La iglesia y las iglesias locales - Iglesia Cristiana Evangélica Añoreta

Transcripción

La iglesia y las iglesias locales - Iglesia Cristiana Evangélica Añoreta
LA IGLESIA Y LAS IGLESIAS LOCALES (III)
INTRODUCCIÓN.Siguiendo con esta serie de ‘La Iglesia y las iglesias’, insistiremos en algunas cosas que dijimos el último
día, que para algunos servirá de recuerdo, y, para los que no estuvieron por estar aún de fiesta lo oirán
por primera vez.
Definimos las iglesias locales diciendo que la iglesia universal, formada por todos los creyentes
verdaderos de todos los tiempos, se expresa y se ha expresado a lo largos de la historia en ‘la reunión,
en un lugar concreto, en un tiempo concreto, de un grupo mayor o menor de esos verdaderos cristianos
para tratar los asuntos que tienen en común’. Y a ese conjunto de cristianos reunidos en un lugar
determinado se le llama Iglesia Local.
Estuvimos viendo también que una iglesia local puede ser de mayor o menor número; pueden reunirse
en un edificio de uso exclusivo para la iglesia, en una casa o en cualquier otro sitio; puede tener una
organización sencilla o una más compleja, en función de sus necesidades.
También comentamos que la definición más básica de una iglesia local la vemos en Mat. 18:20 “Por que
donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Lo característicos es el
reunirse ‘en su nombre’, es decir en sintonía con el Señor. Siendo así, aunque sean sólo dos o tres
personas, se promete su presencia allí para guiar y para decidir.
También estuvimos viendo el por qué debo pertenecer a una iglesia local.
I.- ¿POR QUÉ DEBO PERTENCER A UNA IGLESIA LOCAL?
Si soy un hijo de Dios debo incorporarme a una iglesia local. En el plan de Dios para sus hijos, no hay tal
cosa como cristianos solitarios, porque:
A) Ser creyente implica dos cosas:
1. Que soy unido a Cristo para tener una estrecha comunión con Él.
2. Que soy unido, al mismo tiempo, a un cuerpo, a una comunidad de creyentes. Como nos lo dice
Pablo: “Pues por un mismo Espíritu todos fuimos bautizados (incorporados, unidos) en un solo
cuerpo, ya judíos o griegos, ya esclavos o libres… (1 Cor. 12 :13)
Si no tengo en cuenta estas dos implicaciones me acarrearé a mí mismo muchos dolores. He visto, en
algunos amigos míos ya mayores el daño producido en sus vidas por aislarse y perderse la comunión y la
relación con otros creyentes. Es en el roce de unos con otros como vamos cambiando, siendo
transformados.
Además aisladamente no podremos llevar a cabo la misión que se nos encomienda a los creyentes en
este mundo: Estamos aquí para mostrarnos como:
B) Una comunidad alternativa en la sociedad que vivimos. Lo cual implica que:
1. Estamos aquí para alcanzar y traer a toda clase de personas de la sociedad, dentro de nuestras
comunidades cristianas.
2. Y estamos aquí para mostrar otras maneras de hacer todas las cosas: empresa, trabajo,
enseñanza, arte, sexualidad, relaciones humanas, etc. El sexo, el dinero, y el poder están para
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ser usados en la vida de una forma que da a los demás, no para hacerlo en maneras destructivas
o adictivas. Ejemplo del buen médico*.
Tú no puedes hacer esto sólo. ¡No puedes ser una comunidad alternativa tú sólo.
C) El carácter mismo se va haciendo en cada uno de nosotros en esa relación de unos con otros. El
carácter es formado principalmente por la gente con quien nosotros vivimos: con quien comemos,
jugamos, conversamos, aconsejamos, estudiamos, etc. Por lo tanto, la convivencia en nuestra
comunidad alternativa, la iglesia, nos hace lo que somos en el más profundo nivel. Toda esa vivencia
compartida, es la que transforma nuestro carácter a la imagen de Dios.
Es verdad que a veces puede ser difícil integrarse en una iglesia local. Desde situaciones geográficas que
harían difícil por la distancia incorporarme a la vida de una iglesia local; causas de horario laboral que
coincide con las reuniones; hasta situaciones en las que las iglesias existentes se han alejado de la
verdad fundamental del evangelio y por conciencia decido no incorporarme a ellas. Estas y otras
situaciones pueden darse, y a veces, temporalmente, pudiera quedar aislado de la comunidad cristiana a
la que he sido unido en Cristo.
Pero en ningún caso esto debe ser una coartada para un espíritu cómodo y falto de fidelidad y amor al
Señor. El verdadero creyente que no siente el compromiso, el peso, de estar incorporado en la vida de
una iglesia local se debería preocupar seriamente. Y debería afrontar los cambios necesarios en la vida
(trabajo, lugar, etc.), para poder estar integrado en una iglesia local.
II.- A QUÉ IGLESIA LOCAL PERTENEZCO.Pertenezco a la iglesia local a) donde me reúno (recordar el sentido de iglesia como asamblea reunida),
b) donde sirvo a los demás ejerciendo mis dones, c) donde adoro Dios. Esto es lo que establece mi
pertenencia a una iglesia local, no cualquier otro tipo de cuestión sentimental o administrativa. Porque
esté inscrito en un registro de miembros, o porque es la iglesia donde me he criado, etc. Mi pertenencia
a una iglesia no es porque tengo allí a mis amigos, o familiares, o porque tengo mucha afinidad con unos
u otros. Donald Carson ha escrito algo provocativo sobre esto: “La iglesia está integrada de enemigos
naturales. Lo que nos une no es la común educación, ni una común clase social, ni un común nivel de
ingreso, ni una común política, ni una común familia, ni comunes trabajos, ni cualquier otra clase de
cosa. Los cristianos se reúnen juntos en una misma iglesia local porque ellos han sido salvados por
Jesucristo. Ellos son una banda de enemigos naturales quienes se aman unos a otros por el amor de
Jesús”. D. Carson
III.- LOS DISTINTIVOS DE ICEA.Igual que los cristianos, quienes hemos sido todos justificados en Jesucristo tenemos nuestras
singularidades de acuerdo a los dones y llamado de cada uno, así también son legítimas las
peculiaridades de cada iglesia local. En ICEA desde luego también tenemos unos distintivos, debidos a
nuestro específico llamamiento, que podríamos definir mediante nuestros valores fundamentales, que
expresamos como: a) La Creación. b) El Evangelio.
a) La Creación.Originalmente, toda la creación, incluyendo naturalmente a las personas, era buena en gran manera. En
los primeros dos capítulos de Génesis vemos que Dios le dio al ser humano: la capacidad para el trabajo
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valioso y creativo, y también para el descanso; el compañerismo y ayuda con otros; la
complementariedad y ayuda en el matrimonio; las capacidades de intelecto para hablar, pensar, crear y
aprender; los sentidos, emociones y creatividad para disfrutar y gozarse en la belleza; la libertad, el
abanico enorme de posibilidades materiales y sensitivas de disfrute; la responsabilidad moral; y sobre
todo la capacidad para tener relación y dependencia enriquecedora y vital de su Creador.
Y aunque la Caída en el pecado distorsionó profundamente el entorno interno y externo de los seres
humanos, pero todas esas cosas buenas originales siguen siendo lo que Dios quiere para sus criaturas.
Por eso para nosotros es muy importante cómo nos hemos de relacionar con la creación. Porque “la
creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza para alcanzar así la gloriosa libertad
de los hijos de Dios” (Rom. 8:21)
A veces hay confusión en algunos cristianos en aquellas cosas que se oponen en la Biblia. Por ejemplo la
Biblia nos enseña que se opone el Espíritu frente a la Carne, es decir el Espíritu de Dios frente a una
manera de vivir que no tiene en cuenta a Dios (Gal. 5:17). Pero entre el Espíritu y la Creación caída lo
que hay es un proceso de redención, que desde luego no será finalizado hasta que el Señor venga de
nuevo, pero no hay oposición. Por eso Pablo, en la segunda mitad de muchas de sus epístolas, enseña
que una vida llena del Espíritu, es una vida relacionada con cómo vivir en el matrimonio, con los hijos,
que actitud se debe tener hacia el trabajo, cómo deben actuar los jefes, etc.
Cuando somos guiados por el Espíritu nuestra relación con la creación es equilibrada, centrada. Nos
retiramos tanto del extremo de una oposición total a todo lo creado, como de aceptar todo sin un
discernimiento crítico. Ser guiados por el Espíritu nos hace interesarnos por nuestros trabajos, familia,
ciencia, descubrimientos, educación, etc., etc.
El Cristianismo protestante histórico a veces se identifica totalmente con los elementos de la creación y
de la cultura, sin tener en cuenta que el pecado ha afectado profundamente al ser humano y a toda la
creación. Pero muchas de las iglesias evangélicas toman la posición opuesta, manteniendo una
confrontación total como si esta no fuera una creación de Dios, aunque usurpada momentáneamente
por el Diablo. No se interesan por tanto por esta creación y se aíslan de ella, quedándose al margen del
proceso de redención de la misma.
Este equilibrio debe enseñarnos cómo vivir en esta creación guiados por el Espíritu, distanciándonos
tanto del aislamiento y desinterés de la Creación como de asumirla sin un espíritu crítico. No digo que
vivir en ese equilibrio sea fácil, pero creo que es a lo que debemos tender.
Aunque quizá nuestra singularidad fundamental sea el lugar central que damos al Evangelio.
El Evangelio.Las personas, o nos hacemos muy religiosos pensando que por nuestro esfuerzo, sacrificio, buen vivir,
oraciones, etc. le agradaremos a Dios y Él nos deberá de mirar bien dándonos lo que le pedimos o por el
contrario somos relativistas, no religiosos o antinomistas.
Si el Evangelio toma un lugar central en la vida de una iglesia local seremos librados de estos dos
extremos. Porque el proceso de la gracia de Dios que nos trae el evangelio nos enseña a responder con
gratitud sirviendo alegremente a nuestro prójimo. El Evangelio es la mayor expresión de la gracia de
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Dios hacia nosotros. Nos regala lo que nosotros no podemos obtener. Por eso es ‘el poder de Dios para
salvación (y transformación) de todo aquel que cree’. (Ro.1:16)
Porque el evangelio no es sólo la manera cómo llegamos a ser cristianos sino la dinámica de ir siendo
transformados por la gracia de Dios en todos los aspectos de la vida. Y lo uno y lo otro opera mediante
el arrepentimiento y la fe.
Veamos el Evangelio actuando en nuestra integración en una iglesia local. Hay cosas en nosotros que
pueden a veces dificultar la integración en una Iglesia local. Por ejemplo, deseos exagerados de
privacidad, de libertad para hacer lo que quiero; temores de que otros puedan herir mis sentimientos;
apegarme demasiado a costumbres o estilos en cosas no fundamentales; temor a relacionarnos con tal
o cual persona, etc. ¿Cómo puedo cambiar estas cosas para integrarme de corazón con mis hermanos?
¿Cómo puedo superar ese exagerado deseo de privacidad, de libertad, de apego a mis particulares
costumbres, o de indiferencia por otros, y llegar a ser alguien responsable, que de corazón se vuelca en
ayudar a los demás?
La respuesta es el evangelio de la gracia de Cristo. Si nuestra vida de comunidad no se caracteriza por
ese deseo de servir y ayudar a los demás, entonces tengo que pararme un poco, tengo que reflexionar
sobre ello, y orar para que el evangelio penetre en mi corazón hasta que este tenga su efecto y todos
esos impedimentos sean superados. De esta manera el Evangelio produce una transformación en el
corazón que afectará a todo.
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