EL TIEMPO El despertador sonó como cada día. Siempre era igual

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EL TIEMPO El despertador sonó como cada día. Siempre era igual
EL TIEMPO El despertador sonó como cada día. Siempre era igual, sonaba el despertador, ella se separaba del cuerpo de él, alargaba la mano y lo apagaba, volviendo a la anterior posición. Sobre todo en invierno, el cuerpo de su marido le daba calor y seguridad. Después todo se desarrollaba igual cada día: ella se levantaba, se cubría con la bata, realizaba dos nudos al cinturón de la bata, se calzaba las zapatillas, no encendía la luz para no despertar a su marido, que se quedaba un rato más en la cama, mientras ella se aseaba en el baño. La imagen que el espejo del baño le devolvía era: pelo castaño, rizado y revuelto, con unas pequeñas canas en las patillas, ojos soñolientos, cejas depiladas, boca pequeña, rostro delgado y pálido. Lavarse la cara, ponerse crema en el rostro, peinarse, ir a la cocina, preparar el desayuno, consistente en un té con leche y tostada con mermelada. La claridad del día tardaba en encuadrase en la ventana de la cocina, así que había que encender la luz. Masticaba rápido y bebía el té caliente. Después se vestía, espabilaba a su hija, que dormía placidamente, y se despedía con un beso de su marido, un beso en la frente o en los labios. Los ojos del hombre se entreabrían y ella le decía que volviera a dormir, que todavía era temprano. El día pasaba rápido o lento, a veces, normalmente rápido, y de nuevo se veía apagando el despertador y acurrucándose unos minutos más al lado de 1 su marido, cuyo cuerpo le daba calor y seguridad, sobre todo en invierno, pero hoy es primavera y le da excesivo calor, por eso se separa de él después de apagar el despertador. Colocarse la bata, las zapatillas, mirlarse al espejo, lavarse la cara, crema en la cara, peinarse, desayunar, vestirse. Su hija está despierta. Su marido duerme. Ella le besa en los labios y le deja la radio encendida para que se vaya espabilando. El día pasa rápido y otros muchos más. Hasta que un día el despertador no suena porque se ha quedado sin pilas, y ella duerme como nunca ha dormido, y al final despierta, pero en un sueño donde está despierta y con su rutina de siempre: apagar un despertador que no para de sonar, aunque ella lo apague una y otra vez, se acurruca junto al cuerpo caliente de su marido, que se mueve, se despega y luego la abraza, para a continuación volver a separarse de ella. Por fin, ella se decide a tirar el despertador contra la pared y éste deja de sonar. Ella se levanta. Hace calor, porque es verano y mediodía. Ha dormido demasiado para desayunar. Y tampoco le apetece lavarse la cara, peinarse o ponerse crema en la cara, así que se queda en pijama y busca a su hija, que no está en la cama, ni tampoco en la casa. Su marido le dice que se ha ido ya al colegio, que cuando sonó el despertador, la niña lo oyó, se levantó, se peinó, se lavó, tomó su desayuno, se vistió y se fue al colegio. 2 Ella replica que no es posible que una niña de dos años haga todo eso sola. Él se ríe y le contesta que la niña ya tiene doce años. Ella vuelve entonces a la cama y abraza a su marido, que no es su marido, es un hombre que ella se ha imaginado que es su marido, pero en nada se parece. Ella y él se abrazan, se besan y se aman hasta que de nuevo como todos los días el despertador suena. Ella alarga el brazo para apagarlo y se da prisa por guardar ese brazo debajo de la manta porque hace mucho frío. Este año el invierno ha llegado muy pronto. El cuerpo de su marido le da calor y seguridad, y a ella le gusta estar un rato junto a él. Al rato se levanta y se coloca la bata y hace dos nudos con el cinturón de la bata. Se pone las zapatillas y va al baño, se mira al espejo, ve arrugas y pelo blanco… 3 

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