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cuento Fragmentos Jaekun Lee U n solo ruido fuerte, gente que grita y un animal metálico que aúlla anunciando su llegada. Aspiro de mi cigarrillo mientras camino hacia la esquina para ver qué está pasando. Dos autos, gente gritando, un policía impartiendo ordenes y un líquido oscuro que serpentea por la calle. Exhalo, el humo me entra al ojo y parpadeo. ¿Quién era ella? Mi madre, mi madre que me sostenía entre sus brazos y me abrigaba con el calor de su pecho. Había un autobús y un auto, uno encima del otro como bestias metálicas que frenéticamente se están deseando uno al otro. Me froto los ojos y apago el cigarrillo, el humo está haciendo que me ardan. Llegan más animales metálicos aullando de un lado al otro y el barullo de la gente incrementa. Estoy intentando recordar el resto de esa escena del pasado. ¿Qué pasó? En ese entonces sólo tenía cinco años y no entendía qué había pasado pero, ahora que lo pienso bien, hubo un accidente. Oía voces y sollozos, mi madre me sostenía de una manera para que no pudiera ver en la dirección del autobús. Niño, niño curioso que todavía no entendía qué era la tristeza, qué era la muerte. Prendo otro cigarrillo, no puedo cruzar la calle debido al accidente y no tengo nada mejor que hacer que fumar y esperar. Inhalo, exhalo y miro cómo el humo asciende hacia el cielo. Había humo, el chofer del autobús en el que la familia viajábamos no había apagado el motor para que los que tuvieran frío pudieran subirse de vuelta. El humo del caño del escape también escalaba hacia el cielo. 12 Algo falta, algo falta, ¿por qué recuerdo tanto sobre este accidente en particular? La ambulancia se lleva al herido, los bomberos y la policía se encargan de limpiar a los que quedan, o lo que queda de ellos. Con mi mano me cubro los ojos e intento recordar qué es lo que falta. Can-can, detrás de mis parpados hay una mujer bailando al can-can, bailando al ritmo del llanto de un bebé, levantando su hermoso fémur desnudo y blando, una y otra vez, una y otra vez y, cuando el llanto llega a su cúspide, se unen dos hombres al baile, los dos vestidos completamente de negro, de pies a cabeza. Uno con el brazo desnudo y chorreando un líquido que serpentea de un lado a otro y el otro con la blancura de la órbita balanceándose de un fino hilo tensado. Abro los ojos y termino mi cigarrillo, la calle ya está parcialmente limpia y los peatones podemos cruzar. Todavía siento que me falta recordar algo pero no estoy seguro qué es. Cruzo la calle mientras medito sobre esa imagen.