luis,
en la oscuridad de la llanura, donde ahora no se escuchaba otra cosa que el correr del
agua del arroyo y el crepitar del fuego reflejado en los ojos de León.
Hora y media más tarde, cuando el botón de las braguetas cedı́a para que entre el
postre, todos notaron que en la gran mesa del living faltaba Ricardo Goldin.
Capı́tulo 30
Calderón de la Barca
E
ntonces tocaba la puerta:
RW: Mirá Osvaldo, querı́a preguntarte lo de Borges, eso del laberinto.
OM: Bueno, pasá que justo estaba terminando de darle de comer a Benny.
RW: Asterión, ¿qué clase de nombre es? ¿Lo inventó, de dónde lo sacó?.
OM: Bueno, lo que en realidad importa es que se trata siempre de lo mismo: la idea del
eterno retorno.
RW: Ah, claro, pero... ¿por qué Asterión?
OM: No lo sé, pero tampoco me importa. ¿Acaso son tan importantes los nombres? No,
porque todos, de alguna manera, somos uno y todos.
RW: Pero de qué carajo hablás, ¿ya estuviste dándole a las pastillas?.
OM: Sólo a las menthoplus.
RW: Olvidate de lo de Borges.
OM: El olvido, otro de sus temas, o del otro.
RW: Hoy no estoy de humor para tus juegos verbales, ya me tenés podrido con tu rol
de Apollinaire.
OM: Bueno, entonces vete, olvı́date todo, y pega la vuelta.
RW: Jamás te pude comprender.
Y ası́, con una bronca bárbara, bajo la escalera y me voy caminando hasta lo de
Amelia.
Ricardo Wellington piensa esto en el tiempo que le lleva pasar una página del Aleph.
Deja el libro en la mesita del living y sale a la calle.
Al doblar en la ochava se topa con Magrini quien le dice:
OM: Hola Ricky, sabés que justo estaba por ir a tu casa a preguntarte algo sobre ese
cuento de Borges, La casa de Asterión, estoy intrigado por ese nombre. ¿Sabés de dónde
lo sacó?.
Ricardo lo miró como si hubiese visto un futbolista que usara las eses. Luego cruzó la
calle y empezó a correr. Magrini se tocó los bolsillos y al no encontrar su billetera,
recordó la condición de cleptómano de Ricardo. Sobresaltado lo vio doblar en la esquina
y salió corriendo tras él.
Ricardo se choca con lo que se le cruce: un viejo, una vieja, un perro, el juguete de un
chico. No tiene tiempo, está pensando en la telepatı́a, en el control de su persona y en el
horroroso disimulo de su supuesto amigo. Mientras atraviesa las calles céntricas a toda
velocidad, piensa en el fin de esa vigilancia, y se pregunta si es una vieja cuenta sin pagar
de cuando estuvo laburando de espı́a en Italia, y pensaba en lo estúpido que habı́a sido,
al mandarle aquellas cartas desde Roma o de algún otro lugar de Europa, detallando
todo como si Osvaldo desde Bahı́a Blanca lo estuviese controlando y lo obligara a decirle
absolutamente todo. “Qué dormido que estaba, cómo pude ser tan ciego”, pensaba. Y
84
CAPÍTULO 30. CALDERÓN DE LA BARCA
85
en la calle Brown se llevó puesto a un ciego, le quitó el bastón, saltó por encima de un
auto, y siguió hacia la plaza Rivadavia, mientras la gente murmuraba sus frases inútiles.
Ahora Magrini estaba furioso. Cuando llegó a la plaza le agarró su agorafobia y tuvo
que tomarse un taxi. Ricardo se habı́a subido al monumento que está enfrente de la calle
H. Irigoyen, y temblando como un gato miraba para todos lados. Una señora lo vio y le
preguntó si se sentı́a bien, pero no obtuvo otra respuesta que unas palabras incoherentes.
A las nueve de la noche decidió bajarse del monumento y con pasos inseguros fue
hasta la casa de Amelia.
Ricardo Wellington se cruza de piernas en el sillón amarillo del tercero A. Osvaldo lo
nota con la mirada perdida y le pregunta preocupado: - ¿en qué pensás? ¿Te pasa algo
Ricky? -. Ricardo le dice que no, que no estaba pensando en nada; después pone alguna
excusa y se marcha a su casa.
En el camino se pregunta cuánto tiempo estuvo callado frente a Osvaldo con la mirada
perdida. Al llegar a su casa no puede contenerse y abre una vez más el libro y lee la cita
de Apolodoro para aclarar el misterio del nombre.
Borges está sentado en un banco de la plaza Rivadavia. No sabe por qué le duele el
cuerpo.
Ricardo termina de pasar por enésima vez sus ojos por aquellas lı́neas y piensa ahora
en Ariadna y en el laberinto. Al cerrar el libro siente un agudo dolor en el hombro.
Capı́tulo 31
Nulla dies sine linea
“ ...cuando de pronto Pampita me preguntó si habı́a visto
la última muestra de Luisito...”
Ernesto Sábato
Abaddón el Exterminador
Capı́tulo: Mientras Quique asistı́a a una nueva fase
T
odo el mundo sabe que Luis Goldin es un estudiante de la escuela de dibujo Conte
Grand. Pero no todos, es más, casi nadie sabe cómo el joven mozalbete logró forjar esta
tela que usted ve en la parte superior de la página, y que además se escapa bastante de la
estandarización anti-singular-cartón-pintado promulgada por dicha escuela. Pero mejor
pasemos a la anécdota:
Mirta, tuvo un sueño que no la dejaba tranquila ni de dı́a ni de noche, ası́ que
decidió contárselo a alguien, como si de esa manera pudiera librarse de los fantasmas
que la acosaban. El destinatario fue Luis, su hijo, al parecer por casualidad, o porque
su madre aprovechó la varicela del joven, quien postrado en la cama no podı́a huir de la
parloteante madre.
Acá viene el teje y maneje: Resulta que un dı́a en la carnicerı́a del barrio de Rasbolga,
Anselma, la prima hermana de Rufina, una mujer que fue al colegio con Rolo Puente hasta
cuarto grado en la ciudad de Coronel Montoto, y que después como su familia tuvo que
venirse a Bahı́a, porque el padre andaba en algo raro - al parecer apuestas de gallos -,
terminó la primaria con Mirta en la escuela 69 (ahora el edificio es un cabarulo; sólo le
sacaron de la pared la palabra escuela). Anselma le dijo a su prima si conocı́a a un tal O.
Magrini, y Rufina le dijo que una amiga de una amiga suya le habı́a dicho que cuando
vivı́a en Rio Gallegos tenı́a un hermano que iba de vez en cuando al manicomio a visitar
86
CAPÍTULO 31. NULLA DIES SINE LINEA
87
a un amigo que se habı́a vuelto loco, al parecer por un vecino que también estaba en el
loquero. Resulta que una vez que iba al loquero, no va y choca con un tipo, y el tipo
le deja los datos, y a la larga se hacen amigos. -Bueno ese del otro auto a la final es
O. Magrini. - le dijo Rufina y además le dijo que Magrini era muy respetado en el sur
porque era un artista. Y esta última frase vaya si tuvo trascendencia, porque enseguida
la noticia le llegó a Mirta. Cómo no, si las cotorras viven del parloteo (dirı́a Polo).
Y la boluda de Mirta va y le dice a Magrini si su hijo, que estudia eso de las lı́neas y
los colores, no puede pasar por su casa a pintar un poquito.
Osvaldo aceptó con la siguiente condición: Mirta le tenı́a que hacer una torta de
manzanas.
Pacto sellado; y un dı́a Luis toca el timbre del tercero A. Pastel , mochila, pinceles y
oleos entran en la oscura casa de Osvaldo.
Luis queda asombrado ante el disparatado diseño del departamento, y dejando la
mochila en el piso, se dirige hacia el famoso sillón cuadriculado. Pero un grito lo detiene.
- ¡¡¡Alto ahı́. Mamı́fero!!! - grita Osvaldo, y le sugiere que se tome un aperitivo, y luego
del mismo colocan hojas de diarios en el piso, acomodan el caballete, y Magrini pone
música de John Cage, diciéndole a un ojiabierto Luis que escuche la hermosa melodı́a,
cuando el simple y panzón pos-adolescente solo oye una radio mal sintonizada y unos
murmullos lejanos.
El dı́a caı́a rápidamente acelerado por una nubosidad poco común y los rayos del
astro rey atravesaban aquellas tenues formaciones gaseosas coloreando el interior del
departamento con tintes anaranjados. Bueno, en realidad la vecina del cuarto A, estaba
sacudiendo una inmensa sábana de Garfield en el balcón.
Luis le dijo que no veı́a mucho y Osvaldo fue, cerró la persiana, bajó la enorme
pantalla que era del mismo tamaño que aquella, y encendió las lámparas (la de luz negra
y la de luz roja) y el proyector. Tomó unas pastillas, y de forma apresurada tocó un
poco su clarinete; luego lo dejó enfadado, y se tomó un whisky mientras buscaba una
pelı́cula adecuada a la situación. Luis habı́a terminado su elefante que pastaba en una
sabana rodeado de logos comerciales. Osvaldo apretó play y fue a mirar la tela de su
discı́pulo de turno. Cuidadosamente observó la obra y se retiró sin decir nada hacia la
cocina, trajo a Benny (la iguana), la colocó delante del elefante como si fuera un lente
y la subı́a y la bajaba diciendo: çon escamas, sin escamas, con escamas, sin escamas”,
hasta que dijo “esto es fosforescencia de mandrágora”. Sacó de su bolsillo un encendedor
con forma de parca y quemó la tela mientas que Luis miraba como el fuego tapaba las
onı́ricas imágenes de la pelı́cula de Pink Floyd que ya empezaba.
Con un matafuego apagó el elemento y le dijo a Luis que acomodara el sillón amarillo
para ver un poco más cómodos el film. Cuando estuvieron sentados uno al lado del otro
Magrini le dijo que tenı́a que pintar algo real, o algo raro que el hubiese escuchado, y
Luis le dijo que una vez un compañero suyo habı́a viajado a la Pampa y habı́a visto un
indio con zapatillas Nike. Entonces Magrini pensó que no quedaba otra y, cuando Luis
fue al baño, le puso un par de pastillitas en su vaso de Vascolet. Al regresar del sacudón
de paloma, el mozalbete le dijo que una vez su madre le contó un sueño, y tras tomar un
poco de su vaso, Luis Goldin narróle aquel viaje nocturno a su brand new fellow, y los
ojos de éste crecı́an como dos huevos duros con esteroides.
El efecto de las pastillas ya hacı́an mella en las circunvoluciones cerebrales de Luis, y
Osvaldo se dio cuenta de esto cuando el otro se levantó y se puso a correr alrededor del
sillón diciendo soy el demonio de tasmania ram ram ram.
Entonces Osvaldo Magrini abrió una de las puertas del placard, sacó una toga con
sı́mbolos de alquimia, fue hasta el living se subió a un taburete, y dijo: “Ahora es el
momento donde los planetas se alinean y las eras se confunden en lo que yo llamo la
super-posición Oh grandes espectros del sondeo pretilero, bajad de las torres de hielo y
entrad en el heráclito rı́o dónde chapotea el Barquero porque nadie se olvida de lo que es
CAPÍTULO 31. NULLA DIES SINE LINEA
88
y lo que fue. Matad al Pitagórico creador de Ellas y a Moisés por no romperlas todas,
inspirad a este Joven a forjar la conocida obra que ya en otro tiempo forjara su mano
en el yunque de la sangre; libérenlo del chapoteo ciego del saltimbanqui que distrae a
las espigas que cabecean para el mismo lado, Oh Tintas del dolmen antiguo, guiad las
falanges torpes del joven y dejadlo en la rivera del oro, ası́ pueda El ,de este modo, cruzar
el puentecillo admirando sus fuertes pretiles”.
Con ojos alucinados Luis pintaba rapidı́simo, tan rápido como se movı́an los dedos
de Osvaldo sobre su clarinete mientras la pelı́cula seguı́a su curso.
Aquel triángulo cabalı́stico, aquellos mundos separados por una distancia que no es
la conocida se desarrollaban sin molestarse, por propia voluntad, o por La Voluntad.
Al finalizar el solo de clarinete, Osvaldo bajó totalmente el volumen de la pelı́cula,
caminó hasta un pequeño mueble y mientras sacaba un disco de vinilo dijo: “Mi pequeño
drugo, creo que ya es hora de escuchar las trompetas de los ángeles y los trombones del
infierno. Es hora de hundirse en el sueño. ¡Slusa al querido Ludwig van!”.
Y la mano de Luis iba y venı́a cual hamaca del parque o como yarblocos de toro. La
novena surgı́a con eterna violencia, y Osvaldo bailaba entre los sillones iluminado por las
luces de las lámparas, y su cuerpo perdı́a el contorno y se llenaba de imágenes del film
al atravesarse frente al proyector.
Toda esta escena era videada por Benny que masticaba unos ravioles bajo el caballete.
Esa noche Luis no durmió en su casa. Esa noche pintó como un enajenado una serie
de cuadros que él niega haber hecho, pero esa negación solo existe en su golová . Nada
dice de lo que pasó aquella noche, porque con esa pintura ganó un premio nacional, y
tuvo el honor de conocer a Federico Klemm, y fue invitado a una bienal en Nueva York.
Luis no dice nada porque ni él se acuerda muy bien de lo que sucedió realmente en el
tercero A, donde el tiempo se transformó, y las puertas de la percepción fueron abiertas,
y el sexto sentido flotaba peligrosamente en la habitación como un rehén sin su Bruce
Willis.
Alex, 6655321, staja 84f.
Capı́tulo 32
Un sueño de Magrini
P
rimero fue la luz. Una luz fuerte y zumbona como abeja gimnasta. Luego un
cigarrillo a medio fumar, y en él, un pequeño camello que caminaba escapándose del
fuego que lenta pero parejamente consumı́a el camino recorrido por el jorobado animal.
El camello pasó a su boca y parándose en el borde como si fuera un promontorio de
carne, se pasó la pata por la frente mirando hacia abajo y siguió trepando por su cara
hasta entrar en el oı́do.
Magrini sintió que en su cabeza crecı́a una manzana, y al no haber ya más lugar,
los camellos salieron trotando hasta la sangrı́a. Allı́ habı́a un niño envuelto en hojas de
lechuga, y más atrás un león riéndose atado a un fideo tirabuzón. Los camellos, al ver que
no tenı́an salida, saltaron al vacı́o, y Osvaldo pudo ver que uno de ellos desplegaba unas
extrañas alas, y planeando llegó hasta una mesita donde aterrizó con destreza. Después
miró en su brazo y descubrió con sorpresa que el niño era ya un hombre y habı́a cuereado
al león, y ahora usaba su piel como abrigo.
La manzana crecı́a cada vez más hasta que en un momento le salió por una oreja, y
al ver que aumentaba de tamaño, Osvaldo tuvo que salir de su departamento.
En la calle se encontró con muchas personas que le decı́an payaso o loco asqueroso
y cosas por el estilo. Ricardo W. le dijo en una plaza que tenı́a una paloma en la cara,
pero él creyó que su amigo estaba bromeando. Volvió a su casa y al mirarse en el espejo
del baño vio que en vez de cara tenı́a una luz, pensó que no era para entrar en pánico,
y sentándose en un sillón se puso a leer. Al abrir el libro vio dos escaleras, una en cada
página. La de la izquierda bajaba y la de la diestra subı́a. Pudo ver que en ésta última,
una luz brillaba en la cima.
Decidido, comenzó el ascenso, y al llegar al último escalón descubrió con asombro a
un enano que tenı́a su cabeza (la de Magrini) en un balde, y que de malas maneras le
decı́a que lo estaba esperando hacı́a como una hora. Entonces Osvaldo desenroscó su vieja
cabeza y se puso la nueva que decı́a 75W en su cenit. Después salió del libro y entró en
la página de la izquierda. Su cabeza se fue transformando, a medida que bajaba, en un
ramo de flores, y sus ojos bajaron por su cuello hasta que se plantaron en sus clavı́culas
como dos faros de jeep.
Al llegar a la parte inferior vio un tablero de ajedrez en el suelo. Era pequeño y de
piedra. Acercó sus ojos y escuchó un ruido como de sifón. En ese instante el tablero se
expandió tanto que Magrini se calló de culo. Al incorporarse vio que aquel tablero ahora
era de un tamaño disparatado, o mejor dicho, era el infinito suelo todo un tablero y estaba
dividido en dos. La parte derecha estaba iluminada y se veı́an miles de mesas donde se
disputaban silenciosas partidas de ajedrez, y los participantes eran una rara mezcla de
monos, con ojos y plumas de búhos. La parte izquierda era casi impenetrable debido a
89
CAPÍTULO 32. UN SUEÑO DE MAGRINI
90
su oscuridad, y se escuchaban gruñidos, golpes, y toda clase de sonidos escatológicos.
Osvaldo metió por un segundo su cabeza en la parte izquierda y enseguida sintió que
se partı́a en dos. Entonces vio desde arriba (cual testigo) cómo uno de sus cuerpos iba a
una mesa de la parte derecha y se ponı́a a jugar una partida. El otro cuerpo entró en la
oscura parte izquierda, y Osvaldo pudo notar un cambio en ese otro él: las flores de su
cabeza se transformaron en pinceles, y sus pies eran pezuñas de chivo, en tanto que sus
manos mutaron en enormes garras de águila.
Un sujeto de traje sucio lo invitó a sentarse en una mesa de mármol negra y aquel
Magrini aceptó. El Magrini de la derecha miró al suelo y vio que era transparente. Por
unos segundos contempló ese infierno, y fijó la mirada en unos pinceles. Entonces el de la
parte izquierda(que ya no era la izquierda, sino la inferior) sintió algo raro y levantó su
cabeza. Con asombro notó que el techo era muy bajo y transparente. Vio que su otra
cara lo miraba sin ojos y quiso agarrar las flores de su antigua cabeza pero al levantar su
garra de águila el adversario del Magrini de arriba dijo: “me parece que no queda otra
que hacer tablas, compañero”. Y entonces la furia se apoderó de aquel oscuro Magrini
que lanzando fuego por la boca quemaba a todos los monstruos y corrı́a pintando el techo
transparente con los pinceles de su cabeza.
Tendido en el piso, cansado de tanto correr, el oscuro Osvaldo no querı́a abrir sus
ojos para ver como jugaban con eterna paz los monos-búhos de arriba. Pero la curiosidad
pudo más; y con un horror sobrehumano vio que aquel techo ya no era transparente.
Ahora aquel techo era nada menos que ¡¡¡¡el Guernica de Picasso!!!!
Capı́tulo 33
La ficción
1
G
rabación del programa televisivo “El Banquete Telemático”, conducido por el
artista plástico y crı́tico Federico Klemm. Junto a él se encuentra el escritor, dramaturgo,
pintor, escultor, clarinetista, compositor, crı́tico... (etc.) Osvaldo Magrini.
FK: Bueno, damos comienzo al programa de hoy con un invitado. Se trata de un
escritor argentino de una oscuridad realmente notable entre el público. Les presento a
Osvaldo Magrini.
OM: Ante todo, gracias Federico por la invitación que me hiciste. Tengo que confesar
(mirando a la cámara) que es verdad lo dicho acerca de mi alejamiento con respecto al
público en general. Yo creo ser más que nada un escritor elitista. No elitista en el sentido
generalmente aceptado de esta palabra, esto es, para los mejores. Mi cı́rculo de lectores,
que los tengo, es un grupo bastante reducido. Mi proyecto actual de escritura utiliza
mayormente un campo semántico acotado precisamente a las caracterı́sticas del público
- porque, aunque poco cuantioso, no deja de ser público - dejando fuera de juego a la
mayorı́a de lo considerado en realidad como consumidores del arte para las masas.
FK: ¿Puede decirse entonces que tu arte es un arte aristocratizante?
OM: Permitime aclararte un poco más el tema. En este momento mis obras están destinadas a un cı́rculo de lectores reducido con caracterı́sticas que conozco perfectamente.
Decidı́ utilizar un código de significantes que puede ser considerado standard para todos,
pero a los cuales, semánticamente hablando, sólo este grupo al cual me dirijo puede tener
acceso.
FK: Entonces, decı́s elitista en el sentido de grupo reducido, no grupo de los mejores
en algo.
OM: Claro. Pero si bien es sólo un grupo de pocas personas, sı́ son los mejores en
algo: en leer e interpretar lo que mis textos intentan comunican. Cualquier otra persona
no comprenderı́a mi obra.
FK: ¿Y nos podés decir algo acerca de la forma en que desarrollás tu obra?
OM: Concibo la creación literaria como un proceso constructivo en expansión permanente. Esto no se refleja en las obras, ya que no remiten a una forma abierta. Es tan
sólo un dispositivo de creación. Considero a mi obra como un todo orgánico, casi como
una cadena de significantes en movimiento. Yo mismo, al continuar la cadena, voy enriqueciendo o alterando el valor de lo escrito en las obras anteriores. A veces, hasta llego
a re-escribir obras anteriores al descubrir cuál es la relación que quiero darle en relación
a la última.
1 pieza
de teatro en un acto (o una escena ), para uno o dos actores
91
CAPÍTULO 33. LA FICCIÓN
92
FK: Suena bastante a la forma de pensar las cosas tan difundida en el siglo veinte a
partir de la posvanguardia y la escuela francesa de posguerra.
OM: Creo que uno no puede sustraerse tan fácilmente de su propia cultura. Mi obra es
abierta. Nunca está completa. No publico para evitar la furia de un lector que tendrı́a que
comprar la misma novela diez veces en el transcurso de dos años para poder conectarse
con el crecimiento orgánico de la misma.
FK: ¿La muerte del autor vendrı́a a ser entonces el fin de la obra?. Esto coincide con
el punto de vista de muchos autores.
OM: Tampoco. Al morir el autor la obra queda acabadamente inacabada, no acabada
en el sentido de un acabamiento acabado.
FK: Comprendo. Creo haber leı́do los primeros capı́tulos de tu última obra. Se trata
de una serie o colección de cuentos: Los cuentos de la familia Goldin, que hasta la fecha
llega a treinta episodios. żO son treinta y uno?. Por supuesto, está inacabada.
OM: Correcto. Uno de mis puntos de referencia es Rayuela de Cortázar. El carácter
de rompecabezas inacabado de la obra está muy bien logrado. El final, un laberinto de
espejos, que en otros términos, produce un loop en el que queda atrapado el lector, es
muy bello. El efecto termina, claro, cuando la vı́ctima de este artilugio se cansa de leer
y tira el libro al carajo, con el perdón de la palabra. Yo salté setenta y dos veces entre
esos dos capı́tulos - más bien fragmentos - hasta cansarme.
FK: Pude leer alusiones claras a la obra de escritores y filósofos reconocidos. Incluso
algunos aparece allı́ como personajes. Muchos podrı́an ofenderse por la manera en que
se trata este tema.
OM: Que se ofendan. El cı́rculo de lectores para el que escribo no lo harı́a, y esa es
mi regla de trabajo. Escribir para pocos tiene sus ventajas. Por ejemplo, podrı́a decirle
ahora mismo que usted es trolo-culo-roto-artistafrustado-quedeberı́ahacersecoger por un
boingsietecuatentisieteenelmediodesuputojete y usted no se ofenderı́a.
FK: Por supuesto, me siento halagado.
OM: ¿Vió cómo funciona la ficción?
FK: Claramente.
OM: Aprovecho la ocasión entonces para contarle que la obra que leyó retoma una
tradición de tratamiento barroco, pero en términos actuales. Esta época en realidad entronca con lo barroco. Una de las caracterı́sticas que define lo barroco - no como el barroco
del silgo diecisiete, aclaro, sino como categorı́a estética, más bien que histórica- es la fascinación por el infinito y el descentramiento. Muere el dios-ombligodelmundo-ejecósmicoocomosellamesegúncadaépoca y nos deja a los hombres a la deriva por un universo en
movimiento cuyas fauces infinitas nos pierden. No hay asidero, no hay salvación. Somos
chispas perdidas en la noche, cuando alguna vez fuimos centro de la creación. Del antopocentrismo del renacimiento, al dios disfrazado de infinito del barroco - ahora sı́ barroco
histórico -, al dios-naturaleza de la iluminación, retomando a su vez un hilo tendido desde
el panteı́smo gótico (y todos retoman y retoman porque nada es verdaderamente nuevo )
al dios-noesposiblepensarlo de Kant pero debemos- creerlo-porquesinotodosevaalcarajo,
al dios-muerto de Nietzsche pero superhombre-utópico-mesiánico y toda esa yunta de
utopistas que vino después, pasando por el ser-dios de Heidegger, y luego el existenciadios de Sartre, que dio tantas vueltas para terminar diciéndonos que existimos y que para
paliar la angustia existencial-náusea debemos afiliarnos a un proyecto polı́tico y la puta
madre, y finalmente por ejemplo Cortázar que le roba al Sartre filósofo y al Sartre escritor, pero le mete algunos petardos vanguardistas a los mismos temas, y saca una novela
hermosa como Rayuela, en la que Oliveira no deja de ser un nostálgico del ombligo.
FK: Bueno, llegamos al corte, en el próximo bloque hablaremos de la obra pictórica
de Juan Cascoteblando, titulada La caca turbia en el cenicero. Bueno, gracias Osvaldo
por tu participación. Hasta la próxima.
OM: Gracias por todo, Federico.
CAPÍTULO 33. LA FICCIÓN
93
(En el corte)
OM: Che, y en la pantalla blanca de ahı́ atrás, ¿qué van a proyectar? ¿Algún cuadro,
como fondo?
FK: No sabemos. La producción lo decide después de editar el material grabado.
OM: Y esta entrevista al fin termina siendo una obra inacabada.
FK: En lo único que el siglo veinte te permite acabar es en el sexo. Ya lo decı́a Andy
Warhol, que el mundo actual es un no-estar-en-sı́-mismo, como el ente fuera de la cosacosa cosificada que no admite ningún reduccionismo a una lógica binaria, y he ahı́ la
belleza.
OM: Vos y tus posmodernos del orto me tienen los huevos al plato...
FK: ...a propósito, Salvador Dalı́....
Afortunadamente, se cierra el telón. Klemm sigue hablando solo detrás del muro de
pana.
Editorial Wert-Edero. Ravensburgo. 2001. Alemania.
Aclaración de la editorial: no ponemos las iniciales completas de Klemm, es decir J.F.K, por razones de ı́ndole polı́tica, que distraerı́an al lector y lo llevarı́an a una
confusión casi chinesca y tal vez nuclear.
Capı́tulo 34
Momentus causae
INumida,
nsólitamente solo, el galliforme de la familia de los numı́didos y del género
de unos 60 centı́metros de longitud, se pavonea al borde de una
charca de un continente aún sin nombre. El sol parece estar fijo en el medio
del cielo. El ave, con un movimiento estudiado, eleva su rabadilla para beber
de la charca. Un mono chilla desde la copa de un árbol, pero chilla tarde e
inútilmente. Un ser vestido de pieles surge de los pajonales y lanza una
certera piedra que impacta en la cabeza del ave, matándola.
El depredador alza la pieza con orgullo y mira hacia los pajonales, donde una
crı́a suya observa nuevamente todo aquel arte, y de a poco lo va aprendiendo.
Ya entrada la noche sentados alrededor del fuego, sus dientes desgarran con
placer la tierna carne de la futura gallina de Guinea.
94
Capı́tulo 35
Un sueño de Luis
“ ...arriba, abajo. Toda la cerca, pequeño saltamontes”. Era la orden del señor Miyagi.
“ Andá a lustrar los autos vos, viejo abusador”. Siempre me pregunté cómo hacia el
señor Miyagi para darme masajes comiendo y bebiendo sake al mismo tiempo. Pero su
mano parecı́a no tener huesos.
“ ...debes confiar en La Fuerza”. Era la lección del viejo Yoda Dagoba.
E
l cielo es un pantano lleno de estrellas mutiladas, y Dios pule la cerca con un
triángulo en la cabeza. Arriba y abajo se quiebra la muñeca divina y se prepara para
atajar los futuros golpes de los herejes. Y lustra los bordes del lado oscuro de la luna.
Y Luis acomoda la bola 8 en el centro del triángulo, y lo saca con todo cuidado, para
no afectar el equilibrio universal. Pero ¿dónde estoy? Qué calor calor ¿o?. qué culo que
tiene esa cordobesa que fue a buscar cerveza uy abajo, Rola, abajo noooooo...... pero
qué es esto; una cantidad de glandes en la arena ¡no! es que es la aldea de los pitufos y
yo salgo de la casa de papá pitufo pero no soy ni pitufo tontı́n ni pitufo filósofo, pero
pitufando me voy al circo que no es ni pantano lleno de estrellas mutiladas ni cerca ni
lejos ni ninı́ marshall cómo sonaba el marshall de Ruperto qué maravilla y cómo sonaba
mi muñeca aquél dı́a cuando Aarón consiguió por fin la porno y esa noche traca traca le
di como loco pero qué hago soñando ası́ no es muy descriptivo está en primera persona
no no no...
Entre los álamos el viento era lento. Apenas acuarela de sı́mbolos. Luis es un sı́mbolo
oscuro entre los violetas encendidos del horizonte cercano. Una nube de polvo gris flota
a ras del suelo. Entonces aparece un Mago llamado Gor y le ofrece una caja feliz. Luis la
toma y al abrirla salen de la caja todos los vicios del hombre salvo el ritual de pasarse el
dedo por las bolas y comprobar el olor a trufa morondia. “Gor es un apodo. Mi nombre
completo es Gorchuzamel, y debo advertirte que la tierra que pisas es tierra de Onán”.
Luis no puede evitar ser alcanzado por las mil manos que emergen del polvo gris que
cubre el suelo bajo sus piernas. Al hundirse ve que el gato de Gor se rı́e, y le pasa la
mano por el lomo, y nota que al hacer esto le salen aceitunas negras del orto. “Debes ir a
tierra de leones trashumantes, pequeño” - dice Gor, con voz clara y contundente -. Luis
tiembla de frı́o, y los leones polares lo rodean con sus pieles blancas y ojos de aceite de
oliva. Luis lo ve a Aarón dentro de un frasco de pickles. Aarón lo saluda con su cabo y
una burbuja sube en el frasco. Después Luis arma un conjunto musical con los leones y
tocan mambo y death metal y pasan por los barrios con el sombrero y saludan a la gente
que les tira cabezas de pescados y damajuanas vino Patosi.
De pronto arriban a una encrucijada. Por el camino transversal, una turba de pequeños
chanchitos de porcelana cubiertos de hojaldre corretean alrededor de un hombre que se
cubre el rostro con las manos. Luis se detiene, y mientras espera que pasen, el desconocido
95
CAPÍTULO 35. UN SUEÑO DE LUIS
96
se acerca a él, se descubre el rostro de súbito, y mesándose el mechón occipital, le dice a
Luis: “¡¡Pito !! Los triángulos no existen”. Se cubre de golpe, y una lluvia de pochoclos
y plumas de avestruz los cubre hasta la cintura, mientras siguen marchando hacia una
montaña de abejas que alternan claros de inactividad con una vaca lechera que muerde
con sus colmillos un diario de ayer.
Ahora Luis es enorme, de 40 metros de alto. Le pica el culo y se rasca con el monumento del centro de la plaza Rivadavia. Aplasta de un pisotón la casa de un tipo que le
habı́a mirado el trasero a su hermana. Va hasta el Parque de Mayo y de un pedo vuela
todos los gansos del anfiteatro o eso que hay; se saca un moco y lo pega debajo del puente
negro. Después va hasta la Nueva Provincia, toca el timbre y sale Cachero. Luis lo usa
como cotonete y pregunta por Fabiana Ungaro. Media hora después Luis esta sentado
en el monumento de los israelitas de la plaza y Fabiana le hace una entrevista con un
micrófono pegado a 400 palitos de bombón helado.
“Yo soy Luis, el enviado de Gorchuzamel”. Esto es todo lo que dice Luis. Una avalancha de plumas de ganso descuartiza a la pobre Fabiana, y Luis la rearma como si fuera
un rompecabezas. Pero cuando está por terminar, sus manos se derriten. Se transforman
en ricota, y se hacen más mullidas. “Un cuarto de cuartirolo” le grita Luis al almacenero,
que lo atiende de espaldas. Sin darse vuelta, el comerciante le contesta: “es que ya no
me reconoces... Soy tu guı́a, el viejo Gorchuzamel”. Luis se enfurece y le arroja la última
pieza del rompecabezas-fabiana que conservaba. Al impactar en la cabeza de Gor, éste
grita y se retuerce. Al darse vuelta, le muestra a Luis el retrato de Domingo Faustino
Sarmiento. Una gallina de Guinea le brilla en cada ojo.
Capı́tulo 36
Repollo blanco añejado en
vinagre
H
ace ya un rato que el sol desbordó el tapial. Lentamente enciende una a una las
flores amarillas y anaranjadas sobre el mantel de plástico. Los diminutos soles refulgen
contra el celeste sintético de fondo. Muy de a poco la superficie de luz va a crecer; se
irá desdoblando, hasta alcanzar con una arista la olla que gravita un poco más acá del
centro de la mesa. A su lado, un repollo laberı́ntico, exactamente cortado por la mitad.
Atisbos de sombra se ocultan todavı́a por entre sus mil revoluciones. Dentro de la olla (si
pudiera verse desde aquı́ su interior), una filigrana de entreveros caprichosos espera ser
sepultada por otras capas semejantes, hasta colmar la olla, que después va a ser puesta
sobre la ornalla. Luego será el fuego.
En una habitación semioscura, la mañana se demora. Se muestra a través de la persiana en un puntillismo de rayos de luz, quebrados en el empapelado amarillo floreado
de ocre. Una chispa de conciencia recorre al azar las circunvoluciones de la memoria de
Marı́a Niebiesky Woda Zanieczyszczajacy, viuda de Peralta, que yace en la cama, inmóvil.
En sus ojos semiabiertos, gira la sombra púrpura del ventilador de techo.
97
CAPÍTULO 36. REPOLLO BLANCO AÑEJADO EN VINAGRE
Nunca habı́a visto el mar
El trineo era rojo. Tenı́a unas
guarditas verdes en los laterales. Uno de ellos estaba atravesado por un rayón grueso, que
permitı́a distinguir la veta de la
madera. Ese verano lo usábamos
como puerta del gallinero; y seguirı́a ahı́ todo el invierno, para evitar otros accidentes. Puede que haya tenido un destino
heróico como parte de una barricada, o tal vez quedó ahı́ custodiando el gallinero vacı́o.
98
Quince años y un vestido blanco. A
través de la puerta entreabierta, veo
cómo una mano sostiene un mechón desordenado mientras la otra lo alisa desde la raı́z. Ella, con la cabeza inclinada levemente hacia delante, le pide a la
madre que no le tire con tanta fuerza.
Debe haber sido como un corderito sacrificado en la noche de bodas, entre dos
manos curtidas a arado y prostı́bulo.
Varias generaciones de mujeres.
Todas iguales, una sobre otra.
Como una mamushka que habı́an
traı́do de Ucrania.
Después de tres dı́as, oı́ que un marinero le decı́a a papá: “sı́,
no crea que todo es como dicen”. “Pero de todas formas, es
mejor que la guerra”.
“La Polaca... Para conocer a la Guirnalda se tiene que ser un poco como ella. Le
cuento una anécdota, para que se haga una idea un poco más clara: resulta que después
del accidente quiso hacerse una pierna ortopédica. La acompañé al consultorio del doctor
Gambarota, un viejo conocido de las dos. Lo primero que hace la loca ésta es cargosear
al sobrino del doctor, que estaba ahı́ casualmente, en la sala de espera, por un encargo
- según lo que pudimos oı́r después -. Y la Guirnalda le hace ojitos, la muy vaga. Le
histeriquea como si fuera una adolescente de ésas de ahora. Se la pasa acomodándose
el bretelito del mini-top turquesa para provocar al pibe. Cuando sale el doctor, habla
primero con el jovencito asediado, que ya transpira, y no sabe cómo disimular la verguenza. ¡Pobre nene, que me lo vengan a incomodar ası́! Después de esto - pobrecito sale con paso apurado y torpe a la calle. Guirnalda llama al doctor Gambarota, y con
una sonrisita entre nerviosa y picarona, le dice: “Che, doctor: está rico su sobrino. Por
qué no me hace la gamba.” Crapulencia Ortiz Vallejo (alias Pepa), amiga.
“Sı́, La Polaca. E´buena clienta, La Polaca éssa. Me compra un cajón yeno to´lo lune.
Siempre me paga lo que se yeva al toque. E´un ejemplo. No comotross... por ejemplo:
en el edificio de acá´la vuelta, hay uno que se hace el pelotudo. Hace do´semana´que
me compra un cajón por dı́a, y no puedo hacer que me lo´pague. Y encima se cuelga
hablando de un proyetto - el tipo ´stá del coco - ...qué sé yo, parece que el infeliz quiere
hacer arte - giladas, má bien - con lo sifone. Un dı́a me preguntó si no querı́a becarlo, y
a cambio me dedicaba un retrato hecho a lo´sifonazo´. Le dije “Osvaldo, no te hagá el
pelotudo y pagáme, o no te traigo un sifón má´”. Sigfrido Bermúdez, sodero.
CAPÍTULO 36. REPOLLO BLANCO AÑEJADO EN VINAGRE
El señor Peralta era un buen
hombre. Trabajador. Yo me dedicaba a los quehaceres de la casa.
La familia de él queria que tengamos tres hijos. La mı́a querı́a once. La frecuencia de nuestros encuentros ı́ntimos daba acaso para
uno. Mi cuerpo no dió para ninguno.
Corrı́ con el libro en la mano, pero el muchacho extraño con sombrero de hongo no se inmutó ante
mis llamados, y comezó a correr.
Entonces, me detuve y miré el libro que habı́a levantado del único banco de la plaza que no tenı́a
sombra. La tapa decı́a Ası́ hablaba Zaratustra.
Del vodka a la cama al inodoro a
vomitar a la fiesta a desnudarse
a la cama a la mierda tengo que
volver con la frente marchita y
sobrevivo y me hago rica y cago
a pedos a todos mis hijos si llegan
alguna vez a fumar.
99
Cada vez que volvı́a del trabajo, iba a
saludarlo. Me estiraba, ya que me sacaba como 15 centı́metros de altura. Él
me tomaba de la nuca, y haciendo casi
apoyara el mentón entre las clavı́culas,
me besaba en la frente.
Cuando falleció el señor Peralta... un triste accidente -, me encontraba muy perdida. Por dos años, casi
no salı́ de la casa. La pensión abundante me iba a sostener de por vida,
y tenı́a además lo del seguro. Tuve
un sueño: una golondrina aterrizaba en un portaaviones y vomitaba
un Chevy rojo modelo ´57. El conductor me hacı́a dedo, y yo le hacı́a
señas de que subiera. Al dı́a siguiente, hice las valijas.
Tenı́a el cuerpo embarrado hasta la cintura. Tenı́a una corona de margaritas en
la frente, varios margaritas en el hı́gado, y otras plantitas más del lado del
yuyaje en los cuatro fasos que sostenı́a
encendidos con la mano derecha. Cuando el negro que colgaba una guitarrita
al revés se puso a tocar en el escenario,
y las chicas de alrededor se llevaban la
mano derecha al pecho (menos una que
se dejaba llevar las dos manos de casi
todos a los dos pechos), nadie podı́a entender a una mujer mayor que gritaba
“oı́d mortales”. Creı́a que todas las miradas se clavaban en ella, y le gritaban
“oh say, can you see... ”.
“Para entender a La Polaca debe tenerse en cuenta que sufrió en su persona por
lo menos dos rupturas muy grandes, dos baches temporales difı́ciles de cruzar ya de
generación en generación, pero de inverosı́mil trance en la vida de un solo individuo. Es
un caso particular en extremo: sufrió dos veces el cruce de la brecha generacional. Si este
conflicto es arduo y hasta doloroso para cualquier par de generaciones adyacentes, no
es imaginable el efecto que puede producir en una biografı́a aislada. Inclusive, muchos
afirman que el salto que llevó a La Polaca desde la generación de los ´60-´70 a la de
los ´80 -´90 fue lo que le provocó la pérdida de su pierna izquierda. Ya sea porque la
izquierda perdió vigor, o para emparejar la energı́a natural de La Polaca con la abulia y
falta de vitalidad de la generación X, lo cierto es que estarı́amos hablando de un caso de
mutilación sociológica en primer grado.” Osvaldo Magrini, intelectual.
- La Polaca... Ah, sı́... ¿no es esa amiga de tu tı́a Marucha?
- Sı́. Pero la llaman cualquiera. No le dicen Polaca de acá, Polaca de allá.
CAPÍTULO 36. REPOLLO BLANCO AÑEJADO EN VINAGRE
100
- Y, si no sabés vos. Y dejate de querer copiar la forma de hablar de nosotros. Mejor
no jodas con estas preguntas a una fieritastón.
- Pará, huevón, pará.
- Dale... vamos a comprar una birrita.
- No. Ya te dije que cuando voy a ir a los midget no quiero chupar. Si no, me quedo
con menos reflejos para seguir la acción.
- Pero no seas ortiba. Hacéme la gamba, que no tengo guita.
- Ah... eso: a La Polaca ésa, Guirnalda, le falta una gamba. Pedı́le guita a ella, gil...
bueno, está bien, no te vayas. Tomá, tomá.”
-Y ni se te ocurra seguir imitando la forma de parlar de nosotros, pibe. Si sos un
boludito, vo’... ”
Luisito Goldin y Aarón Rabadekalamarski, ¿adolescentes?.
La gente por las calles silbaba la
“El Proceso, la novela de Kafka.”
inolvidable melodı́a. En la cancha llovieron los papelitos. La
cinta de 8 12 rodó en abundancia.
En el cine se encumbraba el géneSe festejaba en la calle la recupero fantástico. En misa, los valoración de la hermanita perdida.
res. Era conmovedor ver a MinYo caminaba sola y pensaba en
guito haciendo fuerza para entrar
Polonia, los corderitos... la maal Monumental. Era conmovedor
mushka y el hueco que crecı́a en
ver la garúa finita picaneando sosu interior.
bre la Plaza de Mayo. También
El quiosco de revistas ya se empavesaba era conmovedor (como en un mucon los primeros pavitos. No por mera sical de Broadway) ver a la gencasualidad el sol le daba de lleno a un te silbando y repitiendo para sus
número de colección de El Gráfico que adentros “la felicidá ja- ja-ja-já,
ya amarilleaba un poco la estampa de es un don de Dio-o-o-o-ós”.
la celeste y blanca campeona. El resto
era sombra.
“Dı́a a dı́a repasamos anécdotas, historias, recuerdos... cada nueva mirada resignifica
el contenido de los hechos evocados. Estos, a su vez, son desvirtuados o corregidos en aras
del significado que quiere dárseles al reintroducirlos en la memoria consciente. De esta
manera se va forjando una Historia móvil, un mito personal sobre el pasado, que explica
o justifica el presente. Hay quienes dicen que este mito es la identidad. El problema con
La Polaca es el siguiente: no es capaz de generar un relato coherente a partir de sus
recuerdos.”
A. Nónimo,
¿biógrafo de La Polaca?.
“A partir del año ´82, ´83, La Polaca se cuidó mucho. Hizo vida sana. Mucho deporte, dieta. Creo que se hizo empresaria. Muchos dicen que después perdió todo, pero
logró salvar algunos capitales, y los puso en algún banco en las Islas Caimanes. Parece
que actualmente vive de intereses. Su nivel de vida es alto, pero no se ve actividad productiva que justifique este hecho. Otros dicen que es pensionada, lo cual indicarı́a que
al menos pudo sacar provecho a parte de su historia. En general, es difı́cil tener certezas
sobre este personaje oscuro. Mucho menos posible es saber qué inclinaciones tiene, cuáles
son sus intereses, y menos aún indicar a qué ideologı́a responde, si es que actualmente
sabe qué significa este término.”
Archivaldo Quasitodo,
CAPÍTULO 36. REPOLLO BLANCO AÑEJADO EN VINAGRE
101
sociólogo, historiador, autor de
“De la República de Platón a la república que los remilparió”.
“Ella siempre espera la oportunidad para hablar. Cada vez que puede, se larga con
su teorı́a sobre el comunismo y los vectores. Pero a veces se pone menos abstracta, y
empieza con su Polonia, el marido, los viajes, cosas por el estilo. Pero a partir del final
de su historia, o sea, de su presente - el momento en que se pone a hablar -, no puede
recapitular su origen, y a veces hasta da teorı́as contradictorias sobre quién es, para
qué está acá... Igual, aunque a veces se ponga pesada, le damos pie. Basta, para que
empiece a contar sus cosas, con que alguna le pregunte “che Polaca, el chucrut żqué es?.”
Martina Celia Rossental (alias Coca), amiga.
Capı́tulo 37
Humano, demasiado humano
L
a velocidad del sonido en el aire es de 350 metros por segundo a 30◦ , variando
según la temperatura del ambiente.
Dentro de uno de los ascensores del gran edificio del Estado donde se pagan algunas
cuentas, siete personas ponen esa tı́pica cara de ascensor, que vista objetivamente, debe
ser una mezcla de primera confesión y ridı́cula reflexión metafı́sica, para por fin terminar
siendo aquella estúpida mirada clavada en algún punto del techo, cuando no en un moco.
Superando con inusitado esfuerzo la peligrosa propagación sonora, Ricardo Goldin no
pudo sin embargo eliminar el excesivo butano que guardaban sus tripas. Y, teniendo en
cuenta que faltaban 15 pisos para llegar a planta baja sumado a la inexorable propagación
a una velocidad crucero de 20 centı́metros por segundo del ya expulsado luiiisss o psv,
no hubo manera de evitar el consecuente fumar colectivo.
Ya la gente se incomodaba y movı́a las cabezas como diciendo “que barbaridad” pero
en realidad se quitaban de esta forma la sospecha de encima, porque ni bien llegaban a
sus casas la actual desgracia se transformaba en chistosa anécdota. Pero claro, frente un
desconocido no se puede reı́r de eso: a ver si piensa que uno es un animal.
Alguno trataba de arrimar la nariz a la puerta, pero el ascensor era moderno y de
un hermetismo casi “Magrinesco”. Dos señoras intercambiaban murmullos que pasaron
de una sorpresa indignante a un acuerdo sellado con aserciones de hierro tales como:
inhumano o No hay derecho. La más anciana de las señoras juntó las manos que encerraban un rosario y dijo: “¡Dios mı́o que alguien haga algo!” Ricardo soltó, para quitarse
peso: “¡Qué espanto!”, y se tapaba la cara con la manga del traje. Osvaldo Magrini, que
estaba atrás de él, se apretó la nariz con los dedos ı́ndice y pulgar. Un hombre de bigotes
comenzó a ventilarse con La Nueva Provincia.
Cuando ya solo quedaban tres pisos para llegar a planta baja, Ricardo sentı́a que
se habı́a salido con la suya. Pero de pronto los oı́dos de todos escucharon lo que dijo
Osvaldo Magrini: “Ajajajá, me parece justo que nos quitemos por fin la máscara, querido
grupo de siete, bello número si los hay. Aquı́ en este recinto alguien se...y por lo rancio
del asunto creo que sé quien fue. Descarto de antemano a la presente anciana ya que se
necesita para largar tremendo matagringo una frondosa flora intestinal, y el intestino de
la señora debe ser una cromada bombilla de mate. Los otros, simplemente creo que no
serı́an capaces de traicionar a su super-yo; y su moral de rebaño les indica ¡no! ¡les obliga!
a no cagarse más allá del propio corral, sintiéndose culpables de modo inmediato luego de
la simple manifestación de la Natura. ¿Yo? Permı́tanme decirles que mi religión de hoy
lo prohı́be. Ay Ricardo...... yo pude notar una leve ondulación en sus pantalones, pero
bueno, quizás el peludo al escabeche de Marucha le cayó mal, nadie lo condena, pero lo
que es de uno es de uno, y siendo que aquella profunda nota salió de su tuba, es justo
102
CAPÍTULO 37. HUMANO, DEMASIADO HUMANO
103
que se haga cargo, ya que se lleva el instrumento, que también se lleve la partitura”.
Ocho y media de la mañana. Banco de La Provincia de la calle Chiclana. Ricardo
Goldin detesta hacer la cola, sobre todo en ese Banco donde ni siquiera hay sillas para
sentarse. Cuarenta y tantos minutos ya pasaron y aún faltan cerca de 30 metros a una
velocidad de una baldosa de 50 centı́metros cuadrados cada 7 minutos. Son las 10:37
horas y a las 14:15 Ricardo quedó en ir a comprar carnada con su padre. La impaciencia
lo carcome. Mira hacia delante y resopla malhumorado.
Tal vez la mente influya en la materia o a lo mejor la venganza de los pequeños microorganismos sea cierta. Sea como fuere hay algo que no se puede negar y que realmente
existe. Desde tiempos inmemoriales el hombre trató de mirar hacia otro lado, pero El
sigue ahı́.
A las 11:05 un intenso escozor derrocó la paz en el trasero de Ricardo. Primero sus ojos
fueron los que dieron la señal de alerta. Luego sus manos comenzaron el funesto combate
siempre doblegadas por la circunstancia y los buenos modales. El tiempo de la vı́ctima
cambió. Todo le parecı́a lento, tortuosamente lento. No arriesgarı́a el puesto saliendo del
Banco. Ir al baño serı́a lo mismo. Debı́a permanecer y luchar. Primero trató de dominar
al intempestivo picor con movimientos de glúteos. Fue para peor. El enemigo redobló su
ataque. Ricardo apretó sus mandı́bulas. Recurrió a la vieja estrategia de fingir atarse los
cordones de los zapatos mientras hundı́a el talón en la zona del litigio. También procedió a
la breve inspección de los bolsillos traseros. Pero todo fue en vano. Entonces algo le vino
a la mente. Comenzó a tararear una melodı́a y a ensayar torpes pasos de baile, tipo
Brodway, hacia los costados, intentando ahogar al intruso entre choques tectónicos de
baja espalda y una desesperada fricción. El enemigo no se rendirı́a fácilmente, y Ricardo
se acordó de Gandhi y de la revista de control mental “Zen- Tenario” que leı́a Marucha.
Luego fingió dolores musculares e hizo una serie de flexiones que despertó la curiosidad
de algunos ciudadanos. Al notar que los demás lo miraban, Ricardo adoptó una postura
normal, pero en ese instante el enemigo, como sabiéndolo todo, lanzó una aguda saeta en
un punto preciso arqueando al hombre, ombligo hacia delante; dejándolo con la cabeza
hacia arriba y los ojos cerrados. La señora que estaba detrás de Ricardo le alcanzó el
sombrero preguntándole “¿le pasa algo señor?”. Ricardo giró sobre si y al posársele una
mosca en la sien, tomando y estrujando el sombrero gritó: “¡¡¡La puta madreeeeeeeeee!!!”
y salió corriendo hacia la calle.
Ricardo perdió esta batalla como también la oportunidad de pagar a tiempo. Y lo
peor serı́a encontrar una causa más noble que la real por la cual no pudo saldar la cuenta,
una causa que sonara convincente ante los oı́dos atentos de su querida esposa Mirta.
Capı́tulo 38
Zoom Zoo Zots
E
sto baja de mi lápiz en una madrugada: ¿Carpe diem?.
La materia no existe fuera de la mente que la percibe. Mi cerebro es la casa de esa
mente. Mi cerebro, como mi cuerpo, es materia. Ergo, no existo.
Si el pasado y el futuro son infinitos, ¿se puede ubicar un punto temporal (o espacial,
ya que la manera de percibir el tiempo es espacializándolo)?. Ergo, ¿dónde mierda estoy?.
Si yo miro a mi mascota y mañana no la veo pero la pienso ¿existe realmente? ¿o es
una imagen como aquellas copias del arquetipo?.
[Existe el arquetipo de la mesa. El carpintero hace un simulacro de ese arquetipo. El
pintor hace un tercer simulacro. Ergo, soy un falsificador a la tercera potencia ].
¡Me cago en el idealismo!
¡Sigan promulgando eso y seremos indios esperando la muerte en la calle, sin mover
un dedo!.
Miro a Benny y me acuerdo de Schopenhauer: “La forma de la aparición de la voluntad
es sólo el presente, no el pasado ni el porvenir; éstos no existen más que para el concepto
y por el encadenamiento de la conciencia, sometida al principio de razón”. Pero me surge
una duda y entonces me viene a la cabeza una parte de la última carta de Séneca a
Lucilio: “Animalibus tantum, quod brevissimum est in transcursu, datum, proesens...”
que es: “a los animales tan solo les ha sido otorgado el presente, que es lo más breve
dentro del curso de la vida...”. Dice que el animal se acuerda de las cosas pasadas solo
cuando se tropieza con algo presente y que el futuro no les pertenece.
Si todo lo anterior es cierto, ¿cómo explicar lo que presencio desde hace unas semanas?.
Esta es la situación: Yo suelo practicar un ritual hedonista que incluye bebidas y
otras yerbas, cuyo fin es el de estimular la percepción para develar los films. Dicho ritual
sufre de ciertas variaciones provocadas por el azar, o mejor dicho, por el llamado free
will. Es decir, a veces preparo pochoclo, otras chocolate, otras una picada (éstas ya no),
otras jamón, y me acomodo en mi sillón, remolón (vicio del poeta), para disfrutar de la
pelı́cula. Pero he notado, no sin asombro, dirı́a Jorgito, que Benny anticipa la jugada, sea
cual sea, y ésto, como el atento lector advertirá, no es un aprendizaje rutinario, puesto
que las variaciones son casi infinitas. Ası́ que (por ejemplo este jueves ) hay dı́as en que al
dirigirme al sillón con, verbigracia, una pata de jamón, mi mascota ya está sentada al pie
del sofá con un cacho de queso en la boca, y si el condimento, digamos, es pochoclo, Benny
espera recostada sosteniendo con fuerza el palito que atraviesa y sostiene la manzana
acaramelada. (Cabe aclarar que si hay un lugar que le está vedado es la cocina ).
Creo que mi mascota vive en el presente y ha aprendido ¿sin saberlo? las palabras de
Marco Aurelio: “el que ha mirado el presente ha visto lo que ocurrió en el pasado infinito
y lo que ocurrirá”.
104
CAPÍTULO 38. ZOOM ZOO ZOTS
105
Borges en Nueva refutación del tiempo, tomando dos pensadores como Hume y Berkeley, y extendiendo y perfeccionando sus respectivas conclusiones, siempre subido en el
carro de la razón, llega a un punto en el que negada la materia, negado el yo o espı́ritu,
que son continuidades, negado también el espacio, niega al fin el tiempo que también es
continuo y resuelve que si fuera de cada percepción no existe la materia, fuera de cada
estado mental no existe el espı́ritu; tampoco el tiempo existirá fuera de cada instante
presente.
Mi mascota vive indefectiblemente en el presente. Mi impresión es que anticipa el
futuro y a juzgar por un hecho que califico de sobrenatural también se acuerda del
pasado.
Yo, a pesar de las bellas conjeturas de Borges, noto que la materia tiene que ser
dividida por dos, que mientras el film avanza el pochoclo disminuye y mi espı́ritu sufre
diversas alteraciones, provocadas sin duda por la usurpación del espacio, a medida que
Benny se va acomodando cada vez más despatarrada en mi sillón.
Para terminar quiero narrar aquel hecho que califiqué de sobrenatural: en una ocasión
en la que tal vez el estimulante de turno me hizo malinterpretar lo que voy a dejar
aquı́ para la posteridad, pero bueno ¡fuck all the fuckers! la iguana se levantó (y anduvo,
cual Lázaro) a buscar tras de un helecho, un trozo de milanesa a medio morder, y volvió a
su lugar con aire satisfecho.
Yo estoy hecho de tiempo, sı́, Jorge Luis, pero el tiempo para mı́ no es irreversible ni de
hierro. El tiempo es un rı́o que me arrebata, pero yo no soy ese rı́o, estoy en él; es un tigre
que me destroza, pero yo no soy ese tigre, soy sus posibles e imposibles acciones (como
Ariosto, que creı́a que la luna era una especie de papelera de reciclaje), es un banano
lleno de frutos, pero yo busco el carozo. Yo no niego la sucesión temporal, ni el Yo, ni el
universo astronómico, ni digo que el mundo no es real; sólo digo que esa realidad no es
siempre fija ni la misma en las diferentes eras del hombre. El mundo desgraciadamente
es real, habrı́a que decir.
Yo, afortunadamente soy Osvaldo.
Capı́tulo 39
El libro de quejas
En el capı́tulo 6 se dice que Ricardo Goldin tiene una bincha con linterna y luego se
dice que tiene un casco: claro error.
Rogelio Cifuente
Incongruencia: en el capı́tulo 10 (Cierto dı́a) Magrini no se anima a salir al balcón
-grita desde adentro de su departamento- y busca un megáfono, mientras que en el 17
(Cardorrusienta noche bahiense) se anima a salir disfrazado de superman y grita sin la
asistencia del supuesto megáfono).
Jorge Rial
En distintos pasajes de la saga aparece la hermana de Luis como Yenifer y en otros
como Jenifer. żY o J? Por favor, decı́danse, que no puedo mantener la incertidumbre por
más tiempo.
Bob Cañaveral (o caño over all)
Estimados autores de “Los Cuentos de la Familia Goldin”: me dirijo a ustedes motivado por una duda acerca de su producción literaria. Tal vez puedan echar un poco de
luz sobre mi ignorante oscuridad de lector aficionado. Se trata de lo siguiente: Osvaldo
Magrini en su diario dice que Ricardo G. vive en su edificio ¿es esto realmente ası́?.
Desde ya muchas gracias por su atención.
Muchos cariños.
PD: me gustarı́a que aparezca más adelante, en la saga, algún personaje travestido.
Gracias.
Romualdo Benzzentatto
Sres. Libro de quejas de Los Cuentos de la familia Goldin: me remito a ud. a fines
de aclarar que el Sr. Osvaldo Magrini nunca trabajó en la compañı́a de seguros “La
Afortunada”, según se asienta en el capı́tulo 9 de su obra. Sin más,
Juan Para Noia, gerente general
106
CAPÍTULO 39. EL LIBRO DE QUEJAS
107
Goldin se pronuncia Goldı́n.
Waldo
Pero si no tiene tilde.
Ulises
Pero igual se dice Goldı́n.
Emilio
Goldı́n suena mejor.
Daniel
En el cartel publicitario de nuestro local que se dedica a la comercialización de repuestos para automóviles ubicado en la calle O´Higgins 385, el apellido que sirve de
inspiración a su literatura está escrito con mayúsculas. Como es sabido, puede optarse
con toda seguridad en no escribir los acentos en el caso de las palabras tildadas escritas
con mayúsculas. Probablemente esta explicación sea la que más se ajuste a la realidad de
la confusión.
CASA GOLDIN
Sres. Narradores:
Solicı́toles se retracten de la campaña difamatoria organizada en perjuicio de nuestra
institución. No estamos de acuerdo con lo mencionado en los capı́tulos 1 y 12 en los que
se mancha la buena fe de esta empresa.
Juan José Completa.
Gerente de McDonald´s sucursal Bahı́a Blanca.
Se menciona en algunos capı́tulos el hecho de que César se toma un mechón occipital
cuando en realidad según lo testifican confiables testigos, es la zona del hueso parietal .
También aprovecho para demandar a César y compañı́a quienes me dejaron encerrado
en el baño de su casa.
Wally
Quiero levantar queja y refutar las conclusiones de Osvaldo Magrini en su tesis.
No todos los que consagramos nuestra vida al Señor lo hacemos por los motivos que se
mencionan: “por otro lado, el único participante que tiene acceso concreto a la bebida
alcohólica conocida como vino, más especı́ficamente en su especie tinto, es el oficiante,
es decir, el sacerdote. No en vano tal vez sea el más creyente de todos los acólitos”. Es
una ofensa para Nuestra Fe lo afirmado por Magrini.
Monseñor Abel Michel Torino
CAPÍTULO 39. EL LIBRO DE QUEJAS
108
Indignado yo. Indignado mi amigo Vergara Leumann por las injurias hechas por estos
anónimos quienes mancharon dos nombres sacros: J.Federico Klemm (capı́t. 18, 31 y 33)
y Andy Warhol (en los capı́t. apéndice 31 y 21).
Charly Espartaco
Hinchada del Club Bella Vista lansa ultimátun al autor del capı́tulo 22 por menos
apresiar al varrio y no conciderar de que sea meresedor de ser “ecenario epico”.
Firman El Panza, El Gallego y
toda la 55 (Abajo Tiro y La Villa botones)
Objetamos que las relaciones entre los vectores y el comunismo, que vuestro personaje
(La Polaca ) detalla, son del todo falsas e infundadas.
Nelly Vázquez de Tapia , Alicia Tapia de Bibiloni y
Carlos Alberto Tapia
(Traducido del alemán). Quiero aclarar un pequeño error que desacredita nuestra bien
ganada fama: en el capı́tulo 20, Ricardo Wellington se toma un tren Munich-Viena a las
18:25 cuando en realidad fue el de las 18:27:30s. según me informaron el la central de
Viena, el guarda Rudolf Von Wettgentein y el jefe de sincronización Ernest Kronenberg.
Rainer
A los señores Goldin:
advertimos en contra del uso del nombre de Jorge Luis Borges en sus producciones.
De persistir en esta utilización indiscriminada procederemos a las acciones judiciales
respectivas.
Fundación Kodama
Albacea de Federico Garcia Lorca y editoriales El Chopo de Tallo Picolo reclaman
derecho de autor en el capitulo 26 donde se reproduce un poema del gran poeta español.
Albacea de Federico Garcia Lorca
y editoriales El Chopo de Tallo Picolo (obviamente)
Los vocablos que vemos en alguna parte de esta saga, “yabranı́sticamente” y “calamaristicachilipeperianamente”, no existen en nuestro diccionario pero están iniciadas las
gestiones que seguramente derivarán en la aceptación de los términos en cuestión.
Real Academia Española
CAPÍTULO 39. EL LIBRO DE QUEJAS
109
Con respecto al tema “Rainiero bailando salsa con una calza color salmón”: todos
sabemos que, si bien soy aficionado a los ritmos tropicales, en los cuales me he iniciado
en el gimnasio de la calle Dorrego al 200 (fachada color violeta, en sus buenos tiempos),
nunca frecuenté el uso de las calzas, y menos de color salmón. Dicha práctica se me
adjudica en el capı́tulo 22, pero el que en realidad usaba tales calzas era mi profesor
Alexis.
Rainiero
Quisiera antes que nada hacerles notar que lo dicho en el capı́tulo 17, esto es, “jóven
y lánguido...” me importa tanto como el hecho de saber en qué temporada se cosechan
habas en Vietnam.
Emilio
“ ...nunca bien comprendido Daniel...” ...váyanse a la mierrrda. (¿Quedó clarito? ).
Daniel
Desearı́a aclararle al señor Rainiero Rainoldi que lo que él llama calzas era en realidad
un enterito.
Alexis
Sobre el capı́tulo 22:
los domingos a la mañana no los dedico a amar la naturaleza con una caña de pescar
entre las manos, si no al descanso y la concentración previa a los partidos de fútbol.
P.D.: el póster de Pampita es de mi hermano L., hijos de puta.
Waldo
En el capı́tulo 40 se me acusa, y esto con la enorme desventaja de no conocerme,
de que es frecuente en mi el decir incoherencias. Ante todo no conozco las lı́neas de la
discordia como tampoco el autor de dicho capı́tulo y me parece de mal gusto el epı́grafe y
la atenta visión del lector notará una vaga influencia de “El arte de Amar” de E. Fromm
Kuki
Las frases “esperen veneno de las aguas estancadas” y “cuando ustedes ven un águila,
ven una porción de Genio ¡levanten sus cabezas !”, adjudicadas a Narciel en el capı́tulo 29,
son en realidad de William Blake, extraı́das de “Los proverbios de Infierno”. Intimamos
al autor de tal atrocidad a retractarse, o la Royal Army le hará justicia ası́ como lo hizo
con su Sr. Presidente Leopoldo Federico Galtieri.
P.S.: Ireland ours forever; Falklands?, where’s that?.
Consulado de Gran Bretaña
CAPÍTULO 39. EL LIBRO DE QUEJAS
110
A pesar de opiniones adversas, sostenemos que “Los Cuentos de la Familia Goldin”
son un claro representante del realismo más puro y ortodoxo.
Anónimo,
posiblemente de los autores de La Saga
¡¡¡Pito!!!.
César
Les escribo para consultarlos acerca de la autorı́a de “Los Cuentos de la Familia
Goldin”. En el capı́tulo 33 se me adjudica el honor de ser el creador de la saga. En
realidad no recuerdo si fui yo o no el autor de la saga.
Osvaldo Magrini
Capı́tulo 40
Notas de viajes de Ricardo
Wellington
“El Kuki observa que acá ha visto hasta a las chicas devorar con fruición una pizza
entera.”
Del capı́tulo 20 de la saga
Ciudad de Milano. Italia.
P
alomas, palomas. Las mismas en todo el mundo. Las mismas sombras de sus alas
trazan efı́meras lı́neas, y estas simulan un código. No lo vemos, no lo vemos. La misma
congregación de personas en una plaza o en un café o lo que sea. No me vayan a cagar
en la taza malditas ratas voladoras. Estos hombres me hablan pero yo ahora me doy
cuenta de que apenas los conozco y lanzo rápidas miradas alrededor en busca de un
signo que confirme mis sospechas. El sujeto llamado Rai bebe su cerveza con semblante
de...........no puedo encontrar una comparación exacta. Cuando siento que estoy cerca de
sorprenderlos, un auto choca a otro. Insultos en italiano. Murmullos. Lento tránsito como
sopa espesa. Cabellos de ángel o......municiones.
Las palomas vuelven a los techos como en una regresión temporal cinematográfica.
No entendı́ casi nada. Odio el italiano. Cine aburrido. Los pechos de Sofı́a. El cartero
llama una vez, dos veces. No lo atiendo. No se llamaba Sofı́a. Erección.
El otro sujeto se llama Kuki, o ası́ le dicen. Me recuerda levemente a Osvaldo; sobretodo por sus frases inesperadas que cambian de tema bruscamente. Esta camarera
sueca me está cayendo bien. Habla poco italiano. No sé cómo, Rai saca el tema de que
no lo dejaron entrar a un bar a pesar de que habla un fluido alemán, dice algo sobre
un carné sin foto, hace un chiste sobre un cuadro donde aparece él mismo. No me rı́o.
Tomo un poco de mi capuchino y miro rápidamente a Stéfano. Tipo raro. Se levanta, nos
saluda y abriendo un mapa se va caminando. En ese momento (o en este ) sospeché que
me seguı́an. Pero yo, nada, me mandé un amareti y me dije: tranquilo Sherlock; toca
el violı́n y fuma tu pipa. Difı́cil instrumento. Pero la pipa la tengo. Comencé a leer el
cları́n del domingo, que me dura una semana, y Rai me toca el hombro, me dice que se
va a Torino a lo de Marcos. Diez minutos después entendı́. Era la ciudad, no el auto.
Me quedé solo con... qué importa. Mi mente mezcla los tiempos verbales. Yo vivo en
el presente. Mi presente; hecho de pasado, futuras proyecciones y más que nada de una
prı́stina confusión. Miro al piso y me pregunto cómo llegué a comprarme este loro. Amelia está en el hotel. ¿Será un regalo este pájaro?. Veo a un joven que rodeado de chicas
aún más jóvenes intenta sentarse en el restaurante de enfrente. Justo cuando lo miro por
sobre el suplemento de arte y espectáculos, el tipo mira para acá y levanta ambos brazos.
Nos saluda. El sujeto llamado Kuki lo llama a nuestra mesa. Cuando escucho el nombre
111
CAPÍTULO 40. NOTAS DE VIAJES DE RICARDO WELLINGTON
112
de este joven, me da un escalofrı́o. ¿Conocerá a Leroy?. Su moto es demasiado artificial.
Yo no tengo moto pero tomo mate. Tengo un tomo de mate color mate, que es un lindo
tema que te mata si no sabes del tema tomate un mate o andáte en moto. Yo no tengo
moto ¿me mato?. Otro tema.
Bloody Mary con tomate toma la chica que aparece con Ulises. Sofı́a, le dicen. Te
hecho un filo, Sofi. Ja! Ja! Dice. No se rı́e. Habla alemán.
La chica nota que le busco los pechos con los ojos. Tratan de despistarme. Cuando la
sombra de las seis se come las mesas del restaurante de enfrente, me levanto y me voy
al hotel. Amelia me espera. A la mañana salimos para Torino. Es un hecho, el cabecilla
es Rai. Tengo que seguirlo. En Torino lo encuentro una noche en una zona de boliches
cerca del rı́o Pó. No me descubre. Mi disfraz es perfecto. Amelia va de shopping para no
malograr la misión. La zona de discos es peligrosa. Rai baja de un auto fiat-panda con un
sujeto desconocido. Marcos; me habı́a dicho. Pero ¿por qué?, ¿por qué anticiparme sus
pasos? ¡Alerta! Me digo: fuma tu pipa Sherlock. La callle es oscura, llena de extranjeros
de distintas razas. Un marroquı́ se separa de su grupo y encara a Rai. Éste le da algo en
la mano. El africano pasa cerca de mı́ y reconozco su cara. ¡Leroy!, por fin te encontré.
Vuelvo al hotel para hacer una llamada. Muy entrada la noche, me llama Klaus. Me
informa sobre la partida de Rai a Milano. Al mediodı́a tomo un tren hacia allá. Amelia
vuelve a Bahı́a. Se pudrió. Se lleva a Watson en la jaula. Deprimido, llego al hotel y miro
por enésima vez la pelı́cula Superman para reanimarme. Dos recuerdos: Osvaldo Magrini
y una frase de un sujeto llamado Waldo con respecto a Superman, “antes volaba y ahora
no se puede ni arrastrar”. Me rı́o; prendo la pipa y miro por la ventana de mi habitación.
Llueve. Escribo una carta a Osvaldo donde le digo que estoy de vacaciones. Mentira. Al
volver del correo me doy cuenta de que la fecha que puse al final de la carta es un dislate.
Tranquilo Sherlock, fuma tu pipa.
Esa noche mis contactos me informan sobre los planes de Rai. Llego con un Lancia
alquilado a un bar de jerarquı́a. Logro entrar con Ruth, una espı́a yanqui que trabajó en
Mtv. Rai toma un Daikirı́. Lo acompaña el Kuki. Al rato se unen a ellos un escocés
borracho y una joven alemana con una amiga a la que Rai intenta abordar. Rai atiende
con dificultad (tomó dos tragos más) su celular. Salen y se dirigen a pie hacia otro bar
donde los espera Stéfano. Entran solo las chicas. Rai, Stefano y el Kuki van a una Disco.
¿Son maracas?. Me cambio en el auto y me mando. El Kuki aprovecha las luces para
meterse cualquier cosa. Me acerco a él pero no logro sacarle nada. Puras incoherencias.
Dı́as más tarde Rai viaja a Zürich. De Leroy ni noticias. ¿Estaré equivocado?. De todas
maneras sigo mi camino. Me entero del paradero de Rai. Un departamento donde viven
Ulises (el sujeto de la moto que vi en Milano) y su novio Nick, un escocés que cocina
para el culo. Estoy bien encaminado. Al dı́a siguiente Rai y Ulises viajan a Münich. (La
agencia me va a matar cuando se enteren de los gastos en pasajes). Encima lo único que
descubro es que se fueron con dos chicas a la fiesta de la cerveza. Yo odio la cerveza. Antes
de entrar en una de esas gigantescas carpas, Sofı́a y Rai van a un parque de diversiones.
Ni en pedo me subo a esos juegos. Me siento en un banco y pacientemente espero. Los sigo
hasta la gran carpa donde se escuchan gritos y cánticos indescifrables .Yo odio la cerveza.
Pero soy profesional y para no despertar sospechas uso un gorro tirolés y me mando dos
litros en media hora. El efecto logra que apenas pueda controlar las actividades de Rai
y compañı́a. Odio la cerveza. Se me cae el bigote postizo. Confusión.
No se cuando empezó todo aquello, pero es tan confuso que me da rabia. Para colmo,
en medio de aquella orgı́a etı́lica sufrı́ los primeros ataques del mal que me aqueja.
Recuerdo unos bigotes tupidos que escupı́an espuma de cerveza y una voz de mujer que
gritaba ¡Nein Otto! ¡Nein!. Me despierto en una comisarı́a. Paso tres horas hasta que
Jürgen paga la fianza. Como algo en un bar y llamo a Ruth y a Klaus; les digo que yo
me abro. Voy al médico casi obligado por mi compañera de trabajo que presenció aquella
noche las lamentables acciones que más tarde me enteré haber cometido. El Psiquiatra
CAPÍTULO 40. NOTAS DE VIAJES DE RICARDO WELLINGTON
113
Georg Öpel descubre que mi mal es único y lo llama Trastorno de Wellington.
Meses más tarde me llegan noticias de Leroy. Vive en Marruecos, sin trabajar, con
la plata que hizo siendo narcotraficante en Italia. Yo viajo a Bahı́a Blanca. De Rai ni
noticias. Waterloo.
Ya en mi ciudad, recibo un sobre sellado de Renata Flüchüberdich, quien me relata
detalladamente el primer ataque de mi Trastorno. Parece que le robé la nómina al puerta
de la carpa y subiéndome a una mesa hice mis necesidades dentro del chop de Otto. Odio
la cerveza.
El jueves 5 de Noviembre recibo una encomienda desde Milano. Un violı́n. Tranquilo
Sherlock, fuma tu pipa. Amelia le enseña la primer palabra al loro. Osvaldo intenta
enseñarme a tocar el violı́n. Lo empeño. Con la plata compro un bastón. Un mes más tarde
la agencia me encarga una misión. Destino: Francia-Inglaterra. Nombre del pasaporte
falso: Stefano. ¿Coincidencia?. ¿Querrá la agencia eliminarme?. Tranquilo Sherlock, fuma
tu pipa. Compro un mapa de Londres. Amelia le dice a Watson que me diga lo que
aprendió. ¡Guarda!. ¡Guarda!, dice. Elemental, Watson, digo. Fumo mi pipa. Inglaterra,
pienso. Amo el té. Mi inglés es perfecto. Odio la cerveza. Para despabilarme, voy a una
plaza. Palomas. Palomas, palomas. Las mismas en todo el mundo. Las mismas sombras
de sus alas trazan efı́meras lı́neas, y estas simulan un código. No lo vemos, no lo vemos.
La misma congregación de personas en una plaza o en un café o lo que sea. La suerte
está echada como una vaca lechera. ¡Ordeño mi suerte o me la ordeñan?. A la noche
llamo a Peta. Acapulco.
Capı́tulo 41
Notas de viajes de Ricardo
Wellington. II.
16 de Enero del 2002
Londres-Parı́s.
Espero el contacto. Llega el hombre con las señas memorizadas. Sentándose a mi lado
hace lo que tiene que hacer. Mudo acuerdo. Salimos de la estación. La calle y la estación
llevan el mismo nombre, Waterloo. Recuerdo mi fracaso en Italia. ¿Coincidencia?.
Cuando me entero del próximo paso, la preocupación crece bajo mi sombrero. En
el museo Wellington nos espera el informante. ¡Wellington!. Pero yo soy Estéfano. Las
pinturas no me conmueven. Si, lo hacen en cambio, las espadas de Napoleón y el babero
de Henry VIII.
Por fin aparece Bertold. Nos sentamos en un banco dentro del museo. Nos cubre la
inmensa sombra de un no menor culo de Botero. Esa madrugada en el parque Hyde algo
ocurrirá.
Me despido de mis colegas hasta la noche, salgo a por un trago. En el bar El holandés
pelón la atmósfera es casi lúgubre. El humo pierde los bordes de las cosas, y más allá del
vaso de whisky solo distingo un par de antebrazos peludos. Escucho pasos de mujer.
Lentos y rı́tmicos cual tema de Caetano, se acercan a mı́. Es Renata Flüchüberdich. Me
dice algo sobre Rai y una posible conexión con este caso. Yo me pongo cada vez más
nervioso. Encima Renata es lesbiana. Pienso: “too much monkey business”. Recapacito,
pienso en Elisa Carrió.
A las 02:11 hrs. de la noche, estaciono el pequeño auto inglés en la entrada del Hyde
Park. Llueve. Dodó está conmigo y los limpia-parabrisas apenas pueden hacer lo suyo.
Me siento como un caramelo dentro de la boca, envuelto en baba. Bertold no aparece. ¿Es
realmente alemán?. 02:40 hrs. Como un toblerone. Cuando Dodó me hunde el acorazado
de la casilla 12 K., veo acercarse un auto por una de las calles diagonales que cruzan el
parque. ¡Dios mı́o! ¡Es Rai!. Sabia Renata, pensé. Rai baja abriendo un paraguas vestido
con un impermeable negro y se interna en las honduras brumosas que transforman este
parque en un cuadro de Turner que siempre se le cae o se le suma una capa de pintura,
semejando la entrada a otro mundo oscuro y húmedo, más oscuro y húmedo incluso
que estas islas del demonio. Llega Bertold. Recuerdo sus instrucciones. Para de llover.
Dodó se dirige al auto de Bertold mientras yo saco al Scottish Terrier del baúl, le pongo
la correa y con paso lento voy tras Rai. Unos cien metros nos separan. Tras las señas
convenidas hacemos contacto. Me habla de calorı́as, chicas extranjeras, computación y
114
CAPÍTULO 41. NOTAS DE VIAJES DE RICARDO WELLINGTON. II.
115
cerveza. Yo odio la cerveza. Quince minutos después nos separamos. Trabajo terminado.
Lo veo alejarse en rollers. Su perro lo sigue. Me quedo con la correa. ¿Signo premonitorio?.
Amanece. Al margen del rı́o Thames fumo mi pipa. Renata me cuenta que me arriesgaron porque fallé en Italia. Nadie sabı́a quién le habı́a robado el perro ni como reaccionarı́a
Rai. La bruma cae lentamente sobre el agua quieta. A la distancia se escucha una sirena.
Son las 06:17 hrs. A la tarde salgo hacia Paris. Voy sin Dodó. ¿Paradoja?. Bertold me
llama al hotel. Punto del nuevo contacto: 9, allée du Hameau. En el viaje leo, en el New
York Times, una nota a Osvaldo y a su nuevo discı́pulo. En Parı́s no me hablan inglés.
Klaus sı́ lo habla. Al leer el informe de la agencia, me entero de la persona que debo
seguir. Su nombre es Marianne Lapetit. Desde dentro de la cupé la veo salir de la tienda
de ropa Le Papel Glassé. Lleva a Enrique (ası́ la escuché llamar al perro), un scottish
terrier debidamente adiestrado.
Otra vez espero a Bertold. Por fin llega y nos vamos en un auto tras el taxi que se
toma Marianne. En el trayecto Klaus me da detalles acerca de una posible conexión entre
Rai y Marianne Lapetit. La mañana siguiente esperamos dentro del Louvre la llegada de
la mujer. A la tarde la vemos tocar el timbre en una casa de una zona donde viven gran
cantidad de marroquı́es. Pienso en Leroy. Increı́blemente la atiende Rai. Lleva una bata
de baño roja con dibujos de la pelı́cula la guerra de las galaxias. Increı́blemente, fuma.
Klaus aparece a horario, increı́blemente. Al dı́a siguiente la vemos entrar al museo de
Orsay. Estoy harto de los museos. Al salir se dirige al correo. A las 10: 47 de la noche va
a la casa de Rai. Hacemos guardia con Dodó, quien misteriosamente aparece. Pasa una
hora. Rai sale a la calle. Bajo su brazo lleva un paquete. Bajo su brazo, increı́blemente,
y no en otro sitio como cabrı́a suponer. Con mi mano hago un cı́rculo sobre el vidrio
del parabrisa. Hace frı́o. Termino mi capuchino y salimos lentamente del auto siguiendo
a Rai. El tipo sube a una combi y se nos pierde. Al volver nos damos cuenta de algo.
Nos robaron el auto. Tres dı́a después lo encontramos en la parte trasera de un parque.
Adentro, en la gaveta, hay un mensaje. Devuélvenos a Watson hijo de puta.
Lo sabı́a; me tendieron una trampa. ¿O mi antigua cleptomanı́a me jugaba una mala
pasada?. En ese momento recordé mis primeros robos involuntarios de la infancia y la
repentina e inexplicable aparición de objetos y golosinas en mi habitación de la calle
Osorio. Nunca nadie se enteró de este punto oscuro de mi pasado. Mentı́ al ingresar en la
agencia. Puse que me gustaba la cartografı́a y las pelı́culas de Armando Bo. La verdad es
que siempre desaprobé geografı́a y solı́a mirar aquellos ininteligibles films de Bergman con
mi amiga Claudia quien se quedaba durante dı́as analizándolos, sobre todo uno llamado
Persona. Mi madre me ponı́a voligoma con brillantina en las manos para que no robe en
la casa de mi tı́a. Recordé mis tiempos de monagillo en la iglesia San Firestone, cuando
al salir ı́bamos a pedirle a Pepe, el quiosquero, el último Gráfico y nos lo sentábamos a
leer en la plaza, comiendo chocolates, también comprados con la plata que le robaba al
pobre cura. Recuerdo la colección de bolı́grafos que se amontonaban en mis bolsillos, la
cantidad de cosas inútiles que se perdı́an o se transformaban en regalos de cumpleaños.
Ahora la cosa se ponı́a fea. Rai estaba encabronado. Y yo pensaba en Amelia enseñándole
a Watson a decir “guarda, guarda”. Yo, Klaus, Renata, Bertold, Dodó, y los otros. Todos
enredados en una ridı́cula misión, siguiendo algo borroso, impreciso, algo que yo provoqué.
Algo que crecı́a en mi mente desde atrás, desde todos los puntos hacia mı́, como una
nueva realidad revelándose y tapándome sin que yo pudiese hacer nada. Ni siquiera pude
decirme “tranquilo Sherlock, fuma tu pipa”. Llamé a mi novia y le rogué que mandara
al loro lo más rápido posible. Contar la verdad era un suicidio. Suicidarme era aceptar
demasiada verdad. La verdad es que estoy pensando seriamente en dejar la agencia. No
por mı́, tampoco por mis colegas, sino sólo y exclusivamente por la Verdad. No me parece
justo entorpecerla con demoras estériles. Alegaré problemas de ı́ndole personal, y con eso
descansaré mis nervios y podré dedicarme a otra cosa, podré dedicarme a algo menos
arriesgado, menos importante, como tener un video-club, un quiosco o una imprenta.
CAPÍTULO 41. NOTAS DE VIAJES DE RICARDO WELLINGTON. II.
116
Todos estos últimos pensamientos los tuve durante mi regreso a la Argentina en el avión
de la compañı́a Air France mientras encendı́a con aire contemplativo mi nueva pipa de
caoba y veı́a perderse en el océano toda aquella vieja tierra europea.
Solo me quedaba una pregunta: “¿Ese perro que le entregué a Rai en Londres, era el
mismo Enrique de Marianne Lapetit?”.
Capı́tulo 42
Autorretrato de Amelia
(aborto lı́rico)
E
l laberinto. Seguir un camino que se bifurca y que amenaza con disolverse. Luego
los otros y él especialmente que se abre entre los árboles como silencio de vı́sceras y
murciélagos. Se tiñe el cielo de raspada ceniza. (La que compartimos cuando crecı́a la
higuera y nos vamos a la misionera, el timbó). Ah! la misionera, posición común. Mejor
la de chicho, el perro bachelor. Escucho voces que hablan de poner los miembros en tal o
cual posición. Pole position. Al ras. Cuidado con rasparse la pelona. Qué ricos pasteles de
higos hacia mi tı́a. Sexo y frutas. No pido más. Ars et circense, el payaso de gran bulto.
Creo que era Polaco. Recuerdo aquel chicle en mi cabellera. Mi cabeza rapada. Mi bate de
béisbol. Mis botas de cuero. Mi furia. Mi ciudad. Me verás caer... entre culos de pankis.
Me verás caer... entre charcos de Quilmes, sin sabor a nada sin espuma Rodrı́guez, o león
americano como la persiana de la casa de la pieza de mi hermana.
Eros... el amor. Creo que Ramazotti es un apellido italiano. Su voz es tan linda. Parece
de raspada ceniza. Me hizo pensar en otra cosa... el bosquecillo de señales de tránsito.
Los semáforos de terciopelo no le hacen asco a nada. Pero yo busco el centro. Detrás
de todas las paredes, tiene que estar la hermosa higuera. La higuera perdida, que crece
junto al gigantesco timbó de copa espesa.
Raspada ceniza. Los colores ya no me interesan cuando su rostro - ¿y el tuyo, el del
otoño cayendo sobre sus hijas como la noche que se repliega monótonamente sobre los
gallos ? -. Sı́, sı́, los gallos cantarán cuando... termine de escribir Claudia. Noble animal...
el gallo. Zapatillas y ropa deportiva. El gallito de Morón. Trufas Morondias del sueño de
Luis. Yo pienso ahora que no era un timbó, era una higuera de mierda hijo de mil puta
y la concha de tu madre dije al caer de ella. Chichón y llanto por tres.
Cae la tarde en una lluvia de rosas. Ahora los semáforos de terciopelo son luces
rojas. Las rosas también lo son. El timbó debe ser originario de ese paı́s cuya capital es
Timboctou. Mali, creo, es el nombre de ese paı́s. Pero la higuera sigue sin aparecer.
Las masitas en mi boca me embrollan en una pasta molesta que no esperaba sentir
cuando empecé a comerlas... porque querı́a algo dulce, no esto que me queda en las
encı́as. Raspada ceniza. Camino y el cemento parece estar dentro, no fuera. (¿Tendré que
consultar a Magrini por algún entrenamiento de control mental?). Ahora la espalda, se
me contractura la zona media y con la boca empastada de masitas no sé si mi cuerpo es
mi cuerpo o el cemento que llevo dentro y que no está en las calles (menos en la calle
Salta si la tomás al 400). Luna desleı́da . ¿Decime, los higos no salieron este año porque
la higuera se fue en vicio? Y el nı́spero. Solı́a pensar que las hojas del nı́spero secas eran
de cuero y no de tejido vegetal. Canto. Stabat Mater. Boluña y Dvorak. Rusalka.. Sı́ si
117
CAPÍTULO 42. AUTORRETRATO DE AMELIA (ABORTO LÍRICO)
118
ningún criollo. Viva el malambo, el mambo y la timba. La taba, el sapo y el sapo de la
que taba buena. La mina hija de Quilolchas, el verdulero que tenı́a una pierna de palo y
su esposa mas puta que el orto. Disculpáme: discos + culpas + dar = gitdeP aez (músico
Rosarino).
Ahora es el momento de la higuera. Ya la ceniza quedó atrás. Los higos están más que
maduros. Para no estar tan sola voy a hacerme una estola de semáforos, y voy a esperar.
Como hizo Elizabeth Taylor. Voy a esperar toda la vida... Caperucita roja... Semáforo
en rojo... El lobo... Feroz... Te van a comer... Llevále el almuerzo a tu abuelita... Te van
a llenar la canastita... Qué ojos tan grandes tenés... Para verte mejor... Qué nariz tan
grande tenés... ¿Para olerte...? ¿Qué higuera...? Pará... Sı́, parada ya está.
Capı́tulo 43
Momentus causae II
119
Capı́tulo 44
El romancero gitano
T
enemos aquı́, en exclusiva para nuestros lectores, los poemas que dedicara Osvaldo
Magrini a su secreto amor imposible, la enigmática M. Quizo la timidez de Osvaldo que
los poemas fueran una alabanza al ı́dolo incuestinable de M. y sus amigas, pudiendo de
esta manera O. galantemente demostrar sus dotes amatorias y su talento y gallardı́a. He
aquı́, por lo tanto, lectores, los poemas inéditos - y en exclusiva para ustedes - de O.
El Romancero Gitano
Decı́a palabra más o menos
Señor Aresi (Aldo
el representante de
Sandro
desde hace más de
treinta años):
quiero comprar
veinte entradas en primera fila
para el recital de
Sandro
veinte sı́
porque quiero ir a todos
a lo mejor
en vez de veinte entradas
son cuarenta tal vez
vaya con una amiga
no soy rica soy
una empleada pero ahorré
durante dos años para darme
el gusto
si es necesario
puedo pagarlas
hasta cuatro veces lo que valen
por favor
no me falle (y la firma).
Acaso bastarı́a esta carta
120
CAPÍTULO 44. EL ROMANCERO GITANO
Si esta nota tuviera
apenas diez lı́neas
y en esas diez lı́neas hubiera
que acotar la vida gloria y leyenda
de Roberto Sánchez
Sandro
acaso bastarı́a esta carta
para explicarlo
todo
su carisma su vigencia su casi
eternidad.
Pero otras lı́neas y otros números se abren paso
Las fans (memora Aresi Aldo
el representante de
Sandro
desde hace más de
treinta años) mantienen
en el hall de los teatros
diálogos
paradigmáticos
la otra noche no te vi
querida te borraste estás loca
o ciega yo estuve
en los cuarenta recitales
dı́a por dı́a pero sara
sı́ pobre ella se perdió
dos
se ruega
multiplicar este diálogo
por mil
único modo de
arrimarse a
la verdad.
Su otro yo (interludio)
Sandro con Aldo
Aresi su representante
desde hace más de
treinta años
el hombre que
más sabe y más
horas comparte con
el ı́dolo
su detrás de
la escena.
El hombre de la rosa
121
CAPÍTULO 44. EL ROMANCERO GITANO
122
Qué Sandro
retorna
el mismo
con apenas dos años
más
mejor
porque lleva más
de tres años sin fumar
żkilos? más o menos
los diez
que siempre le sobran y que tampoco
le preocupan demasiado
razonablemente
porque esos diez kilos de más
también son objeto
de culto.
Su casi eternidad
Por lo demás
todo sigue
igual
detrás de los muros
de Beruti
no todo en realidad
Sandró cambió
el número de teléfono que por supuesto
no habrá de figurar
en estas lı́neas.
Detrás de los muros (coda)
Terminada la maratón
de recitales
allı́
volverá
a sus largas tertulias
a sus muchas lecturas
a sus citas de Lugones
y también de la divina
comedia
a sus poemas secretos
que sólo leen
los muy
muy
muy ı́ntimos.
agradecemos la colaboración de Osvaldo Magrini, el señor Aldo Aresi, y la revista
Gente por esta inigualable oportunidad de disfrutar de la poesı́a. Gracias totales, eternas
e infinitas.
Capı́tulo 45
Cabeza de Yin-yang o
Bamboleiro Bamboleiro
D
omingo. Rápido bólido amarillo, cual pollito anfetamı́nico, corta las calles hasta
que se detiene en el lugar de siempre.
Clima religioso se siente a eso de las tres de la tarde en Bahı́a Blanca, cuando algunos
comienzan su casi obligada siesta, luego de las pastas o el asado. La electricidad está en
el aire, junto con esa impresión de tregua que se respira, tregua de ninguna guerra, o tal
vez la de los cinco eternos dı́as de la semana laboral.
Hoy juega Olimpo y Ricardo, que ya habı́a comprado las entradas anticipadas, apura
los chinchulines casi sin masticar. Luis, ya por el tercer plato, deja escapar un provechito
que suena como frenada de ómnibus, fpfffffffffffffffffffff y levanta con su mano derecha el
vaso de coca, con la clásica capa de grasa formada arriba, que dificulta, no el subir, sino
la redención de las burbujas. La misma grasa que hace patinar el vaso hacia abajo y
sentir esa mezcla de asco y placer, porque la coca no es diaria, sino semanal y sagrada,
como el partido.
Jennifer, convertida como la mayorı́a de las mujeres en rumiantes vegetarianas cuando
el menú es carne de vaca, condimenta su montaña de verduras con cara de reproche. (Su
123
CAPÍTULO 45. CABEZA DE YIN-YANG O BAMBOLEIRO BAMBOLEIRO
124
padre no la dejó ir a la fiesta de Tiro federal porque sospechaba de algún noviecito
toquetón).
A-r-b-o-l , dijo Ricardo gracias al vino tinto. Luis se paró desafiante y soltó : O-l-g-as-u-b-a-r-r-i, pero el noble certamen fue interrumpido por Mirta: Asquerosos de mierda
déjense de joder, y vos Luis traé el postre!”. Dulce casata, presagio del choque de colores,
dijo Polo alguna vez.
Media hora después, mientras se escuchaba caer el agua de la canilla con la que
lavarı́an los platos Mirta y su hija, los perpetuadores del apellido salı́an para la cancha.
Rápido bólido amarillo, cual pollito anfetamı́nico, corta las calles hasta que se detiene
en el lugar de siempre. Siempre la cola, siempre la magia y los colores, siempre la sonrisa
sin razón, siempre...........................................siempre de pie, porque la cancha está llena
de ansiosos espectadores y además es un gallinero. Tibios aurine...aurine bajan de las
tribunas y alguno le pregunta al infaltable personaje, casi un X-men, żcómo va Aldosivi
o Brown de Arrecife? y el semi-mutante se aleja la radio de la oreja por un segundo y
contesta. Luego su dedo hace girar la pequeña rueda de la fortuna y....(sonido de proceso
mágico)... no se sobreponen / pero pusimos todo lo que pudimos y la gente se tiene que
ir tranquila porque la camiseta la traspiramos / del mal que los aqueja y / de chiquilı́n
te miraba de afuera / como te decı́a anteriormente pusimos todo en la cancha y / cien
metros para el disco en lo que se transformará / en un /la hipnosis es un medio para /
número de la quinela bonaerense / comenzamos con el premio de / esas son las palabras
del defensor de Deportivo Canuti / se abren los partidores y salen los caballos/ siga en
nuestra sintonı́a con / Jesús es el camino por el cual / patina en el punto del penal y / la
fobia se desencadena para frenar el pánico / 376 a la cabeza / volando espectacularmente
para sacar la pelota al / pedazo de ti que tienes que entregar hermano al / prestidigitador
maneja la psiquis desde / la ñata contra el vidrio / hasta luego hermanos / contra el juez
de lı́nea que desesperado se / a la esquina a tomar una ginebra con / 429 a la cabeza
/ medio cuerpo en segundo lugar / la palabra del técnico de Canuti / aleluya aleluya /
tango de Anı́bal Troilo interpretado por / Zaino, potrillo de Ramos Mejı́a / en el medio
de la tabla / el ikebana / aserejé de je / con Conrado De Luccı́a / radio Azabache 75.3 de
su dial / hasta el cielo se ha puesto a llorar / widirijı́ / transmite / satanás está en / 4 / en
la repetición se ve claramente que no lo toca, Victor Hugo /1014 hectopascales / españa
712 esquina Santa Fé / hola con quién hablo? / magoya / los tres puntos de visitante
son importantes porque / dos ocho siete / recuerden a San Pablo / es una puta, sacalo
del aire / doctor Marconi / la polı́tica exterior / de la... cabeza, de la... cabeza / el 364
/ ejecuta el penal con maestrı́a / lo mismo un burrro que un gran profesor / hermanos
hasta la / mandarina tiene / vitamina Sánchez / próxima............................................
Ricardo chifla en código y desde afuera le tiran la trompeta de dos metros de largo
color amarilla y con lı́neas negras. La coloca en su boca, le hace una seña a Mondongo,
que serı́a una figura perfecta para Platón y otros, porque es casi una esfera, y el estruendo
empieza cuando el Twity Carrario pisa el césped del rectángulo de juego.
Dos a cero pierde Olimpo y el Musaraña le apunta al juez de lı́nea y pasa lo de
siempre.
Lluvia dorada y riñas en la popular. Ya perdida la batalla, hay que robarle la bandera
al enemigo. El chori sabe a nalga de búfalo y el vino está picado. Como ganado vuelven
todos con la cabeza gacha y se siente un sin sabor que se transforma en la cruzada por la
culpa: este térnico sundesastre, lárbitro esta comprado, lo jugadores son pecho frı́o, el jue
de linia sun ladrón, la cancha esta posiada, y un viejo dice al pasar, fulbo, lo que se dice
fulbo era el de antes. La ceremonia se va apagando y nadie comulgó esta vez; los puestos
de choripán parecen más tristes, los autos son como carrozas fúnebres, y el cuerpo de
los hombres parece darse vuelta; por no decir que tienen cara de orto. La abstinencia
durará una semana pero por suerte tenemos leves calmantes que nos irán abriendo el
apetito para el plato fuerte.
CAPÍTULO 45. CABEZA DE YIN-YANG O BAMBOLEIRO BAMBOLEIRO
125
Calmando las broncas, miles de ojos se pierden en las curvas de las infinitas mujeres
de la noche de Gerardo y dudan entre llamar o cambiar de canal. Otros prefieren el
análisis frı́o y maquinal del televı́n, pero son los menos y los más valientes. También
están los que cambian las jugadas repetidas por el balero o el Yenga del largo programa
Sofovichesco. Por suerte hay fútbol de Europa, Chile, Turquı́a, de la A, B, C, D etc. y
además tenemos video para ver el mundial del 78 y el 86 y después de verlos tal vez nos
sintamos más fuertes y más reales, sı́, ¿por qué no?, más reales que ahora, que perdimos
contra Suecia, ¡contra Suecia!, ah!!! Pero afortunadamente el equipo de básquet llegó a
la final del mundial, y bueno, aunque no sepamos una mierda nos enganchamos igual
porque de alguna manera tenemos que ganar y ser. Ser o no ser esa es la....... la pelota
se la sacó de las manos en el minuto 34 del segundo tiempo............. ¡Apagá eso querés!
Dice Ricardo a Luis, cuando ya faltaban pocas cuadras para llegar a su casa.
Luis: “¡Huy! que amargo que sos, ¡menos mal que no perdió Coco Marolia! (corredor
de midgets).
Luis pone el casete de los Ratones Paranoicos. Ni palabra hasta llegar al hogar, solo
la música que dice: “quisiera que esto dure para siempre/ tanto como una eternidad...”.
Rápido bólido amarillo, cual pollito anfetamı́nico, corta las calles hasta que se detiene
en el lugar de siempre. Domingo.
Capı́tulo 46
Ha sido el mejor amigo -parte
dosPPeque~
olo abre al azar la libreta de Braulio y lee:
na mente viajera.
Cavilo acerca de nuestro destino, allá en L.A.
Los films elaborados en Hollywood repetidamente proponen a la admiración
el caso de un hombre (generalmente, un periodista) que busca la amistad de
un criminal para entregarlo después a la policı́a; el argentino, para quien
la amistad es una pasión y la policı́a una mafia, siente que ese... héroe...
es un incomprensible canalla.
El argentino se tendrı́a que poner el sombrero en el ano, ya que piensa con
él. El argentino es como un negro zulú, la tiene mas larga y mas ancha, es
un ser que está mas allá, siempre. Es como el orgullo, como la fachada de una
casa en ruinas, como un hormiga sin fin y se sienta a discutir, para decir
ladrando, que es el que descubrió la puerta para ir al patio a respirar. El
argentino no es de la gilada, es don Corleone sin propuestas que no son rechazadas
porque no se las escucha. El argentino es universal y está de vuelta de todo
y ese pan ya lo probó y sabe cual es la formación de su equipo y cree en Dios
y en San Cayetano (porque no sabe que trabajar es un derecho y que no hay que
mendigarlo). La viveza criolla es el ingenio a la quinta potencia pero vota
a un forro que le metió tres veces un palo en el culo y la última vez que fue
a comer afuera o que disfrutó de algo esencial fue en un cabaret hace muchos
a~
nos con la plata de un amigo. El argentino pone cara de boludo y se cola en
la fila, aunque siempre tiene que aprender a hacerla primero. Al argentino
siempre le pega el viento en la cara aunque se la pase llorando por el pasado.
Si te gana un escalón, cuidate, porque te pisa. No es racista, pero el ponja
o el coreano (son todos lo mismo, dicen) en la tintorerı́a y los judı́os....
de mierda, claro, si cada uno tiene su tierra y ellos, los judı́os, invaden
todo, dicen, somos hospitalarios pero los paragua y los bolitas son eso y los
indios son indios y no hay con que darle. Ni hablar de los pobres negros ignorantes
del Africa, con ese olor, los pobrecitos, civilicémoslos, démosle el miedo
y la culpa y las drogas y una camisa con un nombre, hagámoslos personas con
reloj y una agenda y un Dios porque ese que tienen es berreta, ense~
némosles
la historia de Ceferino, que salgan del Mal de una buena vez, hay que ense~
narles
a tomar distancia y a cantar los mil perdones y el águila se eleva en vuelo
triunfal. El argentino es bien macho, pero a la madrugada se peina el culo
126
CAPÍTULO 46. HA SIDO EL MEJOR AMIGO -PARTE DOS-
127
para el trapo de turno. Cree pelear por el primer puesto pero no figura en
la lista.
Pienso que esto serı́a válido para el hombre en general. Empiezo a creer
en las edades del hombre, oro, bronce................................... estoy
yendo hacia California y escribo esto para matar el tiempo.
Maneja Polo.
Pasando México. Junio de 1967.
Polo cierra cuidadosamente el diario ı́ntimo de su querido amigo.
Muerto Braulio, Polo quedó un tanto perdido (más teniendo en cuenta que se hallaba
tan lejos de su patria y que para colmo el consumo de estupefacientes crecı́a de manera
alarmante en su dieta). Perdido y triste Polo Goldin se enfrentaba por vez primera a la
muerte de un amigo y por única vez a una total soledad.
En la ceremonia fúnebre, que resultó un tramite de lo más aburrido, Polo conoció a
un japonés llamado Naranjuna que al ver la evidente tristeza del argentino se le acercó y
lo instó a iniciarse en el budismo Zen que ya echaba sus raı́ces rastreras en el occidente.
Sin nada que perder y con el ánimo por el piso, nuestro buen Polo aseguró la tapa de
una lata de leche de litro donde las cenizas de su amigo descansaban, y tomó el ómnibus
que lo dejarı́a en la puerta del templo budista. Llamó a la puerta. Un pequeño peladito
vestido con un camisón naranja lo atendió y lo condujo hacia una sala amplia y vacı́a
(era como un quincho sin puertas ni ventanas). Polo se sentó en el piso y esperó hasta
que Naranjuna surgió de improviso con un posillo de té que colocó en el piso, delante de
Polo.
Sin decir palabra el monje trajo una tetera y Polo estiró la mano con el posillo para
que le sirviera. Un gorrión se paró en ese momento, en la galerı́a y el monje lo miró hasta
que el lı́quido comenzó a rebalsar y Polo le dijo: “epa epa monje!”. Naranjuna dejó la
tetera en el piso y con una sonrisa le dijo: “Tu mente es como este posillo. ¿cómo puedo
enseñarte nada si tu cabeza rebalsa de razonamientos”.
A los dos meses Polo hacı́a pinturas asimétricas, habı́a aprendido el arte de hacer té,
sabı́a de jardinerı́a, tiro al blanco, dioses nuevos; esgrima, se habı́a pelado y se podı́a
pasar el pie por detrás de la nuca.
Naranjuna le hacı́a aquellas famosas preguntas llamadas Koan, como por ejemplo
¿Qué es el Buda? Y su respuesta: tres libras de lino. Al principio Polo se desesperaba
buscando alguna respuesta y el monje rechazaba todas sin decir ni mú. Esto llegó hasta
tal punto que, ya indignado y herido en su orgullo, Polo arriesgó la última respuesta.
Errónea fue la respuesta como también la inmediata acción llevada a cabo por un
enajenado Polo.
Atravesando las avenidas de Los Angeles con suma prisa, el cadillac chirriaba y quemaba llantas. La mente de Polo habı́a estallado y ahora no veı́a solo las calles sino
imágenes que se mezclaban en una sadomasoquista vuelta al pasado. Los semáforos lo
exasperaban porque se acordaba de Naranjuna. Tantas patadas en el culo se llevó ese
hijo de puta como cosas ignora el Buda, repetı́a como poseı́do. La ciudad se desdibujaba
hacia las afueras y los sonidos se iban apagando hasta que solo quedó bramando el motor
del cadillac en medio de la ruta. Pisando criaturas del desierto y comiendo insectos (el
parabrisas lo rompió Polo en la ciudad cuando al parar en un semáforo se le acercó un
Hare Krishna y le intentó vender un incienso....lo demás se deduce.) nuestro buen amigo bajaba hacia México. Cruzó la frontera en El Paso - Ciudad Juárez, pasó por Villa
Ahumada y a la noche paró en un pueblo llamado Ojinaga donde se metió en un burdel
para calmar sus nervios. Allı́ conoció a un indio de sangre sioux que le ofreció tres mil
dólares por voltearse a la hija. Polo aceptó de puro macho por necesidad y por ignorancia.
Le dijeron “habitación 5”, y tocó la puerta ya un poco alcoholizado. No contestaron y
decidió entrar. Detrás del rechinar de la puerta surgió un minón infernal que hizo que se
CAPÍTULO 46. HA SIDO EL MEJOR AMIGO -PARTE DOS-
128
le bajasen las medias. La mujer le dijo : “hola guapo, ahora llamo a Yiyi”. Y de pronto el
suelo de madera comenzó a temblar. Dos metros por dos, eran las medidas de aquello. El
espejo ovalado de la habitación reflejaba, vibrando, parte de la figura. Polo se quedó en
un rincón con los brazos y la espalda pegados a la pared. La figura se desparramó en
el catre, el catre desapareció. Polo miró balancearse la araña que pendı́a justo sobre la
figura y por más plata y alcohol que fuera no pudo elevar la apuesta. Se escapó por la
ventana, cayendo en un montón de heno. Olvidó sus botas. (Se dice que Yiyi hizo con el
cuero una pulsera que usó toda su vida).
Su cuerpo se refrescaba ahora en las aguas del rı́o Bravo y con la mente mas relajada
pudo planear su vuelta a la Argentina. Habı́a optado por la costa Este hasta llegar a
las cataratas de Iguazú. En la ciudad de Monterrey tuvo suerte en el casino. Con la
plata pagó un viaje en avión hasta Mérida. Allı́ alquiló un chevy y tomó la ruta hacia
el sur. Una noche en un bar de la ciudad de Belice conoció a una joven brasilera que le
cayó muy simpática y ésta, al enterarse del destino del viaje de Polo, le preguntó si la
podı́a llevar. Polo aceptó. Además de aprender un poco de portugués, el viaje se le harı́a
más entretenido y pensarı́a menos en Braulio y sobre todo no se acordarı́a de Naranjuna.
Recién en la segunda ciudad que pasaban le preguntó por el apellido. Ferreira, le dijo,
Anamá.
¿2?
En este punto el original está roto y hay un número encerrado entre signos de interrogación. Los historiadores no se ponen de acuerdo. Luego de varios congresos y de
históricas disertaciones, dos son las versiones que se creen menos apócrifas; una está en
verso y la otra en prosa. A juzgar por la caligrafı́a y el tipo de papel, se cree que fue
un siglo después cuando un historiador árabe vertió al castellano las aventuras de Polo
que originalmente, es decir a partir de ese enigmático número dos, estaban escritas en
guaranı́.
Abreviemos los argumentos: la primera está en verso porque se cree que en aquel
año (2067) esta modalidad se puso en boga gracias a un programa de televisión, y dice
que Polo fue hasta Rı́o de Janeiro, donde disfrutó del carnaval con Garrincha y Roberto
Galán, luego se hizo destilador de naranjas en una ciudad del sur del Brasil y cuando hubo
recaudado dinero suficiente, viajó hasta Potosı́ y más tarde a Chile. En una memorable
parte se lee: “Cual letrado de lenguaje fino/ las sienes tajeadas de vino hablaron/y en
balsa de caña cruzaron/ los miembros del noble argentino...”.
El itinerario de Polo en Chile es confuso y está plagado de contradicciones y anacronismos, cuando no de insólitos pasajes. Un reza: “Allende los mares Allende los Alpes /
la pata de Armstron pisa la luna ¿no fue él?/ Allende los mares Allende Isabel...”. Otro:
“Mancha la loza de rojo/ el certero hacha de Polo/ que ni lerdo ni zonzo ni cojo/ parte
el pecho, del que le dijo trolo...”. Este es de un hermetismo asombroso: “Nervaduras de
quiromancia /de latón cincuenta tobillos /Roma, vapor, grillos /gin tonic, full, Gancia
/quietud, rumba, sorbo/ reverberación, verborragia /cuervo, gola, torvo /berberecho,
tromba, magia”. No nos olvidemos del más singular y cacofónico: “ Ula ula mi mula Lula
lula/ se agacha se mofa se encula/ sin gula sin jipijapa/ sin montura sin alpargatas/
ni chula ni burro mi mula/ pulula caballo blanco...”. Nótese la total incoherencia. Sin
embargo algunos exegetas han visto una crı́tica en contra del comunismo y otros dicen
que la mula que se transforma en caballo blanco es nada más y nada menos que el corcel
del prócer argentino, José de San Martı́n.
Un bahiense en el año 2075, publicó un libro que hablaba de una versión oral de
la historia de Polo. Los expertos la tacharon de imposible y alegaron que era un torpe
CAPÍTULO 46. HA SIDO EL MEJOR AMIGO -PARTE DOS-
129
intento de santificar la cuestión, el proponer, como el pueblo hebreo, una secreta versión
oral.
La prosaica, quizá la mas aceptada, narra un viaje a Cuba, que hizo Polo desde el
aeropuerto de Guatemala. En la isla Polo conoció a Fidel Castro, que no le causó tanto
agrado como el Daikirı́ servido bien frı́o, al que se volvió casi adicto.
Hasta aquı́ llegó este número 48. La versión completa en prosa la imprimiremos en
los siguientes números de la presente edición.
Capı́tulo 47
Santa Marı́a de los Buenos
Aires
1
“Non sum uni angulo natus, patria mea totus hic mundus
est”
Lucio Anneo Séneca
“No le gusta el trabajo, ¡al hijo de Cuca!”.
Pocho La Pantera
N
i bien bajaron del barco pasó una jaurı́a de más de veinte perros que amedrentó a
la tripulación. Un marino local los informó: “No hay cuidado; son perros cimarrones. Se
los llama valeros o pensares. Aquı́ son totalmente inservibles. Pero se les teme si uno
está solo”.
El Rogelio Amendohı́n quedaba vacı́o y frı́o y desolado y vacı́o como útero de vieja.
La masa tomaba varias direcciones cual vectores enloquecidos buscando un vértice de
buena grupa para llegar a la bisectriz y encularse a la hipotanusa que solı́a quedarse
charlando con el ángulo agudo que vestı́a siempre bien y...
[A partir de aquı́ la historia aparece reescrita en versión de manuales de escuela
primaria. No olvidemos que es la Historia Argentina de paraguas en milocho diez y
sanmartines no en burro ni en camilla sino en caballo blanco...]
Luego del glorioso descenso del contingente de :
1. valientes europeos dispuestos a jugarse por sus sueños de un mundo mejor
2. anarquistas fracasados
3. muertos de hambre oportunistas
4. un ominoso etcétera,
del honorable buque Rogelio A., una jaurı́a de perros les vaticinó una cálida bienvenida. Aquı́ son totalmente inservibles... los perros. Los compañeros de viaje partieron cada
cual por su rumbo a fundar este grandioso paı́s...
...tenı́a un Dodge marrón oscuro famoso en toda la teorı́a de los conjuntos, ya sean
de rock o blancos con pintitas rojas. Entonces el ángulo recto invariablemente se ciñe
a la Ley y al Orden, mientras que el obtuso opta por obturarnos con su poca apertura
1 (vuelta
a los orı́genes )La epopeya del Boñiga III.
130
CAPÍTULO 47. SANTA MARÍA DE LOS BUENOS AIRES
131
ontolectual, y no cierra noo, pero el ángulo agudo lo termina de convencer pero nooo
y requetenooooo hasta que de ser complementarios como yunta de bueyes o pareja gay
resulta que ahora son opuestos por el vértice como pareja de gays pasivos los dos y casi
ni adyacentes ya como pareja gay después de veinticinco añitos de convivencia. Todos
estos pululaban al borde del puerto hasta que apareció haciendo equilibrio sobre una soga
que ahorcaba al Rogelio un hombre llamado Pitágordas y los ordenó y fletó hacia otros
puntos de la nueva ciudad.
Las flores rosas estaban indecisas porque el sol estaba en su ocaso y estas dudaban
entre ir al registro civil o hacer la fotosı́ntesis. Los Gladiolos, más decididos, fueron al
cabaret a soltar el polen acumulado en el viaje, mientras que los malvones optaron por la
no muy feliz idea de enrolarse en la naciente guerra que ofrecı́a mate cocido y medialunas
calentitas por la mañana. Hubo sin embargo una florecilla andaluza que optó por sacudirse
los estambres y agitar el pecı́olo a los puros aires de Santa Marı́a de los Buenos Aires,
y no tuvo mejor idea que hacer una polinización cruzada con un tal T. Gurtulio y nada
menos que con una ortiguita campeona llamada Américo. Más tarde el producto de tales
experimentos de la madre natura llegarı́a a ser una pequeñita florecilla llamada Reinaldo
Uberto Magrini, nombre sugerido a la progenitora porque le sonaba a Reinando culo
abierto. El apellido fue aportado por el padre adoptivo.
La cola era larga como cabellera de sauce llorón y la totora amarga detrás del escritorio
le pedı́a el nombre al Boñiga con su mejor cara de totora dulce. Américo se puso las
manos en los bolsillos traseros del pantalón y esperó. La totora se puso más marrón
que nuca y se le escaparon algunas pelusas al ver el monstruoso apellido del inmigrante.
La cadena alimenticia esperaba impaciente detrás de Américo y ya el halcón (pero más
la lechuza) ojeaba al gris tierno y coludo ratón de campo que de manera inquieta roı́a
un trozo de esponja amarillenta. El ciervo se cabreó y se llevó puesto al jabalı́ con una
cornada monumental. “¡Pero señor! - exclamó la Totora al leer Goldinotetxporpoparreaga
- ¡¿qué mierda de apellido es este?! ¡Yo le pongo Goldin y al carajo!”
Ası́ nacen los mitos, a veces, y las mitocondrias. Claro que la mayorı́a está en el
citoplasma porque es muy difı́cil llegar a ser un ribosoma y menos un aparato de Golgi.
Dichoseadepaso, el aparato de la totora apellidada Golgi hacı́a rato que no aparatoseaba
los delicados interiores de su florecilla andaluza. Quién sabe si la totora, semanas más
tarde, no irı́a a cambiar su apellido a Magrini para no ser deportado a su Transilvania
natal.
Algunos de los integrantes del Rogelio enseguida encontraron al verbo en la oración,
pero otros ponı́an el predicado en cualquier lugar, y también estaban aquellos que encabezaban el sujeto con una preposición. A ante cabe con cha tu madre. Los más existencialistas hurgaban a por el objeto directo, mientras que los cristianos buscaban el objeto
indirecto hecho oración unimembre. Lo complicado era definir las frases verbales dado
que el cocoliche hacı́a sus estragos y ponı́a de los pelos a los puristas como Sarmiento y
Waldo.
Ası́ que vamos a seguir el relato, les voy a ir contando acerca de los nihilistas con su
sujeto tácito y sus circunstanciales de todo, eso sı́, a elección, nada de providencia. A
Américo lo sorprendió el caso de un verboide que se empeñaba en no modificar nada ni
verbo ni sustantivo, en fin, un nihilista hecho y derecho, no como el puto del artı́culo un
zurdito cheguevarista fanático de racing. Pero por suerte el español le salió de adentro al
Boñiga para salvarlo de tal pecado y terminó por enrolarse como cláusula subordinada
dentro de una difı́cil ficción llamada guerra del desierto.
Según Infélix Medialuna, hubo un hecho poco usual en un cuartel allá por el año 1860
y pico. La llegada de un tal Américo Goldin a un fuerte. Pero antes este historiador nos
cuenta el pasado del Boñiga: luego de viajar desde el puerto de Cádiz hasta Buenos Aires
en el buque Rogelio A., parece ser que el hombre ganó un premio en la loterı́a nacional
con el número 87 y se compró una estancia en las afueras del baboso Buenos Aires. Cita:
CAPÍTULO 47. SANTA MARÍA DE LOS BUENOS AIRES
132
“Américo veı́a el mar, el puerto, las plazas, los hombres que forzaron su ingreso a la
tropa, el pequeño gato en el umbral de la puerta de su primera casa en Buenos Aires y
de pronto se vio a si mismo en una casa llena de gallinas,...” (del capı́tulo 16 de la saga).
[Este historiador es famoso por su libro Juan Domingo y el Montotero de Oro (que
viene con póster de Pampita engrampada por un palmito remojado en ricota, doble
razón que obliga a Waldo a tenerlo). El libro es muy lindo y tiene fotitos y bellos cuadros
sinópticos que guiarán al joven aprendiz por los senderos de la cultura para lograr la
civilización y alejarse de la barba peluda de Fidel y de los siganmé que me los voy a
engrampar. (claro que desde la plaza no se escuchaba bien). ]
En el primer libro de Infelix Medialuna, El trompo de la Historia, aparece una lı́nea
temporal muy fácil de seguir en la que figuran, entre otros, estos imprescindibles ı́tems:.
1861, 18 de Febrero
Llegada de Rogelio A. a doc Sud. Primera presentación internacional de Raúl el
cangrejo y sus langostas cabareteras.
1861, 21 de Febrero
El boñiga conoce a una florecilla andaluza, su primer mujer criolla. Le circuncidan el
apellido y queda Goldin para la posteridad.
1861, 17 de Abril
A pesar de ser 17 (la desgracia) Américo gana la loterı́a con el número 87 y se compra
una estancia.
1862
Dos sujetos desconocidos se lo llevan al Américo de su casa y lo meten en la campaña.
La peonada hace un duelo de seis dı́as.
1863
El australiano Charles Lindberg trepa por primera vez a la torre Eiffel sin ayuda de
un radiotelescopio.
1864
Charles De Gaulle inventa el saxofón a pistones con una cilindrada de diez centı́metros
cúbicos, y que cumple el ciclo diesel de combustión, pero que sólo sirve para tocar en
compás de cuatro tiempos.
1865
El fuego y la piedra se funden y nace Firestone, para la posterior alegrı́a de Emerson
Fittipaldi.
1866
Julio Verne entra en coma y sueña con que un hombre clava una banderita en la luna.
Jeremy Jefferson Armstrong descubre que no es estéril al embarazar a su porfiada novia.
1867
Un monje de las grutas de Capadocia descubre que es homoxesual y vuelve al pueblo
para anotarse en la academia de danzas clásicas o en Operación Triunfo.
1868
Nace en Cañada Gómez, provincia de santa Fe, Mirta Legrand Détiner. En la primera
o segunda exposición universal de Parı́s se presenta Mtango Mtunumbo, el eyaculador de
timblales vudú más jóven desde Ritiganko Oblongosorongo.
1869
Canadá. Una leñadora, al ir a cagar en la enramada, descubre una huella de pie
grande y exclama “Sasquatch”. Un cientı́fico ruso descubre la vacuna contra el SIDA,
pero al no encontrarle utilidad, pronto la olvida, y se dedica al desarrollo de las pomadas
antihemorroidales. Muere poco más tarde en la pobreza.
1872
Un alemán escribe El nacimiento de la tragedia y un Argentino El Martı́n Fierro. En
ninguno de los dos aparece el Boñiga. Injusticia histórica.
1873
CAPÍTULO 47. SANTA MARÍA DE LOS BUENOS AIRES
133
Tras el descubrimiento de Troya todo el mundo comienza a buscar ciudades y lugares
de ficción: El Dorado, Ramsés (en EEUU, según Franz Kafka), La Atlántida, Zion, el
sepulcro de cristo, la estancia de Patoruzú, la aldea de Asterix, la Baticueva, el Palacio
de la Justicia, Ciudad Gótica, Springfield, la aldea de los Pitufos, la pista de Anillaco,
el Cubil Felino, la tumba de David Banner(médico cientı́fico afectado por una dosis de
rayos gamma), Bahı́a Blanca, Villa Mitre y Tabasco.
La peonada lamenta la inseperada
desaparición del Boñiga
Capı́tulo 48
Un sueño de Ricardo Goldin
E
n una mesa cuadrada se ve un objeto extraño de metal. Ricardo se acerca y cuando
se dispone a tomarlo aparece en lugar del objeto, la cabeza de Romay, el empresario
televisivo quien le dice que ha fallecido la señora Mirta Legrand y que acepte la propuesta
de conducir el famoso programa de los almuerzos. Ricardo se enfurece y con una pata de
jamón destruye la mesa y mata a Romay.
Al abrir los ojos luego del ciego frenesı́, se encuentra adentro de un auto de midgets
en plena carrera. Un auto se le acerca por la derecha e intenta pasarlo. Solo cuando se
le coloca a la par, Ricardo se da cuenta de que el conductor del otro auto está sentado
al revés y que entre sus manos no se halla un volante sino un par de riendas que terminan atándose en un ventilador que apunta directamente hacia su cabeza agitándole
la cabellera. El hombre gira la cabeza y mirando fijamente a Ricardo le dice: “hasta
Garganta de lata se reirı́a de este exámen.” Ricardo apretó un botón del tablero y de
manera instantánea el otro auto se transformó en estatua de jengibre.
El auto del señor Goldin tomaba ahora, velocidades imposibles. El hombre sintió algo
en su cuerpo y lentamente el vehı́culo comenzó a frenarse. Puso un pie fuera del auto
y sintió algo viscoso. Miró hacia abajo asombrado por la rara superficie que era como
billones de discos de vinilo derretidos. Caminando llegó hasta una calle muy curiosa
por su simetrı́a y por la peculiaridad de estar unida en su cenit como un túnel. Esta
unión no era obra de los árboles sino de las mismas casas. Ricardo apuró el paso y sus
piernas se cansaron no de tanto andar sino más bien por la reducción del ángulo llano.
Casi arrastrándose avanzaba sin saber porqué, hacia el fin de esa suerte de túnel que se
hacı́a cada vez más empinado y oscuro. Extenuado se sentó en medio de la calle (que
a diferencia del otro suelo era de vidrio negro) mirando hacia abajo y al rato sintió un
golpecito en la base de espalda. Antes de darse vuelta escuchó y vio cientos de ojos
que caı́an rodando en un rebotar explosivo. Luego de esta rara marea, Ricardo llegó al
desorbitante fin de la calle que se cerraba como las hojas de un libro. Alargó el brazo y
con sus manos palpó los pequeños agujeritos que uno al lado de otro trazaban la lı́nea de
aquel sesgadı́simo ángulo en el que solo la mano podı́a entrar.
Una fuerza magnética elevó a Ricardo pegándolo contra el techo. De los agujeritos
vio salir humo espeso hasta que se desmayó. Al despertar estaba en un bar pidiendo
una caña, mirando a un hombre en el espejo detrás de la barra. El hombre se acercó a
su mesa. Traı́a una botella cubierta con una envoltura marrón que Ricardo no supo
distinguir, luego agarró la botella por el pico y deslizó hacia abajo la cubierta con sumo
cuidado. Ricardo vio solo una serie de agujeritos bajo la mano del hombre; éste movió un
dispositivo, y de los agujeritos empezó a fluir un lı́quido rosa que caı́a al unı́sono en los
dos vasos a unos 20 centı́metros de la invisible botella. El lı́quido caı́a haciendo un sonido
sumamente peculiar y cuando el hombre dejó la botella y se sentó, los vasos comenzaron
134
CAPÍTULO 48. UN SUEÑO DE RICARDO GOLDIN
135
a tambalearse. Un niño acercándose a la mesa se puso a ver como aquella sustancia rosa
giraba cada vez más rápido y antes de que Ricardo pudiese detenerlo el chico dejó caer
una bolita dentro del vaso. Tras un largo pestañear, Ricardo se despertó en una posición
incómoda rodeado de una oscuridad desconcertante. Alguien encendió la luz y un par
de señoras se chocaron con el hombro de Ricardo que no podı́a entender por qué estaba
en la avenida nueve de Julio un dı́a de verano a las cuatro de la tarde. Mirando hacia
el horizonte pudo ver millones de cabezas, cuerpos, carteles, luces, pero ningún auto.
No supo que contestar cuando un joven le preguntó si esa cinta era la suya, entonces
decidió subirse a un árbol. Desde allá arriba presenció el espectáculo; la gente trepaba
por unas cintas que caı́an desde el cielo perpendicularmente. Algunas personas lograban
alturas imposibles, convirtiéndose en un puntito que manchaba el cielo; y otras patinaban
en los 30 metros para deshacerse en el piso como tomates podridos. Ricardo se detuvo
viendo a una señora que habı́a llegado a la punta del obelisco y estaba tendiendo una
camisa, cuando el suelo tembló. Tuvo que bajar del árbol porque el suelo se lo estaba
tragando, como lo hacı́a con todo lo que estuviese allı́. Trepándose por una cinta amarilla,
Ricardo llegó a una altura en la que se veı́a a la gente conversar normalmente y hasta
habı́a algunas mesas y sillas pegadas (vaya uno a saber cómo) a las cintas. Trepando y
trepando llegó a sentirse solo y entonces optó por el descanso. A veces pasaban algunas
palomas y hasta un par de gaviotas anduvieron dando vueltas muy cerca de la cinta
amarilla. Al rato un hombre bajando por una cinta vecina le habló de un castillo y de
un pueblo lejano. Ricardo le preguntó por qué estaba dado vuelta, patas para arriba, y
el hombre le dijo que el que estaba dado vuelta era él, tras lo cual la discusión se puso
violenta. El cross de izquierda de Ricardo le abrió la ceja al hombre y ahı́ se terminó la
pelea porque el otro dándole las gracias se perdió en el cielo restegándose la herida con
la mano y chupándosela. Ricardo estaba agitado y aprovechó el movimiento de su cinta
para llegar hasta la del otro hombre. Al tomarla la leyó: Cinta de Bela Lugosi.
En cinco horas llegó hasta lo que parecı́a ser el techo del mundo. Su cinta, como la de
los demás, nacı́a en una especie de puerta de bordes irregulares que dejaba filtrar un poco
de luz rojiza. Este techo era de piel humana y Ricardo lo comprobó al ver las gruesas
huellas dactilares que se hacı́an más profundas en las puertas. Luego tocó el techo con el
dorso de la mano y la puerta cedió, cayendo como piel muerta. Al subir por ella Ricardo
pisó la roja alfombra de lo que resultó ser el palco de un teatro. Asomándose, observó que
en el escenario se desarrollaba una escena: un hombre entraba a un bar, se sentaba en
una mesa y pedı́a algo que el público no pudo oı́r porque el sujeto lo hizo por medio
de una seña. Cuando el mozo se acercaba con una botella, Ricardo desde el palco vio
que él mismo entraba en escena por detrás del decorado, y antes de que el mozo llegase
a la mesa, sacaba una pistola del bolsillo y empezaba a dispararles. Aterrado, Ricardo
bajaba corriendo las escaleras del teatro y al pasar frente a un gran espejo ubicado en
un rellano, se detuvo en seco; giró su cuerpo y acercándose al reflejo, vio que la gente
pasaba corriendo detrás de ese hombre que tocaba el espejo con su mano y tenı́a en la
cara la viva expresión del horror.
No sabı́a muy bien la razón por la cual se encontraba volviendo al palco pero no podı́a
detenerse. Abriendo la puerta y tropezando con una silla alcanzó a asomarse por sobre
la baranda, solo para ver que desde el escenario le llegaba un certero disparo.
Capı́tulo 49
Cuento de amor, de locura y
muerte
“Te has enajenado ridı́culamente para este mundo.”
Franz Kafka
Consideraciones sobre el pecado, el sufrimiento, la esperanza y el camino verdadero.
“Los cronopios vinieron furtivamente, esos objetos verdes y
húmedos. Rodeaban al fama y lo compadecı́an, diciéndole
ası́:
-Cronopio cronopio cronopio.
Y el fama comprendı́a, y su soledad era menos amarga.”
Julio Cortázar
Historias de cronopios y de famas
S
in importarle las contraindicaciones de la noche invernal apoyó la axila sobre la
ventanilla abierta del auto para que el viento murmurara en sus oı́dos y se sintió muy
bien, a pesar de todo. A su lado conducı́a Ricardo visiblemente ofuscado llevándolo a un
lugar aún incierto. “Vamos a Villa Rosas... a lo de la Colombiana..”, dijo de pronto como
adivinándome el pensamiento, “hablás con la gorda y le contás todo”, agregó. Luis ya no
tenı́an dudas, sus padres habı́an discutido sobre lo de Peta y este viaje era el resultado de
aquella discusión. No parece tan jodido pensó Luis, y decidió que serı́a completamente
honesto con la mina. Tomaron por Pedro Pico y salieron al viejo empedrado que en
cálidos domingos de su niñez promediaba la ruta a felices tardes de pesca en Ing. White.
Con la cuestión de las dragas ya no dejan pasar, se lamentó Luis, pero logró confortarse
con el húmedo aroma de los eucaliptus y con los dulces recuerdos que traı́an a su mente.
# bahienses>marucha 77 sign off.
Apagó la computadora y sin poder contener la emoción llamó a la Polaca inmediatamente. “Hola nena, venite a tomar unos mates a casa que te tengo que contar la última,
¡no tardes!”. Minutos más tarde la invitada golpeaba la puerta con un paquete blanco
por el que empezaban a filtrarse manchas de aceite. Ya en el living Marucha no pudo más
que abrazarla y morderle una oreja suavemente. La Polaca, con los churros calentándole el pecho, rió desconcertada y su amiga se le adelantó a la pregunta apretándole los
hombros: “Es que conocı́ un hombre, en el chat, se llama Carmelo”. “¿En serio? ¿cómo
es?”preguntó la Polaca con eléctrico entusiasmo; “Lo conocı́ en el chat, no sé como es,
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CAPÍTULO 49. CUENTO DE AMOR, DE LOCURA Y MUERTE
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solo sé que tiene mi edad y que es rubio, nos vemos esta noche a las nueve”. Ahora la
Polaca la miraba con relajada alegrı́a y Marucha le respondió girando sobre sus pies con
gesto de bailarina de caja musical.
El frı́o de la noche teje entelequias y estupidez como un bicho canasto. Salir a la calle
con la petaca casi vacı́a lo confirma todo. El cielo ingrávido, sin autoridad, triste, marginado por las luces de mercurio resulta buen testigo de mis pasos. Con este frı́o la fiebre
deberı́a bajar. La hora de los autitos ha pasado, qué pena, son patéticos pero vistosos.
Solo quedan cartoneros. Parece absurdo, pero ha llovido y los caminantes nocturnos se
dejan seducir por la tibieza de sus lechos. El camión de los basureros corta el silencio
desde alguna calle aledaña. MacDonalds esta cerrado, con algunas luces encendidas. Ronald en un rincón oscuro abraza virilmente algún niño que hace horas lo ha abandonado.
Y espera, mañana volverán.
Ronald, plástico amigo de los niños
y de las bombas sobre Irak,
que empaquetas la felicidad en cajitas de cartón
¿cuanto vale hoy el combo de la MacIlusión?
Pierdo el tiempo, este tipo es un payaso. Osvaldo, ni la fiebre cura tu mediocridad,
Silvio: queme tu voz mis versos apócrifos.
Luis no sabı́a si este descampado ya era parte de Villa Rosas, y la continua marea
de puteadas de Ricardo no invitaba a preguntárselo. “Seguı́; vos seguı́ que perdemos el
turno, es una casa roja” le indicó sin apartar la vista del crique. Luis no lo dudó, preferı́a
alejarse de tanta antipatı́a aún cambiándola por una caminata incierta. Luego de unas
siete cuadras de densa oscuridad, que lentamente lo invitaban a retornar, dió con una
casa humilde y descolorida. Despertó su interés porque de ella salı́an, con paso apurado
y actitud desconfiada, una mujer con su (posible) hija, hablando muy bajo y con el
cuerpo doblado como guardando un valioso secreto contra el pecho. Luis cruzó la verja
y sin golpear, empujó una puerta de cuyo portillo salı́a una tenue luz. La atmósfera
del lugar lo envolvió en una singular tibieza: el olor de sahumerios, velas y de la leña
quemándose en la estufa se fundı́an en un aire denso, difı́cil de respirar. Las paredes,
muchas de madera, estaban cubiertas de mantas de diferentes tamaños, que hacı́an que
la oscuridad ganara rápidamente cualquier rincón. Sobre las mantas habı́a viejos clavos
que las atravesaban y de los que colgaban cuadros de santos desteñidos, con rosarios en
sus ángulos. La habitación estaba vacı́a.
Se acercó lentamente a una mesa poblada de extrañas cartas que iluminaba una
lámpara verde. Cuando decidió sentarse, desde una abertura cubierta con una cortina
de perlas de plástico situada detrás de la mesa, irrumpió una mujer. Era una gorda de
tez morena con un vestido largo ceñido al cuerpo, que mostraba con patetismo todas sus
exhuberantes imperfecciones. Estaba fuertemente maquillada y sonrió con inpune alegrı́a
al joven que no podı́a salir de su asombro. “Venı́ pasá, que ya se fueron todos”. Luis la
siguió, cumpliendo inconcientemente su promesa. Detrás de la puerta habı́a una pequeña
habitación de paredes de ladrillos, completamente desnudas salvo por un pequeño y viejo
espejo colgado de un clavo sin cabeza. Luis no sabı́a que hacer cuando inesperadamente
la gorda lo abrazó.
El olor de los churros dió paso al patchulı́ cuando las ancianas cambiaron la tibieza
de la cocina por la de la habitación. La cama estaba cubierta de vestidos y trajecitos
que la Polaca sacaba del armario y que Marucha se probaba buscando las mejores combinaciones. El espejo, como tanto tiempo atrás volvı́a a mostrarle una sonrisa que le
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brotaba de la garganta. Una felicidad que solo podı́a soportar mordiéndose los labios.
Sus ojos celestes brillaban como estrellas en el desierto. Su rostro, fresco, permitı́a olvidar los profundos surcos que lo atravesaban. Su celeridad en mudarse de ropa desafiaba
las dolencias de cadera y las grandes várices que tatuaban sus piernas. Su vejez quedaba
atrás, la cegaba la espectativa.
Ay Huxley, cómo te equivocaste, el soma lo llevamos dentro, pibe, tan adentro, y
el opio está tan pasado de moda. Nos convencieron de que no es una salida (lo mismo
que el suicidio). No tengo que perderle el rastro, esta fiebre deberı́a llevarme lejos, un
patético Raskolnikov sin crimen, vagar las orillas del Napostá. Pero mejor descansar, este
banco parece amigable, aunque la plaza sea absolutamente inóspita, como todo en esta
ciudad, en este invierno, mejor en el shopping, el de la cooperativa, porque el otro es una
grasada, Ay Huxley, ¡qué corto te quedaste además!. Y siempre que empiezo a pensar,
empiezo a contestar. ¿Por qué contestar? si todo está tan bien. Contestarle ¿a quién?
Si el culpable está tan en todos... (Todas las respuestas a la tristeza son tan, como mi
tambor de hojalata, el inicio de la tristeza). El rumbo se perdió y por mi culpa no sé a
donde ir. Esto debe ser la fiebre, el alcohol siempre nos lleva a donde queremos llegar.
Un trago más, ya queda solo saliva... y sin embargo...
La gorda perdió pie y cayeron sobre el colchón. Sus piernas semiabiertas deslizaron
el vestido hacia la cintura y los muslos ahora descubiertos y relajados parecı́an aún más
gruesos. Luis se halló ridı́culamente tendido sobre ella y sin dudarlo luchó por incorporarse
apoyando sus manos a los lados del cuerpo debajo suyo. La gorda rápidamente llenó el
vacı́o lanzándose con frenesı́ al cinturón del muchacho. Shockeado, sin poder quitar la
vista del inmenso lugar en que se ausentaba una bombacha no atinó ni a repelerla ni
a facilitarle las cosas. Por sı́ misma, la gorda no tardó en acceder al calzoncillo y con
enérgico pero sutil movimiento introdujo su mano y anilló el joven sexo sin siquiera rozarlo
con las uñas. Luego tiró suavemente hasta que Luis, con los jeans atándole los talones
volvió a caer sobre ella que lo esperaba abierta como una flor madura. El contacto ı́ntimo
se produjo inmediatamente. Luis sintió como una extraña repulsión, como una zancadilla
de su imaginación que la gorda interrumpió clavándole en los glúteos unas manos como
garras. Casi mágicamente sintió un lugar muy suave, ardiente y húmedo que lo extasió por
un momento que la gorda volvió a interrumpir tomándole la cabeza con las manos para
obligarlo a mirarla a los ojos. Cuando lo logró le regaló una nueva sonrisa de grandes
huecos que reavivó la náusea. Fue entonces que impulsado por una determinación nueva,
inesperada, logró blanquear su mente, hundió las rodillas en el colchón, deslizó sus brazos
por debajo de las axilas de la gorda y con la cara enterrada en la almohada comenzó a
mover la ingle espasmódicamente. La torpe danza duró unos pocos segundos hasta que
con una poderosa contracción arqueó su espina completamente hacia atrás y hundió con
todas sus fuerzas la cadera entre las piernas de la gorda. Luego cayó semimuerto, sobre la
obesa flaccidez que oportunamente lo acogı́a. Exhausto tuvo un par de sueños absurdos,
muy cortos, ahora interrumpidos por el movimiento como delfines de las piernas de la
gorda. Cuando reaccionó, notó que ya varias veces le habı́a pedido que se levantara que
podı́a volver su viejo.
El cierre de transmisión de canal 7 las sorprendió en la quinta pava de mate. La
polaca mantenı́a un fingido entusiasmo que Marucha ya no se ocupaba de imitar. Debajo
de la mesa se quitó los zapatos y fue descalza al baño. La polaca aprovechó para tirar
la yerba, lavar el mate y limpiar las migas de los churros que todavı́a yacı́an en la mesa.
Hacı́a tres horas que la cita se habı́a perdido y era dificil para ambas claudicar a la
pena, a la decepción, a la realidad, a la vejez. Marucha volvió ya en camisón. La polaca
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quiso sorprenderse y casi enojarse, pero la tristeza desnuda en los ojos de Marucha le
impidió seguir. Se le acercó, lentamente, la abrazó, tomó el abrigo colgado de una silla y
sin despedirse se fué. Marucha hizo girar la llave, apagó la luz y se acostó agradeciendo
que las sirenas de una ambulancia ya se alejaban.
Y el absurdo me gana otra vez. ¿A quién convencer? Si este dolor es mi placer, mi lujo,
mi protagonismo, mi retórica infinita. Puedo analizarlo, diseccionarlo una y mil veces,
estuve...estuve tan cerca del punto, tan cerca del centro, tan cerca de...(otra vez el ritmo
de la tristeza para acentuarlo todo) y retrocedı́. Y ahora vuelvo a la locura, a luchar
contra ella, a dormir parado, a hacer equilibrio entre el placer y su dominio, el dominio
de la tristeza, mi dominio. ¿Quién pierde? ¿quién gana? esto no es normal, pero soy
protagonista, era ella, era M, ella contestó, ella pensó en mı́, una voz, una abstracción,
sin nombre, pero los nombre no importan, “Dios no tiene nombre”, ja!, que absurdo, SOI
DIOS, que tal este palı́ndromo doctor R.G., ¿Muy bien 10 Osvaldo? por qué no se va
a la mierda doctor R.G. Necesito tu abrazo, y este pibe que me pide no se qué para el
tetra, no tengo, no tengo nada hijo de puta, ahora entiendo, ahora compro, por favor,
una cajita feliz.
Ricardo bajó el primero del Citroën. Con el portazo Luis se despertó y descubrió que
habı́a babeado el asiento, lo secó con el puño del abrigo y bajó detrás de su padre.
Algunos caminantes nocturnos habı́an descubierto al viejo que yacı́a tirado frente al
edificio. Estaba boca abajo y nadie se habı́a atrevido a girarlo. No sabı́an si estaba vivo
o muerto pero la rigidez de sus manos permitı́a suponer lo peor. Ricardo ya carecı́a de
paciencia para un quilombo más y se dispuso a girarlo. Alguno trató de detenerlo y otro
le preguntó si era doctor, “Sı́, doctor de las pelotas, pero no se preocupe que a todos
nos enseñan los primeros auxilios”. El viejo habı́a caı́do sobre un ramo de rosas que traı́a
envuelto en papel celofán azúl. Las espinas de las rosas se habı́an clavado sobre su pecho
casi sin sangrar. Ricardo no dudó un segundo y tiró del ramo hasta que una a una las
rosas fueron cediendo. Esta última acción generó estupor y rechazo en algunos de los
caminantes, que decidieron seguir la marcha dándole paso a la sirena de una ambulancia
que se anunciaba desde una calle cercana. El viejo habı́a muerto electrocutado por el
portero eléctrico a eso de las nueve de la noche. Fue poco lo que los médicos de la
ambulancia pudieron hacer, solo dejarlo en el hospital, al lado de un borracho que se
habı́a ligado un navajazo en la plaza.

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