Día 27 de diciembre de 2011 SA JUA , APÓSTOL Y EVA GELISTA
Transcripción
Día 27 de diciembre de 2011 SA JUA , APÓSTOL Y EVA GELISTA
Día 27 de diciembre de 2011 SA JUA, APÓSTOL Y EVAGELISTA 1 Jn 1,1-4 Jn 20,2-8 La fiesta del apóstol san Juan, el maestro contemplativo por excelencia. Según la tradición evangélica, el discípulo amado de una forma especial por Jesús. Las lecturas que la Iglesia pone bajo nuestra consideración son muy ricas y sugerentes y deben ser objetos de una meditación serena y reposada que puedan aportar a nuestra vida luz para nuestro quehacer diario. El alma contemplativa de san Juan se derrama a través de todos los sentidos. Es el discípulo amado porque sabe vislumbrar más allá de lo que perciben sus sentidos de la persona de Jesús, a la Palabra de Vida. Es una mirada que ve más allá de lo que tiene delante, es una mirada transparente que llega a las profundidades y pasa por encima de la superficie para llegar hasta la misma hondura. Su corazón contemplativo le lleva a descubrir en Jesús al autor de la Vida. Cuando hace este descubrimiento luminoso no puede ocultarlo y quiere hacerlo participe a todos anunciándolo, para que se sientan más unidos con él con el Padre y con el Hijo, para que los corazones se llenen de su misma rebosante alegría. Si nosotros tuviéramos esa mirada contemplativa lo veríamos todo desde una perspectiva distinta. No sólo sabríamos captar el inmenso amor y la inmensa ternura del corazón de Dios, sino que seríamos capaces de mirar al corazón de las personas viendo en ellas lo que Dios ve para amarlas tanto; veríamos los acontecimientos felices o desgraciados desde la óptica de Dios, y podríamos comprender que todas las cosas concurren para el bien de los que Dios ama. Con esa mirada contemplativa que parte del corazón, lleno del Espíritu de Dios, podríamos comprender el sentido último y feliz de la vida y de la muerte. El relato del evangelio nos presenta a las dos columnas de la Iglesia corriendo juntos hacia el sepulcro. La figura institucional de Pedro que va más despacio, viendo y sopesándolo todo, examinando cada detalle con sentido de la responsabilidad; y la figura de Juan que el amor pone alas en sus pies. Pero el detalle es sorprendente: los dos corren juntos. El amor siempre va por delante, el amor ve y cree inmediatamente, pero el amor es muy respetuoso, espera que llegue Pedro para entrar al sepulcro. La institución primero ve y examina todo, después da el paso a la fe. En la Iglesia están inseparablemente unidos el carisma, el amor y la institución, no se pueden separar. La institución, sin el amor, sería un témpano frío, insensible, que sería más una carga que una liberación salvadora; y el amor, sin la institución, sería algo sin freno, sin punto de referencia que le confiera unidad y credibilidad, sometido a los vaivenes de las propias subjetividades.