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HISTORIA DE LA OTRA RENUNCIA
1.) LOS TERMINOS “ABDICAR Y RENUNCIAR”
El Diccionario de la Real Academia de la Lengua nos define así las palabras…
RENUNCIA: desprenderse voluntariamente de algo o ceder algún bien o derecho y
pone un ejemplo: renunciar a una herencia
ABDICAR: renunciar a una dignidad o a un cargo, especialmente a la soberanía de un
pueblo, y el ejemplo aportado es abdicó la soberanía en su hijo. Hay una segunda
acepción de la palabra “abandonar derechos, creencias u opiniones, y como ejemplo
coloca abdicar de su religión.
Benedicto XVI ha sido claro: “No abandono la cruz; sigo de una manera nueva
con el Señor”
- vamos a referirnos a lo que nos reúne hoy con la invitación a rezar por Benedicto XVI,
con el término “renuncia”, que es el usado por la Iglesia desde que el Papa lo anunció.
2.) ANALISIS DEL TÍTULO “HISTORIA DE LA OTRA RENUNCIA”
-intencionalmente colocado por su carácter de selectivo: ha habido otra
renunciar entre los 265 pontífices que se han sucedido a lo largo de la historia del
Primado de Roma.
-
-
En los Comienzos del siglo XV tenemos otros Papas que renunciaron, pero
fueron obligados a ello por la autoridad de un concilio universal que en esos
momentos sostenían algunos teólogos y sobre todo canonistas que era una
autoridad superior a la del Papa. Nos estamos refiriendo a los dos pontífices
que gobernaban la Iglesia en los finales del llamado Cisma de Avignon: el
concilio de Pisa impuso la renuncia al Papa de Roma: Gregorio XII y al de
Avignon: Benedicto XIII. Se eligió a Alejandro V; como no renunciaron los
dos primeros, tuvimos el corto periodo de los tres Papas, cuyas sedes eran
Roma, Avignon y Pisa.
Se resolvió el problema en el concilio de Constanza. Un Papa con curioso
nombre Juan XXIII -que al no ser incorporado en la listas de los Romanos
Pontífices daría derecho al sucesor de Pío XII, en pleno siglo XX, a elegir
ese nombre para su pontificado- uno de los papas de Pisa, confirmó la
legitimidad del concilio de Constanza, que luego le declarará culpable y le
depondrá. Gregorio XII, Papa de Roma, renunciaría por su propia voluntad
volviendo a ser obispo de Porto y a Benedicto XIII, Papa de Avignon, se le
condenó y depuso también.
3). ELECCION DE CELESTINO V
Casi dos siglos ocuparon las luchas entre los Papas y los emperadores, y que
produjeron un gran deterioro de la figura del Papa. Grandes tensiones entre los
cardenales que llevaban ya más de dos años para elegir papa.
El cónclave que le eligió tuvo lugar en las postrimerías del siglo XIII. En
algunas elecciones papales celebradas años anteriores y que se alargaron mucho se llegó
a encerrara a los cardenales -de ahí el nombre de “conclave”- y se les redujeron los
alimentos y las retribuciones. A la muerte de Nicolás IV (1292) se produjo una sede
vacante muy larga, pues después de dos años y tres meses, los once cardenales
divididos en facciones irreconciliables, los Orsini, pertenecientes a los “guelfos”
partidarios del poder temporal del Papa que contaban con seis votos, y los
pertenecientes a la familia Colonna, con cuatro votos, mas cercanos al emperador; eran
los gibelinos. Y había un cardenal independiente, Benedicto Gaetani, que llegaría al
pontificado con el nombre de Bonifacio VIII y que consiguió que los irreconciliables se
pusieran de acuerdo para elegir al propuesto por Gaetani: un piadoso ermitaño llamado
Pedro Morone que vivía en un monte de los Abruzaos.
Este ermitaño aceptó: “no resistiré a la voluntad de Dios y me sujeto a la
elección de la Iglesia” y decidió llamarse Celestino V. Era sacerdote solamente, por lo
fue ordenado obispo y consagrado y nombrado Obispo de Roma, sucesor de san Pedro,
Vicario de Cristo y Jefe de la Iglesia católica.
Pero después de cinco meses, y “obsesionado por su salvación eterna” y
sintiendo necesidad de soledad y recogimiento, presentó su renuncia a la dignidad y
función de Obispo de Roma. A los diez días fue elegido para sucederle el Cardenal
Gaetani, que tomó el nombre de Bonifacio VIII.
La renuncia se la preparó el cardenal Gaetani
La idea de la abdicación fue originada con el Cardenal Caetani pero negada más tarde
por el mismo. Los canonistas serios dudaban: Puede un papa renunciar? el no tiene un
superior en la tierra, quién está autorizado a aceptar su renuncia? La solución al
problema fue resuelta por el Cardenal Caetani, un jurista, reconocido conocedor del
derecho de la iglesia quién busca los argumentos legales para la renuncia y quién basó
su conclusion en el sentido común y los derechos de la preservación de la Iglesia
misma.
En el “Liber Sextus” I, VII, 1 el Cardenal Caetani, quién llega a ser Bonifacio VIII,
extiende el siguiente decreto : “Algunas personas curiosas, argumentan sobre asuntos no
convenientes, precipitadamente, con poca prevision, contra la enseñanza de los
Apóstoles, quieren conocer más de lo que está permitido con ansiedad y duda. Depende
del Romano Pontífice, renunciar al papado con honor, especialmente cuando se
reconoce él mismo incapaz de regir la Iglesia Católica Universal y considerando la
carga que esto supone para el Sumo Pontífice. El Papa Celestino V, nuestro predecesor,
deseando acabar con toda indecision acerca del asunto de la renuncia, y habiendo
deliberado con sus hermanos de comunidad, los Cardenales de la Iglesia Romana,
quiénes son uno, y con el visto bueno y asentimiento de todos nosotros y por la
autoridad Apostólica establecida, se ha decretado de que el Romano Pontífice puede
libremente renunciar. Por consiguiente, para que esta promulgación con el transcurso
del tiempo, no quede en el olvido y para que cualquier duda pueda revivir la discusión,
ha sido puesta entre otras constituciones, bajo perpetua memoria según el consejo de
nuestros hermanos”.
4.)
MALA EXPERIENCIA DE LA RENUNCIA
Temeroso, su sucesor Bonifacio VIII, de que facciones enemiga suyas pudieran
manipular al Papa renunciado -hoy diríamos ya- el Papa Emérito Celestino V,
después e revocar las gracias que muchos habían obtenido de la bondad e inexperiencia
de Celestino V, mandó colocarle en un castillo cerca de Anagni, en una especie de
arresto domiciliario que diríamos hoy. Moriría nueve meses después en olor de
santidad, y Clemente V le canonizaría en 1313.
Dante le coloca en el infierno, pues considera su renuncia con “il gran rifiuto”, la
gran cobardía. Parece que las razones no fueron teológicas, sino más bien políticas pues
el autor de La Divina Comedia pertenecía al partido de los güelfos, mientras que
Celestino V era más bien seguidor de la corriente de los gibelinos.
5.) RENUNCIA DE BENEDICTO XVI
Bien a posteriori, encontramos algunos antecedentes en la personalidad de
Benedicto XVI
-Como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, presentó dos o tres
veces la renuncia a Juan Pablo II
-En el diálogo con el periodista Meter Seewald y que fue publicado con el título Luz
del Mundo, respondió a una pregunta insinuando: un Papa tiene un derecho y bajo
ciertas circunstancias una obligación de renunciar.
- Como signo hoy le encontramos su verdadero significado: en 2010 el papa
Benedicto XVI visita dicho castillo donde san Celestino V estuvo recluido y deja su
estola sobre su tumba.
Benedicto XVI manifiesta su decisión de renunciar en un consistorio. El Papa anunció
su renuncia en latín, idioma oficial de la Iglesia católica, en esa reunión con el Colegio
Cardenalicio, para revelar las fechas de canonización de las beatas María Guadalupe
Zabala de México; y Laura Montoya,, de Colombia, y de los Mártires italianos Antonio
Primaldo yy más de 800 compañeros suyos. Esta ceremonia se llevó a cabo el 11 de
febrero de 2013 entre las 11:30 y 11:40 a.m, hora de Roma. En el evento estaban
presentes cinco reporteros que cubrían la noticia en torno al consistorio: una
corresponsal italiana, uno mexicano, dos franceses y un japonés.
Al finalizar la reunión cardenalicia, Benedicto XVI recibió un papel de manos de
Monseñor Guido Marini, que contenía el mensaje definitivo de su dimisión que tendría
lugar el 28 de febrero. Ese día quedaría vacante la Sede Apostólica.
Este es el mensaje con el que el Papa anunciaba su renuncia y que colocamos a
continuación Benedicto XVI lo entregó al mundo el día 11 de febrero, festividad de la
Virgen de Lourdes.
Queridísimos hermanos,
Os he convocado a este Consistorio, no sólo para las tres causas de canonización, sino
también para comunicaros una decisión de gran importancia para la vida de la Iglesia.
Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la
certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el
ministerio petrino. Soy muy consciente de que este ministerio, por su naturaleza
espiritual, debe ser llevado a cabo no únicamente con obras y palabras, sino también y
en no menor grado sufriendo y rezando. Sin embargo, en el mundo de hoy, sujeto a
rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe,
para gobernar la barca de san Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el
vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido
en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio
que me fue encomendado. Por esto, siendo muy consciente de la seriedad de este acto,
con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de
San Pedro, que me fue confiado por medio de los Cardenales el 19 de abril de 2005, de
forma que, desde el 28 de febrero de 2013, a las 20.00 horas, la sede de Roma, la sede
de San Pedro, quedará vacante y deberá ser convocado, por medio de quien tiene
competencias, el cónclave para la elección del nuevo Sumo Pontífice.
Queridísimos hermanos, os doy las gracias de corazón por todo el amor y el trabajo con
que habéis llevado junto a mí el peso de mi ministerio, y pido perdón por todos mis
defectos. Ahora, confiamos la Iglesia al cuidado de su Sumo Pastor, Nuestro Señor
Jesucristo, y suplicamos a María, su Santa Madre, que asista con su materna bondad a
los Padres Cardenales al elegir el nuevo Sumo Pontífice. Por lo que a mi respecta,
también en el futuro, quisiera servir de todo corazón a la Santa Iglesia de Dios con una
vida dedicada a la plegaria.
Vaticano, 10 de febrero 2013.
Dr. Cecilio de Miguel

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