Binomio (II): Samuel Alonso + Álvaro Gutiérrez

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Por José A. Muñoz | Entrevistas | 23.01.13
Samuel Alonso es Director de Publicaciones en 451 Editores, sello perteneciente al
Grupo Luis Vives y creado hace cinco años como una apuesta enfocada a descubrir
nuevos talentos literarios y darlos a conocer a, según su carta de presentación, “los
lectores más ambiciosos”. Aunque Samuel se incorporó a posteriori, ha mantenido la
misma filosofía abriendo nuevas vías y potenciando colecciones como la de novela
gráfica, que ya comienza a tener una entidad propia importante.
El madrileño Álvaro Gutiérrez es uno de esos autores que han tenido la oportunidad de
publicar su primer trabajo en 451. Músico, letrista, trabajador social, su preocupación
por los necesitados y los “sin techo” ha sido uno de los motivos que le llevaron a escribir
El hogar infinito, recién salido de imprenta cuando conversamos.
20 de noviembre de 2012. Oficinas de 451 Editores. Hace apenas unos minutos que conocí
personalmente a Isaac Barragán, el fotógrafo encargado de acompañarme en las entrevistas
madrileñas. Sin apenas comentarios previos subimos para encontrarnos con Samuel y Álvaro, a quien
percibo nervioso pero también ilusionado con su novela ya disponible. Con ellos queremos abordar el
trabajo de un editor literario que apuesta por autores jóvenes y el de un escritor que publica su primera
obra. En ese sentido voy a ciegas, ya que conozco el catálogo de la editorial pero no El hogar infinito,
debut de Álvaro.
Nuevo
Visto
S
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Comentado
Escuela RdL: El porqué de los vinilos
Circuit-ON (II). Javier Yagüe: “La Cuarta
Pared es una ojeadora de nuevos talentos”
Viaje a los infiernos: “Un mundo aparte”, de
Gustaw Herling-Grudziński
Un retrato necesario: “Prohibido entrar sin
pantalones”, de Juan Bonilla
“Casas rivales”, de Rafael Mammos
Comienzo interesado por lo que supone publicar a un autor desconocido, otro riesgo que sumar a los
propios de cualquier lanzamiento. Toma la palabra el editor.
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- Es un riesgo muy fuerte pero necesario. Hay que apostar por la cantera. Y alimentarla. Tenemos que
hilar fino con la cantidad de originales que nos llegan, practicamente uno al día.
- ¿Eso es mucho o poco? -pregunto.
- Si calculas, en un año son entre 300 y 400 originales los que recibimos de espontáneos, que es como
denominamos a los que nos remiten directamente los autores. Y entre esos hay de todo. La mitad de los
que nos envían sus textos se han equivocado de lugar, simplemente buscan el directorio de editoriales y
mandan el libro a todas, ahora es muy fácil con el correo electrónico. De la otra mitad, un 50% no son de
calidad, son muy amateur, se trata de personas que, en muchos casos, se limitan a escribir sus memorias,
sin ningún riesgo narrativo. Y entre el resto sí puedes encontrar cosas interesantes. Pero el riesgo que
asume 451 como editorial es el de encontrar tendencias. La tarea de un editor no es solamente publicar un
libro, sino también hacer un catálogo. Y éste tiene que ser coherente. Si marcas desde el principio que
quieres apostar por las nuevas tendencias, por la nueva escritura o por descubrir valores, tienes que ser
congruente con ello. Bajo ese punto de vista, un original nos puede interesar no porque esté escrito por
alguien inédito. Lo queremos porque le da vida y continuidad a nuestro catálogo, y para esa continuidad
también contamos con los autores. Por ejemplo, ahora estamos esperando la segunda novela de Mario
Cuenca Sandoval, que la está rematando, para publicarla. No arriesgamos por un valor y nos
olvidamos de él. Nos gusta mantenerlo.
Pienso, mientras habla Samuel, en la cantidad de envíos que podrían evitarse si los autores supieran
dónde están enviando sus creaciones. Los escritores hacen llegar sus trabajos sin ningún tipo de criterio.
Es desconocimiento, despreocupación sobre cómo enviar originales, con lo sencillo que es pasear por una
librería e intentar identificar qué editoriales publican libros del mismo estilo que el que tienen entre
manos.
- Claro. El otro día Rodrigo Fresán, en ABCD, citaba un texto de Philip Roth en el que decía que hay
una crisis de lectura, no de escritura. Y esto sucede entre los propios escritores, en especial entre los
aficionados que creen que una idea es una novela. No es así, una idea puede ser una novela bien escrita si
pones el mismo ímpetu en la idea que en cómo contarla. Hay muchos que no leen y no saben encontrar
sus referentes entre los libros disponibles en las librerías. Donde debería buscar un lector novel es entre
sus referentes; no comprobar los best-sellers, han de echarle el ojo a los libros más cercanos, con los que
puede ir caminando de la mano. Así es como encontrará proyectos editoriales a los que poder enviar su
obra. Pero es muy fácil apretar un botón y remitirle el archivo a todo el mundo. Cualquiera que quiera
publicar debería plantearse ir a las librerías y visitar las páginas web de las editoriales, en las que se marca
el decálogo de intenciones, tan simple como eso. Ahí es donde encontrará su sitio. Luego tendrá que pasar
por el filtro del editor, que es como el ogro de la película y quien le dice si sí o si no.
- A veces puede resultar difícil porque muchos sellos editoriales no tienen visibilidad -expongo.
- Decimos siempre que hay pocas editoriales que apuestan por autores nuevo pero sí, las hay. En
Barcelona y Madrid tenemos una buena representación, y en los últimos años han despegado propuestas
interesantes desde otros puntos de España, pero ya sabemos que las tiradas son pequeñas y las ventas
también, sobre todo ahora.
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Quiero saber si Álvaro ve a Samuel como un ogro, o si llegó a pensar alguna vez en ello.
- En mi caso no lo vi así. Me sorprendió cómo fue todo, porque he oído a gente que lleva enviados varios
libros, intentando publicar desde hace tiempo. No voy a decir que haya sido muy fácil, pero sí más de lo
que pensé en un primer momento. No envié a mansalva, escogí algunas editoriales en las que pensé que
podía encajar, y agencias en base a un filtro previo por internet. Hubo quien me pidió el primer capítulo,
las cincuenta primeras páginas… La acogida fue relativamente buena, me contestaron más de la mitad.
Una agencia me pidió todo el libro, Samuel también me llamó…
- Nos ven como ogros -interrumpe Samuel- porque cuando mandas a un autor varias cartas rechazándole
una novela creen que no te has molestado en leerla. A veces incluyen notas en las que te explican que es el
tercer manuscrito que envían, a ver si por fin puede pasar la criba…
- También sucede que, cuando consigues publicar, gente que ni sabías que tenían algo escrito te pide que
muevas su manuscrito, por si se puede publicar -comenta Álvaro.
El escritor escogido por Samuel no era lector de 451 antes de enviar el manuscrito, aunque reconoce que
ahora sí. Y no se siente culpable por ello.
- Este es el sino de muchas pequeñas editoriales -se lamenta Samuel-, que pasan desapercibidas. En el
mundo editorial nos conocemos todos y parece que esto sea la bomba, pero hay mucha gente que sigue
sin conocer lo que no publican sellos de menor alcance.
Esa ignorancia sobre el mundo editorial es la misma que encontramos en quienes comienzan a moverse
para ofrecer sus creaciones en el sector.
- En general, por parte de los autores hay un desconocimiento muy grande de cómo es el terreno
editorial. No me refiero a los consagrados, pero en general hay algunos que piensan que es algo imposible,
que para qué se van a molestar si nadie lo va a leer, que necesitas a alguien que te apadrine… Se buscan
todo tipo de estratagemas, pero en realidad es por desconocimiento, porque el proceso, en sí, es muy
sencillo. Habrá quien crea que recibiendo 300 manuscritos al año la mayoría ni se miran. Nosotros los
leemos todos. Como decía Félix de Azúa, “soy un lector de todo porque hasta lo que me dicen es como
si lo estuviera leyendo”. Se lee todo lo que llega, pero no de la misma manera ni con la misma
profundidad. Hay un filtro en el que revisas las primeras páginas para comprobar si encaja o no en tu
proyecto editorial, y luego, si salta la alarma, es cuando te detienes y se lo pasas a un lector profesional
que hace el informe de lectura, de tal manera que ya no hay una única persona leyendo el manuscrito. En
tu caso, Álvaro, lo leímos cuatro o cinco personas.
Pregunto cuántas de esas obras que llegan a las oficinas de 451 acaban publicándose anualmente.
- Hemos ido variando. Ahora estamos en trece libros al año. Para 2013 hay previstos quince y la
intención es ir subiendo hasta los veinte. El objetivo es que la mitad sean traducciones y la otra mitad
obras escritas originalmente en español.
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- ¿El de Álvaro cómo te llegó?
- Mediante la web. Pasó el primer filtro de una compañera que lo leyó y dijo que tenía buena pinta, que
estaba bien escrito -eso ya dice mucho, porque llega cada original…-, y se lo llevó a casa. Nos remitió un
informe avisando que valía la pena, pero que se debía hacer editing.
El editing. Uno de los procesos más largos, tediosos y delicados, y por el que algunos autores no están
dispuestos a pasar.
- Un manuscrito rara vez es el texto definitivo. Los editores literarios somos en la mayoría de casos los
primeros lectores que trabajan con la obra para mejorarla, para hacerla de nuestro catálogo. Leí El hogar
infinito, me interesó mucho el tono, lo que explicaba, el uso de los puntos suspensivos, que los capítulos
fueran cortos, como a pinceladas, marcando el discurso del protagonista, pero había que meterle mano y
lo hicimos con un bolígrafo rojo. Tampoco estamos hablando de enormes cambios pero, como casi todo
lo que se publica, se tuvieron que tocar cosas.
- ¿Y qué haces cuando está claro que se debe hacer editing y el autor se niega?
- Pocos se han negado. Siempre utilizo la máxima de un amigo que me dijo como escritor: “Acepta del
editor aquellos cambios que vayan a mejorar tu novela”. Cuando veo que el autor no lo tiene claro le digo:
“no voy a ser yo quien va a firmar el libro, te hago estas sugerencias para que las pienses”. Les sugieres,
ellos lo piensan y luego dialogamos. A veces cae la balanza de su parte y otras de la nuestra. Lo normal es
que, cuando justificas todos los cambios como lector externo, sin estar implicado en el libro, es más fácil
que adviertas ese tipo de errores, porque el que lleva mucho tiempo con él no los capta. Nunca son
cambios estructurales, si fuera algo tan fuerte no nos interesaría publicarlo. En esos casos rechazamos el
libro pero invitamos al autor a que nos siga enviando cosas porque nos parece una voz interesante.
Samuel quiere defender la figura del editor literario.
- Insisto en el primer lector, alguien que lea la novela de manera profesional sin estar implicado, para ir
puliendo el diamante. En este país parece que se está perdiendo la figura del editor literario. Si tengo que
hablar de mí, soy de trabajar mucho con los autores, puliendo hasta el máximo. En algunos casos el barniz
es tal que parecen otras novelas, pero en ningún momento el editor debe considerarse autor de los libros
que edita. Y eso que, en mi caso, he llegado a sugerir cambios de hasta el 80%, pero nunca diría que soy el
autor.
- Pulir y limar. Debe resultar difícil cuando la obra requiere de densidad -remarco.
- El pulido ha de ser de una manera muy profesional. Nunca he sido caprichoso, todo lo que propongo
está justificado en las cuestiones de estilo para procurar que no haya nada fuera de lugar, como el script
de cine. Hay que tomarlo como un juego para mejorar. Un escritor, sin darse cuenta, pone coletillas, y eso
es lo más fácil de ver. Respecto a la trama hay que facilitar la lectura, hacerla comprensible -que no es lo
mismo que hacerla fácil-. En España hemos tenido grandes editores literarios, ahora no hay tantos debido
a la tendencia de publicar rescatados…
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Introduzco la figura del corrector, a la que personalmente echo en falta en buena parte de lo que se
publica en nuestro país.
- Y el corrector de traducciones. Hacer una buena corrección de la traducción es fundamental. La mayor
parte de las traducciones, y que me perdonen los profesionales, vienen como vienen. No se corrigen.
Tuvimos el caso de Tom Drury, cuya traducción nos llegó bastante bien, pero aún así habían cosas muy
complejas que se tuvieron que cambiar, era un libro muy especial. Este asunto también se negocia, es el
mismo trabajo que con el autor. Todo hay que hablarlo. Pero eso es lo bonito de este trabajo, no solo
saber plazos ni decidir cuándo tienen que llegar los ejemplares a las librerías, ni la promoción. Es todo.
Cuando sale el libro a la venta finaliza el embarazo, luego tienes que acompañarlo en sus primeros pasos.
El contacto con los lectores es fundamental y se aprende mucho con ellos.
Me quedo con la imagen del editor literario tradicional, un oficio que, como dice Samuel, se está
perdiendo a causa de la industrialización, aunque todavía quedan algunos.
- Esa tarea del editor que reflexiona, dialoga, incluso con un equipo (pienso en Giulio Einaudi, que
tenía a Cesare Pavese o a Italo Calvino, que negociaban con cada una de las palabras) ya no es tan
habitual. Ahora todo consiste en sacar libros… Es una pena, porque esa relación editor-autor es muy
interesante, es de donde saltan las chispas de la literatura.
Me interesa saber cuál fue la reacción de Álvaro cuando recibió la llamada de Samuel interesándose por
publicar su ópera prima.
- La primera reacción fue de incredulidad, quedamos en un café que, para empezar, no es lo mismo que ir
a una oficina, y claro, no sabes muy bien dónde te metes. Cuando vi que la cosa iba avanzando fui
alucinando, porque te das cuenta de que el trabajo avanza y el resultado final se va acercando. Además ha
sido un proceso muy largo, no sé si es lo normal.
- Es lo normal -le aclara el editor-. Me gusta mucho una cosa con los autores, la idea de “la primera vez”.
En la editorial se vive de una manera especial. Tenemos la obra, nos gusta, y hay que tantear al escritor
porque no sabemos si hay otra editorial interesada. En el caso de Álvaro le llamé y quedé con él para
tomar un café y conocerle. Ese momento me parece interesante porque ahí es donde empieza la vida
literaria. Para el autor y para el editor. Pertenece a esa vida un poco novelesca. Quedamos en el Café
Central y cuando le di mi opinión sobre la novela su reacción fue de absoluta incredulidad. Es un
momento en el que le estás poniendo los pies en el suelo. Resulta que has creado una historia y, de
repente, alguien quiere colocarla en una estantería. Es muy habitual ver esa cara de incredulidad y
escuchar las primeras preguntas que surgen, y que suelen ser siempre las mismas. La primera es
“entonces, ¿os ha gustado?”. La segunda, “y ahora, ¿qué tengo que hacer?”. A Álvaro le expliqué que
había que esperar porque es un proceso largo y además íbamos a tocar el texto. Que lo leamos y nos guste
no significa que el libro vaya a salir tal cual. Es entonces cuando se le confirma que se va a leer la novela
profesionalmente y que le enviaremos las sugerencias. Y entonces empieza a contar el tiempo que en su
caso ha sido más de un año. Y con una novela que tampoco es muy larga. Es un año de margen dedicado a
pensar bien las cosas por ambas partes.
- ¿Qué pasa cuando hay un agente?
- En ese caso es distinto. Hay agentes que envian textos de sus representados. Teóricamente ya han
pasado por un filtro previo, no es una novela que vaya a ir a muchas editoriales, los agentes van a tiro fijo
o a tanteo con dos o tres sellos. Es más duro el encuentro con ellos, la negociación, pero más por
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cuestiones económicas que por cuestiones prácticas. Si no hay ninguna otra oferta hay que llegar a
acuerdos en concepto de adelantos, contratos, plazos, etc. Eso es lo fácil. El problema es cuando hay
varias editoriales interesadas, cuando te retrasan plazos… Pero es un juego del mercadeo editorial que
también resulta interesante. Para nosotros -remata con ironía- los ogros quizás sean las agencias
literarias. De hecho, el mayor agente literario del mundo tiene un apodo bastante significativo, “El
Chacal”…
¿Hasta dónde se implica un autor? ¿Interviene también en asuntos como el diseño de la cubierta o el
texto de la contraportada? Álvaro lo hizo en parte:
- La imagen de la cubierta no la escogí, pero me pidieron opinión. Del resto, me ocupé de la biografía y de
facilitar mi foto.
- Estos aspectos se definen en el contrato. Quien decide la cubierta es el editor. Lo normal es hablarlo,
pero ante una disputa la última palabra la tiene el editor. Sí hubo alguna controversia respecto a la firma.
Álvaro firma con su nombre completo, Álvaro Gutiérrez Maestro, pero nos parecía muy largo. Propuso
A. Gutiérrez Maestro, pero no nos convencía. El tener un apellido muy común tiene sus problemas. En
este caso su nombre de pila no es tan habitual. Al final nos decidimos por nombre y primer apellido.
- Para mí no era algo que tuviera mucha importancia. Sugería los dos apellidos porque Gutiérrez es muy
común, para distinguir el nombre de una manera más clara.
- ¿Tanto peso tiene el nombre del autor para su primera publicación? ¿Más que el título?
- Bueno, en este caso nadie cuestionó el título -afirma Samuel-. Quien narra la historia es un mendigo pero
en realidad el espacio donde se mueve es otro protagonista, por lo que le da mucho sentido. Pero el
nombre hay que ponerlo, claro. Hay gente que se lo va cambiando con el tiempo. Lo de los dos apellidos
va bien para contentar a toda la familia.
Otra opción muy recurrente para publicar es participar en premios. Álvaro confiesa haber presentado su
libro a algunos.
- En realidad me he movido un poco por rachas. Tengo una novela anterior que está sin acabar y algunos
relatos, El hogar infinito es mi primera obra acabada. La envié a algunos premios por probar, incluso en
un certamen de novela social quedó bien posicionada, pero sabía que no estaba pulida, hasta el final era
distinto al de la versión publicada y también añadí algún capítulo durante el editing que no estaba
pensado previamente.
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Retomo el hilo del catálogo porque, al no conocer la obra, quiero saber qué fue lo que convenció al editor
para que considerara que encajaba en la línea editorial de 451.
- Nuestra preocupación es buscar ideas interesantes y nuevas formas de escritura. En este caso se
ajustaba a lo que venimos publicando. Tiene frases cortas, muy directas, que marcan muy bien el tono del
personaje, como te decía antes. Nuestro catálogo de narrativa es muy amplio, caben todas las temáticas,
hasta la novela histórica, siempre y cuando sea interesante su forma de escritura. Identificamos a
nuestros lectores como muy exigentes, buscan textos que les sorprendan. Leen Libertad de Franzen
pero se arriesgan a comprar autores nuevos, eso que es tan difícil ahora mismo, porque muchos se
quitarían ahora de lo nuevo para ahorrar. Nuestro lector quiere literatura. Y el libro de Álvaro encaja en
lo que solemos ofrecer. No es solo por el tema social, y es curioso que los dos últimos autores españoles
que hemos publicado son trabajadores sociales, aunque sus libros sean muy diferentes. Nos interesaba
que fuera de actualidad. Cuando alguien se enfrenta a una novela tiene que hacerse preguntas, aunque
sean preguntas literarias. Si me pidieras que te dijera el motivo por el que leo te respondería que para
hacerme preguntas (o para responderlas). No pretendemos publicar libros que ofrezcan respuestas
dogmáticas, buscamos textos que inviten a seguir preguntándote cosas. La literatura es para conmover,
divertir, y a eso vamos. La de Álvaro es una historia dura pero a la vez amable, agridulce. El ambiente, la
atmósfera de estos personajes que viven en la calle… Son capaces de amar, conmueven, conviven con una
violencia muy cercana. Lo ha sabido hacer muy bien y sin caer en el melodrama. De hecho la cubierta
puede parecer hasta humorística y es porque tiene también ese tono, te deja con una sonrisa a pesar de
ser una historia trágica.
- ¿Y cuál es la historia, Álvaro?
- La de una maraña de personajes. Es gente que vive en la calle, y narro lo que es esa vida pero sin
regodearme en aspectos crudos ni en la miseria. El hogar infinito se compone de distintos episodios
enlazados unos con otros y, juntos, conforman una historia.
Samuel apoya al autor.
- Son muchas pequeñas historias. No podían quedar bien los capítulos muy largos y los personajes
permiten ese lenguaje conciso. Y luego van enlazándose.
- ¿Es fruto de tu experiencia como trabajador social?
- Hay de todo, el tema del sinhogarismo me ha interesado desde siempre. De la sociedad que nos rodea la
gente que tienes más a mano es la que no tiene nada, son el último estrato social y lo he visto desde
pequeño. Mi experiencia laboral no está vinculado a ello, trabajé durante una temporada con personas sin
hogar, pero no profundicé en el colectivo. He desarrollado ideas propias, experiencias, cosas que me han
contado…
Álvaro es también músico y letrista. Le pregunto si sus motivaciones para escribir canciones son las
mismas que le impusan a la narrativa.
- La motivación principal es la misma: transmitir algo, contar historias. Y para una cosa me viene bien la
otra.
Uno de los motivos por los que estamos realizando esta serie de entrevistas es comprobar hasta qué
punto la relación entre dos profesionales se queda en lo laboral. Así que les pregunto si ésta puede llegar a
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convertirse en amistad.
- No me cabe la menor duda -responde Samuel-. Con la mayoría de los autores con los que he trabajado
me llevo muy bien. Algunos son muy amigos. Pienso ahora en Víctor González, a quien publiqué en
Anaya. Soy como su albacea.
- Con autores noveles la relación no puede ser tan profunda porque suelen marchar del nido -replico.
- Eso es lo normal, no se les puede negar el pan y la sal porque negocien con otras editoriales. Yo les
animaría a hacerlo. De hecho, las empresas pequeñas vivimos en ese cuadrante, apostando por lo nuevo a
sabiendas que puede llegar otra editorial que se lleve al autor, pero eso también nos viene bien, porque un
libro nuevo anima la venta del anterior. Esto lo saben en sellos como Lengua de Trapo, que lleva muchos
años apostando por autores noveles y mira la cantidad de gente que ha salido de ahí publicando en
editoriales más grandes. Si Álvaro decide enviar su próximo libro a una agencia o a otra editorial y
consigue un contrato que le dé algo más de dinero, me alegraré. Hombre, siempre se piensa que se ha
perdido a un autor que te interesa publicar, pero me alegraría. Hay muchos autores, lo difícil es publicar
la segunda novela. No buscamos a un autor de una novela, sino a quien pueda darnos más material. Si
viera que Álvaro no puede estar escribiendo otras cosas, quizás no le hubiéramos publicado. Hay que
tener ese olfato para detectar a autores de más de una obra. De todas formas, pasar a una editorial grande
y ganar algo más de dinero no significa que el libro vaya a tener éxito. Y volver abajo es más difícil.
Álvaro escucha manteniendo la misma expresión de incredulidad que, seguro, le acompañó al primer
encuentro en el Café Central. Parece más interesado en lo que explica su editor que en aportar su visión,
algo difícil aún, por otra parte, si pensamos en que es un recién llegado a este mundo. Pero le va a tocar
mojarse cuando se involucre en la promoción. Sobre este asunto le pregunto a Samuel si, al igual que se
está pidiendo un cambio de modelo en el negocio editorial, también se van a alterar las reglas del juego en
las maneras de dar a conocer las novedades.
- Estamos cambiando todo. La presentación a la antigua usanza ya no funciona. De entrada, la prensa ya
no va a las presentaciones en librerías. Menos aún cuando se hacen por la tarde. Probamos otros
formatos como el desayuno, las comidas, que más o menos funcionan, dan visibilidad. Pero es cierto que
los medios especializados ya no son lo que eran ni marcan tendencia. Trabajamos mucho las redes
sociales y procuramos que las presentaciones tengan contenido más allá del propio libro.
- ¿Tenéis medidos los éxitos y fracasos de la editorial?
- Trabajamos con cuatro colecciones: narrativa, ensayo, libro regalo y novela gráfica, con la que hemos
entrado muy bien con dos o tres títulos al año. En estos momentos la narrativa y el ensayo van cada vez
peor de ventas, hablo en general, no de 451 en paticular. En el último Informe de Comercio Interior del
Libro se decía que lo único que había crecido en 2011 fue la novela gráfica. El libro que más nos ha
funcionado es The Beats, con guión de Harvey Pekar. ¿Por qué funciona como colección? Es porque le
hemos querido dar una impronta muy especial. No queremos competir con otras editoriales
especializadas, sino buscar una especificidad a la nuestra, que tiene que ver con lo literario y lo cultural.
En novela, Las vacas de Stalin, de Sofi Oksanen, El hombre que gritó la Tierra es plana, de Roberto
de Paz, y el de Mario Cuenca Sandoval, porque fue a parar a muchos medios y obtuvo muy buenas
reseñas. Édouard Levé también nos ha funcionado. Y de fracasos… Se está vendiendo entre un 30 y un
40% menos que en época de bonanza. Yo soy de la segunda etapa de la editorial, así que juzgaré de los
míos. Lamenté mucho que no se vendiera Los recuerdos del porvenir, de Elena Garro. La sacamos en un
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momento en el que se hablaba mucho del boom latinoamericano pero no se recordaba a casi ninguna
mujer del grupo. Elena Garro, sobre todo con esta novela, es muy representativa de ese momento, marcó
el inicio del “realismo mágico”, de hecho, está escrita antes que Pedro Páramo de Rulfo. Es verdad que
ya había salido publicado hace tiempo en España, pero la prensa no le acabó de hacer mucho caso.
Se vende menos, dice Samuel acertadamente. Además de por la crisis, hay que entender que los hábitos
han cambiado. En especial cuando hablamos del soporte digital. No me resisto a preguntarle sobre cómo
lo está viviendo.
- Trabajamos en ello pero hemos hecho un parón, creo que todos. Hace dos años se pensaba que ya se iba
a poner la cosa en marcha cuando se crearon algunas plataformas de distribución digital, pero no han
acabado de salir a flote. Las librerías online se están esforzando, aunque el último dato es que en 2012 se
ha vendido un 40% menos de eBooks que en 2011, hay mucha piratería, la gente no compra…
- ¿Cuál ha sido el fallo?
- Que nadie ha acabado de creerse esto. Y al final llegará de golpe y será con Amazon. Hace falta una
estructura, aún se tienen que negociar los derechos, los costes… Es muy fácil saber costes con el material
al que estamos acostumbrados, pero con lo digital…
- Y así llevamos unos cuantos años -le contesto.
- No, si por mí adelante, pero nuestras cuentas son las que son.
Le digo a Samuel que el paso lo tienen que dar todos, no unos pocos.
- Es complicado -responde-. Mira, se tienen que negociar las traducciones, eso ya es un coste añadido.
Con los autores en español también hay que renegociar, cuando muchas veces la vida de estos libros es
ridícula, no llega ni a seis meses… Eso sí, todos los contratos ya incluyen la cláusula del formato digital.
Nosotros no nos hemos lanzado a fondo todavía porque no tenemos volumen, no queremos sacar los
libros uno a uno. Además existen otras dificultades al margen de la producción. Mi mayor duda es que no
puede ser la misma experiencia de lectura. Yo espero que los autores generen literatura para eBook o
para tabletas. Esa literatura será la que se venderá, la otra es la misma que en papel, como un pdf. Lo
bueno del libro impreso es que cuando vas por la página 80 y quieres volver atrás para recuperar algo
recuerdas si está en la página par o impar, arriba o abajo. En el soporte digital no encuentras el pasaje. Al
ser un concepto de literatura distinta debe generar otro tipo de texto. Pero ya te digo que nosotros
estamos encantados, ahora mismo trabajamos en un libro pensando ya en su formato electrónico. Es un
momento interesante de cambios. El eBook, dentro de quince años, será totalmente diferente a como lo
conocemos ahora. Cambiará el lector, el dispositivo y la literatura.
Álvaro interviene para aclarar dudas.
- Yo no soy lector de eBook. ¿A qué te refieres con lo de que la literatura será diferente?
- Fresán comentaba que las historias seguirán existiendo, lo diferente será la manera de narrarlas. Por
ejemplo, en ilustración se están haciendo cosas que no son ni películas ni CD-ROM interactivos. Hay que
pensar en utilizar el soporte con sonido, texto, imagen… La mente del creador tendrá que pensar en algo
similar a un fichero de Windows en el que hay carpetas. Será una evolución, como el Prezi con respecto al
PowerPoint.
Lo dejamos aquí con la impresión de que, efectívamente, se avecinan cambios que afectarán a la manera
de crear y de leer. Por supuesto, también de comercializar los libros. No sabíamos, al terminar nuesta
conversación, que estábamos a pocas semanas de ver cerrarse las puertas de algunas librerías de
referencia en Barcelona, iniciándose así un año que será decisivo para todos.
José A. Muñoz
Fotos: Isaac Barragán
www.isaacbarragan.es
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Binomio (I): Pilar Reyes + Manuel Vicent
Javier Azpeitia: “Las editoriales deberíamos aportar ideas a las instituciones para mejorar la
política cultural”
Otro final (VV.AA)
Roberto Contreras: “Lanzallamas no es una microeditorial. Es una gran editorial que publica pocos
libros”
Roger Olmos y David Aceituno: fusión perfecta de imágenes y palabras
Etiquetas: 451 Editores, Álvaro Gutiérrez, Ciclo Binomio, Samuel Alonso
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Binomio (I): Pilar Rey es + Manuel Vicent
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cultural”
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Binomio: Samuel Alonso y Alvaro Gutiérrez - Isaac Barragán | Isaac Barragán
24.01.13 9:54 :
[...] Como se está haciendo costumbre os muestro dos imágenes y y a sabéis que el resto lo podéis ver en
Revista de Letras. [...]
2.
Pili
5.02.13 4:34 :
Muy interesante conocer cómo es el proceso de embarazo/parto de una novela de un novel… gracias!!!
he echado en falta que se le hicieran más preguntas al autor de “El hogar Infinito” para conocer más de
cerca sus sentimientos, pensamientos y emociones en todo este proceso.
Aprovecho para dar la enhorabuena a Álvaro Gutiérrez por esta gran obra y comunicarle que y a
estamos esperando la próxima…!!
3.
Mili
11.05.13 0:28 :
El libro me espera para una segunda lectura más reposada. Mientras lo devoraba me ha removido las
entrañas, o tal vez fuera al revés, no lo sé a ciencia cierta. Gracias, Alvaro.
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©2013 Revista de Letras | ISSN 2013-2336
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