Solución de borde para constituirse un cuerpo1

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Solución de borde para constituirse un cuerpo1
Solución de borde para constituirse un cuerpo1
VÉRONIQUE MARIAGE
« Le plus grand péché, nous dit Dante, est la tristesse. […] Chacun sait que je suis gai, gamin même on dit : je
m’amuse. […] C’est vrai, je ne suis pas triste. »2
Me encontré por primera vez con Miguel hace quince años, en el contexto de mi trabajo en
institución, en Courtil. Su modo de apropiarse del dispositivo analítico es de lo más singular.
Miguel encarna al hombre libre, pero también nos convoca a la invención de una práctica: no
triste... donde haya lugar para disfrutar.
Estos encuentros con Miguel conforman una experiencia sin igual que no puede ser
aprehendida sin Lacan, sin aquello que él elaboró de singular en su enseñanza y la práctica
que ella releva -no solamente del significante, sino aquella que tiene en cuenta la relación del
ser con su goce articulado al cuerpo-, una clínica del parletre. En cada uno de nuestros
encuentros hay lugar para hacer pasar la tragedia a su vía cómica.
Luego de ser recibido durante diez años en el grupo de niños del cual soy responsable en
Courtil, Miguel reside en el Centro para Adultos de Courtil que se encuentra a 300 mts de mi
consultorio, a donde él continúa viniendo para encontrarme. Jamás ha sido posible fijar un
turno con él. Miguel llega cuando yo no lo espero, y en algunos momentos eso puede ser
complicado. Él toca el timbre sin soltar el botón hasta que yo lo atiendo. Cuando, ocupada,
no logro atenderlo inmediatamente, él entra y se dirige a mi consultorio. Entonces yo debo
correr con mayor velocidad y lanzarme sobre la puerta antes de que él la abra, para evitar su
intrusión. Posponer el encuentro para más tarde es imposible. "¡Tu no vas a hacerme eso!
¡Ah no!", suplica. Entonces debo negociar con él para que aguarde en la sala de espera. Sin
embargo, una vez allí él comienza a cantar en voz alta, imponiendo su voz. No puedo no
atenderlo. Del mismo modo, cuando estoy ausente, él puede refugiarse en mi consultorio e
instalarse en mi sillón por media hora, una hora... De este modo, al abrigo de mi consultorio,
él recoge su cuerpo y se reconstituye. Entonces puede retirarse tranquilo.
Un acontecimiento marca la instalación de ese lazo tan importante. Miguel tiene seis años y
yo lo acompaño en el vehículo que nos conduce a nuestro destino de vacaciones. De golpe,
entramos en un bosque oscuro. Miguel jamás ha dejado su barrio ni se ha desprendido de su
madre. Él se agita. Preso de angustia grita "¡el lobo, el lobo va a salir del bosque y nos va a
atacar!". Es importante saber que cuando Miguel se desencadena, se cae al suelo. Tirado en
el piso, los ojos abiertos mirando al vacío, no responde. Unos minutos más tarde, se levanta
de golpe y estalla de risa. De ese momento de vacío él no puede decir nada excepto "¡Ah, te
atrapé! ¿Tuviste miedo?". En otra ocasión, ya al borde del bosque, él nombra su miedo: "es
el lobo". Antes de que se caiga intento tranquilizarlo y le digo: "Oh, tú sabes, no hay más
lobos en los bosques de Bélgica", pero en el instante pienso "¿pero por qué es necesario que
lo tranquilice?". Y en la continuidad de mi frase agrego "...¡pero hay jabalíes! Oh ellos pueden
lanzarse sobre nosotros, pero basta con hacer mucho ruido, eso les da miedo y huyen". A
partir de ese momento, cuando hacemos nuestras caminatas por el bosque, Miguel estará a
1
Intervención pronunciada en las jornadas de la ECF, del 8 y 9 de Octubre de 2011. Luego de las jornadas, este
texto fue publicado en "Courtil en lignes" -publicación online de Le Courtil- número 9, Enero de 2013. Este
trabajo es traducido y publicado en "El vuelo de una pluma" gracias a la gentil autorización de Véronique
Mariage.
2 Jacques Lacan, « Allocutions sur l es psychoses de l’enfant », in Autres Ecrits, Le Seuil, 2001, p. 363.
la cabeza del grupo. Triunfante, grita con toda la fuerza de su voz en forma de cantito "
¡Sandrier3, sandrier, estamos acá, no tenemos miedo, lárgate!..." "Sandrier", como él dice,
será un significante del cuál él hará uso en todas las historias que construirá a partir de de
ese momento, en los diferentes talleres de Courtil. Lo invocará seguido cuando se encuentra
preso de la angustia que lo tumba al suelo.
Este significante de la lengua viene a nombrar el lugar vacío de la ausencia de la madre. Es
un significante del sujeto que le permite tener un apoyo en el Otro. Le da un cuerpo y será el
signo del lazo que Miguel ha tejido con Courtil, como así también de su enganche en la
transferencia.
Luego de haber acompañado durante mucho tiempo a Miguel en la vida cotidiana de la
institución, lo recibo regularmente en entrevistas. Miguel intenta hablar para luchar contra la
tristeza que lo invade y lo hace indigno. Me habla de sus pesadillas, de sus alucinaciones, de
su estado de ánimo, de los eventos de cuerpo que lo atraviesan, del modo en que es
maltratado por los olores...
Las sesiones han seguido esta misma estructura: "soy feliz, feliz, feliz, es demasiado, es
demasiado, soy demasiado feliz. Entonces canto y yo no sé qué me detiene para ser feliz. Y
luego, por ejemplo, subo al auto, la música es bella y yo soy feliz, feliz... y de repente, paso
delante de una bella casa y una voz dice - "tú la vas a arruinar", y eso es, todo se vuelve triste
y yo soy un tonto, un cerdo, un asqueroso. ¿Por qué nací? Yo maté a mi mamá (su madre
murió poco después del parto debido a una crisis cardíaca por obesidad). Estoy harto de la
pizzería que está al lado de mi casa y de sus olores. Cuando había una carnicería, y luego la
juguetería, yo no tenía estos problemas. Desde que la pizzería está allí, me infla, me vuelvo
enorme y un día voy a explotar y me reuniré con mi mamá... Todo eso que veo durante el día,
lo veo a la noche, pero más divertido. En mis pesadillas, a veces está el falso Miguel, otras
veces está el verdadero y cuando me despierto, hay otro Miguel que viene para
reemplazarlo... esto es terrible. Y luego aún sentía el olor a menta y después nada, me caí".
Miguel se deja caer allí mismo, durante la sesión. Luego de haber hecho este esfuerzo por
hablar, él se levanta y me pregunta: "¿Puedo telefonear a papá?". Habla por teléfono y luego
se va, más apaciguado.
Miguel sorprende en las pequeñas soluciones con las cuales trata lo real que lo importuna.
Cuando la angustia es demasiado fuerte, él insiste: "Véronique, te lo suplico, es necesario
que hagas algo...".
Durante un largo periodo, él se queja de estar muy alucinado: anoche, su hermano hablaba
sin parar y le impedía dormir. Desde hace varias semanas, él me suplica que encuentre una
solución porque si no, él deberá dejar su casa y se convertirá en mendigo, o algo peor... un
criminal. A falta de apoyos simbólicos o imaginarios, le digo: "Y bien, te pones tapones en tus
orejas y no lo escucharás más, los compraremos en la farmacia". La semana siguiente, no se
ha olvidado, entonces vamos a la farmacia a buscar los tapones. Algún tiempo después
Miguel me dirá que ha utilizado los tapones, pero que ya no los usa más: su hermano se ha
quedado en silencio y ahora él puede dormir.
En otra ocasión, se queja de los olores provenientes de la pizzería, que invaden su casa.
Éstos lo dejan petrificado cada vez que pasa delante del restaurante, cuando va de camino a
lo de su primo. En esos momentos él no puede avanzar más y se planta delante del negocio
3
N.T.: La palabra "sandrier" es un neologismo inventado por Miguel, que proviene de su modo singular de
pronunciar la palabra francesa "sanglier", que significa "jabalí".
a la espera de ser atendido... sin dinero. El drama comienza: exige dinero y ante la negativa,
él se rompe. Conociendo su barrio, le propongo otro camino para no pasar más delante de la
pizzería. A la letra, Miguel hace una gran vuelta y no se confronta más a esos olores
atractivos. Durante un tiempo, esta solución aliviará sus demandas imperativas de pizza, pero
también sus relaciones familiares.
Desde hace poco, Miguel irrumpe mucho menos en mi consultorio. Yo me sorprendo. Él me
dice que en el grupo está menos molesto con los demás porque ha encontrado una cosa.
Saca de su bolsillo un trozo de papel, lo pone en la palma de su mano y me muestra sonriente
lo que ha dibujado: "Ves, es la sonrisa de Véronique Mariage. Cuando todo va mal, tomo tu
sonrisa y me calmo. Todo el mundo me dice que tengo la sonrisa de Véronique Mariage y las
cosas van mejor".
Gracias a los tapones que cierran realmente el cuerpo a la intrusión de las voces, los trayectos
que evitan los accesos directos al objeto de la pulsión y el trazo que él toma prestado de mi
cuerpo, Miguel intenta constituirse un cuerpo e inscribir un borde.
Con Miguel... yo me divierto y con Lacan puedo decir: "¡qué entusiasmo encontramos en
nuestro trabajo!".
Traducción: Roberto J. Cordero (revisado por Rosa E. Yurevich).

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