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Descarga Nuestro Libro
El primer amor de Valentina y Matias
Una historia, dos finales
Escrita por una joven de 16 años y 8 bloggers
Descubre las historias de otros como tú en http://www.miprimeramor.es
Sobre este libro
Mi Primer Amor TV llega a España creando la primera historia de amor
colaborativa entre blogueros. Mi Primer Amor TV es el primer formato “Web
Nativo” de la historia de la televisión. Es un proyecto basado en web, en el que
jóvenes de entre 14 y 24 años cuentan directamente, en primera persona, la
historia de su primer amor.
El proyecto se estrenó en las redes sociales españolas con una acción
colaborativa entre blogueros para escribir la mayor historia de amor empleando
la técnica del cadáver exquisito. El primer capítulo fue escrito por una joven de 16
años que decidió compartir en la red su historia de amor. Este primer capítulo fue
lanzando la semana de San Valentín y luego cada bloguera siguió escribiendo
hasta llegar al final donde hay dos versiones.
Todos los capítulos se fueron publicando en las redes sociales (Facebook, Twitter y
Tuenti) del proyecto y en los blogs de las escritoras. A pesar del poco tiempo que
lleva Mi Primer Amor TV en España, el proyecto ya ha cosechado un notable éxito
en redes sociales entre los jóvenes, que comienzan a engancharse a las historias
de amor de la serie y a seguir con fidelidad la evolución de la marca.
Muchas gracias a Rosellina Castagna, Marta Fernández, Vilma Núñez, Clara Ávila,
Belén León, Maria Bernal, Cristina Díaz, Lorena Barrios, Miriam Suárez, Laura Tuero y
Clara Soler por haber colaborado en este libro.
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Dedicadotoria
Para aquellos que habéis tenido la suerte de disfrutar de un primer amor.
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Primer Capítulo
Escrito por Rosellina Castagna (16 años)
Este primer capítulo está basado en una historial real de la escritora.
Todo iba de mal en peor en el instituto, me empezaba a ir mal en los exámenes y
los profesores no paraban de llamarme la atención. En lo único que pensaba era
en llegar a casa y echarme a dormir por lo menos unas cuatro horas, y olvidarme
así de todo por un rato. Y así lo hice: tan pronto como llegué a casa, comí y me
dormí una buena siesta. Tras unas cuantas horas, me levanté un tanto aturdida,
pero decidí entretenerme un rato con mi ordenador. Me conecté al Tuenti,
estaba revisando mis comentarios, las fotos de mis amigas… y ahí fue cuando lo
vi. Tenía una solicitud de amistad de un tal Matías Lautaro, cuyo perfil me dejaba
ver todas sus fotos… ¡bendita falta de privacidad por su parte! No lo podía negar,
ese tal Matías era guapísimo, así que decidí aceptarlo como amigo. Pasaron tres
días, y él, a lo único que se dedicaba era a darle a “Me gusta” a mis fotos, pero
aún así no me hablaba por el chat. Al tercer día, decidí tomar la iniciativa y
hablarle por mensaje privado, y le pregunté: “Hola, ¿qué tal? ¿Me conoces?” Por
alguna razón, estaba nerviosísima. Supongo que era porque, aparte de que esa
línea que le escribí es uno de los clichés más grandes, el chico no me contestaba.
Pero finalmente, apenas tres minutos después, respondió.
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Pasó una semana, durante la cual nos pasamos el día hablando por los mensajes
privados del Tuenti, y era simplemente increíble. No se que tipo de hechizo o vudú
extraño había entre nosotros, pero la química y confianza que teníamos para
hablar de todo era extraordinaria. A él le encantaba hacerme reír, y tenía unas
sugerencias y comentarios de lo más locos, que incluso había veces que me
hacían preguntarme “¿Está loco o qué?”, aunque siempre muerta de la risa.
Entonces, una noche tenía que dejar el ordenador temprano y no podía seguir
hablando con él, y me preguntó “¿tienes Whatsapp?” a lo que yo le contesté
“Claro.”
Nos pasamos la noche en vela hablando de todo y de nada, fue increíble. Desde
entonces, al despertar, siempre encontraba un mensaje de él deseándome unos
buenos días princesa. Hasta que una mañana no lo encontré. No sabia qué
pensar, o qué hacer, decidí esperar, pero cuando ya había pasado medio día
aún no había sabido nada de él, así que le escribí y le pregunté qué le pasaba. Al
llegar la noche, aún no había contestado, pero de repente vi una llamada
entrante suya, y lo cogí. Me dijo “Hola Valentina, perdona, mi madre me había
quitado el móvil y me lo acaba de devolver.”
En primer lugar, me sentí aliviada, porque sabía que no había sido su culpa, y en
segundo lugar me derretí totalmente cuando le escuché decir mi nombre: su voz
era tan dulce, y a la vez tan sensual… exactamente como me la había
imaginado.
Faltaban dos semanas exactamente para irme todo el verano a visitar a mi
hermana Verónica. Matías y yo no nos habíamos conocido en persona aún, así
que él, al enterarse de las noticias de mis vacaciones, me invitó a salir y yo,
obviamente, le dije que sí. Quedamos en que me pasaría a buscar y luego iríamos
al Vips, a merendar algo juntos. Cuando lo vi, sentí un zoológico completo en mi
estómago, estaba súper nerviosa y no tenía ni idea de cómo actuar. Llevaba
puesta una camisa de rayas, unos vaqueros, y un peinado que le favorecía de
una manera increíble. Al subir al coche, me miró por unos segundos con una de
esas miradas que hacen a cualquier chica volar… y yo no fui la excepción. Me
susurró con sus labios lindos que estaba preciosa. Pasamos una noche increíble, él
me invitó a todo y luego me llevó a casa. Llegamos, y hasta se bajó a abrirme la
puerta del coche, y no pude evitar decirle: “Guau, verdaderamente me tratas
como una princesa, ¿no?” Como respuesta, me mató con esa sonrisa suya, única
y resplandeciente.
Antes de entrar en casa, me miró a los ojos, y mientras me acariciaba
dulcemente las mejillas con una mano, y con la otra jugaba graciosamente con
mi pelo, se inclinó y me besó.
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No podía creer que un beso pudiera ser tan mágico y único como lo fue aquel
beso, tanto que todavía me pellizcaba para ver si no había sido solamente un
sueño.
Estuvimos viéndonos durante toda la semana antes de mi viaje, y pasamos
momentos increíbles juntos, como ver una película, ir a cenar, sentarnos hablar de
la vida, etc… Finalmente, llegó mi esperado gran viaje, que por un lado me
emocionaba porque quería ver a Verónica, pero por otro también me entristecía
porque sabía que Matías se iba a olvidar de mi tan pronto como me montara en
ese avión y fuera hacia el otro lado del mundo. Con él sentía emociones que ni
sabían que existían, era la primera vez que un chico lograba poner a palpitar mi
corazón a mil y me había hecho sentir como una verdadera princesa.
Tras ocho horas de viaje, llegué a mi destino, y ahí estaba mi hermana
esperándome junto a Diego, su apuesta pareja. Todo era perfecto, la
hospitalidad que Vero y Diego me daban era increíble, pero no podía sacarme
de la cabeza a Matías. Al día siguiente de llegar me conecté al Tuenti y tenía
cientos de mensajes de mis amigos y amigas, pero tenía un mensaje en mi tablón
de Matías, en el cual me preguntaba qué tal estaba y si había llegado bien. Al
verlo, mi corazón volvió a palpitar a mil revoluciones, y pensé que estaba
teniendo un ataque al corazón. Inmediatamente le respondí, y desde ese día nos
pasamos todo el verano hablando por el Whatsapp, Tuenti, y hasta incluso en
ocasiones hacíamos una “Cita Skype”, para vernos y todo.
El verano pasó demasiado rápido y terminó, y disfruté de unos días maravillosos
junto a mi hermana y a Diego. El último día, a eso del mediodía, fuimos al
aeropuerto, y allí me despedí de los dos con un gran beso y un fuerte abrazo.
Mientras hacía la facturación de maletas, pasaba el control de pasajeros, y hasta
que llegué a mi avión, sólo podía pensar en cuánto extrañaba a Matías, y en
cuánto deseaba comerme una carnecita bistec hecha por mi guapísima abuela.
Estaba deseando llegar, quería ver a toda mi familia y amigos.
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Lo cierto es que no sabía qué esperar a mi llegada respecto a mi relación con
Matías, pero decidí no torturarme con ese tema, y simplemente dejar que pasase
lo que tuviera que pasar.
Pasaron las horas, que parecieron eternas en ese avión, y al final llegué, y ahí
estaba lo que más deseaba ver en el mundo: mis chocolates preferidos. Mi madre
y mi prima me estaban esperando afuera, y al verlas les di un abrazo enorme, y
claro, le pedí a mi madre que me comprara mis chocolates porque no me iba a ir
sin ellos. En el camino a casa fuimos hablando en el coche de todo: de mis
vacaciones, de cómo estaba Vero… lo normal. Pero yo no podía evitar estar un
poco distraída porque pensaba en Matías. Y ahí me recordé a mí misma que no
debía pensar en ello, y que tenía que dejar que el destino hiciera su trabajo, a
pesar que en el fondo lo que más quería era que las cosas entre Matías y yo
fueran mejorando, porque, honestamente, nunca había sentido un amor tan
grande por alguien, como el que sentía yo por el.
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Segundo Capítulo
Escrito por la bloguera Clara Ávila (http://www.claraavilac.com)
Me di cuenta. Lo difícil no era haberle conocido por casualidad, lo complicado
no era haber mantenido conversaciones, ni habernos intentado conocer de
manera digital, el fallo no era haberme ido de vacaciones y reencontrarle ahora:
Lo que relamen me daba miedo era volver a verle.
No saber qué pensaba, no saber qué iba a pensar, no saber qué le había
pasado, no saber qué podría pasar. Pero sabía que era algo a lo que me tenía
que enfrentar, sabía que tener miedo no me iba a dar felicidad, que no
atreverme a verle era estúpido.
Llegue a casa, el trayecto desde el aeropuerto no era tanto, pero sólo pensar en
qué iba hacer, en cómo le iba a escribir… os aseguro que se me hizo eterno.
En mi cabeza… os podéis imaginar, redacté millones de posibles correos,
estrategias del tipo “primero le mando un Whatsapp”. Hablé de esto con todo el
mundo: ¿cómo debía volver a escribirle ahora que estaba aquí?.
Es más, llegué al punto histérico de pensar en qué me iba a poner, dónde íbamos
a quedar y planificar mentalmente todo lo que iba a pasar. Mi cabeza se disparó
a mil pensamientos por segundo. Tanto fue así que hubo un momento en el que
me imaginé casi empujando el carrito del bebé de nuestro futuro hijo.
Sí, lo sé, fui muy rápido. Pero sabía que esos pensamientos eran míos, que él no
sabría nada de esto. Con el tiempo aprendí que en el fondo sí que se me notaba,
que era mejor vivir el día a día y no proyectar en tu futuro lo que “quería”, era
más efectivo crear mi futuro con lo que quería en cada momento. Pero para
entender eso tuvieron que pasar muchos años.
Definitivamente la combinación ganadora fue mandarle un mensaje privado y
escribirle una hora después por Whatsapp (todo tiene una lógica, realmente
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quería darle tiempo para que leyera el privado pero le mandaba un Whatsapp
para asegurarme que lo había leído). Cuando digo en alto esa “lógica” que
había trazado me siento un poco loca, pero nada que no pueda
justificar con un “estoy enamorada”.
No fue tan difícil, él respondió y quedamos esa misma tarde. Yo
estaba nerviosa, alegre y sentía demasiadas emociones que
creo que aun nadie ha sabido verbalizar. Cuando llegamos él
estaba ahí. Fui avanzando hacia él, poco a poco. Conforme me
acercaba me di cuenta que algo no iba bien. Él estaba muy serio.
Me dio un abrazo y mientras me apretaba fuertemente contra su
cuerpo me dijo “tenemos que hablar”. Yo me sentí pequeña,
débil, con miedo. En una milésima de segundo me vinieron a
la cabeza todas las escenas que había construído en mi
mente, todo lo que se suponía que él y yo íbamos a vivir. Quizá ahí
me di cuenta de lo imprevisible que es todo en esta vida.
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tercer capítulo
Escrito por Belén León (http://www.belenleon.com)
Fueron los minutos más largos de mi vida, y el pánico se apoderó de mí. Por un
momento me derrumbé por dentro, el pánico hizo que se me acelerase el
corazón y buscaba alguna explicación a sus palabras. Su abrazó lo sentí cercano,
tierno, lleno de amor, pero sus palabras sonaron frías, distantes, como si quisieran
poner un espacio, un espacio infinito entre ambos.
Me armé de valor, lo miré como si el miedo, no fuese mi principal preocupación,
me hice la fuerte y despreocupada dije: “Vale, me parece bien, tenemos muchas
cosas que contarnos. ¿Te apetece que tomemos algo mientras charlamos?” Y
así, como si no diese importancia a sus palabras, retomé la situación. No me
quedaba otra, necesitaba estar sentada, no sabía el transcurso que tomaría esa
conversación y mucho menos si podría seguir manteniéndome de pie, frente a él,
después de sus palabras. Debía ser fuerte, al fin y al cabo, todo había pasado
muy deprisa, ¿Quizás querría ir despacio? O ¿Quizás se terminaba toda esta
burbuja de amor? No podía ni pensarlo, esquivé a mi cabeza, lo miré esperando
su respuesta.
Sentados, uno frente al otro, yo jugueteaba con un trozo de papel, mientras
cruzaba miradas mezcladas con los nervios, el miedo o la intriga. Él, con ese brillo
en la mirada que contrastaba con su seriedad al mirarme, comenzó: “Quería
hablar contigo sobre todo esto que ha pasado…” Yo pensaba “Dilo ya, me tiembla todo, ¿Qué pasa?… Cuando de repente oí mi
nombre a lo lejos: “¡¡Valentina!!”
Giré mi cabeza y allí estaba ella. Era Dulce, mi amiga de infancia, y que sin saber
muy bien el motivo, habíamos perdido el contacto, quizás los años o su cambio
de ciudad, por motivos de trabajo de su papá. Aquello era lo de menos, mi
semblante cambió del miedo a la alegría, y por unos instantes, lo principal, la
conversación con Matías, quedó a un segundo plano. Sonreí, me acerqué a ella,
nos abrazamos y charlamos. A un par de mesas de nosotros estaba ella, siempre
con su libreta y uno de sus batidos.
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La conversación, la emoción y las ganas de saber de ella, hicieron que Dulce nos
acompañara a nuestra mesa, le presenté a Matías, que recuperó su sonrisa,
simpatía y alegría. Un par de horas más tarde, lo que comenzó siendo una cita
desconcertante y abrumadora había pasado a ser un reencuentro de risas y
anécdotas que hicieron destentar el ambiente con el que todo empezó. Pese a
mi alegría, no podía evitarlo, la conversación seguía ahí en el aire, y mi cabeza no
dejaba de tener esa incertidumbre en la cabeza. ¿Qué pasaba entre Matías y
yo? ¿Qué querría decirme?… No lo sé, pero una vez más la vida, y todo lo que en
ella suceden volvieron de nuevo a traerme a la cabeza ese pensamiento “La vida
puede ser imprevisible” Y así con el corazón dividió entre la incertidumbre de las
palabras de Matías y la alegría de ver a Dulce, el día se terminó.
“Plas, plas” Era el sonido de mi Whatsapp el que me despertó la mañana
siguiente. Estaba aún medio dormida, aquella noche apenas concilié el sueño. Lo
cogí, miré la notificación. Era Matías.
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cuarto capítulo
Escrito por María Bernal (http://www.mariabernal.es)
En ese momento el corazón no me podía ir más rápido, pensaba que se me
saldría del pecho; creo que nunca me había pasado algo así con alguien a quien
conocía de tan poco tiempo. Me tranquilicé y dejé que pasara un poco el
tiempo antes de contestar. No sabía qué quería y aún estaba dándole vueltas a
la conversación que no habíamos podido tener ayer.
Después de un rato me armé de valor y, decidida, contesté como si no me
acordara de que ayer habíamos dejado cosas pendientes por decirnos, y que
me moría de ganas de saber qué pasaba por su cabeza.
Él me preguntó qué tal estaba y yo me hice la dura. No sabía si actuaba bien, así
que decidí que necesitaba contárselo a alguien. Me vino a la cabeza Dulce, era
la única que conocía a Matías y había sido todo un encanto con ella (algo que a
la vez me preocupaba).
Le conté toda la historia desde que nos conocimos; que había
pasado las vacaciones fuera y habíamos estado separados; el
famoso día de la conversación pendiente… Estaba a punto de
salir humo de mis dedos en cualquier momento de lo rápido que
iba escribiendo contándole toda la historia procurando no
dejarme ningún detalle. Tenía todas las esperanzas puestas en los
consejos de Dulce.
Cuando terminé la historia ella tardó mucho en contestar, en
decirme qué debía hacer y con un cortante “Tienes que hablar con
él”, terminó nuestra conversación.
Aquella tarde Matías y yo volvimos a quedar, nadie sabía dónde y a qué hora y
mucho menos lo nerviosa que estaba por esa conversación pendiente.
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Pero tenía que ser fuerte, él no se podía dar cuenta, así que saqué todo mi valor y
mi madurez e intenté convencerme de que cualquier cosa era peor a lo que
Matías me quería decir.
Y allí estaba yo, con lo mejor que tenía en mi armario y
perfectamente maquillada, prometiéndome a mí misma que no
iba a llorar aunque Matías me dijera eso que yo había
denominado como “el peor momento de mi vida” (Un poco
dramático, pero Matías es mi primer amor).
Cuando llegó yo estaba sentada en un mesa, algo distraída con
todo lo que me estaba pasando en la cabeza, intentado no
pensar en lo que podía salir de esos labios. Se acercó y me dio un
beso en la mejillas, mi ojos empezaron a encharcarse, respiré hondo
y me tranquilicé… Decidí distraerme fijándome en Matías, su ropa, su
peinado… ¿Y si era la última vez que lo veía? Quería recordarle…
Llegó sonriente, algo que me sorprendió bastante. No paraba de hablar
pero no sacaba nuestra conversación pendiente en ningún momento. Sólo
hablábamos de Dulce y de lo bien que le caía. Y a mí ya no me quedaban uñas
para morderme, así que no pude más y le pregunté. Matías “Ayer querías hablar
de algo… ¿Es importante? Es curiosidad” –Dije- Él por un momento se quedó
blanco como si hubiera visto un fantasma, miré a mi alrededor pero no vi a nadie
conocido. Le miré a los ojos… Él comenzó a hablar: “Valentina, te quiero mucho y
me gustas mucho pero…”.
Oí cómo mi nombre retumbaba por el local, ese local en el que el ruido se había
ensordecido, y yo solo podía escuchar lo que salía de los labios de Matías…
¿Dulce?- Dijo Matías- Y allí estaba ella de nuevo….
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quinto capítulo
Escrito por Cristina Díaz (http://cristinadiazgallego.tumblr.com)
Dulce se acercó a nosotros. Mi cabeza daba vueltas. Las palabras de Matías
retumbaban dentro de mi: “Te quiero, PERO”. Cualquier pero detrás de una frase
por muy perfecta que sea, la anula, la cambia, la transforma, la destruye…
Quería levantarme de mi asiento, quería salir corriendo, huir, gritar…pero me
sentía mareada y además Dulce ya estaba en nuestra mesa. Ella desprendía un
magnetismo especial. En el instituto era alguien con quien todos querían estar
siempre. Muchas veces le miraba embobada. Llegué a pensar que estaba
enamorada de ella. Matías también le miraba embobado. No me gustaba esa
sensación.
La verdad, no entendía nada y cada vez me sentía más nerviosa y más
incómoda y con un nudo en la garganta tan grande que me impedía respirar.
- Me voy al baño, les dije sin casi aliento.
Según caminaba hacia los aseos empecé a llorar. Mi maquillaje perfecto para
deslumbrar a Matías se convirtió en un desastre pero tenía que saber qué ocurría,
qué quería decirme, así que intenté recomponerme y salir de mi escondite.
Al abrir la puerta del baño vi a Matías y a Dulce abrazados fuertemente. Me
temblaron las piernas, la cafetería parecía dar vueltas. Matías al verme, soltó a
Dulce y vino hacia mí.
- ¿Te encuentras bien? me preguntó.
Me cogió de la mano…su mano…adoro pasear cogida de su mano.
Ya en la mesa me senté y Dulce me miraba con un gesto que no sabría describir
pero sentí que me ocultaba algo. Se levantó y me susurró al oído: habla con
Matías. Me besó en la mejilla y salió por la puerta.
Me agarré a mi taza como intentando controlar la situación. Matías me miraba.
Matías tenía lágrimas en los ojos.
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- ¿Qué ocurre? le pregunté gimoteando.
- Valentina, no sé si es buen momento para continuar esta conversación.
- No por favor, acabemos con esto. Necesito que hablemos.
Sólo podía pensar que si me iba a mi casa sin saber qué me tenía que decir me
moriría. Lo pensaba realmente. Le amaba con todo mi corazón y esa duda me
estaba desgarrando por dentro. Nunca pensé que el primer amor pudiera doler
tanto y que, a pesar de ello, me sintiera como si la droga más potente corriera
por mis venas sin poder controlarlo.
- Valentina, tengo miedo, comenzó a decirme. He tomado una decisión que no
sé qué consecuencias puede tener.
Yo no sabía ni cómo ponerme en la silla. El mundo se iba ralentizando y me
pesaba el cuerpo.
- Estoy preparada, le dije fingiendo cierta madurez.
- A mi madre le ha surgido una oportunidad de trabajar fuera de España. Puedo
quedarme aquí, en casa de mis abuelos, pero me ha pedido que le acompañe.
Ya sabes cómo es mi madre con su niño y cree que además puede ser una
buena oportunidad para mí, para aprender otro idioma y vivir otras experiencias.
Sí, el mundo se paró completamente. De hecho creo que se derrumbó a mi
alrededor. No era capaz de hablar. No me salían las palabras. Matías se iba a ir.
Eso era el fin. ¿Cómo podríamos mantener nuestro amor a distancia? ¿Cómo se
hacía eso? No, no estaba preparada para algo así. No, no era lo que mi cabecita
había imaginado. Odié a su madre profundamente por apartarme de mi amor.
Matías estaba temblando. Yo estaba temblando. Se acercó y me besó. Me besó
como creo que nunca podré olvidar. Como si jamás antes me hubiera besado.
Con rabia, con dulzura, con tantas ganas como si nadie nos viera, como
queriendo retrasar el momento de volver a mirarnos, como si jamás fuéramos a
despegarnos, como queriendo prolongar nuestro amor de una forma infinita.
Entonces me miró. Su mirada me atravesó. Respiró hondo y me dijo: nos vamos a
París.
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De mi cabeza salían corazones…¡A París! Oh Dios mío.
¿No podían haber elegido otra ciudad? Era mi ciudad
favorita. Siempre había querido ir. Y de repente me
imaginé allí, con él, paseando. Mi cabeza sacaba fotos
en Montmartre, recorriendo el Sena de noche en los
Bateau-mouches, la Torre Eiffel iluminada, sentarnos a
tomar un helado en cualquier cafetería, perdernos en el
metro compartiendo cascos…¿Qué hago? pensé
cuando volví a la realidad.
Me levanté y fui a la barra. Pedí un vaso de agua. Casi
no podía tragar.
Volví a la mesa, pero esta vez no me senté. Le miré y
pensé: me voy a morir de amor. No sabes cuánto te voy
a echar de menos. Pero sólo lo pensé. Por alguna
extraña razón no fui capaz de pronunciar las palabras.
De hecho, casi no era capaz de moverme. Sólo pude
recoger mi bolso y acariciar su cara.
Salí de la cafetería. No sabía dónde ir. Me dolía el corazón. En algún momento
tienes que aceptar que hay personas que se quedan en tu corazón pero no en tu
vida.
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sexto capítulo
Escrito por Lorena Barrios
Esa fue la última vez que vi a Matías antes de su partida. Se fue con su madre a
vivir nuevas experiencias en la ciudad del amor, pero sin mí. Ahora pienso que fui
boba, que debería haberme despedido de él, que debería haberle dicho todo lo
que sentía mi corazón antes de no poder verle nunca más. Pero no pude, el
miedo a perderle fue tan grande que me paralizó. Preferí intentar olvidarle,
sacarlo de mi cabeza… pero no he sido capaz. Matías se fue sin decirme adiós y
eso me comía por dentro. Nunca sabré si su amor hacia mí hubiera sido tan fuerte
que los kilómetros de distancia que nos separaban se convertirían en
insignificantes.
No paraba de darle vueltas al hecho de que ahora paseará por los jardines de
Luxemburgo o por los Campos Elíseos de la mano de otra chica... ¡de otra! Ese
pensamiento me estaba consumiendo por dentro. No podía concentrarme en
nada más. Miraba su perfil de Tuenti constantemente para ver si tenía alguna
actualización, alguna foto nueva, o por casualidad yo tenía un mensajito privado
de él.
Pero no… nunca tenía un mensaje nuevo cuyo remitente viniera
con su nombre. Matías… Matías… rebotaba su nombre en mi
cabeza una y otra vez. En vez de disfrutar los últimos días con él, no
hice otra cosa que comerme la cabeza para que finalmente se
fuera sin decirme adiós. Lógico, me fui de aquella cafetería con los
ojos empañados de lágrimas y nunca le dije nada más.
Me he dado cuenta que el tiempo no cura las heridas, solo pone
tiritas. He malgastado sufrimiento para nada, ¡tengo que hacer
algo! ¡Sigo enamorada de Matías y tengo que demostrárselo de
alguna manera! Estoy convencida de ello.
Haré todo lo que pueda para que regrese a mi lado, aunque ahora
solo sea por vía Whatsapp. Nos separan más kilómetros de los que
puedo contar. ¿Y si le hago una visita sorpresa a París? No… mejor
que no. Mis padres no me dejarían viajar sola a Francia, y menos
para reencontrarme con un chico al que apenas conozco.
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Pero no me puedo quedar con la duda para siempre, y menos aún sabiendo que
me quiere… ¿Mejor le escribo yo para ver qué tal le va?
El verano acabó y comencé de nuevo el curso, las clases, los exámenes y el
reencuentro con las amigas de siempre. Y, ¡oh mi sorpresa! Dulce iba a ser de
nuevo mi compañera de clase. Trasladaron de nuevo a su padre a la ciudad por
trabajo y no me quedó otra cosa que aguantarla en el instituto todo el día. Si, es
cierto que antes éramos muy amigas, pero la distancia nos separó tanto que ya
no sabía si podía confiar en ella como antes. Ahora además estaba el tema de
Matías… ¿De qué lo conocía ella? ¿Por qué ella sabía antes que yo, que Matías
se marchaba a París? ¡Tenía que averiguarlo!
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séptimo capítulo
Escrito por Miriam Suárez (http://yestodequeva.com)
La Navidad ya se respira en el ambiente, el frío de diciembre cada día se hace
sentir más. Hoy nos hemos despedido de los amigos de clase, deseándonos los
mejores deseos navideños. Este año nos quedaremos en la ciudad porque mi
abuelita está un poco delicada de salud…Me encuentro caminando hacia casa,
y de pronto, caigo en cuenta que han pasado tres largos meses desde que se fue
Matías, y yo, aún tengo su imagen de aquella última vez…Lejos de extinguirse, mi
amor por él sigue ahí, intacto. ¿El amor es siempre así? ¿Nunca se apaga?
Todavía rondaba por mi cabeza, la extraña situación con Dulce…Por más que le
daba vueltas e intentaba responderme…¿Por qué ella me incomodaba tanto?,
no conseguía ninguna respuesta. Quizás fue su frialdad y su poca empatía,
cuando le conté por primera vez mi situación con Matías, o esa camaradería
repentina que surgió entre ambos…Creo que es un poco de ambas cosas, pero
sobretodo, ese abrazo entre ambos y la actitud nerviosa de Matías al notar mi
presencia…Las cosas con Dulce, nunca volvieron a ser igual.
En varias oportunidades, he intentado contactar a Matías por Tuenti, incluso, he
llegado a escribir el mensaje; luego termino borrándolo, soy una cobarde…
Me desperezo de la siesta y decido salir a correr, aunque hace frío, me gusta esa
hora de la tarde, en la que apuramos los últimos rayos de sol. Estoy concentrada
escuchando mi música favorita, cuando de pronto, a lo lejos puedo divisar una
figura que me resulta familiar. Mi corazón se acelera, siento que la sangre sube a
mis mejillas y casi no puedo respirar…Si, es él…¡Ha vuelto! Estoy a punto de
acelerar el paso y darle un abrazo lleno de felicidad… No puedo creer lo que
veo, está con una chica, susurrándole cosas al oído y riéndose, hay mucha
complicidad entre ellos…
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Me paro en seco para observarles desde lejos y voy acercándome lentamente.
Veo que la pareja se besa de forma muy intensa y ella se cuelga a su cuello, no
logro distinguir quién es. Está oscureciendo, así que decido acercarme más…
Siento que mi corazón se me va a salir del pecho de los celos…Estoy deseando
equivocarme… Pero no, no me equivoco, es Dulce. Me quedo de piedra, inmóvil,
mirándoles. Imagino que el notó una presencia, porque volteó repentinamente y
tropezó con mis ojos llorosos. Ella, simplemente me miró con frialdad. Él Intentó
decir algo, pero yo, giré sobre mis talones y me alejé de allí. Ahora lo entendía
todo, esto no era la primera vez que ocurría.
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El final...
¿Qué prefieres?
Amor Verdadero
o
Hay finales tristes mejores que otros felices
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octavo capítulo - Amor Verdadero
Escrito por Laura Tuero (http://www.lauratuero.es)
Despertarme con la tenue luz que se escapa entre las persianas, mirar a mi lado y
verle a él, durmiendo plácidamente, con su respiración tranquila, relajada… Sentir
que nunca había sido tan feliz, que por fin Cupido había acertado con su flecha
atravesando el corazón de mi amor verdadero.
Y es que tras haber vivido distintos amores, fugaces, eternos, dolorosos, felices…. y
a pesar de mi incredulidad en el olvido, se desvanecieron uno a uno, poco a
poco, sin dejar a penas la huella de sus rostros y nombres.
Como si mis pensamientos estuviesen conectados con los suyos, él abre los ojos,
me mira, sonríe y dice la frase más bonita del mundo: «Buenos días princesa»
Así comenzamos cada mañana, pero hoy es un día especial, es nuestro quinto
aniversario y vamos a celebrarlo por todo lo alto. Nos subimos a un avión rumbo a
Amberes, la ciudad donde nos conocimos. Paseamos por nuestros rincones
favoritos teniendo la suerte de que siendo domingo la Grote Markt estaba llena
de tulipanes y otras flores que impregnaban de un dulce olor el ambiente.
Vimos una película en el acogedor Cartoons Cinema, el lugar donde nos dimos
nuestro primer beso, y finalmente nos íbamos a cenar al restaurante Het Gebaar,
el mejor de la ciudad.
Pero antes, tenía una pequeña sorpresa para él. Le pedí que se quedara sentado
en un banco de la calle y yo me dirigí a nuestra tienda favorita de pralinés y
chocolates.
- Uisss disculpe – me dijo un hombre que tropezó conmigo al girar la esquina y que
se me quedó mirando como si… – ¿Valentina?- preguntó finalmente.
- Sí… - me costó un poco más que a él, pero pronto le reconocí – ¡Matías!
¡Cuánto tiempo! ¿Cómo te va todo?
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- Muy bien guapa ¡Menuda coincidencia! ¿Qué haces por tierras flamencas?–
contestó tratando de hacerse el gracioso, como siempre y tratando de acercar
su mano a mi cintura. Esta vez no consiguió que me riera con él, sino de él y de su
intento de ligoteo.
- Pues estoy de viaje con mi novio. Y tú… ¿no has venido con Dulce?– le
contesté.
- ¿Dulce? ¡Ah! No, ya hace mucho tiempo que no estamos juntos. Fue algo
pasajero. – contestó con una actitud inerte, como si no le hubiese importado
romper mi corazón y el de Dulce.
- ¡Qué pena! Hacíais buena pareja. – le dije realmente extrañada porque esas
palabras salieran con total sinceridad de mi corazón.
- Pero… ¿entonces tu estas con tu novio, un rollete o quién es ese? – preguntó
con un tono burlesco a la vez que esbozaba una sonrisa de lo más maliciosa.
- ¡Estoy con el amor de mi vida!- exclamé – Matías, siento lastima de tí. Solo
espero que algún día cambies de actitud y encuentres a alguien que te quiera
de verdad y a quien tú seas capaz de amar por igual. Adiós Matías. – le contesté
mientras me alejaba y le dejaba por fin con cara de arrepentimiento.
No sentía rencor, no sentía traición alguna. Solo sentía pena por saber que hay
personas en la vida que como Matías no saben lo que es un amor verdadero, ese
que yo sentía, siento y sentiré por quien cada mañana me despierta con su:
«Buenos días princesa»
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octavo capítulo
Hay finales tristes mejores que otros felices
Escrito por Clara Soler (http://www.clarasoler.es/)
No le deseo lo peor a nadie pero en ese momento me hubiera gustado que les
cayera un rayo a los dos allí, juntos, abrazados, zasca! Un rayo y un trueno en sus
cabezas... que los dejara tiesos de amor! Seguí corriendo como si me persiguieran, como en esos sueños donde alguien te
sigue y tus piernas no dan más de sí, miras a atrás y parece que no te mueves?
Pues así.
Llegué a casa, me encerré en la habitación, encendí el ordenador, abrí Tuenti y
lo eliminé de mis amigos. A él y a la g... de Dulce. Los bloqueé en el Whatsapp, les
dejé de seguir por Twitter, por Instagram, borré todo lo que tenía que ver con ellos,
incluso fotos que teníamos juntos. TODO! No podía para de llorar, de odiar, como había sido tan tonta de no darme
cuenta? Ese verano se habían conocido y habían seguido juntos durante meses,
por eso la repentina aparición de Dulce, por eso Matías quería cortar. No porque
se fuera con su madre a vivir fuera, sino
porque estaba enamorado de ella, y
era demasiado cobarde para
decírmelo. ¡Cobarde! Cientos de
insultos pasaban por mi mente...
Esa tarde no salí de mi cuarto, no
quería que nadie me viera así, con esa
cara y esos ojos rojos, hinchados de
tanto llorar. Esas Navidades fueron las más tristes de
mi vida. Yo no podía dejar de odiar a
Matías y Dulce, mi abuela empeoraba,
mi madre no dejaba de reñirme por mi
dejadez y mi mal humor, mi hermana
no podía viajar para estar con nosotros
por temas de trabajo....
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Todo era una mierda. Y lo peor, en dos semanas volvería a cruzarme con Dulce en
clase. No paraba de imaginar cómo sería la situación; pasaba de
ella cuando la viera por el pasillo, la insultaba, le escupía a
la cara (sé que esto no lo iba a hacer, pero también se me
pasaba por la cabeza) ?
Pasaron las Navidades, Fin de Año, Reyes y tuve que
volver a clase. Les conté lo ocurrido a mi grupo de
amigas y les dije que nunca volvería a hablar con
Dulce, que para mí no existía. Y eso hice, pasar de
ella el resto de curso.
Mi primer amor, una historia que parecía
per fecta, como una peli romántica
de domingo por la tarde, pero que
acabó al más puro estilo culebrón. No lo
olvidaré nunca.
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Agradecimientos
Muchísimas gracias a todos los que habéis seguido la historia de Valentina y
Matías a través de las redes sociales y aquellos que la habéis leído en este libro.
Esperamos vuestras historias de amor en nuestra web http://www.miprimeramor.tv
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Una historia, dos finales
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