CC (IV): el tipo de interés El escultismo

Transcripción

CC (IV): el tipo de interés El escultismo
LA VANGUARDIA 25
O P I N I Ó N
MIÉRCOLES, 11 ABRIL 2007
XAVIER SALA I MARTÍN
FRANCESC-MARC ÁLVARO
CC (IV): el tipo de interés
Otra vida
I
maginen que una constructora les enseña un estudio que demuestra que su casa se va a derrumbar dentro de cien
años y les hace una oferta: ustedes y sus
descendientes pagarán 3.000 euros al año durante un siglo; a cambio, la empresa irá haciendo obras para evitar tener que reconstruir la casa dentro de cien años, cosa que tendría un coste estimado de 500.000 euros.
¿Piensan que es una buena oferta?
La respuesta es... ¡depende de los tipos de
interés! Fíjense en que la constructora les está proponiendo ahorrar
3.000 al año durante cien
años a cambio de una casa
valorada en unos 500.000
euros dentro de un siglo. Para saber si la oferta es buena, deben estimar cuánto dinero tendrían sus hijos si,
en lugar de aceptarla, ustedes depositan los 3.000
euros anuales en un fondo
de inversión. Si el fondo da
un interés del 0%, dentro de
cien años sólo habrá
300.000 euros en la cuenta.
Como la constructora ofrece una casa valorada en
500.000, la oferta es atractiva. Pero si, como es más realista, los intereses son, digamos, un 6%, entonces invirtiendo 3.000 euros al año sus
descendientes tendrán más
de 18 millones en su cuenta.
En este caso, la oferta de la
constructora es mala y solamente sería atractiva si una casa en el 2100 costara 18 millones de euros.
Este ejemplo refleja un principio económico importante llamado principio del descuento: cuando el tipo de interés
es realista, sólo vale la pena sacrificar hoy
cantidades importantes de dinero para prevenir catástrofes lejanas si éstas son extraordinariamente costosas.
Les explico esto porque el mismo principio debería guiar las decisiones sobre el cambio climático (CC) ya que, según los científicos serios, los costes de dicho cambio no se
van a notar en décadas o quizá siglos. El principio del descuento sugiere que propuestas
como el protocolo de Kioto, que comporten
gastos elevados en el presente, no deberían
adoptarse a no ser que los costes del CC se
prevean descomunales. Ésa es la conclusión
a la que llega la mayoría de los estudios como
los de William Nordhaus, de la Universidad
de Yale.
Un artículo reciente del profesor británico
Nick Stern contradice todos esos trabajos y
XAVIER SALA I MARTÍN, Fundació Umbele,
Columbia University y UPF
www.umbele.org
concluye que deberíamos gastar hasta un
15% de nuestro PIB para evitar el CC. A pesar de que Nordhaus y Stern utilizan los mismos modelos de evaluación del impacto económico del CC que estiman que los costes
del CC en la actualidad son esencialmente cero y que se acercarán al 3% del PIB dentro de
cien años, sus conclusiones son diametralmente opuestas. ¿Cómo se explica la diferencia? Respuesta: ¡otra vez los tipos de interés!
Como en el ejemplo de la empresa constructora, cuando se usa el 0% (el caso de Stern) se
Rawls requiere dar más importancia a las personas más desfavorecidas. Stern acepta este
criterio cuando compara regiones del mundo
ya que da mayor peso a África porque es pobre. En una incomprensible pirueta intelectual, sin embargo, Stern no aplica la misma
regla cuando compara generaciones. Al fin y
al cabo, nuestros hijos no sólo van a heredar
un planeta más caliente. También heredarán
una tecnología y unas instituciones que les
van a permitir ser mucho más ricos que nosotros. De hecho, las propias simulaciones de
Stern y del IPCC suponen tasas de crecimiento de cerca
del 2,5% que implican que
la gente en el 2100 será entre 15 y 25 veces más rica
que nosotros. Si es de justicia Rawlsiana dar más peso
a los africanos porque son
pobres, entonces uno tiene
que dar más importancia a
las generaciones presentes
porque también son pobres con relación a las futuras. Es decir, es de justicia
aplicar un tipo de interés a
la hora de evaluar costes
intergeneracionales, por
lo que las conclusiones de
Stern están equivocadas.
Para que se hagan ustedes una idea de lo que significa esto: suponiendo
que el protocolo de Kioto
consiguiera eliminar futuras catástrofes climáticas y
si el tipo de interés fuera
del 6%, la tasa de crecimiento del 2,5% y los costes del CC se manifiestan
JAVIER AGUILAR
dentro de cien años, solamente valdría la pena implementar
Kioto (cuyo coste anual estimado es del 1%
¿VALE LA PENA
del PIB mundial) si las pérdidas ocasionadas
por el cambio climático dentro de cien años
sacrificar el 1% del PIB cada
fueran del 33% del PIB anual. Las peores predicciones de los más catastrofistas hablan de
año durante cien años para
pérdidas diez veces más pequeñas que eso.
Conclusión: el protocolo es una idea terrible.
posponer el calentamiento
Estos cálculos se han hecho bajo el supuesto de que Kioto acaba eliminando totalmensólo seis años?
te el riesgo de catástrofes. El problema para
los defensores del protocolo es que ni siquiera eso es verdad. De hecho, se estima que si
concluye que vale la pena gastar mucho hoy no hacemos nada, el aumento de temperatupara evitar el desastre y cuando se utiliza el ras será de 2,8 grados en cien años. Y si imple6% (Nordhaus), no. Así de simple.
mentamos Kioto las temperaturas aumentaLa pregunta, pues, es: ¿qué tipo de interés rán en 2,8 grados no dentro de cien sino de...
deberíamos utilizar para tomar decisiones ra- ¡106 años!
cionales sobre el CC? Los ecologistas usan un
¿Vale la pena sacrificar el 1% del PIB
argumento de tipo ético para defender la apli- (500.000 millones de euros) cada año (repito,
cación del 0%: descontar el futuro, dicen, es cada año) durante cien años para posponer el
dar menos peso o menos valor, a generacio- calentamiento sólo seis años? La respuesta es
nes futuras y eso es una injusticia. Este argu- no: malgastar dinero para no conseguir casi
mento es atractivo... aunque muy debatible. nada es una mala idea, sea cual sea el tipo de
Por ejemplo, el principio de justicia de interés.c
M
i conocido tiene una casa
fuera. Quiero decir que tiene una segunda residencia
lejos de Barcelona, no sé si
en la Cerdanya o por ahí. Sus amiguetes
tienen una propiedad en la misma zona,
lo cual siempre anima. El tipo llegó ayer a
la oficina tras las breves vacaciones de Semana Santa y estaba peor que cuando se
marchó: ojeroso, irritable, cansado, encorvado y malhumorado. Buen samaritano como soy, le pedí que me contará sus
cuitas mientras tragaba un café detrás de
otro. Ahí va un somero resumen.
Todo el Viernes Santo lo dedicó mi conocido a limpiar su casa. Como este año
la nieve ha sido escasa, ha subido poco y
había que emplearse a fondo. Su esposa,
el niño y el perro le siguieron en la misión. Todo quedó reluciente pero no hubo tiempo para hacer nada más. El sábado, tras tanto ejercicio interior, mi conocido ansiaba respirar aire puro y hacer la
marmota, pero descubrió dos averías en
la casa y no tuvo más remedio que meterse a jefe de mantenimiento de su pequeño paraíso. En esto estaba cuando un vecino le visitó y le advirtió de que en la casa
de Fulanito habían entrado a robar hacía
dos semanas y que todos se estaban planteando instalar algún tipo de alarma,
“porque esto ya no es tan tranquilo como
antes y habrá que espabilarse”. Así que el
tipo se puso nervioso y, luego, pasó toda
la tarde del sábado reunido con otros urbanitas trasplantados, para comentar
unos apasionantes catálogos de alarmas y
cámaras de videovigilancia. A causa de
ello se olvidó de recoger esos productos
tan buenos que había encargado en la tocinería del pueblo. A la hora de la cena, su
esposa quería matarlo. La familia se acabó zampando un par de pizzas precocinadas y la tele se estropeó.
El domingo, cuando parecía que emergía finalmente el anhelado estado vacacional, llegó a la casa, a media mañana, ese
concejal que tantos favores le ha hecho a
mi conocido. Quería pedirle que acudiera a la pequeña fiesta preelectoral de la
tarde, “que ya sabes que todos vendrán,
que las municipales son dentro de pocos
días”. Su mujer se escaqueó mientras el
tipo no tuvo más remedio que dejarse
caer por el sarao. No era cuestión de enemistarse con la autoridad, sobre todo ahora, que se plantea ampliar la casa y debe
solicitar el permiso de obras. Cuando regresó, la familia se había largado a cenar
al restaurante del camping cercano.
Mi conocido confiaba en que, al menos
el lunes por la mañana, podría disfrutar
un poco de su arcadia, horas antes de enfrentarse a la operación retorno. Tampoco fue posible. Las advertencias sobre los
problemas de tráfico se impusieron y decidió avanzar la salida.
Su consuelo es que, en verano, podrá
escapar a la casa de Cadaqués, el pobre.c
ORIOL PI DE CABANYES
El escultismo
S
e cumple este año el 150.º
aniversario del nacimiento
de sir Robert Baden-Powell,
el fundador de los boyscouts, gran escuela de formación
humana. Aquí se ha hecho mucha
bromita con todo esto, con las chirucas, los fulares y toda la pesca. Pero
el escultismo ha sido uno de los componentes más importantes de la cultura de base, de la configuración
mental y afectiva, de varias generaciones de jóvenes ciudadanos.
Sobre la tradición excursionista
del país, el escultismo enraizó aquí
ya en los años veinte, sobre todo gracias a Josep M. Batista i Roca, que
siempre consideró la formación del
carácter superior al cultivo de la inteligencia. Y renació en los cincuenta, al amparo de la Iglesia, y más en
concreto del abad Escarré, con el
mosén Antoni Batlle. ¿No era el de-
mocristiano Maritain quien hablaba de la superioridad espiritual de
la Iglesia sobre el Príncipe?
Escarré se exilió a raíz de sus declaraciones a Le Monde del 14 de
noviembre de 1963. Poco después,
en la madrugada del 22 de diciembre, sufrió un vandálico atentado el
Casal de Montserrat, en la calle
Arcs de Barcelona. Gran impresión
me causaron entonces, yo tenía trece años, las huellas del asalto y las
pintadas amenazantes en aquel viejo caserón que albergaba nuestro
Agrupament Escolta Abat Marcet,
en el que los llobatons teníamos como akela a Esperança Junceda, hija
del gran dibujante.
Pues bien, en aquella Catalunya
de entre los cincuenta y los sesenta,
en aquella Catalunya en que se procuró llevar a cabo antes que en cualquier otro lugar de España la supera-
ción moral de la Guerra Civil, el escultismo fue como una derivación
del espíritu del noucentisme. Que
había triunfado como modelo ideal
ya en los veinte y en los primeros
treinta, pero que en su conjunto había fracasado, porque, ya desde la
Setmana Tràgica en 1909 y luego todavía más en tiempos del pistolerismo, había topado con una realidad
social terriblemente tensionada por
unas escandalosas diferencias de
clase.
Como ya se vio en el gran desastre de la guerra y la revolución del
36, la sociedad catalana en su conjunto no había asumido, no había
podido asumir, los ideales de civilidad propugnados, por lo que se quedó sólo en sueño de unos pocos. En
la Catalunya de los cincuenta, aquella esperanza en que los valores de
la civilidad nos harían más felices
EN LA CATALUNYA
de entre los cincuenta y
los sesenta fue como
una derivación del
espíritu del noucentisme
se cobijó en el escultismo, en su optimismo vital, en su ética de la responsabilidad, así como en su compromiso cívico.
A través del escultismo se difundieron aquí los valores democráticos, el gusto por la libertad, la pasión por conocer físicamente el país
y el aprecio de lo cercano. ¡Y el respeto por la diferencia! Pero con la
sacudida sesentayochista ya fue to-
do cuestionar el orden ideal, las jerarquías, los uniformes, los saludos,
las fábulas con animales, el voluntarismo. ¡Qué lejos quedaron a los
ojos de los hijos de mayo francés del
68 los valores británicos del movimiento scout!
El escultismo fue una gran escuela de formación de personas. Muchos servidores públicos de la democracia se formaron a su cobijo. ¿No
es esto también, entre otras cosas, lo
que marca diferencia respecto al encabronado clima guerracivilista
que rebrota, inmisericorde, por la
vieja España?
Baden Powell fundó un movimiento de gente libre. “Intentad dejar este mundo un poco mejor de como os lo encontrasteis”, dejó escrito
en su testamento. Es un mensaje
sencillo pero difícil que continúa
plenamente vigente.c

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