un chupón con sabor muy amargo

Transcripción

un chupón con sabor muy amargo
UN CHUPÓN CON SABOR MUY AMARGO
Principios de los 90. Una de las giras más locas de la inhumanidad. Una gran parte de los conciertos en tierras del sur,
principalmente Andalucía. Realizamos un concierto en una conocida población de la costa malagueña, en cuya plaza de toros
acude un montón de peña enloquecida y enfervorizada.
Cuando termina el concierto y tras el tiempo muerto para cambiarse, ducharse, beber y saciar el apetito sexual del grupo y
sus fans, hemos de subir de nuevo al autobús para viajar hasta Cádiz, en donde tocamos al día siguiente y en donde, por
motivos de ahorro, está el hotel en que dormimos esa madrugada.
Debido a lo breve del trayecto, suben en el autobús junto a nosotros unas cuantas lugareñas para continuar la fiesta en el
hotel. En el autobús ya se producen unas cuantas muestras de cariño.
Uno de los inhumanos implicados se besa apasionadamente en uno de los asientos con su chica, una apasionada mujer con
aficiones vampirescas que se obsesiona por el cuello de su compañero de viaje, succionando con sus carnosos labios la piel
curtida del artista. Evidentemente, éste se pone a 200, mucho más que la velocidad que imprime al vehículo su conductor.
- Por favor, o llegamos pronto o me da algo – espeta la cafetera Express en la que se ha convertido el inhumano.
Cuando finalmente se llega al hotel, salen en desbandada todos los viajeros del bus. Motivo: como sólo hay reservadas
habitaciones dobles para los inhumanos, cualquiera que necesite compartir su cuarto con otra persona tendrá que
apañárselas para tirar a su compañero de room, convencerle de que duerma en el suelo de otro cuarto o rogar al hotel que
saque una habitación de donde sea.
Por suerte, hay algunas libres. Así que nuestro inhumano deja a su chica en un sofá de recepción, mientras pide desesperado
y empalmado una llave. Cuando al fin la consigue, lo que tarda un buen rato por el número de habitaciones, el lío de llaves y
DNI y un conserje totalmente dormido y desbordado a esas horas, el chico regresa al sofá para recuperar a su chica y
rematar la faena. Pero la chica ha desaparecido.
Al principio piensa que habrá ido al baño, pero pronto descubre la triste realidad: mientras él conseguía la llave, otro
inhumano se percata de la situación emocional de la mujer y se la lleva a su cuarto. Nuestro inhumano duerme solo, en cama
de matrimonio, mientras otro se lo pasa en grande con la chica y deja a su compañero de cuarto roncando en la bañera.
Al día siguiente, la estampa del ínclito es dantesca: en el autobús, totalmente abatido y el cuello a rebosar de chupones,
mientras otro del grupo descansa satisfecho en el asiento de delante, con el regustillo de lo bien que se lo ha pasado esa
noche.

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