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comparación entre los tres territorios lingüísticos y su correspondiente en España; 2) el inevitable condicionamiento entre los pre-juicios
de una escuela crítica y su valoración del objeto de estudio, donde la
adscripción a un género o a una forma métrica resulta estrictamente
relacional: el Poema del Cid se consideró parte de la épica cuando se
pensó en él como en una imitación de las chansons de geste y no antes;
3) finalmente, se traza esa “historia efectual” de la que se habló al
principio; una historia del efecto que tienen las ideas en los pensadores posteriores, ya sea para asumirlas, ya sea para contradecirlas desde el nuevo horizonte de expectativas en el que se fundan.
Con El Poema del Cid en Europa: la primera mitad del siglo xix, Luis
Galván y Enrique Banús cierran un ciclo de sus trabajos, pero abren
al mismo tiempo otros perfiles inéditos de su investigación: aquí, los
comentarios fuera de España ya no sólo son vistos por su influencia
en los comentaristas españoles, sino por su pertinencia desde universos de sentido ajenos, cifrados en la especificidad de cada momento
histórico y de cada escuela crítica; este cambio ofrece matices muy
sutiles, pero importantes, en relación con los trabajos publicados
antes. Si bien para el lector cidófilo se trata de un libro granado de
juicios críticos en torno al Cantar, el lector interesado sólo en una estética de la recepción encontrará también una veta rica para entender
los caprichosos y difíciles caminos de la interpretación literaria desde sus bases materiales; esa historia efectual flexible que, al final, no
es otra cosa que una historia de la cultura nacional y de sus virtudes
y sus defectos.
Alejandro Higashi
Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa
Karla Xiomara Luna Mariscal, “El baladro del sabio Merlín”. La percepción espacial en una novela de caballerías hispánica. UNAM, México, 2006; 173 pp. (Publicaciones de Medievalia, 33).
A pesar de su relevancia, el tema del espacio y de las relaciones espaciales ofrece todavía muchas aristas desconocidas para los críticos
interesados en los libros de caballerías; la trama de las aventuras y
los personajes despiertan tanto interés en los lectores que suelen distraerlos de otro personaje también principal, pero de andar sigiloso: el espacio. En la línea de otros investigadores interesados en las
estrechas relaciones del espacio y las tramas caballerescas, como
Juan Manuel Cacho Blecua o Axayácatl Campos García Rojas, Karla
Xiomara Luna Mariscal presenta una investigación detallada y sugerente de las distintas maneras en las que el espacio condiciona los
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elementos de la trama y la creación de atmósferas en El baladro del
sabio Merlín. Aunque no faltan artículos y hasta libros sobre las geografías fantásticas de los libros de caballerías o su poder para generar
tramas, el protagonismo que se concede aquí al espacio y los distintos matices con los que se entreteje en la trama del Baladro confieren rasgos distintivos al estudio y conclusiones muy sustanciosas. La
selección del corpus es responsable en mucho también de estos rasgos
de originalidad; el espacio en el Baladro se construye sobre un principio dinámico que falta en otros libros de caballerías, relacionado
directamente con las capacidades mágicas de su protagonista (como
apunta la misma Xiomara Luna, “la movilidad extraordinaria de la
que hacía gala, sus constantes y veloces viajes, sus desplazamientos
horizontales y verticales [pues a veces, como el mismo Merlín explica, tenía que estar en el aire por exigencia propia de su naturaleza],
debía de impresionar a más de una cultura fuertemente enraizada
y definida por su pertenencia a un espacio «representativo»”, p. 50),
pero también con un proyecto narrativo de largo aliento en el que “el
deseo de dar una mayor unidad y coherencia a la materia de Bretaña
va a regir la estructuración de este cronotopo” (p. 77). En todo caso,
la complicada personalidad de Merlín (sabio, consejero de reyes, profeta, adivino, mago) se funda también en una concentrada capacidad
para crear esas atmósferas en las que se llevarán a cabo acciones tan
distintas como profetizar un bien o un mal en el espacio de la corte
o enfrentar una aventura en una geografía maravillosa.
El trabajo se divide en tres capítulos de distinta extensión, pero
solidarios entre ellos (“Proceso de formación textual”, “La percepción
del espacio en el imaginario medieval” y “Tipología y función de las
expresiones espaciales en El baladro del sabio Merlín”). Aunque el lector
especializado puede obviar el primer capítulo (una síntesis informativa del proceso de configuración textual del personaje y del Baladro
desde las fuentes celtas hasta las versiones hispánicas de la post-vulgata), se agradece mucho el ejercicio de síntesis y ordenación de Xiomara Luna, pues dota al conjunto de una claridad difícil de apreciar a
primera vista. Un compendio de semejante envergadura, como el que
ofrecen Pedro M. Cátedra y Jesús D. Rodríguez Velasco en “El baladro del sabio Merlín y su contexto literario y editorial”, en el volumen
que acompaña el facsímil de El baladro del sabio Merlín con sus profecías
(Burgos, 1498)1, permite vislumbrar la complejidad de las relaciones
entre los testimonios; a propósito, escriben sus autores con franqueza: “Colocar nuestro texto en el laberíntico árbol de la transmisión
de la Suite du Merlin de la Post-Vulgata es harto difícil. No sólo porque
buena parte del andamiaje de este ciclo se basa sobre suposiciones
1 Ediciones Trea-Hermandad de Empleados de Cajastur-Universidad de Oviedo, Gijón, 1999, esp. pp. xxi-xl.
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y fragmentos, sino también porque el género constituye en sí campo abierto para la reelaboración, los cambios, las transferencias de
episodios, las modificaciones de carácter por influencia de unos y
otros textos, etc., etc.” (p. xxx). Obviamente, la exploración de estos
caminos exige a menudo deambular por sendas escabrosas y callejones sin salida; y en una maraña textual como ésta resulta muy difícil
trazar mapas con más rectas unívocas que líneas curvas. El camino
que ofrece Xiomara Luna, al contrario, parece sencillo y sin complicaciones, pero cumple eficientemente con su función: mostrar cómo
el personaje de Merlín ganaba complejidad con los aportes sucesivos
de las distintas versiones y, consecuentemente, cómo en medio de
este torbellino de personalidades que va del sabio consejero al Merlín enamorado se mantienen sus poderes sobre el tiempo y el espacio (pp. 49-50). Este metódico repaso también sirve para matizar los
rasgos de originalidad del Baladro de Burgos (1498), base textual del
estudio, y ponerlo en sintonía con la compleja tradición que acuna al
personaje, de ahí que un lector no tan familiarizado con la literatura
artúrica en la Península agradezca el esfuerzo de sistematización.
En “La percepción del espacio en el imaginario medieval” (pp. 5374), es un acierto referirse desde el título a “la percepción de espacio”
y no simplemente a “una configuración del espacio”; la configuración
del espacio aludiría exclusivamente a las herramientas de construcción
espacial con las que cuenta el autor (la más sencilla, la toponimia;
la más compleja, la descripción), mientras que la percepción del espacio involucra todas aquellas categorías culturales que confluyen en la
creación de un efecto de espacio. Con esta perspectiva, el concepto de
un espacio medieval muestra un espesor más consistente por la mezcla de categorías culturales de percepción asociadas al mero concepto espacial, como valores sociales, simbólicos, económicos, políticos
y geográficos, lo que permite estimar el problema del espacio desde
un enfoque existencial y no exclusivamente retórico. Tras la huella de
maestros como Aaron Gurevich o Paul Zumthor, la autora presenta
progresivamente las implicaciones culturales que tiene una categoría extensiva como el espacio dentro del imaginario cultural, desde la
relación del hombre con la naturaleza (pp. 54-57) o la percepción teórica del espacio en itinerarios y mapas (pp. 57-60 y 65-67), hasta sus
implicaciones cognitivas en la configuración de una alteridad maravillosa (pp. 60-63) o religiosas, cuando el propósito era darle una existencia física a esas escenas que no la tenían, como el paraíso terrenal
(pp. 63-65), el más allá, el cielo o el purgatorio y el infierno (pp. 6772). Se trata en realidad de un nutrido listado de distintas formas de
percepción espacial que desemboca en la construcción de un espacio
retórico y literario, paradójicamente caracterizado por su pobreza de
recursos. La escasez de estrategias literarias para crear una sensación
de espacio en los textos no debería sorprender: el uso abundante de
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los tópicos espaciales dejaba un limitado campo de acción a la inventio retórica (pp. 73-74). De ahí que el concepto de percepción espacial
resulte tan atinado, pues libera al lector del estereotipado catálogo
de tópicos medievales y le permite adentrarse en el fascinante mundo
de la percepción espacial con toda su carga cultural; si para la obra
literaria el espacio es simplemente “un atributo accidental que emerge de la función de los personajes (de acuerdo con su estar y su hacer
en la obra)” (p. 73), esta perspectiva permite explorar otras rumbos
más interesantes de la percepción del espacio.
Los frutos de esta orientación compleja se aprecian mucho mejor
en el capítulo 3 (“Tipología y función de las expresiones espaciales en
El baladro del sabio Merlín”, pp. 75-156), donde Xiomara Luna analiza la percepción de distintas configuraciones espaciales clave para
la novela. La referencia inicial a los Evangelios apócrifos, por ejemplo, sirve para estructurar los principales núcleos temáticos del Baladro (pp. 76-85), a partir de una serie de analogías con el misterio de
la Encarnación que van desde la propia concepción de Merlín hasta
el episodio de la fundación de la Mesa Redonda como analogía de la
mesa compartida por Jesús con sus apóstoles. Al espacio estructurante del misterio de la Encarnación siguen los espacios tópicos que proveen un orden social y político. En primer lugar, el palacio (pp. 8598), cosmos organizado y sede de los valores caballerescos que habrá
de caracterizarse por su armonía frente al caos del mundo exterior,
desde la sala de palacio situada en una prominencia hasta las cámaras bajas, cuyas funciones alternan entre la prisión y el espacio secreto; la torre de palacio es un espacio ambivalente donde transcurren
los primeros prodigios de Merlín (su nacimiento, su primer vaticinio,
su papel como consejero del rey), pero cuya verticalidad jactanciosa
también anuncia su desplome; al pie de la torre se presenta el prado
como un lugar de esparcimiento y una frontera entre el palacio y el
bosque. Frente al espacio de la ciudad (Camelot) y del palacio como
centro organizador de la cortesía, se sitúa el espacio de la vileinie y de
la aventura (pp. 99-123) simbólicamente representado por el bosque,
el valle, el río, el lago, la fuente, la montaña y la floresta, hasta llegar a
los loci terribilis que la tradición ha destinado para la muerte de Merlín.
A pesar de sus valores simbólicos asociados, estos lugares sólo cobran
un valor real para el lector por el paso de uno a otro, en el que se crea
ese efecto de espacio por el contraste o la continuidad entre ellos.
La continuidad entre el espacio de la vigilia y el del sueño, analizado
magistralmente en las cavilaciones de Arturo y su hermana luego de
cometer incesto en el capítulo 19 (pp. 125-129), da cuenta de la función de la horizontalidad en la intriga y se opone a los desplazamientos mágicos de Merlín, libre de las reglas espaciales impuestas a los
mortales, hasta llegar a la configuración espacial de su muerte, uno
de los episodios analizados con más detenimiento (pp. 134-150).
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El capítulo cierra con una nota breve sobre la naturaleza más
superficial del espacio: la descripción. Aunque se trata de un apartado de corta extensión (pp. 151-156), el balance final de las estrategias
de construcción espacial relacionadas con los aspectos narrativos deja
un buen sabor de boca. Aquí, Xiomara Luna mide la incidencia de los
tópicos en relación con el tipo de aventura y demuestra que “el espacio presenta un mayor grado de convencionalismo cuando el personaje se limita a actuar funcionalmente” (p. 152); de ahí que las aventuras
troncales presenten un espacio menos estereotipado que las aventuras secundarias. En todo caso, como se había anunciado en el capítulo anterior, la descripción espacial apenas ocupa un lugar modesto en
el discurso literario, del que mucha culpa tiene el público conocedor
de los temas y al que poca falta haría instruir en la fachada de un palacio o la oscuridad de un bosque. Como apunta Xiomara Luna, son
muchas las ocasiones en las que una palabra basta para describir un
lugar y sus implicaciones; en el devenir de la sesión de lectura en voz
alta “las palabras ‘bosque’, ‘corte’ o ‘fuente’ funcionaban como centros
de imantación semántica (cargados con significados culturales e intertextuales” (p. 154), de modo que sería el receptor quien tendría la tarea
de “reconstruir, a partir de su ubicación en el texto y de los personajes
que en él aparecen, una atmósfera y unos sentidos que completaban
el espacio narrativo” (p. 154). En el capítulo final (“Conclusiones”,
pp. 157-163), la autora ofrece una síntesis razonada de todo el trabajo,
con especial insistencia en los rasgos de originalidad del Baladro.
Este trabajo de Xiomara Luna representa una investigación rigurosa de los aspectos más originales del Baladro en cuanto se refiere
al tratamiento del espacio; la novedad del acercamiento hay que buscarla en sus bases hermenéuticas, cuyo potencial se desarrolla plenamente frente al esquemático análisis de tópicos en el que pudo convertirse. Por el contrario, en “El baladro del sabio Merlín”. La percepción
espacial en una novela de caballerías hispánica, la autora ha sabido enhebrar sabiamente predicados teóricos y filosóficos en una rica trama
de análisis minuciosos sobre la percepción del espacio cuyo modelo,
sin duda, alentará investigaciones futuras sobre el tema.
Alejandro Higashi
Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa
Cristina Castillo Martínez (ed.), Antología de libros de pastores.
Centro de Estudios Cervantinos, Alcalá de Henares, 2005; 529 pp.
En un esfuerzo por dar a conocer un compendio de obras pertenecientes a un género poco atendido dentro de la ficción de los Siglos

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