Los nuevos inquilinos del séptimo piso

Transcripción

Los nuevos inquilinos del séptimo piso
A cargo de TONI PRADAS
QUÍMICA
Los nuevos inquilinos
del séptimo piso
RT
Sincronicemos nuestras tablas periódicas: Cuatro elementos
superpesados podrán incorporarse a estas con los nombres
de nihonio, moscovio, tenesino y oganesón
D
ICEN por ahí las malas lenguas que Dmitri Ivánovich
Mendeléyev era un adicto al
trabajo y mientras laboraba como un
obseso, no paraba de gritar y gruñir. Obviamente, de tanto refunfuñar, cargó con el sambenito de
superpesado. Aun así, alguien se
atrevió a preguntarle –porque hay
gente valiente donde menos uno se
imagina– el porqué de sus malas
pulgas: “Es una manera de mantenerme sano y no contraer úlcera”,
respondió quien en 1869 –cuando el
mundo felizmente sabía apañárselas sin la cibernética– creara la Tabla Periódica, la infografía más famosa de la Vía Láctea.
De cualquier manera, los seguidores de Mendeléyev prefieren no poner a riesgo sus tejidos orgánicos y
apuestan por la paciencia. La necesitarán siempre. Por ejemplo, si se
quiere bautizar un nuevo elemento
descubierto, eso tarda su tiempo:
Ellos proponen un nombre, pero le
corresponde aprobarlo a la Unión In-
22
ternacional de Química Pura y Aplicada (Iupac, por sus siglas en inglés).
Eso es exactamente lo que está
pasando ahora. La Iupac recientemente abrió un plazo de alegaciones
hasta noviembre próximo para decidir la denominación oficial de los elementos de la Tabla Periódica 113, 115,
117 y 118 (catalogación dada en función de su número atómico, una magnitud que indica la cantidad de
protones que hay en su núcleo).
A punto de perderse otra Nochevieja en el laboratorio, la suerte manoseó a los científicos y así pudieron
anunciar en 2015, justo el 30 de diciembre, el descubrimiento de esos cuatro
advenedizos que desde entonces completan la séptima fila de la Tabla Periódica. Tras regresar de las fiestas,
propusieron llamarles nihonio (Nh),
moscovio (Mc), tenesino (Ts) y oganesón (Og), respectivamente.
La verdad es que en los últimos
años el sistema periódico ideado por
el ruso rezongón está teniendo más
movimientos que una lambada, gra-
cias al acierto en pillar nuevos elementos, entiéndase como tal el principio físico o químico que entra en la
composición de los cuerpos, erigiéndolos, como los mosaicos a las
mezquitas.
Al ser la base fundamental de la
química, un elemento es esencialmente una sustancia que solo contiene un tipo de átomo. Hacer nuevos
elementos significa crear un nuevo
tipo de átomo, a los que se les asigna
un número.
¿Guarda usted todavía los cuadernos de clases? Estos nos recordarán
que la tabla original de Mendeléyev
contaba con 63 elementos químicos:
hoy son 118. Pero de ellos solo 94 existen en la naturaleza. El resto ha sido
sintetizado de forma artificial y su vida
es de unos pocos milisegundos. Para
fabricarlos, los investigadores utilizan
sofisticados aceleradores de partículas que estrellan átomos para obtener
nuevos elementos con más protones.
De tal suerte, a partir de 2017 serán inservibles las tablas periódicas
que hoy tenemos, un sobresalto que
seguramente se repetirá. Ya nos sucedió en 2011, cuando por última vez
se incluyó en el mismo séptimo piso
de la famosa tabla, el último elemento hallado.
Mas no hay que ofuscarse como
Mendeléyev. Si algo denota su genialidad es precisamente prever la
posibilidad de insertar, sin que se
infarte la humanidad, los descubrimientos futuros.
Como cada elemento fue ordenado gracias a la casi mística tendencia
periódica de los números atómicos, su
configuración de electrones y sus propiedades químicas, cada cual tiene
una suite reservada en ese edificio
que es la tabla, pensada, eso sí, solo
para esas celebridades de la naturaleza, conocidas o por conocer.
Y, claro, en cualquier caso tiene que
registrarse en la carpeta del hotel. Eso
es lo que está indispensablemente haciendo la Iupac con los nuevos cuatro,
hasta que sean tan famosos como los
Beatles.
El santoral de la Química
Retomemos el asunto del registro:
Son varios los equipos de investigadores, decíamos, que han descubierto
8 de julio de 2016
EFE
Kosuke Morita lideró las investigaciones que permitieron el primer descubrimiento
de un elemento en Asia.
consistencia histórica y química, lo
que explica por qué hay tantos -iums
en la Tabla Periódica.
En esta existen elementos con
nombres que hacen alusión a países:
galio (Ga), escandio (Sc), germanio
(Ge), polonio (Po), niponio (Np), y
francio (Fr). También relativos a continentes: europio (Eu) y americio
(Am). Y por supuesto, hay hueco para
los cuerpos celestes: uranio (U),
neptunio (Np) y plutonio (Pu).
Dos de los científicos más importantes de la historia también han sido
homenajeados en la Tabla Periódica:
Einstein, con el einstenio (Es); y
Copérnico, con el copernicio (Cn).
Los padres de las criaturas
En concreto, nihonium, descubierto
en el Centro RIKEN Nishina, en Japón, hace referencia al nombre de esa
Asbarez.com
los nuevos elementos y han solicitado a
la Iupac que se denominen nihonium,
moscovium, tennessine y oganesson.
En español corresponderían a nihonio, moscovio, tenesino (o tenesina)
y oganesón, pero la Real Academia no
ha abierto la boca sobre los términos
definitivos. Sus correspondientes
abreviaturas de dos letras serían Nh,
Mc, Ts y Og.
Durante el plazo de espera otorgado –finaliza el 8 de noviembre– cualquier persona o colectivo puede presentar alegaciones y aunque parece
que no habrá bataholas, les conviene
a los químicos estar atentos a cualquier demanda.
(Vale recordar que con el despelleje
de la Guerra Fría, la rivalidad entre
Estados Unidos y la Unión Soviética
generó otras amargas disputas entre
finales de los años 1950 y comienzos de
los 70. Cada país reclamó para sí la paternidad de los elementos 102, 104, 105
y 106 y la Iupac tuvo que decidir sobre
estas querellas).
Por eso, hasta el segundo martes
de noviembre se aludirán como
ununtrium (Uut o elemento 113),
unumpentium (Uup, 115), ununseptium (Uus, 117) y ununoctium
(Uuo, 118).
Los términos presentados hacen
referencia a tres lugares geográficos y a un científico ruso. Siguiendo
la tradición, se pueden poner nombres relacionados con la mitología,
minerales y propiedades del elemento. O como ocurre en este caso,
términos toponímicos o referidos a
un sujeto. Los calificativos también
deben ser únicos y mantener una
El físico ruso Yuri Oganessian puede convertirse en la segunda persona a quien, en vida,
un elemento nuevo le rinda honor a su nombre.
Año 108/No. 14
nación en lengua nipona (“la tierra del
sol naciente”). Algunos ya le llaman
japonio, un capricho occidental. Y un
error. De manera que la tabla seguirá curiosamente adoleciendo de algún
elemento con la letra jota.
El nihonio es el primero que se
halla y bautiza desde Asia. El equipo
investigador, dirigido por el profesor
Kosuke Morita, confía en que el descubrimiento también sirva para recuperar la esperanza tras el desastre
nuclear de Fukushima.
El moscovium rendirá homenaje
a Moscú, donde se encuentra el Instituto para la Investigación Nuclear en
Dubna, Rusia. En tanto, tennessine
reconoce al estado de Tennessee, en
Estados Unidos (por cierto, este es el
segundo estado de ese país que puede tener un elemento bautizado en su
nombre; California fue el primero).
El moscovio y el tenesino son propuestas conjuntas de sus descubridores del Instituto para la Investigación
Nuclear en Dubna y del Laboratorio
Nacional Oak Ridge, la Universidad
Vanderbilt en Tennessee y el Laboratorio Nacional Lawrence Livermore en California (todos en Estados
Unidos).
El cuarto elemento, oganesson, no
hará culto a ninguna región sino a un
importante físico nuclear del instituto
en Dubna, el ruso-armenio Yuri
Oganessian, nacido en 1933, quien ha
tenido un papel primordial en la búsqueda de elementos nuevos, incluido el que
ahora aspira a llevar su apellido. Entre
sus muchos logros destacan el descubrimiento de elementos superpesados
y sus evidencias experimentales de la
denominada “isla de estabilidad”.
23
Amisch.deviantart.com
co más pesado de la tabla, después
del también recién incluido 118, de
escasos milisegundos con vida. Los
rusos y los californianos son responsables, además, del hallazgo del elemento 118.
“Estamos entusiasmados con estos nuevos elementos y agradecemos
a los científicos su minucioso trabajo,
así como la labor de la comisión de
comprobación”, afirmó Mark Cesa,
presidente de la Iupac.
“Una de las principales dificultades
en el establecimiento de estos es que
se desintegran en isótopos hasta ahora desconocidos de elementos algo
más ligeros, que también deben ser
inequívocamente identificados”, explica Paul J. Karol, miembro del comité que ha revisado los descubrimientos.
El genial profesor Dmitri Mendeléyev, apenas conocido por la creación de la Tabla
Periódica, estandarizó los elementos químicos y previó la incorporación de otros apenas
fueran descubiertos.
El arte de crear nuevos elementos se
hizo por primera vez en 1939, cuando
científicos de la Universidad de
California en Berkeley crearon el elemento 93, que ahora se llama neptunio.
Hoy, los cuatro elementos nuevos
también son sintéticos. Fueron descubiertos al golpear núcleos más ligeros
entre sí y rastrear la subsiguiente descomposición de los elementos radiactivos superpesados, llamados así por
su elevada masa atómica.
Esto sucede también con otros
superpesados que se encuentran al
final de la Tabla Periódica, ya que solo
existen por fracciones de segundo
antes de desintegrarse en otros elementos debido a la inestabilidad que
presentan, impropia en la “isla de la
estabilidad”.
“La comunidad científica está ansiosa de que su preciada tabla se complete hasta la séptima fila”, exhaló un
suspiro Jan Reedjik, presidente de la
división de química inorgánica de la
Iupac. Lo que está ocurriendo en estos meses lo llena de esperanzas.
En 2003 un equipo ruso-estadounidense ya había mencionado la posible
existencia del elemento 113. Sin embargo, no fue hasta 2012 cuando el
conjunto del científico Kosuke Morita,
de la Universidad de Kyushu, pudo
confirmar su existencia. Este nuevo
elemento es el resultado de la desintegración del 115.
24
Este último existe durante menos
de un segundo antes de desintegrarse
en átomos más ligeros. Según la
Iupac, el trabajo en colaboración de
científicos del instituto en Dubna y de
los laboratorios en California y
Tennessee, que comenzó en 2010 y
cuyos hallazgos fueron confirmados
en 2012 y 2013, cumple los criterios
necesarios para atribuirles el descubrimiento de este elemento.
También los cumple para el 117,
que es el segundo elemento sintéti-
Como quien oye campanas y no sabe
dónde, algunos medios dijeron que
estos elementos “completaban” la
Tabla Periódica. Pero estaban equivocados de alfa a omega: tan solo fue
la séptima fila.
Se pueden, sin duda, esperar nuevos
hallazgos de elementos desconocidos
por ahora, aunque demoren muchísimo
más que una siesta, debido a que cada
vez es más difícil producirlos.
Si se encontraran o se crearan los
elementos 119 y 120, desde luego se
abrirá una nueva fila, la octava, y en
Distrends.com
Superpesados, pero no como
Mendeléyev
¿Cuántos faltan por
descubrir?
Con los nuevos hallazgos se completa la séptima fila de la Tabla Periódica. El frenesí
de la ciencia pudiera obligar a comenzar una nueva y enigmática fila de elementos
químicos.
8 de julio de 2016
verdad nadie sabe cuánto más pudiera extenderse la tabla con las nuevas
apariciones.
Tanto en las cantinas como en las
cátedras, los químicos no se cansan
de formularse la pregunta más enigmática que brota de los escaques de
la tabla mendeleiana: ¿Hay límites?
Algunos sospechan, y hasta afirman en foros, que no. Otros creen
que llegará un momento en el que
no podrán hacerse átomos más pesados: si son tan enormes podrían
ser completamente inestables, desintegrándose en un cataclismo de
radioactividad.
En cualquier caso –acuñan–, si se
logran fabricar elementos cada vez
más pesados, estos se comportarán
de manera muy peculiar.
Podríamos pensar que el número
posible de elementos químicos es infinito, al menos en teoría. El problema es que cuantas más partículas tiene un núcleo atómico, más inestable
se vuelve y menos tiempo dura antes de desintegrarse. Además, sería
imposible añadir infinitos protones a
un átomo, pues al final existirían elementos químicos que serían tan
grandes como planetas.
¿Servirá para algo tanto esfuerzo?
La vida de estos nuevos elementos
artificiales es incompatible con cualquier tipo de aplicación, pero esto no
quiere decir que no puedan descubrirse elementos más duraderos.
Las islas de estabilidad son zonas de
la Tabla Periódica alrededor de las
cuales los elementos tienen una vida
de minutos, o incluso días. En torno
al 120 existe una, por lo que el elemento 120 podría ser más útil que los
recién descubiertos.
¿Cuántos elementos podrían existir? El físico y premio Nobel Richard
Feynman predijo que la tabla se cerraría con el elemento 137, aunque
investigaciones más recientes reducen la cifra a 126.
Este elemento, el 126, se intentó
sintetizar una única vez sin éxito. Fue
en 1971, en la Organización Europea
para la Investigación Nuclear, mejor
conocida por sus siglas fundacionales
CERN (en francés), cuya sede se ubica en la ciudad suiza de Meyrin, en las
proximidades de Ginebra, en la frontera entre Francia y Suiza.
¿Será el huidizo unbihexium, como
se le ha nombrado, el último y definitivo elemento químico en añadirse a
la tabla original?
Año 108/No. 14
Resuelto el enigma de los polígonos de Plutón
En la vasta cuenca Sputnik Planum
de Plutón han aparecido a lo largo de
decenas de kilómetros unas misteriosas e irregulares figuras poligonales.
Ahora, en dos artículos publicados en
Nature se revela que en el interior de
la gruesa capa de nitrógeno sólido
que cubre el planeta enano se producen procesos de convección que están detrás de estas formaciones
geométricas.
Este mecanismo de propagación
del calor (provocado por diferencias
de densidad entre los materiales) origina una contracción del terreno en la superficie, dejando las distintivas figuras poligonales. Tienen entre 10 y 40 kilómetros de diámetro, y muchas de
ellas presentan los lados elevados.
“Estas investigaciones demuestran que la Sputnik Planum es una de las
superficies más jóvenes del sistema solar”, aseguran Andrew J. Dombard y
Sean O’Hara al revisar los trabajos publicados. “Es un planeta enano y helado, pero geológicamente dinámico”.
Para resolver el misterio sobre estas formaciones, un equipo liderado
por el profesor del Centro de Ciencias del Espacio de Washington, William
McKinnon, usó las mediciones que hizo la nave espacial New Horizons para
mostrar que las capas de hielo, de más de un kilómetro de espesor, presentaban flujos de calor en su interior. Estos autores consideran que las
convecciones podrían explicar la gran anchura lateral de los polígonos.
¿Y si un robot sintiera dolor?
Algunos robots son capaces de entender las emociones humanas,
como el caso de Pepper, pero carecen de la capacidad de sentir alegría,
tristeza, miedo… Sin embargo, un
grupo de científicos de la Universidad de Leibniz (Alemania) ha desarrollado un sistema que busca que
las máquinas puedan saber lo que
es el dolor.
Los expertos crearon una especie
de sistema nervioso artificial basado en datos recolectados sobre el
dolor humano. De esta forma, pueden generar que el robot interprete
esta sensación y determinar la cantidad de dolencia que siente.
Para probarlo, instalaron este sistema en la punta de un dedo de un
brazo robótico BioTac. Al generar un estímulo de dolor, el brazo detectaba
la molestia y se retraía lentamente. Al subir la intensidad, la máquina aumentaba la velocidad en la que se movía para evitar el estímulo. Pero al
sentir un nivel elevado de dolor, el robot entró en modo de reposo.
Los expertos del proyecto, los profesores Johannes Kuehn y Sami
Haddadin, buscan demostrar que integrar la capacidad de sentir dolor en
los robots los haría más eficientes y prudentes.
ILUSTRACIONES: ROBERTO FIGUEREDO
25

Documentos relacionados