especial iv centenario

Transcripción

especial iv centenario
JUNIO 2009
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NÚMERO 51
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Sumario
CONSEJO DE REDACCIÓN:
Rafael Esteve Secall (Dir.)
Salvador García Morgado
Juan Muñoz Solano
Elena Narváez Valdivia
Manuel Bueno Martín
Fotografías:
Juan M. Salvador Morales
Eduardo Nieto Cruz - M. Hirschfeld
F. García Bandera - L. M. Gómez Pozo
M. Dávila - Pilar González - Daniel González
José Aznar Antón - Archivo Archicofradía
Ilustraciones:
E. Chicano - Selva - S. Gª. Morgado - F. Prini - M. Hijano
M. Bueno - V. Kovatchev - F. Olalla - Archivo Díaz Escovar
Colaboraciones:
Manuel Bueno Martín - Alberto Castellón Serrano
José Antonio Domínguez Bandera
Rafael Esteve Secall - Salvador García Morgado
Antonio Garrido Moraga - Miguel Gutiérrez Jansen
Francisco L. Jiménez Valverde - José Prados Salas
Luis Ignacio Méndez Pérez - Juan I. Montañés García
Juan Muñoz Solano - Victoria Eugenia Muñoz Solano
José Miguel Porras Palomino - Modestina Romero Navas
Alberto Salinas Lozano
Diseño y maquetación:
Paco Olalla
Edita:
Pontificia y Real Archicofradía del Dulce Nombre
de Jesús Nazareno del Paso y
María Santísima de la Esperanza
Correo Postal: C/. San Jacinto,1 y 3 - 29007 Málaga
Apdo. de Correos 460 - 29080 MÁLAGA
Telfs. 952 612 776 - 952 614 396
Web:
www.pasoyesperanza.es
E-mail:
[email protected]
Impresión:
Olaris Media, S.L.
Depósito Legal:
MA-278/03
03 Palabras del Rector
04 Carta del Hermano Mayor
07 Crónica del Centenario
07 Presentación Cartel
07 Triduo cuaresmal
10 Pregón de Antonio Garrido
10 Presentación grabado Kovatchev
11 Actos del 22 de marzo: Bendición del Bronce
13 Evocación histórica y Acta IV Centenario
16 Actos del 22 de marzo: Concierto y Conferencia
17 La Procesión del IV Centenario
21 Caridad y Acción Social
23 Entrevista a Rogelio Malaussena
25 Breves
33 Actualidad Musical
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Suplemento Literario Especial IV Centenario
400 Razones - Salvador García Morgado
Medianoche de 1609 - Miguel Gutiérrez Jansen
Aquella noche... - Antonio Garrido Moraga
Bendición extraordinaria - Alberto Castellón
El milagro del paralítico - Alberto Salinas Lozano
El Jueves Santo de 1851 - Francisco Luis Jiménez Valverde
El bandolero de la Coracha - Victoria Eugenia Muñoz Solano
Ucronía - Nazareno del romero
El chusco y cuartillo de aceite - Juan Muñoz Solano
La primera bendición del Nazareno - Manuel Bueno Martín
Ya hace 50 años - Juan Ignacio Montañés García
Una bendición - Pepeprado
El aniversario nazareno - Antonio Banderas
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Palabras del
Rector
Pronunciadas en la ceremonia conmemorativa de la plaza del Obispo, en la madrugada del
pasado Viernes Santo.
eñor Jesús:
• Gracias en nombre de los frailes predicadores del convento de Santo Domingo, que desde
hace cuatrocientos años proclaman la salvación en Tu Nombre dulce y bendito.
• Gracias en nombre de la Archicofradía, que sabe celebrar su fe en una liturgia llena
de cariño y fiesta.
• Gracias en nombre del pueblo de Málaga, que recibe tu bendición siglo tras siglo con
agradecimiento y devoción.
Cada Jueves Santo llegas desde el cenáculo, camino del Calvario, al corazón de la ciudad, con el aroma de
olivos y romero, a bendecir, a dar vida y esperanza, como Palabra Salvadora del Padre.
Y aquí has estado y estás con tu Cruz a cuestas, para indicar el camino de la vida, de la Pascua, “Sorpresa
y Revelación” comprendida por muchos y rechazada por otros.
Hoy te miramos y contemplamos, aquí en el centro de la diócesis, para pedirte con unánime voz que nos
sigas bendiciendo.
Bendice Señor Jesús: A los que buscan Tu rostro en situaciones difíciles.
• Desde el sufrimiento del sinsentido de sus vidas.
• Desde el vacío que esclaviza y conduce a la violencia.
• Desde las exclusiones por el egoísmo, la prepotencia y la ambición de muchos.
Bendice a tu Iglesia:
• Fortalece la fe de los bautizados.
• Anima a los que, siendo tus servidores, necesitan tomar la cruz cada día del Testimonio y el Amor.
• Bendice, Dulce Nazareno, a tu cofradía; que ha mantenido tu presencia y la noticia de tu amor durante
cuatro siglos. Que seamos cada día más la comunidad donde habite tu santo Espíritu.
Que se haga silencio profundo y se abra nuestro corazón para recibir la bendición de tu Santa y Poderosa
mano:
• Dulce Verbo de Dios.
• Dulce Pastor.
• Dulce Maestro.
• Consuelo.
• Misericordia.
• Indulgencia suprema sobre todas las Indulgencias.
Y Tú, Madre de Jesús y Madre de la Esperanza:
Tu presencia levanta el corazón de Málaga.
Y acompañando a tu Hijo en su pasión nos revelas Tu grandeza.
• Tú eres la peregrina de la fe.
• Camino de esperanza.
• Caridad incondicional y gratuita.
Acompaña siempre, maternalmente, la bendición de tu querido Hijo. Amén.
Fray Eugenio Ruiz Prieto
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Carta del
Hermano Mayor
la vista de algunos comentarios recibidos de hermanos que muestran su preocupación
acerca de la presentación de las imágenes de nuestros Sagrados Titulares en el futuro
retablo de la Basílica, como Hermano Mayor y en nombre de la Comisión Permanente
quiero exponer una serie de reflexiones sobre este tema que constituye el motivo principal que nos movió a dar un paso adelante para asumir la máxima responsabilidad
en la cofradía; responsabilidad que estamos gestionando siguiendo las orientaciones
pastorales de nuestro Director Espiritual, como no podía ser de otro modo.
Es evidente que el proyecto de retablo –sea cual sea el que se elija en el futuro– plantea interrogantes
y suscita dudas que anidan en lo más profundo de los archicofrades. También nosotros las tuvimos hace
tiempo pero, poco a poco, creo que hemos ido viendo la luz y es importante que los hermanos recuerden
nuestra postura al respecto, que es absolutamente unánime.
Dicho esto quiero aclarar algo que conviene precisar: una cosa es el culto externo –la procesión- y
otra el culto interno que se da a las imágenes en la iglesia. El hecho de que hace veintiún años dejáramos
nuestra secular capilla de la parroquia de Santo Domingo y abriéramos al culto la espléndida realidad
litúrgica y espiritual que es la “Iglesia de la Esperanza” ha supuesto un cambio cualitativo trascendental
en el culto a nuestros Sagrados Titulares; también en la devoción que Ellos suscitan en la ciudad y, lógicamente, en la propia dinámica de la cofradía. Nadie nos impuso la construcción de la iglesia. Fue un
deseo de la cofradía –el regalo que los hermanos hicimos a la Virgen de la Esperanza por su Coronación
Canónica– materializado con la ayuda de muchos malagueños; lógico es que asumamos plenamente las
consecuencias de esa decisión. Porque ese culto interno más intenso, continuo, mucho más abierto a la
ciudad, siempre es espiritual, nunca puede ser de sentimientos, como hay hermanos que lo entienden y
lo sienten. En consecuencia, esta nueva realidad también nos está transformando inevitablemente como
comunidad cristiana.
Es por eso que nuestra cofradía está evolucionando. La construcción de la iglesia,
hoy basílica, nos ha permitido ampliar considerablemente e intensificar el culto interno y
todo lo que eso lleva aparejado: una proyección litúrgica y espiritual que trasciende claramente a la propia cofradía. El de basílica no es un título más que hemos añadido a los
que tiene la cofradía, sino que es una iglesia con una especial vinculación con el Vaticano,
donde se da culto a Dios, del que las imágenes son mediaciones.
La potencialidad y la fuerza de devoción que tanto el Nazareno como la Virgen de la
Esperanza suscitan entre los malagueños va mucho más allá de los archicofrades, ya que
no en balde muchísimos recién nacidos son presentados a la Virgen después de su bautismo en Santo Domingo, varios cientos de niños hacen su catequesis y primera comunión
en nuestra casa todos los años, también los jóvenes se confirman, muchas parejas acuden
a la Basílica a sacramentar su unión matrimonial, miles de personas celebran la eucaristía
dominical o el sacramento de la reconciliación ante nuestros Sagrados Titulares y, además, depositamos también en ella los restos de nuestros seres queridos.
En todo ese amplísimo movimiento espiritual, los archicofrades constituimos una clara minoría, y si
nos limitamos al grupo de hermanos que han formado y forman parte de las Juntas de Gobierno, ese
núcleo es todavía más minoritario. Por lo tanto tenemos que ser especialmente cuidadosos en nuestras
decisiones ya que tienen una trascendencia mucho mayor de lo que a veces pensamos; no sólo afectan
a los miembros de la cofradía, sino que incidimos sobre el amplísimo número de fieles que asisten cotidianamente a los cultos ante nuestros Titulares. Si en el pasado la procesión era todo lo importante, hoy
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también la basílica y la celebración de la fe requieren la máxima atención para nosotros.
Por otra parte, en la calle, en el culto externo, los sentimientos pueden desbordarse más allá de las razones
o de la razón religiosa primigenia que nos anima, pero en el culto interno tenemos que atenernos a las razones
litúrgicas de la fe que compartimos.
Cierto es que puede haber hermanos a los que la ejecución del retablo con una presentación vertical de
las dos imágenes, puede originar un malestar en aquellos que, acostumbrados a ver las dos imágenes en el
mismo plano del camarín, sientan que el Titular venerado no se ubica en el lugar que quisiera, y abordan el
tema como si de una cuestión de protocolo, o de preeminencia, se tratase. Pero, si algo fundamental hay en
nuestro cristianismo es que la Redención se la debemos a Cristo. Y si hay alguien a quien por su desmedido
amor a la Virgen le estorba el Nazareno, o piensa que está por encima de su Hijo, me parece que debería abdicar de su condición de cristiano. Por tanto el que se sitúe la imagen de Jesús Nazareno en la parte más elevada
del retablo y la Virgen de la Esperanza en la parte más próxima al altar, no creo que plantee ese problema de
malestar salvo en casos excepcionales.
Porque limitar el cristianismo a mero sentimiento, como algunos hacen, sería caer a veces en la idolatría
y facilitar la crítica a quienes les molesta la religión católica y cualquiera de sus manifestaciones. Y una de las
características que nos debe diferenciar a los cristianos en la sociedad actual, no sólo crecientemente laica
sino religiosamente plural y laicista, es el testimonio de la coherencia de nuestra actitud y comportamiento
con la fe que decimos profesar. Es la forma, al menos, de ser respetados. Por tanto no existe ni puede existir
problema alguno de preferencia, porque ni hay ni puede haber preeminencia. Pensar en esos términos es un
grave error.
Y paso a comentar otras cuestiones en relación con el futuro retablo. Un retablo no es un decorado más
o menos bonito donde instalar unas imágenes. Un retablo es un libro iconográfico donde se cuenta una historia, obviamente cristiana. Y sea cual sea la historia contada, el discurso que se esculpe en madera, piedra o
metal no puede falsear, desvirtuar ni cambiar las verdades fundamentales de nuestra fe cristiana. Además hay
unas normas en la forma de contar esa historia que no se pueden alterar. De la misma manera que al escribir
en el mundo occidental se hace de arriba hacia abajo y de izquierda a derecha, el libro del retablo se escribe
de abajo hacia arriba, y del centro hacia los lados. Por lo tanto si aceptamos este axioma, también desde este
punto de vista, el problema de la preeminencia de las imágenes desaparece.
En cuanto a la presentación de las imágenes en el camarín, cabría haber intentado una alternativa diferente y en línea con la idea que defienden algunos hermanos de ubicar a las dos imágenes en el mismo plano.
Se trataría de integrarlas en un único camarín reflejando el encuentro de Jesús con su Madre en la calle de la
Amargura.
Es una posibilidad que estudiamos seriamente en su día y fue desechada por las siguientes razones:
1. Porque la tradición de culto interno de nuestra cofradía no contempla esa forma de presentar a las imágenes. Sí existía la representación del Paso en la calle que hemos querido evocar con la decoración del camarín
en el pasado triduo en honor del Cristo en Cuaresma; sin embargo también hay que recordar que el episodio
de la Verónica no está en los Evangelios canónicos aunque sea una piadosa tradición cristiana.
2. Porque la fuerza devocional de ambas imágenes es muy potente y cada una tiene una singularidad
muy acusada.
3. Porque las características estilísticas de las dos son muy diferentes. La Virgen es de un bellísimo barroquismo mientras que el Cristo es una sobresaliente escultura realista.
4. Porque tanto una como la otra están concebidas para entablar un diálogo devocional de carácter
frontal con los fieles.
5. Porque la presentación de ese encuentro de Jesús con su Madre obligaría a que las dos imágenes, y en
especial la de la Virgen, tuvieran que presentarse –cuanto menos- de forma lateral o sesgada respecto de los
fieles, y no están concebidas para eso.
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Por lo tanto, la otra opción de situar a ambas imágenes en el mismo plano del camarín implica necesariamente dos camarines diferenciados que, por su propia proximidad, deberían ser similares, lo que no quedaría
bien con una u otra imagen dadas las características artísticas tan diferenciadas que antes he señalado. Esto
sólo sería factible en retablos diferenciados, pero nunca en un mismo retablo horizontal. Otra alternativa
sería introducir una tercera imagen de San Juan para lograr un cierto equilibrio estético, aunque tampoco eso
resolviera el problema estilístico.
Estas opciones ya fueron contempladas en los tres proyectos que en la mayordomía de Carlos Ismael
Álvarez se presentaron a la junta de gobierno y fueron realizados por Eloy Téllez, Jesús Castellanos y Fernando
Prini, más un cuarto que conozcamos de Manuel Hijano que no fue presentado a la junta. Son los proyectos
que constan en el archivo de la cofradía. Asimismo, se hizo una maqueta de gran tamaño tratando de reflejar
esta solución.
El resultado de todo ello es que la idea no cuajó, porque –al margen de razones litúrgicas profundas- la
conformación de un camarín de esas características no gustaba. Por lo tanto el camino que hemos explorado
es el que se ofrece en los tres proyectos recibidos, que serán presentados por sus autores a los hermanos que
quieran asistir a la reunión que se ha convocado al efecto para el próximo jueves 28 de mayo a las 20,30
horas.
Soy consciente asimismo que este tema está en el núcleo de algunas disensiones que se aprecian entre los
hermanos, y en lo que me concierne estoy haciendo todos los esfuerzos posibles para superar esa situación;
pero hay cuestiones que afectan a la esencia de nuestra fe y no podemos transigir.
Porque la sensibilidad nunca puede ser una vía para dar solución adecuada a las necesidades espirituales, y
si la religiosidad la dejamos circunscrita al sentimiento, entonces no hemos entendido nada. Creo firmemente
que la devoción del pueblo llano no se verá afectada en modo alguno por la ubicación de las imágenes. La
gran mayoría de los fieles no sabe de teologías, pero entiende perfectamente el criterio religioso por el que
Cristo debe situarse arriba, y su devoción a una u otra imagen no va a verse mermada en absoluto por ello.
Y no es tampoco, desde este punto de vista, un problema de preeminencia ya que, con esta presentación
la Virgen, se encuentra más cerca del pueblo actuando como lo que es: la intercesora o la mediadora ante
su Hijo.
Dado que hacer dos retablos similares ya vimos con los informes técnicos que era imposible, además de
ser una opción que fue tajantemente rechazada -por el cabildo de hermanos convocado al efecto en junio
de 2008- por un 85 por ciento de los votos emitidos; dado que la exploración y las tentativas pasadas que
se han realizado de ubicar a los dos imágenes en un mismo plano del camarín no han dado resultado, no
cabe, por consiguiente, más que una solución que es la que estamos explorando. Porque, desde luego sería
descabellado –al margen de que las autoridades eclesiásticas no lo permitirían- que se pusiera a la Virgen por
encima del Cristo.
En consecuencia, por todas estas razones más las que se derivan de nuestra responsabilidad como cristianos en un mundo cada vez más materialista y alienante, con pérdida de los valores que han sido tradicionales
en nuestra sociedad, es por lo que tenemos que hacer las cosas “como es debido”. Si la coherencia entre la fe
que decimos profesar y nuestro testimonio es siempre necesaria, mucho más lo es en estos momentos en que
los cristianos y la ética cristiana no están, precisamente, en el centro de la vida social.
Y la incoherencia –además de otras muchas razones políticas y sociales– estuvo en la base de la quema
de conventos del año 1931, por no citar sino la más reciente página negra de nuestra historia que, además,
no fue la única de esas características.
Confío en que con estas reflexiones hayamos contribuido a disipar dudas sobre esta tarea pendiente que
la historia nos ha encomendado hoy. Labor que será tanto más hermosa, cuanto más partícipes y corresponsables nos sintamos todos en el resultado final.
Manuel Harras Polonio
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Crónica del
Centenario
El 1 de enero se presentó el cartel del IV Centenario
Tras la solemne función religiosa en honor al Dulce Nombre de Jesús celebrada a las 13:00
horas del primero de enero, el Rector de la Basílica, que presidía el acto, cedió la palabra al
Secretario General de la Archicofradía, quien hizo una breve semblanza histórica para terminar
dando fe de la conmemoración que se anunciaba desde ese día.
El cartel, descubierto por el Hermano Mayor, estaba instalado en el templo sobre un cortinaje, en la parte de la epístola cerca del presbiterio, y reproduce el retablo conmemorativo que
fue instalado en la plaza de la Constitución recordando que en ese lugar “El Nazareno del
Paso bendice al pueblo de Málaga desde 1609”.
Nuestro Hermano Mayor en el momento de la
presentación del Cartel a todos los presentes.
El Triduo cuaresmal rememoró la ancestral ceremonia del Paso
Llegado un momento como el que se presenta este año 2009, la Archicofradía ha querido
recordar el sentido original de la procesión de otras épocas y evocar, mediante una decoración
efímera en la Basílica, la ceremonia del Paso.
Existen una serie de elementos que conocemos por las crónicas llegadas hasta nosotros y
que permiten hacernos una idea aproximada de la puesta en escena de este acto: La presencia
de imágenes sagradas, entre las que se encontraban la Dolorosa, San Juan y la Verónica, los
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figurantes “costosamente vestidos”, el sermón del predicador dominico y la articulación de
las mismas esculturas; todo ello ante las más altas representaciones de la vida ciudadana y el
pueblo enfervorizado apiñado entre las cuatro calles.
Para lograr esta escenificación, la Hermandad de la Entrada en Jerusalén cedió generosamente las imágenes de San Juan y de la mujer samaritana, magníficas obras que José Antonio
Navarro Arteaga talló en 1990 para la cofradía pollinica.
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La palabra del pregonero nos cautivó el 28 de febrero
Situado ante el altar de la Basílica, el pregonero desgranó los sentimientos de los fieles y las
gracias que el Nazareno ha venido derramando en la ciudad durante siglos.
Su verbo cautivó al auditorio desde el principio y, en una atmósfera puramente barroca,
supo recrear la desaparecida imagen del Moreno, trasladándonos a las naves del viejo convento;
donde fueron compareciendo los toneleros, la Virgen de Belén o el trono de Luis de Vicente.
Salpicado por momentos de fino humor, Antonio Garrido se movió magistralmente en
las coordenadas del espacio y del tiempo yendo de Quintiliano a Cervantes y
de Dostoyevski a Fray Luis de Granada. Igualmente surgieron personajes
de nuestra historia remota e inmediata
como Hernán Lorenzo de Zafra, Villarejo
o Ruiz Tió.
Elogió el acierto de la inédita escenificación del Paso diseñada por los albaceas y recitó los versos que compuso
después de haberla visto en la Basílica.
Terminó con un soneto dedicado al Nazareno del Paso sobre cuyos hombros
recae, además, el peso de la historia y
de una devoción de generaciones.
El 13 de marzo, Kovatchev nos presentó su Nazareno
…Kovatchev  agradeció emocionado, como un honor, el haberle encomendado esta obra,
y declaró sentirse muy feliz con el resultado y con la Archicofradía, cuyo escudo lucía en la
solapa. Trató de su admiración por los grandes maestros como Da Vinci, Rembrandt o Picasso.
Concluyó citando la célebre frase de Leonardo “La pintura es poesía muda; la poesía pintura
ciega” e invitando al Hermano Mayor Harras a descubrir juntos el grabado, lo que provocó el
aplauso admirado del público que llenaba el salón.
También fue descubierta la plancha-matriz de zinc original del grabado, iluminada a la luz
de dos velas, a fin de que los asistentes tuvieran ocasión de apreciar sus calidades y el tacto de
su labor.
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Los actos del 22 de marzo
Bendición del bronce
En 1609, el Viernes Santo era 22 de marzo. Por eso quisimos en esa
fecha volver al mismo lugar de donde partió la procesión en que el
Nazareno bendijo por primera vez.
La Junta de Gobierno en pleno, corporativamente, partió
de la Basílica en procesión a las 12:00 del mediodía a campana tañida, acompañada del Prior de la Orden de Predicadores en Málaga y Rector de la Basílica, Fray Eugenio
Ruiz Prieto.  
El cortejo estuvo integrado por la cruz Basilical flanqueada por acólitos y ciriales, guión del Paso, Comisión
Permanente con bastón y medalla, Rector y acólitos, Junta de Gobierno con medalla, hermanos y fieles.
A las puertas de Santo Domingo la comitiva fue recibida
por la comunidad de Padres Dominicos y Hermanos Mayores
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de las tres Cofradías hermanas, para proseguir
juntos por la vía sacra hasta llegar a las puertas
de la antigua capilla de la Archicofradía.
En la capilla el Secretario General leyó una
evocación histórica del acto; seguidamente el
Prior de los Dominicos proclamó el Evangelio
se descubrió el bronce con la faz del Nazareno del Paso y fue bendecido.
Tras las oraciones de acción de gracias, el
Hermano Mayor hizo entrega de un recuerdo
a la Orden de Predicadores, al Presidente de la
Agrupación de Cofradías, a las Cofradías dominicanas y al autor de la obra presentada.
Luego al término de la eucaristía de las
13 horas, ya en la Basílica, los miembros de
la Junta de Gobierno y hermanos presentes
firmaron el documento que da fe del acto
celebrado y que se introdujo en el bronce
momentos antes de su colocación definitiva
en la plaza de la Constitución a la mañana
siguiente.
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Aquí empezó todo.
No sabemos cuándo; pero sí sabemos que unos hermanos de la Cofradía del Nombre de Jesús compraron una huerta a los dominicos en 1567 para labrar a ley y poner
en toda perfección capilla propia, a �n de que los cofrades pudiesen celebrar mejor el
culto a su titular, y recibir cri�iana sepultura cuando sus días culminasen.
También e�á documentado, por un curioso pleito sobre preeminencia procesional
con otra cofradía que, a lo largo de la segunda mitad del siglo XVI, el Dulce Nombre
de Jesús salía en procesión el Viernes Santo.
Asimismo, conocemos que el gremio de mae�ros del tonel acudió, en 1603, al
obispo don Juan Alonso y Moscoso, en solicitud de que autorizara las con�ituciones
de una hermandad, para venerar a la imagen del Dulce Nombre de Jesús, dentro del
proceso de reorganización de las cofradías malagueñas decretado por el citado obispo. Hermandad que fue reconocida el 31 de o�ubre de 1606, por Breve de SS Paulo
V, en el que se concedía la perpetuidad del Priorato al Vicario General de la Orden
de Predicadores.
Igualmente, cuentan las viejas crónicas que el Viernes Santo de 1609, se encendieron de religioso entusiasmo los buenos malagueños, con motivo de la primera
salida en procesión de Jesús de los Pasos, llamado así desde entonces en virtud de la
representación de los mi�erios de la Pasión en la plaza de las Cuatro Calles. Auto que
concluía con la bendición del Señor.
Hace, pues, exa�amente, 400 años que, en e�a misma capilla y a e�as mismas horas, se encontraba una efigie de Jesús Nazareno de los Pasos –que andando el tiempo
sería popularmente conocido como el Moreno–, sobre unas sencillas andas simplemente adornadas con flores, flanqueadas por cuatro fanales marineros, dispue�os
para iluminar su camino en el plenilunio de Nisán, entre volutas de humo sagrado y
el musitar de las oraciones de los percheleros. Esperaban el momento de ser llevadas
en procesión para que el Nazareno bendijese por vez primera al pueblo de Málaga.
Y ahora, os invito a que cerremos los ojos y nos dejemos invadir por la hi�oria sin
tiempo, o el tiempo sin hi�oria que tanto vale, encerrados en e�a centenaria iglesia
conventual.
Si pre�amos oído al silencio, percibiremos que los muros nos traen ecos de cánticos salmodiados, latines, jaculatorias, predicaciones, solemnes gregorianos…; así
como del resbalar de muchas lágrimas, peticiones, agradecimientos; y, sobre todo, del
murmullo de múltiples generaciones de hermanos y devotos rezando al Nazareno.
También resuena el bramar de las aguas desbocadas del vecino río de la Ciudad
que entraron bajo e�as bóvedas, echando abajo las puertas del templo, para remansarse a los pies de la bendita imagen.
Si aguzamos nue�ros sentidos escucharemos la vibrante salve de aquellos 72 percheleros que fundaron la hermandad de la Virgen de la Esperanza, entronizándola en
una sencilla hornacina donde acompaña a su Hijo desde 1641, compartiendo devociones con Él, dando consuelo, aliviando pesares, confortando a los desesperanzados.
Igualmente oiremos el paso marcial de los borceguíes mercenarios que, bajo las
órdenes del mariscal Horacio Seba�iani, arramblaron con toda la plata que hallar
pudieron y todo lo que de valor encontraron en el templo.
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Escucharemos los ahogados sollozos de los predicadores de exclau�ración forzada, obligados a abandonar la que durante siglos había sido su casa, con la Desamortización decretada por un e�ado en bancarrota, agotado en la imposible defensa de un
imperio irremisiblemente perdido.
Pero si ellos se marcharon, su regalo a Málaga –la devoción al Dulce Nombre
de Jesús– permaneció en e�a capilla, cu�odiada por sus cofrades. Y aquí los hemos
esperado durante más de cien años, ha�a su retorno.
Si aguzamos todavía más nue�ros oídos podremos escuchar la algarabía de la sinrazón, de la incultura, del odio de clases; y el crepitar de las llamas que, poco a poco,
iban devorando el Crucificado de Mena, la Virgen de Belén, la imagen del Moreno,
y todo lo bello que la veneración había depositado a los pies del Nazareno y de su
bendita Madre. Porque, también, a través de la belleza se llega a Dios.
Aún podemos sentir la fragancia de las flores que han adornado e�a capilla, así
como el aroma del incienso y de la cera siempre derretida, año tras año, década tras
década, siglo tras siglo; e incluso el olor a humedad, a marisma, a madera embreada…;
y el olor a quemado… Demasiado tiempo oliendo a quemado.
Las paredes nos hablan de cómo se salvó la cabeza de la imagen de la Virgen de
la Esperanza, y de la decisión de aquéllos que empezaron de nuevo a partir de las
cenizas. Y nos cuentan la alegría desbordante del romero y del azahar en aquel Jueves
Santo, después de casi una década sin la bendición de su Hijo.
Aunque todas e�as sensaciones inunden nue�ro espíritu, no menos sentimos el
peso de la hi�oria; la mirada sobre nosotros de tantos hermanos nue�ros de ayer,
de anteayer, de siempre; de los que conocimos, de los que no conocimos pero sabemos sus nombres, y de los desconocidos, con quienes compartimos, por encima del
tiempo y en e�e mismo lugar, la devoción al Dulce Nombre de Jesús Nazareno y a
la Virgen de la Esperanza. Cofrades que aguardan la resurrección, aquí, en la cripta
de la Basílica, o en cualquier cementerio, tras una vida en la fe, llena de esperanza y
comprometida en la caridad.
Así pues, con ser emotivos e�os sentimientos que nos embargan, no menos trascendentes son las razones que nos convocan en e�e lugar. Razones del corazón que se
esconden por entre las entretelas del alma y que se resumen en dos: Amar a Dios sobre
todas las cosas y al prójimo como a uno mismo.
Si continuamos con los ojos cerrados, enmarcada en el rumor de una sucesión de
oraciones bisbiseadas, que como un rosario de avemarías sin fin nunca deja de rezarse,
podremos ver la procesión de todos, y de cada uno de nosotros.
La cruz que guía el peregrinar de nue�ra vida desde que recibimos el agua bautismal. Los e�andartes que resaltan sus grandes aconteceres. Las luces; las sombras.
La llama oscilante de cientos de cirios nazarenos que, como hitos anuales, van marcando su discurrir, apagándose a veces con el viento, pero volviendo a encenderse
una y otra vez.
Al final del cortejo, veremos a los correoni�as llevando las andas del Nazareno
al compás del recio golpear de las horquillas en el suelo, –o los a�uales hombres de
trono al ritmo de un tambor–, como si de los latidos unísonos del corazón de todos
los archicofrades se tratase.
Latidos que nos traen resonancias de antiguos jabegotes hundiendo, cadenciosamente, sus remos en el vecino mar de los Percheles, desde la jábega varada en la orilla
de la hi�oria.
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Y oiremos el himno triunfal que anuncia la bendición que nos alienta; el clarín
que reclama el ge�o de perdón que nos conmueve.
Seguro e�oy, que todos e�amos viendo ese in�ante sublime de las madrugadas de
Viernes Santo, en que la mano mil veces besada, la mano mil veces bendita, la mano
mil veces esperada, se separa del madero para bendecir a su pueblo; para trazar el
signo indeleble de su alianza con el pueblo de Málaga.
Hace ya cuatro siglos.
Y mientras los latidos se extinguen poco a poco, se oye la voz de un viejo nazareno
que reza así:
Aunque no tengas la frente ni el ro�ro malheridos
ni atraviesen tus sienes las púas de una corona,
no es menor el peso de las culpas que perdonas
ni el amor que tienes a los hombres redimidos.
Porque quiso el escultor centrar en tu mirada
la serena aceptación de todos los tormentos,
la certeza de tu amor llena mis momentos
transformando tu aflicción en dulzura sublimada.
Pues soy parte del madero que te apla�a
cargar con tu cruz –Señor– yo bien quisiera,
para aliviar el dolor de tu hombro sin tardanza.
Mas, como e�ar cerca de ti ya no me ba�a,
déjame sentir tu tierno abrazo a la madera
y fúndeme en tu amor colmado de esperanza.
Ahora que pronto iré hacia tu Padre
para hacer balance de lo malo y de lo bueno,
bendíceme de nuevo, mi Jesús, mi Dulce Nazareno.
�
Pero e�e secretario no puede terminar e�e breve y emocionado parlamento, sin
cumplir con su misión de dar fe del a�o que celebramos en e�os momentos.
Y es que, a las 12 horas del domingo 22 de marzo del Año del Señor de dos mil y
nueve, en la antigua capilla del capitán Hernán Lorenzo de Zafra de la iglesia conventual de Santo Domingo, sede que fue de la Archicofradía, tiene lugar el a�o de
presentación y bendición del bronce de Jesús Nazareno del Paso, esculpido por el
consejero de la Hermandad, D. Luis Álvarez Duarte.
Bronce que será el motivo central del retablo callejero, diseñado por el archicofrade D. Pablo Paniagua Utrera, que se e�á in�alando en la plaza de la Con�itución
–antiguamente conocida como de las Cuatro Calles–, para memoria ciudadana del
cuatricentenario a�o de la Bendición del Dulce Nombre de Jesús Nazareno al pueblo
de Málaga, y que se inaugurará cuando nue�ro Hermano Mayor, D. Manuel Harras
Polonio, llegue a pedir la venia a la tribuna oficial en la procesión del próximo Jueves
Santo.
De todo lo cual, como secretario de e�a Pontificia y Real Archicofradía, DOY FE.
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Los actos del 22 de marzo
Concierto y Conferencia
Por la tarde los actos se trasladaron a la vecina Sala Gades, donde la Banda de Música Santa
Cecilia de Sorbas, abrió el acto. Junto a otras composiciones dedicadas a nuestros titulares, la
formación que cada Jueves Santo acompaña al Nazareno del Paso estrenó la marcha “El Dulce
Nazareno” compuesta, con motivo del IV Centenario, por Álvaro Ceregido músico de la citada
banda.
Posteriormente, el consejero de nuestra Archicofradía Luis Álvarez Duarte ofreció la conferencia “El Nazareno y la Esperanza”. En ella, el artista sevillano expuso todo el proceso creativo
de su última obra: el busto del Nazareno que ha realizado para el retablo conmemorativo de la
Plaza de la Constitución. Y también disertó sobre su relación con la Archicofradía y la restauración de la Virgen de la Esperanza.
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La “extraordinaria” procesión
Breve relato
La gran novedad este año ha
sido el cambio de itinerario; se
pretendía una procesión memorable dotándola de elementos
singulares. De esta forma el Jueves Santo del IV Centenario nos
dejó imágenes para el recuerdo:
la presencia del Obispo, Monseñor Catalá a la salida de la procesión, arrodillado ante el Monumento en la
Basílica abarrotada de nazarenos; las insignias
basilicales y el Rector ante el trono del Nazareno; la
petición de la venia a cargo del Hermano Mayor como
Jefe de Procesión, algo que no ocurría desde hace muchas décadas; el descubrimiento del monumento al Nazareno del Paso en la Plaza de la Constitución; el saludo de los hombres de trono
de la Virgen a su Mayordomo honorario, –Carlos Gómez Raggio– que después de sesenta años
ante su campana, la vio pasar desde su balcón; el terciopelo verde y morado de los archicofrades congregados en el atrio de la catedral; la oración y la poesía; los monumentos al son de la
música, el tiempo detenido, y la Bendición.
Después, el trono de Strachan por su calle; el cortejo impecable y el delirio en cada maniobra de esa otra catedral dorada y verde que sigue al Señor del Paso.
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Acta Plaza del Obispo
“. . . este año, en conmemoración de tal efemérides, venimos ante esta Catedral de Málaga
para proclamar públicamente nuestra fe en Cristo, y a rezar por la vida, por la paz del mundo, por los enfermos, por los que no creen, por las víctimas de la injusticia, de la sinrazón y
de la avaricia de unos pocos.
Hemos venido, pues, a pedir
por todos nosotros.
Y estamos aquí, Jesús
Nazareno del Paso, reunidos
a tu alrededor y a los pies de
tu Madre de la Esperanza,
para que la mano mil veces
besada, la mano mil veces
bendita, la mano mil veces
esperada, se separe una vez
más del madero y describa el
gesto que nos convoca y que
nos conmueve.
Y cuando trace el signo indeleble de tu alianza con el pueblo de Málaga, recibir tu bendición y la gracia de tu perdón.”
Es en la noche el reino de las sombras,
el ámbito preciso al abandono,
el abismo que anuncia las angustias
y en el insomnio el dolor más hondo.
Ya se cumplen los tiempos de la espera,
las profecías antiguas de los libros.
La hora, Dulce Nombre, es ya llegada.
La procesión anuncia tu destino.
Nazareno del Paso, son los siglos
el número y la fuerza en tu mirada,
mansedumbre y esfera deseada
en la mano que a Málaga bendice.
Es el amor más alto que nos llega
con la brisa feliz de primavera.
Antonio Garrido
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Datos de la procesión
• Número de nazarenos: 550
• Número de hermanos que participaron
en la procesión: 1220 (incluye a los hombres
de trono y a los músicos)
• Porcentaje de hombres: 42 %
• Porcentaje de mujeres: 58 %
• Número de hermanos que solicitan salir
por primera vez en la procesión: 83
• Número de nuevos nazarenos: 67
• Número de hermanos que se han quedado sin túnica: 16 (todos ellos enlaces)
• Número de hermanos que no salen en
2009 y que reservan su sitio para 2010: 27
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Caridad y
Acción social
Fieles al planteamiento de conservar las obras de caridad tradicionales y también abrir nuevos ámbitos de actuación, el balance del año 2008 presenta unos datos que sobrepasan varias
veces los ingresos, procedentes de la Cena Benéfica, el Bar de Cuaresma, la tarjeta Mastercard
de la Archicofradía y los donativos.
Para facilitar la interpretación de esta labor asistencial ofrecemos resumidos los datos estableciendo cuatro grandes bloques en función de la naturaleza de las acciones: 1. Congregaciones religiosas e instituciones católicas, 2. Instituciones benéficas laicas, 3. Asistencia a hermanos, 4. Acción socio-cultural. Finalmente figuran los apuntes correspondientes a la Verbena
benéfica promovida por los hombres de trono de la Virgen, que tuvo lugar en Churriana en el
mes de mayo.
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BALANCE AÑO 2008
Información más detallada en http://www.pasoyesperanza.com/accion_social/index.php y en el
noticiario, la hemeroteca del año 2008.
Salvador García Morgado
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Entrevista a
Rogelio Malaussena
n este año, que estamos celebrando
los cuatrocientos de la Primera Bendición del Nazareno, pensamos en
el hermano de nuestra Cofradía que
podría conocer mejor la llegada de la
imagen de Benlliure, el entorno, vicisitudes, y circunstancias que se produjeron, a la vez que recordar sus
muchos años de servicio desinteresado, los puestos
desempeñados, sus anécdotas y datos más íntimos.
Rogelio, que pronto cumplirá ochenta y ocho
años, nos recibe en su casa, con toda la amabilidad,
acompañado de su inseparable Pilar, santanderina de
nacimiento pero malagueña de corazón.
Rogelio nace en Antibes (Francia) y allí transcurre
su infancia. En 1928 llega a Málaga, donde su padre
gestionaba una empresa de exportación de aceite.
frente. Como la Semana Santa era en abril, y se quería que saliese ya en procesión con una postura mas
acorde para cargar una cruz, se decidió cortarlo por
la mitad e inclinarlo, fijándolo provisionalmente. Así
estuvo muchos años. Mariano Benlliure, que entregó
el Cristo pese a que su señora lo quería para ella, se
comprometió a arreglarlo después de la procesión y
firmarlo, pues no venía firmado; cosa que después
hizo un ayudante suyo, que vivía en Ronda. Lo que
pasó después es que no se reenvió y quedó así, con
una unión provisional, hasta que se arregló años más
tarde asegurándolo convenientemente.
Vive los luctuosos sucesos del año 1931, pero aún
no tenía vinculación con la cofradía. En 1932 vuelve a
Francia a estudiar el bachillerato en los Hermanos Maristas, y en 1939, al retornar a Málaga, su padre le informó de que lo había hecho hermano de la Cofradía
en 1934. En aquellos años vivían encima de “La Alegría”, famoso restaurante ya desaparecido. Al lado estaba la “Vinícola”, donde su padre compartía tertulia
y amistad con Pedro Rico y Enrique Gómez Rodríguez
-que fue alcalde de Málaga- y otros esperancistas. Allí
se reorganizó la Cofradía. Siguió el negocio familiar
hasta 1956 en que, casi por casualidad, empezó su
magisterio como profesor de francés, del cual muchos
discípulos suyos guardan un gran recuerdo.
¿Y cuando empiezas a salir en la procesión?
Ese mismo año de 1940. Éramos muy pocos nazarenos y yo iba de penitente, el último de la fila en
la sección del Cristo. El mayordomo de trono era Félix
Rubio Luque y el adjunto Mateo Castañer, que se retiró en la plaza de Uncibay. Félix se quedó solo, por lo
que me llamó y me dijo que fuese con él, dándome
un martillo de madera. Entonces los mayordomos de
trono iban también con capirote, no como ahora. Al
final de la calle Larios me llamó y me dijo que llevase
el trono y lo hice hasta la Alameda.
¿Cómo fue tu primer encuentro con el Nazareno del Paso?
El diecinueve de marzo de 1940 por la tarde, trajeron el Cristo en un camión de la Compañía de Abastecimientos y Transportes (C.A.T.). Yo fui el primero
en subirme al camión y coger al Cristo, que venía tendido junto al de la Expiración. Lo bajamos; conmigo
estaba Paco Moreno, padre de nuestro hermano Paco
Moreno Checa, y lo trasladamos a la capilla, junto a
otros hermanos, entre los que estaban Matías Abela y
Rafael Caffarena Sola. El Cristo venía completamente
derecho, de ahí la caída del mechón de pelo de su
¿Fuiste ratificado en el cargo?
Al año siguiente, como era directivo, me nombraron
adjunto segundo y yo siempre lo llevaba a la vuelta. Al
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morir Félix Rubio, salió de mayordomo Pedro Rico, y yo
de primer adjunto. En el año 1948, por antigüedad, fue
nombrado mayordomo Miguel Bresca, pero tuvo la mala
fortuna de que el trono atropellase al campanillero, que se
llamaba Miguel García Pacheco, al que tuvieron que trasladar urgentemente al Hospital Civil. Eso fue al poco de
salir, donde había una fuente llamada de la “Olla” frente
a una farmacia, antes de la subida a la rampa del puente.
Ese año yo no iba en la procesión con gran disgusto mío,
porque tenía que estar en una tribuna que levantaron
frente al hotel Niza, en calle Larios, junto a otros hermanos de otras cofradías, acompañando a Dª. Carmen Polo
de Franco, que ese año asistía a las procesiones.
Podía contaros muchas. Una de las más divertidas es la de Dª. Margarita Lasso de la Vega que, en
aquellos años en que las mujeres no eran hermanas
ni salían en la procesión, ella se empeñó en salir. Se
vestía de nazareno verde, de la Virgen, de la que era
muy devota, y se ponía zapatos de hombre. Así el párroco D. Pedro Martos que sabía sus intenciones no la
localizaba, a pesar de que la buscaba en la procesión
para echarla.
¿Qué recuerdos tienes de los Hermanos
Mayores y de sus distintas etapas en la
Archicofradía?
Pues buenos recuerdos. Yo tuve mucho contacto
en los primeros años con Pedro Rico, Ricardo Jurado
y Matías Abela. Al morir éste, varios hermanos fuimos
a hablar con Paco Medina que era Jefe de Personal
de la Eléctrica, y aceptó. Pero después algunos de los
hermanos fueron a Santo Domingo y allí se llegó a un
acuerdo entre Carlos Gómez y Vicente Caffarena para
que Carlos fuese Hermano Mayor. Cuando Carlos se
casó en el año 1941 regaló un traje a la Virgen que
llevaba una corona delante. Carlos Gómez hizo una
magnifica labor durante muchos años y levantó la Cofradía. Manolo Harras hijo creo que lo está haciendo
muy bien también.
¿Cómo viste la procesión como espectador?
Sufrí mucho porque la vuelta que tenía que dar el
Cristo para la bendición falló y costó mucho trabajo.
Cuando terminó me fui muy triste por lo acontecido.
Pero al poco vinieron a buscarme para decirme que
el trono del Cristo estaba con dos patas rotas en calle
Torregorda, así que fui inmediatamente. Allí hablé con
el capataz, -Joaquín Jerez-, y con los hombres de trono. Les dije que teníamos que llegar a Santo Domingo
como fuese, y que allí tendrían dos garrafas de vino
para todos. Se pusieron a trabajar y llegó sin novedad.
Entonces me nombraron mayordomo del trono y salí
durante muchos años.
¿Qué piensas de los actos de este cuatrocientos aniversario de la bendición del Nazareno?
¿Hasta cuando estuvistes saliendo?
Hasta 1961 o 1962, no recuerdo bien. Carlos
Gómez Raggio, me pidió que fuese conmigo Manolo
Narváez, pero yo llevaba de adjunto a Ricardo Jurado
y me compenetraba muy bien con él, así que salí ese
año sin cambios. Al año siguiente, le propusieron a D.
Manuel Harras –padre del actual Hermano Mayor– salir de mayordomo y no aceptó, ni tampoco Pepe Ramos, por lo que se dispuso una nueva regla para hacer
votaciones y salió ya Manolo Narváez. Yo no asistí a
esa reunión porque no me enteré.
Pues muy bien todo aunque no lo he podido
vivir plenamente, porque he estado con una rodilla
muy molesto. Pero el monumento de la plaza de la
Constitución me ha parecido muy bonito y está muy
bien.
Estuviste el otro día en la presentación de los
proyectos de retablo, ¿qué piensas de ellos?
Pues me gustó mucho el último de Paniagua y estuvo muy bien expuesto. Yo personalmente preferiría el
Cristo y la Virgen al lado, como los hemos tenido siempre, y desde luego nunca separados en distintos altares.
Dinos qué otras cosas has hecho en la Archicofradía.
Hasta aquí una conversación amena y muy interesante, con una persona de inquebrantable fe en su
Cristo y su Virgen; que con Pilar, su esposa, vive una
serena madurez, sin olvidar nunca su cofradía, sus
titulares y su cariño y devoción por Ellos, siendo un
extraordinario ejemplo de cofrade. Tenemos la esperanza de que así será por mucho tiempo.
He hecho de todo. Desde rifar bicicletas, que nos
dejaron un buen dinero; llevar la lotería, con D. Manuel Harras y con D. Carlos Milla; hacer cuestaciones
los Jueves Santos, que dábamos a las monjas de San
Carlos; hasta la venta de columbarios.
Rogelio, cuéntanos alguna anécdota de aquellos tiempos después de la guerra.
Modestina Romero y Luis I. Méndez.
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Breves
CELEBRACIONES Y ACTOS RELIGIOSOS
PEREGRINACIÓN
A LA VICTORIA
CELEBRACIÓN DE LA INMACULADA
CONCEPCIÓN Y BENDICIÓN DEL CRISTO
DE LA CARIDAD Y LA ESPERANZA
El viernes 29 de
mayo una representación de la cofradía
acudió a la Basílica y
Real Santuario de Santa
María de la Victoria en
la tradicional visita del
mes de mayo que efectúa la Agrupación de
Cofradías. Al finalizar la
eucaristía le fue impuesta a nuestro Hermano Mayor
la Medalla de la Hermandad de la Victoria. Tras la visita al camarín de la Virgen y las preces de rigor, se nos
agasajó con un refrigerio.
Tras la celebración
eucarística en honor
a la Inmaculada Concepción de María fue
bendecida en la Basílica la imagen tallada en
madera de cedro de un
crucificado, obra de Rafael Ruiz Liébana, bajo
la advocación de “Cristo de la Caridad y la Esperanza” La imagen se
ha ubicado en la sacristía de la Basílica, junto al acceso a los columbarios.
400 SEMBRADORES DE ESTRELLAS
PARTIERON DESDE LA BASÍLICA
En la mañana del último sábado de Adviento, 400
niños de postcomunión de las parroquias malagueñas salieron de nuestra Basílica para repartir estrellas
por nuestra ciudad y así anunciar el nacimiento de
Jesús. La Jornada Sembradores de Estrellas es una
campaña de la Obra Misional Pontificia de la Infancia
Misionera, con la que invita de esta forma a todos los
niños a vivir una “Navidad Misionera”. Como hacen
los misioneros, los niños y adolescentes pregonan
la Buena Noticia de que Jesús nace a los hombres
y mujeres de la calle; lo hacen desde la alegría que
brota de la fe y desde la gratuidad, porque no piden
nada a cambio más que la sonrisa que llevan en sus
semblantes.
Festividad del Corpus Christi
Nuestra Archicofradía ha participado activamente
en los actos celebrados para conmemorar la festividad
del Corpus Christi. En la tarde del sábado, la banda
de música de la Archicofradía ofreció un concierto de
marchas eucarísticas delante del altar instalado por
la Agrupación de Cofradías de Semana Santa en la
plaza de la Constitución. Ya en la solemne procesión
del domingo, hubo una amplia representación de la
cofradía. Además, se da la circunstancia de que este
año se incorporó por primera vez al cortejo el pabellón basilical, insignia donada a la Catedral por nuestra
corporación en días pasados.
La actividad tiene dos partes: la primera, llamada
el envío, se realiza en una iglesia donde se explica el
sentido de la Jornada y se les hace entrega de las pegatinas en forma de estrella. La segunda, que lleva por
nombre el anuncio, consiste en salir a las calles cantando villancicos para pegar las estrellas en la solapa
de las personas y comunicarles que es Navidad. 
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CIERRE DEL AÑO
JUBILAR PAULINO
El próximo 29 de junio, coincidiendo con la festividad de San
Pedro y San Pablo, se cerrará el
Año Paulino, que se ha venido celebrando en comunión con todo el
orbe católico en nuestra Basílica
desde el 29 de junio de 2008, conmemorando los dos mil años del
nacimiento del Apóstol San Pablo,
en respuesta a la convocatoria del
Papa Benedicto XVI.
… “Permíteme, Madre mía, que hoy no cante ni a
tu innata belleza, ni al resbalar de tus lágrimas, ni a tus
ojos negros, ni a tu embriagadora mirada, ni al empaque de tu presencia. Permíteme que mi único canto
sea, Esperanza, mi alabanza, Esperanza, mi súplica,
Esperanza, ¡Bendita seas Esperanza! Aplaudida, loada, ensalzada, admirada seas, Esperanza. Esperanza
coronada. Esperanza nuestra. Esperanza de Málaga.”
CUARESMA Y SEMANA SANTA
BESAMANOS AL NAZARENO DEL PASO
Debido a las especiales
características del exorno
durante el Triduo y la ubicación de las sagradas imágenes en el camarín de la
Basílica, el Domingo 1º de
Cuaresma al término de la
Eucaristía Solemne no fue
posible efectuar el tradicional besamanos al Nazareno del Paso. Por esa razón
el viernes 6 de marzo nuestro Titular se acercó a la
veneración de los fieles y expuesto en besamanos de
manera extraordinaria durante toda la jornada.
VÍA CRUCIS, TRASLADO Y CELEBRACIÓN
COMUNITARIA DEL PERDÓN
LA ARCHICOFRADÍA EN EL PREGÓN DE
LA SEMANA SANTA DE MÁLAGA 2009
El sábado 28 de marzo asistimos al pregón de Semana Santa de Ana María Flores Guerrero en el Teatro
Cervantes. Las primeras palabras dirigidas a nuestros
Sagrados Titulares fueron:
El domingo 29 de marzo tuvo lugar el traslado de
las Imágenes al salón de tronos, tras la celebración de
la Eucaristía de las 20.00 horas y del vía-crucis en el
interior de la Basílica. Y al día siguiente, 30 de marzo
se celebró en el mismo salón de tronos, a los pies de
María Santísima, la celebración comunitaria del Perdón dirigida especialmente a los Archicofrades del
Paso y la Esperanza.
“Toda Málaga está esperando, la Alameda de
banda en banda, regordetes angelitos iluminan tu
camino, convertido en alfombra de romero, Dulce
Nombre de Jesús Nazareno del Paso, «Nombre sobre
todo Nombre»”…
Tras hacer un exposición de sus vivencias y sensaciones cuando fue invitada a vestir a María Stma.
de la Esperanza, finalizó con estas otras dedicadas a
la Virgen:
TRIDUO PASCUAL Y DOMINGO
DE RESURRECCIÓN
Los días 9, 10 y 11 de abril celebramos en la Basí-
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El día 11 de marzo en el Salón de Tronos Eugenio Chicano y Carlos Ismael Álvarez pronunciaron la
conferencia titulada “Una pintura para cinco siglos de
historia. El Mural del Techo del Salón de Tronos de la
Pontificia y Real Archicofradía del Dulce Nombre de
Jesús Nazareno del Paso y María Stma. de la Esperanza. Simbología y alegorías”. La misma se enmarcaba
dentro del III Ciclo de Conferencias sobre Alegorías y
Simbología de la Semana Santa de Málaga que coordina el Grupo de Trabajo “Semana Santa de Málaga
en la Escuela”.
lica el Triduo Pascual: La conmemoración de la Cena del Señor, el Jueves Santo, de su Muerte en la Cruz
(Viernes Santo) y la Vigilia Pascual
(Sábado Santo). Al término de la
misma en el bar de la cofradía hubo
un refrigerio servido por hermanos
archicofrades a todos los asistentes.
El Triduo Pascual fue solemnizado
con la intervención musical de la
coral Sínesis y el coro Titular de la
Basílica. Ya en la mañana del Domingo de Resurrección, día de la
Pascua del Señor, se celebró la solemne eucaristía a
las 13 horas.
Formando
parte
de este mismo ciclo, el
día anterior, nuestro Secretario, Rafael Esteve,
pronunció en la Sala
Capitular de la Archicofradía de la Expiración,
la conferencia titulada
“Nuevas interpretaciones sobre el simbolismo
del trono del Stmo. Cristo de la Expiración”.
FORMACIÓN Y CATEQUESIS
CATEQUÉTICA DE PRIMERAS COMUNIONES Y
DE POST-COMUNIÓN
El pasado mes de mayo
la Basílica acogió seis ceremonias en las que ochenta
niños que han realizado
este año el tercer curso de
la catequesis preparatoria
recibieron el cuerpo de
Cristo por primera vez. El
30 de mayo las catequistas
participaron en una eucaristía de “Acción de gracias” por la finalización del
curso. Y el viernes 5 de junio se celebró una cena con
las catequistas en el hotel NH en una reunión general
con la que nuestros agentes de pastoral ponen punto
y final al curso 2008-2009.
ACTOS DE CONFRATERNIZACIÓN
Y CONVIVENCIA
COPA DE NAVIDAD Y ARROZ
El jueves 18 de diciembre, tras la celebración de
los cultos en honor de María Santísima de la Esperanza, tuvo lugar en el bar de la casa-hermandad la tradicional Copa de Navidad. Y el domingo 1 de marzo, al
término de la función principal del Cristo, más de un
centenar de archicofrades compartimos asimismo un
arroz en la cofradía.
CONFERENCIAS SOBRE LA SIMBOLOGÍA Y
ALEGORÍAS EN LA SEMANA SANTA DE MÁLAGA
RECIBIMIENTO A LA COMISIÓN DEL
CUERPO DE INTENDENCIA
En la mañana del Jueves Santo tuvo lugar el recibimiento a la Comisión del Cuerpo de Intendencia por
parte del Hermano Mayor y la acogida en la Basílica,
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floral ante el mosaico de la Virgen de la Esperanza
existente en los jardines del centro.
PATRIMONIO
ALFILERES PARA LOS TITULARES
Durante el concierto con el que la Banda de Música de la Archicofradía celebró su XV Aniversario fundacional, los músicos hicieron entrega de un regalo
para nuestras Sagradas Imágenes. Se
trata de dos alfileres;
uno, con forma de
corazón para el Nazareno del Paso, y otro
para la Virgen de la
Esperanza con la forma de la clave de sol.
donde el Rector les dirigió unas palabras y con posterioridad bendijo las medallas que fueron impuestas a
los miembros de la Comisión que no la tienen.
Por la noche los miembros de la Comisión participaron corporativamente en la procesión siguiendo al
Nazareno del Paso acompañados del Hermano Mayor
y la Teniente Hermano Mayor, Modestina Romero. Los
jefes y oficiales desplazados a nuestra ciudad este histórico año fueron los generales de división Máximo
Cabezas -Inspector Jefe- y José Arturo Yllera; los coroneles Fernando Martínez, Mariano Hermosilla y Manuel E. Morales; el capitán Juan Latorre y los tenientes
Plácido Gallego, Pedro García del Olmo, Manuel C.
Noval y Aurelio Acero.
PAÑO DE VERÓNICA
El pintor y hermano de la
cofradía Eugenio Chicano ha
querido sumarse a la conmemoración del IV centenario de
la Primera Bendición donando
el paño pintado con la Santa
Faz que ha llevado la Santa
Mujer Verónica en sus manos
durante los cultos en honor
del Nazareno del Paso que se
celebraron al inicio de la cuaresma.
Ya el Sábado Santo tuvo lugar en el Club Mediterráneo el tradicional almuerzo de confraternización
con la Comisión al asistieron numerosos archicofrades.
Con la entrega de recuerdos se clausuró la visita en la
que nuestros hermanos pudieron conocer también los
proyectos más inmediatos referidos al camarín de la
Basílica y a la reforma exterior de la misma.
COMIDA DE HERMANDAD
El sábado 18 de abril, en la Universidad Laboral,
tuvo lugar el tradicional almuerzo que se realiza tras la
procesión, en el curso de la cual se entregaron recuerdos a los hermanos hombres de trono que dejaron el
varal este año. Antes de la comida se hizo una ofrenda
OFRECIMIENTO PICTÓRICO AL NAZARENO
La banda de cornetas y tambores realizó el 29 de marzo una
hermosa ofrenda al
Nazareno del Paso con
motivo de la celebración del IV Centenario.
Se trata de un óleo sobre lienzo que representa la faz del Dulce
Nazareno con gran
fuerza y realismo obra
de Alejandro Martín.
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RETRATO DE FRAY EUGENIO
VISITAS
Nuestro hermano
A. Tristán Pertíñez, ha
pintado un retrato de
Fray Eugenio Ruiz Prieto, O. P., como primer
rector de la Basílica.
Se da la circunstancia
de que Tristán guarda
entrañables recuerdos
de la infancia con Fray
Eugenio en el seminario de Almagro, y su
llegada a Málaga ha supuesto un nuevo reencuentro.
Las técnicas utilizadas por el pintor se enmarcan dentro del realismo naturalista, de gran tradición pictórica
en la Málaga del XIX.
COFRADÍA DE LA ESPERANZA DE ROTA
Los días 29 y 30 de noviembre nos visitó una
veintena de cofrades de la Hermandad del Santísimo
Sacramento de la Eucaristía, Gloriosa Resurrección de
Nuestro Señor Jesucristo en su Divina Misericordia,
Santísimo Cristo del Amor, Nuestra Señora de la Esperanza del Calvario, Madre de la Divina Gracia y Santa
Gema Galgani de la localidad gaditana de Rota que
venían acompañados por nuestro Consejero Rodrigo
Martín.
MARCHA “EL DULCE NAZARENO”
El pasado 22 de marzo, fecha en la que se
cumplían cuatro siglos de la primera bendición del
Dulce Nombre de Jesús Nazareno del Paso, se estrenó la marcha “El Dulce Nazareno”, compuesta
por Álvaro Ceregido, en un concierto ofrecido en
la Sala Gades por la Banda de Música de Santa
Cecilia, de Sorbas a la que pertenece y que ha regalado a la Archicofradía.
OTRAS VISITAS COFRADES
Desde principios de diciembre nos han visitado
un numeroso grupo de cofrades de la Hermandad
de Ntra. Sra. de la Esperanza de Avila, con quienes
compartimos la eucaristía y visitaron detalladamente
nuestra casa-hermandad y museo. Otro grupo de hermanos de la cofradía de Ntro. Padre Jesús de la Misericordia a su entrada en Jerusalén y María Stma. de la
Paz y Esperanza, cofradía de la Pollinica de Marbella.
Finalmente en cuaresma nos visitaron la hermana mayor y otros directivos de la cofradía del Nazareno del
Paso y la Virgen de los Dolores de Churriana.
UN SOL Y UN PAÑUELO PARA LA VIRGEN
La Virgen de la Esperanza llevó este Jueves Santo
en su vientre un broche con
forma de sol. Se trata de una
obra diseñada por Eloy Téllez
y creada por el artista joyero
Manuel Fenoll, que la familia
Montañés Mérida-Nicolich
ha querido regalar a la Santísima Virgen. La pieza está realizada en oro blanco
y amarillo, con incrustaciones de brillantes, amatistas
y perlas cultivadas. Asimismo en la pasada Semana
Santa nuestro hermano
Tomás Lavat regaló un
precioso pañuelo a la Virgen de la Esperanza, en
una muestra más de su
generosidad y amor hacia la Virgen.
D. JESÚS CATALÁ VISITA NUESTRA BASÍLICA
En la tarde del 23 de marzo, el Obispo de la Diócesis de Málaga, Monseñor Catalá Ibáñez, visitó sorpresivamente nuestra Archicofradía en compañía del
Rvdo. D. Alfonso Fernández-Casamayor Palacio, Vicario General de la Diócesis.
Tras orar ante el Nazareno del Paso y la Virgen de
la Esperanza, el Pastor de la Iglesia malacitana pasó al
29
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cias para intercambiar pañuelos de
mano de Virgen entre las dos cofradías, con motivo del 150 aniversario de su fundación. El intercambio
se realizó en el altar, ante la Virgen
de la Esperanza. Tras lo cual, obsequiamos con una copa en el bar a
hermandad aloreña.
OTROS
HOMENAJE A NUESTRO HERMANO
JOSÉ UTRERA MOLINA
Museo de la Archicofradía en compañía del Rector de
la Basílica. Allí contempló el mural que decora el salón
de tronos así como el ajuar procesional expuesto en las
vitrinas, interesándose por la simbología de los enseres. Impresionado por la majestuosidad de los tronos,
manifestó su deseo de ver la procesión el próximo Jueves Santo y finalmente pasó al taller, donde trabajaba
un grupo de jóvenes albaceas, y con los que conversó
acerca de las tareas de limpieza de los enseres.
En el pasado mes de febrero, un grupo de archicofrades
asistió a la cena homenaje a
nuestro hermano José Utrera
Molina al término de la cual, el
Hermano Mayor le hizo entrega
de un recuerdo.
PRESENTACIÓN DE LA PIEDAD RESTAURADA
PRIMERAS AUTORIDADES -ECLESIÁSTICA Y
MUNICIPAL- EN LA SALIDA PROCESIONAL
El viernes 23 de enero tuvo lugar en la iglesia de
San Julián la presentación del grupo escultórico de Nª.
Sra. de la Piedad tras su restauración. Con tal motivo nuestro hermano Antonio Garrido pronunció una
conferencia siendo presentado por el también hermano José Luis Ramos. Al acto asistió una nutrida representación de archicofrades.
El Obispo Monseñor Catalá, tal como había prometido, acudió a presenciar la salida procesional del
Jueves Santo. Tras unos minutos de oración ante el
Monumento entre el respetuoso silencio de los nazarenos ubicados en la Basílica, pasó al balcón del salón
de tronos, en compañía
del Vicario General, donde
fue atendido por nuestros
hermanos Antonio Garrido
y José Luís García Doblas
que le explicaron todos
los pormenores de la procesión.
TORNADO
El tornado que provocó numerosos destrozos en
la noche del domingo 1 de febrero en la zona oeste de
nuestra ciudad, también afectó a la Basílica y la casahermandad. Además de diversos maceteros rotos, las
vidrieras de la Basílica han sido las más dañadas, ya
que –además de abombarse- los cristales no han resistido el fuerte viento y algunos se han roto. También
hubo daños en el techo de la casa-hermandad con la
caída de numerosas tejas, la rotura de otros elementos ornamentales del tejado y el desprendimiento de
lozas en el campanario. Se han realizado los trámites
necesarios con nuestra compañía de seguros para la
pronta reposición de los elementos dañados. Ha sido
preciso colocar un gran andamiaje en el coro de la Basílica para prevenir y evitar cualquier peligro derivado
de la situación de la vidriera antes de su reparación y
mientras es reparada.
También acudió a la
salida procesional el Alcalde de la ciudad D. Francisco de la Torre Prados.
INTERCAMBIO DE PAÑUELOS
El viernes 15 de mayo una comisión de la Real,
Sacramental e Ilustre Hermandad y Cofradía de Nazarenos de María Santísima de los Dolores Coronada
y Soledad, de Álora se trasladó a nuestras dependen30
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LOS GRABADOS DEL NAZARENO DEL PASO Y DE
LA VIRGEN DE LA ESPERANZA EN LOS FONDOS
DEL PATRIMONIO HISTÓRICO NACIONAL
El Sábado Santo tuvo lugar en la casa-hermandad
la entrega por su autor del grabado conmemorativo
del IV Centenario de la Primera Bendición del Nazareno así como el de la Virgen de la Esperanza, a nuestro
hermano Antonio Banderas que recibió emocionado
de manos de Kovatchev ambos aguafuertes, con el
deseo de llevárselos a su casa en Estados Unidos y así
poder recordar los momentos inolvidables vividos durante la Semana Santa malagueña.
REGALO DE UN PABELLÓN BASILICAL
AL PRIMER TEMPLO DE LA DIÓCESIS
Una nutrida representación de la Archicofradía
encabezada por el Hermano Mayor y el Rector de la
Basílica, visitó la mañana del viernes 22 de mayo la
S.I. Catedral al objeto de hacer entrega al Cabildo, en
la persona del Deán, D. Francisco García Mota, de un
pabellón basilical que a partir de ahora figurará en lugar destacado del primer templo de nuestra Diócesis.
El día 3 de marzo una representación de hermanos
presidida por el Hermano Mayor se desplazó a Madrid
para depositar en la sede de la Biblioteca Nacional el
grabado del Nazareno que Valentín Kovatchev ha realizado con motivo del IV Centenario y que sería oficialmente presentado en Málaga el viernes 13 de marzo,
así como el de la Virgen de la Esperanza que hiciera el artista hace diez años en conmemoración del X
Aniversario de la Coronación. La delegación, acompañada por el insigne artista búlgaro y su esposa, fue
recibida por doña Ana Navarro, directora de la Sección
de Grabados y otros responsables del departamento,
quienes amablemente se interesaron por el sentido de
la obra depositada. Igualmente, asistieron a la recepción que el embajador de Bulgaria en España dio en la
Fábrica Nacional de Moneda y Timbre con ocasión de
la exposición del artista Valentín Kovatchev en la que
se presentó en Madrid el grabado del Nazareno.
ENTREGA DE SENDOS GRABADOS DE
NUESTROS TITULARES A NUESTRO
HERMANO ANTONIO BANDERAS
FALLECIÓ JOSÉ HARRAS VALDERRAMA
José Harras Valderrama, histórico directivo de
nuestra Hermandad y tío del actual Hermano Mayor,
a quien precisamente entrevistamos en el último número de este boletín, murió a principios de febrero a
los 96 años de edad. Harras, que ocupó entre otros
los cargos de tesorero, contador y albacea general,
vivió de forma directa los acontecimientos acaecidos
en nuestra hermandad en el último siglo como los sucesos del 31 y la quema de Santo Domingo, el cambio
de sede, la Coronación, la proclamación de Basílica
y muchos otros. La entrevista publicada es un breve
retrato de su personalidad de cristiano y cofrade comprometido con su tiempo.
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PRESENTACIÓN DE LOS TRES PROYECTOS
DE RETABLO PARA LA BASÍLICA
sobre el retablo así como a la cualificación y proyección internacional de cada uno de los artistas que
concurren.
El jueves 28 de mayo tuvo lugar en la Basílica la
presentación de los tres proyectos de retablo para
la Basílica: los de García Ibáñez, Granda Talleres de
Arte y hermanos Paniagua; tras una breve introducción, de referencia al reciente manifiesto que
recuerda la posición de la Comisión Permanente
CUESTIONES DOMÉSTICAS
Las crecientes necesidades de espacio del archivo
han motivado que la secretaría se haya desplazado a
la planta baja de la casa-hermandad a la habitación
donde se guardan los pañuelos de la Virgen. La antigua secretaría ha quedado incorporada al archivo.
Se han iniciado las obras de acondicionamiento
del salón de tronos y casa-hermandad como museo,
para lo cual es preciso adaptar los servicios para minusválidos y hacer accesible el salón de tronos como requisito previo para la obtención de la licencia de apertura. También, y a la espera de la aprobación por el
ayuntamiento del proyecto de remodelación del atrio
de la Basílica que incidirá en el proyecto de museo, se
modifica el sistema de iluminación de las vitrinas del
museo. Este proyecto está financiado con un 49 %
por el Área de Turismo del Ayuntamiento.
Finalmente y para resolver los problemas de ruido
que los ensayos de las bandas de la cofradía generan
en el vecindario, se han instalado dobles ventanas en
el aula de música para insonorizarla.
WEB http://www.pasoyesperanza.es
La página de Internet de nuestra cofradía ha sido
modificada, de manera que las anteriores páginas
de las bandas de música y de cornetas y tambores
se han integrado en el dominio de la cofradía www.
pasoyesperanza.es desde la que se puede acceder a
ambas secciones por sus correspondientes enlaces.
Asimismo se ha abierto un apartado especial para los
actos conmemorativos del IV Centenario y una bolsa
de trabajo.
A finales de
2008 se habían
alcanzado las
200.000
visitas, desde que
se abriera a los
internautas el
18 de junio de
1998. En la actualidad, se ha convertido en un medio ideal para seguir el día a día de la cofradía, dada su permanente y
cotidiana actualización, donde destacan los apartados
Noticias y Multimedia.
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Actualidad Musical
Banda de Música
l lunes 22 de diciembre, intervino junto a la Pastoral “La familia” y el Coro y
Rondalla del Centro de Día de Mayores Málaga-Trinidad en el Concierto de
Navidad que organiza la hermandad de los Dolores del Puente en Santo Domingo. Y se despidió del año de su XV aniversario ofreciendo el sábado 27
de diciembre un concierto en el Auditorio de la nueva sede de la Diputación
de Málaga en el que contó con la intervención de antiguos componentes de
la formación que se sumaron a la actual plantilla de la Banda para celebrar la efeméride.
El viernes 13 marzo en el Museo de la Archicofradía, intervino en el acto de presentación
del grabado que Valentín Kovatchev ha realizado del Nazareno del Paso con motivo del IV
centenario de la Primera Bendición del Nazareno al pueblo de Málaga. Y al día siguiente
lo hizo en la Iglesia de los Santos Mártires Ciriaco y Paula en la presentación de la marcha
Santo Entierro, compuesta por Primitivo Buendía Picó, dedicada al titular de la Hermandad
del Sepulcro.
También participó, el 21 de marzo, en la primera parte del pregón organizado por la Asociación Cultural Hombre de Trono en el Salón de Actos de Unicaja
El domingo 29 de marzo acompañó al traslado de los titulares de la cofradía de la Pollinica, y ya en la Semana de Pasión y Semana Santa participó en las procesiones de Ntra. Sra.
Mediadora de la Salvación el Viernes de Dolores y acompañó a las Sagradas Imágenes de la
Virgen del Amparo (Domingo de Ramos), de los Dolores del Puente (Lunes Santo), del Rosario
(Martes Santo), Esperanza (Jueves Santo), Soledad del Sepulcro (Viernes Santo) y la Reina de
los Cielos en la mañana del Domingo
de Resurrección.
El sábado 16 de mayo en el marco
del II Encuentro de Bandas de Música
que organiza la Fundación Musical de
Málaga, la plaza de las Flores acogió
el concierto de nuestros jóvenes músicos, junto con los de otras bandas
juveniles de la ciudad.
Finalmente en la tarde del sábado, víspera del Corpus, ofreció un
concierto de marchas eucarísticas delante del altar instalado por la Agrupación de Cofradías en la plaza de la
Constitución.
Como el año pasado en el mes
de julio se celebrará un curso de
perfeccionamiento musical entre el
18 y el 25, que terminará con sendos
conciertos de los profesores y los
alumnos.
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Actualidad Musical
Banda de Cornetas y Tambores
ras los actos conmemorativos de su X Aniversario del pasado año, nuestros
músicos acompañaron al grupo escultórico de la Hermandad de Ntra. Sra. de
la Piedad con motivo de su salida extraordinaria, que se produjo el sábado 31
de enero, en el retorno de la escultura hasta su sede en la capilla del Molinillo,
desde la iglesia de San Julián donde se encontraba expuesto tras la profunda
restauración al que ha sido sometido.
El domingo 8 de marzo, participó en la segunda jornada del I Ciclo de Música Cofrade
organizado por la Hermandad la Agonía y de las Penas en su nueva sede canónica, sita en la
Plaza de la Virgen de las Penas.
El domingo 15 de marzo actuó en el Auditorio de la Diputación de Málaga en un concierto
organizado por la Banda de Cornetas del Real Cuerpo de Tambores a beneficio de La Ciudad
de los Niños. Y dos semanas más tarde lo hizo en una nueva edición del concierto de Bajo Palio
organizado por Canal Sur que tuvo lugar en el teatro Cervantes.
Durante la Semana Santa tuvieron seis actuaciones desde el Domingo de Ramos hasta el
Viernes Santo. Participaron en los cortejos de la Humildad (Domingo de Ramos), Pasión (Lunes
Santo), Penas (Martes Santo), Puente del Cedrón (Miércoles Santo), Esperanza (Jueves Santo) y
el Santo Entierro de la localidad malagueña de Campillos el Viernes Santo.
Finalmente, el sábado 20 de junio participaron en la procesión de Nuestro Padre Jesús
Nazareno por las calles de Alhaurín el Grande, dentro de los actos organizados por el Día de
Jesús.
La banda de cornetas estrenó esta Semana Santa un elegante uniforme con motivo de la
procesión del IV Centenario.
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Resumen gráfico de la “extraordinaria” procesión
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Resumen gráfico de la “extraordinaria” procesión
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Especial 400 Aniversario de la
Primera Bendición
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400 Razones
*
Salvador García Morgado
or suscitar tanta oración callada en las madrugadas frías de los Viernes Santos, cuando el viento barre y los
paredones del viejo Guadalmedina redoblan el eco de los tambores; por ese Guadalmedina que ni pudo, ni
quiso anegar su camarín, ni salpicar siquiera los barnices de su peana.
Por los frailes que grabaron su Dulcísimo Nombre en el mundo; por la iglesia de Santa María de las
Huertas, que está de la otra parte de la puente, por quedar dotada para el Monasterio de Santo Domingo
de los Predicadores; por el Concilio de Lyon y Gregorio X que dio el mandato para que en cada templo de
la Orden hubiera un altar a Él consagrado; por el capitán Hernán Lorenzo de Zafra, cuya capilla erigimos,
labramos y ocupamos varios siglos.
Por los maestros toneleros y sus reuniones, y sus más y sus menos; por el ébano, la plata y las vestiduras
recamadas. Por el Obispo don Juan Alonso y Moscoso; por Paulo V, el Papa de las nuevas reglas en que se
concedía la perpetuidad del Priorato al Vicario General de la Orden, y los tres años que tardó en mandarlas, y los otros tres que el
Cristo tardó en salir a la calle.
Por los escribanos, los notarios, los inventarios y los testamentos; por los Nogueira, los Noriega y todos los que se pelearon
por llevar el guión; por Fray Alonso de Santo Tomás y las Sinodales; por el hijo del portero mayor de las Casas Consistoriales que
estuvo tullido y por las Cuatro Calles; por los franceses, Sebastiani y el saqueo; por Mendizábal, por Madoz, las desamortizaciones
y la madre que los parió.
Por las potencias, la corona de espinas y la peluca; por los numerosos personajes que representaban los misterios de la Pasión
“costosamente vestidos”. Por los predicadores más reputados, cuya palabra enfervorizada encendía el corazón de los fieles en
plena calle; por la Verónica que extendía su paño y por el señor San Juan, que también iba, a la luz de las velas, siguiendo a su
Madre hasta la Plaza.
Por los caballeros, corregidores y justicias de la ciudad que figuraron en el cortejo que acompañaba a la sagrada imagen en su
anual recorrido por las calles de Málaga, durante la madrugada del Viernes Santo; y por el Deán don Juan Arias y Moscoso, que
en 1609 figuró en representación del Obispo.
Por los cuarenta hermanos que debían acompañar con cirios al cofrade difunto, por el padre de ánimas, por Clemente X y
tantos pontífices que concedieron indulgencias y gracias especiales.
Por la cesión de catorce varas de sitio, de largo, y ocho de ancho para la nueva capilla de 1718. Por el secretario que le certificó
la carta de hermandad a don Marcelo Spinola accediendo a sus fervorosos deseos de haberse inscrito en la Archicofradía y puesto
que en él concurrían las virtudes precisas, y por el Mayordomo que la visó.
* Publicado en “Ruta Cofrade”, 2009.
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Por las procesiones claustrales que se hacían los segundos domingos de cada mes y los Via Crucis de los Martes Santos
que se terminaron pasando al viernes de Dolores para acercar a la gente del barrio; por la disposición que mandaba hincar la
rodilla en la tierra cada vez que se oía pronunciar su Nombre y, si no era posible, al menos inclinar la cabeza.
Por Villarejo, por el trono del “más puro estilo renacimiento español del siglo XVII” y por el perchelero que, encarándose
a aquella obra de arte nunca vista, le cantó la saeta en la misma esquina de calle Larios.
Por Luis de Vicente, por Trigueros, por el patinillo de Santo Domingo, por Pepe Mena y por don Balbino. Por el Departamento de Ingeniería de la Universidad de Málaga y por los del puerto que han mantenido, engrasado, atornillado, ajustado,
conectado y observado mil veces, en la atmósfera íntima del salón cerrado al público, el trazo dinámico de sus dedos suspendidos en el aire; horizontal y vertical, arriba y abajo, siempre único el signo indeleble de su alianza con el pueblo de Málaga,
con la misma admiración que la primera vez y con la misma entrega que si fuera la última.
Por la carrera del cochero que vivía en calle Cerrojo y que nunca llegaría a tiempo de poder esconderles el Moreno a los
incendiarios; por los que creían y por los que no creían.
Por el pino real que sin saberlo custodiaba entre sus anillos la dulce faz del Nazareno; por Antonio Baca y la odontología;
por Madrid y el Círculo de Artistas, Pintores y Escultores. Por Benlliure, por sus manos y porque no era ateo. Por la camioneta
militar que trajo la imagen a Málaga, por las hachetas de madera del año cuarenta, por el monte de corcho y por las pitas.
Por Guerrero Strachan, por Paco Palma y por el que les puso “polacos” a los angelotes; por los correonistas, los horquilleros y por los hombres de trono. Por el madero y por la túnica lisa. Por el soneto, el clarín, la voz de la campana y la luna
llena.
Por los restos de plata antigua incrustados en la Cruz-guía como relicario de la historia que alumbra el itinerario de nuestra
vida. Por Ramos Rosa, por Rodríguez-Acosta, por Paco Hernández, por Hijano, por Chicano y por Kovatchev, por sus óleos, sus
acuarelas, sus lápices, sus tintas; por sus lienzos y sus cartones, por sus pinceles y sus batas manchadas de colores nazarenos.
Por el Papa que le puso una Basílica y por el Alcalde que le puso una calle; por Fray Eugenio, por ser verdad que duele y
bálsamo que sana; por ser de la Mancha, de Cádiz, de Málaga, de Granada, de Córdoba, de Roma y de medio mundo; por
las catequesis y los agentes de pastoral.
Por los que tuvieron la voluntad de cubrirse con hábito morado, de lienzo o de terciopelo, y ceñirse la cintura con esparto
o con diez metros de cíngulo, preparándole el camino; por sus escogidos que llevan manifestándose públicamente durante
generaciones para anunciar el Paso.
Por la Madre de Dios de la Esperanza, por su carita morena, por sus lágrimas y sus pañuelos, por su Rosario y su porte de
Reina; por vestirse de negro o de blanco, de verde o de azul con estrellas para estar a su lado; por la custodia de su vientre
bendito que lo llevó y sus pechos, que lo amamantaron. Por seguirle hasta el altar infinito de su destino y por refrescarlo con
la brisa marinera de su mirada, felicidades.
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Medianoche de 1609
*
Miguel Gutiérrez Jansen
edianoche. Se acerca el Nazareno por entre un mar de corazones fieles. Y el Nazareno iba deteniendo el tiempo.
La abarrotada plaza de las Cuatro Calles se sumió en un silencio que mayor
jamás podría haber sido. El silencio gritaba con fuerza, con esa que hace que ni se
le pueda escuchar, mientras la campana del trono del Nazareno iba asomando, lentamente, su abovedado y metálico cuerpo a la plaza. Luego los varales, llevados por
corazones anónimos; y finalmente, el trono, tan pequeño cuando lleva la grandeza
sobre un montón de corcho y flores. Los angelitos de las esquinas parecían revolotear en el sueño de Málaga, y la madera dorada encarnaba el valor incalculable
de lo que allí estaba ocurriendo. El Nazareno del Paso se detenía en los ojos de la
gente, en mecidas eternas que atrapan a los que, viéndolas, sueñan despiertos. El Nazareno, dulce faz de judío
de Belén, iba deteniendo, poco a poco, el tiempo. El trono navegaba entre el mar de personas, y se abrió camino
entre la nube de incienso. Pasó ante la fuente esquinada de la plaza de las Cuatro Calles, en la que algunas
palomas habían ido a posarse, para presenciar lo que allí acontecía, y siguió avanzando hacia el otro extremo de
aquella plaza que era una unidad de puro sentir, donde las familias que habían perdido sus seres queridos tras
la epidemia estaban colocadas, en un sitio privilegiado, pues no puede haber sitio más privilegiado que ante el
Nazareno del Paso. Allí estaban Manuel, Antonio y Estrella, que contemplaban cómo, poco a poco, el Nazareno
iba acercándose hacia ellos. Y el tiempo se iba deteniendo.
Para disponer el trono mirando hacia los afectados por la epidemia, los portadores comenzaron a realizar
una compleja maniobra a toque de campana. El tiempo no corría en la plaza de las Cuatro Calles. El redoble del
tambor se hizo más pausado, el agua de la fuente caía más despacio, el aleteo de las palomas se hacía eterno,
y el pestañeo de la gente se detenía para no perder detalle. Los portadores caminaron hacia, atrás, sin perder
* Este texto forma parte de la novela inédita “La leyenda del nazareno”, 2009.
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el paso, en una maniobra impecable. El tiempo se iba deteniendo, nada se movía, salvo el trono. El Nazareno
había detenido el tiempo en la media noche. Y surcó en su barco un mar de corazones fieles. Y el tiempo quedó
detenido, al toque de la campana. Y el Nazareno detuvo el tiempo.
El trono quedó orientado hacia tantas y tantas familias deshechas por la tragedia. Manuel, Antonio y Estrella
vieron cómo el Moreno estaba frente a ellos, cara a cara, hablándoles de ánimo, fe, fortaleza; confortándoles el
espíritu. Fray Fernando subió a una pequeña tarima que había sido instalada, mientras el Nazareno tenía en sus
manos el tiempo; y es que su esplendor podía parar el tiempo, brillar más que la luna y ensombrecer al sol.
-En esta primera procesión de la Cofradía del Dulce Nombre de Jesús Nazareno del Paso, la sagrada efigie
del Señor ha sido traída hasta la plaza de las Cuatro Calles, núcleo principal de la ciudad de Málaga,
en estación de penitencia, desde la iglesia de Santo
Domingo. Recemos juntos una oración, en solidaridad con todas las familias rotas por la epidemia, que
hoy, ahora, tienen al portador de la fe ante ellos, para
combatir el dolor y la pena, y para que encuentren el
consuelo que tanto necesitan.
La plaza entera se hizo oración. Las lágrimas brotaron de los ojos de Estrella, y su padre y su hermano
la asieron de los hombros. El Nazareno dejaba ver sus
ojos tras los párpados entornados, y les miraba, soportando el peso de la cruz. Antonio vio en un lirio
a su madre más cerca que nadie del Nazareno, a sus
pies. La vio también en la luna, en la fuente, y el
romero le había traído su aroma. Terminó la oración,
y el Nazareno había detenido el tiempo, al toque de
campana, llevando en su faz escrita la esperanza.
–Que el Dulce Nombre de Jesús Nazareno del Paso
os ayude a sonreír, y a vivir, porque así todos los nuestros lo querrían –concluyó, mientras se santiguaba. -In
nomine Patri, Filii, et Spiritus Sancti. Amen.
La muchedumbre aguardó en silencio. Los ojos de las gentes, con un brillo especial, se dirigían hacia el
Nazareno, hacia Dios portando la cruz camino del Calvario. Las llamas de las velas se movían lentamente, siempre mirando hacia los cielos, velas que, poco a poco, iban sucumbiendo al paso de las horas, e iluminaban su
rostro moreno. La luna, en su máximo esplendor, también contemplaba la escena que estaba aconteciendo en
el corazón de la ciudad. Era testigo de cómo un judío, de treinta y tres años de edad, con negros tirabuzones y
tez morena, iba con paso firme y decidido hacia el Gólgota en su trono y en Santo Domingo, y reinaba en los
corazones de los que, con su piedad infinita, sucumbían al hechizo del Dulce Nazareno.
Todos tenían la vista fija en Él y perdieron la noción del tiempo, porque el Moreno lo encerraba férreamente
en su mirada, cómo férreamente abrazaba la cruz con sus manos. Pero más intensa era la de quienes aquella
noche más lo necesitaban.
Aquellos cuyos corazones habían sido traspasados esa primavera, los que aún lloraban la muerte de una
madre, un padre, un hermano, o un hijo. Aquellos en cuyas familias habían sido una, dos, o más, incluso, las
víctimas de la epidemia. Aquellos en cuyas mesas habían quedado platos y sillas vacías. Aquellos en cuyas
alcobas habían quedado camas sin ocupar. Aquellos que no tenían motivos para soñar. Aquellos que veían la
vida borrosa, porque un velo negro se interponía entre ellos y la luz de cada mañana al levantarse. Aquellos
cuyas vidas se fueron con las de sus seres queridos. Aquellos a quienes la primavera se les había escapado de las
manos. Aquellos que, en aquella plaza de las Cuatro Calles, necesitaban, más que nunca, al Dulce Nombre de
Jesús Nazareno del Paso. Aquellos que necesitaban un milagro.
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El Nazareno del Paso, que sintetiza lo humano y lo divino, se deshizo de la divinidad para hacerse humano. Empezó a separar su mano de la cruz, mirando a todos aquellos malagueños que buscaban la ilusión y la
esperanza perdidas. La separó, y comenzó a subirla, hacia el cielo, en nombre del Padre. En nombre de todos
aquellos que allí estaban, y le miraban reportando paz a los suyos. La hizo descender, en el nombre del Hijo. En
el nombre de todos aquellos que allí permanecían, cuando sus seres queridos estaban ya en el cielo; en nombre
de los que le necesitaban, y tenían un corazón que hacer latir de nuevo. La subió y la llevó hasta la cruz, y luego
volvió a separarla, en nombre del Espíritu Santo. En nombre de sus devotos, los que acudían a llevarle flores
por la mañana, y le iluminaban las noches, y le musitaban oraciones. En nombre de los que reían y lloraban ante
Él. En nombre de los que se aferraron desde el primer día a las rejas de un zaguán y no se despegaban de él,
para acompañarle en la noche. En nombre de los que habían iluminado su camino hasta allí. En nombre de los
pobres, de los hambrientos, de los que sufren y lloran, de los que no tienen un techo para pasar la noche. En
nombre de los justos, y también de los pecadores, porque ahora tenían algo en que creer. En nombre de los que
estaban allí en la plaza. En nombre de los percheleros. En nombre del Perchel. En nombre de los malagueños.
El pueblo, emocionado, se arrodilló ante el Nazareno. Se había obrado el milagro, y el tiempo se había
detenido para él. El Dulce Nombre de Jesús Nazareno del Paso había bendecido al pueblo de Málaga.
Una estrella fugaz había cruzado la plaza de las Cuatro calles, de esquina a esquina, de balcón a balcón.
¿Qué era lo que había ocurrido? Toda la muchedumbre se encontraba arrodillada, y miraba con asombro y mansedumbre a la imagen, que acababa de recuperar su abrazo al madero. Silencio. Nadie habló durante minutos,
y todos permanecían en silencio, sin saber qué decir, con la vista fija en Él, sin darse cuenta de que el Nazareno
había detenido el tiempo y traído el paraíso a la recoleta plaza de las Cuatro Calles.
Antonio revivió la tarde anterior, en Santo Domingo, y supo entonces que sus ojos no le habían engañado.
Su mirada iba de su padre a su hermana, pero ninguno le devolvía el gesto. También ellos estaban ensimismados
contemplando al Nazareno. Las estrellas brillaban centelleantes en los ojos de su padre; mientras su hermana
había dejado de derramar lágrimas de desconsuelo. La multitud permanecía absorta con la vista fija en el Moreno, hasta que la voz potente de Fray Fernando cortó el silencio.
–¡Milagro!–gritó con júbilo el fraile, no cabiendo en sí de gozo.
Manuel giró la vista hacia su hijo, disculpándose calladamente con la mirada. Antonio, el niño con el corazón roto por la pérdida de su madre, había sido ya testigo del mismo. Se había adelantado a todos a soñar. Y
se sintió culpable por no haberle creído. Lo que contó parecía imposible, pero ahora se había dado cuenta de
que su hijo dijo la verdad, y le sonrió.
–Lo siento Antonio. Llevabas razón, siento no haberte creído. –Se disculpó su padre. -No sé cómo ni qué ha
ocurrido, pero nos ha bendecido.
–Papá, el Nazareno todo lo puede, y lo acaba de demostrar. Ayer le pedí saber que mamá estaría bien, y me
bendijo. Fui el primero al que hizo feliz. Mamá y los
que con ella están en el cielo, le habrán pedido que
todos puedan ser felices también. Así de simple.
El sentimiento general era que aquella bendición
del Nazareno había sido un acto divino. Finalmente,
el gentío comenzó aplaudir, mostrando la felicidad de
quienes han recobrado la ilusión. Cuando el Nazareno
apareció en la plaza de las Cuatro Calles, entre el silencio de la gente, habían muchas caras de desolación
y tristeza. Pero ahora nadie mantenía el gesto apesadumbrado. Todos sonreían y se abrazaban; la pesadumbre había dado paso a una desbordante alegría y
ese no fue el menor de los milagros que el Nazareno
hizo aquella noche.
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Aquella noche...
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Antonio Garrido Moraga
n esta ciudad que es la mía, tan dulce y bonancible en su clima, tan llena
de dones en su paisaje, tan rica en sus
frutos, tan hospitalaria cuanto un tanto
pendenciera por ser puerto, voy a morir,
pero antes quisiera dejar en estas páginas los mejores y peores recuerdos de
mi vida. No me mueve otra cosa que el deseo de revivir en
la memoria porque no tengo interés en que estos papeles
se lean por ojos ajenos, aunque, bien mirado, tampoco
me importa, que una vez muerto, qué más da. En estas
líneas sólo contaré la verdad, mi verdad, que no me voy
a engañar en estos momentos en los que la muerte me
sube por las piernas en forma de helor; aquí estoy medio inválido, al lado de un mal braserillo, que no hay para
más, mientras fuera, la primavera engalana y esmalta con sus colores el renacer de la vida que se me escapa a
chorros.
Varios días he dedicado a decidir cuál sería mi primer recuerdo o memoria, creo que no tengo porqué seguir
un orden cronológico, mejor frecuentar los senderos que mi corazón me dicte en cada momento, en este, más
que de amores y de pendencias, me viene a las mientes aquella madrugada en la que lloré con la inocencia de
un niño, lloré por mis pecados y por la alegría de creer firmemente que tenía posibilidades de salvación, no por
mis méritos, que no existen, sino por la misericordia del Señor.
Soy perchelero, de este barrio que tiene fama de mujeres muy guapas y de hombres valientes hasta la
temeridad, prestos a la hora de sacar el acero venga a razón o no. Vivo al lado del convento dominico, uno de
los más grandes y ricos de la ciudad e incluso del reino de Granada al que Málaga pertenece. Convento que
tiene larga historia y gloriosa y muchos santos varones han vivido entre sus muros y es lugar de devoción de
toda la ciudad. Buenos ratos he pasado departiendo con tan santos varones que, aunque pobre, siempre he
procurado instruirme y leer todo lo que en mi mano cae, así como beber de la doctrina de los que más saben.
Los libros son mi pasión y tengo delante varias docenas de volúmenes que son mi orgullo, que hasta he dejado
de comer y de comprarme vestidos para conseguir alguno que me atraía como la piedra imán. Cada uno tiene
sus placeres y sus gustos.
Lo mejor del convento es la iglesia, de las más claras y espaciosas que se puedan encontrar. Posee tres naves
y capillas con imágenes devotas y retablos suntuosos, que muchas mandas se hacen para reposar en este santo
suelo, en el que yo descansaré muy pronto.
Tienen los dominicos especial devoción por nuestro Señor bajo la advocación del Dulce Nombre de Jesús
Nazareno, titulado del Paso. Es una devoción muy consoladora pues representa a Jesús con la cruz, avanzando
penosa y dolorosamente por la calle de la Amargura, lo mismo que cualquiera de nosotros que llevamos la
cruz que a cada uno le toca y avanzamos por la vida que es camino lleno de abrojos y de espinas que nos van
secando las esperanzas y las ilusiones.
La imagen del Señor que guarda este convento movió la fe de los toneleros que son muchos en el barrio y
los mejores del mundo y sus toneles guardan el mejor tesoro, el vino de Málaga, el néctar que me ayuda a sufrir
menos porque me da algo de calor; como decía, los toneleros pidieron y crearon cofradía para dar culto a este
dulce simulacro al que rezo todos los días. Los cofrades son hábiles artesanos, los mejores, ya queda dicho, y
también son iletrados pero de buena intención, de esta manera me permitieron recibirme como hermano de la
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corporación. Es justo decir que el Dulce Nombre de Jesús Nazareno, titulado el Paso, es la imagen más devota de
Málaga y no es de extrañar que los fieles lo quisieran sacar en procesión por las calles para mover y conmover los
ánimos de todos los que lo vean pasar con su dulce acatamiento a la voluntad del Padre, su fina barba, sus ojos
humildes y serenos, su pelo natural que lo hace más humano y como muestra de amor, merced a las limosnas,
se le ha podido bordar túnica soberbia, la mejor, que algo de vanidad anida en nuestros corazones cuando hablamos de la cofradía, así como labrar la mejor cruz de plata y maderas nobles. Todos los días desde el caballero
de banda al terne, desde la dama de encajes y joyas hasta la daifa, todos rinden visita y homenaje al Señor.
La cofradía tiene también buenas imágenes de San Juan y de la Santa Mujer Verónica, y sobre todo, posee
a la Madre de la Esperanza, a la que todos profesamos tierno amor de hijos y esclavos de su dulce yugo. Tiene
nuestra Señora una expresión tan serena y, al mismo tiempo, tan meditando sus dolores con suprema dignidad
que mueve hasta el llanto a aquel que la mira. Sigue a Nuestro Señor, de negro, humilde, en pequeñas andas,
sin lujos, sin valona ni encajes, sin joyas.
Ya no puedo acompañarte, Señor del Paso, ya no puedo vestir la túnica de tosca tela, mis piernas no me
sostienen, cuántas veces sangraron mis pies descalzos por seguirte. Nunca fui dado a las disciplinas públicas,
en la casa de uno, cada cual hace lo que estima mejor, no divaguemos, yo te acompañaba con la luz del cirio,
con la luz que dicen que es el signo físico y símbolo de la fe según los predicadores. Yo te seguía rezando el
rosario, así discurríamos por las calles en la oscuridad de la madrugada, en la oscuridad del alma. ¡Divino Juan
de la Cruz, inspirado por los ángeles!
Una madrugada, la procesión seguía su camino de siempre, tuve la emoción más profunda de mi vida,
permanece intacta, renovada cada día. He leído que las procesiones son manifestación pública de la fe, el don
más alto que poseemos, son también rememoración de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús, así como de
los acervos dolores de su Madre.
La noche cabalga en el carro de caballos negros que cruza el horror de las sombras. La noche lo ocupa todo
y arrastra en su vórtice los miedos de todos y de cada uno. La serpiente de luz y de sangre avanza, el silencio
es más silencio, golpes secos de las horquillas, golpes secos de las disciplinas que van labrando surcos sobre la
piel.
Se llega a la plaza de las cuatro calles, el centro de la ciudad, donde están las casas del Cabildo, ya está
preparado el púlpito vestido con telas negras y escoltado por blandones. Todos vamos entrando, lentamente,
también lo hace el Señor, el Dulce Nombre de Jesús, se sitúa al lado del púlpito mirando hacia el mar que un
laberinto de callejas impide ver. El dominico eleva la voz y nos habla de Pasión y de Perdón, de Redención y
también de la Muerte y del Infierno, el dominico nos insta a seguir el ejemplo del Señor, más o menos como
todos los años. La voz se pierde en la brisa.
Han esperado en las bocacalles y ahora entran, va a tener lugar la ceremonia del Paso, la Virgen, san Juan
y la Verónica. Es una liturgia sencilla y que, como una saeta, cruza el aire y da directamente en el corazón. La
Virgen se cubrirá el rostro, san Juan elevará los brazos y la Verónica mostrará el paño donde quedó impreso el
Divino Rostro.
Los tres gestos coincidirán en el momento justo en el que las esferas se alinean y alcanzan la armonía, justo
en ese punto exacto en el que los ángeles se asoman a las balaustradas de pórfido de los cielos, justo en el
punto en el que el alfa es omega y al revés, preciso el instante, matemática mística, vuelo altanero del amor más
alto. Levanté la mirada y la detuve en la mano del Nazareno. Inició el movimiento, fue separando la mano del
estanque frío de la plata labrada en las rocallas, inició la Bendición; en ese instante la luna quedó sobre la mano
y las nubes hicieron de decorado de un rompimiento de gloria, como un grabado, la luna y la mano de Jesús.
Sentí un inexpresable sentimiento de calma, como cuando niño me quedaba mirando el beso de la espuma
en la arena, nada perturbó mi ánimo, dos lágrimas se deslizaron por mi rostro, dos lágrimas de paz.
Voy a morir muy pronto, descansaré a tus pies, Dulce Nazareno. Hermanos de hoy y de siglos futuros, elevad
una oración por el eterno descanso de mi alma. ¡Qué frío, Señor, qué sombras llenan esta humilde habitación
llena de libros, de libros, de libros…!
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Bendición
extraordinaria
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Alberto Castellón
Manifestaciones para que fueren leídas y tenidas en consideración por el Licenciado D. Sebastián de Villegas, presbítero
y padre de ánimas de la Cofradía del Dulcísimo Nombre de Jesús, sita en el real convento del señor Santo Domingo
de Málaga, y por Lucas de Vitoria, maestro de zapatero, y Andrés Benítez, maestro de barrilero, mayordomos de la
dicha cofradía.
ándeme Dios arder en el infierno por los siglos de los siglos si algo de lo que refiera
aquí se aparte un ápice de la verdad, o si incumpliere los compromisos a los que
me obligo por la presente escritura.
Mi padre, el Licenciado D. Antonio de Montesinos, difunto que fue hermano
de la dicha cofradía, mantuvo durante treinta y tres años el privilegio de portar el
estandarte principal en la procesión del Viernes Santo, como hiciéronlo su padre y
su abuelo y su bisabuelo, obligándose a pagar 600 reales anuales de limosna para
ayudar a los gastos de la susodicha cofradía. Asimismo suscribió, junto con los
otorgantes citados arriba y ante el escribano Martínez Delgado, protocolo notarial
por el que prolongábase el dicho privilegio a su descendencia masculina, y si no
tuviere o hubiere fenecido esta, a quien designare la descendencia femenina. Como quiera que mi padre falleció
el pasado Domingo de Ramos, y en esa aciaga fecha encontrárame aún preso en la cárcel pública de Ubrique,
mi hermana nombró a su esposo para que recibiese el dicho honor de llevar el dicho estandarte. Sépase también
que ciertas andanzas degradaron mi dignidad hasta el punto de caer reo de presidio, pues ello quizá sirva de
expiación de mis pecados.
De ahí que, nada más abandonar el presidio, encaminara mis pasos a la
ciudad de Málaga con la intención de recibir, en homenaje a mi amado padre,
la bendición que cada Viernes Santo da el Dulce Nazareno en la plaza mayor de
Barro. Museo de Artes y Costumbres Populares de Málaga.
Casi dos lustros ha que viajé a la ciudad de Antequera, donde hube de atender una encomienda del negocio
familiar. La segunda noche de mi estancia nublóse mi pensamiento en una mesa de juego en que los naipes se
trocaron en pendencias verbales, y de las riñas de palabra se pasó al terrible brillo de las hojas de las navajas con
el malhadado rédito de un cadáver. Ay, cómo puede en un instante desbaratarse una vida a causa del desatino
y el impulso propios de la juventud. Cierto es que en la mocedad, y lejos del
consejo paterno, cométense tamaños dislates. Mas aquel entuerto no acabó
ahí pues, fugitivo de la autoridad, caí en las compañías de malhechores de la
peor calaña con los que cometí tan copioso repertorio de fechorías que, de
relacionarlas aquí, seríanme precisas al menos diez hojas de papel blanco como
esta en la que lloro mi desventura. Sabedor mi padre de mis correrías y en su
afán por devolverme al buen hacer del cristiano, logró localizarme en uno de
mis escondites de la sierra de Ronda. Enfurecióme al principio su tesón y su
ruego de entregarme por mi voluntad a la justicia, mas acabó conmoviéndome
y rompióme el corazón al implorarme a mis pies. Allí hízome ver lo terrible de
mis actos convenciéndome para que renegase de ellos y me sometiese al dictamen de los jueces. Y como nada hay más inquebrantable que el amor de un
padre, empeñóse el mío en ablandar el corazón de su majestad Carlos III, cuya
vida guarde Dios muchos años. Centenares de cartas remitió a ministros y cortesanos hasta que consiguió una audiencia, y de ella, el indulto que liberóme
este Miércoles Santo de 1787, por desgracia, con mi padre muerto y enterrado
y sin posibilidad de disfrutar en vida de mi libertad.
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la dicha ciudad. Con ella sentiríame aliviado de mis faltas, perdonado por mi progenitor y dispuesto a rehacer mi
destino. Anduve sin descanso por las trochas de la serranía hasta alcanzar la costa pues angustiábame la idea de
no llegar a tiempo. Ora en caminos de herradura, ora en sendas de arrieros, ora bebiendo de esta fuente, mas
sin detenerme a satisfacer el hambre, solo dormí cuando rendíame la fatiga y nunca más de lo indispensable
para reponer fuerzas. Al mediodía del Jueves Santo irrumpí en la susodicha plaza. Ay, qué desazón la mía al
comprobar que mi tardanza daba al traste con mis propósitos. Maldije los ratos de sueño que en ruta malgasté.
Entre sollozos, preguntéle a una anciana si había pasado ya la procesión. Contestóme que sí, y que debía de
andar a esas horas ante el Monumento de la Catedral. Hacia allí me dirigí con presteza.
El cortejo salía por la puerta de las Cadenas. Inqué en ese instante mis rodillas en el empedrado creyendo
enmendar con ese gesto mi desidia. Ante mí y escoltado por bocinas y hermanos de luz, desfiló mi cuñado
portando el estandarte y ataviado con túnica de lienzo morada, larga cola, sandalias de cáñamo y soga a la
garganta: el atuendo que hubiera yo vestido de no haber quebrantado la honradez y la virtud. Imposible que
me reconociera pues mantuve la cabeza humillada mientras rezaba sin cesar. Si el mayordomo sostenía en su
izquierda un blandoncillo de cera como signo de autoridad, eran los albaceas quienes hacían las señales de
parada y marcha con sus bastones de plata. Con las andas de san Juan y de la santa Verónica fuera ya del
templo, el paso del Dulcísimo Nombre de Jesús evolucionaba bajo el dintel portado por dieciséis horquilleros.
Y escuchaba yo el golpear de las conteras y cómo se detenían justo delante de donde yo estaba, cuando una
general exclamación de asombro me hizo subir los ojos hacia la Sagrada Imagen. Jesús Nazareno apartaba su
derecha de la espléndida cruz de ébano y plata que es admiración de toda Andalucía. Tanto los cofrades como
el público temieron que se hubiese estropeado el mecanismo del brazo. Mas no aconteció así pues, de inmediato, su mano se desplazó hacia arriba, y luego hacia abajo... Y al comprender el gentío que se trataba de una
segunda bendición de Jueves Santo no anunciada por trompeta alguna, arrodilláronse y persignáronse todos los
presentes con idéntica fe con la que yo lo hice. Oí de un sacristán interrogar a los portadores acerca de quién
había ordenado ese acto no previsto en la dicha procesión. Y también la respuesta de alguien que dijo haber
visto marcharse hacía un buen rato por la calle de Granada al encargado de manejar las palancas.
No sé si fue un acto previsto o no, y tal vez peque de soberbia o envanecimiento, pero sí que estoy seguro
de que aquella bendición dirigíamela en especial el Nazareno hacia mí como una más de sus bienaventuranzas,
pues sin duda que alivióme de mis faltas, hízome sentir el perdón de mi padre y dispúsome a rehacer mi destino.
Y a través de mis lágrimas, incluso creí percibir cómo se posaba en mí su dulce mirada.
Y como no me siento digno de
portar el estandarte principal de la
cofradía, pese a disfrutar de ese derecho, renuncio a semejante privilegio en favor de quien designare mi
hermana o sus descendientes. Por
añadidura, y como expiación por
mis faltas y refuerzo de mi propósito de enmienda, comprométome a
pagar los correspondientes 600 reales al año para ayudar a los gastos
de la dicha cofradía, más otros 600
reales en misas cantadas por el alma
del hombre a quien di muerte.
Y para que así conste y se me demandare si fuere menester, yo, Jesús
de Montesinos, dejo escritas estas
manifestaciones en la dicha ciudad
de Málaga, en 27 días del mes de
abril de 1787.
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El milagro
del paralítico
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Alberto Salinas Lozano
A pesar de que no haya llegado hasta nuestros días ningún documento en el que se reflejen los hechos supuestamente
acaecidos el Viernes Santo de 1742 (1) y que, por tanto, corrobore la fecha o aporte datos sobre los protagonistas reales
de los sucesos en los que se inspira este relato de ficción, la tradición oral ha suplido en parte a lo largo de los siglos
ese vacío documental, siendo recogida la historia de la milagrosa curación del hijo paralítico del portero mayor de la
Casa Capitular (2) de la ciudad durante la Bendición del Señor del Paso en la Plaza de las Cuatro Calles, por prestigiosos
autores como Llordén-Souvirón o A. Caffarena Such, en sus respectivas obras publicadas en la década de los sesenta
del pasado siglo.
ún no despuntaban las primeras luces del alba cuando María se despertó nerviosa. Normalmente le costaba bastante abandonar la comodidad de su lecho, pero durante toda
la noche había dormido inquieta, despertándose a menudo, deseando que finalmente
llegase el momento de levantarse. El cantar de un gallo le anunció la llegada del nuevo día,
y como todos los años, esa mañana asistiría junto a su familia a un acto en la plaza mayor,
y si bien todos los eventos que solían tener lugar allí eran grandes acontecimientos en la
ciudad, éste del Viernes Santo era sin duda el que a ella más le impresionaba y por ningún
motivo quería llegar tarde y perdérselo. Tras una espera que le pareció una eternidad una
(1) Angel Caffarena Such, Cronista Oficial de la Provincia de Málaga y Cronista Oficial de la Ciudad de Málaga desde 1963, aporta la fecha del Viernes Santo
de 1742 que mencionamos en este artículo en su obra “La Real Archicofradía del Dulce Nombre de Jesús Nazareno del Paso y María Santísima de la Esperanza
– Bosquejo histórico. 1567-1967” :
(2) La Casa Capitular de la ciudad estuvo ubicada en la actual Plaza de la Constitución (actual Nº 6) al menos desde 1529 y hasta 1869.
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de las sirvientas entró precipitadamente en la habitación con los ropajes
que la muchacha había de lucir y después de aplacarle los enmarañados
cabellos y vestirla en apenas unos minutos la joven bajaba las escaleras
a la carrera buscando a sus padres, que impacientes aguardaban en el
dintel de la puerta de la vivienda esperándola.
No había tiempo que perder, de no darse prisa no llegarían a tiempo.
Recorrieron apresuradamente el trayecto que separaba la casa, ubicada en los aledaños de la Catedral, de su destino, y para ello cruzaron
por la plaza del Obispo, pasando muy cerca de las reanudadas obras
del grandioso templo, cuya fachada se encontraba cubierta de enormes
estructuras de madera y cercada por grandes bloques de mármol que
aguardaban el momento cumbre de ser izados hasta su noble destino. En
las calles una actividad inusitada a esas horas anunciaba que algo importante estaba a punto de suceder. Tras saludar sin apenas pararse a varios
vecinos y atravesar a paso ligero calle Santa María llegaron finalmente a
la plaza de las Cuatro Calles.
La plaza mayor ofrecía una visión impresionante. Desde todas las callejuelas cercanas, que habían sido aseadas esparciendo cargas de juncia
y ramas creando una alfombra verde que escondía la suciedad habitual
y perfumaba el ambiente, una auténtica riada de personas de todas las
edades y clases sociales fluía extendiéndose como una marea humana
que trataba de alcanzar hasta el último hueco existente. Los edificios más
relevantes, como la casa del corregidor, la cárcel real y las casas de algunas de las familias más importantes de la ciudad se habían acicalado y
ornamentado engalanando sus balcones con ricas colgaduras, como solía
hacerse coincidiendo con las celebraciones importantes, pero entre todos
estos edificios destacaban al fondo de la plaza, profusamente iluminadas,
las casas capitulares. La espléndida construcción municipal constaba de
tres pisos, estando dividida su fachada principal en otros tantos cuerpos.
Las dos primeras plantas comprendían dos largas balconadas dispuestas
simétricamente a ambos lados de la puerta principal, mientras que la
tercera solamente disponía de unos grandes ventanales. Como era costumbre en las grandes solemnidades, por toda la fachada se encontraban
distribuidas numerosas antorchas, cuyo fulgor otorgaba al edificio una
imagen espectacular.
Con mucha dificultad y tras soportar empujones y apretujones consiguieron cruzar aquel mar de gentes,
llegando finalmente a las mismas puertas del consistorio, donde el portero mayor y sus ayudantes, que hacían
lo imposible por impedir que la muchedumbre invadiese el edificio tratando al mismo tiempo de facilitar el
acceso a las autoridades y sus familiares, reconocieron y saludaron respetuosamente a su padre permitiéndoles
el acceso. Atravesaron aliviados el pórtico de entrada, y tras alcanzar las escalinatas subieron hasta la segunda
planta. Los pasillos y salas que recorrieron estaban poblados por damas elegantemente ataviadas con sus vestidos volantes, que parecían flotar y ondear, luciendo toda una colección de los más ricos jubones y petos de seda
bordados, encajes, cintas, flores artificiales y monederos de tafetán.
Mientras su padre se acercaba a saludar a diversas autoridades, vestidas con el traje de etiqueta a la francesa, con sus anchas casacas, chalecos de seda floreados, camisas blancas con chorrera y pañuelos al cuello,
María repasaba con sus curiosos ojos a todas y cada una de las personas presentes en aquellas salas. Asomándose a la habitación contigua se sorprendió al observar casi escondido en un rincón, a un muchacho de frágil
apariencia, humildemente vestido, sentado en un sillón, que miraba tímidamente a su alrededor. Por unos
instantes sus miradas se cruzaron y la muchacha advirtió en aquel joven algo que le resultó extraño. Se disponía
a preguntarle a su madre cuando su padre volvió a reunirse con ellas y, al igual que el resto de los asistentes,
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se encaminaron hacia el balcón que tenían asignado para presenciar el acto pues ya amanecía y debía estar a
punto de comenzar.
Asomándose al balcón quedó fascinada ante la visión del gentío que allí se había aglomerado, y que no
solo llenaba la calle, sino también los balcones y terrazas de todos los edificios de los alrededores. Muchos
particulares dueños de casas que daban a la plaza aprovechaban para hacer un lucrativo negocio alquilando sus
balcones o ventanas mejor situados, y por ello los edificios disponían del mayor espacio posible en sus balconadas, pues esto suponía un importante beneficio para sus propietarios. Viendo aquellos balcones sobrecargados
de peso, la muchacha temió que sucediera una terrible desgracia, pero según le explicó su padre a pesar de que
los muchos festejos que tenían lugar a lo largo del año dañaban gravemente las estructuras de los edificios por
la excesiva carga humana que debían soportar, la seguridad de los asistentes era tenida muy en cuenta por las
autoridades, y para ello disponían que periódicamente se inspeccionaran y repararan todos esos balcones, torres
y fachadas en previsión de algún posible percance, e incluso para el propio Ayuntamiento, una cuestión de no
poca trascendencia era la distribución de los asientos para contemplar los espectáculos desde sus propios balcones, y para ello, existía el cargo de alcaide de las casas capitulares, quien entre otros asuntos se encargaba de
organizar la distribución de los sitios para los miembros del cabildo, de forma que todos los regidores, jurados,
escribanos, abogados y procuradores, disponían de sus asientos particulares, numerados y reservados, desde
donde presenciaban cómodamente la función, y cuidándose también que en sus balcones hubiera espacio
suficiente para que oficiales y empleados pudieran poner sus asientos.
Al dirigir la mirada hacia el balcón contiguo, la joven observó como un par de ujieres trasladaban cuidadosamente al muchacho, que permanecía sentado en el sillón, hasta situarlo en un lateral del mirador. No pudo
entonces evitar preguntar a su padre por aquel muchacho, quien le explico que se trataba del hijo del portero
mayor de las casas capitulares, paralítico desde su nacimiento, a quien esta enfermedad había obligado a
permanecer casi toda su vida encerrado en casa, acompañado por su madre, hasta que al fallecer ésta, hacía
poco más de un año, como consecuencia de una de las epidemias que asolaron la ciudad, quedando solo y sin
cuidados casi todo el día, su padre había solicitado autorización para traerlo consigo al no tener ningún familiar
con quien dejarlo, petición que había sido aceptada por el cabildo, de forma que el muchacho era trasladado
diariamente en una camilla y permanecía durante toda la jornada sentado en un rincón junto a su padre, habiéndose ganado el afecto de los empleados, alguno de los cuáles incluso había enseñado al niño el uso de las
letras. Inmersos estaban en estas explicaciones cuando un murmullo se elevó de pronto desde la multitud que
abarrotaba la plaza, avisándoles que algo sucedía abajo.
Desde calle Especerías comenzaron a llegar hileras de penitentes con grandes cirios que avanzan a duras
penas por entre el gentío, resistiendo el violento empuje de las oleadas de gente que salían y el impulso no
menos violento de las que entraban. Tras un primer remolino y acompañado de algunos penitentes apareció
la imagen de San Juan Evangelista, sobre unas pequeñas andas que apenas sobresalían por encima de aquel
piélago de cabezas; tras él, igualmente acompañada de nazarenos, la efigie de una mujer arrodillada llevando
algo en sus manos que según le explicaron era la santa mujer Verónica portando en sus manos la Santa Faz. Tras
la llegada de otro grupo de penitentes que acompañaban al guión de la hermandad, el murmullo del gentío
dio paso a un respetuoso silencio cuando la imagen de Jesús Nazareno asomó finalmente a la plaza, solamente
roto por el golpeteo de las horquillas. María conocía perfectamente aquella imagen, pues su madre a menudo
le llevaba a orar a su capilla en el templo de Santo Domingo, y allí se quedaba absorta rezando largo tiempo a
aquel rostro sereno cuyos ojos entornados parecían llegar hasta el fondo de su alma; por ello cuando el Dulce
Nombre de Jesús pasó por delante de ellos no hizo falta que le indicasen que se trataba del Señor del Paso.
Revestido por fastuosos bordados que apenas dejaban ver el terciopelo de su túnica y llevando a sus hombros
una espléndida cruz cuya plata refulgía alumbrada por los primeros rayos de la mañana, la venerada imagen
fue colocada en la posición que debía ocupar, de espaldas al Convento de las Angustias, dando frente a la casa
capitular. Mientras esto ocurría el resto del cortejo procesional llegó hasta la plaza escoltando a una enlutada
imagen de la Santísima Virgen que fue situada, al igual que las otras, en torno a la efigie del Nazareno. Tanto
el pueblo reunido en la plaza como las autoridades que presenciaban esto desde sus privilegiadas localidades,
permanecían en absoluto silencio.
Tras quedar las imágenes ubicadas, una voz se elevó desde la plaza y un fraile dominico, escoltado por otros
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religiosos, comenzó a predicar el instante de la Pasión del Redentor en el que se producía en encuentro del
Señor, camino del Calvario, con su Madre, el discípulo amado y la santa mujer, efigies de movimiento que abrían
los brazos, se inclinaban y llevaban lienzos a sus ojos, mostrando a los presentes el dolor que debieron sentir en
aquel dramático momento, mientras el orador proseguía su alocución tratando de conmover las conciencias y el
público contemplaba el acto maravillado. Al finalizar el sermón, de nuevo el silencio se hizo dueño de la plaza,
y en un instante como tocada por un resorte la muchedumbre se arrodilló en el momento en que el Señor del
Paso despegaba la mano del madero y comenzaba a impartir la Bendición. Todas las miradas se dirigieron hacia
aquella bendita mano que trazaba la señal de la Redención.
Lo que ocurrió a continuación fue algo que María jamás podría olvidar el resto de su vida. El respetuoso silencio que reinaba en la plaza dejó paso a un susurro que por momentos fue subiendo de nivel hasta convertirse
en un clamor, cuando una mujer del público, que permanecía aún arrodillado, dirigió su mirada hacia el edificio
municipal y, sin dar crédito a lo que veía, empezó a señalar a los demás a una persona de pequeña estatura
que permanecía en pie asomado a un balcón, en la que muchos reconocieron al instante al hijo de su vecino,
el portero mayor del ayuntamiento, que sabían enfermo y condenado a permanecer postrado en una silla de
por vida. El rumor se extendió rápidamente y la respuesta no se hizo esperar, comenzando todos los presentes
a aclamar y vitorear por el hecho prodigioso que estaban presenciando.
La muchacha en un primer momento no comprendió qué era lo que había ocurrido ni porqué todo el
mundo miraba hacia aquel balcón, pero al dirigir su mirada en aquella dirección reconoció al joven, que miraba
directamente al Nazareno sin parecer percatarse de la atención que estaba suscitando en los presentes, hasta
que retornando del trance en que estaba sumido, y ver abajo a la muchedumbre señalándole fue consciente de
lo que había sucedido, miró a su padre, arrodillado a su lado, con lágrimas en los ojos y sin articular una sola
palabra se fundió con él en un largo abrazo al tiempo que rompían a llorar de alegría. Todos los asistentes se
sintieron profundamente conmovidos y muchos ojos también se llenaron de lágrimas. Sin necesidad de ayuda,
el joven, acompañado de su padre, abandonó el balcón y bajó hasta la calle, donde la multitud asombrada le
fue haciendo espacio para que pudiese llegar hasta las andas del Señor del Paso a cuyos pies se arrodilló, y
siguiendo el ejemplo todos los asistentes que hincaron de nuevo sus rodillas en el suelo orando ante la imagen
del Nazareno.
Tras este largo paréntesis, recuperado de la emoción, el cortejo procesional reanudó la marcha, y la sagrada
efigie fue alzada de nuevo para proseguir con su recorrido penitencial. Detrás de las andas del Señor, el muchacho cogido de la mano de su padre, encabezaba una comitiva compuesta por los que había presenciado el
hecho y agradecidos querían acompañar al Dulce Nombre de Jesús en su camino de regreso hasta su templo,
entre ellos María con su familia. La procesión se adentró en calle Santa María accediendo por la puerta del Sol
a la Catedral para visitar el Monumento y salio después por la puerta de las Cadenas, prosiguiendo por calle
San Agustín, Granada, Compañía y Pasillo de Puerta Nueva, hasta cruzar finalmente el Guadalmedina y llegar triunfalmente al barrio del Perchel ya muy
avanzado el día.
Pasaron los años, y el tiempo fue cumpliendo su cometido. Aquellos hechos fueron
olvidándose incluso por quienes los habían
presenciado. María, sin embargo, no dejó de
visitar ni un solo día de su vida al Señor del
Paso en su capilla del convento dominico, ni
faltó para acompañarle en su salida anual
para bendecir al pueblo de Málaga, primero
acompañada de sus padres, más tarde de su
esposo y después de sus hijos y nietos, a quienes encargó encarecidamente transmitir el relato de aquel suceso del que ella fue testigo
en aquella mañana de Viernes Santo.
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El Jueves
Santo de 1851
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Francisco Luis Jiménez Valverde
maneció con la incertidumbre instalada en los deseos de todos aquellos hermanos que
querían volver a cumplir con el solemne acto de la bendición, mediante la representación del Paso. Algunos niños preguntaban asustadizos sobre aquella peculiaridad
del Nazareno, la que tantas veces les habían contado y nunca habían visto y sus voces
resonaban en Santo Domingo, como ángeles que perdieron la memoria de Dios y buscaban la verdad de lo que había sido hasta entonces como un cuento. Y eran aquellas
preguntas llenas de entusiasmo las que invadían el 18 de abril los muros dominicos.
Algunos hombres tras señalar el brazo del Nazareno terminaban su prédica casi de la
misma forma “… y este año, si el bendito y Dulce Nombre de Dios así lo quiere, la cruz
tallada en el aire volverá para quedar como señal imperecedera sobre Málaga”; y en los
tiempos que corrían nadie sabía verdaderamente si la procesión tomaría las calles, pero todos estaban convencidos que este año, el Nazareno volvería después de doce primaveras sin hacerlo, a bendecir al pueblo y serían
testigo sus lágrimas enlutadas de Esperanza,
su palabra de San Juan y su paño de Verónica.
Atrás quedó una invasión que negaba a
Dios y que proclamaba enemigos aquellos que
se presentaron como amigos requiriendo el
paso por la tierra, tiñendo de azul el rojo, de
blanco el amarillo y de más rojo de sangre a
unas gentes que rezaban sin complejos. Atrás
parece que quedarían las desamortizaciones y
que Mendizábal sería un recuerdo, porque en
este mismo año, se firmaba el concordato que
venía a restablecer las relaciones entre la iglesia
y el Estado. Pero todas las noticias quedaban a
un lado cuando en junta de gobierno se aprobó que este año, el Nazareno volviera a dar
la bendición tras un tiempo sin hacerlo, y que
ésta sería en la Plaza del Obispo, con la presencia del prelado en la balconada del palacio.
El ajetreo en Santo Domingo era grande, la
Hermandad de la Soledad incorporaba a su comitiva soldados de artillería y hasta un batallón
del regimiento de Navarra acompañaría la misma con banda de música y fuerza de caballería,
por lo que algunos soldados deambulaban por
las naves de la iglesia dedicando sus miradas a
las imágenes y dejando una cuenta pendiente
en cada altar. En la capilla de la Archicofradía
estaba todo preparado, Juan su albacea, había
adquirido la cera a muy buen precio para los
hermanos hachistas y penitentes, la percalina
morada relucía en los domicilios de los hermanos y allí, alguna túnica de mayordomo era
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mimada, como su escudo, el cinturón y los guantes negros. Algún bastón recuperado de la devastación de las
huestes del general Sebastiani relucía esperando su camino, porque Antonio -como miembro de la junta de gobierno- lo quiso dejar junto a su Nazareno, como fiel centinela que velaría por su Dios. La cera se aglutinaba tras
la escalera del patio interior para derramar su chispa de luz, y en alguna silla quedaban agolpadas con toques
mudos las campanillas que esperaban proclamar cada veinte penitentes que la procesión andaba ya por Málaga.
El Guión corporativo quedaba apoyado en una esquina, como si pudiese pintar la cal con su tinta morada de
siglos. Y las horquillas que recibirían la dulce carga parecían disputarse el primer lugar con empujones de metal.
El techado metálico del patinillo todavía se resistía a dejar los últimos rocíos y se dejaba halagar por un leve olor
a incienso que parecía avanzar esplendores pasionistas.
Era Jueves Santo de 1851 y allí estaba el Nazareno, sobre unas andas rectangulares de pequeñas dimensiones que se situaban en el centro de
la capilla, sobre el mármol que tenía más cerca
que nunca la bendita imagen. La sencillez de las
mismas dejaba adivinar como unos tablones de
madera barnizada se unían mediante juntas y unas
aplicaciones de metal reforzaban y decoraban las
esquinas, después en las zonas centrales de cada
uno de los lados unas placas de repujado metal
simbolizaban elementos de la pasión que quedaban por encima del barnizado de la madera, que
fuera de ser uniforme, resultaba bicolor, al dejarse
ver las veladuras más claras que proporcionaba el
alma de la misma. Dos palos también de madera,
hacían las labores de varales sobresaliendo de las
andas una medida de ocho palmos, para que en
número de diez a doce se incorporaran los hermanos. Sobre una madera de mayor grosor quedaba
la imagen del Nazareno a la que rodeaban cuatro
tulipas de cristal de caramelo, así como unas hileras de buganvillas que se dejaban ocultar como
asustadizas por la túnica de Jesús. Dos ángeles
querubes de gráciles posturas quedaban en el
frente, como custodios de unas borlas y cordón
que les unían al Dulce Nombre con vías doradas
de trenzados corazones y después el Nazareno, el
Dulce rostro de la verdad, el sereno maestro de la
palabra, Aquél que hablaba con labios de silencio,
con la belleza quieta de su rostro, con el azabache
de bucles como tornados pasionistas por pelo que
eran aprisionados por el metal de la corona, como cárcel de oro, el mismo oro que relucía en sus tres potencias
y le otorgaban la majestad de lo divino. Su túnica y la cruz ya hacían saber que era el del Paso, plata y dorado
para identificar la gloria, la túnica es un derroche de formas barrocas, donde la rocalla deja entrever su alma de
hojillas y cartulinas que quedan sobre el lecho morado de terciopelo; todas las costuras de la tela están cubiertas
por franjas bordadas, acumulándose las piezas en el frente, en la elegante cola que caía como paño de lirios, en
las mangas y en el pecho. La cruz es una reliquia en sí, la labor de platería rezuma pureza y filigrana y sus brillos
hacían exclamar a Juan que la Archicofradía debería de hacer una carta de hermandad, donde quedaran estipuladas las obligaciones que contraen los hermanos, mientras que todos podrán tener la imagen del Nazareno
como fiel testigo de sus vidas.
Las horas pasaron en Jueves Santo y la madrugada del Viernes establecía la llegada de la comitiva, transcurría la procesión con total orden, desde el guión hasta la cruz parroquial y el palio de respeto. Los mayordomos,
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campanilleros, horquilleros y penitentes se disponían por riguroso orden de antigüedad, las calles bullían con
una expectación inusitada, porque se decía que la bendición se volvería a producir, pero no en la plaza de la
Constitución, donde esperaba el Ayuntamiento y el joven edificio del pasaje de Heredia, construido en 1837 y
atestado de gentes en los balcones, como los del antiguo Montepío de Viñeros, donde por su especial configuración las personas permanecían sentadas en sillas. Existía también la idea de abrir un pasaje en el convento
de las Agustinas Descalzas, adquirido por don Antonio María Álvarez y en la fachada que daba a la plaza se
disputaban un lugar los congregados a esta altura.
Después de cruzar varias calles se llegaba a la
plaza. Había quienes comentaban la necesidad de
hacer una gran calle que
comunicara con la plaza y
que fuera la vía principal
del centro de la ciudad,
pero ya se sabe que las
cosas de palacio van despacio, aunque el segundo
Marqués de Larios estaba
muy interesado en dicha
apertura. Con todo, hubo
bastantes personas que se
desilusionaron cuando no
se representó el Paso en la
plaza y la Virgen de la Esperanza, llena de noche y
lágrimas siguió las huellas
del Nazareno hacia la plaza
del Obispo, mientras que
tras la comitiva quedaban los comentarios de los malagueños, “¡no estaría mal que esta Archicofradía de tanta
raigambre y prestigio pusiera capas en sus hábitos nazarenos!”, “ ¡pues a mi me gustaría que la Virgen fuera
bajo palio, es una dolorosa que está por descubrir!”, “lo que tienen que hacer es los tronos un poco más grandes y de mayor calidad”…. Y se llegaba poco a poco a la Plaza del Obispo.
Tras doce años de ausencia de la bendición, Salvador José de los Reyes García de Lara Obispo de Málaga
quería que esta se realizara en la plaza, frente a la catedral y delante del palacio, pues así se lo había comunicado al Hermano Mayor cuando éste le propuso que el Nazareno volviera a dar la bendición, en la reciente
visita a Santo Domingo por la misión popular que el prelado llevó a cabo. Aunque su rictus de seriedad era bien
patente, existía un profundo cariño hacía sus feligreses, pues su carácter andaluz- era granadino- había hecho
que renegara al obispado de Oviedo, llegando en 1848 al sillón malacitano tras trece años de sede vacante en
la capital.
El hermano mayor alzó la mirada hacia la fachada del obispado, fijo el cristal de sus ojos en el balcón y
esperó una señal del prelado, los componentes de la procesión se arrodillaron todos, así como los asistentes
que llenaban la plaza, sonó un canto rasgado por el sentimiento, un “quejío” estremecedor, como aquellos que
dedicaban desde la antigua prisión de la Plaza de la Constitución los reclusos ante el Nazareno. En ese momento
Juan, tembloroso y desde el interior de las andas comenzó a mover las dos manivelas de madera que cogidas
a otras dos tablillas planas ejercían un movimiento ascendente y descendente, como una perfecta maquinaria
que volvía a su cita con Málaga, entonces como llevado por el aire, dejó momentáneamente de ejercer presión,
como si le estuvieran sosteniendo los brazos y agarrándole el alma, acariciándole el corazón y parándole los
sentidos, pero las maderas siguieron sus movimientos y sin tocarlos el viento hacía la señal de la cruz en el aire,
eran las cuatro de la madrugada y el Nazareno volvía a bendecir a Málaga aquél 1851.
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El bandolero
de la Coracha
Victoria Eugenia Muñoz Solano
currió en el año 1877, año desastroso en el que una plaga de pequeños insectos de la
familia de los inofensivos pulgones se cernió sobre los campos de vides malagueños. El
ataque de la filoxera había dejado a muchos agricultores en la miseria.
Fue entonces cómo Diego Hinojosa, al no poder trabajar en el campo, empezó a
delinquir asaltando los carruajes en los cruces de caminos, emulando a su abuelo; el famoso y admirado Tempranillo. Diego robaba para comer y lo hacía procurando no dañar
la integridad de sus asaltados. Vivía con su mujer y una su niña pequeña de tres años en
el ahora desaparecido barrio de la Coracha.
El bandolero que era un hombre de facciones rudas, de ojos avispados y tez morena, penetró con caminar
vacilante en Santo Domingo. Portaba una bolsa repleta de duros procedentes de la última calesa que había
abordado. A lo lejos se vislumbraba envuelto en la luz tintineante de las velas al Hijo de Dios hecho hombre.
Era el Señor del Paso.
Diego conforme andaba desnudó su cabeza del pañuelo que la ceñía. Luego se santiguó al tiempo que
hincaba las rodillas delante del Nazareno.
–Señor aquí te dejo mi último botín. Te quiero pedir, a cambio de volver a la honradez pero también a la
pobreza, que me salves a mi niña. Lleva varios días con calentura. Si vieras ¡cómo tiene su lengua! , parece una
fresa roja.
Diego lloraba a lágrima viva. Su niña había sido diagnosticada por don Evaristo de escarlatina, mal que si en
nuestra época se soluciona con penicilina, en esos tiempos abocaba a la muerte a miles de niños. El bandolero
se enjuagó las lágrimas y miró al Nazareno y Éste a su vez contempló apiadado con su mirada digna, humilde y
llena de dulzura al pobre hombre arrepentido. Se mantuvo así durante largo rato una conversación de silencio
sobrenatural.
Su corazón empezó a palpitarle atolondrado. Seguramente se debía a la emoción de estar ante la sobrecogedora presencia de Jesús Nazareno pero sintió que algo había mutado y que debía de marcharse cuanto antes
del templo. Corrió sorprendentemente sin siquiera despedirse del Nazareno, corrió y corrió hasta la empinada
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cuesta que le llevaba a su hogar. Distinguió en la oscuridad de la noche la silueta de su mujer en el umbral de
la puerta con las manos apoyadas en la cabeza y vociferando su nombre.
–¡Diego! ¡Diego! –rompía la voz con dificultad.
Diego aligeró aún más el paso hasta encontrarse delante de su mujer.
–¿¡Qué pasa María!?
–Llegó un médico al poco de irte. Me dijo que venía de tu parte. Yo pensé con pena que otra vez habías
vuelto a birlar porque las últimas pesetas se las llevó don Evaristo. Era joven, alto, fino y de cara parecía un hombre bueno y noble. Entró miró a la niña y me dijo que no me preocupara más que ya estaba curá. Me enfadé
con él. Le pedí gritando que se fuera que no estaba la cosa pá bromas que la niña estaba muy malita que se
estaba muriendo ya. Me dio la mano y no respondió a mis increpaciones. Y cuando menos me lo esperaba lo vi
ya lejos de casa cerca del castillo y alrededor de él como unas nubecillas y unas pequeñas luces saltarinas. Me
di la vuelta y de pie estaba Esperanza diciendo entre lágrimas que tenía hambre. ¡Lloraba de hambre! ¡Estaba
buena de verdad!
Comprendiéndolo todo, el antiguo bandido con los ojos desorbitados mirando al cielo de Gibralfaro dijo:
–Señor, ¡gracias por salvar a mi Esperanza!
Esta ha sido la leyenda del bandolero Diego Hinojosa, el bandolero de La Coracha, aquel que un día el Señor
del Dulce Nombre de Jesús Nazareno del Paso salvó al curar a su hija. Con su bendición todos los Jueves Santos
tal como hiciera ese día en el cielo malagueño, Él sigue curándonos y dándonos Esperanza de salvación.
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Ucronía
*
Nazareno del romero
abía transcurrido otra mala jornada. La fiebre que hacía días
me retenía en cama no desaparecía, a pesar de los solícitos
cuidados de que era objeto. Y
me dispuse a pasar una nueva
noche de pesadillas.
Al llegar al puente, contemplan con faz de horror las
llamas que consumen Santo Domingo, y a la multitud delirante que ha formado otra pira fuera del
templo... Aterrador el espectáculo. Tras el humo,
unos hombres pugnan, frenéticos, por derribar la
cruz sagrada que en el camarín señorea. Otros, al
pie, les estimulan con interjecciones soeces, blandiendo garrotes y barras. No sé qué hora sería cuando
desperté. La cabeza me dolía terriblemente. Vociferando
enardecido y moviéndose como un loco, el escultor
Francisco Palma intenta evitar la catástrofe. El humo
apenas me dejaba respirar. Algo o alguien me había
Mariscal Horacio Sebastiani
golpeado por la espalda. El escultor les grita, sin que
le apoque la ferocidad del tumulto: -¡Respetad las obras de arte! ¡No toquéis ese Cristo que es maravilla de la escultura religiosa! ¡Salid de aquí!. Guiándome por mi conocimiento del lugar y por la luz que
despedían las llamas, busqué la salida a tientas sabiendo que nada más podía hacer. Lo había intentado, pero
ya era tarde. Y volví a desvanecerme.
Las aguas del río, que no es río, se desbordaron furiosas, una vez más, por los viejos paredones –cuentan las
crónicas que periódicamente la ciudad de Málaga padecía inundaciones que se cebaban especialmente con el
barrio del Perchel, pues las murallas de la ciudad frenaban el empuje de las aguas impidiendo su entrada al interior de la misma. A la otra orilla, la imponente estructura del convento e iglesia de Santo Domingo se elevaba
en desafío permanente a la furia de unas aguas que rodaban monte abajo arrasando todo lo que encontraban
a su paso– y echando abajo la puerta entraron a borbotones por entre los viejos muros de la iglesia.
De pronto, me encontré tumbado sobre unas duelas medio ensambladas que, sin duda, procedían de algún
taller de tonelería próximo, flotando bajo las bóvedas dominicanas. De nuevo la cabeza me daba vueltas, esta
vez mareado por tanta oscilación de un lado para otro a capricho de las aguas. Me puse de rodillas y remando
con las manos me dirigí a la capilla del capitán Hernán Lorenzo de Zafra.
Y lo miré. Allí estaba el Nazareno, ajeno a la tragedia que avanzaba irresistible por la ciudad, pero con el
brazo derecho despegado del madero, señalando la hornacina que alojaba a la Dolorosa de la Esperanza. Con
no poca dificultad me erguí sobre el improvisado bote procurando mantener el equilibrio; y allí, a los pies de
la bendita imagen, oculto por el ropaje, había un viejo pergamino lacrado. Emocionado, lo cogí con manos
temblorosas y lo guardé entre mis ropas cuidando de que no se mojara; y salí de la iglesia a pie enjuto sin
explicarme cómo.
Ya en casa, aplicando algo de calor y con sumo cuidado, pude despegar la cinta que había permanecido
sellada al pergamino y, expectante, lo desplegué. Decía lo siguiente:
* El texto en negrita es de la novela de Salvador González Anaya “Las vestiduras recamadas”
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“Años a que, tras la fundaçión de la fermandad, aviemos qui nos entierre e reçe los sufragios debidos por nostras
almas. La inundaçión finisecular en un tris estuvo de la vida costarnos, amén de las faziendas que muy maltrechas
quedaron. E non sólo resultáronse afectados los Percheles; ansí mesmo, toda la çibdad lo fue, pues la puerta de
Granada non resistió el embite de las aguas que cruzáronse en el camino con las que mesmo avían hecho con la de
Antequera. Miraclosamente non ovo falleçimiento alguno que lamentar e las aguas que arrasaron la iglesia conventual
del otro lado del río, remansáronse a los pies del Naçareno de Santo Domingo, achacándose a su divina intervençión
el prodigio.
Por eso fue que la çibdad recordar e agradeçer al Naçareno quiso aquel miraclo, rindiendo público tributo de
gratitud e devoçión. A tal fin, el corregidor, D. Juan de Ágreda e Vargas, feziéndose eco del sentir de los malagueños,
dirigióse al obispo D. Juan Alonso e Moscoso, en ruego de que la efigie proçesionárase el Viernes Santo pora que, en la
plaça de las Cuatro Calles, do enfrentáronse las aguas furiosas entradas por una e otra puerta e frente a las Casas Consistoriales, el Naçareno bendixese a la çibdad en una çeremonia anual de memoria en que su protecçión renovase.
E el obispo encargóle a la Fermandad del Nombre de Jesús, de organiçar tal proçesión e aconteçimiento. E ordenó
çelebrárase en la nombrada plaça el teatro del encuentro de Jesús con su Madre, San Juan e la Verónica en la calle de
la Amargura, a cujo fin el Naçareno bendeçiría a los presentes. Ca non sólo de agradeçimiento e xaculatoria avíade ser
la çeremonia, sino ocasión pora la enseñança de nostra Santa Religión, -commo Su Santidad Paulo V avía decretadoa tantos moriscos malagueños que
non acababan de renegar de Mahoma, e que obligados eran de asistir
so pena de expulsión del reyno.
Mucho fue el axetreo durante
aquella cuaresma, muchas las libras
de çera encargadas e veinte las hachas de pabilo aviadas; muchas ansí
las varas de veludillo con que los hermanos feziéronse las túnicas. Que
adatar ovo un cuerpo de forquillas,
aparexadas de un viexo almacén
militar de armas, pora sostener las
andas en que el Naçareno, su Madre
e las otras imágenes fueron trasladadas en proçesión. Que axustar ovo
igualmente el tornillo con el que la
mano bendiçe. E tod el convento dominicano por el prior presidido detrás fue de la bendita imagen. E ansí
çelebróse la bendiçión del Naçareno
por veç primera. En la çibdad de Málaga, año del Señor de mil seisçientos
e nueve”.
Y ahí terminaba el texto que,
evidentemente, estaba firmado
y rubricado por varias personas
aunque tanto firma como rúbrica,
más que verse, se adivinaban. La
humedad y el paso del tiempo las
habían hecho casi desaparecer al
haber quedado en la parte exterior
del rollo de pergamino.
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La lectura de aquel añejo documento me recordó con amargura que ese año tampoco el Nazareno bendeciría a los malagueños en la plaza de las Cuatro Calles. Las tropas mercenarias del malhadado mariscal
Horacio Sebastiani todavía se enseñoreaban por las calles de Málaga –allons enfants de la patrie–, tras la
furiosa represión por la resistencia malagueña a su ocupación. El dolor por los caídos en esa resistencia y en las
subsiguientes represalias, la indignación por las injustas gabelas establecidas así como por los robos de obras de
arte y metales preciosos, las difíciles circunstancias económicas de una España en guerra contra el invasor y el
odio que destilaba la población, no eran ciertamente el ambiente propicio para ninguna manifestación pública
ni aunque fuese religiosa que, desde luego, por mucho que los cofrades se hubiesen empeñado, el invasor no
habría autorizado.
No obstante, aquel Jueves Santo la capilla del Nazareno estaba sobriamente adornada con matas de romero, lo único que sus devotos habían podido encontrar para adornar y perfumar minimamente, y un par de
gruesas velas de cera apoyadas en unos platos de cerámica. Porque ni candelabros habían dejado los gabachos
tras el saqueo de la ciudad. Pero a pesar de todas las circunstancias adversas, estaban desfilando por su capilla
cientos de malagueños cuyas oraciones eran un continuo rumor que llenaba toda la iglesia dominicana.
Alertado por sus espías, temeroso de que se estuviese incubando un nuevo motín, el opresor envió rápidamente un destacamento que, a ritmo de tambores, y con las bayonetas caladas se acercaba por el Pasillo. Pon,
pon, porrón, pon, pon. Pon, pon, porrón, pon, pon. Al oírlos, la iglesia se vació rápidamente y los devotos se
perdieron por las callejuelas del barrio. Me quedé sólo, clavado, como hipnotizado, mirando fijamente el rostro
de aquella imagen que irradiaba una dulzura y una paz que mi agitado corazón estaba lejos de sentir en aquel
momento. Comprobé angustiado que mis músculos no respondían a las órdenes del cerebro que presentía el
peligro: ¡Corre! ¡Huye! Ya los borceguíes mercenarios habían hollado el umbral conventual y enfrentaban el
magnífico crucificado de Mena, cuando me desperté, por fin, empapado en sudor. El ruido del helicóptero de
tráfico me había rescatado de las profundidades del sueño. Y respiré aliviado, mientras el Nazareno del Paso,
cuya pintura enmarcada tengo frente a mi cama, parecía sonreírme.
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El chusco y
cuartillo de aceite
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*
Juan Muñoz Solano
uando los cenachos eran toda su logística, Miguel, marengo de las playas del Bulto,
nacido en el Perchel y con antecedentes por robo obrantes en el Juzgado de la Merced, como todas las mañanas, acudió al rebalaje, lo que constituía el único cuerno de
la abundancia de su casa. Esta vez, y ya venían siendo muchas, el levante echó por
tierra su participación en el banquete de la recogida del copo y con la resaca, sólo
trajo a los suyos más miseria. Mientras, en el corralón de la calle Calvo número siete,
Paula, la madre preparaba en un infiernillo de petróleo que tenía en un rincón de la
habitación, una renegría cebada tostá con la que pretendía entonarse y calentar a
sus otro seis hijos que empezaban a despertar a otra jornada de hambruna. Miguel
era el mayor de los huérfanos.
Con el dolor por la tripa vacía, la mirada perdida por la desesperación, siendo
Paula deudora en todas las listillas de los colmados, y sin otro recurso que pedir por
las esquinas, sus pies descalzos llevaron a Miguel a la Parroquia. Allí esperó su turno viendo como el párroco,
un asustado y obeso dominico, iba despachando la miseria que a las faldas de su hábito se le enganchaba suplicando un mendrugo. Había pasado la
Semana Santa, y ya no podía esperarse
el vale por el chusco y un cuartillo de
aceite con que se pagaban a los desposeídos que se vestían de nazareno
para alumbrar a los santos.
Una hora de plantón y la cola
del hambre no avanzaba. En casa, la
madre y los otros seis seguían con el
hambre atrapada en las entrañas. Sólo
buenas palabras, eso era todo lo que
repartía el cura, pues lo cierto es que
poco, o nada tenía el dominico ante
tanta demanda, y las ayudas sólo eran
para las mandas que por escasas, no
alimentaban a tantos.
Con los bolsillos como las tripas,
y éstas, vociferantes, a Miguel aun
le quedaban ánimos para rezar. A la
derecha del altar, desde lo alto del camarín le miraba la imagen por aquellos años milagrosa del Dulce Nombre
de Jesús al que las gentes llamaba “El
Moreno”. Miguel, que a pesar de la
miseria, conservaba temor de Dios, lo
miró desafiante inquiriéndole: -¿Por
qué permites esto?, ¿Por qué no vuelves a bendecir y esta vez repartes chuscos y arencas?
* Publicado en la revista “La doble curva”, 2009.
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Semanas antes, por perchelero, por creyente y sobre todo por el chusco y el cuartillo de aceite, Miguel
acompañó al “Moreno” en su procesión del Jueves Santo. Ante el rito de la bendición y con la barriga llena por
el almuerzo con el que era pagado, en la Plaza de la Constitución, con la luna llena se hincó de hinojos y mirando la mano del Dulce Nazareno que le bendecía, nuevamente le pidió otra fortuna. Le imploró poder alimentar
a su madre y hermanos. Un cambio de suerte. Una nueva vida. Pero pasaron los días, y lo único divino que trajo
el mes de mayo fue el fin de las goteras de abril.
Las fatigas persistían, las palabras del cura seguían siendo las mismas, también los temporales de la mar que
venían durando tres días seguidos. Miguel reprochaba a su Dulce Moreno que -no era cristiano irse a dormir
sin comer, teniendo que enroscarse para aguantar el frío y el hambre-, que -para qué tanta bendición, si cada
día, si cada año, era más de lo mismo, y aquél último también faltó hasta su padre al que el hígado derretido lo
dejó hecho un garabito en una cama del Hospital Civil de la que nunca más se despertó. Derrumbado en el reclinatorio con la cabeza apoyada en la dura madera, mientras miraba a su Dulce Moreno, Miguel se adormecía.
De repente, unos gritos en la calle espabilaron al hambriento. -Serán más pobres desesperados- pensó, cuando
en ese momento una pedrada rompía los cristales del despacho parroquial y en la calle las voces aumentaban.
Serían sobre las cuatro, cuando los goznes de la puerta chirriaron y ésta se abrió con estruendo, los portazos y
algunos disparos de fusil aceleraban el pulso de Miguel. El saqueo parecía inminente.
Sin fuerzas se escondió entre los bancos de la iglesia. Desde el suelo, arrodillado quedó frente a sus ojos el
cepillo de hierro que pendía de la reja de la capilla. Viendo lo que otros hacían, -tendrán tanta hambre como
yo- se echó la mano al bolsillo, y sacando la navajilla con la que cortaba el bramante para las redes, violentó la
cerradura, que por oxidada le pareció de mantequilla. Sin apenas mirar el botín, arrambló con él, se lo metió en
bolsillo y asustado por las antorchas, sorteando las imágenes profanadas, salió de la Santo Domingo, mientras
los demás hambrientos jaleban y azuzaban el fuego purificador que les devolvería la libertad del sustento, pobres diablos-, pensaba.
Antes de salir miró atrás y sin lograr verlo le lanzó un beso a su Dulce Moreno, gritándole: “esto que me llevo
es un adelanto del vale para el próximo Jueves Santo” Nadie lo vio, pues el humo y el fuego impidieron verlo, pero
aquella fue la última bendición sin luna llena de aquél Moreno, la de abril en la plaza resultó ser la penúltima.
Para Álvaro
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La primera
bendición del Nazareno
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Manuel Bueno Martín
s la mañana del día 21 de marzo de 1940, Jueves Santo. Todo ha sido preparado con
detalle, con mimo. Los hermanos de la Archicofradía del Paso y la Esperanza se disponen para la procesión del “decíamos ayer…”. Será dentro de pocas horas como si nada
hubiera pasado, en un alarde de amnesia terapéutica.
Han sido tan intensamente luctuosos, y tan recientes, los acontecimientos, que afloran inevitablemente contrapuntos de ráfagas de memoria muy fresca para lo que se fue
y para quienes se fueron. Pero, contrariamente a la resignación, a la consternación y al
aturdimiento, predomina en el ánimo una apuesta muy fuerte por unir el futuro con el
pasado en el instante del presente. Se trata de salir con urgencia del pozo del infortunio
y del abatimiento, de resurgir, nunca mejor dicho, de las cenizas, una derivada de la sinrazón y la iniquidad.
El saberse continuador de una tradición histórica y la fe serán suficientes acicates que no eximen, no obstante, de la inquietud, el nerviosismo, la impaciencia, la expectación que se respira en esta mañana de la recién
estrenada primavera. Hay motivos para ello. Este Jueves Santo tiene algo de distinto. El Dulce Nazareno, hoy,
bajo otra fisonomía, aunque con una misma y renovada devoción, está a punto de iniciar de nuevo su recorrido
por las calles de la ciudad para admiración y dicha del pueblo malagueño.
Lejos ha quedado el esplendor de la Semana Santa de 1931, en la que un Nazareno del Paso de vestiduras
recamadas, tirabuzones en su pelo y portador de suntuosa cruz de plata al hombro y, sobre lujoso trono encumbrado, bendecía a su pueblo y realizaba, en apoteosis
junto a su Divina Madre, el recorrido penitencial. El
adocenamiento por la peor de las cegueras, la de
quienes no quieren ver, se encargaría de echar por
tierra tan emblemático momento.
Sin embargo, el fuego devastador no ha extinguido la fe de los hermanos; como ave fénix de estas
cenizas, presto, surge de un leño sabiamente tallado,
otra imagen para venerar la centenaria advocación
dominica.
El Dulce Nombre de Jesús, el Nuevo Moreno, ha
sido revestido para la ocasión de túnica morada, sin
bordados, y un cíngulo sencillo a la cintura; al hombro, una cruz de madera, lisa, sin apliques de plata,
y subido a un esbozo de trono, preparado ya para el
recorrido hacia nuestro particular Gólgota. Como el
más pobre, como en la ocasión que se conmemora la
consumación del más vejatorio trato que, convertido
en un acto de fidelidad y de servicio del Nazareno al
proyecto de Dios, dará ocasión a su muerte salvífica.
Parece -si no fuera porque la sencillez es obligadacomo si se quisiera simbolizar un nuevo nacimiento,
de humildad lleno; para, como entonces, realizar una
Epifanía, una manifestación, una aparición nueva
ante su pueblo, bendiciendo a Málaga, por vez primera bajo este nuevo aspecto.
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Pero, no; no es la bendición en la Plaza lo que inquieta esta mañana de Jueves Santo a los hermanos; ni tan
siquiera, con ser importante, la presentación de la nueva imagen al pueblo, a su Málaga; que ya apareció en los
medios, y fue visitada por propios y devotos en su sede canónica, la Parroquia de Santo Domingo, donde desde
el mes anterior se venera la Nueva Imagen en la capilla que la Hermandad tiene concedida desde 1567, y que
hasta entonces lo era del capitán Hernán Lorenzo de Zafra. Por no preocupar, ni tan siquiera que gustara; que
ya -en estudio previo de los doctos Sres. Académicos de Bellas Artes- ha sido reconocida su bella factura, propia
del afamado escultor que la realizara en 1935.
A la pérdida del “Moreno” durante los luctuosos episodios de mayo de 1931, muy poco
después de la más esplendorosa Semana Santa
que conoció Málaga en la primera mitad del
siglo XX, D. Manuel Cárcer, Hermano Mayor
de la Archicofradía, a propuestas del Cabildo,
había encargado su realización a D. Mariano
Benlliure, actuando en la mediación el hermano
archicofrade D. Antonio Baca, amigo personal
del escultor.
El éxito artístico, pues, de la imagen quedaba garantizado de antemano y, además, estaba convenientemente certificado; a la larga,
satisfizo hasta a los más puristas añorantes del
Moreno perdido.
Tampoco preocupaba la maniobra del trono
para dar la Bendición en la Plaza; de su corrección no habría dudas, a pesar de los ocho largos
años en los que faltó la procesión del Nazareno,
siempre había sido perfecta; y -para más favorel trono es hoy mucho más pequeño.
Será otra la causa de la zozobra de los hermanos. Una Bendición única, más íntima, un
acto sencillo concita a los pies del Nazareno
para esta misma mañana de un día especialmente esperado por todos los malagueños.
Próceres archicofrades e ilustres y contados
invitados se dieron cita ante las puertas de la
Parroquia de San Carlos y Santo Domingo de
Guzmán, otrora Iglesia del Convento de Santo
Domingo del Real, para ser testigos de la que habría de ser algo más que una prueba de funcionamiento del
“mecanismo de bendición”, la referida mañana del Jueves Santo de 1940. Junto a ellos, para estar presentes en
el acto, para no perderse la ocasión de tan significado momento, han viajado desde Madrid, D. Mariano Benlliure y su esposa, una enamorada de la talla hasta el punto de que estuvo en su poder por regalo de su marido,
cuando parecía que la Archicofradía renunciara a ella y optando por algún tiempo por otra que encargara al
mismo autor -coronada esta de espinas y portadora de potencias- de modo que reprodujera más fielmente a la
perdida y añorada Imagen, más próxima a la devoción de los menos innovadores.
Así, pues, el Dulce Nombre de Jesús, despojado de todo lujo en su vestir, en su cruz y en su trono, tal y como
procesionaría horas más tarde, daba, en modo de prueba, la Bendición. ¡Qué prueba! ¡La Primera Bendición del
Nazareno! He aquí lo que motiva la desazón de propios e invitados. Se trata de ¡La Primera Bendición de este
Nuevo Nazareno!; del Nazareno de siempre. ¡La Bendición del Hijo del Hombre! Su Misericordia y su Perdón,
infinitos, aun sabiéndose reo de muerte.
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Sin toque de clarín, en ausencia del son de la Marcha Real, lejano el bullicio del pueblo, apartado de la multitud -llegada la hora- sólo un privilegiado grupo reducido de personas emocionadas, sobrecogidas…, y Él. Jesús
Nazareno del Paso, como si de un milagro se tratara -¿alguien duda de que no lo sea?- despega su mano del
Madero Salvador y, en haciendo la señal de la Cruz, Jesucristo -Aquel en quien residen todas las bendiciones- es
quien bendice a cada uno de los presentes. Ganado privilegio el de quienes fueran los artífices de que la Sagrada
Figura estuviese en Málaga, para bendecirles y hacer lo propio luego, y año tras año, como antes, y siempre,
ya sí, a la llamada del clarín y al son de la Marcha Granadera, ante la multitud devota, expectante y emocionada que le dedicará vítores y vivas a su paso, y que, llegado el momento, doblará la rodilla ante la Clemencia
de Dios en el más típico tópico del corazón de la ciudad y centro de la Semana Santa malagueña. Hasta aquí
bajarán, entre otros, D. Antonio Baca, D. Enrique Navarro, El Gobernador Militar de la Plaza en representación
de D. Francisco Franco, Jefe del Estado, el propio D. Mariano Benlliure y D. Pedro Rico, presidiendo la primera
procesión del Nuevo Nazareno y recibiendo la Primera Bendición oficial a la altura de la Tribuna. Consumándose
en este punto la razón y la historia.
Con ser este el acto central por antonomasia de las vísperas de la Pascua de cada nisán malagueño, lo
ocurrido por la mañana, esta mañana de 21 de marzo de 1940, no ha sido, como no lo es nunca, un mero acto
mecánico. Jesús, el Nazareno del Paso, muy de aquellos hermanos, sin dejar de ser muy nuestro, los ha bendecido. Un hecho que ha quedado impreso en sus retinas, grabado en el corazón de los presentes de manera
indeleble para siempre.
Lo que acaban de sentir no es
difícil imaginar. La emoción, contenida; la lágrima, a flor de piel; la
mirada, en su mirada; el recuerdo,
en los ausentes; el rincón de los
aledaños de Santo Domingo, nuevamente impregnado de devoción
al Dulce Nombre; la plegaria, en
Dios Nuestro Señor…; y, la alegría, desbordante. Han podido ver
cumplido, desde una responsabilidad compartida, este otro milagro: tener de nuevo a su Titular,
para la veneración todos los hermanos y la de su pueblo, el nexo
con Dios, único objeto de adoración. Atrás quedaron muchos
desvelos, el ir y venir continuo de
misivas y personas, el largo infierno de la guerra, la larga espera, o
la indecisión estilística.
De todo lo anterior, un testigo
-Arenas- y unos pocos testimonios
para nuestro conocimiento y recuerdo de los presentes, sus instantáneas. Y, de entre todas ellas,
la del momento mágico de la Bendición del Nazareno, de la Primera
Bendición del Dulce Nombre de Jesús Nazareno del Paso en su nueva
manifestación, tal y como hoy le
conocemos.
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Ya hace
cincuenta años
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*
Juan Ignacio Montañés García
ómo pasa el tiempo, parece que fue ayer y ya hace cincuenta años. ¿Te acuerdas?, fue un
viaje largo y pesado desde Madrid en un viejo camión, ibas cubierto con una lona, menos
mal, la del camión estaba agujereada y te hubieras mojado con la lluvia. Recorriste la meseta sin saber hacia dónde te llevaban, algo habías oído, sí, a Málaga, al sur, para salir en
una cofradía. ¿Qué será eso? En aquel momento te hubiera gustado quedarte en Castilla,
en un altar de cualquier iglesia, tranquilo, con tus misas y tus beatas rezándote, en vez de
atravesar media España casi destruida, después de una horrible guerra civil.
Y llegaste por fin a tu destino y te quitaron la lona que te cubría y una fuerte luz azul
te cegó, luz que no te dejó ver las caras de asombro de los que allí te esperaban. Te bajaron del camión con
respeto y cariño, y eso que todavía casi no te conocían. Entonces pensaste que quizás no había sido tan mala
la idea de traerte a Málaga.
Fueron días muy movidos, todo el mundo quiso verte y todos se asombraban ante tu presencia. Un día oíste
una conversación en la que intentaban compararte con el “El Moreno”, era la primera vez que escuchabas
aquel nombre que te acompañaría siempre.
Y un 13 de marzo de hace ahora cincuenta
años, ante tu extrañeza, te vistieron si cabe aún
con más mimo y te rodearon de flores y cera y
algún hermano se emocionó al no poder ya peinar tus rizos, era el día de tu bendición y fue
el mismo obispo D. Balbino, aquél que eligió tu
cabeza, el que te consagró.
Tu asombro iba en aumento por días y solamente te dieron diez de margen para la siguiente y definitiva sorpresa. Un jueves, especialmente
luminoso, te sacaron de tu capilla y te subieron
en una especie de tarima a la que llamaban
“trono” y volvieron a rodearte de más flores y
suavemente, como no queriendo hacerte daño,
depositaron sobre tus fuertes hombros una humilde y pesada cruz de madera. Todo estaba ya
preparado para la gran noche.
Estabas dormido cuando un sonido limpio
de campana te despertó, había un gran revuelo
de gente a tu alrededor que, como movidos por resortes, metieron sus hombros debajo del trono y suavemente
lo elevaron del suelo. Así empezaba tu primera procesión, que hoy ya recuerdas con nostalgia, y tu mareo, que
todo hay que decirlo, pues cuando ya llevabas un buen tramo de calle, entre el incienso, las flores y ese suave
vaivén, que sólo los hombres que te llevan saben imprimirle a tu trono, hicieron que por un momento te sintieras
aturdido. Después recordaste tu primer viaje en el camión y en como éste, porque así lo quisieron los hermanos
de esta vieja Archicofradía, se transformó en un trono de flores y los baches de la carretera se volvieron oloroso
romero y el triste paisaje castellano se cambió en un pueblo que se descubre y se santigua a tu paso.
Llevabas ya un buen rato de procesión, cuando incomprensiblemente los hombres que te llevaban, en una
difícil maniobra, giraron al trono sobre sí mismo y te pusieron mirando al pueblo y al mar:
* Publicado en el número 2 de la segunda época de este Boletín, en febrero de 1990.
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¿Por qué todos me miran tan fijamente y se arrodillan a mi alrededor? ¿Por qué mi brazo se
mueve y no puedo hacer nada por detenerlo? ¿Qué es lo que ocurre en mi interior? ¿Por qué ya
no soy el mismo? ¿Quiénes son los Dominicos? ¿Quién Hernán Lorenzo de Zafra? ¿Dónde está
la Virgen? ¿Y San Juan? ¿Y la Verónica?
Ya has terminado de dar la bendición, y cuatro siglos del Moreno han caído sobre ti. El que se va por calle
Granada arriba no es ya el mismo que un momento antes llegaba a la plaza de las Cuatro Calles. Aquella figura,
que a lo lejos se va difuminando, es la del Nazareno.
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Una bendición
Pepeprado
i amigo Rafael, me comenta que ya, la tradición de nuestra bendición, va por los
400 años. La verdad yo no recuerdo tantos, pero sí caigo en la cuenta, que en
eso que ahora se llama el disco duro de la memoria, ya tengo unas pocas propias
almacenadas.
El recorrido por esos tesoros que son los recuerdos, en los que como en una
ensalada de esas modernas, se mezclan los buenos y los malos sabores, pero que
también como en ensalada, te ofrecen un resultado final de tu gusto, me lleva a
pasar revista a lo que yo, inmodestamente, llamo, “mis” personales bendiciones.
Me refiero a esas en las que yo he estado presente en cuerpo y pensamiento.
Aclaro que desde la primera que vi, con ojos abiertos de mozalbete hambriento de novedades, nunca he faltado
a ninguna de ellas, y esas son las que conforman mi particular memoria. Todas han sido y siguen siendo para mí,
a pesar de inventos extraños, emocionantes y me transportaron cada año, a un leve momento de introspección
y reflexión.
A veces ese momento dura un instante, pero un instante de un gran valor por poseer el añadido de la
sinceridad hacia uno mismo, sin ningún tipo de adorno o cortapisa de tipo social, sin necesidad de pensar en
“quedar bien”. Cada uno es como es y tiene derecho a pensar lo que quiera, pero nunca debe engañarse a
sí mismo y ese de la bendición es uno de esos
momentos que te sirven para esto, para decirte
a ti mismo tu verdad.
Dentro de esa cartelera de noches mágicas, en las que el mundo cambia momentáneamente de color por unos instantes, en los que
la noche se hace serena, el aire se encalma y la
mente se apacigua, tengo un recuerdo especial
entre los especiales, para una de ellas.
No pasó nada de esas cosas que acostumbramos a llamar importantes, no sucedió
ningún milagro, no se abrieron los cielos. Simplemente vi de cerca la verdad del que quiere
verla.
¿Cuándo? Todavía no venían mis hijos
en los varales, por tanto ya debe hacer bastante tiempo. No recuerdo la fecha, no tiene
importancia. Sólo recuerdo que al Nazareno
le habíamos dado la vuelta en la esquina de
calle Granada; que yo era hombre de trono de
los de dentro; que la noche era serena, y que
colocamos el trono de frente a calle de Larios
como dando una bienvenida de brazos abiertos a todos y todas, malagueños, foráneos,
extranjeros…, a todos.
Me salí de los entrevarales para enfrentar al
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Moreno, para paladear ese momento especial de cada año. Cuando me estaba arrodillando, cansado pero contento, una mano buscó la mía, pidiendo mi ayuda para a su vez arrodillarse. Era lo que entonces yo veía como,
un “hombre mayor”, trajeado, serio y poco hablador. Parecía tener leves dificultades físicas para conseguirlo. Le
ayudé, y una vez los dos en tierra, antes de que el Nazareno moviera la mano, con aquellos gestos pausados ya
olvidados por mor de la tecnología, miré sin mirar demasiado y noté que el hombre clavaba sus ojos, de frente
y ensimismado al Cristo. Con mirada clara, como de quien está hablando con un viejo conocido, manteniendo
su mano sobre mi hombro. No nos conocíamos de nada, no nos hemos vuelto a ver, pero la forma de mirar de
aquel hombre me llamó la atención. Miraba como quien ve más que los demás, como quien traspasa fácilmente
las barreras físicas y llega más allá de este mundo. Su mano transmitía serenidad y me sentí respetuoso amigo
de aquel hombre con el que no había intercambiado palabra.
Sonó un clarín, la voz de la campana predijo su algo divino y mágico, y el Dulce Nazareno bendijo a todos
los hombres y mujeres de dudosa buena voluntad de esta tierra.
Tras ese momento de recogimiento, lo de siempre, toques apresurados de campana de mayordomos impacientes, carreras para cada cual buscar su sitio, movimientos de nazarenos rezagados para ver la bendición
que intentaban retomar su sitio sin descomponer demasiado el orden, llamadas nerviosas como de cosa que es
urgente acabar.
Me retrasé un poco para ayudar a incorporarse a mi nuevo desconocido amigo, que me lo agradeció
apretando mi mano, sin palabras. Cuando lo dejaba, sin haber intercambiado ni una palabra, no hacía falta, se
acercó alguien y lo retomó de la mano para conducirlo a las sillas.
Entonces me dí cuenta. Aquella mirada que veía más que la de cualquiera de las que me rodeaban y que la
mía misma, era la de un hombre de los que aquí llamamos, ciego. Ciego para el mundo, pero a mí, ya en ese
momento, y pasada la primera sorpresa, me constaba que veía más y mejor que todos nosotros, que los ciegos
éramos otros, los que no quieren o se niegan a ver.
Volví a mi varal. Callé, llevé al Nazareno hasta su casa. Jamás conté esto a nadie, hasta ahora. Me parecía
muy fuerte que un hombre al que no conozco, al que se suponía ceguera total, hubiera sido quien mejor me
hubiera mostrado que esa bendición de un brazo mecánico, de una imagen construida, era solo una mera
representación humana, que lo importante estaba en ver más allá. En la forma de mirar y ver los hechos, en la
forma de comprender y aceptar la vida.
Han pasado los años, ahora el “hombre mayor” ya soy yo. Nunca volví a ver al ciego de mirada clara, pero
nunca olvidé esos escasos minutos.
Doy gracias porque me enseñó algo sin pedírselo: a ver más allá de las mezquindades, a mirar hacia adelante, a
no pararme en los fastos y las alharacas mundanos. Con una mirada y un apretón de mano, me ayudó a hacerme algo
mejor. Gracias. Con esto, los cuatrocientos años de bendiciones, para mí ya han valido la pena.
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El
aniversario nazareno
Antonio Banderas
El dolor camina sólo
Sobre andas marineras.
Entre dulces primaveras
Y lamentos de clarín.
Cada paso Nazareno
Reflejado en diez mil ojos
Dibujando los despojos
De el que ya sabe su fin.
Grave ritmo de tambores
Triste acento de campanas
Saetas en las ventanas
En boquitas de carmín.
Luz de luna malagueña
Se cuela entre los tejados
Y árboles desmadejados
Hasta posarse por fin
En la cruz llevada a cuestas
Por un Jesús marinero
Recortado en noches claras
Bendiciendo al pueblo raso
El Nazareno del Paso
Cuatrocientas madrugadas
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Tienda del Cofrade
ARTÍCULOS DE
RECUERDO
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