Disponibilidad

Transcripción

Disponibilidad
mentalidad nueva
Disponibilidad
Pensamientos 121 - agosto de 2013
Disponibilidad
Quien obedece se hace disponible, en la persona de los
hermanos, a Dios Padre por la fe en Cristo resucitado y con
la fuerza del Espíritu Santo; escucha la Palabra de Dios y la
po­ne en práctica cada momento de la vida.
La disponibilidad amistosa constituye el mejor gesto de
amor y de ofrecimiento ilimitado a los demás.
Muchas veces sentimos frialdad en nuestras relaciones
fra­ternas. Pero lo importante es identificarnos con Cristo,
que se dio totalmente, en el misterio trinitario.
fundador del Seminario del Pueblo de Dios
GLOSA
Uno de los elementos más sorprendentes de la Revelación divina,
que culmina en la encarnación del Verbo, es la actitud de servicio hacia
la humanidad: el Hijo de Dios hecho hombre no ha venido a ser servido
sino a servir (cf. Mt 20, 28). Jesús lleva a los hombres la vida trinitaria, ma­
ni­festándose como amor apasionado y humilde disponibilidad. El Dios
To­dopoderoso se hace pequeño por amor a los hombres, débil con ellos,
pa­ra darles su riqueza divina.
¡Qué gran misterio y qué regalo para los hombres! La fuente de esta
ex­periencia es la relación privilegiada que se da entre el Padre y el Hijo,
en el Espíritu Santo: relación de amor que engendra y respuesta amorosa
de obediencia que se comunica. ¡Y nosotros participamos de la filiación
divina! Somos, en Cristo, hijos de Dios por participación. Como el Hijo,
también nosotros encontraremos nuestra libertad en la obediencia a
Dios; descubriremos el manantial del amor divino en la intimidad de la
relación trinitaria, que nos regala los sentimientos de Cristo. Y nos en­
contraremos a nosotros mismos, no por la introspección psicológica o la
elucubración mental, sino en el seguimiento del Otro que nos muestra
quiénes somos realmente.
Es difícil comprender la peculiaridad de la Iglesia y del cristiano fuera
de esta experiencia de vida. Cuando vivimos para nosotros mismos ten­
demos a juzgarlo todo, protegiendo al hombre viejo con pensamientos y
sentimientos que no se dejan purificar por la verdad.
El cristiano aprende en el seno de la Iglesia que ya no puede vivir para
sí mismo, y en este cambio de paradigma encuentra una nueva identidad:
partir siempre de la relación con los hermanos de comunidad. Quien
obedece se hace disponible, en la persona de los hermanos, a Dios Padre por la
fe en Cristo resucitado y con la fuerza del Espíritu Santo. En efecto, haciendo
la experiencia de la obediencia recibimos el regalo del amor trinitario y
afinamos la sensibilidad para escuchar la Palabra divina que nos hace na­
cer de nuevo. De este modo el amor trinitario se manifiesta en la relación
fraterna como disponibilidad amorosa a Dios en los hermanos.
Los cristianos tenemos que ser personas de buen trato, porque la
dis­ponibilidad amistosa constituye el mejor gesto de amor y de ofrecimiento
ili­mitado a los demás. Debemos adaptarnos a todos; entonces seremos
res­petados por los hombres y mujeres de buena voluntad, de cualquier
cultura o religión. Debemos ser embajadores de la Buena Noticia del Señor
resucitado, siempre disponibles para regalar paz y alegría en la más sincera
caridad fraterna. Esta experiencia nos ha de llevar a respetar la cultura y
la psicología de las personas. Pero esta disponibilidad amistosa nos exige
a nosotros formación, cultura, humildad y saber escuchar.
Pero las relaciones personales, a menudo cansan y decepcionan. No
es fácil mantener una auténtica caridad hacia todos, porque muchas
veces sentimos frialdad en nuestras relaciones fraternas. Por ello es funda­
mental una vida eclesial activa y familiar, que nos ayude a descubrir el
itinerario vital de la propia fe cristiana. Nos conviene, entonces, salir de la
esclavitud de los propios criterios y sentimientos, condicionados por el
individualismo, y buscar aquel ambiente eclesial que propicia en nosotros
una nueva personalidad, un cambio de mentalidad: el paso del hombre
viejo al hombre nuevo.
La Iglesia es el espacio que Dios nos regala para poder reconstruir
los planes divinos sobre la humanidad, dañados por el pecado. Jesús,
pre­sente en la comunidad, es capaz de generar esta transformación
interior y personal y esta renovación de las relaciones humanas, a fin de
que puedan ser signo y símbolo del amor de Dios. De hecho, todos los
hombres y mujeres de buena voluntad anhelan mejorar el mundo. Para
nosotros, los cristianos, esta acción transformadora encuentra su verda­
dero fundamento en la intimidad con Dios, que la oración propicia, y en
la vida cristiana formando comunidad.
La fe nos guía, personal y comunitariamente, en medio de la oscuri­
dad, con la certeza de poseer ya la luz como un don del cielo. De este
mo­do, injertados en el árbol de la cruz pascual de Cristo, nos hacemos
ser­vidores de la humanidad.
Xabier Segura
Seminario del Pueblo de Dios
C. Calàbria, 12 - 08015 Barcelona
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