De políticos y profesionalización de la política. Introducción

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De políticos y profesionalización de la política. Introducción
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Introducción
Por Marcela Ferrari (ed.)
(CEHis, UNMdP – CONICET)
El estudio de los actores que especializándose en política contribuyeron a construir en el largo plazo un campo político
autónomo, a partir de cuyo desarrollo se hizo necesario el dominio de competencias específicas, constituye un terreno muy fructífero a la
hora de pensar los vínculos entre los individuos, las redes sociales en las cuales están insertos, las organizaciones que canalizan la
opinión pública y el gobierno del Estado. El análisis de ese movimiento secular, nunca lineal, que desembocó en la profesionalización de
los políticos tuvo un fuerte impulso al calor de las investigaciones realizadas o estimuladas por politólogos y sociólogos cuyas reflexiones
retomaron las inauguradas por Max Weber a comienzos del siglo XX -entre otros, Raymond Aron y Pierre Bourdieu.
En Argentina, desde las últimas décadas y en coincidencia con la revalorización de “lo político” como campo de investigación,
el interés despertado por el tema en las investigaciones históricas y de otras ciencias sociales es creciente. Es destacable el desarrollo
alcanzado por los estudios sobre las élites políticas, en buena medida herederos del clásico libro de Tulio Halperín Donghi, Revolución y
guerra… Comparativamente, es menor el de aquellos referidos a los miembros de elencos políticos profesionales en tanto tales, en
buena medida debido al fuerte despliegue de los análisis sobre partidos en los cuales se inserta la acción de los políticos.
Este dossier apunta a recuperar aportes teórico - metodológicos pero, sobre todo, estudios de caso referidos a la Argentina. El
objetivo de hacer confluir aportes muy diversos es reflexionar en el largo plazo acerca de “aquella minoría (…) que, conforme a la
fórmula de legitimidad y a su traducción institucional, está comprometida en la competencia en la que está en juego el ejercicio del
poder… (o)… minoría que engloba a los delegados de quienes detentan el poder”1 a la cual es posible sumar a quienes ejercen cargos
en las organizaciones partidarias y a los militantes que asumen posiciones de conducción.
Es posible rastrear algunas cuestiones que atraviesan el conjunto de artículos aquí reunidos. La primera es el esfuerzo por
circunscribir el universo de análisis a los políticos, recortándolos de los partidos, las facciones, las instituciones u otro tipo de
organización en los que se desenvuelven, en la medida de lo posible y sin desconocer que éstos dan contexto y sentido a sus prácticas.
Las distintas aproximaciones apuntan al análisis de trayectorias y de los recursos que nutren el capital de los actores, a los mecanismos
referidos a su reclutamiento, selección y formación y a sus prácticas.
La segunda induce a repensar la pertinencia del uso de categorías analíticas en sentido estricto. Al respecto es claro el
señalamiento de M. Offerlé cuando prioriza la comprensión histórica y en el largo plazo de los diferentes procesos que afectan a la
Doctora en Historia. Profesora de Historia General Argentina II en la UNMdP. Investigadora Adjunta de CONICET, con lugar de trabajo en el CEHis, donde
dirige el grupo “Actores y poder en Argentina, S. XX”. Ha publicado “Los políticos en la República radical. Prácticas políticas y construcción de poder.
1916-1930” (Siglo XXI, 2008) y “Resultados electorales y sistema político en la provincia de Buenos Aires, 1914-1931” (Archivo histórico R. Levene,
2010), además de compilaciones, capítulos de libros y artículos en revistas de la especialidad. Es integrante del Programa Buenos Aires de Historia
Política y directora de PolHis, el Boletín Bibliográfico Electrónico patrocinado por esta asociación
1
R. Aron (1965), “Catégories dirigeantes au classe dirigeante?”, Revue Française des Sciences Politiques, V, XV, Nº 1: 7- 27. Cita de las páginas 12 y 13.
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formación y consolidación de los políticos por sobre el uso de rótulos que los designen de antemano. Tanto más cuando los individuos
pueden entrar y salir de la actividad sin perder la condición de tales. Existiendo esa zona floue ¿qué tan apropiado resulta atenerse al
encorsetamiento resultante del uso de categorías preconcebidas?
Derivado de ello, la tercera cuestión que atraviesa las contribuciones es la intención de reparar en las particularidades
adoptadas por el proceso de especialización o profesionalización en momentos y en contextos específicos. Entender las mutaciones de la
lógica política, del orden social que incide en la elección de ciertas personas y no de otras, los criterios de representación, el tipo de
Estado en el que se desenvuelven los políticos y la dimensión territorial de la política contribuye a repensar la actividad a partir de la
condición de quienes la ejercen.
El dossier fue concebido como un espacio de encuentro en varios sentidos. Se convocó a historiadores, politólogos, sociólogos y
antropólogos a reflexionar en torno a los actores que hacen del ejercicio de la política un modo y un medio de vida, ya sea de manera
permanente o intermitente. Los textos son fruto de investigaciones que se encuentran en distinto estado de desarrollo. También es
diferente el punto de partida desde el cual se llega a los resultados obtenidos. En ciertos casos, los autores se han especializado en el
estudio de los políticos y los mecanismos que ponen en práctica para incorporarse a la actividad o ejercer posiciones de poder (Offerlé,
Frederic, más recientemente Canelo); algunos han partido de investigaciones referidas a los partidos en los que se encuentran insertos
los individuos (Persello, Prol, también Offerlé); y otros, del estudio de actores de poder cuyo desempeño en política constituye una
actividad entre otras posibles (Ayrolo, Lanteri).
Los enfoques adoptados son, probablemente, los elementos que introducen mayores diferencias. Cada autor fue convocado en
torno al tema general del dossier y asumió el tratamiento de un problema con total libertad. De la multiplicidad de acercamientos aquí
reunidos es muy valioso recuperar el tipo de preguntas sugeridas por los distintos artículos a la hora de estudiar a los políticos. ¿Desde
qué lugar abordarlos? ¿A través de la lectura de procesos abarcativos, de largo plazo y en diferentes países (Offerlé) o comprendiéndolos
en contextos específicos y analizando las situaciones en su complejidad, a partir de estudios etnográficos (Frederic)? ¿Qué valor asignarle
a la personalización que constituye una característica en países como Argentina, posible de ser registrada incluso en fuerzas que
reniegan de esa práctica por concebirla como un desvío de comportamientos ideales (Persello)? ¿En qué medida el análisis del
background y la trayectoria de los individuos que conforman un elenco político (Canelo) contribuyen a explicar la composición social de
las instituciones, los espacios de reclutamiento de los partidos políticos y el modo en que esos recursos se reconvierten para nutrir el
capital político personal y partidario? ¿De qué manera el perfil de los actores políticos y los grupos de interés o los sectores sociales a los
que pertenecen guardan correspondencia con las modalidades de representación que asumen o con las decisiones que adoptan una vez
que ocupan cargos políticos (Prol, Ayrolo, Lanteri)? ¿Conviene confiar el estudio de estos actores a las representaciones –y hasta
autorrepresentaciones- que se construyen sobre ellos, o bien, tras haber reconocido sin lugar a dudas que el campo político es autónomo
y funciona con sus propias reglas, es conveniente bucear en los intereses, los vínculos o las múltiples lealtades cruzadas que asumen y
canalizan los políticos como especialistas en política, en una geografía y un período determinados2? Estas y otras cuestiones son
disparadas por afirmaciones sostenidas en los artículos de este dossier que, en ocasiones, colisionan entre sí. Aquí se reconoce el valor
de cada una de las contribuciones más allá del origen disciplinar y, sobre todo, dejando de lado las modas por las que atraviesan las
ciencias sociales. En tanto modas, son siempre pasajeras, proclives a caricaturizar los estudios con los que se discute –aun cuando éstos
2
He adoptado esta perspectiva en Ferrari, M. (2008), Los políticos en la república radical. Prácticas políticas y construcción de poder. Buenos Aires:
2008.
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estén sostenidos en una sólida evidencia empírica- y no necesariamente deben ser aceptadas, mucho menos como universales. Por eso,
tratando de adoptar una saludable actitud científica, resulta conveniente dar testimonio de la posibilidad de analizar los políticos desde
ángulos diferentes, sin negar legitimidad a ninguno de ellos y con la aspiración de que puedan reconocerse como complementarios.
Sobre todo cuando se estudia el pasado y el presente argentino, más necesitado de “un enfoque y otro” que de “uno u otro”.
Todos los artículos hacen referencia, explícita o implícitamente, a la historicidad de los procesos. Ubican a los actores en
contextos específicos que condicionan sus prácticas, sus criterios, la lógica de sus acciones, los atributos que los hacen elegibles, los
mecanismos que inciden en su reclutamiento, selección y permanencia en política. Cada uno de los textos contribuye a comprender la
diversidad en ese “largo movimiento secular durante el cual los actores políticos, especializándose en política, se consagran a esa
actividad a tiempo completo”.3 Aportan particularidades en el marco de procesos –y aquí, destaco el plural- siempre cambiantes,
complejos, no necesariamente graduales ni de ritmos constantes, atravesados por coyunturas que imprimen giros más o menos bruscos
al quehacer político aun en el marco de continuidades. Dan muestras de la imposibilidad de “naturalizar” la existencia de una evolución
lineal y paulatina conducente a la profesionalización de la política.
Es posible reconocer dos formas de abordaje en el dossier. En una predomina la reflexión teórico-metodológica y en la otra, el
carácter empírico. Dado que sólo un artículo responde al primer tipo de aproximación se ha renunciado, en pos del equilibrio, a traducir
esas diferencias en partes. Pero no a señalar qué justificaría que así fuera.
Michel Offerlé realiza un recorrido crítico a través de la agenda de problemas que hacen al estudio de la política como
profesión. Combina reflexión, citas de referencia y constatación, valiéndose de los avances realizados –principal pero no únicamente- en
Europa y Estados Unidos. De este texto es posible inferir tres ejes centrales a la hora de investigar la profesionalización de la política. El
primero refiere a las formas de comprender la profesión política en su historicidad y sus particularidades, sin eludir la referencia a la
autorrepresentación de los políticos. El segundo discute con los abordajes sociográficos sobre el personal político; sin embargo, el autor
afirma que aunque el background de los políticos no explica mecánicamente las vías de constitución, preservación y acumulación de su
capital, “sigue siendo una herramienta esencial para comprender finamente las variaciones en la ejecución del trabajo político”. El
tercero, repara en las trayectorias individuales, incluyendo los mecanismos de ingreso y salida de la actividad política. Finalmente, el
artículo cierra situando la profesión política en las democracias actuales y en el centro de la relación - cada vez más distante- entre
representantes y representados, en sentido horizontal: de un “ellos” a un “nosotros” y ya no en sentido vertical entre miembros de una
élite y el resto de la sociedad.
Los seis artículos siguientes están dedicados a analizar a los políticos en distintos momentos de la historia argentina. Si bien no
se planteó que las autoras respondieran a señalamientos teórico - metodológicos, está claro que existen nexos entre algunas de las
cuestiones mencionadas más arriba y los problemas abordados por ellas. Los textos han sido organizados siguiendo un orden cronológico
que permite registrar cambios en los perfiles de quienes ejercieron la política antes y después de que el campo político se autonomizara,
antes y después de la formación de los partidos y, ya en el siglo XX, destacando las particularidades resultantes de la adscripción político
partidaria. Esa estructuración permite registrar diferentes perfiles políticos, distintos mecanismos de reclutamiento, selección y formación
de los actores políticos y diversas prácticas de ejercicio del poder en sociedades específicas.
Lejos de toda pretensión enciclopedista, estos artículos no agotan las posibilidades que ofrece el tema ni recorren cada uno de
los “períodos” –si se permite una licencia- en que suele dividirse la historia política argentina. Tampoco puede atribuirse
3
M. Offerlé (1999), La profession politique. XIXè- XXé siècles. Paris: Belin.
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representatividad nacional a los estudios referidos a territorios de poder barrial, local o regional, ni generalizar perfiles o prácticas. En
cambio, todos los aportes son muy significativos en tanto muestran un amplio abanico de experiencias en diferentes épocas y espacios
geográficos, y aun de criterios de representación.
En este último aspecto, las contribuciones de Valentina Ayrolo y Ana Laura Lanteri son especialmente reveladoras dado el
contraste existente con el modo de hacer política desde la ampliación democrática. Sin caer en anacronismos que pretendan identificar
procesos de profesionalización en la primera mitad del siglo XIX, muestran la existencia de individuos que dedicaban buena parte de su
tiempo al ejercicio de la política con anterioridad a la conformación del Estado nacional y a los gobiernos oligárquicos de fines de dicha
centuria. El texto de Ayrolo, situado en la Córdoba de los años 1820 -1852, realza la centralidad de la participación de algunos clérigos en
la legislatura provincial en tiempos en que los criterios de representación vigentes en los estados provinciales no terminaban de
desprenderse de un orden social regulado por cuerpos. Estos actores sociales, pero también políticos, son estudiados aquí a partir de su
perfil, pero sobre todo desde una lógica de representación que no terminaba de cortar lazos con la del período colonial. La autora
demuestra que sólo una vez que el campo político fue ganando en autonomía, esos actores fueron desplazados de posiciones de
gobierno –aunque, en sentido amplio, siguieran desempeñándose en política.
A mediados del siglo XIX, revela Lanteri, era claro que el campo político había cobrado autonomía. Así, en la Confederación
Nacional era posible observar la presencia de individuos especializados en política, a tal punto que alquilaban sus servicios para
desempeñarse en el Congreso de Paraná como representantes de provincias en las que no residían ni habían nacido. Discute con
interpretaciones que aluden a esta situación como una anomalía, sosteniendo que esos congresales ejercían su mandato como
representantes de la Nación sin atentar contra el régimen de representación ni contra las instituciones. Respaldaban su situación con
argumentos que invocaban tanto criterios de territorialidad como su propia –y amplia- trayectoria pública. Sólo cuando Buenos Aires se
incorporó a la Confederación e impuso otros criterios, la presencia de los “alquilones” fue deslegitimada y denunciada.
Ya en el siglo XX los partidos políticos eran el espacio privilegiado desde los cuales se potenciaban las carreras políticas, como
resultado de algunos cambios nacidos en el corazón del “orden conservador” restrictivista cuyos dirigentes aceptaron transitar los
desafíos hacia la apertura del régimen político. En un contexto de profundas transformaciones, la inclusión de nuevos actores sociales y
políticos, la formación de partidos y, posteriormente, el establecimiento de nuevas reglas de competencia electoral hicieron necesaria la
construcción de consenso para disputar el gobierno a los adversarios. En un partido como el radicalismo, al que Yrigoyen representaba
como expresión de la Nación misma, una vez alcanzado el poder, las disputas se trasladaron del frente externo al interno. En ese marco
Ana Virginia Persello se pregunta qué daba cierta homogeneidad al minoritario antipersonalismo, y busca las respuestas en numerosas
trayectorias de líderes radicales opositores a Yrigoyen en varias provincias. El recorrido por las biografías de estos dirigentes le permiten
demostrar que no participaban de una identidad común, ni de un estilo impersonalista de conducción sino que sólo se identificaban
porque compartían la voluntad de luchar por el control del poder en sus territorios.
Otro momento de profundos cambios políticos en Argentina llegó de la mano del peronismo. Desde el punto de vista del
personal político, la principal novedad fue la incorporación de actores de extracción sindical a los elencos gubernamentales, a quienes se
otorgó un tercio de los puestos en las listas para cargos electivos de gobierno. El texto de Mercedes Prol muestra cómo la incorporación
de representantes de esa extracción al Parlamento entre 1946-1951 y 1951-1955, además de modificar la composición social de las
Cámaras, introdujo en la práctica nuevos criterios de representación. Si bien durante el primer período los diputados de origen sindical se
identificaron como representantes de la ciudadanía respetando principios propios del republicanismo liberal, a partir de 1952, una vez
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que en un contexto económico recesivo se discutían leyes que beneficiaban al empresariado, asumieron la defensa de los sindicatos y
los asalariados echando mano de criterios corporativos.
Los dos últimos artículos se hallan claramente inscriptos en la historia reciente. El de Paula Canelo analiza el perfil de los
senadores argentinos que comenzaron sus mandatos en 1973, 1983 y 1989. Avanza en las características, mutaciones y regularidades
de la profesión política. En su estudio de fuerte base empírica, prioriza una aproximación cuantitativa. Destaca los atributos y
características sociales y las trayectorias de los senadores argentinos, entre el inicio y el “final de carrera”. En cierta medida, dado que
es un trabajo inicial, relativiza la hipótesis que sostiene que los golpes de estado y las dictaduras sucesivas hayan atentado contra la
profesionalización de los políticos ya que demuestra cómo algunos miembros de los elencos de 1973 pudieron continuar su trayectoria
política durante la última dictadura o retomarla desde 1983.
Por su parte Sabina Frederic, desde una perspectiva etnográfica, instala su análisis en los años 90 e indaga a escala micro
cambios en el comportamiento y la autorrepresentación de actores políticos de Lomas de Zamora, una vez que se puso en práctica un
proyecto que introdujo la división del trabajo político y el trabajo social, hasta entonces confundidos en un mismo tipo de militancia.
Introduciendo la dimensión moral de la política, identifica la manera en que ese cambio afectó a las personas a quienes se reservaba el
rol de mediadores de la acción social pero veían limitadas sus posibilidades de hacer carrera política y las resistencias que opusieron.
Entre otras cuestiones, esto le permite observar la distancia que a partir de entonces se introdujo entre quienes quedaban a cargo de la
política, legitimados por los gobernantes, y los vecinos durante una década signada por el neoliberalismo.
En suma, el conjunto de los trabajos que integran este dossier pone de manifiesto que la investigación de una historia -pero
también de una sociología, una antropología y una ciencia política- que coloque el énfasis en el estudio de los actores que hicieron de la
política un espacio controlado por especialistas y profesionales tiene grandes potencialidades en Argentina. Los distintos enfoques
metodológicos y las temáticas aquí analizadas dan cuenta de ello.

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